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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.95 México Mai./Ago. 2016

https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i95.1381 

Artículos

Historiografía de la guerrilla del Partido de los Pobres (PDLP) (Atoyac, Guerrero)

Historiography of the guerrilla movement of the Party of the Poor (PDLP) (Atoyac, Guerrero)

Francisco Ávila Coronel1 

1Estudiante de doctorado en Historia UNAM-FFyL-IIH México, correo electrónico: franciscoavilac@hotmail.com


Resumen:

El artículo hace un análisis historiográfico sobre la guerrilla del Partido de los Pobres, tomando como eje de su argumento las explicaciones causales sobre el surgimiento del PDLP. Por otra parte, se cuestionan algunas explicaciones para dar algunas pistas sobre algunos lineamientos de lo que queda por estudiar respecto al proceso de insurgencia armada y con ello se busca contribuir al debate sobre la historia de esta organización.

Palabras clave: historiografía; guerrilla; Partido de los Pobres; Lucio Cabañas; Atoyac

Abstract:

The article undertakes a historiographical analysis of the guerrilla movement of the Party of the Poor, focusing on the causal explanations of the emergence of the PDLP. At the same time, it challenges certain explanations in order to provide clues about what remains to be studied regarding the process of armed insurgency and thereby to contribute to the debate on the history of the PDLP.

Key words: historiography; guerrilla group; Party of the Poor; Lucio Cabañas; Atoyac

Introducción

El objetivo del presente artículo es realizar una historiografía1 sobre los estudios académicos, trabajos periodísticos y testimoniales que arrojan explicaciones causales sobre el surgimiento del PDLP durante la década de los setenta en Atoyac, Guerrero.

¿Cuáles son las explicaciones que se le han dado al surgimiento de la guerrilla del PDLP en los últimos cuarenta años?, ¿cuál es el avance que a este respecto han tenido los estudios históricos?, ¿qué obstáculos hay en la comprensión de la historia de la guerrilla en Guerrero?, ¿qué caminos pueden explorarse? Este artículo busca dar al lector un panorama general de las principales propuestas de interpretación sobre la guerrilla del PDLP, así como contribuir a desenredar la maraña heredada de la imprecisión escrita y la visión oficial y proponer preguntas de investigación sobre el problema agrario, la cultura campesina, el estudio de la organización de las bases campesinas guerrilleras, el autoritarismo, la relación entre la pobreza, la injusticia y la represión estatal, entre otros.

El problema agrario

En 1972, cuando se hizo pública en la prensa nacional la existencia de la guerrilla del PDLP,2 surgió una duda: ¿realmente se trataba de un acontecimiento aislado y superfluo o era un movimiento armado que respondía a las raíces agrarias de la revolución mexicana de 1910?, ¿se podía entender a la guerrilla como la gestación de una nueva revolución, que tarde o temprano terminaría rompiendo el orden establecido?, ¿significaba un proceso de ruptura histórica o un acto de violencia cotidiana?

José Natividad Rosales fue el primero en tratar de ligar al Partido de los Pobres con la lucha agraria de la revolución mexicana. Con base en testimonios de campesinos de la región de Atoyac, Guerrero, explica que Lucio Cabañas tuvo un abuelo que fue general zapatista: Pablo Cabañas (Rosales, 1974, p. 25).

En 1987, los guerrilleros Eleazar Campos Gómez, José Luis Orbe, Isidro Castro Fuentes, Adela Álvarez Ríos, Enrique Velázquez Fierro, entre otros, participaron en la edición de una versión novelada que trata de explicar la historia de la guerrilla. El libro fue publicado después de que el PDLP fuera derrotado militarmente por el ejército, buscando sus autores legitimar políticamente lo que quedaba de su movimiento armado, presentando a Lucio Cabañas como un héroe, un heredero de la revolución mexicana.3

Aún no se ha estudiado con profundidad la descendencia zapatista del líder y profesor Lucio Cabañas; sin embargo, con base en fuentes testimoniales que hablan de la historia de vida de un líder, se ha tendido un amplio puente entre la revolución y el PDLP. Carlos Montemayor leyó el texto novelado del PDLP4 y posiblemente encontró en la sierra de Atoyac testimonios de campesinos que afirman que Cabañas tuvo un abuelo zapatista. El escritor decidió usar dicha información para escribir su novela Guerra en el paraíso, publicada en 1991. Dicha obra literaria retoma un sentir en la región, una versión que se escucha entre los campesinos de Atoyac que busca ligar al zapatismo con el PDLP.5

Montemayor plantea una continuidad histórica de la guerrilla, en tanto proceso. Para el novelista se trata “de la misma tierra, la misma sangre, el mismo grito” y por lo tanto el fenómeno armado se manifiesta históricamente como una continuidad, una guerrilla recurrente que es resultado de un conflicto irresuelto. La perspectiva anterior es interesante, ya que enfatiza las continuidades históricas que pudiera tener el fenómeno armado en Atoyac, Guerrero; sin embargo, dicha explicación es insuficiente, ya que aún falta dar cuenta de las rupturas.6

Los testigos protagónicos de la guerrilla son la fuente de Montemayor, quien busca relacionar la revolución mexicana con el PDLP. La dirección del PDLP, incluido Lucio Cabañas, reivindicó la memoria zapatista, villista, magonista y revolucionaria:

A la burguesía y a los funcionarios que afirman que hemos tendido una trampa a Rubén Figueroa, les decimos: es cierto. Y recuerden señores burgueses carrancistas que ustedes tendieron otra peor contra Emiliano Zapata; ustedes señores de la trampa y del crimen, llamaron a Zapata a Chinameca para unírsele en su causa redentora y lo recibieron a balazos; allí murió la esperanza del pueblo y por eso hoy haremos la revolución socialista, la cual no podrá fracasar por ningún tipo de trampa que nos tiendan los Figueroa, los Echeverría y los gorilas de Cuenca (Pinochet) Díaz.7

Hasta ahora las vertientes explicativas sobre la guerrilla tienden a situar el problema agrario tomando como referente el discurso de la organización guerrillera (PDLP) que identifica al maderismo como el proyecto histórico de Rubén Figueroa8 en la década de los años setenta, mientras que al zapatismo se lo mira como la herencia histórica de la guerrilla. El historiador Marco Bellingeri (2003, p. 173) también relaciona al zapatismo con Lucio Cabañas, argumentando que su abuelo fue Pablo Cabañas, y apunta al pie de página que su fuente es el libro testimonial de Arturo Miranda Ramírez titulado Genaro, Lucio y Carmelo.

Como parte de este análisis que vincula la revolución con la guerrilla, existen versiones que plantean un segundo antecedente de la lucha armada que es el periodo de los años veinte en el que se dio un importante movimiento agrarista en los municipios de Coyuca, Atoyac, Tecpan, Petatlán y Acapulco. Primero estuvo el movimiento escuderista9 que entre 1919 y 1923 se organizó en torno al Partido Obrero de Acapulco. Más tarde, hubo un movimiento agrarista que encabezaron Amadeo Vidales10 y Valente de la Cruz11 entre 1924 y 1932.

El periodo de 1919 a 1932 se convirtió en objeto de estudio de algunos historiadores que trataron de conectar la lucha por la tierra en los años veinte con el PDLP. Armando Bartra (2000), en su libro Guerrero bronco, dice que la guerrilla del PDLP tiene antecedentes en la lucha agrarista de los años veinte. Se basa en el argumento de que Pedro Cabañas, tío abuelo de Lucio Cabañas,12 combatió como guerrillero al mando de Amadeo Vidales, quien encabezó la lucha en la Costa Grande en contra del golpe militar delahuertista, siendo derrotado su movimiento agrarista en enero de 1929.13

Para explicar por qué surgió la guerrilla del Partido de los Pobres14 también se ha recurrido al periodo de la reforma agraria durante el sexenio de Lázaro Cárdenas en la Costa Grande de Guerrero.15 El periodista Simón Hipólito (1982) explica, a través de testimonios de ejidatarios, que

Cárdenas, con visión social, le dio a la Unidad Agraria de la Sierra de Atoyac no tan sólo unidad geográfica sino política, social y militar, ya que los dotó con armas 3030 para que defendieran su patrimonio que ponía en sus manos: su parcela... El presidente Cárdenas, al crear los ejidos serranos, les proporcionó ciertos créditos, les dio aperos de labranza, semillas mejoradas, sementales vacuno y porcino y los primeros maestros rurales (p. 24).

El campesinado experimentó durante las décadas de 1940 a 1950 un auge en su economía; sin embargo, no fue así en todos los casos: en la repartición algunos campesinos se quedaron sin tierra. Andrea Radilla (1998) explica que junto con la reforma agraria se crearon mecanismos de explotación que funcionaron de manera similar en toda la Costa Grande:

Los acaparadores están en condiciones de comprar el café al tiempo, es una forma de enriquecerse más, de incidir en las vidas de los productores al compensar de alguna manera los requerimientos de satisfactores en el periodo en que no se cosecha. La venta de café al tiempo, no sólo es para insumos y abasto en las tareas culturales de limpieza, sino también para cubrir requerimientos de alimento, gastos escolares, fiestas del patrono, de iniciación, etc. El poseer recursos y habilidades a diferencia de los demás, genera distintas posiciones sociales, pues hay monopolio de riqueza y de saber (Radilla, 1998, p. 72).

De la misma manera los municipios costeros y serranos de la región se conformaron en ejidos que se convirtieron en unidades agrarias y comenzaron a sembrar copra, ajonjolí, maíz, frijol, café, entre otros productos que se distribuían a nivel local y nacional. En este tiempo, la Costa Grande se configuró como una región con una importante producción agrícola y un nuevo ingrediente: la producción ejidal y campesina que desplazó en cierta medida a los hacendados y terratenientes. No obstante, a pesar del gran avance que se dio durante el cardenismo, no todos los campesinos fueron dotados de tierras, y tampoco fueron repartidas de manera equitativa: ¿esta nueva economía regional, aunada al problema del caciquismo, será la matriz del conflicto social que se revelará con singular violencia hacia las décadas de los sesenta y setenta?

La socióloga e historiadora Andrea Radilla (1998, p. 135) explica que, ante un cambio en el ciclo de producción del café en Atoyac, Guerrero, se dieron transformaciones sociales que permitieron a los cafeticultores contar con tiempo libre suficiente para dedicarse a actividades políticas. Resulta que el ciclo del cultivo de café es un elemento importante para entender el desarrollo de la organización campesina y la insurgencia armada. Este estudio temporal de coyuntura permite trazar continuidades y rupturas en la vida cultural y política de las comunidades serranas, desentrañando con ello las circunstancias históricas que contribuyeron a gestar dicho fenómeno armado (Radilla, 1998, pp. 125-148).

La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP, 2006), en su informe filtrado sobre la guerra sucia en el estado de Guerrero, planteó otra ruta explicativa de la guerrilla. Para comprender el levantamiento del PDLP, propuso el periodo que va del 4 de enero de 1940, nacimiento de la Unidad Agraria de la Sierra Cafetalera de Atoyac de Álvarez (UASCAA), al día en que se hizo el levantamiento guerrillero, que según el informe fue el día 18 de mayo de 1967. El informe asegura que la rebelión estalló en la región que avizoraba un mayor bienestar (FEMOSPP, 2006, p. 220).16 La explicación consiste en que los campesinos que vivieron un auge y bienestar en las décadas de 1940 y 1950 se organizaron y revelaron entre 1960 y 1970 debido a las crisis en los precios agrícolas, en la concentración de tierra en manos de agiotistas y acaparadores. El movimiento armado es en cierto modo un esfuerzo por volver la rueda de la historia para recuperar las conquistas perdidas.

¿Qué función tuvo la guerrilla en los conflictos agrarios? No hay ningún texto académico que responda este interrogante con fuentes primarias; sin embargo, sí existen testimonios escritos que dan algunas pistas, por ejemplo, una de las tensiones que aglutinaron a algunos ejidos de la sierra cafetalera fueron las disputas en torno al uso de las tierras comunales que empezaron a ser explotadas por empresas madereras (los llamados “talamontes”), quienes acostumbraban violar los acuerdos en los que se habían comprometido a hacer mejoras en los caminos, mejorar las instalaciones de las escuelas, etcétera.17

A través de los testimonios escritos se pueden encontrar pistas sobre la mediación del PDLP en los conflictos agrarios, para atender las divisiones que minaban la organización política campesina.18 Para entender con profundidad el conflicto agrario es indispensable vincularlo al fenómeno caciquil, es por ello que veremos cuál es el avance que existe en el conocimiento de este problema.

El caciquismo y la respuesta armada de las guerrillas

El problema caciquil en la Costa Grande es un fenómeno que está articulado directamente con el conflicto agrario, el autoritarismo, el fraude electoral y la represión. Cabe hacer un esfuerzo por definir qué es el caciquismo. Una perspectiva desde la que se ha abordado el tema se refiere a los tiempos del caciquismo en el siglo XVI. De acuerdo con Charles Gibson (1977):

Los tlatoque eran considerados en todas partes como los “señores naturales” de la sociedad indígena y, en principio, el cacique colonial de cualquier cabecera era el heredero de su tlatoani anterior a la conquista. La conquista y los desórdenes de los años de 1520 desintegraron la posición de la clase dominante indígena, aunque no hasta el punto de eliminarla en su papel de autoridad intermediaria (p. 157).

Con base en lo anterior podemos pensar que el caciquismo, durante la colonización española, fue producto de un mestizaje cultural y una forma de dominación rural en un territorio limitado. Se trató de una modalidad autoritaria con alto grado de patriarcalismo que, en buena medida, se caracterizó por su corporativismo y autonomismo local tanto en la organización social como política, dadas sus raíces prehispánicas y medieval-castellanas (Buve, 2003, p. 20-25).

Ya en el siglo XX, el caciquismo registra transformaciones en México. De acuerdo con Alan Knight (en Buve, 2003):

el principio del ejercicio del poder caciquil es racional, pero no legal, se ha adaptado en términos estructurales y dinámicos a condiciones políticas, económicas, sociales y culturales bien cambiantes, sin perder desde luego sus dos rasgos clave de intermediario y de exclusividad, en otras palabras de gatekeeper, en cuanto al acceso a los recursos humanos, naturales, económicos y políticos (p. 22).

Hasta aquí queda claro que el caciquismo es entendido como una fuerza a nivel regional, sustentada en una racionalidad que responde a la lógica del poder del Estado. ¿Cómo se ha entendido el caciquismo en la Costa Grande de Guerrero? Marco Bellingeri (2003, p. 12) habla de un “cacicazgo territorial, que podría ser mejor entendido, en su importancia histórica, como el medio usual de territorialización de la forma corporativa adoptada por el Estado”.

De lo anterior se desprende que los caciques son intermediarios que gobiernan con poder que se teje desde el gobierno central. Su carácter corporativo hace que el propio Estado juegue con la política regional que echa mano de recursos legales e ilegales; de esta manera, la dominación local se afianza tanto en la institución del gobierno como en la tradición de la violencia caciquil.

De acuerdo con Ernesto Salgado (1987, p. 220), la lucha campesina de copreros y cafeticultores que surgió en la región de Atoyac en los años cincuenta y sesenta fue un esfuerzo por combatir los cacicazgos y generar organizaciones independientes al Partido Revolucionario Institucional (PRI). La represión trajo como resultado el surgimiento de los movimientos armados, los cuales, teniendo una influencia del guerrillerismo guevarista, se radicalizaron hasta formar una organización armada que combatía la estructura del poder caciquil y al Estado mismo.

Ernesto Salgado entiende que la guerrilla del PDLP es parte de un proceso en el que el cacicazgo se refuncionaliza. Se trata de la renovación de las cabezas caciquiles en donde se cambian aquellos “viejos caciques” o caciques tradicionales por una dominación más moderna. Esta perspectiva de modernización de las estructuras de dominación caciquil es parte de una corriente interpretativa elaborada por varios analistas estadunidenses19 que entendieron la cultura política como algo que cambia de “tradición” a “modernidad” a través de varias etapas. Desde esta perspectiva, los cacicazgos son rezagos, malformaciones o simples vestigios del arcaico pasado que tienden a ser desdibujados de la escena del poder regional por el efecto de la modernización de las relaciones de producción basadas en la propiedad privada, en la modernización del Estado y en el sufragio universal. Con base en esta perspectiva, el caciquismo para Salgado va del tradicionalismo a lo moderno.

Interpretado el problema caciquil desde esta perspectiva, la guerrilla del PDLP es parte de un engranaje sistémico en el que su tarea es romper con la estructura del cacicazgo tradicional, dando cabida a un reajuste, una refuncionalización de la estructura de dominación que derivó en la aparición de nuevos cacicazgos modernos que se consolidaron a la sombra del figueroísmo en Guerrero. Para esta interpretación la guerrilla no es antisistémica, sino funcional, acorde con las necesidades de refuncionalización que el propio sistema tiene para dar salida al conflicto campesino. “El Estado construye una nueva estructura de mediación que sustituya a la anterior, lo hace a partir de una serie de reformas económicas y políticas, apoyando a un nuevo grupo que estaba enfrentado con la guerrilla cuyos representantes más importantes son: Guadalupe Andrés, Epifanio Hernández, Pascual Cabañas y Bertoldo Cabañas” (Salgado, 1987, p. 9).

Aunque el autor presuma de usar un método marxista, mezcla esquemas propios del estructural-funcionalismo ya que aun cuando toma categorías como la explotación, termina subordinando el análisis a un esquema de reacomodos de la estructura en el que los actores son una pieza más del engranaje del sistema.

Este fenómeno de superponer un método estructural-funcionalista a categorías marxistas es parte de una tendencia que tomó fuerza en las décadas de 1960 a 1980. Adolfo Sánchez Vázquez señala que “algunos marxistas de nuestros días, influidos evidentemente por cierto estructuralismo, toman tan al pie de la letra algunas afirmaciones de Marx en El Capital que disuelven al hombre concreto en el sistema”(en Kosik, 1963, p. 12).

La interpretación de Rafael Arestegui (1984) maneja un enfoque similar al antes planteado. Afirma que la lucha armada en la Costa Grande “obedece a que las estructuras de poder caciquil son totalmente reacias a cualquier modificación que signifique una limitación a sus formas despóticas de actuación política y que limiten su voracidad en la explotación de los hombres y los recursos agrícolas del estado” (p. 90).

De acuerdo con esta propuesta, las razones o causas de la guerrilla se subordinan a un esquema estructuralista que considera como premisa que la violencia se da cuando el sistema es inflexible e incapaz de absorber las demandas de los campesinos organizados.

Es necesario encontrar las continuidades y rupturas del fenómeno sin caer en el predominio de la estructura por encima de los sujetos, o de manera inversa, atribuirle a los sujetos poderes desmesurados. A este respecto, surge un tema importante: el de las disputas por el poder entre las elites o grupos de poder a nivel estatal o federal. ¿Qué importancia se le ha dado a dicho conflicto a la luz del fenómeno guerrillero en Guerrero?

La ruptura entre elites y el ascenso del movimiento campesino-popular

Existe una tendencia generalizada entre los estudiosos del tema a referirse al movimiento anticaballerista de 1960, que luchó por destituir al gobernador Raúl Caballero Aburto en Guerrero, como antecedente de la guerrilla del PDLP.20 Esta lucha -de carácter cívico, campesino, popular y ciudadano- se libró en varios frentes: en las calles, con manifestaciones y mítines multitudinarios y con estrategias de presión como la toma de cabildos, así como en el terreno electoral. Un punto de discusión en torno a este tema es el peso que tuvo el conflicto entre elites, las pugnas al interior del Estado, que permitieron a las organizaciones campesinas y populares enfrentar al gobierno y obtener beneficios sociales.

John Tutino (1999), en su estudio sobre las bases de la violencia agraria en México, encontró:

Desde la perspectiva de los pobres del campo, pues, las insurrecciones de masas surgen de la conjunción crítica de agravios y oportunidades. Pero tanto histórica como analíticamente los atropellos preceden a las oportunidades. Las disensiones entre elites, los desplomes del poder del Estado y la persuasividad de los líderes rebeldes sólo adquieren importancia una vez que han culminado los agravios del campo (p. 33).

De esta forma parece que la posibilidad de insurrección está vinculada con la oportunidad, el resquebrajamiento o la división entre los grupos de poder, que permite a las masas campesinas descontentas y agraviadas tener mayores oportunidades de ganar la lucha. Armando Bartra (2000, p. 90) afirma que las masas populares21 se sentían apoyadas por la Secretaría de la Presidencia -facción opositora al gobierno estatal- y establece como elemento analítico dicha tesis. Francisco Gomezjara entiende que el movimiento anticaballerista fue en parte resultado de una pugna entre elites políticas: de un lado estaba el entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, respaldado a nivel local por Raúl Caballero Aburto; mientras que la otra parte en pugna era Donato Miranda Fonseca, ministro de la Presidencia, aliado al presidente municipal de Acapulco, Jorge Joseph. De acuerdo con Gomezjara (1977, p. 94), Miranda Fonseca “disimuladamente mueve los hilos en contra del gobernador. Desde tiempo atrás ambos han tenido dificultades debido al reparto discordante de tierras entre ellos en el aeropuerto de Acapulco.” Esta pugna entre elites, explica el autor, fue porque “ambos han tenido dificultades debido al reparto discordante de tierras entre ellos” (p. 91), y añade: “El mirandismo considera a Caballero Aburto un advenedizo en la política estatal, que vino a romper la hegemonía de los caciques tradicionales, por lo que ahora ve la oportunidad de acrecentar las tensiones del pueblo en contra suya.” Gomezjara concluye: “lo que mueve a las autoridades federales a declarar desaparecidos los poderes del estado (1960) no es el asesinato del pueblo, sino las pugnas interburguesas en la cumbre” (p. 109).

Por otro lado está la perspectiva de Alba Teresa Estrada (2001), quien afirma en su investigación sobre el movimiento caballerista que las pugnas entre facciones o entre elites no desempeñan un papel relevante en el proceso de organización y rebelión popular. “Si bien es cierto que las ‘pugnas interburguesas’ figuran en el reparto de los actores que intervienen en el conflicto, parece claro que estas no desempeñan un papel protagónico ni son determinantes en la caída del régimen gubernamental” (p. 73).

Hasta aquí este debate ha quedado inconcluso debido a que no se le ha dado continuidad a nuevas investigaciones que sustenten su argumento con mayores elementos empíricos y fuentes primarias; también ha faltado articular este nivel de análisis a otros como el problema agrario y el autoritarismo. Por el momento lo que se ha llegado a concluir es que en Guerrero la división de elites no fue un aspecto fundamental, ya que si bien existió una fuerte ruptura entre Raúl Caballero Aburto y Donato Miranda Fonseca en 1960 por el poder político, dicho suceso no figuró como el más importante para que el gobierno de Raúl Caballero fuera vencido, ni tampoco alcanzó peso para que el pueblo se manifestara.

Que el calendario político se ordenara por sexenios, esto es, que girara en torno a las elecciones federales, trajo consigo un enfrentamiento entre fuerzas y corrientes al interior del partido de Estado, el pri; este enfrentamiento entró en crisis en 1960, cuando se perfilaba la candidatura de Gustavo Díaz Ordaz. Pero no fue sólo en este periodo: hacia 1967 el conflicto entre elites políticas se presentó nuevamente, cuando el presidenciable Luis Echeverría se apoyó en el diputado federal César del Ángel, quien inició una lucha por el control de la Unión Regional de Productores de Copra del Estado de Guerrero que terminó en la masacre de Acapulco del año de 1967.22

¿En qué medida los reacomodos y los conflictos por la sucesión presidencial se rebelaron cíclicamente como elemento de conformación de las guerrillas? Esta pregunta queda como un problema historiográfico a resolver. A continuación veremos cómo se ha analizado a las organizaciones campesinas cívicas que buscaron una apertura y democratización de los espacios de elección popular y cómo al ser reprimidas se gestaron algunas condiciones para el surgimiento de la guerrilla.

Represión y autoritarismo: una vertiente explicativa de la lucha armada

Una interpretación recurrente sobre las guerrillas es la idea de la “olla exprés”; es decir, el excesivo calentamiento de la injusticia social que, ante la falta de una “válvula de escape”, produce una explosión.

En esta lógica, Baloy Mayo (2001) sostiene:

“el origen real inmediato” de los movimientos armados de Guerrero fue la violencia ejercida de forma sistemática por el gobierno contra los movimientos populares y democráticos y contra las aspiraciones de lucha del pueblo de este estado [...] en Guerrero las luchas campesinas presentan un cuadro de por sí sui géneris; pero no porque los hombres del campo posean una conciencia de clase y una educación política superiores a otras regiones rurales del país, ni mucho menos, sino precisamente porque la explotación, la opresión y demás calamidades sociales que se han padecido por siglos, habían llegado al máximo soportable (p. 9).

Esta vertiente de la “explosión” causada por la presión acumulada también es retomada por Héctor Ibarra (2006, p. 82), ex guerrillero del Ejército Nacional Para la Democracia del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador. El autor entiende que la masacre de Tlatelolco de 1968 y la del 10 de junio de 1971 fueron “la gota que derramó el vaso” o el parte aguas entre la lucha pacífica y la vía violenta para la búsqueda de los cambios.

Encontramos que hay una tendencia a asociar la acumulación de agravios en contra del pueblo guerrerense con la guerrilla. Pero, ¿cuáles agravios?, ¿desde cuándo comienzan a acumularse?, ¿por qué los agravios se traducen en guerrillas a finales de los años sesenta? Estas preguntas se han contestado parcialmente, tomando en cuenta que resulta relativo o incluso arbitrario establecer un punto a partir del cual inician los agravios. El peligro de entender a las guerrillas como “olla exprés” o como el “vaso a punto de derramarse” es que se convierten en “sacos rotos” en los que entran infinidad de explicaciones, quedando respuestas demasiado amplias que en realidad no ayudan a explicar el fenómeno de insurrección de la guerrilla.

Un ejemplo de explicación extensa que termina diciéndolo todo y al mismo tiempo nada, es la de Juan Miguel de Mora (1972): “la actual insurgencia mexicana, el hecho de que grupos de personas con ideologías revolucionarias estén decididos a todo, incluso a ir conscientemente a la tortura y a la muerte, combatiendo al sistema que nos rige mediante hechos de armas, terroristas o de otra índole, se origina en causas de dos tipos: mediatas e inmediatas” (p. 12).

Las causas mediatas son:

en lo económico, enormes desniveles entre poseedores y desposeídos, una injusta distribución de la riqueza, hambre, miseria y subdesarrollo para una enorme cantidad de la población y millones y privilegios para una minoría que detenta y controla el poder [...] En lo político, monopolio de la oligarquía en el poder, ejercicio a través de la maquinaria del pri y de los sindicatos oficiales, coludidos con el régimen y dirigidos por elementos que forman parte de la misma oligarquía (p. 19).

En cuanto a las causas inmediatas explica que “Después de Tlatelolco muchos jóvenes no tuvieron otro camino que la clandestinidad porque la matanza fue seguida de una cacería de brujas, de un ensañamiento vengativo que llevó a las cárceles a tantas personas que las autoridades tuvieron que liberar espontáneamente a centenares de ellas, quedando aún muchas tras las rejas” (p. 21).

La imposibilidad de tejer finamente la realidad local con la nacional se expresa en un análisis sesgado que tiende a sobrevalorar la masacre de Tlatelolco y la represión en general como causa de la insurgencia guerrillera.23 Muchos de los elementos que el autor expresa como causas mediatas son una constante histórica que podría remontarse a muchas décadas y considerarse problemas vigentes aún en nuestro tiempo. Por tal razón, la explicación que nos brinda el autor es demasiado abierta y pierde la posibilidad de entender el proceso guerrillero y dar cuenta de rupturas y continuidades en la historia.

Un enfoque diferente es el de Jorge Luis Sierra (2003), quien explica que “ningún gobierno llevó a cabo una política de largo plazo que tendiera a construir puentes de entendimiento entre la sociedad y las instituciones y que promoviera espacios de diálogo para solucionar los numerosos y complejos problemas del desarrollo nacional” (p. 20). Aunado a un vacío en el Estado para la mediación de conflictos explica que:

ningún plan gubernamental fue pensado para mantenerse vigente durante 30 años y solucionar el fondo de las insurrecciones agrarias y urbanas en el país. La represiva fue la única política gubernamental en torno a las rebeliones campesinas que tuvo un carácter transexenal. Eso llevaría a construir una primera explicación del porqué los hombres y las mujeres que tomaron las armas creyeron firmemente que sus razones de fondo seguían vigentes (p. 21).

Con esta explicación el fenómeno de la violencia es presentado como un problema estructural en el que el fracaso del modelo económico desarrollista y de industrialización se combinó con un endurecimiento de la política hacia las organizaciones campesinas. Si bien este esquema es valioso, corre el riesgo de dar demasiado peso a la estructura y subordinar o marginar a los sujetos de la historia del PDLP.

Al igual que el trabajo de Sierra, en años recientes se han producido textos con mayor información, enriquecidos por una amplitud de testimonios. La posibilidad de acceder a los testimonios de ex guerrilleros o luchadores sociales que formaron parte del surgimiento del PDLP ha permitido matizar y ponderar el peso específico que tuvo la represión.

Laura Castellanos (2008) hizo una extensa investigación hemerográfica y también recopiló algunos testimonios. En su libro México armado explica que “Lucio, por lo menos abiertamente, no quería tomar las armas. Como militante del pcm rechazaba que en México hubiera las condiciones para una actividad guerrillera. Por eso, al igual que Genaro, había participado en varios de los movimientos y espacios políticos más combativos de la época, como el movimiento magisterial” (p. 116).

Su argumento es que en 1966 algunos sucesores de la guerrilla chihuahuense de Arturo Gámiz buscaron a Cabañas y que bajo el nombre de Movimiento 23 de Septiembre pretendía establecer una zona de operaciones en Atoyac. Él (Lucio Cabañas) negó involucrarse, recuerda un integrante de la entonces incipiente organización:

Parecía una gente lúcida, conocedora de la política nacional, de la lucha de los campesinos, de los maestros, de los estudiantes; mesurado, prudente, buscando resolver los problemas y no belicoso, no buscaba la confrontación. Prueba de ello es que cuando nosotros hablamos con él en varias ocasiones en la ciudad de México y en Guerrero, él no caía en nuestra propuesta, nos decía “no pues no estoy convencido, no estoy seguro, mi partido no opina así” (testimonio anónimo, en Castellanos, 2008, p. 117).

A partir del testimonio de Octaviano Santiago Dionisio, Castellanos (2008) ilustra el tránsito de la perspectiva que tuvo el PDLP en el año de 1967:

la noche anterior a la matanza, el movimiento opositor convocó a una reunión urgente. Entre la muchedumbre estaba Octaviano Santiago Dionisio, un adolescente inquieto, incipiente comunista y seguidor fiel del maestro rural. Él escuchó las palabras que un viejo le soltó a Cabañas, advirtiendo la tragedia por suceder.

-No salgas Lucio. Hay informes de que si te ven en la calle te van a matar -dijo el señor.

-Si me quisieran matar ya lo hubieran hecho -respondió Lucio.

-No, no vayas insistió el viejo.

-Sí, sí voy a ir. Y voy a ir porque no creo que se atrevan a mucho. A lo más que se pueden atrever es a darnos unas pescozadas [sic], quitarnos el aparato de sonido, y a meternos unas horas en la cárcel. Pero por si las moscas -dijo al final-, quien se pueda llevar una piedra, que se la lleve, y allá nos vemos.

Él mismo llevaba una “piedra” ese día, una .22 atrás de la cintura. Él siempre vestía camisa de manga larga, salida de los pantalones, y atrás, cargaba su “piedra” (p. 118).

Para Castellanos, después de la matanza de Atoyac del 18 de mayo de 1967 -que tuvo un saldo de cinco muertos y 27 heridos, incluyendo una mujer embarazada-, “Lucio decidió tomar las armas”. No obstante, la matanza no fue el motivo de la lucha guerrillera, sí fue un detonante para cambiar la estrategia de lucha, ya que cambió subjetivamente la circunstancia en que se daba el conflicto político y generó ciertas condiciones para que los campesinos se decidieran por la organización armada:

Este 18 de mayo jamás se olvidará a la gente que le tocó vivirlo pues varios de los que estuvieron se fueron a la sierra después de buscar a Lucio y lo primero que proponían era ajusticiar a Juan García Galeana, todo el pueblo le tenía odio a ese individuo pues la mayoría de la gente lo vio disparar sobre el mitin desde arriba de la azotea de su casa ya que esta queda casi frente al zócalo. Este individuo tiene un negocio de ferretería en la planta de su edificio, siempre anda armado con una pistola al cinto y toda la gente que iba a comprar veía que este individuo despachaba con la pistola en mano, luego se veía que tenía de enemigo al pueblo pues se ha destacado en destruir la lucha del pueblo para lo que encabezaba el grupo de caciques reaccionarios y asesinos de esta ciudad (Campos, 1987, p. 180).

No obstante que dicha masacre permitió que los campesinos tuvieran más claro quién era el enemigo a combatir y acrecentaran su odio hacia los caciques, resulta un tema resbaladizo y movedizo el de la matanza de Atoyac, ya que si bien es cierto que fue un acontecimiento importante como parte del proceso de insurgencia armada del PDLP, resulta riesgoso enunciarlo de tal manera que se pueda entender como explicación causal. Tal esquema implica que, frente a un efecto, la guerrilla, campesinos armados y organizados, debe haber una causa: masacre o matanza. La consecuencia lógica de tal formulación lleva a un reduccionismo que sobrevalora un solo acontecimiento, cuando en realidad deben considerarse otros elementos.

La posibilidad de acceder a testimonios diferentes permite matizar la importancia que dicha matanza tuvo en el proceso de gestación de la guerrilla del PDLP. Felipe Fierro (2006), atoyaquense dedicado a recopilar testimonios en su municipio de origen, explica:

Muchos pensarán que el conflicto que desembocó en la masacre en contra de padres de familia en la plaza cívica de Atoyac de Álvarez, Guerrero, aquel 18 de mayo de 1967, fue el motivo del levantamiento armado de Lucio Cabañas. Pero la lucha y su concepción guerrillera ya habían sido previstas desde las comunidades donde se desempeñó como profesor de primaria. Por eso tuvo aceptación, por eso lo siguieron cientos de jóvenes, entre ellos algunos de sus ex alumnos, incluso varias mujeres que destacaron por su valor en los combates y que lo acompañaron hasta su muerte (p. 7).

Lo anterior hace suponer que existió una base social y que la matanza no fue solamente un acontecimiento temperamental, sino un proceso que incluso ya se esperaba por parte de los campesinos organizados en Atoyac. Así lo explica la dirección del PDLP:

Si bien las circunstancias de la represión precipitaron el inicio de la lucha guerrillera, la decisión del comandante [Cabañas] había sido previamente analizada. En el momento en que la matanza de Atoyac de Álvarez lo obliga a replegarse, existían comités clandestinos en una vasta zona de los pueblos de la sierra y la estructura del partido se había iniciado años atrás (Campos, 1987, p. 11).

La explicación que nos dan los ex guerrilleros del PDLP deja ver que la matanza de 1967 en Atoyac fue parte de un proceso más amplio. No se trata de un saco sin fondo, una explosión, una acumulación infinita de agravios; por el contrario, se refiere a un proceso específico, un partido clandestino que estaba en formación, un proyecto de lucha pacífico que empezaba a cambiar de estrategia, que como forma de lucha avanzaba hacia la creación de una organización partidaria con un brazo armado: la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.

¿Se hubiese evitado el levantamiento armado de no existir la matanza de Atoyac de 1967? La respuesta es que este hecho fue parte de una política del Estado, y si no se hubiese dado ese día, el gobierno habría ejecutado otra en diferente momento. Con base en lo anterior cabe decir que para generar esquemas explicativos que den cuenta de la complejidad del proceso es necesario poner menos atención en los “grandes acontecimientos” y avanzar en el entendimiento de cómo se conformaron las bases sociales del movimiento guerrillero, por qué decidieron cambiar de estrategia y transitar de la vía pacífica a la armada. Deducir que el tránsito se dio a causa de la represión y la masacre es una respuesta parcial, que carece de elementos empíricos que la sustenten. ¿Dónde hallar los fundamentos empíricos? En el estudio específico del proceso histórico de lucha de las bases campesinas de las que se nutrió el PDLP.

Es importante cuestionar las explicaciones que apuntan a establecer una relación automática entre represión y guerrilla. En este sentido, Jaime López (1974) apunta de forma crítica y analítica:

¿Por qué aparece la guerrilla? La idea más difundida es que la guerrilla surge debido a un asfixiante ambiente político. Es la respuesta a la violencia del poder. Brota donde hay intolerancia, limitaciones a la democracia o falta de esta, persecuciones, racismo, represiones. Nace sobre todo por razones políticas aunque, claro, detrás existen mil problemas económicos. Sin embargo, no basta que haya un poder despótico para que la guerrilla emerja. Recordemos aquí, en México, los años del maximato callista, los peores momentos del alemanismo, del ruizcortinismo, del lopezmateísmo: todos los disparos que se escucharon durante esos periodos, todos los grupos armados, toda la violencia procedían del poder (p. 13).

Jaime López (1974) se centra en el proceso interno de conformación de las guerrillas, encontrando que son un recurso político, una vía de lucha como cualquier otra:

Ningún movimiento político decide organizar la lucha armada únicamente porque hay represión muy aguda, tiene además que estar convencido de que para hacer frente a esa represión necesita utilizar precisamente la lucha armada... El paso de una forma de lucha a otra no es más que un experimento, una prueba, una tentativa por encontrar el camino que conduzca a la meta deseada. Si el ensayo fracasa (en este caso la guerrilla), hay una tendencia a utilizar tácticas antes rechazadas. La historia del juego político es la historia de las variaciones de ese juego (p. 13).

La FEMOSPP (2006) tiene un interesante enfoque en el que entiende la violencia no solamente como una acumulación de agravios, sino como una realidad agraria opresiva:

La violencia que derivó de este proceso social es consecuencia de la violencia con la que los caciques impidieron que los pueblos controlaran su proceso productivo y retuvieran el excedente que generaban. Si bien el poder caciquil en todo el país ha usado la fuerza bruta siempre que siente que el pueblo rebasa sus límites, en Guerrero ha sido el salvajismo con el que actúa, así la frecuencia y el uso excesivo e innecesario de la fuerza, que lo caracteriza como estructura pre-moderna de ejercicio del poder, que fue el que puso las condiciones para la rebelión (p. 6).

La rebelión es un proceso en el que la violencia estructural desempeña un papel importante como circunstancia que cataliza la conciencia del pueblo sobre su condición de opresión. ¿Hasta qué punto la injusticia económica, las desigualdades y contrastes sociales en el ingreso y en la propiedad de la tierra son elementos generadores de la guerrilla? Veremos a continuación dicho problema.

¿Causas económicas de la guerrilla? Polémica sobre la injusticia económica, la concentración de la riqueza y la rebelión

El problema económico como elemento para entender las guerrillas es al mismo tiempo el más socorrido y también el más incomprendido. Varias tendencias lo ubican en el injusto y bajo ingreso campesino. Una primera perspectiva la proporciona José Natividad Rosales (1974, p. 18) al sugerir que la confrontación en Guerrero es un conflicto irresoluble, ya que “los criterios varían en cuanto a la lucha. Se puede hablar y se habla. Dialogar y se dialoga. Alguna vez la gente llega a entenderse. Pero es difícil que haya entendimiento entre la miseria y la opulencia, entre el tener y el no tener.”

Esta es una primera idea que delimita el conflicto económico entre quienes tienen recursos y poder, y los que no, los que son víctimas de abusos por parte de caciques, acaparadores y malos gobernantes. Bajo esta perspectiva aparece la interpretación marxista de la historia de las guerrillas guerrerenses que basa su análisis en el problema del desarrollo del capitalismo agrario y la lucha de clases en la Costa Grande. Olga Cárdenas y José Félix Hoyo24 (1982, p. 43) sostienen que hubo una crisis agrícola y del sistema económico en los años sesenta que conjugada con un conflicto político desató un periodo de lucha entre los campesinos contra la burguesía agrocomercial. De acuerdo con esta propuesta, no es el problema económico en sí el que generó la guerrilla, sino que a partir del cambio en la estructura de propiedad y de tenencia de la tierra en la región se catalizaron los procesos de explotación y se pauperizó una amplia masa de campesinos. Estas fueron las bases que junto con la represión generaron los movimientos armados.

Baloy Mayo (2001) señala que si bien el aspecto económico, la miseria y la pobreza son motivos importantes de la lucha armada, no son los únicos: “La guerrilla que surge en Guerrero en el año de 1968 y sucumbe en 1974 constituye una muestra de cómo la pobreza y el atraso en todos los órdenes pueden conducir a sectores importantes del campesinado a la insurrección armada, a la que consideran la única salida de sus añejos problemas” (p. 5).

Simón Hipólito (1982), a través de testimonios en la Sierra de Atoyac, encuentra que el gran negocio de los comerciantes, usureros y acaparadores es la compra de grano “al tiempo”: “Esto consiste en que si, por ejemplo, el quintal de café cuesta en la época de recolección la cantidad de dos mil pesos, estos lo compran en los otros meses a ochocientos o mil pesos el quintal. Todos los cafeticultores o campesinos que no reciben créditos del Banrural, se ven obligados a vender sus cosechas ‘al tiempo’” (p. 29).

El autor presenta la realidad de pobreza atroz que vivían los campesinos de Atoyac, especialmente los jóvenes y niños. Dicho elemento permite entender un contraste fuerte que a nivel generacional se expresó con singular fuerza: los hijos de los ejidatarios, las mujeres, y en general la mayoría de los jóvenes de la sierra de Atoyac y la Costa Grande tenían que trabajar por un jornal, mientras que existía otro sector ejidatario que con la tenencia de la tierra se ubicaba como clase media:

La gran mayoría de campesinos jóvenes viven del jornal los doce meses del año, otros emigran a los centros urbanos e industriales, otros se dan de alta en el ejército. De esta masa campesina sin parcela ni trabajo, se nutrió en gran parte la guerrilla. Otros forman el lumpenproletario robando café en las huertas, maíz en las milpas, ganado y todo lo que de valor encuentran para subsistir (Hipólito, 1982, p. 30).

Iván Restrepo (1975, p. 222), quien hizo un estudio socioeconómico en la Costa Grande en 1972,25 encontró que el problema de pobreza era un elemento importante que afectaba la región: “En lo económico y social, el atraso se manifiesta por los bajos niveles de vida, la carencia de la infraestructura requerida por las zonas rurales y urbanas, elevados índices de analfabetismo e insalubridad y en general, una injusta y siempre peligrosa distribución del ingreso y la riqueza” (p. 193).

Hasta aquí queda claro que el problema económico es un asunto complejo y también evidente, que tuvo una incidencia en el desarrollo de las guerrillas; sin embargo, existe otra perspectiva que desdeña la vertiente económica. Federico Macías Cervantes (2008, p. 13) duda que dicho nivel de análisis económico sea suficiente para explicar el surgimiento de las guerrillas en Guerrero. El problema con su interpretación es que afirma que “los autores coinciden en señalar dos elementos clave como causas y orígenes de estos movimientos: la miseria y la inadecuada interpretación de la teoría marxista y sus errores tácticos de aplicación”.

Ningún autor ha manifestado terminantemente que el aspecto económico es el principal elemento de la rebelión; por el contrario, la generalidad de los trabajos aborda una gama de posibles causas que van del problema agrario, pasando por el conflicto político, ideológico y hasta la represión.

Un trabajo que ha logrado un original acercamiento al tema económico es el de Andrea Radilla (1998), quien hizo un doble esfuerzo: por un lado tejió la trama cultural de Atoyac durante las décadas de 1960 y 1970, estudiando el ciclo agrícola y la cultura campesina, y luego cruzó el problema de las guerrillas con datos económicos sobre las tendencias de los precios del café, la copra y otros productos agrícolas.

A partir del estudio del ciclo agrícola y de su transformación en dos décadas descubrió que los cafeticultores tuvieron más tiempo libre porque cambiaron los tiempos de limpieza y cosecha del cultivo. ¿En que usaron su tiempo libre? Pudieron dedicarse a la organización campesina y trasladarse a otros lugares del estado para participar en manifestaciones. La posibilidad de tener varios meses sin emplearse en la agricultura les permitió tomar conciencia de que podían lograr mejoras con las uniones de productores.26 En resumen, el auge económico en la región de la Costa de Guerrero se tradujo en mejores condiciones para la organización campesina.

La aportación más importante de Radilla es enfatizar que no siempre hubo pobreza y miseria en la región donde surgió la guerrilla; explica que antes, en los años cincuenta, hubo un auge económico que tuvo una capital importancia en el desarrollo organizativo y en la formación de cuadros políticos.

Siguiendo la línea propuesta por Andrea Radilla, la FEMOSPP (2006) ofreció un análisis que da por hecho que el factor económico no es el más importante en la rebelión armada:

Durante el periodo que aquí se analiza -como antecedente que explica el movimiento social que deviene en guerrilla-, los campesinos de la región manejan el proceso productivo de su café, tienen bosques y plantaciones de copra, son sujetos de crédito, e importan mano de obra de otras regiones del Estado. Quienes llegaron como inmigrantes a esta región de Guerrero la llaman “el Norte del Sur”, refiriéndose al imán que para la economía mexicana han sido los Estados Unidos -“el Norte”-, pero en referencia a esta región Sur del estado sureño. No es pues la pobreza la que los jala a la rebelión sino la conciencia de la prosperidad que les fue arrebatada (p. 6).

La complejidad de entender una versión que habla de un empobrecimiento en la región y de otra que expresa que había también un cierto bienestar tiene que ver con la propia composición demográfica y el problema de la tenencia de la tierra. Lucio Cabañas ofrece algunos elementos importantes cuando compara la región de Atoyac con una comunidad de Durango y otros poblados en la Montaña de Guerrero:

Aquí [Atoyac] no estamos tan fregados. Mi padre hacía grandes milpas y no nos faltó el maíz. Sembraba frijol, aunque sea ejote, de ese del bayo que le dicen y no nos faltó el frijol. Obtuvimos una huertita de coco que todavía tenemos; no nos llenábamos a veces, éramos mañosos y nos íbamos a subir a las palmas a comer cocos especiales. Pero nosotros no sufrimos tanto. Y vivimos así, así nos criamos también un tiempo en la sierra de Atoyac, en medio del cafetal, cuando aquellos aguaceros, y mi padre andaba huyendo porque tenía sus compromisos o como dicen ustedes, tenía sus piquitos.

Entonces mi abuelita iba a vender nanches, a vender pan y todo. No ganaba suficiente dinero para el maíz. Bueno, pero pasaba por la huerta y le regalaban racimos de plátanos y puros plátanos hervidos, machucados hartas veces y luego con chilito, a todo dar y no nos faltaba. Entonces acá nosotros siempre encontramos qué comer. Pero ya aquella gente si no es tortillita y chile no encuentra más. Ni cocos, ni plátanos, ni limones, ni toronjas, muchas cosas faltan por ahí (Lucio Cabañas en Suárez, 1978, p. 331).

Volviendo a la idea que al principio de este apartado expresé, el problema económico como elemento historiográfico ha sido trabajado desde varias perspectivas: unas que ponderan el problema agrario y la existencia de campesinos sin tierra, y otras que comparan la situación de la Costa Grande con zonas mucho más empobrecidas. Ambos enfoques hablan de una realidad necesaria de recuperar para las circunstancias económicas bajo las cuales se gestó la guerrilla.

Medio geográfico: hacia una construcción historiográfica de la costa grande como espacio de la guerrilla del partido de los pobres

El espacio es la coordenada de la historia que menos ha sido abordada por los estudiosos del fenómeno guerrillero. A simple vista pudiera tratarse de una obviedad, ya que el lugar donde operó la guerrilla del Partido de los Pobres ha sido ampliamente identificado: la sierra de Atoyac y diversos municipios de la Costa Grande. Para demostrar lo anterior bastaría citar alguna de las múltiples notas periodísticas, comunicados del PDLP y testimonios que dan cuenta de la ubicación geográfica en la cual se desarrolló el movimiento armado.

El problema resulta complejo cuando se piensa en la noción del tiempo en la historia.27 Un primer acercamiento al problema del espacio y del medio geográfico es la problematización que hizo Baloy Mayo (2001), quien encuentra en el medio natural del estado de Guerrero un elemento para explicar el problema de la pobreza y marginación generalizada que según él fue uno de los motores del alzamiento armado en la década de los años setenta:

parece que el estado de Guerrero no presentó condiciones naturales favorables, en los momentos en que arrancaba el nuevo desarrollo del país (1940-1960), como para interesar a los capitalistas en promover un desarrollo orientado a la instalación de centros industriales o a la tecnificación del agro como ocurrió en otras partes, v. gr. Veracruz, Sonora, etc. Su único camino fue la marginación (p. 16).

En el caso específico de la guerrilla del Partido de los Pobres se hace necesario trabajar en una delimitación espacial de aquello que se denomina como Costa Grande, la cual fue definida y delimitada arbitrariamente tomando como base el mapa político-administrativo generado con fines políticos-electorales por el gobierno del estado de Guerrero.

En el tema de la historiografía sobre la guerrilla en Guerrero es importante superar un presupuesto: el de la inamovilidad de la Costa Grande como espacio. ¿Por qué existe la noción del espacio como algo fijo? No es mi intención agotar la respuesta; sin embargo, cabe destacar que “tiempo y espacio en la tradición cultural de occidente fueron categorías autónomas hasta fines del siglo XIX. Esta autonomía categorial ha subsistido en la ciencias sociales” (Bagú, 1994, p. 105).

La Costa Grande es una región que debe estudiarse considerando el problema del espacio. Por tal motivo es importante generar investigaciones que identifiquen dicho lugar como un objeto de estudio a fin de dar cuenta de cómo cambia en el tiempo de forma y contornos, y mostrar que no es un objeto estático, inamovible. En este sentido existe una ausencia historiográfica en la construcción regional. Cabe recuperar a Eric Van Young, quien encontró que “las regiones son hipótesis por demostrar y que, cuando escribimos historia regional, se debería intentar hacer justamente eso, demostrar tal hipótesis, antes que describir entidades antecedentes” (Van Young, 1992, p. 432).

Con su libro Bonapartismo y lucha campesina en la Costa Grande de Guerrero, el sociólogo Francisco Gomezjara (1979) se planteó un estudio regional. En su introducción promete que con base en un supuesto método dialéctico, la investigación, “además de ser una especie de fotografía, el resultado viene a representar una película. Mejor aún, aspira a ser un cuadro cubista donde todos los elementos están presentes a la vez: el enfoque intra y extra regional, el anverso y el reverso de las apariencias, la historia y el presente multifacético enlazado por la lucha de clases” (p. 13). A pesar de sus buenas intenciones, el autor entiende a la región de la Costa Grande como una entidad estática en el tiempo, es decir, no estudia las transformaciones que los contornos regionales tuvieron a través de los siglos. La Costa Grande se le presenta entonces como una entidad dada de una vez y para siempre, una porción de territorio que puede ser estudiada a través de los siglos sin cuestionarse si sus límites pueden cambiar.

Otro esfuerzo es la investigación de Armando Bartra que se presenta como un análisis en nombre de la región aludida; sin embargo, su estudio no abarca todos los municipios. Por ejemplo, en los periodos históricos que narra olvida Coahuayutla y, en muchos periodos, también están ausentes Zihuatanejo, La Unión, Petatlán, Tecpan y Benito Juárez, abocándose a citar principalmente acontecimientos o coyunturas de los municipios de Atoyac y Coyuca de Benítez.

¿Es que los demás municipios no son importantes a la luz de la lucha campesina?, ¿por qué hablar de Costa Grande si se centra en dos o tres municipios el núcleo armado? La indefinición en el estudio del espacio en la historia de la guerrilla en Guerrero no es exclusiva de este autor. Por el contrario, en general no se cuenta con una metodología de alcance regional que permita formular hipótesis que den cuenta del espacio como una coordenada del tiempo.

Avanzando en el problema del espacio y del análisis regional en el caso de la guerrilla de Lucio Cabañas, aún queda pendiente responder la interrogante: ¿Hasta dónde el medio geográfico, la espesura de la selva de la sierra de Atoyac, la fauna y la flora, la hidrografía y la orografía, lo intrincado del terreno permitieron el desarrollo de la lucha armada? Quizá habría que meditar en torno a algunas ideas de Ernesto “Che” Guevara (1971), quien fue un referente ideológico importante para el PDLP, y quien se refiere a la importancia del medio geográfico como elemento táctico para el desarrollo de las guerrillas:

Todo es nocturnidad. Amparados en el conocimiento del terreno, los guerrilleros caminan de noche, se sitúan en la posición, atacan al enemigo y se retiran [...] Con retirarse algo, esperarlo, dar de nuevo combate, volver a retirarse, ha cumplido su misión específica. Así, el ejército puede estar desangrándose durante horas o durante días [...] Todo esto indica que el guerrillero ejercerá su acción en lugares agrestes y poco poblados, la lucha del pueblo por sus reivindicaciones se sitúa preferentemente y hasta casi exclusivamente en el plano del cambio de la composición social de la tenencia de la tierra, es decir, el guerrillero es, fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario (pp. 63-64).

¿La protección brindada por la espesa sierra de Atoyac tuvo un valor táctico y fue una circunstancia importante para que justamente allí se desarrollaran las guerrillas? Para empezar a responder esta pregunta cabe recuperar la experiencia del propio Genaro Vázquez, quien intentó en 1969, sin mucho éxito, llevar su movimiento armado de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) a la Costa Chica. Dicha guerrilla encontró un obstáculo logístico ya que “la región no presentaba ventaja alguna y sí muchos peligros. De escasa vegetación en su conjunto, fácilmente accesible y muy comunicada, no prestaba seguridad para los núcleos guerrilleros” (Bellingeri, 2003, p. 141). El resultado fue la pérdida de varios miembros del grupo armado y la consecuente huida del núcleo genarista hacia Atoyac.

A diferencia de la Costa Chica, en la Costa Grande la sierra es más espesa, accidentada, con muchas barrancas y cuevas; este lugar inhóspito sirvió de campamento a la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres. Otro elemento tiene que ver con los pobladores de la sierra, bases de apoyo de la guerrilla, quienes cuando veían venir a las fuerzas militares o policiales avisaban rápidamente a los guerrilleros para prevenirlos de su presencia (Hipólito, 1982, p. 64).

José Natividad Rosales (1974) relaciona acertadamente el medio geográfico en Guerrero con la formación de movimientos armados: “En Guerrero se hacen guerrilleros. No es una frase. La entidad, tan montañosa, proporciona a los individuos un sexto sentido de orientación. La Sierra Madre da un natural escondite. La sociedad da los motivos” (p. 18).

Hemos llegado al fin de este apartado, sin embargo, se han abierto varios temas historiográficos que se refieren al problema de la delimitación espacio-temporal de la guerrilla del PDLP. Aún queda por analizar cómo se ha vinculado a la guerrilla del PDLP con el guevarismo o el comunismo internacional y explicar qué metodologías han sido empleadas en su estudio.

Influencia internacional del PDLP

Existe un problema metodológico cuando se estudia el fenómeno guerrillero del PDLP. Se trata del proceso de construcción de conocimiento deductivo e inductivo. De acuerdo con el primer enfoque, existe una interpretación que tiende a considerar el planteamiento guevarista de guerra de guerrillas como la tendencia general a nivel internacional y latinoamericano que difundió como método de lucha la guerrilla. Las organizaciones armadas latinoamericanas son producto de una tendencia que se deduce del proceso de la revolución cubana y particularmente de la lucha continental que inició Ernesto Guevara en la década de los sesenta. El comunismo internacional es una tendencia general de la que, según se entiende, el PDLP es una consecuencia.

Una interpretación de carácter deductivo es la de César Federico Macías (2008), quien afirma que “en el mundo se empezó a propagar un espíritu de rebelión y libertad amparado por la convicción de que el orden de cosas podía cambiar en el mundo y la vida” (p. 156). Y uno de sus ejes de análisis es la hipótesis de que la guerrilla del PDLP debe su “existencia e inspiración en un espíritu, un ánimo, internacionalmente difundido que ponderaba la lucha guerrillera como medio para obtener la transición hacia otras formas de organización social, más justas que el capitalismo” (p. 13).

Salvador Castañeda (2006), ex guerrillero del mar, señala la importancia de la revolución cubana en el surgimiento de las guerrillas en América Latina: “muy poco tiempo después del triunfo de la revolución cubana, en 1959, afloraron en el continente latinoamericano numerosos grupos armados que tenían como paradigma el triunfo engañosamente fácil de los cubanos” (p. 17).

Héctor Ibarra (2006, p. 82), da cuenta de una perspectiva latinoamericanista del fenómeno guerrillero, entendiendo que los países del subcontinente guardan una realidad común que los convierte en objeto de estudio articulado y comparable entre sí. Señala que para explicar las guerrillas mexicanas es inevitable hacer referencia al triunfo de la revolución cubana pues después de dicho acontecimiento diversos focos guerrilleros aparecieron en América Latina, dando lugar a una década de guerrillas que interactuaron con cierto grado de coordinación, y formando lo que el autor llama la “primera oleada guerrillera”.

Este enfoque deductivo tiene elementos importantes, ya que el propio PDLP pertenecía a la Organización Latinoamericana de Solidaridad (olas), creada en Cuba en 1966, que reivindicaba el método de guerrillas planteado por Ernesto “Che” Guevara (Rangel y Sánchez, 2006, p. 518). Por lo tanto, resulta cierto decir que la revolución cubana fue una coyuntura que figuró como un faro que alumbró a diversos movimientos armados y que bajo su cobijo tuvieron más condiciones favorables para desenvolverse. La influencia que tuvieron el pensamiento foquista, los cubanos y el mismo pensamiento de Ernesto Guevara en algunos campesinos y maestros guerrerenses fue, como se ha visto, importante. Un elemento que ilustra dicha influencia es el corrido que Lucio Cabañas compuso en honor al “Che” (Altamira, 2003, p. 2).

También existe el testimonio de que en la Escuela Normal de Ayotzinapa:

Lucio y el ex seminarista Inocencio Castro Figueroa instalaron en la oficina del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos un radio de bulbos que diariamente a las ocho de la noche captaba las transmisiones del ejército rebelde desde Sierra Maestra en Cuba... Al final, Lucio aprovechaba el interés y entusiasmo de los radioescuchas para explicar la trascendencia e importancia histórica que tenía para Cuba, México y América Latina... (Miranda y Villarino, 2011, p. 28).

¿Qué peso específico tuvieron la oleada guerrillera y el comunismo internacional en la guerrilla del Partido de los Pobres? De acuerdo con un enfoque deductivista, se diría que esta guerrilla es consecuencia y causa directa del fenómeno internacional de lucha por el socialismo. Cabe decir que el contexto no necesariamente determina las circunstancias específicas de la Costa Grande de Guerrero. Si el comunismo internacional hubiese sido la principal fuerza que impulsó la lucha armada en la sierra de Atoyac, entonces hubiesen sido Cuba, China o la Unión Soviética los países que hubieran respaldado y apoyado directamente a los guerrilleros guerrerenses. Por el contrario, fueron los campesinos de la sierra quienes tuvieron que arreglárselas sin ayuda alguna, tal como lo relata Cabañas: “Y nosotros creemos que cuando quieran meterse los gringos, ¿Rusia los va a parar? Es sembrar una ilusión vana. Y nosotros creemos que cuando quieran meterse los gringos, ¿China los va a parar? También es fundarnos o hacernos una ilusión vana, porque no siempre se puede; así como estamos, en este momento no pueden evitarlo ellos” (Suárez, 1978, p. 190).

El luchador social cívico guerrerense Antonio Sotelo (1991) relata: “Yo notaba que el movimiento se iba radicalizando; el acopio de libros que trataba de la guerra de guerrillas era asombroso. Genaro hablaba a menudo de guerra popular, toma del poder por el pueblo, insurrección armada, lucha de clases y otros conceptos que se derivaban de las revoluciones triunfantes de África, Asia y América Latina” (p. 128).

Como vemos, en el testimonio anterior el comunismo internacional fue un referente político e ideológico para Genaro Vázquez y en el caso de Lucio Cabañas también tuvo una fuerte influencia cuando estudió en la Normal de Ayotzinapa; sin embargo, no se tradujo en un apoyo concreto, específico, militar, logístico o de colaboración directa que permitiera pensar que efectivamente recibieron ayuda de un país socialista. Por lo tanto deducir que la guerrilla del PDLP fue originado por las oleadas guerrilleras latinoamericanas y del comunismo internacional es una simplificación del fenómeno que sólo puede ser matizada llevando otro proceso metodológico diferente, echando mano de un recurso inductivo.

Para ver el problema desde un enfoque inductivo, habrá que regresar un poco al pensamiento de Ernesto “Che” Guevara (1971, p. 74), quien en el contexto de la Segunda Declaración de La Habana en febrero de 1962 señaló que “no debemos temer a la violencia, la partera de las sociedades nuevas; sólo que esa violencia debe desatarse en el momento preciso en que los conductores del pueblo hayan encontrado las circunstancias más favorables” (p. 74). ¿Acaso el PDLP tomó como referencia el análisis guevarista sobre las condiciones óptimas para hacer una guerrilla?

A pesar de la guía teórica que propuso el “Che” en sus escritos sobre el método de la guerra de guerrillas, las condiciones para comenzar la lucha armada en la Costa Grande fueron rebasadas por la propia realidad. El Partido de los Pobres tuvo importantes discusiones que giraban en torno a la viabilidad de las armas como estrategia de lucha. Ante tal discusión, la postura de Cabañas fue:

Esos señores (compañeros teóricos) han dicho que para hacer una revolución se tiene que hacer primero un análisis exhaustivo de la realidad en que se vive... Que no hay condiciones -decían incluso compañeros míos preparados que han estudiado-. Qué me importa que no haya condiciones, hay que echar balazos contra los asesinos. ¿Que no hay condiciones para derrotar al gobierno? Pues que no las haya, pero vamos a fregar al gobierno. ¿Que no hay condiciones para matar judiciales? Pues que no las haya, pero hay que matar judiciales. Cuando nos matan compañeros, hay que matar enemigos; cuando matan al pueblo, hay que matar enemigos del pueblo y de ahí parte la revolución, de ahí parte toda revolución (Lucio Cabañas en Suárez, 1978, p. 55).

¿Qué condiciones pesaron más en el desarrollo de la lucha armada? Si la teoría guevarista no guiaba del todo el proceso guerrerense, entonces ¿cómo se gestó la guerrilla? La pregunta anterior lleva implícito un presupuesto: el comunismo internacional no incidió mecánicamente en la creación del movimiento armado del PDLP. Si no hay una relación directa ni mucho menos mecánica, tampoco puede negarse que efectivamente hubo una influencia. ¿Cómo entender la especificidad del problema guerrillero? Siguiendo un método inductivo, se verá primero la especificidad del PDLP: un recuento empírico de la composición de la guerrilla muestra que no es un movimiento armado marxista-leninista o guevarista ortodoxo; por ello hay que entender cuáles son sus diferencias con respecto a tales doctrinas, así como el hecho de que su base de organización guerrillera no esté en el contexto internacional, sino en la propia historia de lucha de las comunidades campesinas.

Carlos Montemayor (2007, p. 15) confirma la necesidad de comprender la especificidad guerrillera señalando que “tienen su razón de ser en las circunstancias de la región en que nace, independientemente de que su núcleo armado pudiera provenir de otra zona, otra ciudad o incluso otro país”. Por tal motivo resulta necesario estudiar la organización campesina que nutrió a la guerrilla campesina guerrerense, ya sea como simpatizantes, bases o guerrilleros activos. Como se ha reiterado hasta ahora en este trabajo, es importante comprender la organización campesina en un sentido amplio, que no sólo se refiera a la organización productiva, económica y militar, sino también a la dinámica cultural, la memoria histórica y los procesos que van formando las estructuras agrarias campesinas.

Para fundamentar la importancia de estudiar las bases sociales de la guerrilla, cabe rescatar los testimonios que explican que el Partido de los Pobres logró conformar una fuerte base social que estaba integrada preponderantemente por campesinos, estimando que de manera regular se rotaba en la sierra una cantidad de aproximadamente 100 guerrilleros (Campos, 1987).

El problema de la influencia internacional es un reto historiográfico que implica tejer finamente una narrativa que considere ir de un nivel particular al general, entender los nudos que atan el comunismo internacional con la región de la Costa Grande, pero también poder explicar las particularidades que hacen del proceso del PDLP una experiencia histórica inédita.

Reflexiones finales

El problema de cómo se formó la guerrilla, cuáles son sus causas, qué acontecimientos o coyunturas pesaron en su conformación y cómo estas se articularon entre sí, es uno de los vacíos historiográficos que hay en el estudio de la guerrilla del PDLP. Hace falta explicar la especificidad social, histórica y cultural del campesinado en dicha región, ¿cómo es que los atoyaquenses cobijaron una lucha armada cuando en realidad tenían mejores condiciones económicas que en muchos otros municipios del estado de Guerrero o aun del país?, ¿qué peso tuvo la ideología del Partido de los Pobres o la propia cultura campesina?, ¿la guerra fría como proceso histórico internacional, influyó y se vinculó con los conflictos locales? Estas son algunas preguntas contestadas parcialmente por el análisis historiográfico aquí planteado, encontrando que el camino a seguir debería ser la formulación de hipótesis que tendrán que ser contestadas con mayor información empírica testimonial.

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1Debido a que la producción de investigaciones históricas sobre el PDLP es muy pobre, el término historiografía se entiende aquí en su sentido más lato; es decir, no como el estudio de la historia escrita a partir de un método científico riguroso, sino como el estudio de todos los escritos sobre un hecho elaborado con la intención de presentarse como historia.

2El gobierno no permitía que en la prensa nacional se publicaran noticias que expli- caran cuáles eran las causas o programa político del Partido de los Pobres. Ni siquiera se reconocía en la prensa oficialista la existencia de guerrillas. Sin embargo, en enero de 1972, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, brazo armado del PDLP, secuestró al director de la Preparatoria No. 2 (Universidad Autónoma de Guerrero), obligando a la familia a publicar un comunicado donde se explicaban las causas de la guerrilla y sus verdaderos objetivos y al mismo tiempo desmentía las versiones que los tachaban de bandoleros, ladrones de vacas y delincuentes. Por otro lado, en el texto el PDLP reivindicaba el legado de los revolucionarios Emiliano Zapata y Francisco Villa (Mora, 1974, p. 78).

3“qué no ves que mi comandante es nieto del general Pablo Cabañas, que al morir mi general Zapata siguió combatiendo por los ideales agraristas y que heredó al padre de Lucio, Cesáreo Cabañas Iturio, la idea de siempre defender al pobre, pero los caciques lo asesinaron, quedando Lucio huérfano” (Campos, 1987, p. 31).

4En el Fondo Carlos Montemayor, ubicado en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, están todos los materiales que fueron donados por la familia del difunto novelista, entre los cuales se encuentra el libro de Eleazar Campos (1987), Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres: una experiencia guerrillera en México. Lo anterior muestra que Montemayor leyó la versión que escribieron los militantes del PDLP y probablemente de ahí sacó el dato de que Lucio Cabañas tuvo un abuelo zapatista, elemento que retomó para su propia novela Guerra en el paraíso (2005).

5“Campesinos y poblados que también el gobierno masacró y arrasó por órdenes de Madero, de Huerta, de Carranza. Bajo esta lluvia, estas noches, junto al ruido del río de Coyuca, la orilla parecía un largo rosario de difuntos, una larga letanía de gritos, de nombres desesperados, de árboles que volvían a crecer, a reverdecer, a cargarse de fruta, de fuerza. Aquí también los Vidales y Silvestre Mariscal. Y Pablo Cabañas, su abuelo. También Juan Álvarez. Siglos de guerra en la sierra. Siglos de muertos en la sierra. Y junto al mismo río pensaba que era la misma tierra, la misma sangre, el mismo grito sin terminar” (Montemayor, 2005, p. 152).

6En su ensayo titulado La guerrilla recurrente, Montemayor (2007) trata de ligar diversas experiencias guerrilleras de los años sesenta y setenta para articularlas con un proceso de recurrencia del fenómeno armado en México, hasta llegar al levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En dicho análisis el autor no está interesado en sustentar empíricamente sus afirmaciones, sino más bien presentar una explicación en la que “los movimientos guerrilleros en México han sido constantes”. Dicha recurrencia se explica porque no ha habido cambios de fondo en las zonas campesinas en países como el nuestro donde las “circunstancias de pobreza extrema, discriminación, aislamiento, explotación, despojos y una escasa o nula procuración de justicia se suelen confundir y polarizarse una y otra vez en ciclos de pocos años en las muchas regiones. Las medidas militares en estos casos suelen ser recurrentes también, lo que se convierte en un poderoso indicador de su ineficacia como solución social verdadera a mediano y largo plazo”. Para Montemayor (2007, pp. 13 y 17) la guerrilla es recurrente porque las causas que la han generado en el tiempo no han desaparecido.

7Comunicado del PDLP, 10 de junio de 1974, firmado por Lucio Cabañas Barrientos, Enrique Velázquez Fierro, Isidro Castro F., Agustín Álvarez R., José Luis Orbe en Luis Suárez (Campos, 1987, p. 278).

8La familia Figueroa inició su dominación en el estado de Guerrero desde el periodo de la revolución mexicana, en el que Francisco y Rómulo Figueroa se posicionaron como caciques regionales. Rubén Figueroa es descendiente de dicha familia que por tres generaciones controló importantes sectores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su estado y también contaba con un amplio poderío económico.

9Los hermanos Juan Ranulfo, Fulgencio y Felipe Escudero lideraron parte de un movimiento que se conoció como escuderismo. Como resultado de ese proceso se creó el Partido Obrero de Acapulco (POA), que entre 1919 y 1923 luchó por la justa remuneración y duración de la jornada de trabajo, por los derechos humanos, la libre participación en las elecciones, el acceso a la educación, la obtención de tierras para los campesinos, la construcción de la carretera México-Acapulco y la atención médica universal. Formaron parte de este partido tanto obreros, jornaleros agrícolas y lancheros, como pescadores y campesinos de los municipios de Acapulco, Atoyac, Coyuca y Tecpan, entre otros.

10El vidalismo se cristalizó en el Plan del Veladero, que buscaba el reconocimiento de la entonces letra muerta de la Constitución de 1917 en materia agraria. También buscaba la expulsión del país de los grupos de hacendados y oligarcas españoles que dominaban el puerto de Acapulco.

11La política de Valente de la Cruz se caracterizó por la toma de tierras por parte de los campesinos, sin esperar a que se hicieran las prometidas resoluciones presidenciales en materia agraria.

12Pedro Cabañas es supuestamente el hermano de Pablo Cabañas, el general zapatista que también combatió a los maderistas y figueroistas entre 1911 y 1917 (Bartra, 2000, p. 49).

13No fueron derrotados del todo, ya que también fundaron la colonia agrícola Juan R. Escudero, que funcionó de manera colectiva hasta 1938 (Díaz, 1998, p. 306).

14El Partido de los Pobres fue una organización armada campesina que operó en la región de la sierra del municipio de Atoyac, Guerrero. En su ideario político redactado en marzo de 1973 se estableció el objetivo de luchar por una revolución socialista, sin embargo, debido a que dicha organización tenía una base campesina regional, su actividad se concentró en acciones encaminadas a combatir los cacicazgos y establecer un núcleo armado guerrillero que ajusticiara a los enemigos visibles de los ejidos, que en su mayoría sembraban café y en menor escala palmas de coco. Este brazo armado fue la Brigada Campesina de Ajusticiamiento que realizó tres tipos de acciones: 1) emboscadas a la policía o el ejército, que buscaban mermar las fuerzas del enemigo y castigar a los que habían matado campesinos; 2) ejecuciones de caciques, acaparadores o en casos extraordinarios de delatores de la guerrilla; 3) las expropiaciones, que consistían en hacer asaltos a bancos o grandes negocios, así como el secuestro de políticos, funcionarios públicos, caciques o empresarios. Todo para generar recursos económicos destinados al núcleo armado y también para distribuirlos entre las bases campesinas que más lo necesitaran.

15Existen varios textos que plantean el problema agrario como antecedente o circunstancia de la guerrilla, sin embargo no fueron retomados en este apartado porque no presentan un aparato crítico en el uso de las fuentes en el análisis de este tema en particular (Bartra, 2000, p. 49; Bellingeri, 2003, p. 173, y Montemayor, 2007, pp. 13 y 17).

16El auge económico de los campesinos en la Costa Grande es un elemento que puede constatarse testimonialmente y esa es la fuente principal que sustenta la hipótesis de la Femospp; sin embargo, existen estudios estadísticos que lo confirman en términos económicos. Véase Restrepo (1975).

17“El 31 de octubre a las 5 de la mañana partimos rumbo al pueblito llegando como a las 7 de la mañana. De inmediato se procedió a lo ya acostumbrado en las visitas a los barrios, montar las postas en los lugares estratégicos mientras otros visitaban casa por casa para invitar a la gente a la asamblea. Aquí se encontró a un representante de una compañía maderera y los campesinos expusieron sus problemas a la dirección sobre la tala de montes y que la compañía no les había cumplido, ante lo que el representante se comprometió ante los campesinos y el grupo a cumplir con todos los acuerdos tomados; también se comprometió a colaborar con la Brigada con lo que fuera necesario. De inmediato se le pidieron 35 pares de botas y alimentos, comprometiéndose a tenerlos posteriormente” (Campos, 1987, p. 114).

18Un ejemplo es el siguiente: en octubre de 1973 la BCA del PDLP convocó a los campesinos del ejido de San Ramón, Atoyac, a una asamblea, encontrando que dicha comunidad estaba dividida en torno a un problema agrario y a punto de matarse a balazos. Fue la intervención de la guerrilla la que permitió equilibrar el conflicto y empezar a negociar. La estrategia consistió en obligar al cacique maderero de la comunidad a respetar los compromisos que había pactado con los ejidatarios (Campos, 1987, pp. 250-251).

19Hansen, Cornelius, Fagen y Tuohy (en Rubin, 2003, p. 137).

21Las cuatro principales uniones agrarias de la entidad, fueron integradas por copreros, cafeticultores, ajonjolineros y trabajadores de la palma dirigidas por la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), cuyas demandas se centraron en combatir el injusto impuesto que el gobierno impuso a sus productos en los años sesenta, así como los bajos precios de su productos que cayeron después de que se importaron grandes volúmenes de café, copra y ajonjolí que el gobierno federal importó intencionalmente para beneficiar a grandes industriales nacionales y extranjeros.

22El 20 de agosto, en Acapulco, la violencia adquirió dimensiones y relevancia excepcionales, con un saldo “extensivo hasta para los cánones guerrerenses”. Un millar de campesinos copreros, organizados por César del Ángel, que querían apoderarse de los locales de la Unión Regional de Productores de Copra, fueron acribillados por policías judiciales, guardias blancas y pistoleros, que los esperaban atrincherados en el edificio de la Unión. Esta vez el saldo fue de algunas decenas de muertos y un centenar de heridos. Cuando, con la intervención del ejército, fue desalojado el inmueble y detenidos un par de centenares de ocupantes, fue encontrado un verdadero arsenal compuesto, entre otras armas, de unos 70 rifles automáticos (Bellingeri, 2003, p. 13).

23Las fuentes primarias permiten cuestionar el enfoque de Mora. Por ejemplo, Lucio Cabañas explica: “porque sí ha habido discusiones si el movimiento del 68 sacudió a México o no lo sacudió. Y los que vivimos en el campo decimos que el 68 no sacudió a México, porque los que vivimos en el campo no sentimos nada, y hablamos con los campesinos, y no sabían nada, y hablamos con muchos obreros de México y nos decían: ‘Bueno, pues esos son comunistas, son traidores a la Patria.’ Porque la propaganda también hacía creer a la gente pobre, y la gente de provincia que llegaba a México le preguntaba uno en la terminal: ‘Y bueno señores, ustedes cómo ven, los muchachos dicen que andan luchando por los pobres.’ ‘¿Qué pobres? Por Rusia; estos nos los manda Rusia y son comunistas.’ Y en el medio católico, ignorancia, atrasados de todos los mexicanos se ha dicho que llegó el sacudimiento de las consecuencias del movimiento del 68, pero quienes vivimos en el campesinado no nos consta eso. Eso solamente lo proclaman los compañeros que se han dedicado a estudiar nomás y ven el asunto desde dentro del movimiento estudiantil y no desde fuera” (Suárez, 1978, p. 191).

24Cabe mencionar que Félix Hoyo estuvo vinculado con el PDLP, llegando a subir a la sierra para incorporarse a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.

25El estudio fue parte del proyecto Tecpan-Atoyac-Coyuca-San Luis que tenía como objetivo encontrar las potencialidades de desarrollo regional y económico en la Costa Grande en el contexto de la guerrilla del PDLP. Los resultados de dicho estudio se publicaron en el libro: Costa Grande de Guerrero. Estudio socio-económico (1975).

26Existieron varias organizaciones de cafetaleros, tales como la Asociación de Cafetaleros Independientes, Unión de Pequeños Cafetaleros y la Unión Mercantil de Productores de Café.

27Fernand Braudel llevó el espacio a un entendimiento nuevo, en tanto factor explicativo de la historia: la geohistoria. Este enfoque tiene dos grandes implicaciones. La primera es que el espacio geográfico cambia muy lentamente, perdura a través del tiempo y marca el horizonte de operación de los hombres que lo habitan; de modo que el medio geográfico se convierte en un sujeto protagónico que media la relación de los hombres en el tiempo, haciéndolos dependientes de las estructuras del pasado, en un proceso de larga duración. La segunda es que el espacio que se convierte en la estructura del tiempo delimita el rango de operación de las relaciones humanas; el espacio se encuentra como ese horizonte entre lo posible y lo imposible. Véase Braudel (1994).

Anexo. Corrido compuesto por Lucio Cabañas

Los pueblos cantan sus himnos con tristeza

y la metralletas van sonando sin cesar.

porque ha caído combatiendo en la sierra

el Che Guevara que busca la libertad.

Adiós Guevara hermano guerrillero,

imperialistas conocieron tu tezon [sic],

diste la vida lo sabe el mundo entero

en donde reina la cruel desnutrición.

Duerme tranquilo compañero Che Guevara,

tus servidores sabremos enfrentar

a los que siembran cizaña donde se ara

y así por hambre a los pobres humillar.

Recibido: 04 de Julio de 2013; Aprobado: 06 de Noviembre de 2014

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