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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.88 México ene./abr. 2014

 

Artículos

 

Estado, agro y hogar. Políticas públicas hacia las mujeres rurales, Buenos Aires (Argentina), 1958-1991

 

State, Agriculture and Home. Public Policies toward Rural Women, Buenos Aires (Argentina), 1958-1991

 

Talía Violeta Gutiérrez

 

Fecha de recepción: marzo de 2012;
Fecha de aceptación: septiembre de 2012.

 

Resumen

La finalidad de este trabajo es analizar, con perspectiva histórica, las políticas dirigidas a las mujeres rurales en la región pampeana de Argentina —en el territorio de la provincia de Buenos Aires— entre fines de los años cincuenta e inicios de la década de 1990, desde el proyecto desarrollista al auge del neoliberalismo. Las iniciativas dirigidas a elevar el nivel de vida de la familia, pero fundamentalmente a fomentar su arraigo en el campo, se centraron en las mujeres y jóvenes a través del extensionismo rural, desde nuevas reparticiones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria o en el ámbito del Ministerio de Asuntos Agrarios. Las características y objetivos de los programas "Hogar Rural" o los "Centros Hogar Agrícola", los cambios y continuidades con iniciativas previas, son aspectos a analizar, en un contexto de urbanización creciente y cambios productivos y sociales en la provincia de Buenos Aires.

Palabras clave: Políticas públicas; agro; hogar; mujeres; Buenos Aires.

 

Abstract

The purpose of the paper is to use a historical perspective to analyze policies targeting rural women in the Pampas region of Argentina, in the territory of the province of Buenos Aires, between the late 1950s and early 1990s, from the development project the rise of neoliberalism. The initiatives designed to raise families' standard of living, but above all, to encourage them to remain in the countryside, focused on women and girls through Rural Extensionism from new departments such as the Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria and the Ministry of Agrarian Affairs. The characteristics and objectives of the "Rural Home" programs or the "Farm Household Centers", changes and continuities with previous initiatives are some of the aspects analyzed in a context of growing urbanization and productive and social changes in the province of Buenos Aires.

Key words: Public policy; agriculture; household; women; Buenos Aires.

 

Introducción

La República Argentina ha vivido durante el siglo XX un proceso de urbanización creciente, intensificado en la segunda mitad de la centuria, que es particularmente visible en la región pampeana y en especial en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo la producción (y exportación) de productos agropecuarios continuó ocupando un lugar fundamental en la economía bonaerense y de la nación en su conjunto. Siendo Buenos Aires históricamente la provincia de mayor peso socioeconómico y demográfico, muchas de las políticas públicas hacia el agro han tenido como escenario su territorio. En ese contexto se han proyectado y aplicado diversas políticas dirigidas a las familias asentadas en el campo y dedicadas a la producción agraria, así como —más recientemente— a las ubicadas en ámbitos periurbanos, que han tenido como destinatarios principales a las mujeres y los jóvenes.

Las estrategias de capacitación dirigidas hacia la familia han sido definidas por sus propulsores como "enseñanza del hogar agrícola" u "hogar rural", según las épocas y circunstancias, y han tenido una adscripción de género claramente determinada. Tuvieron su origen a inicios del siglo XX, en plena etapa de expansión agroexportadora, por iniciativa del cuerpo de ingenieros agrónomos de formación reciente en el país, esa "elite en el sentido agrario" —como gustaban definirse— egresados de las universidades de La Plata y Buenos Aires.1 Aun cuando los sujetos sociales apelados —mujeres radicadas en el campo y maestras a las que había que especializar en esa enseñanza— lo eran en principio en relación con el conjunto de la nación, la región pampeana acaparó pronto una buena parte de las iniciativas. Esto debido a su importancia como proveedora de cereales y carne al mercado internacional, pero también por el fuerte impacto migratorio, que urgía a las elites dirigentes a integrar y homogeneizar esa población. Los modelos belga y francés, con sus ecóles menagers, eran la guía para quienes, desde el Ministerio de Agricultura de la nación, y reparticiones provinciales semejantes, encararon políticas hacia la mujer rural. Estas se concretaron en cursos temporarios del hogar agrícola, institutos con esa orientación (Escuela Ramón Santamarina de Tandil 1915-1917, Instituto "Tomás Amadeo" de Bolívar desde 1948 hasta 1972, Escuela superior femenina "Eva Perón" —provincial— de Tandil, 1955, todas en Buenos Aires), presentaciones en congresos y creación de una sección específica en el Ministerio desde los años cuarenta.2

En 1956 se produjo una importante novedad en cuanto a la política agropecuaria nacional, se creó el inta (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) con la misión de experimentación, información y difusión de investigaciones sobre temas agropecuarios y extensionismo rural. A la vez el Ministerio respectivo fue reemplazado por la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación (SEAG). El extensionismo —cuyos destinatarios principales eran el productor directo y su familia— pasó entonces a depender de estas reparticiones y cobró nuevo vigor. En la jurisdicción provincial era el Ministerio de Asuntos Agrarios, surgido a partir de la reforma constitucional de 1949 (aunque sufrió a lo largo de su historia varias modificaciones), el encargado de esos asuntos, sin llegar a tener la relevancia del INTA.

Es en ese contexto que el presente artículo se propone analizar las políticas públicas hacia la mujer rural aplicadas en el territorio de la provincia de Buenos Aires, sus características y objetivos, e indagar si los responsables de estas iniciativas de las últimas décadas se reconocen herederos de sus predecesores y en qué medida. Pensamos que aunque no siempre se reconocía un encadenamiento con iniciativas anteriores, en muchos casos se reproducían algunas de las proposiciones, aunque cuantitativamente el alcance de los programas era mayor. Los límites temporales propuestos lo han sido en virtud de un necesario recorte de la investigación, tomando como punto de partida el momento en que comenzó a concretar sus actividades la Sección Hogar Rural del INTA en 1958, en plena etapa desarrollista, hasta inicios de la década de 1990 en que cobraron protagonismo las políticas neoliberales y esos programas se diluyeron, reemplazados por otras iniciativas con características diferentes.

También desde reparticiones provinciales se encararon acciones desde fines de los años cincuenta, sobre una tradición anterior de cursos temporarios, cuando en la provincia de Buenos Aires se crearon en 1958 los "Centros permanentes del hogar agrícola". Conservaron en este caso la denominación tradicional de "hogar agrícola", es decir, la habitualmente utilizada desde inicios del siglo XX, aun cuando en este caso varían las destinatarias al menos en tanto que no necesariamente tenían que ver con hogares dependientes de la tarea agrícola.

Cabe destacar que si bien las mujeres como actores sociales, así como su papel en la familia y en la sociedad argentinas han concitado profusamente el interés de los científicos sociales (Dora Barrancos, Hilda Sábato, Gil Lozano, Pita e Ini, entre quienes han realizado trabajos de síntesis) estos contienen poca referencia a las de residencia rural. Desde el punto de vista histórico, su situación ha sido menos analizada que la de las mujeres urbanas, aunque algunos estudios recientes tratan el tema para diversos periodos y regiones, incluyendo la acción de grupos urbanos sobre los rurales.3 Sin embargo las cuestiones de género y laborales que afectan a las mujeres asentadas en el campo en la actualidad han sido analizadas con más frecuencia: Foti, Biaggi, Carnevari y Tasso en estudios con base estadística, nos permiten advertir cambios y continuidades del papel femenino en las explotaciones para todo el país. Stolen por su parte analiza las relaciones de género y poder en un estudio de caso ubicado en una zona en particular, el norte de Santa Fe (ámbito ya analizado junto con Archetti en la década de 1970) considerando las explotaciones agrícolas (chacras) como un sistema de género.4

Este trabajo, por su parte, no pretende avanzar en una historia de las mujeres rurales bonaerenses, sino simplemente analizar las políticas estatales que les estuvieron destinadas en el periodo propuesto. Un análisis general, centrado en las acciones extensionistas hacia el "hogar rural" emprendidas por el INTA, en particular en el territorio de la provincia de Buenos Aires, será complementado con el estudio de dos casos específicos, que permitirán entender la dinámica y el sentido que los actores sociales concretos dieron a estas iniciativas. Como elemento de comparación y aportando en el sentido de observar cambios, continuidades y diferentes orientaciones de las políticas estatales, nos referiremos a las iniciativas de la jurisdicción provincial, los "Centros permanentes del hogar agrícola", y finalmente a la preparación en dos institutos especializados, cuyo funcionamiento ha tenido una duración temporal más limitada.

La metodología de trabajo para este artículo incluye relevamiento y análisis de la documentación (normativas, proyectos, actividades propuestas, folletería, informes) y bibliografía complementada con fuentes orales de actores sociales involucrados para los estudios de caso. Efectivamente, luego de la presentación general del problema, nos centraremos en las acciones emprendidas en las agencias del INTA de las localidades de Bordenave y Balcarce (Buenos Aires) que ilustran las características no sólo de la propuesta sino el hecho de ser ejemplos de la transformación que ha sufrido el mundo rural bonaerense.

El estudio en perspectiva histórica permite observar una determinada representación sobre "la familia rural" y sus respectivos integrantes —las mujeres en particular—, con fuerte arraigo en diversos sectores (incluidos los estatales) desde mucho tiempo atrás, y que ha convivido en etapas recientes con importantes modificaciones, tanto en la estructura agraria pampeana cuanto en la situación productiva y social.

 

Buenos Aires: urbanización y despoblamiento rural, paradojas de una provincia agropecuaria

Para comprender mejor el contexto en que se han dado las políticas públicas hacia la familia rural y la mujer llevadas a cabo en el ámbito territorial de la provincia de Buenos Aires, es necesaria una breve caracterización socioeconómica y demográfica que nos brinde una visión de una situación que se revela como heterogénea y compleja.

La región pampeana de Argentina —que abarca amplios territorios ubicados en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, La Pampa y Buenos Aires— no presenta un perfil homogéneo, sin embargo, la característica en común es su incorporación plena al mercado mundial como proveedora de materias primas (fundamentalmente cereales y carnes) desde las últimas décadas del siglo XIX. Conserva hasta hoy un peso importante en relación con el conjunto de la nación por su población y economía, en un país que ha revelado una evolución profundamente desigual de sus diversas regiones.

Si nos centramos en la provincia de Buenos Aires, esta contaba, según datos del censo nacional de 2001, con 15 500000 habitantes distribuidos de una manera muy desequilibrada: 96.4% en el ámbito urbano y sólo 3.6% en el medio rural. Sin embargo debemos tener en cuenta que aproximadamente 60% se concentraba en el llamado conurbano bonaerense —formado por los 24 "partidos" que rodean a la Capital Federal, de población casi totalmente urbana—, con aproximadamente 2% de una superficie provincial de 300000 km2.5 Si dejamos de lado esta zona, la población rural remonta a 9-4%, un porcentaje igualmente menor al nacional que era de 10.6% del total.6

Esta situación que muestran los últimos censos no es sino la profundización de una tendencia que ya venía reflejándose durante una buena parte del siglo XX, en particular desde 1960, y tiene motivaciones muy diversas, en un país caracterizado de todos modos por una urbanización temprana (véase cuadro 1).

La emigración a las ciudades no siempre se ha producido en situaciones de crisis para el sector agrario, a veces, por el contrario, los ingresos que permitieron en determinado momento adquirir una residencia en los pueblos o ciudades han hecho que muchos productores opten por que su familia se establezca en el medio urbano mientras que quien está a cargo de la explotación viaja periódicamente. Las mayores oportunidades de educación para los hijos han sido incentivos importantes para esta toma de decisiones. En 1956 la Federación Agraria Argentina (FAA) —entidad gremial representante de los pequeños productores con su mayor peso en región pampeana— corroboraba esta tendencia y atribuía a "la necesidad de darle instrucción a los hijos" o mejor asistencia médica para la familia el que el productor se viera obligado "a residir en la localidad más cercana al predio".7

Sin embargo, directa o indirectamente una buena parte de la población bonaerense depende de los ingresos generados por el sector agropecuario, y los pueblos y ciudades del interior están estrechamente vinculados a las actividades rurales, no sólo por ser residencia de muchos productores y sus familias sino porque una gran parte de la actividad socioeconómica local está relacionada con la producción primaria.

Aun sin dejar de destacar a las otras provincias de la región pampeana, entre las que sobresalen Santa Fe y Córdoba, la provincia de Buenos Aires ha sido históricamente una gran productora de cereales, oleaginosas y carne para exportación y consumo interno desde fines del siglo XIX, con un peso destacado en relación con el conjunto de la nación. Desde las últimas décadas los subproductos industriales y el grano de soja se han constituido en el principal rubro de exportación agropecuaria en nuestro país, aun sin abandonar otras producciones primarias de zona templada. En ese sentido debemos subrayar que en 2004/2005 Buenos Aires producía 61% de trigo, 31.6 de maíz, 59% de girasol, 26.1% de soja y 38% de cabezas de ganado con respecto a la producción total de la nación.8

Por otra parte, la estructura agraria se ha modificado en la segunda mitad del siglo XX para toda la región pampeana, siendo Buenos Aires una de las provincias en que se evidenció esa situación. En principio para el largo periodo 1914-1969, Barsky afirma que se produjo "un proceso de desconcentración sin dispersión" de la propiedad de la tierra. Según el autor las unidades de más de 5 000 ha perdieron peso (en una provincia que históricamente ha tenido una fuerte concentración en el siglo XIX), pero no se dio una mayor subdivisión en el nivel inferior sino que aumentaron las propiedades medianas (de entre 100 y 5 000 ha), aunque con diferencias subregionales. La propiedad de la tierra para los medianos productores avanzó en esta etapa, teniendo en cuenta además que hubo un largo periodo de congelamiento de los arrendamientos que, con diversas variantes, perduró entre 1942 y 1967, y también varios "planes de transformación agraria", aunque de escasos efectos prácticos.9

En la etapa más reciente hubo concentración de la explotación de la tierra en Argentina, evidente en el periodo intercensal 1988-2002 (censos agropecuarios), el número de explotaciones en todo el país eran 20% menos en 2002 que en 1988, siendo la diferencia mayor en la región pampeana (30.2%), mientras que la superficie media también crecía. En Buenos Aires se redujeron en 32.5% las explotaciones y la superficie promedio subió de 361 ha a 504. Pero hay que tener en cuenta otra circunstancia y es que la concentración no siempre tiene que ver con la propiedad. Se ha afirmado que las estadísticas no mostraban un gran crecimiento de la superficie explotada por no dueños, aunque sí ha sido relevante la presencia de quienes concentran un volumen de producción importante sin tener la propiedad.10 Propietarios pequeños y medianos que arriendan sus tierras a inversores (vía pooles de siembra o fondos de inversión por ejemplo) y se convierten entonces en rentistas residentes en pueblos y ciudades de la provincia, son situaciones frecuentes que han modificado el panorama de muchas subregiones, acentuando el despoblamiento del campo.

Asimismo, al producirse una mayor incorporación de maquinarias e insumos se prescindió paulatinamente de mucha mano de obra antes necesaria en la explotación, los niveles de la participación familiar se modificaron y permitieron una mayor flexibilidad y residencia urbana o urbano-rural del grupo, en particular de mujeres y niños, en una época caracterizada por el crecimiento productivo en el agro pampeano, que abarcó desde mediados de los años cincuenta hasta 1984.11

También la interpretación de la ruralidad ha cambiado a lo largo de los últimos 50 años. En un intento por comprender la complejidad de relaciones en que se apoyan las transformaciones del agro se afirma que "es necesario generar un proceso de reinterpretación del espacio rural". Se llega a hablar de "nuevas ruralidades" o de interpretaciones más elaboradas que ya no están basadas en una contraposición tan tajante entre el mundo rural y el urbano.12 La mayor comunicación entre ambos ámbitos, la residencia de los productores fuera del predio, la pluriactividad y los viajes frecuentes a la explotación no son fenómenos nuevos, pero se han profundizado incluso teniendo en cuenta los avances tecnológicos en comunicaciones, lo cual desdibuja límites que antes se percibían como más precisos, más allá de los criterios censales.

Sin embargo hay que tener en cuenta que los valores agregados ocultan situaciones particulares. En los partidos donde se sitúan las localidades elegidas para este estudio como casos a analizar, Balcarce y Bordenave —la primera en el partido del mismo nombre y Bordenave en el partido de Puán—, la situación ha sido algo diferente a la del conjunto del territorio. En 1980, por ejemplo, cuando la población rural de la provincia era ya solamente de 6.8% del total, en Balcarce era de 25.6% y en Puán —al que pertenece la estación experimental de Bordenave— era de 49.1 %. Aun disminuyendo estos porcentajes a 16.4 y 38.2% en el censo de 2001, siguen diferenciándose netamente de la situación provincial.13 Cabe destacar que en Puán se ha dado una disminución de la población absoluta desde el censo de 1970 en adelante.

La situación es heterogénea, ha ido cambiando a lo largo del tiempo, pero aun con dificultades la agricultura familiar ha subsistido en la región pampeana, incluso en la provincia de Buenos Aires, situación que ha sido estudiada por diversos especialistas.14 En ese sentido los partidos seleccionados, si bien no han escapado a la situación general de mayor urbanización, justamente se caracterizan por esa supervivencia de la agricultura familiar. Tener en cuenta esta problemática nos permite comprender mejor la evolución de las políticas encaradas en torno a la familia y en especial a las mujeres rurales a lo largo del periodo a analizar, que a su vez ha estado ligada no sólo a los vaivenes políticos sino a la mayor o menor presencia de la acción del Estado.

 

"Hogar rural/hogar agrícola"

Las políticas encaradas desde el Estado hacia la mujer rural estuvieron desde principios del siglo XX centradas en un objetivo esencial: lograr un asentamiento estable de la familia en el campo por medio de la acción sobre el sector femenino, favoreciendo la elevación de su nivel de vida, el logro de un hogar confortable y su participación en las producciones de granja para consumo familiar o comercial. Las estrategias eran los cursos del "hogar agrícola", la creación de institutos, y los "clubes" respectivos, aunque su alcance fue cuantitativamente limitado en la primera mitad del siglo. El ingeniero agrónomo y jurista Tomás Amadeo fue el primer referente, y su más consecuente defensor, junto con un grupo de discípulos.

Se suponía que la mujer rural debía ser asesorada en un conjunto de tareas, inscritas por supuesto en la tradicional división de género, en su papel materno y doméstico, y ciertos trabajos de la chacra eran consideradas una extensión del deber hogareño de las mujeres de la familia, auxiliadas por los niños más pequeños. En 1919 un ingeniero agrónomo afirmaba que

no se trata de formar agricultoras científicas, sino proveerlas de aquellos conocimientos propios y exclusivos del hogar rural: desde el manejo de la aguja, hasta el secreto de una buena labor, sin omitir nociones de higiene, economía doméstica y puericultura.15

Los cursos del "hogar agrícola" destinados a hijas y mujeres de los agricultores, por parte de maestras que enviaba el Ministerio de Agricultura —que desde 1946 tuvo una sección específica a cargo de la ingeniera Amelia Ponce de León—, tocaban distintos aspectos de administración del hogar, industrias derivadas, costura, higiene y puericultura, considerando que de esa manera no sólo se realizaría una contribución económica al hogar sino también se podría elevar el nivel de vida y la alimentación familiar. La Dirección de Agricultura, Ganadería e Industrias de la provincia de Buenos Aires los encaró en estrecha colaboración con el Instituto Autárquico de Colonización desde 1941, con un contenido semejante.

Tanto el INTA como el Ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense retomaron esa tradición desde fines de los años cincuenta, evidenciando ciertas continuidades y cambios evidentes a lo largo del tiempo.

La creación del inta en 1956 fue la acción más destacada encarada en la época para enfrentar el atraso tecnológico. Con la misión de experimentación, información y difusión de investigaciones sobre temas agropecuarios, respondía a las sugerencias de Raúl Prebisch desde la cepal en cuanto a la necesidad de crear organismos con el fin de difundir tecnología. El Instituto surgió en la jurisdicción nacional, pero en las dos primeras décadas centró sus actividades en la región pampeana fundamentalmente, y Buenos Aires recibió una atención preferencial. Utilizó las estaciones experimentales existentes en el antiguo Ministerio de Agricultura y Ganadería, creó nuevas, capacitó personal en el exterior y actuó como convertidor de tecnología para el agro argentino, a la vez que favorecía el extensionismo rural hacia el productor y su familia.16

Si bien no siempre se reconocía —respecto a la labor extensionista hacia la mujer y la familia— la influencia previa y las actividades llevadas a cabo desde décadas anteriores, se solía tomar como referente al ingeniero Tomás Amadeo, para quien la familia rural lograría la "redención por la mujer". A ella debían estar dirigidos los esfuerzos de capacitación para lograr la elevación del nivel de vida de la familia y su arraigo en el campo.17 También en la etapa estudiada en este artículo se proclamaba como destinataria en principio la "familia rural" y la comunidad en su conjunto, pero se apelaba específicamente a la mujer, considerada en un papel complementario al del varón, a través de los clubes Hogar Rural o de los centros permanentes Hogar Agrícola, respectivamente. Se evidencian en este caso aspectos de indudable continuidad, a veces reconocidos, otras soterrados, en momentos en que los organismos internacionales hacían llegar sus recomendaciones sobre desarrollo, incluyendo el papel de la mujer.

En el Instituto Interamericano de Capacitación Agrícola, durante las décadas de I960 y 1970, se advertía la preocupación por incluir a la mujer en los programas de desarrollo, aunque sin utilizar necesariamente una perspectiva de género. Las mujeres eran entendidas principalmente como madres o esposas, y colaborando con el hombre en el desarrollo de la comunidad.18 En esos contextos es que debemos incluir los programas para la mujer rural en la Argentina de las décadas posteriores a 1950, teniendo en cuenta que las asesoras que los llevaban a cabo eran formadas en esas ideas.

Los clubes Hogar Rural del INTA eran actividades propias del extensionismo rural, y, si bien respondían a una normativa e indicaciones precisas para su funcionamiento, se organizaban con base en la participación de sus miembros en actividades conjuntas, con cierta libertad, sin una sede específica y convocando a la mujer asentada en las explotaciones agropecuarias. Por otra parte, los centros permanentes del Hogar Agrícola instalados por la provincia de Buenos Aires tenían características diferentes. Basados en convenios con las municipalidades se perfilaban como una enseñanza no formal para la mujer, centrada en la actividad manual y por medio de cursos pero en sedes fijas, ubicadas generalmente en los pueblos rurales, aunque también en cabezas de partido y adquirieron relieves más urbanos.

Un aspecto ligado a la preparación del personal necesario para la misión que se le atribuía a la mujer en los organismos técnicos, eran los institutos femeninos de hogar agrícola, y a ellos dedicaremos los últimos párrafos, pues la preparación que brindaban —en la primera parte de la etapa estudiada— se centraba en la preparación de las extensionistas para el hogar. En fin, a través del estudio de estas iniciativas se vislumbrarán diversos aspectos de la política estatal hacia las mujeres rurales, cuyo más característico exponente fueron las acciones hacia el "hogar rural".

 

Los clubes Hogar Rural del INTA

Los clubes Hogar Rural formaban parte de un concepto del extensionismo que se dirigía a la "familia como una unidad" y acompañaron a las actividades del INTA desde sus inicios hasta fines de la década de 1980. Para quienes propiciaban la labor extensionista a comienzos de los años sesenta no había división tajante entre el trabajo hogareño y el productivo, ya que pensaban que

la chacra es un micromundo, donde la vida de relación entre el medio económico y el hogar no tiene solución de continuidad, y, como consecuencia, nunca se puede aislar y considerar un solo aspecto sin causar un desequilibrio en la unidad social campesina.19

Las estaciones experimentales incluían un equipo en que el agrónomo y la extensionista debían trabajar en conjunto, sin embargo, mientras el agrónomo se reunía con los hombres para brindarles asesoramiento técnico o alguna charla al respecto, la extensionista lo hacía aparte con las mujeres, generalmente tratando cuestiones de economía doméstica o cocina.

En efecto, en la distribución de tareas se percibía una adscripción de género, incluso las autoridades del INTA eran hombres. Asimismo, los ingenieros agrónomos, los veterinarios y los técnicos de las estaciones experimentales dedicados a las funciones relacionadas con la generación y difusión tecnológica lo eran en abrumadora mayoría, y solo la Dirección Hogar Rural estaba a cargo de una mujer —durante muchos años fue la ingeniera agrónoma Enriqueta P. de Vicién—, mientras que las extensionistas relacionadas con el tema también lo eran.

La formación básica requerida para la tarea era el magisterio, y en un alto porcentaje las asesoras de los clubes Hogar Rural en cada estación tenían título de maestras normales.20 Luego otras profesionales se incorporaron al organismo, entre ellas principalmente las profesoras y asistentes del "hogar agrícola", como fruto de la nueva preparación emprendida en el instituto de la especialidad, ubicado en la localidad de Bolívar (Buenos Aires), aunque también trabajadoras sociales, licenciadas en educación y ciencias políticas, entre otras.21 La tarea emprendida tenía muchas aristas docentes, y se realizaba con base en directivas emanadas centralmente, de manera más o menos imperativa según los periodos, y con fuerte influencia de agencias internacionales, en particular el IICA. Las asesoras Hogar Rural solían realizar viajes de perfeccionamiento al centro en Costa Rica o a la central de San Ramón en Uruguay.

En ese contexto, los objetivos, actividades y propuestas de los clubes Hogar Rural, y el impacto que tuvieron los cambios políticos y socioeconómicos son algunos de los interrogantes a responder en el marco de la situación socioeconómica de la provincia de Buenos Aires.

Según definía el mismo INTA, el "club Hogar Rural" era "un grupo de mujeres rurales que se reúnen una o dos veces al mes. Aprenden a pensar, planear y orientar las actividades del hogar según un plan de trabajo: aprender haciendo. Desarrollan trabajos para tener un hogar alegre y feliz". Entre sus propósitos se destacaban los de perfeccionar las tareas del hogar, capacitarse técnicamente en los trabajos rurales, fomentar vocación por la vida en el campo, ayudar a solucionar problemas de la comunidad, enseñar a producir, consumir y conservar en la propia chacra, auspiciar reuniones sociales y culturales.22 A partir de los 18 clubes con que se inició el sistema en 1958 —año de la designación de las primeras asesoras del INTA— su número creció aceleradamente en una docena de años hasta casi 600, que debían en teoría distribuirse en todo el país pero que en este periodo se ubicaban casi exclusivamente en la región pampeana (véase cuadro 2).

Desde 1965 hasta los años setenta el "Programa 34" del INTA enmarcó las acciones. Era un proyecto integral, centrado en las "actividades con la familia y la comunidad", creado durante la gestión del secretario de Agricultura y Ganadería Walter Krügler, en el gobierno radical de Arturo Illia (1963-1966). Fue un momento en que hubo un sostenido interés por la educación y la familia rural, aunque el reordenamiento y actualización posteriores se dieron durante los gobiernos de la autodenominada revolución argentina (1966-1973).23

El Programa englobaba y comprendía los diversos planes relacionados con la extensión hacia la familia, centrados en actividades como avicultura, granja, saneamiento básico rural y vivienda. La capacitación de los asesores, la participación de padres e instituciones en el trabajo con las juventudes, educación para la salud, nutrición, administración del hogar, vestuario, actividades técnico-agropecuarias que no estuvieran incluidas en otros planes, eran aspectos a tratar en las actividades de extensión e investigación con jóvenes y Hogar Rural.24 Las mujeres y los jóvenes eran considerados los sujetos sociales a través de los cuales se lograría el arraigo rural, dentro de una explotación más racional, y los clubes femeninos eran acompañados y a veces precedidos por los clubes juveniles 4A. En síntesis, el Programa 34 dirigió las acciones hacia estos sujetos sociales, muchas de las cuales ya se habían iniciado anteriormente, el programa los agrupaba por razones de afinidad, no necesariamente creando planes nuevos, y era el marco en que actuaban las "asesoras para el Hogar Rural".

Ya para 1971 se definía a la extensión como una "filosofía de vida", y sus principios eran considerar a "la persona humana como valor supremo", al hogar como "grupo fundamental en una civilización", a la familia como la "primera institución educativa" y a "la asociación del hombre y la tierra" como "base de cualquier civilización permanente". En consonancia con esas premisas se afirmaba que el objetivo era el "desarrollo integral del ser humano", considerando a la mujer como guía, sostén, copartícipe de la explotación agraria, fuente inagotable de energía que se renueva constantemente y se revive a través de los hijos.25 Estas afirmaciones, que reforzaban una visión tradicional de la familia y la función productiva/reproductiva de la mujer dentro de ella, enmarcaban las acciones extensionistas del INTA en la época, y la sección Hogar Rural era el ámbito designado para llevarlas a cabo. Los fundamentos del programa mencionado podrían haber sin duda formado parte de las propuestas de "redención por la mujer" de Tomás Amadeo, más allá del tiempo transcurrido, evidenciando los elementos de continuidad presentes en la propuesta.

En 1970 se creó la Asociación Argentina de Clubes Hogar Rural (en 1978 cambió levemente su nombre, a Asociación Argentina Hogar Rural, AAHR), como sociedad civil con personería jurídica. Esta concentraba los clubes que funcionaban bajo los auspicios del INTA, que proveía los cargos de vicepresidenta y secretaria, y el apoyo logístico necesario. El fin era promover la realización de proyectos, jornadas e intercambio de mujeres dentro del país y fuera del mismo.26 Es decir, el INTA, mediante esta iniciativa, "descentralizaba" en cierto modo sus actividades volcando fuera de la jurisdicción estatal la organización y promoción de una porción de las mismas (se desligaba de parte de su responsabilidad trasladándola a la sociedad civil), aunque quedaba con el control último a través de la designación de las autoridades de la asociación. De allí en más las jornadas anuales de Hogar Rural se realizarían en conjunto entre el INTA y la AAHR, llevadas a cabo desde 1979 al menos hasta 1991 con buena repercusión y con presencia de mujeres de todo el país.

Para 1991 la Asociación Argentina Hogar Rural afirmaba que agrupaba a 10 000 familias, aunque la cifra es aproximada y redondeada y no conocemos la cantidad exacta de las socias de los clubes que aún sobrevivían. En el congreso de ese año se afirmaba la participación de 1 000 mujeres de distintas partes del país.27 Pero en ese momento la situación estaba cambiando para el INTA y para Argentina; desde la agencia estatal se le privó de apoyo a la Asociación en épocas de aplicación de las políticas neoliberales y auge de los agronegocios que intensificaron en Buenos Aires el éxodo rural.

Las temáticas tratadas en esos encuentros reflejaban el cambio a escala conceptual y política ocurrido a lo largo del tiempo, marcado principalmente por la inclusión de la cuestión de la familia en la democracia en 1984. Asimismo se evidencia el retorno a un concepto participativo de la extensión hacia la familia y la mujer, que se había perdido durante los años del último gobierno militar (1976-1983), y sobresale la inclusión de los temas de desarrollo comunitario (véase cuadro 3).

Se ha afirmado que desde mediados de los ochenta prevaleció un "proceso de planificación basado en la generación de proyectos de extensión", aunque con una perspectiva "transferencista" parecida a la etapa anterior. Aun así existieron enfoques alternativos cuyo sustento era la estrategia de "investigación participativa" en las comunidades sobre las que se llevarían a cabo las acciones. Luego, ya a partir de 1990 se produjo la descentralización, por la que los servicios de extensión pasaron a depender exclusivamente de los centros regionales. Se establecieron los programas nacionales e interinstitucionales que incorporaron estrategias público-privadas en el INTA en el contexto neoliberal, con un Estado en retracción.28

El programa Hogar Rural del INTA desapareció a inicios de la década de 1990 (no así AAHR, pero quedó privada de apoyo estatal) y se crearon otros programas, Cambio Rural, el Programa Federal de Reconversión Productiva para la Pequeña y Mediana Empresa Agropecuaria, y —más ligado al tema que nos interesa— el programa Prohuerta. Este tiene un carácter distinto al de Hogar Rural, ya que es destinado a familias marginales de los pueblos y ciudades para realizar actividades de cultivo para alimentación o pequeños emprendimientos.

Según el mismo INTA el Prohuerta está destinado a

población en situación de vulnerabilidad social, atendiendo familias urbanas y rurales situadas bajo la denominada "línea de pobreza"; donde quedan comprendidas situaciones de pobreza estructural, así como sectores pauperizados por caída de sus ingresos o por desocupación.

Se afirma que se tiende a un proceso educativo de "construcción conjunta del conocimiento", y, según la repartición, las estrategias son participativas.29 Pobreza, pauperización, poblaciones vulnerables, son conceptos que acompañan al Prohuerta, circunstancias que frecuentemente se derivan del embate del mismo Estado neoliberal que crea programas como el mencionado. Sin embargo, las situaciones son diversas, y en los casos en que las antiguas asesoras de Hogar Rural han permanecido en el inta, pero encargadas ahora de Prohuerta, se le ha dado a este programa un tinte particular y de cierta continuidad. Del personal de Hogar Rural ubicado en la provincia de Buenos Aires sólo restaban en 2010 cinco o seis extensionistas, que habían pasado a desempeñarse en Prohuerta. Estas asesoras han "reconvertido" su accionar, con diversas estrategias, dentro de las estaciones experimentales de las que dependían.

 

Más que un programa de extensión, una acción hada la comunidad a través de las mujeres: dos casos del programa Hogar Rural

Los casos de la EEA Bordenave y la eea Balcarce en la provincia de Buenos Aires nos muestran dos maneras de encarar el programa Hogar Rural y su reemplazo por otras formas de extensionismo, signadas en gran parte por la perduración del personal a cargo durante un extenso periodo de tiempo, unos 40 años. El estudio de estos casos nos remite a ciertas actividades y características propias de Hogar Rural comunes a las diversas eea y a la vez a resaltar especificidades que suelen resultar de la acción de los sujetos sociales concretos y la situación particular de cada zona. El planeamiento de las actividades, promoción de las mismas, con una división de género muy marcada, utilización de locales escolares o casas para las reuniones del club, incentivo a la sociabilidad y emprendimientos hacia la comunidad fueron elementos en común que derivaron de las experiencias concretas analizadas.

En esta sección del artículo, además de trabajar con base en la documentación escrita existente, se recurrirá a la metodología de la historia oral, con base en entrevistas no estructuradas, realizadas a protagonistas de las experiencias analizadas: las encargadas del Programa Hogar Rural de la estación de Bordenave y de la estación Balcarce, y a ex integrantes de los clubes Hogar Rural de esas localidades, esposas de productores o productoras ellas mismas, algunas de las cuales hoy ya no residen en la explotación, pero sí en la etapa estudiada.30

La estación experimental de Bordenave, al suroeste de la provincia de Buenos Aires, está ubicada en una zona de pampa seca, semiárida, con tierras relativamente pobres y familias de propietarios medianos. Fue fundada por los ingleses como estación experimental del Ferrocarril del Sud, y luego pasó a depender del Ministerio de Agricultura de la nación.31 Cuando el inta comenzó su accionar en 1957 incorporó la eea, y dentro de su clásica estructura que combinaba experimentación y extensión, surgió el grupo Hogar Rural. A mediados de la década de los sesenta ingresó a cargo de estas actividades una maestra (luego también asistente social) proveniente de Chaco, que conservó el cargo de asesora por espacio de 40 años.32

Los clubes Hogar Rural dependientes de la eea Bordenave comenzaron a funcionar entonces con más regularidad. Las reuniones se realizaban generalmente en casas de familia o en locales de escuelas rurales, y se solía pasar a recoger a las señoras en la camioneta del inta, en parte para colaborar, en parte para asegurarse la asistencia. Las actividades domésticas se alternaban con charlas, proyecciones de películas con consejos para el chacarero y la chacarera, discusiones y reuniones de trabajo. Desde el inta se cumplían funciones muy variadas, como acercar informaciones sobre salud, saneamiento —estudios sobre el agua—, primeros auxilios, charlas con médicos, vacunación de los niños. Se combinaban temas técnicos con conversaciones informales, ya que tambien era un momento de sociabilidad muy esperado, especialmente por las mujeres. "Una estaba esperando ese día [de la reunión del club en la escuela mientras los chicos estaban en clase], había vecinos que no se veían capaz dos o 3 meses." "Gracias al club Hogar Rural, a la actividad que hubo, nos cambió la vida", atestigua una de las ex integrantes de uno de los clubes de Bordenave.33

En este caso la escuela rural se convirtió en centro de reuniones y de la actividad del club en una zona en que a partir de la década de los setenta fue que la gente comenzó a tener más movilidad, con vehículos propios. Las problemáticas a resolver pasaban entonces por la electrificación rural y la difusión del agua potable. El local escolar no solo era ámbito para reuniones, sino que el sistema educativo debía tener representantes en el Consejo Asesor de las eea junto con miembros de instituciones gremiales de los productores.34

La división de género que guiaba las actividades es atestiguada por la extensionista de Bordenave: "por ejemplo, llegábamos a una reunión al campo y a las señoras nos mandaban a la cocina y los hombres iban para otro lado". Aunque la propuesta era centrarse en "extensión y mejoramiento de la comunidad" y la asesora intentó encarar actividades que mejoraran la vida rural, sin someterse tanto al determinante de género, la formación misma de las mujeres las llevaba a proponer actividades atribuidas tradicionalmente al sector femenino, relacionadas con la cocina por ejemplo (esto desembocó en varios recetarios realizados por las señoras de Hogar Rural y difundidos en la zona). "De cualquier manera, era muy difícil sacarlas de lo que ellas querían", era la conclusión a la que se arribó.35

En los años de 1980 la participación en el desarrollo comunitario era una de las premisas. La acción del club Hogar Rural no se restringió al medio rural disperso, sino que se centró también en el pequeño pueblo de Bordenave (rural, con menos de 2 000 habitantes), y la preocupación se dirigió a dotarlo de una escuela secundaria cuyo beneficio llegaría asimismo a las familias asentadas en el campo. En ese sentido, una vez instalada la escuela —que no era de modalidad agraria— el esfuerzo se dirigió a comprar un transporte escolar rural. El objetivo era otorgar una mayor oportunidad para todos y el mantenimiento de la integración del núcleo familiar, con residencia en la explotación. "El tema del colectivo fue importantísimo, nos solucionó todo a nosotros, tuvimos las hijas en el campo los seis años, fue una época hermosa, no necesitábamos traerlos al pueblo", tal como recuerda una de las ex integrantes del club (que en 2010, cuando se realizó la entrevista, ya residía en la zona urbana de Bordenave). Se sorteaba así por iniciativa del club Hogar Rural uno de los principales motivos de éxodo de las familias hacia los pueblos: acompañar a los hijos para lograr continuación de sus estudios, aunque en forma tardía, pues esto se concretó para esta localidad recién en 1980.36

Ya lograda la escuela, el grupo de mujeres se dedicó en Bordenave a la creación de un hogar de ancianos y talleres de diverso tipo. "Capacitábamos colaboradoras para atender los talleres, [...] yo entendía que las cosas vos tenés que motivar o promover, realizar y retirarte porque son de la comunidad", atestigua la extensionista.37 Es decir, esta etapa fue prolífica en realizaciones, para las que la asesoría del INTA promovía el primer impulso, quedando luego a cargo de la comunidad. Aun dentro de los lincamientos de la agencia, se trabajaba con independencia de criterio y adecuándose a la situación local.

A partir de la década de 1990 el interés de la repartición comenzó a pasar por la producción y la empresa familiar, se extinguieron los clubes y comenzó el programa Prohuerta. Como en la mayor parte de la región pampeana, el despoblamiento rural también afectó a la zona, aunque en menor medida que para el promedio de la provincia, y los testimonios se repiten casi con las mismas palabras: "éramos cualquier cantidad de familias, ahora es una tristeza que no se puede más"; en relación con la escuela rural: "esa maestra solía tener 52 chicos, ahora son cuatro".38 El sentido del trabajo de extensión cambió, y si bien se conservaron las relaciones personales establecidas en Hogar Rural, el grupo se dispersó, sin continuidad con el Prohuerta, que se encaró con otras protagonistas.

La EEA de Balcarce, por su parte, está ubicada en un partido que combina agricultura y ganadería, en el primer caso con producción de papa como uno de los productos principales, y que contaba con explotaciones familiares que permitieron desarrollar el programa Hogar Rural. En este caso se presentan algunas características específicas, entre ellas hay aspectos de continuidad entre el programa Hogar Rural y el Prohuerta, aun con sus diferencias.

En cuanto al primero, este era muy activo en los años sesenta, y a mediados de la década ingresó como asesora quien habría de permanecer por unos 40 años. Se conformaron seis clubes en el partido de Balcarce, cada uno de aproximadamente 30 miembros, integrados por mujeres de familias de chacareros pequeños y medianos, propietarios o arrendatarios, y esposas de algunos trabajadores de establecimientos grandes.39

El Programa 34 tuvo aquí también su aplicación, ya que entonces era bastante centralizada la actividad del INTA. Las acciones pasaron por el saneamiento rural (por la mala construcción de los pozos el agua estaba contaminada y se estableció una costumbre preventiva que se conserva hasta la actualidad), la gestión para la instalación de una escuela, las reuniones que incentivaban la sociabilidad y la capacitación en pequeñas producciones de granja, siguiendo los lincamientos del programa.

Según la asesora, con la "investigación participativa [...] la gente logró muchas cosas", entre ellas la escuela secundaria en la localidad rural de San Agustín y los clubes 4 A del INTA.

[...] con los clubes los chicos aprendían a actuar en forma política porque tenían su comisión, aprendían a participar [...] fueron después los primeros dirigentes en el medio rural y muy buenos productores.40

Lo notable, por otra parte, es que tanto aquí como en Bordenave las escuelas medias que se instalaron no fueron de modalidad agraria, y si bien durante los años juveniles apoyaron la permanencia en la explotación, luego favorecieron otras opciones laborales o de estudio.

El ámbito donde se desarrollaban las actividades podía variar según las posibilidades. En el pueblo de San Agustín era la iglesia, y luego en un salón, con unas 30 miembros del club para años setenta-ochenta, "estábamos todas esperando el día que [Nelka] hacía las reuniones para venir", en ellas "aprendíamos muchas cosas", según afirman las integrantes.41 La caja cooperativa de semillas era una de las acciones más apreciadas, las señoras las fraccionaban y luego las vendían a un precio muy bajo, para que los pequeños productores obtuvieran la semilla barata y de calidad.

Más tarde la misma historia de despoblamiento de los parajes rurales se repitió aquí, aunque hay algunas situaciones diferenciadas. Hay casos de relocalización en el ámbito rural de parejas jóvenes que salen de las grandes ciudades, por la inseguridad o de jubilados (favorecidos por la cercanía a la ciudad de Mar del Plata, y la no tan lejana a Buenos Aires, unos 450 km, una situación completamente diferente a Bordenave, más lejana).

Cuando en los años noventa INTA abandonó Hogar Rural y se creó Prohuerta, en el caso particular de la eea Balcarce, la extensionista intentó adaptar las actividades, logrando incorporar a la mayoría de las señoras que participaban del programa Hogar Rural al Prohuerta, junto a nuevas generaciones de residencia más suburbana, lo que diferencia a esta eea de la de Bordenave.

Las acciones —primero de Hogar Rural y luego de Prohuerta— se difundieron a través de la radio local y más tarde en la TV de Balcarce, así se afirma que

cuando se formó la radio acá teníamos un espacio [...] para Hogar Rural y en la actualidad tiene que ver con el programa que llevamos adelante, que es el proyecto Prohuerta, por ejemplo el tema de aromáticas [cultivo de plantas aromáticas para mini emprendimientos] [...], y también hay para la TV.42

Los testimonios de las nuevas integrantes de los grupos van mostrando los cambios socioeconómicos que afectaron la región. Es el caso de una pequeña productora, más joven (alrededor de 45 años), la cual se ha beneficiado de los "planes sociales" que estableció el gobierno. A las beneficiarias —que trabajan en pequeñas explotaciones marginales— el gobierno les da gallinas para producir huevos, y en otros casos terneros, para explotar la leche. La productora nos refiere las posibilidades de emancipación que derivan de estas actividades 43 su evaluación es diferente a la de las personas de más edad, que además vivieron otros momentos y situaciones productivas. Para las mayores el alejamiento de las tareas de huerta es valorado negativamente "estar en el campo y no hacer nada... para eso que se vayan al pueblo, vos estás acá y tenés comodidades para hacer huerta ¿y no vas a hacer nada?".44 En ambos casos, sin embargo, las mujeres, merced a la acción de la asesora, siguieron vinculadas al INTA y a sus programas, a pesar de los cambios ocurridos.

Así como se ha afirmado respecto al profesional agrónomo o veterinario que "está menos reconocido por su título o su eficiencia que por su capacidad de insertarse en códigos personales y una vida social local que abarque a toda su persona. Un desempeño eficiente pero distante no estaría reconocido."45 Eso ha sido igualmente cierto para las extensionistas, ejemplo de los cuales son los analizados (una de las participantes de un grupo Hogar Rural de Balcarce se refiere a la extensionista con las palabras: "ha sido una madre para nosotras").

De hecho, en el caso de los productores chacareros, la localización cada vez más urbana de la familia a partir de la década de I960, profundizada luego, la fue alejando de las tareas directas en el campo, los hijos luego de realizar estudios secundarios generalmente no regresaban a la explotación familiar. Incluso se ha referido que la permanencia en el medio rural era percibida en algunos círculos como síntoma de atraso cultural y social, por una "baja valoración del modo de vida chacarero", mientras que la vida urbana, aun en las localidades medianas, conllevaría una elevación del nivel sociocultural.46

Aunque esto no parece ser generalizable para toda la región pampeana, según se ha analizado para la "pampa gringa" de Santa Fe.

Tal es el peso de esa herencia [de historias familiares de colonos o chacareros] que seguir llamándose "colonos" o "chacareros" es una divisoria de aguas entre quienes pretenden haber superado esa forma de producir y quienes se aferran a ella y los valores que le asignan.

Es la propiedad de la tierra la que "es portadora de valores extra productivos", asociados al nombre, aunque no produzcan directamente.47

En los casos analizados, ubicados en dos zonas de la provincia de Buenos Aires —que no son centrales desde el punto de vista productivo—, se observa un relativo atraso temporal en relación con los procesos de urbanización sucedidos en otros partidos. Esto como un reflejo tal vez de situaciones muy puntuales, y favorecidos por la acción singular del extensionismo que motorizaba demandas concretas de la comunidad (como el transporte escolar rural que permitió la permanencia de los jovencitos en la explotación durante más tiempo). Sin embargo, el resultado final es semejante, la emigración a los pueblos o ciudades, la explotación del campo por terceros, y una forma de vida urbanizada para toda la familia, y en particular para las mujeres, aunque también cabe mencionar la persistencia de la agricultura familiar en determinados contextos.

Mientras tanto, el INTA va redefiniendo su misión y funciones a la vez que se reorganiza en la primera década del siglo XXI como una salida del modelo neoliberal, "buscando asegurar la sustentabilidad y equidad además de la competitividad". Se acepta la estrategia de investigación participativa como herramienta48 y en ese marco perviven programas como Prohuerta, Cambio Rural entre otros. El desafío sería lograr crecimiento con inclusión y de alguna manera apostar a esa pervivencia de las explotaciones familiares.

 

Centros Permanentes del Hogar Agrícola

Como una manera de contrastar con las acciones analizadas, mencionamos una iniciativa del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires, los Centros del Hogar Agrícola, creados en 1958.

Ese año se iniciaba un proyecto moderadamente reformista en el ámbito bonaerense, impulsado por el entonces gobernador Oscar Alende (1958-1962). En su "proyecto de reforma agraria" consideraba que "la tierra, el capital y el trabajo no se disocian sino que se integran en la familia rural", y determinaba la necesidad de "implantar toda forma de educación y de cultura rural" y de "implantar escuelas-hogares e instituir becas para los hijos de trabajadores o productores rurales".49 Ese fue el momento en que se impulsaron los Centros Permanentes del Hogar Agrícola, a la vez que se intentaba renovar la enseñanza agraria formal por medio de un nuevo plan de estudios para las escuelas agropecuarias.

Estos centros anudaban cierta relación con el pasado al reconocer la impronta de Tomás Amadeo, reflejada entre otras cosas en la denominación de los mismos, pero no se hacía referencia a experiencias anteriores motorizadas desde el Ministerio de Obras Públicas provincial (del cual dependía lo relacionado con el agro hasta 1951) en relación con cursos temporarios del Hogar Agrícola, ni a las actividades promovidas desde la jurisdicción nacional por el Ministerio de Agricultura y luego por el INTA.

La modalidad era totalmente diferente al programa Hogar Rural, pues se concibieron como centros de capacitación no formal para las mujeres, pero estables, no eran estrictamente acciones de extensión aunque tampoco eran escuelas. A pesar de su nombre no se situaron en el campo sino en los pueblos de la zona agropecuaria. Implicaban una cogestión entre el gobierno provincial, representado por la Dirección de Enseñanza Agraria, y los municipios (u otras entidades de bien público, aunque lo corriente eran las municipalidades) a través de la firma de convenios específicos entre las partes cada vez que se abría un centro. Recién en 1969 la resolución N° 325 del Ministerio de Asuntos Agrarios se ocupó de crear un marco normativo uniforme, es decir, las pautas para realizar los nuevos convenios y adecuar los existentes a la norma general. El fin era "la capacitación y elevación del nivel social, económico y cultural de la comunidad". Pero, por otra parte, al establecer las condiciones de funcionamiento se mencionaban "25 inscriptas" como mínimo, con el nombramiento de una profesora, personal que se iría aumentando de acuerdo al incremento de la matrícula. Es decir que, como había sido tradicionalmente, el "hogar agrícola" estaba dirigido a la mujer, tal como rezaba la frase de Amadeo que fue elegida para encabezar la recopilación de la normativa para los centros, aunque se hablara de "la comunidad":

Todo lo que la mujer puede hacer, lo que puede hacer con su trabajo en la granja, en la cocina, en el arreglo y confort de la casa, en el cuidado de los hijos y en el embellecimiento de la vida, supremo ideal de una mujer, dentro de la familia. Lo fundamental de esta enseñanza es que ella tienda a educar el alma de la mujer, inculcarle conciencia de su alta misión y fuerza de voluntad necesaria para cumplirla.50

La visión sobre la familia rural que evidencian estas iniciativas era aún muy tradicional en esa época. Seguía por supuesto "naturalizándose" el papel social femenino y los programas de actividades de dichos centros muestran importantes signos de pervivencia en relación con la enseñanza del "hogar agrícola" tradicional. Basados en una determinada visión de la familia, en la cual la mujer ocupaba un lugar complementario del varón: esposa, madre y apoyo de su pareja, tanto en el hogar cuanto en las tareas agropecuarias consideradas una extensión de las hogareñas, su formato mantuvo vigentes esos aspectos por largo tiempo, aun cuando en realidad su funcionamiento fue cambiando (y alejándose de lo rural).

Los convenios que se establecían para formar centros eran temporales (por tres años) pero se podían renovar y ambas partes asumían determinados compromisos. El ministerio aportaba los programas de estudio, la orientación técnica, la supervisión de la enseñanza y exámenes, los certificados de estudio, elementos didácticos, y el municipio un local apto para la tarea, según las especificaciones ministeriales, los sueldos del personal docente (pautados según los vigentes en la provincia), los elementos de mobiliario y de trabajo (máquinas de coser, telares incaicos, máquina de pirograbar, horno y batería de cocina).51 Lo notable es que aún en 2001 se firmaron convenios con este formato y requisitos de elementos, cuando algunos eran bastante anacrónicos y faltaba mencionar los más actualizados, como computadoras.

Estos centros permanecieron en la órbita del Ministerio de Asuntos Agrarios (MAA), aun cuando las escuelas agropecuarias habían sido transferidas al de Educación en 1977 (decreto ley 8950, 19/12/1977), durante el gobierno militar. Recién en 2007 comenzaron las gestiones entre el MAA y la Dirección de Educación que se concretaron en un convenio marco entre ambas, con la "finalidad de fortalecer institucionalmente el Hogar Agrícola perteneciente al MAA". Al mismo tiempo se proponían

promover el desarrollo de capacidades laborales y el rescate cultural de los diferentes actores de la población rural, como son los jóvenes y adultos de ambos sexos, los trabajadores en actividad, la tercera edad y los docentes, propiciando con ello el crecimiento de la comunidad rural.52

De la misma redacción de las finalidades y objetivos se desprende que los mismos diferían de las características iniciales que había tenido el "hogar agrícola", extendiendo la cobertura hacia el conjunto de la comunidad de los pueblos rurales y no sólo las mujeres. Conservaron su denominación del "hogar agrícola" aunque modificaron en parte su perfil, como centros de capacitación en diversos oficios, no necesariamente "femeninos".

Existen aún 17 centros funcionando en varios partidos, ubicados mayormente en el centro y sur de la provincia: Las Flores, Ayacucho, Tornquist (Sierra de la Ventana y Saldungaray), Nueve de Julio (en Doudignac y Quiroga), Salto, Lincoln (El Triunfo), General Villegas (Bunge y Piedritas), González Chávez (De la Garma y G. Chávez), San Miguel del Monte (Abbott y Monte), Azul (Chillar y Azul), Moreno y Chivilcoy (Moquegua) (y uno en Bolívar que no funciona). En casi todos los casos hay también escuelas agrarias en el mismo partido, aunque el éxito y la captación de matrícula es mayor para los centros hogar agrícola donde no existe ese tipo de oferta educativa.

Un ejemplo de la evolución de estas instituciones es el caso del Centro Permanente H. A. de Monte. Es relativamente reciente, fue creado en 1987; es decir que no pertenece a la ola de los años sesenta, aunque la reglamentación vigente era la misma. Al principio era un centro de cursos sólo para mujeres, aunque, según los testimonios, cuando se agregó carpintería se inscribieron también hombres. Actualmente es mixto, los cursantes son en su mayoría residentes en el pueblo, aunque hay algunos rurales, y las especialidades son cocina y repostería, porcelana fría, cosmetología, pintura, vitrofusión, cestería, cerámica, telar, carpintería, computación, tejido, peluquería, platería, y otras artesanías. Los docentes no son necesariamente maestros o maestras sino expertos en las diversas artesanías, y no se valora como positivo el cambio de dependencia hacia Educación ya que el municipio es el único que mantiene la prestación.53

El carácter de estas instituciones entonces es diferente del de los antiguos cursos del Hogar Agrícola, aunque reconozcan una inspiración en aquellos, y también del Hogar Rural del INTA, con el cual no parece haber habido contactos, y aunque en algunos aspectos parecen surgir de las necesidades locales, no han nacido tampoco de una investigación participativa.

 

Los institutos femeninos

Si bien no es el objetivo central de este artículo la política de educación formal de la mujer, cabe mencionar dos institutos relacionados con las actividades de extensión, ya que se pensaron en su momento como formadores de las maestras del hogar agrícola o de extensionistas, ambos situados en el territorio bonaerense aunque de distinta dependencia y con diferentes trayectorias. Se trataba del Instituto Superior del Hogar Agrícola "Tomás Amadeo", de Bolívar (provincia de Buenos Aires), dependiente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación, que funcionó entre 1948 y 1971 y, en la jurisdicción provincial, de la Escuela Superior Agraria Femenina "Eduardo Olivera", de Tandil (inicialmente "Eva Perón"), que se destinó a formar "visitadoras" del hogar rural entre 1955 y 1960.

La Escuela del Hogar Agrícola de Bolívar tenía como finalidad el perfeccionamiento de la maestra rural y su especialización en la enseñanza del "hogar agrícola", capacitarla para dictar los cursos de extensión, asesorar y formar parte de los poderes públicos en las reparticiones relacionadas con el apoyo a la familia rural.

La Escuela, ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires, sobre un terreno de 191 ha, donado por una familia terrateniente, los Unzué, en su orientación inicial formaba "profesoras del hogar agrícola", y había sido fundada en 1948 con el nombre de Tomás Amadeo. Este ingeniero agrónomo y abogado había bregado incesantemente por la concreción en la jurisdicción estatal de un instituto de ese tipo desde inicios del siglo XX, y fue el creador el primer Instituto del Hogar Agrícola, en Tandil, que perduró sólo entre 1915 y 1917.

Una vez instalada la escuela se inició un curso superior que estaba destinado a alumnas maestras y asimismo otros cursos de extensión más breves para niñas. En ambos casos una buena parte de las alumnas, becadas al efecto, provenía de diversas provincias y aun de países vecinos; pocas eran en esa época las estudiantes de la misma localidad de Bolívar. Dirigido prácticamente durante todo el ciclo de su existencia en la modalidad del hogar agrícola por una ingeniera agrónoma, Haydée Bidigorri, contaba con un personal docente femenino, mientras que en las primeras épocas los empleados administrativos eran varones. Incluía asimismo un internado, que en los años cincuenta estaba a cargo de una religiosa y con un reglamento sumamente estricto. Dependía de la Dirección General de Enseñanza Agrícola del Ministerio (luego Secretaría) de Agricultura y Ganadería, y entre 1953 y 1955 no pudo escapar a la "peronización" de la educación, pasando a llamarse Instituto "Eva Perón", mientras que luego del golpe de Estado de 1955 retomó su denominación inicial.54

Si bien desde el inicio el INTA incorporó personal egresado de esta institución, la vinculación del Instituto con la extensión se hizo más fuerte en la década de I960. Pasó entonces a preparar "asistentes en economía y educación para el hogar rural". La orientación general se mantenía pero adquiría nuevo sentido al incluir una preparación específica para el extensionismo, imbuido de las ideas de desarrollo de la comunidad vigentes en la época y provenientes en buena parte de los organismos internacionales. Cabe destacar que ya desde la etapa final del peronismo se venía preparando esta transformación; la directora del Instituto, ingeniera Bidigorri, fue autorizada a ir, becada por la ONU, a Turrialba (Costa Rica) precisamente a perfeccionarse en las políticas educativas hacia las familias y las mujeres en particular, siguiendo una trayectoria que luego sería habitual para las extensionistas.55

El Plan de estudios de 1965 tenía una duración de tres semestres, y comprendía materias relacionadas con la economía doméstica, la granja y cuestiones que preparaban a la extensionista, más un cuarto semestre que correspondía a la realización de prácticas en agencias de extensión, estas últimas ocupaban un lugar central, mientras que anteriormente lo habían hecho los temas de economía doméstica y granja (véase cuadro 4).56

La escuela, cuyas alumnas procedían cada vez más de la provincia de Buenos Aires, comenzó a funcionar estrechamente ligada a la acción del INTA, con el cual poseía convenios, entre otros aspectos para ubicar laboralmente al personal egresado de la misma, aunque las maestras normales siguieron predominando en el cuerpo de asesoras del Hogar Rural y sólo una minoría provenían del Instituto, por lo que es difícil evaluar su impacto.

Por su parte, desde 1955 la provincia de Buenos Aires tuvo bajo su jurisdicción la Escuela Superior Agraria Femenina "Eva Perón", que luego de la caída del gobierno peronista pasó a llamarse "Eduardo Olivera". Estaba ubicada en Tandil (centro-sur de la provincia) y surgió muy ligada al proyecto del populismo en el poder, por lo que sus contenidos iniciales estaban impregnados de diversos aspectos de adoctrinamiento político. Sin embargo perduró luego de 1955 despojada de esos contenidos, aunque desde el inicio fue algo diferente a la escuela de Bolívar, ya que nunca se pretendió formar "profesoras del hogar agrícola" sino directamente "visitadoras" para colaborar en tareas "en pro del progreso rural", para el "acercamiento al hogar campesino, mediante un asesoramiento técnico de los problemas que se presentan a la mujer, célula activa de estos hogares". Es decir, desde el inicio estaba formando personal para las agencias gubernamentales. Se afirmaba que la sociología rural era el centro-eje de toda la enseñanza, y a ella convergían las otras asignaturas. Las alumnas debían realizar investigaciones, recopilación de datos, estadísticas, y la escuela tomaba como campo de experimentación la comunidad de la zona. Sin embargo, las consideraciones sobre la mujer no eran distintas a las de décadas anteriores, se afirmaba que "tiene la misión de embellecer el hogar, constituyéndolo en refugio y bálsamo del hombre, que pasa sus horas bajo el brazo castigador del sol o de la lluvia" (véase cuadro 5).57

Había cursos de verano para maestras en ejercicio en escuelas rurales, con prácticamente las mismas materias restringidas a lo práctico y con un desarrollo más sintético. Los profesores eran de las facultades de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de La Plata y técnicos del Ministerio de Asuntos Agrarios.58 Este instituto tuvo una duración bastante efímera, ubicado en el actual Parque Ecológico Sans Souci, en I960 cayó bajo la órbita del Ministerio de Educación, que lo sustituyó por el Instituto Superior de Enseñanza Rural para formar maestras rurales, y en 1974 por el Profesorado de Ciencias Naturales, perdiendo su carácter inicial.59

Ambos institutos, cuyas características hemos reseñado sintéticamente, han presentado una evolución diferenciada, y su impacto en la formación de personal para el extensionismo es muy diverso. El establecimiento de Bolívar estaba enraizado en la historia de las acciones del Ministerio de Agricultura de la Nación, y las propuestas de los ingenieros agrónomos ligados al mismo, en particular Tomás Amadeo, desde principios del siglo XX. Alcanzó un importante arraigo como instituto preparador, primero de maestras para el hogar agrícola o para desempeñarse como docentes rurales, luego directamente relacionado con el extensionismo. Aun cuando no todas sus egresadas se volcaron a esa actividad, afianzó una tradición al respecto en su vinculación primero con el MAN, luego con el INTA. El instituto provincial ubicado en Tandil, por su parte, tuvo una existencia mucho más azarosa y breve, tal vez por su vinculación inicial a los postulados políticos del peronismo casi al tiempo de ser derrocado, pasando de formar visitadoras del hogar a maestras rurales; sin llegar a los 20 años de existencia, perdió muy rápido su relación con la formación extensionista y con el MAA sin alcanzar entonces a incidir en esa actividad.

 

Reflexiones finales

Al estudiar las políticas públicas en relación con la mujer rural —en este caso en la región pampeana, provincia de Buenos Aires— en la etapa que transcurre entre fines de los años cincuenta e inicios de los noventa, resalta la persistencia de una visión tradicional de la posición de la misma y su función, considerándola el núcleo del arraigo de la familia en el campo, aun en etapas recientes. Se diferencia la agencia nacional, el inta, con un fuerte compromiso con la extensión, particularmente en los primeros 20 años de su creación, de la acción del Ministerio de Asuntos Agrarios provincial con sus Centros Permanentes. Sin embargo, en los últimos años el inta ha cambiado el enfoque, en un contexto en el que las estrategias de desarrollo rural de las agencias internacionales que actúan en América Latina centran sus objetivos en la disminución de la pobreza, con una visión "territorial" del desarrollo rural.60 Se reemplazó la extensión con base en el programa Hogar Rural, por un programa como Prohuerta, dirigido a la población periurbana de pueblos y ciudades en situaciones de riesgo o vulnerabilidad socioeconómica.

Del análisis de casos realizado resalta la importancia de considerar la participación de los actores sociales involucrados en los distintos proyectos, pues más allá de las modificaciones introducidas en las políticas de las agencias estatales, el "factor humano" a cargo de las experiencias les da una característica específica. Esto es lo que permite integrar, en ocasiones, viejos y nuevos programas, y articular continuidades entre los diversos sectores involucrados, aun atravesando situaciones políticas y socioeconómicas complejas y diversas, como fue el caso de Balcarce. El Hogar Rural de INTA, con sus postulados de "desarrollo de la comunidad", ha ejercido sin duda influencia sobre las comunidades en que actuaba —y ha dejado herencias a futuro, como por ejemplo las escuelas medias gestionadas por los clubes—, según se desprende del análisis de casos realizado.

En este sentido, el impacto de las políticas estatales conocidas como el Hogar Rural ha sido importante en las localidades donde se implemento, aun cuando reconocemos que no es generalizable a toda la región. No es infrecuente escuchar, desde las mujeres rurales participantes, la frase "nos cambió la vida", que casi exime de comentarios. Ha habido programas muy centralizados, y también "investigación participativa". En general parecen haber tenido un acompañamiento de la comunidad que ha llevado incluso al establecimiento de lazos personales entre las participantes, y ha contribuido en su momento a favorecer las condiciones de vida en el campo y en los pueblos rurales sin modificar situaciones socioeconómicas estructurales (despoblamiento, concentración agraria, agronegocios). Estas han condicionado asimismo la vida de las familias y de las mujeres rurales, que han debido adaptarse a los cambios y muchas veces optar por la residencia urbana (en ocasiones sin cortar lazos con el antiguo grupo Hogar Rural).

En el caso de los Centros Permanentes Hogar Agrícola la evolución es divergente, no parecen responder a los objetivos de integración entre los diversos componentes de un proyecto de extensión, ya que han funcionado relativamente aislados entre sí, sin una articulación de conjunto. No están totalmente integrados al desarrollo regional o local, incluyen cursos cuyo impacto puede ser mayor o menor, dependiendo de la competencia con otras ofertas educativas en las mismas localidades.

Por otra parte, la preparación de las extensionistas en institutos especializados no parece haber sido determinante en esta etapa, no todas sus egresadas se volcaban al ámbito laboral para el que se las preparaba, aunque el Instituto de Bolívar tuvo mayor inserción. Sí es de destacar la influencia de las agencias internacionales y las estadías en el exterior, en estaciones del IICA, en relación con las diversas estrategias implementadas.

 

Fuentes consultadas

Fuentes primarias

EEA (Estación Experimental Agropecuaria) Bordenave, Proyecto Movilidad para Transportar Alumnos desde el Paraje "La Angelita" (15 km de Bordenave) a la Escuela de Enseñanza Media núm. 1 de Bordenave, 1980, informe mecanografiado.         [ Links ]

Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, INTA, Prohuerta. <www.inta.gov.ar> [Consulta: 26 de junio de 2011 y 25 de febrero de 2012.         [ Links ]]

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Revistas

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Notas

1 Girbal-Blacha, 'Tradición", 1992,pp. 369-395. La carrera de agronomía en las universidades nacionales se inició en 1905, cuando la recién creada Universidad Nacional de La Plata incorporó la Facultad de Agronomía y Veterinaria creada en la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires en 1889. En 1904 se fundaba el Instituto Agronómico de La Chacarita, que a partir de 1909 se convirtió en la respectiva facultad de la Universidad Nacional de Buenos Aires. El asentamiento efectivo de la familia rural fue uno de los argumentos que fundamentaban la acción de los ingenieros agrónomos en el país, con un fuerte sesgo hacia la región pampeana agroexportadora, sede a su vez de las mencionadas universidades.

2 Amadeo, Redención, 1946. En este texto compendia ideas vertidas durante 30 años sobre la educación de la mujer rural. Gutiérrez, "Tomás", 2007, pp. 111-118; Arce, "Mujeres", 2009, y "Hogar", 2011, pp. 130-157, y Novick, Mujer, 1993.

3 Barrancos, Mujeres, 2007; Gil, Pita e Ini, Historia, 2000; Lobato, Historia, 2007; Arce, "Mujeres", 2009, y Gutiérrez, "Actuar", 2007, y "Agro", 2009.

4 Biaggi, Canevari y Tasso, Mujeres, 2007; Foti, Mujeres, 2009, y Stölen, Decencia, 2004.

5 La división política de la provincia de Buenos Aires está conformada por "partidos" que equivalen a los "departamentos" de otras jurisdicciones. El gobierno de la Provincia de Buenos Aires usa la denominación "partidos rurales" y "partidos no rurales" con base en densidad poblacional, cantidad de explotaciones, superficie implantada, producción de granos y ganado, pertenencia a red de transportes suburbanos de la Capital. En total existen 44 partidos considerados no rurales y 90 rurales. Gobierno, Nuestra, 2006, pp. 19 y 53.

6 Según criterio censal se considera población urbana la que habita en localidades de 2 000 y más habitantes, y población rural al resto, que puede ser agrupada o dispersa. Es difícil calcular exactamente la proporción de población que incluía el conurbano (alrededores de la Capital Federal) para etapas anteriores porque ha cambiado en parte la subdivisión política, pero se puede admitir que en I960 aproximadamente 41% de la población ya residía allí.

7 Federación, Problemas, 1956 (folleto), y Balsa, Desvanecimiento, 2006, pp. 161-235.

8 Gobierno, Nuestra, 2006, p. 39. Elabora los datos tomados de la Dirección Provincial de Economía Rural del Ministerio de Asuntos Agrarios y del Censo Nacional Económico 2004/2005. Según los mismos, en ese momento Buenos Aires ocupaba el primer lugar en trigo, girasol y cabezas de ganado, y el segundo lugar en maíz y soja. En este último caso, si bien en la Encuesta Nacional Agropecuaria de 2001 Buenos Aires ocupaba el tercer lugar tras Córdoba y Santa Fe, para la Encuesta de 2005 había llegado a ser la mayor productora con 10 000 000 de toneladas, seguida por Córdoba con 8 000 000. INDEC, Encuesta, 2001, y Encuesta, 2005.

9 Barsky y Gelman, Historia, 2001, pp. 339-347. Los llamados "planes de transformación agraria" son analizados en Lázzaro, "Estado", 2005, y "Política", 2008.

10 Foti y Obschakto, "Participación", 2007, p. 211, y Gobierno, Nuestra, 2006, pp. 52-53.

11 Balsa, Desvanecimiento, 2006, y Barsky y Djenderedjian, Expansión, 2006, p. 23.

12 Manzanal, Neiman y Lattuada (comps.), Desarrollo, 2006.

13 República, Censo, 1980.

14 Sin ser exhaustivos, algunos estudios son: Gras y Hernández, Argentina, 2009; Balsa, "Agro", 2007, pp. 59-86; Cloquell et al., Familias, 2007; López, Persistencia, 2012; Foti y Obschakto, "Participación", 2007, pp. 203-225, y Muzlera, Chacareros, 2009.

15 Echavarría, Enseñanza, 1919, p. 6.

16 Barsky y Gelman, Historia, 2001, p. 334; Carballo, "Cincuenta", 2007, pp. 29-30, y Tort, "Enfoques", 2008, pp. 428-450.

17 Amadeo, Redención, 1946.

18 Sánchez, "Empoderamiento", 2003. Citando además a Portocarrero y Ruiz, Mujeres, 1990, p. 24.

19 Extensión agropecuaria, núm. 3, 1962, p. 1. La revista refleja todas las actividades de extensión, la mayoría centradas durante su publicación (1960-1967) en la región pampeana, contiene muchas notas sobre la familia, la mujer y los jóvenes como sujetos del extensionismo rural.

20 Las escuelas normales de maestros creadas en el siglo xix por Domingo F. Sarmiento fueron suprimidas como tales en 1969, y la preparación de las maestras y los maestros pasó a ser una carrera de nivel terciario.

21 "Reunión sobre la marcha del sistema de extensión rural del INTA", Paraná, 17-18 de junio de 1971 (mimeo). En 1971 se contaban cinco licenciadas en ciencias políticas sociales y educación, una médica veterinaria, catorce asistentes y trabajadores sociales, tres educadoras sanitarias, 45 profesoras del hogar agrícola o asistentes en educación y administración del hogar y educadoras familiares y 66 maestras.

22 INTA, Qué, s. a., aproximadamente mediados de I960, y Estatuto, 1970. La folletería sobre Hogar Rural era abundante, asimismo la información sobre seminarios y convenciones nacionales, sólo citamos aquí algunos a modo de ejemplo, pues nos interesa más que nada el Programa 34 que ha guiado las acciones por un periodo bastante largo.

23 INTA, Guía, 1971. En 1965 se produjo la "programación", sería la primera edición del Programa, en 1967 el "reordenamiento" y en 1971 la "actualización". Los planes debían ser desarrollados en relación con el "estudio de situación" de cada agencia de extensión, lo cual no implicaba que debieran llevar a cabo la totalidad del programa. Lafiosca y Makler, "Sector", 2009, p. 4.

24 INTA, Guía, 1971.

25 Ibid. Las cursivas son mías.

26 Asociación, Estatutos, 1978; Enfoques del Salado, órgano de las agencias de extensión INTA de la Cuenca del Salado, Buenos Aires, año 1, núm. 1, abril de 1985, p. 52, e INTA, Asociación, 1981.

27 XIII Jornadas Argentinas Hogar Rural, 10 a 12 de abril de 1991, folleto explicativo.

28 Tort, "Enfoques", 2008, p. 444. La descentralización se dio también en otros niveles, el caso más significativo es la transferencia de los servicios educativos nacionales de nivel medio a las provincias, incluyendo las escuelas agrarias, en conjunción con la Ley Federal de Educación de 1993, traspaso iniciado ya a fines de los sesenta cuando el gobierno nacional se había desprendido de las escuelas primarias de su jurisdicción.

29 INTA, Cambio rural, Prohuerta. Según este documento, Cambio rural apoya a la pequeña y mediana empresa agropecuaria "en la búsqueda de alternativas que permitan incrementar sus ingresos, elevar su nivel de vida, generar nuevas fuentes de empleo, retomar el proceso de inversión y posicionarse mejor en los mercados". El Prohuerta se desenvuelve en dos campañas, otoño-invierno y primavera-verano, el requisito es tener un terreno adecuado para hacer huerta y participar de las acciones de capacitación.

30 Las entrevistas fueron realizadas a la encargada del programa Hogar Rural de la estación de Bordenave, señora Beatriz (Beti) Braicovich, y a cuatro mujeres ex integrantes de los clubes; a la encargada del programa Hogar Rural, luego Prohuerta en la estación Balcarce, señorita Nelka Prochosky (ambas asesoras están ahora retiradas, pero en febrero de 2010, cuando se realizaron las entrevistas aún trabajaban en el INTA), y a ocho mujeres, integrantes en este caso primero de los clubes y luego de Prohuerta. Para preservar la identidad de estas últimas, las mencionaremos con letras Bordenave, a, B, C, o Balcarce A, B, C, etcétera.

31 López, Persistencia, 2012.

32 Su marido, ingeniero agrónomo, inspector técnico del inta, fue destinado a Bordenave, y ella junto a él, obteniendo el puesto de asesora del Hogar Rural, una situación relativamente común en las eea. La extensionista fue enviada por el inta a capacitar a Uruguay, a la agencia del IICA.

33 Entrevista a la integrante de Hogar Rural, de inta Bordenave, señora a, el 10 de febrero de 2010, realizada por Talía Gutiérrez. "Prácticamente todas las señoras del sector acudían [...] había una señora grande que no sabía manejar para ir a las reuniones, aprendió a manejar solamente para ir a las reuniones." Entrevista a la señora Beti Braicovich, encargada Prohuerta Bordenave, el 10 de febrero de 2010, Bordenave, Provincia de Buenos Aires.

34 "Una experiencia altamente positiva", por Elvira Marchiñera de Marcaida, en Desafio 21, año 9, núm. 22, publicación del eea Bordenave, edición especial, noviembre de 2003, por el 75° aniversario de la eea. Elvira era la ex directora de la Escuela Provincial Rural núm. 26 paraje "La Angelita" de Bordenave, donde se crea el club rural El Faro a inicios de los sesenta.

35 Señora Beti Braicovich, entrevista citada.

36 EEA Bordenave, Proyecto Movilidad para Transportar Alumnos desde el Paraje "La Angelita" (15 km de Bordenave) a la Escuela de Enseñanza Media núm. 1 de Bordenave, 1980, mimeo. Entrevista a otra integrante de Hogar Rural, de inta Bordenave, señora B, 10 de febrero de 2010, realizada por Talía Gutiérrez. En el mismo sentido se pronunciaron otras dos señoras entrevistadas señoras C y D de Bordenave, 10 de febrero de 2010. Balsa, Desvanecimiento, 2006, pp. 170-177. Balsa estudia "la educación de los hijos como factor de la urbanización", para el partido de Tres Arroyos, aunque citando también datos y estudios sobre otras zonas de la región pampeana, con el mismo resultado.

37 Señora Beti Braicovich, entrevista citada.

38 Entrevista a ex integrante de Hogar Rural, de inta Bordenave, señora B, 10 de febrero de 2010 realizada por Talía Gutiérrez.

39 Entrevista a extensionista Nelka Prochosky en inta Balcarce, 25 y 26 de febrero de 2010. Hasta 2010 estuvo a cargo de Prohuerta, había comenzado a trabajar en inta en 1967 en Rauch y al poco tiempo pasó a eea Balcarce. Se entrevista también a ocho de las señoras incoprporadas a Hogar Rural y Prohuerta en distintas épocas pero que aún están conectadas entre sí a través de la señorita Nelka y el Prohuerta; Balcarce, 25 y 26 de febrero de 2010, realizadas por Talía Gutiérrez. Balsa, Desvanecimiento, 2006, pp. 170177.

40 Nelka Prochosky, entrevista citada.

41 Entrevistas en Balcarce realizadas por Talía Gutiérrez a la siguientes personas: matrimonio de San Agustín (B y C), señora D que vive sola en su chacra, y se dedica a su quinta asesorada por el INTA, señora E que vive con su hijo ya grande en el campo. Algunas relatan los viajes a las convenciones Hogar Rural, única ocasión a veces para conocer otras zonas del país, lo cual se unía a las motivaciones propias de los clubes.

42 Entrevista a señora A, Balcarce, realizada por Talía Gutiérrez.

43 Entrevista a señora H, Balcarce, minifúndista, jefa de familia, beneficiaría de plan social, 25 de febrero de 2010, realizada por Talía Gutiérrez.

44 Entrevista a señora E, de Balcarce, pequeña propietaria, realizada por Talía Gutiérrez: "una vez que terminamos los mayores, me parece... que los jóvenes... que los jóvenes nadie le da por hacer nada, ni cocinar, ni hacer huerta".

45 Albaladejo, "Pampa", 2006, p. 35.

46 Balsa, Desvanecimiento, 2006, pp. 222 y 227.

47 Muzlera, Chacareros, 2009, pp. 67, 70.

48 Tort, "Enfoques", 2008, pp. 446-447.

49 Asuntos Agrarios, julio, 1958, p. 4, y Lázzaro, "Política", 2008, pp. 361-379.

50 Ministerio de Asuntos Agrarios, Resolución núm. 325, exp. 2710-2907/69, 2/9/1969. Informe sobre reglamento, plan y programas de estudio de 1969, encabezado, la frase es tomada de T. Amadeo al fundamentar el hogar agrícola pero sin indicar la cita exacta.

51 Ministerio de Asuntos Agrarios, Resolución núm. 325, exps. 2710-2907/69, 2/9/1969.

52 Provincia de Buenos Aires, Poder ejecutivo, Convenio marco Ministerio de Asuntos Agrarios y Dirección General de Cultura y Educación, 2007.

53 Entrevista a una empleada administrativa del Centro P. de H. A. de la población de Monte, abril de 2010, realizada por Talía Gutiérrez.

54 Reglamento interno, Instituto Superior Hogar Agrícola "Eva Perón", 1953, exp. 61635,53.

55 Ministerio de Agricultura y Ganadería, exp. 61267/953.

56 Instituto Superior del Hogar Agrícola "Ing. Agr. Tomás Amadeo", Plan de estudios, vigente desde 1967 (mimeo). Gutierrez, "Estado", 2008, p. 419.

57 Asuntos Agrarios, agosto de 1958, p. 5.

58 Ibid., pp. 5-6.

59 El predio, donación de la familia de Antonio Santamarina para realizar emprendimientos educativos, sufrió sucesivos traspasos y durante la última dictadura militar fue sede de la policía, desvirtuándose el espíritu inicial. Recientemente y ya durante gobiernos democráticos se instala el Instituto de Formación Técnica núm. 75, y a fines de 2011 se inauguró un Parque Botánico. Esta historia hace que quede poca información del efímero instituto Olivera.

60 Mora y Sumpsi, Desarrollo, 2004, p. 8.

 

INFORMACIÓN SOBRE LA AUTORA:

Talía Violeta Gutiérrez. Doctora en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Profesora Asociada en la Universidad Nacional de Quilmes. Profesora adjunta interina en la Universidad Nacional de La Plata. Investigadora del Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de la Universidad Nacional de Quilmes. Autora de artículos en revistas nacionales e internacionales, capítulos de libros, libros en coautoría y un libro sobre temas de su especialidad. Entre su publicaciones destacan: Education, agro y sociedad. Políticas educativas agrarias en la región pampeana, 1897-1955, UNQ, 2007; "Infancia desvalida y ruralismo. Proyectos de educación agrícola para la juventud, Argentina, primera mitad del siglo XX" en Lourdes Alvarado y R. Ríos Zúñiga (coords.), Grupos marginados de la educación, siglos XIX y XX, Centro de Estudios sobre la Universidad-UNAM, México, 2011, pp. 255-281.

 

ABOUT THE AUTHOR:

Talía Violeta Gutiérrez. Ph. D. in History from the Universidad Nacional de la Plata. Associate Professor at the Universidad Nacional de Quilmes. Acting Assistant Professor at the Universidad Nacional de La Plata. Researcher at the Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) of the Universidad Nacional de Quilmes. Author of articles in national and international journals, book chapters, co-authored books and a book on her areas of expertise. Major publications include: Educación, agro y sociedad. Políticas educativas agrarias en la región pampeana, 1897-1955, UNQ, 2007; "Infancia desvalida y ruralismo. Proyectos de educación agrícola para la juventud, Argentina, primera mitad del siglo XX" in Lourdes Alvarado and R. Ríos Zúñiga (coords.), Grupos marginados de la educación, siglos XIX y XX, Centro de Estudios sobre la Universidad-UNAM, Mexico, 2011, pp. 255-281.

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