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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.90 México Set./Dez. 2014

 

Artículos

 

Informando desde México: narrativas de la nación cubana en los Primeros Juegos Centroamericanos

 

Reporting from Mexico: Narratives from Cuba in the First Central American Games

 

Yoel Cordoví Núñez

 

Fecha de recepción: enero de 2013;
Fecha de aceptación: julio de 2013.

 

Resumen

El artículo presenta un análisis de la cobertura informativa ofrecida a los Primeros Juegos Centroamericanos, con sede en la capital mexicana en 1926, tanto desde la prensa como en los informes cursados por el representante diplomático de Cuba en México. La intención principal es revelar los "usos" del deporte en las estrategias narrativas, legitimadoras de los poderes de la nación, en un contexto marcado por la crisis del modelo neocolonial imperante en la isla. Desde esa perspectiva, las noticias acerca del certamen deportivo son presentadas como expresiones de las confrontaciones simbólicas entre los poderes de las dos naciones con mayor representatividad en la porfía regional: México y Cuba.

Palabras clave: Deporte; juegos; diplomacia; prensa; nación.

 

Abstract

The article analyzes coverage of the First Central American Games, hosted in Mexico City in 1926, in both the press and the reports submitted by the Cuban diplomatic representative in Mexico. The main intention is to reveal the "uses" of sport in narrative strategies, which legitimize the powers of the nation, in a context marked by the crisis of the neocolonial model that rules the island. From this perspective, the news on this sporting contest is presented as expressing the symbolical confrontations between the prowess of the two leading nations in regional sports: Mexico and Cuba.

Key words: Sport; games; diplomacy: the press; nation.

 

Introducción

En su ensayo "¿Cómo se puede ser deportista?", Bourdieu (1990) se refería a la constitución de un campo de las prácticas deportivas unido a la elaboración de una filosofía del deporte que, más adelante, perfilaría de manera conceptual como "filosofía política del deporte". Por una parte, definía tales prácticas como espacios sociales relacionales, cuya articulación generaba reglas específicas en juegos peculiares, intereses y capitales específicos, ajustados al fair play, pero que, no obstante, siempre se hallaban conexos con los demás campos sociales y en especial con el del poder.

Desde esta perspectiva analítica, las prácticas deportivas quedan insertadas en el conjunto de las relaciones de poder:

El campo de las prácticas deportivas es sede de luchas, donde está en juego, entre otras cosas, el monopolio para imponer la definición legítima de la actividad deportiva y de su función legitima (Bourdieu, 1990, p. 4),

conflictos que trascienden los marcos puramente deportivos: amateurismo contra profesionalismo; deporte-práctica contra deporte-espectáculo; deporte distinguido de elite-deporte popular, para alcanzar y reflejar las contradicciones en la reproducción de los habitus de las clases sociales e incluso entre las propias naciones.

Del espacio conferido a las prácticas deportivas en los discursos legitimadores del orden político imperante en Cuba durante el gobierno del general Gerardo Machado y Morales (1925-1933) trata el presente artículo. En particular, se asumen las diversas narrativas que, bien desde la prensa o de los informes de la representación diplomática de Cuba en México, buscaban construir y propulsar, dentro y fuera de la isla, la imagen de un cuerpo nacional civilizado y "fuerte", a partir de la presencia y actuación de la delegación cubana en los Primeros Juegos Centroamericanos, efectuados en México a finales de 1926.

Con esa finalidad, el texto parte de presentar las concepciones acerca del deporte dentro de las narrativas hegemónicas de los discursos nacionalistas cubanos, en un contexto de aguda crisis económica y social del modelo republicano vigente y de su legitimidad política en el orden de la soberanía. Los tópicos siguientes se adentran en los modos de elaboración de las noticias referidas a la presencia de la delegación deportiva cubana en el transcurso del certamen regional, incluidas las concernientes a los efectos del llamado "Ciclón del 26" en la actuación de los deportistas insulares presentes en la nación mexicana.

Las fuentes principales de las que se disponen son, por una parte, los informes del representante diplomático de Cuba en México, José B. Alemán, extraídos del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Archivo Nacional de Cuba, y, por otra, las noticias elaboradas por los periódicos La Lucha y El Imparcial, dos de los órganos de prensa del liberalismo insular que más cobertura ofrecieron a los Primeros Juegos Centroamericanos y que aportaron claves discursivas esenciales en la construcción de una narrativa de la nación legitimadora del proyecto de gobierno del general Machado.

 

Hacia planos estelares. Cuba en la arena internacional

La emergencia de la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902, trajo consigo el despliegue de múltiples estrategias discursivas orientadas a la definición de un sujeto nacional con capacidad para decidir su propio destino. La "invención de la tradición" requería la construcción de un "nosotros", con toda la simbología forjadora de consensos e identidades; una reconversión de actitudes y valores, ya no del súbdito que enfrentaba las pesadas cargas impuestas por la metrópoli, sino del ciudadano de una república que habría de mostrar todos sus atributos en el concierto de las naciones independientes.

Sin embargo, la soberanía del emergente Estado nacional cubano nacía lastrada en sus derechos naturales. La Enmienda Platt, impuesta a la Constitución de 1901, y su posterior incorporación al Tratado Permanente, firmado entre los gobiernos de Cuba y Estados unidos, ponían sobre el tapete de las relaciones internacionales los endebles márgenes de independencia de la joven nación. Como bien advirtiera el diplomático Cosme de la Torriente (1922), el tratado bilateral perjudicaba los intereses de Estados unidos, pues

siempre ha dado y dará lugar a que en el mundo haya quienes entiendan que los americanos mantienen en Cuba una posición preponderante [...] y que también en Cuba, y fuera de Cuba, muchos sostengan que a nuestra República le perjudican y le dificultan sus relaciones internacionales, la existencia del Tratado Permanente como hoy está escrito (p. 240).

Por consiguiente, en el orden internacional habrían de librarse otras contiendas nacionalistas, legitimadoras de la personalidad jurídica del estado cubano, particularmente intensas a partir de la década de 1920. En el ensayo Cuba en la vida internacional, el historiador y pedagogo Ramiro Guerra (1923) exponía:

Las relaciones internacionales, normalmente, son el medio de que una nación se vale para defender sus intereses cerca de las demás; para Cuba, aparte de esa significación, tenían otra de un alcance infinitamente superior: eran el instrumento hábilmente utilizado por la inteligencia cubana, para anular la viciosa interpretación del Tratado Permanente en el orden internacional y afirmar, de una vez para siempre, el hecho inconcuso de nuestra independencia (p. 14).

Guerra citaba algunos ejemplos que, a su juicio, ratificaban la definitiva independencia de la nación, entre ellos la participación de Cuba en la primera guerra mundial y en la firma del Tratado de Versalles, la presencia del insigne jurisconsulto y diplomático Antonio Sánchez de Bustamante en el Tribunal Permanente de Justicia Internacional y la cooperación del país en la Liga de las Naciones. Estas ideas eran respaldadas por un competente cuerpo de diplomáticos que integraba la Sociedad Cubana de Derecho Internacional.1

De la importancia de propagar en la arena mundial las potencialidades de la nación en las más diversas esferas de la vida del país daba fe Cosme de la Torriente cuando aseguraba las simpatías de que gozaba Cuba en la Liga de las Naciones. Al efecto, advertía la conveniencia de que la república se diera a conocer más en el extranjero, "recomendando, como necesidad imperiosa, que editemos algunos trabajos, ya por el Estado, ya por los particulares, para hacer esa obra de propaganda" (Torriente, 1922, p. 221).

La esfera del deporte estuvo entre los espacios privilegiados para la construcción de narrativas nacionalistas que permitieran proyectar la imagen de la nación a la que aludía Torriente. El intelectual José Sixto de Sola (1917), primer presidente de la Liga Nacional de Base Ball Amateur, resumía ese significado cuando declaraba en un sugerente artículo:

Y, naturalmente, como conjunto de hechos generadores de orgullo sano, como conjunto de hechos que hace que sean más frecuentes las ocasiones en que el cubano, frente al extranjero, se alegre y enorgullezca de ser tal cubano, el deporte debe ser por nosotros colocado en primera fila (p. 82).

Para ello no bastaba con demostrar la superioridad del sportman cubano en los topes internos con extranjeros, se requería divulgar en todo el orbe sus victorias. La puesta en funcionamiento de los viajes aéreos por medio de la Aeromarine Airways Inc., inaugurada en 1921, así como el mejoramiento de los servicios marítimos y el despliegue de una confortable infraestructura hotelera, garantizaban el flujo constante de turistas de todas las clases sociales, incluido los deportistas extranjeros dispuestos a topar con sus similares antillanos.

Como parte de las delegaciones internacionales llegaban los pintorescos comentaristas y corresponsales deportivos encargados de cubrir las competiciones. Para el nacionalismo insular se revertían estratégicas las reuniones de periodistas y editores, al estilo de la Alabama Press Association y la Nacional Editorial Association (Pérez, 2006, p. 233) profesionales que habrían de contribuir a la divulgación del rostro paradisiaco y vigoroso de la isla. Otra cara diferente a la que mostraba la realidad de un país cuyas deformaciones estructurales se traslucían en la expansión de los movimientos sociales y la organización lograda por las fuerzas revolucionarias con la fundación del primer Partido Comunista y la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) en 1925.

En el orden del montaje narrativo hegemónico se hacía inexcusable diseñar espacios que posibilitaran la inserción de los amplios sectores y capas populares en la fila de los "espectadores". En la medida en que quedaban reducidos a la pasiva condición de fan, se articulaban los mecanismos necesarios para convertirlos en fervientes y obedientes aficionados en una Cuba que, como ave fénix, resurgía entre las cenizas de un secular conflicto colonial para destellar por sus glorias y avances en los más diversos terrenos, incluido el deporte. Cualquier gobierno que se preciara de representar los intereses nacionales debía tener en cuenta la alta demanda de productos lúdicos "populares", es decir producir para un público que entre sus hábitos incorporaba, de manera creciente, el consumo de prácticas deportivas a la manera del boxeo o el beisbol.

Crear más y mejores aficionados estuvo entre las estrategias del general Gerardo Machado (1925-1933), encargado de asegurar la credibilidad del modelo oligárquico que representaba. Había llegado al poder mostrando las credenciales del oficial "mambí", interesado en solventar un conjunto de problemas acuciantes de la vida republicana y con alentadoras promesas basadas en la demagógica fórmula de "agua, caminos y escuelas".

No bastaba, empero, con los espacios dedicados a divulgar los magros intentos de diversificación económica, así como la aparición del majestuoso Capitolio Nacional o Palacio del Congreso, el proyecto de la carretera central, las construcciones de escuelas, hospitales, entre otras edificaciones aprobadas por la Ley de Obras Públicas del 15 de julio de 1925. Se requería también movilizar, encauzar y controlar los gustos de las capas populares.

Consciente de esa realidad, la prensa liberal, al estilo de La Lucha y El Imparcial se daría a la tarea de mostrar al "ejemplar" gobernante, hacedor de las "glorias" nacionales, interesado en colocar a Cuba en los planos estelares del movimiento deportivo:

El general Machado se da cuenta de la importancia que tienen los sports y pensando sabiamente que ellos son la expresión más sólida para nuestro conocimiento en todo el mundo se ha convertido en el primer fanático de la República, y día tras días viene demostrando con pruebas palpables su amor por el atletismo.2

La visibilidad del general Machado y de su gabinete se potenciaba sobremanera cuando de la práctica del beisbol se trataba. La organización de campeonatos entre las diferentes secretarías del Estado cubano, topes inaugurados por el presidente de la república, a cargo del lanzamiento de la primera bola, sería promocionada por la prensa partidaria del régimen. La carga simbólica del pasatiempo nacional funcionaba con el abarrotamiento de los estadios beisboleros por fanáticos de todas las clases sociales. Se trataba del único deporte que, al decir del historiador Carlos Reig (2007),

por haberse difundido por casi todo el territorio de Cuba y estar abierto y acogido con calor, como practicante y espectador, por una gran parte de los integrantes de las diferentes clases, grupos y estamentos sociales, tanto el blanco como el negro, tiene la posibilidad de contribuir a una cultura de integración nacional (p. 47).

La fuerte Liga Azucarera, por ejemplo, constituida por los equipos de los centrales, acaparaba la atención de los espectadores durante el tiempo muerto, meses donde el desempleo y la miseria se apoderaban de los trabajadores pertenecientes a ese ramo. Desviar su atención, haciéndolos partícipes de un espectáculo donde sus similares de clase alcanzaban resonados triunfos y ganancias económicas, a prueba de disciplina y constancia, formaba parte de los sofisticados dispositivos de control social, dentro y fuera de Cuba. Así lo entendía James Sullivan, ministro de Estados unidos en Santo Domingo cuando expresaba:

El juego nacional americano del beisbol se está jugando y apoyando aquí con gran entusiasmo. El efecto más destacado de esta válvula de escape para el ardor de los hombres jóvenes, es que ellos así abandonan las plazas donde tienen el hábito de congregarse para hablar de revolución y, en su lugar, ahora asisten a los terrenos de pelota donde cada uno se fanatiza fieramente por su equipo favorito [...] este bien puede ser un factor en la salvación de la nación (citado por Pérez, 2006, p. 357).

Tales narrativas presentaban diversos medios difusores. Los corresponsales de prensa, desde luego, cubrieron las competiciones nacionales e internacionales en la que participaban los atletas cubanos, e informaron sus resultados a la opinión pública insular. Menos conocida, empero, sería la labor de los diplomáticos. Estos funcionarios incorporaban en sus informes mensuales y otros documentos confidenciales la labor de las delegaciones deportivas en el exterior, al mismo tiempo que transmitían las impresiones de políticos, hombres de negocio, deportistas y periodistas de otras nacionalidades sobre el accionar de los participantes antillanos.

 

La patria por el deporte

El 19 de enero de 1923, el delegado especial del Comité Olímpico Internacional (COI), Henry de Baillet-Latour, en la sede de la unión Atlética Amateurs de Cuba (UAAC), haría referencia a la institución de juegos regionales que sirvieran de preparación para la magna reunión olímpica. Los Juegos Centroamericanos, a celebrarse cada cuatro años, contarían, según Baillet-Latour, con la presencia de "Cuba, México, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, las Repúblicas de América Central y del Caribe". En conferencia efectuada en París, en 1924, y a propuesta del delegado mexicano Alfredo B. Cuéllar, se acordó otorgarle la sede de la primera cita regional a la nación azteca.

La idea fructificó y entre el 12 de octubre y el 2 de noviembre de 1926, un total de 269 atletas de México, Cuba y Guatemala, sin presencia femenina, se daban cita en la capital mexicana para participar en los Primeros Juegos Centroamericanos de la historia.

No obstante los avances innegables en las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, en particular tras la designación del general José Braulio Alemán, sustituto de Antonio Martín Rivero como ministro de Cuba en México, la porfía regional tendría lugar en medio de los crecientes recelos del general Machado por la administración del presidente Plutarco Elías Calles. El mandatario cubano sumaba su voz al coro de políticos, hombres de negocio y periodistas que desde Europa y Estados unidos tildaban al gobernante mexicano de "bolchevique".

El nuevo representante cubano en México, por su parte, buscaba aquietar tales inquietudes de su presidente:

Así las cosas se ha evidenciado cuanto con motivo del caso Mella informé en diciembre; esto es, que la Liga Antiimperialista de Chicago es el comunismo ruso, con sucursales en toda la América Latina y que en México había fracasado al declarar la CROM que no tiene ni desea relaciones con los comunistas.3

A la preocupación del régimen machadista por la problemática social mexicana vendría a añadirse el clima de tensión entre los gobiernos de Estados unidos y México, con tendencia a agravarse en el transcurso de 1926. La Ley Agraria, así como la denominada Ley del Petróleo habían despertado la desconfianza en importantes consorcios petroleros y propietarios de tierras estadunidenses con sólidos intereses económicos en la nación azteca. Mientras tanto, la armazón discursiva del nacionalismo mexicano se apertrechaba de los elementos alegóricos al conflicto histórico de ambas naciones. La aprobación, por el Congreso, de la condecoración "Segunda Invasión Norteamericana", en diciembre de 1926, no sólo implicaba el reconocimiento de un acto heroico, sino que también contribuía al sustento de una identidad nacional; era la validación del "ser" mexicano, identificado en su oposición al interventor estadunidense. He ahí la esencia del texto aprobado en su primer artículo:

Se crea una condecoración con el nombre de "Segunda Invasión Norteamericana", que servirá para recompensar a los mexicanos que lucharon el 21 de abril de 1914 en la Escuela Naval y en el puerto de Veracruz, contra las fuerzas invasoras norteamericanas al mando del almirante H. P. Fletcher.4

Tales animadversiones contrastaban con el caluroso recibimiento que le fuera ofrecido al general Machado tras su visita a Estados Unidos en abril de 1925. La oportunidad sería aprovechada por el dictador en cierne para estrechar fuertes vínculos con prominentes personalidades del mundo de las finanzas estadunidenses, particularmente el grupo Morgan y entidades como la Merchants Association, el Bankers Club y el Nacional City Bank, muy vinculadas a la campaña presidencial del gobernante cubano.

El maridaje de la administración machadista con las grandes compañías y las altas esferas de la política estadunidenses debió tenerse en cuenta por el gobierno mexicano. No obstante los cambios de estrategias de política exterior definidos por México en el decurso de la década de 1920, se mantenían determinadas líneas esenciales que regulaban las orientaciones de sus representantes en el área caribeña, con su principal enclave en la mayor de las Antillas. Como bien advirtiera la historiadora Laura Muñoz (2010), al referirse al lugar de Cuba en la órbita de las tendencias principales de la diplomacia mexicana, "la vecindad con Estados unidos y el peso de las relaciones con ese país han marcado la actitud y las estrategias de México hacia el Caribe" (p. 12).

Ciertamente, tanto el gobierno de Machado como el de Calles se encontraban enfrascados en un amplio programa de reformas. Ahora bien, mientras el presidente cubano procuraba estabilizar en lo posible el resquebrajado y dependiente modelo político de la oligarquía agroexportadora, su homólogo mexicano sostenía un proyecto tendente a legitimar las transformaciones de un proceso revolucionario en curso, con otras alternativas de desarrollo diferentes a las que prevalecían en la nación antillana. El propio Alemán enviaba señales a su gobierno cuando apreciaba la proyección económica de la administración mexicana:

Todo responde a un plan meditado, tendente a que la vida económica resurja, movida por el capital mexicano. La concepción es hermosa, y de como se mantengan las instituciones y la constancia en llevar a cabo la idea de la independencia económica del país, depende, a no dudarlo, el éxito del programa del actual gobierno.5

La constitución del Banco Nacional de Crédito Agrícola, la aprobación de la Ley General de Instituciones de Crédito, el mejoramiento del impuesto sobre la renta, implantado durante el mandato del general Álvaro Obregón, así como la construcción y pavimentación de carreteras, la inauguración de escuelas, colegios y diversas instituciones científicas, formaban parte de la institucionalidad del nuevo México abocado a proyectar una imagen diferente hacia el mundo. Era ese el sentido de las palabras pronunciadas por el presidente Calles al recibir al embajador guatemalteco Aguirre Velásquez el 25 de abril de 1926:

Vuestra excelencia afirma, pues, con toda razón, que las gestas revolucionarias de este México nuevo que surge limpio y confiado de sus angustiosas convulsiones, imprime ahora a su acción diplomática un aspecto más consonante con la hora del mundo (Velásquez, 1927).

Visto así, pudiera suponerse que la concertación deportiva era la fiesta que el máximo organismo olímpico le dedicaba a la revolución mexicana; un espaldarazo político al "espléndido estadista", como definiera el intelectual argentino José Ingenieros al general Calles a su paso por México en 1925. un festejo que, como otros tantos, habría de poner en evidencia la fuerza, el valor y la salud de una colectividad implicada como sujeto historico en un proyecto transformador. Como diría Octavio Paz (1998) en su magistral ensayo sociológico El laberinto de la soledad:

Las almas estallan como los colores, las voces, los sentimientos. ¿Se olvidan de sí mismos, muestran su verdadero rostro? Nadie lo sabe. Lo importante es salir, abrirse paso, embriagarse de ruido, de gente, de color. México está de fiesta (p. 19).

A ambos gobiernos les interesaba, por tanto, mostrar sus mejores "cartas" en la porfía deportiva. Se trataba más bien de una apuesta política, en la que cada una de las tres naciones habría de mostrar la virilidad y valentía de sus hombres, por más que la reducida delegación de sólo quince deportistas guatemaltecos dejaba listo el escenario para lo que sería, a todas luces, el duelo México-Cuba.

Del mismo modo, el potencial, no sólo deportivo, sino también económico y cultural de las naciones del área que no llegaron a darse cita en los juegos, se pondría en entredicho. La afectación en estos casos entraba en el ámbito de lo que P. Bourdieu (1990) definiera como "distinción simbólica". Así se refería el representante cubano en México al relacionar las naciones que no enviaron sus atletas:

Colombia no mandó representación porque el ejecutivo vetó el crédito del Congreso. Honduras por falta de preparación. Costa Rica porque querían le enviasen 5 000 dólares para enviarlos. Panamá se excusó por los gastos que tuvo en el Congreso boliviano, y Venezuela y Nicaragua no tienen relaciones diplomáticas con México.6

La representación diplomática de Cuba dio seguimiento a la actuación de la delegación cubana a través de los informes enviados por el diplomático José B. Alemán a Rafael Iturralde, secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. En la primera comunicación relacionada con los juegos, con fecha 12 de octubre de 1926, Alemán describía el acto inaugural del evento:

Rompía la marcha, gallardamente, la representación brillante de Cuba con el pabellón cubano de avanzada [...] El desfile en conjunto fue emocionante y hermoso. A renglón seguido 1 500 niñas vestidas un tercio de ellas de verde, otro de blanco y otro de rojo con globos de iguales colores, marcharon en columna abierta [...] y en un momento dado soltaron los 3 000 globos que se elevaron conservando su lugar formando la bandera mexicana [...] Cerraron la fiesta 500 señoritas todas mayores de 16 años vistiendo los trajes nacionales, bailando los aires de Oaxaca y Tehuantepec, formando círculos, mariposas, cruces, figuras de capricho que merecieron delirantes aplausos, aclamaciones y vivas.7

Seis días después, el diplomático informaba sobre el acto de presentación de los atletas y miembros de la Junta Nacional de los Juegos Centroamericanos, presidida por el versátil arquitecto y deportista Miguel Ángel Moenck, fundador de la uaac.8 El encuentro tuvo lugar en el Salón de los Embajadores en presencia del presidente de la república mexicana. Las impresiones del funcionario cubano sobre la acogida del presidente Calles fueron favorables: "Mientras se hacían los preparativos para tomar la fotografía, me dijo jovialmente que nuestros muchachos pegaban duro, y que sentía viva simpatía por esa juventud fuerte y alegre."9

No obstante la imagen de la "pegada" proferida por el general Calles, no se compitió en boxeo, especialidad que para la fecha gozaba de gran popularidad en la isla, con púgiles amateurs y profesionales de gran calidad boxística. En total fueron nueve los deportes celebrados: atletismo, baloncesto, béisbol, natación, clavados, esgrima, tiro, voleibol y tenis.

Pronto los corresponsales de los principales diarios ofrecieron cobertura noticiosa de los resultados en cada evento. En medio de la furia beisbolera que agitaba a la isla, con los enfrentamientos entre los clubes "Habana Red Sox", de Joseíto Rodríguez, los "Alacranes" de Adolfo Luque, estelar lanzador más conocido como "Papá Montero", y el club "Marianao", donde jugó ese año "el inmortal" Martín Dihigo, comenzaron a insertarse comentarios sobre la actuación cubana en el beisbol de los centroamericanos. La clara superioridad cubana en el deporte del bate y la pelota deleitaba a los reporteros. El beisbol cubano, que ya contaba con una liga amateur desde 1905 y la liga nacional, a partir de 1914, se había incorporado a la UAAC en el año 1922, convirtiéndose en uno de los deportes emblemáticos del circuito aficionado (Alfonso López, 2011, p. 115).

En el primer juego concertado entre las novenas de Cuba y México, Lalo Rodríguez dejaba en apenas dos jits a los anfitriones, mientras los lanzadores mexicanos soportaban un total de doce carreras. La demoledora ofensiva cubana, según el periodista de La Lucha, demostraba la fortaleza del beisbol cubano y la debilidad de su contrincante: "Los players mexicanos demostraron ser muy poca cosa."10 El resto de los enfrentamientos fueron ganados también de manera holgada por el equipo visitante.

En cambio, la derrota más sonada de los insulares corrió a cargo de los participantes en tiro con pistola: 85 puntos los vencedores por sólo 58 los antillanos.11 Esta modalidad deportiva no podía pasar inadvertida para el representante diplomático en México. La oficialidad mexicana, integrada por coroneles, había doblegado a su similar cubana. En una nota cursada a la Secretaría de Estado se trataba de justificar esa pésima actuación: "En eventos como tiro de duelo, a pesar de su superioridad [los cubanos] fueron derrotados, por un exceso de tolerancia en aceptar armas inadecuadas y descalibradas."12

El general Alemán estaba consciente de los esfuerzos desplegados por el gobierno mexicano con vistas a desarrollar las fuerzas armadas de la nación. Iniciativa como la reapertura del Colegio Militar, instalado en un nuevo edificio, era muestra de ese interés. Así lo entendía el diplomático cubano quien venía siguiendo detenidamente los avances de México en su organización militar: "El ejército está ya uniformado; se observan los adelantos y parece haber entrado con las academias en un periodo de seriedad militar."13 De ahí que, como parte de un mismo guión narrativo, sopesara con mucho tino el revés sufrido por la oficialidad cubana en tiro con pistola, potenciando las victorias de los insulares en otras modalidades del mismo perfil:

Pero vencer en espada, sable, florete y, sobre todo, dadas las características de este pueblo, en tiro de revolver de precisión, y aplastantemente en tiro de fusil, [...] es un triunfo tan sonado, comentado y aplaudido, que nuestro orgullo puede sentirse muy satisfecho.14

La prensa mexicana, por su parte, reconocía la destreza de los esgrimistas cubanos, muy superiores a los anfitriones, tanto en florete como en espada. En la disputa, celebrada en el gimnasio de la Asociación Cristiana, se llevó las palmas el legendario comandante Ramón Fonst Segundo, calificado por el Excélsior de México como "caballeroso embajador deportivo de Cuba". Orgullo de la delegación cubana, el tirador había logrado el triunfo en las 19 pruebas consecutivas en que participó, permitiendo sólo dos toques del contrario en todo el certamen:

Tira con una calma pasmosa jugando admirablemente la muñeca y tardando muy pocos segundos para encontrar el punto vulnerable en el pecho de su contrario, a donde dirigía la punta de su arma con una velocidad y destreza inimitable.15

Era la imagen del estelar deportista, vencedor incasable, reconocido hasta por sus propios adversarios, la que procuraba incidir en la identificación del cubano con sus "héroes", una espiritualidad forjada en la pasión y el orgullo de "lo cubano". Así lo reconocía José Sixto de Sola (1917):

Y ese mismo sentimiento, esa misma unanimidad se ha producido cada vez que un cubano ha triunfado en el extranjero. ¿Quién no se ha sentido cubano, a quién no le ha palpitado el corazón de alegría, de sentimiento cubano, al saber las victorias de un Capablanca, de un Fonst, de un Narganes, de un Alfredo de Oro, de un Marsans y de tantos otros? (p. 83).

En esa misma lógica discursiva, las derrotas cubanas en la cita centroamericana trataban de ser compensadas con los éxitos alcanzados en otros eventos. Por ejemplo, mientras al fracaso de Cuba en la natación se le dedicaba apenas unas líneas periodísticas, las victorias parciales de los atletas antillanos en el tenis acaparaba el centro del noticiario. Se trataba, claro está, de un deporte que puntuaba para la obtención simbólica de "ganancias de distinción".16

El "elegante" sport constituía una práctica aristocrática de elites, con mayor pedigrí en los países desarrollados. Cuba no había podido presentar a sus principales cartas de triunfo, pues tanto Chacón como París acababan de regresar de la Copa Davis efectuada en Filadelfia. En la sección "Noticias de México", el enviado especial para El Imparcial, luego de aquilatar los méritos de la pareja integrada por Gustavo Vollmer, "el sensacional chiquillo del Ferroviario" y Bebito Sánchez, declaraba:

Aunque estas dos victorias de nuestros atletas no aseguran el triunfo de Cuba en esta competencia, por lo menos nos permiten fundadamente abrigar la esperanza de que Cuba se anote la victoria en el elegante y aristocrático sport del raquet.17

Demostrar las potencialidades del deporte cubano entre los países del área sin dudas otorgaba cuotas de distinción, pero cuando la rivalidad tenía por medio a los teams europeos, el interés por la victoria se reforzaba. Así sucedió con las expectativas depositadas en las regatas de remos a celebrarse en Xochimilco, el 31 de octubre, competición en la que habrían de participar embarcaciones españolas, francesas y la poderosa tripulación alemana. El corresponsal cubano de El Imparcial en México declaraba al respecto:

Esta competencia reviste enorme interés para todos nosotros ya que un triunfo de Cuba sobre una formidable tripulación europea ha de elevar considerablemente nuestro prestigio sportivo [sic] en el viejo continente donde quizás aún ignoren que esta tierra puede producir atletas capaces de derrotar a los mejores que por allá surjan.18

Argumentos similares habían sido sostenidos, una década antes, por el periodista Manuel Linares cuando, al analizar la imposibilidad de efectuar los VI Juegos Olímpicos de Berlín 1916, planteó la quimérica idea de formar el Comité Olímpico Cubano y proponerle al COI la celebración de la mayor de las citas deportivas en La Habana. El artículo de Linares coincidía con las gestiones oficiales del entonces presidente Mario García Menocal (19131921) en las que estaban involucrados importantes hombres de negocios y representantes de clubes deportivos (Reig, 2007, p. 83). Si bien la derrota de un equipo europeo por parte de deportistas cubanos habría de contribuir a elevar el prestigio del país en la arena internacional, hacerse de la sede del olimpismo, máxime en plena guerra mundial, además de las pingües ganancias obtenidas, catapultaba la reputación de la mayor de las Antillas y con ella la legitimidad del Partido Conservador en el poder.

Diez años después de esos proyectos, Cuba ya contaba con su Comité Nacional Olímpico, dependiente de la Junta Nacional de los Juegos Centroamericanos, al tiempo que participaba en el primer certamen regional.

No obstante las expectativas, la delegación insular fue superada ampliamente por México en el atletismo centroamericano, quedando trunca las opciones de triunfo para la delegación cubana en el certamen. No bastaron las victorias alcanzadas por los jabalinistas antillanos, encabezados por Luis Lewis, así como por los triplistas Macías y Monte, pues los mexicanos arrasaron en el resto de las pruebas de campo y pista, con excelentes cronos en los 200 metros y las carreras de fondo.

El diplomático José B. Alemán, por su parte, prefería continuar potenciando las irregularidades organizativas del país sede:

pero la falta de organización aquí notada, por carencia de tiempo, acaso incompetencia de la Comisión Mexicana, disculpable por ser este país nuevo en atletismo y estas faltas de espíritu y cultura deportivos, generalmente, deben estos ser elementos a tomar en cuenta para no ser sorprendido en 1930.19

Con vistas a los segundos juegos centroamericanos a celebrarse en La Habana, el ministro cubano buscaba garantizar el éxito del espectáculo deportivo, garante de la credibilidad de Cuba ante el COI, patrocinador de esos juegos.

No sólo presagiaba el incremento de disciplinas (el futbol, por ejemplo), sino también de países participantes y, por consiguiente, de deportistas, incluidas las primeras mujeres (tenistas cubanas) en participar en estas justas. El carácter de anfitrión colocaba a Cuba en condiciones inmejorables de alcanzar el podio en el encuentro, colofón magistral de la obra de gobierno del liberalismo machadista, sin desestimar las ventajas económicas que reportaría el show business. Para ello, Alemán recomendaba la construcción de un estadio, "no menor que el de México", con capacidad para 90 000 personas:

No hay en Cuba nada a propósito para competencias de todos los deportes entre tantos equipos como pueden concurrir, y un Stadium además de cumplir ese objetivo, sería siempre una fuente de ingresos bien manejados para lo futuro.20

 

Los juegos centroamericanos en tiempos de ciclones

Mientras en la ciudad de México transcurrían los primeros juegos centroamericanos, las páginas de los principales diarios en Cuba informaban sobre la cercanía de un poderoso ciclón que amenazaba con afectar el occidente de la isla. Los pronósticos del Observatorio Nacional de Belén se cumplieron y el 20 de octubre el tristemente célebre "ciclón del 26" irrumpió por la costa sureña con vientos huracanados. Las cuantiosas pérdidas materiales y humanas ensombrecieron el paisaje insular, al tiempo que desde diferentes partes del mundo comenzaron a llegar las muestras de afecto y solidaridad.

Atletas, estudiantes y el pueblo mexicano en general se dieron cita en la residencia de los deportistas cubanos para trasmitirles su pesar. Según los corresponsales, en vano los sportmen y las autoridades de México insistieron ante la delegación insular para que esta regresara a su patria:

Los cubanos se niegan a asistir a todas las funciones públicas y privadas y continúan participando en las competencias atléticas porque lo consideran de su deber, ya que una retirada significaría el fin de las competencias.21

Los informes del ministro de Cuba en México daban cuenta de la solidaridad de las autoridades deportivas con los atletas antillanos. El 27 de octubre, Alemán, al tanto también de los desastres ocasionados por las intensas precipitaciones que afectaban a algunos estados de la federación, comunicaba a su Secretaría de Estado:

Tengo el honor de comunicar a Vd. que la Junta Nacional Mexicana de los Juegos Centro Americanos, al conocer las desgracias ocurridas en Cuba por el ciclón, tuvo la gentileza de ofrecer sus fondos, que agradecí, sin aceptar, por no tener órdenes de mi gobierno, y en atención a las enormes inundaciones que causaron daños a personas y propiedad, sin que, como lo solicité, Cuba ofreciera ayuda material.22

En cambio, el diplomático cursó una nota de prensa en la que recababa el auxilio de la "colonia cubana" en México, acompañada de un mensaje de apoyo al gobierno machadista: "Al pase de lista debemos contestar presente. Nuestro gobierno mandó tocar llamada. Respondamos sin demora." Otras iniciativas del ministro con vista a recaudar fondos de asistencia fueron los festivales, con la presencia de artistas, deportistas, directivos mexicanos, así como con el apoyo de la Cruz Roja Española y el Comité Nacional Cubano de los juegos centroamericanos.23 El Universal de México acogía de manera favorable las gestiones del diplomático:

La suscripción abierta por el excmo. sr. general don José B. Alemán, ministro de Cuba, en pro de los damnificados de su país, llamando a la colonia cubana, ha sido comentada muy favorablemente entre el honorable cuerpo diplomático, la colonia cubana y la sociedad de México.24

Otra debía ser la misión de los atletas cubanos, abatidos por los desastres acontecidos en su país. A ellos se les exigía la entrega en cada competición. El valor, la entrega, el sacrificio, la voluntad de vencer, se presentaban como cualidades consustanciales de quienes representaban a la joven nación americana. El compromiso de los competidores radicaba —según un corresponsal cubano— en "conquistar la victoria final para nuestra querida patria",25 a contrapelo de cualquier adversidad, incluidas las de la naturaleza.

El 4 de noviembre de 1926, José B. Alemán cursaba la última noticia sobre los juegos al secretario interino de Estado, con una nota alentadora. En recepción efectuada por la legación del Japón, había sido colmado de elogios por diplomáticos de Estados unidos, Chile, Argentina, Colombia, Guatemala, España, Francia y Perú. En todos los casos destacaban "la ejecutoria hermosa que llevan los equipos cubanos, superioridad que reconocieron allí, funcionarios mismos del gobierno de este país".26

Asimismo, al decir de Alemán, salía a relucir la formación integral de los deportistas antillanos, tanto en lo físico, como en lo intelectual y moral, lo cual parangonaba a la isla con las potencias de avanzada en el orden de la renovación pedagógica:

La ventaja mayor de la visita de nuestros equipos ha sido presentar a una juventud vigorosa y culta ante los elementos de valer de este país, acercándola a la mexicana que ha vivido encantada con el carácter alegre, decidor y simpático de nuestros muchachos que al vencer no hacían gala de superioridad y al ser derrotados abrazaban a sus vencedores.27

No obstante ocupar Cuba el segundo lugar en los Primeros Juegos Centroamericanos, el representante diplomático insistía en resaltar su "superioridad sportiva, cultural y de todos los órdenes, sobre todos los equipos".28

 

Con el escudo o sobre el escudo. Balance de los juegos

Las diversas narrativas sobre la primera cita deportiva centroamericana procuraron ofertar la imagen de una nación moderna, fuerte y cohesionada, simbolizada con el ejemplo de sus "atletas-embajadores". De tal suerte, la salud, el equilibrio físico, la musculatura visible, la elegancia en los movimientos, el orden y la disciplina se traducían en expresiones del cuerpo nacional ordenado, visibilizado en un evento ecuménico donde las diferencias de clases sociales de los deportistas concurrentes, así como la pertenencia a grupos o clubes sociales altamente selectivos dejaban de ser, tras la expresión manifiesta de un objetivo o de un ideal común, "patriótico".

Los juegos centroamericanos permitieron presentar las proezas de los nuevos y veteranos "héroes de la patria", en busca de movilizar sentimientos y despertar emociones desde un ideal nacional incompatible con los movimientos sociales y acciones políticas de oposición a la administración machadista.

En el orden de la política exterior, la representación diplomática de Cuba en México encontró en este certamen los argumentos apropiados para mostrar al mundo las potencialidades de la "nación civilizada", capaz de imponerse en cualquier lid a contrapelo de su tamaño y densidad poblacional. Al efecto, el espacio lúdico de las rivalidades devino escenario de confrontación simbólica entre las naciones. El acceso al podio prefiguraba la superioridad de una nación en determinados eventos. Se premiaba la optimización de una postura, bien en ejercicios de fuerzas, como de velocidad, resistencia y precisión, o, lo que era lo mismo, se reconocía el vigor y la disciplina de un cuerpo nacional, tanto en su aspecto físico como en sus atributos morales.

En cualquiera de las variantes informativas, "lo cubano" se construía en cuerpo y alma desde tierra azteca. No sólo se procuraba mostrar hacia el exterior la imagen de nación independiente y moderna, sino establecer también los requerimientos del buen ciudadano, patriota y defensor del orden. Para ello era indispensable ofertar modelos de comportamientos y valores consensuados a imagen y semejanza del sportman cubano. La estabilidad y el progreso de la república dependían de la disciplina y la moral de sus pobladores. Era el empeño estoico de quienes habrían de imitar el ejemplo de los que, por encima de cualquier adversidad, admitían un sólo modo de arribar a la isla: "con el escudo o sobre el escudo".

 

Lista de referencias

Alfonso López, F. J. (2011). Los celosos guardianes de la moral: transgresiones y castigos en el béisbol amateur cubano de la República. En Cuadernos de Historia Principeña (10). Camagüey: Editorial Ácana.         [ Links ]

Bourdieu, P. (1990). ¿Cómo se puede ser deportista?, Exposición introductoria al Congrès International de I'HISPA, realizado en el INSEP, París, marzo de 1978. En sociología y cultura. Pierre Bourdieu. México: Editorial Grijalbo.         [ Links ]

Guerra Sánchez, R. (1923). Cuba en la vida internacional. Ensayo sobre las ideas del Dr. Cosme de la Torriente en cuestiones de política internacional. La Habana: Imprenta El Siglo XX.         [ Links ]

Muñoz, L. (2010). Centinelas de la frontera. Los representantes diplomáticos de México en el Caribe, 1838-1960. México: Instituto Mora.         [ Links ]

Paz, O. (1998). El laberinto de la soledad. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.         [ Links ]

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Torriente, C. de la (1922). Cuba, los Estados unidos de América y la Liga de las Naciones. Discurso pronunciado en el Hotel Sevilla, La Habana, 5 de marzo de 1922. En Cuba en la vida internacional. Discursos. La Habana: Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Co.         [ Links ]

Velásquez Bringas, E. (comp.) (1927). México ante el mundo. Ideología del presidente Plutarco Elías Calles. Barcelona: Editorial Cervantes.         [ Links ]

 

Otras fuentes

Archivos

ANC Archivo Nacional de Cuba.         [ Links ]

MINREX Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.         [ Links ]

 

Hemerografía

El Imparcial, La Habana, 1926.         [ Links ]

La Lucha, La Habana, 1926.         [ Links ]

 

Bibliografía

Morales, S. (2002). Relaciones interferidas. México y el Caribe, 1813-1982. México: SRE.         [ Links ]

 

Notas

1 Sobresalían, además de los citados Antonio Sánchez de Bustamante y Cosme de la Torriente, Arístides de Agüero, con funciones en Alemania; Rafael Martínez Ortiz y Ezequiel García, ministros en Francia e Italia, respectivamente; Miguel Ángel Campa, ministro en Japón; Guillermo de Blanck, representante de la República de Cuba en Holanda y en Suiza, y el secretario de Estado durante la administración de Alfredo Zayas, Rafael Montoro, quien había fungido como representante cubano en Inglaterra.

2 (8 de octubre de 1926). La Lucha, La Habana.

3 Subsecretario de Estado al secretario de Gobernación, transcribe informe del ministro de Cuba en México. 5 de mayo de 1926. Fondo Secretaría de la Presidencia. Caja 95, núm. 31. Archivo Nacional de Cuba (ANC).

4 Encargado de Negocios al secretario de Estado. México, D. F., 27 de diciembre de 1926. Caja México, 1912-1918. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX), Cuba.

5 Informe reglamentario mensual al secretario de Estado. México, D. F., 8 de abril de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

6 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 18 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

7 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 12 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

8 El directivo cubano era muy seguido por la prensa mexicana. Se conocía desde que capitaneaba el equipo de basquetbol en la universidad de Tulane, en Estados unidos, además de participar en otros eventos, como atletismo y remo. La comisión cubana estaba integrada, además, por Ataulfo Fernández Llanos y Carlos Booth.

9 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 18 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

10 (16 de octubre de 1926). La Lucha, La Habana.

11 (18 de octubre de 1926). El Imparcial, La Habana.

12 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 4 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

13 Alemán al secretario de Estado. México, D. F., 7 de enero de 1926. Caja México, 1912-1928. AMREC.

14 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 4 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

15 (28 de octubre de 1926). Noticias de México. El Imparcial, La Habana.

16 Según P. Bourdieu (1990), la ideología aristocrática del deporte como actividad desinteresada y gratuita, contribuye a disfrazar la verdad de una parte cada vez mayor de las prácticas deportivas, "no hay duda de que la práctica de deportes como el tenis, la equitación, los yates y el golf tiene 'interés' no sólo por su origen, sino también en parte por las ganancias de distinción" (p. 149).

17 (25 de octubre de 1926). Noticias de México. El Imparcial, La Habana.

18 (25 de octubre de 1926). Noticias de México. El Imparcial, La Habana.

19 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 1 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

20 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 1 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

21 (25 de octubre de 1926). El Imparcial, La Habana.

22 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 27 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

23 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 27 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

24 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 27 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

25 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 27 de octubre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

26 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 4 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

27 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 4 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

28 Alemán al secretario de Guerra y Marina e interino de Estado. México, D. F., 4 de noviembre de 1926. Caja México, 1912-1928. MINREX, Cuba.

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:

Yoel Cordoví Núñez. Doctor en Ciencias Históricas, investigador titular del Instituto de Historia de Cuba. Académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba y académico de número de la Academia Nacional de la Historia. En la actualidad, sus líneas de investigación se orientan hacia la historia social de la educación y el pensamiento pedagógico latinoamericano. Entre sus libros se encuentran Liberalismo, crisis e independencia en Cuba, 1880-1904, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003; La emigración cubana en Estados Unidos, 1895-1898: estructuras directivas y dinámica de pensamientos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012, y Magisterio y nacionalismo en las escuelas públicas de Cuba, 18991920, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2012.

 

ABOUT THE AUTHOR:

Yoel Cordoví Núñez. Doctorate in Historical Sciences and works as a Tenured Researcher at the Instituto de Historia de Cuba. He is a Tenured Academic at the Academia de Ciencias de Cuba and Full Member of the Academia Nacional de la Historia . His current field of research focuses on the social history of education and Latin American pedagogical thinking. His publications include Liberalismo, crisis e independencia en Cuba, 1880-1904, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003; La emigración cubana en Estados Unidos, 1895-1898: estructuras directivas y dinámica de pensamientos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012 y Magisterio y nacionalismo en las escuelas públicas de Cuba, 18991920, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2012.

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