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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.87 México sep./dic. 2013

 

Artículos

 

Emigración y actividad empresarial canaria en Cuba, 1850-1950*

 

Emigration and Canary Islands Entrepreneurship in Cuba, 1850-1950

 

Miguel Suárez Bosa y Francisco Suárez Viera

 

Fecha de recepción: noviembre de 2011;
Fecha de aceptación: agosto de 2012.

 

Resumen

Los emprendedores canarios contribuyeron a la construcción del tejido empresarial cubano mediante la creación y desarrollo de una gran variedad de empresas: pequeños propietarios agrícolas del tabaco, comerciantes internacionales, titanes del sector financiero y propietarios de centrales azucareros; otros terminaron especializándose en pequeñas empresas de servicios urbanos como la distribución de leche. En este artículo se analizan, en primer lugar, las migraciones canarias en el contexto de las cadenas migratorias atlánticas; en segundo lugar, se exponen los aspectos más importantes del desarrollo empresarial protagonizado por los emigrantes isleños en Cuba.

Palabras clave: Emigración; cadenas migratorias; empresa; Canarias; mundo Atlántico.

 

Abstract

Canary Island entrepreneurs contributed to the construction of the Cuban business fabric through the creation and development of a broad range of companies: small tobacco farmers, international traders, titans of the financial sector and sugar mill owners. Others ended up specializing in small urban service businesses such as milk distribution. This article begins by analyzing Canary Island migration in the context of Atlantic migratory chains. It subsequently presents the main aspects of business development involving Canary Island migrants in Cuba.

Key words: Migration; migratory chains; entrepreneurship; Canary islands; Atlantic world.

 

I. Introducción

Los canarios constituyen uno de los grupos étnicos más importantes de la sociedad cubana, pero su aporte no se ha reconocido suficientemente o se ha pretendido reducir al ámbito rural y de la actividad agrícola; concretamente, las iniciativas empresariales de los isleños (así se conoce a los canarios en la isla caribeña) apenas han sido tenidas en cuenta. Quizá el origen de este olvido se deba a que los investigadores han optado por especializarse en sectores de la economía poco propicios para la industrialización o, quizá, porque las empresas que se fundaron eran de pequeña dimensión, aunque esta fuera la forma empresarial predominante en Cuba.1

Precisamente, en este artículo sostenemos que en este tipo de economía de base agraria y en los servicios urbanos se debe tener en cuenta la importancia de las firmas pequeñas o medianas, en buena medida de carácter familiar, las cuales impulsan el crecimiento económico en algunas regiones de América Latina, como sostienen algunos investigadores especializados en la historia de la empresa latinoamericana.2

Sí parece haber consenso entre los especialistas que han tratado este tema en el que los naturales de Canarias fueron un elemento clave en las zonas rurales de la sociedad cubana; de ellos surgirá, con el paso del tiempo, lo que en Cuba se denomina guajiro, es decir, el peculiar campesinado blanco cubano. La bibliografía acerca del fenómeno es abundante y permite conocer relativamente bien sus características, pero se ha centrado especialmente en contabilizar los emigrantes o en señalar su destino y asentamiento; en menor medida, se han preferido otros temas como, por ejemplo, el mercado de trabajo.3

Por otro lado, la historia empresarial cubana está por hacerse, si bien algunas obras nos proporcionan información de empresas impulsadas por canarios,4 las cadenas migratorias vinculadas a empresarios isleños han sido estudiadas especialmente desde el campo de la antropología5 y, en menor medida, desde el de la economía.

El objetivo de este trabajo es rellenar este vacío concerniente a la actividad empresarial, es decir, presentar un panorama de la actividad de los canarios en Cuba desde la segunda parte del siglo XIX hasta mediados del XX. Ello respondería a una evidente relación entre inmigración y empresa, particularmente en América Latina, señalada por varios estudios.6

Metodológicamente, concebimos las migraciones más allá de la cuantificación, en un mero ejercicio de medir el volumen de emigrantes, evitando considerar a los emigrantes como "un conjunto o masa de individuos sin relación entre sí".7 El hecho migratorio no se contempla únicamente como una acción individual en el sentido del análisis económico del paradigma neoclásico, aunque, obviamente, entre las empresas creadas por canarios las hubo de carácter personal, pues, al fin y al cabo el empresario es un individuo.

No obstante, puede hablarse de la heterogeneidad del modelo empresarial isleño, el cual no sigue un único y definido patrón como sucede con otras comunidades emigrantes, más centradas en sectores muy concretos;8 al contrario, es variado, acorde con las actividades de los isleños. Las áreas más significativas de su actuación fueron las del azúcar, el tabaco y la distribución de abastos, actividad de ámbito urbano culminada con la gran expansión de principios del siglo XX en el sector lechero.

Una aproximación interdisciplinar es clave para entender la actividad empresarial de los emigrantes. Del lado de la historia económica y social es fundamental la teoría de la empresa que permite tener una perspectiva evolutiva de la misma: partiendo del entorno podemos analizar las iniciativas empresariales, o sea, describir, analizar y explicar la evolución de las empresas que los emigrantes fundan en el lugar donde se desplazan, insertas dentro del marco socioeconómico donde operan. Por su parte, la antropología nos facilita herramientas teóricas para analizar las redes migratorias y todo lo que de ellas se deriva. Asimismo, el uso de las fuentes orales permite valorar mejor los contactos familiares a ambos lados del Atlántico, como una pauta clave en las migraciones canarias.

Para realizar este estudio partimos del paradigma de migraciones transnacionales, por lo cual es conveniente utilizar la historia comparada (con la de otros países o regiones, en este caso) y ver el fenómeno migratorio como un hecho social, donde las redes sociales desempeñan una función primordial. Respecto a ello, conviene decir que la estrategia de los isleños que tuvieron éxito en la isla caribeña conllevó a la formación de redes migratorias empresariales organizadas a través de redes sociales, por lo que la solidaridad fue frecuente.

La perspectiva transatlántica nos permite describir la movilidad de los empresarios o administradores de las empresas, de los capitales, y de los trabajadores entre ambas orillas del océano, gracias al establecimiento de redes o cadenas migratorias. Paralelamente, aunque de manera secundaria, analizaremos el modo en que estos empresarios también fueron capaces de trasladar su actividad económica desde Cuba hacia Canarias. Sin embargo, no es fácil reconstruir la procedencia y la acumulación de capital, que podía proceder del ahorro, de los préstamos particulares o de los bancarios; asimismo, interesa conocer la transferencia de numerario, tanto a escala local como fuera de Cuba.

Las fuentes utilizadas en este artículo son de diferente naturaleza. En Cuba se han consultado los archivos provinciales de Matanzas y Cienfuegos; en Canarias los Archivos Municipal de Guía, el Histórico Provincial y el Diocesano; asimismo, se han utilizado las fuentes orales y fondos empresariales privados de Cabaiguán. La documentación utilizada se enmarca en el proyecto de investigación señalado en la nota al pie inicial.

Así, pues, en el primer apartado de este artículo ofrecemos una introducción sobre el tema. Posteriormente, en el II, se trazan las características fundamentales de las cadenas migratorias de la emigración canaria y su relación con la empresa. En los siguientes apartados se aborda la cuestión de las actividades empresariales, tomando como hilo conductor las cadenas migratorias formadas en los sectores económicos donde los canarios desarrollaron su actividad en Cuba: el tabaco en el apartado m, primero en su faceta cubana, tomando la referencia de la zona central de Cuba o Vuelta Arriba, y luego se menciona cómo dicha industria tuvo una cierta repercusión en las islas Canarias aprovechando sus impulsores la experiencia cubana. En el apartado IV se analiza la presencia en el sector azucarero, en su evolución del ingenio al central. En el v se aborda el creciente protagonismo de los empresarios canarios en algunas actividades empresariales del sector terciario o servicios urbanos, para finalizar con las conclusiones.

 

II. Cadenas migratorias y redes empresariales

En la centuria decimonónica no se pueden desligar las migraciones canarias de los grandes movimientos transoceánicos de traslado de contingentes humanos de Europa hacia otros continentes. Inclusive, se debe considerar que el proceso de formación de identidades transita también por las interconexiones sociales entre dos regiones alejadas, insistiendo en la conciencia de identidad étnica de los canarios en Cuba debido al carácter familiar que pervive en la emigración. Algunos autores han insistido en una línea similar de investigación poniendo de relieve la importancia de la escala local en la configuración de las cadenas migratorias, como alguna de las estudiadas en Canarias.9

Una sencilla aproximación a las distintas migraciones regionales hispanas en Cuba nos proporciona un elemento comparativo, pero teniendo en cuenta que no todas cumplían el mismo papel, ni estaban ubicadas en los mismos lugares. Por ejemplo, la catalana (20.34% del total peninsular/balear, aproximadamente, en el censo local de 1862) y la vasconavarra (7%), se ubican en La Habana ligadas a las actividades comerciales; por el contrario, los asturianos (20.35%) se concentraban en el interior dedicados al pequeño comercio y a las actividades artesanales, mientras que los gallegos (19.55%) optaron por la capital. Por su parte, los canarios sumaban 48 192 emigrantes en 1862, lo cual representa 41.5% del total hispano.10 Se sabe que los isleños experimentaron un gran quebranto económico al iniciarse la guerra del 98, por lo que muchos emigrantes optaron por alistarse en el ejército español o regresaron a Canarias rompiendo un fuerte vínculo con Cuba,11 pero muy pronto la existencia de familiares que quedaron en Cuba y el resurgimiento económico de la isla restableció los lazos migratorios.

En la introducción apuntamos que la estrategia de los isleños que tuvieron éxito en la isla caribeña conllevó, frecuentemente, la formación de redes económicas o empresariales organizadas a través de redes sociales; en muchos casos la solidaridad era evidente. Se configura así una red migratoria formada por familias, parientes y paisanos (filas étnicas), llamados por los primeros emigrantes y que terminaban conformando un enclave étnico en torno a los centrales azucareros o las vegas tabaqueras, de tal manera que millares de familias isleñas forjarían su destino en Cuba organizadas en torno a la prestación de servicios mutuos, herencia de las tradicionales juntas comunitarias frecuentes en la sociedad campesina canaria.

Cómo se ha dicho, los emigrantes canarios conformaron cadenas o redes migratorias a lo largo de los siglos, cuyo origen se puede remontar a la conquista, por lo que consideramos este concepto como una herramienta metodológica válida para este estudio.12 Por ello, es sugerente la aseveración de que "a partir del momento en que una determinada región en desarrollo se organiza en un núcleo poblacional de inmigrantes con un origen común, se incrementa la corriente del mismo tipo y hacia el mismo lugar".13 Para la historiografía actual, en el caso de la emigración canaria a Latinoamérica, la cadena migratoria es en realidad un mecanismo que pone en funcionamiento el mercado de trabajo atlántico.

Desde el punto de vista económico, las redes reducen los costos y el riesgo de emigrar e incrementa las expectativas de ingreso neto; en realidad constituyen una forma de capital social que posibilitaba acceder a oportunidades alternativas a las del lugar de origen; e incluso, permitía evitar situaciones agraviantes en destino, comunes a mediados del siglo xix, como demuestra la literatura sobre el tema.14 Esta situación de sobreexplotación la podemos comprobar, también, en el caso de los canarios que emigraron. En efecto, muchos lo hicieron bajo el régimen de contrata, es decir, que un empresario o la misma Real Junta de Fomento en Cuba pagaba el viaje de desplazamiento a la isla a cambio de una cantidad de horas de trabajo en sus propiedades. Este sistema de contrata, muy dado a los abusos, era temido por los emigrantes, pero dado la depauperada situación social en Canarias, se tornaba en muchas ocasiones la única oportunidad de escapar de la miseria económica en que se encontraban las islas. Sin embargo, como se ha podido constatar en Matanzas, la presencia de un familiar decidido a ayudar a sus congéneres en el lugar de destino podía liberar al emigrante de este poco atractivo régimen de trabajo.15

Los intercambios de población entre Canarias y Cuba se estudian en este artículo como un hecho migratorio abordado más allá de la mera cuantificación, de tal manera que no nos limitamos "a medir el volumen de emigrantes, considerándolos como si fueran una unidad discreta, aislable, o sólo como un conjunto o masa de individuos sin relación entre sí".16 La emigración canaria se conforma a lo largo de los siglos con una serie de características identificables: el carácter familiar de la misma, el prestigio del canario en América en cuanto trabajador eficaz, y la constancia de lugares de destino en Cuba. Desde la colonización hasta el siglo XIX el papel de la institución familiar es importante; como han demostrado diversos análisis, no tiende a desaparecer. La familia desempeña un papel clave en la conformación de empresas, en este proceso es importante considerar el fenómeno descrito en el llamado "modelo de rol".17

Las investigaciones más recientes inciden en la aportación que los migrantes pueden hacer a las economías tanto de los países emisores como de los receptores.18 El colectivo migratorio tiene un comportamiento emprendedor muy acusado, capaz de generar nuevos negocios y de multiplicar la generación de empleo. Para ello, la experiencia y el conocimiento con que cuenta un emprendedor son clave, estando estos factores vinculados a contactos que previamente se hayan establecido con otros emprendedores. Según la teoría del "modelo de rol" o de la imitación, las personas que rodean a un individuo condicionan su actividad, de ahí la influencia que ejercen las familias emprendedoras sobre los vástagos de las mismas.19 Este contacto interpersonal e intergeneracional ayuda a entender la configuración de redes migratorias, empresariales y de financiación.20

No sólo es importante explicar por qué existen los grupos empresariales, también es necesario analizar cómo surgieron se desarrollaron, y de qué manera los actores económicos fueron construyendo sus alianzas o movilizaron sus recursos a través de redes de contacto, que pueden ser sociales o económicas. En este sentido, es útil el concepto de redes migratorias.21

La procedencia del capital para financiar un negocio podía tener su origen en el ahorro, en los préstamos particulares o en los préstamos bancarios.22 Se ha podido constatar que los isleños utilizaban las redes familiares como forma de financiación, como hemos podido constatar en algunos casos. Por ejemplo, Eulogio Crespo, que llegaría a fundar una importante entidad bancaria (como se analiza en el apartado III), comenzó su primer negocio de distribución textil con ayuda de su hermano, que tenía una tienda de abastos; asentado en el entorno de las vegas tabaqueras de Cabaiguán, inició su andadura financiera guardando los caudales de sus paisanos tabaqueros en la caja de seguridad de su pequeño establecimiento. Con el tiempo, Crespo financiaría las actividades de otros isleños, los cuales solicitaban préstamos para plantar caña, tabaco, realizar obras de construcción o abrir nuevos negocios. Cuando se funda el Banco Crespo en 1938 estas actividades serán considerablemente ampliadas.23

Lo cierto es que los isleños acumularon tierras y medios de trabajo con un incremento del capital que les permitió formar empresas agrarias e invertir en otros sectores, es decir, que les otorgó el ascenso social; también sucedió al contrario como se atestigua en los ingenios de Cienfuegos, varios de los cuales tuvieron como inicio una tienda de abastos regentada por canarios.24 Hay, pues, transferencia de capital, tanto a escala local como fuera de Cuba.

Por otra parte, las remesas, junto con la llegada de los exitosos indianos a Canarias, constituyen una de las claves que explican el surgimiento y consolidación de cadenas migratorias, uniendo ambas orillas del Atlántico. En algunos casos podemos explicar el inicio de las mismas a través del éxito empresarial de algunos emprendedores isleños, como es el caso de Federico Almeyda o Suárez Galbán. Este modelo, el de un isleño que logra triunfar económicamente en Cuba, que regresa a las islas y realiza inversiones portentosas y, también, contrata a paisanos para sus explotaciones en la isla caribeña Cuba bajo su amparo, es posible que no sea dominante durante parte de la historia migratoria canario-cubana, pero es un modelo real.

Las pequeñas empresas podían contribuir a consolidar la emigración como fuente de éxito. Es el caso de la iniciativa Salomé Oliva Oliva: en 1891, como apoderada de sus hermanos Feliciano y Juan Oliva Oliva, residentes en Guásimas, obtuvo autorización de los mismos para adquirir propiedades en Canarias. Salomé compra derecho al uso del agua por un valor de 335 pesetas, que paga con moneda de plata enviada por sus hermanos. Estos darán el salto de peones jornaleros al de pequeños aguatenientes gracias a su capital cubano, una figura de gran éxito empresarial en las islas.25

Los estudios más recientes sobre redes migratorias han demostrado que pueden constituirse a muy pequeña escala o local. En el apartado dedicado al empresariado canario en Cienfuegos, queda constatado cómo estos emprendedores supusieron el primer eslabón de una larga cadena de empresarios isleños y de redes migratorias de pobres campesinos, que desde las islas marcharon a Cienfuegos con el objeto de trabajar en los ingenios. A medida que el área central de Cuba desarrolló su potente actividad azucarera, las cadenas migratorias se extienden por toda la región, pudiendo reseñarse, entre otras muchas, la que vinculaba la localidad canaria de Agüimes con Santa Clara.26 Vínculo que, con el tiempo, acabó incluyendo a toda la fachada oriental de Gran Canaria.

En resumen, la establecida entre Canarias y Cuba es una macrocadena migratoria, gigantesca en cuanto a las personas implicadas a la par que extremadamente longeva, pues abarca desde la colonización de Cuba hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, la precisión obliga a desmontar esa cadena en múltiples piezas, pues es a escala local donde se encuentran algunas de las claves fundamentales que unían ambas comunidades insulares. Este proceso será analizado en los apartados siguientes.

 

III. El tabaco: empresas y empresarios canarios

Quizá sea en el subsector tabaquero donde se haya profundizado más en cuanto a la contribución canaria a la economía cubana, aunque habría que constatar si es cierto el tópico de que los canarios no fundaron empresas en la industria tabaquera en Cuba, lo cual contrasta con la evidencia de que fueron retornados los que implantaron esta industria en Canarias, cosa difícil de entender sin una experiencia colectiva previa. Algunas investigaciones recientes ponen de relieve su importancia como vegueros (cultivadores) o dueños de chinchales (pequeñas industrias).27

Hay noticias de la temprana conexión de los canarios con la cultura de este cultivo. Por ejemplo, los responsables de la Factoría Real, en las visitas que efectuaron funcionarios de la misma para fomentar y modernizar el cultivo en las zonas tabaqueras, aseveraban que esta actividad era efectuada en el "occidente y centro, la realizaban básicamente inmigrantes procedentes de las islas Canarias".28 En este punto podemos comprobar que la cadena migratoria tabaquera canario-cubana ya había comenzado.

En Cuba generalmente se constata una separación de los ámbitos agrícola e industrial del tabaco. No es algo privativo del caso cubano, pues en otros países donde regía la libertad de cultivo y comercio, como República Dominicana, el cultivador tampoco se muestra interesado en entrar en el ciclo de la manufactura. En el caso cubano, se trata de un rasgo tradicional inducido por las condiciones propias del cultivo y la forma de comerciar con el producto, lo que dificultó que muchos vegueros diversificasen su actividad.29

A principios del siglo XIX, una vez suprimido el monopolio estatal del tabaco, varios canarios establecieron chinchales o pequeños talleres donde se elaboraba tabaco, de tal manera que en los Libros de matrícula de fabricantes de tabaco de ha Habana (1818-1826) se da noticia de los talleres de su propiedad, contabilizándose 26 inscripciones.30 El capital podía proceder tanto del ahorro como de préstamos hipotecarios, según diversos testimonios y otras investigaciones realizadas tanto en la zona de Vuelta Abajo (Pinar del Río), La Habana y su comarca, así como en el área central (Placetas o Cabaiguán). La forma de organizar el trabajo, basada en muchos casos en cuadrillas heredadas de las juntas comunitarias canarias, ayuda a comprender el carácter familiar de la migración al sector: se sabe que el guajiro, propietario o arrendatario, sí disponía de tierra, empleaba a partidarios, en su mayoría paisanos, familiares y vecinos de su comarca de origen.31

Se podía encontrar isleños fabricantes de tabaco por toda la isla. Por ejemplo, había gran número de fábricas en la zona centro de Cuba propiedad de los isleños, especialmente en Cabaiguán, donde se ha registrado su presencia como propietarios de pequeñas tabaquerías o chinchales integrados en el Sindicato de Tabaqueros que se fundó en 1936. Eran de su propiedad fábricas como El Guanche, Lucumí, Teide, Dorta, Nicaper, Vargas y, especialmente, Bauzá y Yanes. Esta última, propiedad del palmero José Yanes Barreto en sociedad con don Juan Bauzá Vilela, llegó a emplear hasta 400 obreros, siendo la mayor fábrica de tabaco fuera de La Habana. Asimismo, ambos eran socios-propietarios del Banco Prieto Yanes ubicado en dicha localidad.32

El negocio tabaquero es una empresa atlántica y como tal funcionó en los dos sentidos. Aquellos canarios expertos en el cultivo y elaboración de tabaco constituyeron un factor importante para el desarrollo del cultivo en Cuba; y, a su vez, los isleños asentados en Cuba y retornados se atrevieron, en la segunda mitad del siglo XIX, a implantar la producción de tabaco en Canarias, especialmente en La Palma.

Sería un palmero, Juan Cabrera Martín, uno de los primeros en tener éxito en tal empresa,33 aunque sus comienzos no estuvieron vinculados al mundo del tabaco sino al del transporte marítimo. Su padre, Buenaventura Cabrera, era un pequeño armador dueño de varias embarcaciones dedicadas a la pesca en la costa de África, pero en 1847, ante la situación poco boyante de la economía isleña, decidió venderlos y con la goleta de su pertenencia, La Africana, marchó a Cuba con las bodegas cargadas de cebollas, un producto que era parte de la dieta básica de los canarios en Cuba, constituyendo un rublo importante de las exportaciones de Canarias al Caribe. Con el tiempo, Buenaventura le pidió a su hijo para que le ayudara con el negocio.

La muerte de Buenaventura dejó a su hijo Juan al frente de la familia, aunque debió comenzar su andadura en los escalafones más bajos de los barcos de transporte cubano. En la empresa de Nicolás Martínez Valdivieso logró el joven Cabrera Martín un ascenso muy rápido, hasta convertirse en capitán de la goleta Castilla; consiguió así realizar su primera acumulación de capital transportando azúcar desde los puertos interiores de la isla y materiales para la construcción de ferrocarriles. Regresó a La Palma en 1863 y, con el dinero ahorrado en Cuba, fundó un primer negocio de comercio de bienes, ampliándolo progresivamente a escala local. Con sus conocimientos del mundo naviero, llegó a convertirse en agente de las principales compañías que operaban en las islas, a tal punto que en 1916 su actividad abarcaba varias representaciones en este campo: la Compañía Transatlántica de Vapores, la alemana Woermann Linie, la Compañía de Vapores Interinsulares y la Empresa de Sobrinos de Herrera en La Habana.

Cabrera Martín dio entonces el salto a la empresa tabaquera en la isla de La Palma. Fundó la fábrica La Africana (nombre de claras reminiscencias familiares), la primera del archipiélago. En sociedad con otro ilustre canario asentado en la Gran Antilla, Luis Felipe Gómez Wangüemert, comenzó a fabricar labores de tabaco de gran calidad. Aprovechando sus contactos internacionales, exportó sus productos a América del Sur, a los puertos más importantes de África e incluso a Europa. Es, pues, un ejemplo paradigmático de plena inserción en la red económica del Atlántico.

Por su parte, Luis Felipe Gómez Wangüemert34 es un caso un tanto atípico de hombre de negocios involucrado en la actividad cultural. Responde a lo que se conoce como "un hombre de letras", ya que el periodismo fue su ocupación principal durante su estancia en Cuba. Natural de Los Llanos de Aridane, en la isla de La Palma, emigró a Cuba en 1882 a la edad de 20 años, logrando asentarse en la provincia de Pinar del Río. Colaboró de forma activa con el bando español durante la guerra de Independencia cubana, aventura que más tarde le ocasionó serios problemas: habiendo sido nombrado cónsul honorario en La Palma, el Senado cubano le retiró el cargo después de llevar a cabo una investigación sobre su actuación durante la guerra de Liberación.

Durante sus viajes de retorno a La Palma tuvo oportunidad de crear empresas tabaqueras en esa isla, gracias a la experiencia acumulada en Cuba. Lo vimos de copropietario de La Africana, pero posteriormente fundó su propia compañía tabaquera, la Flor de La Palma, con la que desarrolló de manera paralela una curiosa actividad literario-económica: financiaba y escribía en el periódico El Tabaco, especializado en esta materia.35

Al contrario que su anterior colega de negocios, Wangüemert mantuvo un estrecho vínculo con la isla de Cuba. Allí residía en la década de 1920, impulsando actividades en el seno de la comunidad canaria. Por ejemplo, fue presidente de la sección de Propaganda de la Asociación Canaria en la isla antillana, y como tal desempeñó una labor sociocultural muy importante. Esta vocación le llevó a ocupar regularmente varias páginas de la revista Tierra Canaria36 órgano de expresión de dicha asociación. Asimismo, participó activamente en los principales actos de las distintas asociaciones isleñas, algunos con fuerte matiz nacionalista.37 No en vano, Wangüemert tuvo una implicación importantísima en el movimiento nacionalista canario al dirigir el periódico El Guanche durante su andadura en los años veinte, y al fundar en 1926 la revista Patria Isleña.38

Aunque su actividad no fue específicamente la elaboración tabaquera, incluimos en esta cadena, a Antonio Crespo, oriundo de la isla de La Palma. Si bien su mayor éxito empresarial se produjo en la banca, su negocio estuvo ligado al tabaco y lo ejerció en una de las principales zonas de su cultivo, la zona central de la isla, especialmente en el área de Cabaiguán, lugar que cobijó al mayor contingente de emigrantes canarios. La actividad la inició su hermano, que un día de enero de 1884 emigró a Cuba entrando por el puerto de Caibarién para terminar estableciéndose en el pequeño poblado Placetas, donde trabajó en vegas de tabaco y otras labores agrícolas. Allí conoció a un asturiano, Faustino Cibrián, con quien puso en marcha un pequeño negocio de venta de víveres financiándolo con sus ahorros.

En efecto, el futuro estaba en Cabaiguán, por donde pasaría (desde 1902) el ferrocarril central de Cuba. Allí se habían trasladado un buen número de canarios ante las perspectivas que ofrecía sus feraces tierras para la agricultura, especialmente la del tabaco. En esta localidad Antonio Crespo puso en marcha el negocio La Estrella, un establecimiento dedicado a la venta de productos de ferretería, materiales de construcción y víveres. En 1903 comienza su labor prestamista concediendo un préstamo de 153 pesos a uno de sus paisanos; a partir de ese momento financió las múltiples actividades empresariales de los isleños en la zona.39 Hacia 1921 la sociedad entre Faustino Cibrián y Antonio Crespo se divide, pues el socio asturiano decide regresar a su tierra; repartieron los bienes equitativamente y la tienda quedó en manos de Antonio Crespo. Más tarde, Antonio Crespo se unió con los comerciantes Collía y Peláez en la Sociedad Collía, Peláez y Co., continuando con las mismas actividades que la anterior.

Otro hermano, Eulogio Crespo Guerra, fue solicitado por Antonio quien se desplazó a Cuba y terminaría por abrir su propio negocio de textiles en 1911, en la calle principal de Cabaiguán, al que puso el nombre Islas Canarias. Con préstamo monetario de su hermano Antonio edificó una tienda con paredes de madera y techo de tejas, a la que fue surtiendo de telas, tejidos para niños y adultos, una sastrería y sombrerería, así como un pequeño taller para arreglo de equipos eléctricos —radios y televisores— que posteriormente daría lugar a la Crespo Eléctric.

El establecimiento se fue convirtiendo también en casa bancaria, donde los numerosos campesinos canarios podían depositar ahorros y, a su vez, les concedía préstamos para sus explotaciones tabaqueras y sus viviendas. Surge así el Banco Crespo con sucursales en Placetas, Sancti Spíritus y Yaguajay, hasta llegar a ocupar, por sus depósitos, el número 29 de los de Cuba y formar parte de la Asociación de Bancos de Cuba. Sus clientes principales fueron ganaderos (16%), cosecheros y almacenistas de tabaco (24%). Hoy día se denomina Banco de Crédito y Comercio, tras su nacionalización después del triunfo de la revolución cubana.40

 

IV. El azúcar: ingenios, centrales y colonos

Los primeros empresarios isleños del azúcar y los ingenios de Cienfuegos

La actividad económica que ha marcado el devenir de Cuba es la relacionada con el cultivo de la caña de azúcar, aunque la estructura productiva ha variado a lo largo del tiempo. Los primeros ingenios de la isla datan de mediados del siglo XVI y a ellos estuvieron vinculados los primigenios pobladores canarios de Cuba, dado que estos realizaban labores de especialistas en el trabajo de las plantaciones; para ello se valieron de su experiencia, pues Canarias fue uno de los lugares donde se experimentó el cultivo del azúcar antes de su traslado al nuevo continente. Sin embargo, no podemos afirmar por ahora que surgieran por entonces los empresarios isleños vinculados a este sector, pero sí parece haber constancia de que durante el siglo XVIII y casi todo el XIX ocuparon por lo general posiciones intermedias dentro del ingenio: mayorales, encargados de la siembra, carreteros.41

Nuestra investigación nos permitió detectar que ya en la primera mitad del siglo XIX hubo propietarios azucareros canarios en el área central de Cuba 42 como es el caso de la familia Suárez Martínez. En efecto, Agustín Suárez43 y Rosalía Martínez constituían un matrimonio canario dedicado al pequeño comercio en Santa Clara. En 1823, al calor de la expansión colonizadora protagonizada por los franceses en la provincia de Cienfuegos, se trasladaron al entorno de la Bahía de Jagua donde expanden sus pequeños negocios, a la par que adquieren sus primeras fincas. A la muerte de Agustín, Rosalía Martínez se encargó de fundar el ingenio Nuestra Señora de Dolores, en 1838.

Por esas fechas, Marcos Gil44 adquirió grandes propiedades en la zona de Cienfuegos, las cuales destinó a la cría de ganado para suministrar bienes de primera necesidad a la creciente población de dicha localidad. En esta línea, José Quesada45 dio el salto desde el pequeño comercio al negocio azucarero al fundar en 1840 el ingenio Santa Rosalía. Compró extensas tierras en los alrededores del mismo, estableciendo vínculos con empresas estadunidenses, como la sociedad Atkins & Company de Boston.

En la misma zona, Antonio Casanova46 empezó como pequeño comerciante de productos agrarios, pero con el tiempo se especializó en la distribución de productos madereros y, con otros socios, llegó a crear una auténtica empresa industrial con su máquina de cortar madera. En torno a 1850 adquirió tierras excelentes en la provincia y fundó el ingenio San Antonio del Tanteo.

Otros ejemplos destacables son los de Salvador Villareal, propietario del ingenio San Antonio, empresa que fundó a partir de 1840 con capital propio, y a la que consiguió dar un valor de 80 000 pesos oro, a la par que procreaba trece hijos en su tierra de acogida. Podemos citar también a Francisco Santos, quien junto a su hermano Arturo levantó el ingenio Encarnación en 1855 en la localidad de Corral de Santa Lucía, el cual llegó a valorarse en 100 000 pesos oro y cuya actividad se basaba en el empleo de mano de obra esclava, cuya utilización permanecía en esta época. También podemos mencionar a Domingo Roldán, cuyo ingenio Cabaña estuvo en funcionamiento entre 1842 y 1880. En total, en la década de 1850 había seis ingenios en la provincia en manos de canarios. Pasado el tiempo, en las últimas décadas del siglo XIX, el central se convirtió en la unidad fundamental de la cadena productiva del azúcar. Se diferencia del ingenio porque en los centrales se produce la separación empresarial y geográfica del proceso productivo, aspectos que anteriormente estaban unidos, así como una mayor tecnificación.

Encontramos dos tipos básicos de centrales a lo largo del periodo analizado. Los primeros son continuación de los ingenios existentes desde el siglo XVIII, los cuales pudieron transformarse en centrales gracias al esfuerzo de la burguesía criolla; fueron producto de una evolución centenaria que va del trapiche al central. El segundo grupo de centrales, fundamentalmente obra y propiedad de empresas estadunidenses, conforman nuevas unidades dotadas de las técnicas más modernas, tenían gran capacidad productiva y serían hegemónicos para la segunda década del siglo XX. Si bien los canarios no fueron los mayores productores de azúcar, hubo propietarios de centrales, incluso algunos de gran tamaño, repartidos en todas las zonas geográficas de la isla, como veremos en el siguiente apartado.

Para entender las actividades de los canarios en el sector, refirámonos ahora a la institución del colonato. La abolición de la esclavitud condujo no sólo a la asa-larización de la mano de obra, sino también a la descentralización de la oferta de caña, la cual fue quedando progresivamente en manos de cultivadores, independientes en diferente grado, llamados colonos. El colonato es la principal novedad de la estructura social cubana, siendo la institución socioeconómica que impulsó la transición hacia nuevas relaciones de producción capitalista en el agro cañero, al representar una de las estrategias productivas más adecuadas para solucionar los problemas surgidos después de la emancipación esclava; era esencial en la movilización de nuevas fuentes de mano de obra y de capital.47

El colonato podía ser interclasista: había un grupo muy numeroso de pequeños colonos (los que producían alrededor de 30 000 arrobas de caña por zafra) y campesinos que trabajaban la tierra en unión de sus familiares. Por otra parte, encontramos a los grandes colonos, componentes de la gran burguesía agrícola. Podían tener estrechas relaciones entre sí, pues muchos campesinos trabajaban en tierras arrendadas a los grandes propietarios; también solían recibir préstamos de estos. Los centrales dependían, en buena medida, de la producción de caña de los colonos, que le suministraban una parte de sus necesidades de materia prima. En el caso concreto de los canarios, su presencia en esta actividad queda demostrada en investigaciones sobre centrales como el Lugareño (Camagüey), Chaparra y otros de la zona oriental de la isla, un área especialmente bien estudiada, donde familias de raíz isleña eran propietarias de colonias cañeras para el abastecimiento de los centrales.48

Los colonos tenían también una contribución importante en la actividad agropecuaria de abastecimiento, aunque sólo en la parte ligada al sector azucarero, especialmente en el área oriental de Cuba con sus vastas explotaciones y adecuado clima. En las mismas criaban abundante ganado bovino, destinado por un lado a la producción de leche y carne y, por otro, a la ayuda en el trabajo de la caña; también a la recolección de leña para vender en los núcleos urbanos.

Durante los meses del "tiempo muerto", el que queda entre zafra y zafra, los colonos cultivaban maíz en sus terrenos, con el que obtenían el nutritivo gofio,49 así como un excedente de alimentos suficiente para intercambiar o vender para conseguir otros productos.50 Como puede observarse, la producción de este género no estaba separada del ciclo productivo azucarero. El éxito del gofio en Cuba fue tal que surgió una rama de empresas isleñas dedicadas a su producción y venta, como fue el caso de Bruno Alvarado y la fábrica de molienda denominada La Lucha.51

Una considerable cantidad de campesinos canarios, o de sus descendientes, se dedicaban a sembrar productos agrícolas de fácil aceptación y con amplias posibilidades de transporte. Se especializaron en hortalizas y granos, la gran pasión de los cubanos, y continuaron así una tradición campesina muy arraigada en Cuba y Canarias. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, estos agricultores, con sus relativamente pequeños conucos, sitios y estancias en régimen de arrendamiento o propiedad, desempeñaron un papel relevante no sólo en el abastecimiento de los centrales, como quedó establecido anteriormente, sino también en el de las ciudades.

Su vinculación con el negocio azucarero podía ser indirecta, de tal manera que en las zonas occidentales tendían a ocupar territorios degradados por la actividad azucarera, en los que cultivaban maíz y apacentaban ganado vacuno con el fin de suministrar leche a las urbes, así como forraje para los caballos. Conformaban un cinturón de producción de abastos, especialmente importante en el caso de La Habana,52 desde el cual emergerán algunos de los más importantes empresarios isleños vinculados al sector lechero (véase el apartado V).

Un salto empresarial complicado: los centrales azucareros en manos de canarios

Los centrales constituían una importante infraestructura que requería enormes inversiones de capital, por lo que la producción fue concentrándose cada vez más en manos estadunidenses. Pero aunque minoritarios, también hubo canarios propietarios de grandes centrales. En la zona oriental de Cuba se han documentado diez centrales que fueron propiedad de canarios: uno del tenerifeño José Tavío Sierra, y el resto de los grancanarios Federico Almeyda (dueño de cinco), la Familia Cruz, García & Fiol, Miranda y la Compañía Azucarera Canaria (central San Germán).

Este aspecto nos interesa especialmente porque podemos documentar la existencia de redes económicas. A principios del siglo XX un grupo de canarios decidieron crear un central junto a la cuenca del Río Cauto (en la parte oriental de la isla), fundando la Compañía Azucarera Canaria, S. A., presidida por Rafael Domínguez Domínguez, vecino de San Luis. En 1916 una empresa maderera alemana, propietaria de un aserrío en la cuenca del río, vendió todas sus propiedades a la empresa canaria. En aquel momento las instalaciones madereras comprendían una casa y taller, la casa de vivienda del administrador del aserrío, una casa cantina y fonda, una casa para la guardia rural, una panadería, siete casas de empleados y dos barracones, cuatro calderas, dos sierras y otras instalaciones. En 1917 los canarios construyen el central, con una capacidad de molienda de 240000 arrobas. Su primer administrador fue Francisco Alba Gómez,53 pero esta empresa industrial fracasa en 1920, viéndose obligados sus propietarios a vender el central a una compañía de capital cubano. Los nuevos propietarios le cambiaron el nombre por el de San Germán, pero también debieron traspasarla, en este caso al Chass National Bank (en 1922), a través de la compañía azucarera estadunidense Fidelity Sugar Company.

La iniciativa de aquel grupo de empresarios canarios dejó como herencia el central San Germán (actualmente nombrado Urbano Noris), que ampliado y mejorado se le considera como uno de los mayores de Cuba. Muchos se asentaron en el territorio aledaño al central, al calor de la industria fundada por sus paisanos, un grupo importante continuó residiendo en el lugar. Hoy en día viven en el batey 48 descendientes, y es previsible que otras familias de ese origen residan en los campos aledaños.54

Un caso destacado de propietarios de centrales era Federico Almeyda (o Almeida) Cauvín,55 que se asentó en la zona oriental de la isla, junto con familiares, y fundó varias empresas. Natural del municipio grancanario de Moya, viajó a Cuba junto a una familia de vecinos de Teror. De colono pasó a ser administrador y codueño del central Hatillo (San Luis, cerca de Santiago de Cuba), para comprarlo en 1912, venderlo en 1920 y adquirir a continuación el central Santa Ana, del que se deshizo antes del crack de 1929. También era dueño de dos más, el Unión y el Baltony, así como compañías agrarias, de tal manera que se le puede considerar el mayor latifundista de la zona del valle central de Santiago de Cuba. Asimismo, fue propietario de importantes almacenes en la bahía santiagueña.

Diversificó sus iniciativas con empresas de servicios, panaderías y hoteles; asimismo, adquirió propiedades en Canarias con los capitales repatriados. Efectivamente, Federico Almeyda viajó varias veces a su isla natal para contratar trabajadores, a la par que realizar obras benéficas en su municipio natal, por lo que desempeñó un papel fundamental en la consolidación de una red migratoria que vinculaba el noroeste de Gran Canaria con la zona azucarera de San Luis de la Enramada.

En Cuba se encumbró socialmente formando parte de la Asociación de Colonos y Hacendados de Cuba, llegando a emparentarse con el presidente Mario García Menocal, del cual era compadre. Sus relaciones con los gobiernos le permitieron llevar a cabo políticas colusivas, es decir, manejaba sus influencias en la administración para conseguir sus propios objetivos. No es extraño, por tanto, que Federico Almeyda se convirtiese en un potentado del área oriental de Cuba. Como tal, y con el fin de expandir su imperio agrícola, no dudó en entrar en conflicto con los pequeños campesinos del llamado Realengo 18, los cuales protagonizaron una de las más aclamadas luchas contra la oligarquía azucarera cubana de la era prerrevolucionaria.56

No obstante, sus métodos empresariales no fueron del agrado de todos: por ejemplo, no despreciaba el soborno si así lograba alterar un proceso judicial en su beneficio, o la usura.57 Ello se demuestra con el siguiente ejemplo: en 1899 presta 34 pesos duros a Juan Meló Pérez, residente en aquel momento en Gran Canaria, padre de María del Pino Meló Morales, casada con uno de los familiares de Almeyda. El dinero iba destinado a apremiantes compromisos, pero fue prestado con 10% de interés. En 1902, la deuda ascendía a 1 100 pesos, y Almeyda apremiaba a Juan Meló para que los devolviera en un plazo de seis meses, o de lo contrario confiscaría tierras, casa y estanque que Meló poseía en Canarias. En 1903, Meló falleció y Almeyda se apoderó de sus propiedades en las islas.58

Algunos centrales, administrados durante un tiempo por canarios, ejercieron una poderosa atracción sobre la inmigración isleña. Aunque muy pocos tuvieron cabida en la elite de poder y administración de la industria azucarera, muchos lograron ocupar determinados puestos de relieve y un número mayor llegó a desempeñar cargos relativamente importantes en el ámbito de la producción directa: ejercieron funciones de capataces, jefes u oficiales de campo, encargados de determinadas áreas como las calderas, taller, etcétera.59

Para concluir este apartado, vamos a comentar los casos más significativos de la extensa nómina de los canarios dueños de centrales. José Tavío, un natural de Arona en Tenerife, era colono del central Santa Regina, en Campuchuela. Sus posesiones ascendían a 43 caballerías en las que producía 30 000 arrobas de azúcar. Tavío, como otros empresarios del sector azucarero, diversificó sus actividades hacia la ganadería y el préstamo. Al igual que Almeyda, invirtió parte de sus beneficios en Tenerife para hacerse de cuantiosas propiedades: 34 en Arona, cinco en Adeje y siete en Vilaflor. Viajaba frecuentemente entre Arona y Cuba y tenía un gran aprecio por el trabajo de sus paisanos, llegando al extremo de visitar el campamento de Triscornia para sacarlos de allí y darles empleo.60

Es importante la figura de Tomás Felipe Camacho por su significado y conexiones con el poder político y económico, especialmente durante el machadiato. Natural de la isla de La Palma, en 1905 partió para Cuba en donde se graduó en Derecho por la Universidad de La Habana. Contrajo matrimonio con la hija del tenerifeño Domingo León, propietario de varios centrales azucareros, y se inicia en la abogacía como representante de su suegro en Sagua la Grande; en 1918 instaló en la capital el denominado "Bufete Camacho", actuando como exitoso abogado. Se lo consideraba uno de los hombres más acaudalados de Cuba ejerciendo su labor en instituciones como el Fondo Especial de Obras Públicas del gobierno de Machado; fue dirigente de la Asociación de Hacendados y Colonos de Cuba y presidente de la Asociación Canaria, etc. Como botánico creó el hoy conocido Orquideario de Soroa.61

Un caso singular es el de José Cabrera Díaz. Este ilustre canario había sido el impulsor en Canarias de la Asociación Obrera Canaria en 1901, la cual presidió. Oriundo de Santa Cruz de Tenerife, cursó los estudios primarios en su ciudad natal y los de bachillerato en Santa Cruz de La Palma. Perseguido en su tierra natal a causa de sus ideas societarias, optó por emigrar a Cuba donde lo acogió la colonia canaria. En 1924 fundó con otros paisanos el Partido Nacionalista Canario (PNC) en La Habana, mismo que presidió. En Cuba conoció a Andrés Gómez Mena, rico hacendado y dueño de importantes explotaciones, quien lo contrató para administrar sus negocios. Pronto ascendió a jefe de la oficina del central Mercedita, pero decidió invertir las ganancias obtenidas para establecerse por su cuenta en los negocios de la caña de azúcar.

Con la intención de impulsar tanto el PNC como el Ateneo Canario de Cuba, entidad ideada para promover la cultura entre los canarios asentados en la Gran Antilla, viajó a Estado Unidos en 1924 para constituir diversos comités. Su interés por extender la cultura lo llevó incluso a promocionar actividades en la compañía azucarera donde trabajaba. Fundó el Club Merceditas en el central del mismo nombre, donde se impartían conferencias, se celebraban conciertos o recitales y se creó una biblioteca. El club contaba con una revista, Cúspide, que editaba y dirigía el propio Cabrera Díaz.62

Antes de concluir este apartado dedicado al negocio azucarero, conviene recordar que así como sucedió con el tabaco, también cabe la posibilidad de que la experiencia colectiva de trabajadores y empresarios canarios en Cuba permitiesen el trasplante de dicha actividad a las islas, a tal punto de que tuvo un segundo período de auge en Canarias, dando lugar a un modelo económico precisamente conocido como "modelo cubano".63

 

V. Los empresarios urbanos: comerciantes, banqueros, lecheros y bodegueros

Las principales ocupaciones de los canarios eran las actividades tabaquera y azucarera, pero entrado el siglo XX los servicios urbanos fueron un campo donde pequeños o medianos empresarios isleños tuvieron protagonismo. En efecto, muchos canarios, tras años de trabajo y ahorro, invertirían en el establecimiento de pequeñas empresas (lechería, restauración, comercio o pequeños establecimientos conocidos como bodegas) formando importantes redes económicas.

De una muestra de 193 casos disponibles para empresas fundadas por isleños en las zonas de La Habana, Cienfuegos y Cabaiguán,64 sólo 37 (19-1%) son de tipo agrícola, mientras que 128 aparecen en el sector terciario (66.3%), donde los grupos más destacados fueron los de comerciantes y dueños de bodegas, con 29 y 28 casos, respectivamente. También son recurrentes los casos de empresas de transporte o las cafeterías. Por ejemplo, en 1923 Antonio Suárez, natural de la localidad grancanaria de Moya, era propietario del Café Primavera, situado en la calle Carlos III y Belascoaín, en el centro de La Habana. Este pequeño negocio, que daba empleo a cuatro trabajadores, se valoraba en unos 3 000 pesos de la época.

En este apartado analizaremos con detalle el caso de dos grupos empresariales dedicados fundamentalmente a actividades de los sectores secundario y terciario.

Una multinacional de origen canario: Luis Suárez Galbán65

Un caso paradigmático, modelo de imitación, lo protagonizan empresarios isleños procedentes de Guía, Gran Canaria. La saga la comenzó José Galbán Pagán, originario de la isla de Gran Canaria, que se estableció en Tapaste (Pinar del Río) a mediados del siglo XIX. En 1864 residía en La Habana, donde promovió con éxito un comercio de víveres con un asociado en la calle Teniente Rey.66 Durante la guerra de los Diez Años, se incorpora al negocio un sobrino de aquel, Luis Suárez Galbán. Luis, quien nació en 1851, poseía algunos estudios en letras y experiencia en negocios de zapatería. Cuando llegó a Cuba a los quince años se empleó con su tío como dependiente de comercio, actividad muy frecuente en la trayectoria de los empresarios del sector que terminaron triunfando.

Cuando José regresó definitivamente a Canarias, Luis se hizo cargo del negocio. En 1874 creó una sociedad mercantil dedicada al comercio de todo tipo de mercancías, con domicilio en la calle de los Oficios, núm. 74 de La Habana. En la primavera de 1879 realiza su primer viaje a Estados Unidos, donde establece en la ciudad de Nueva York importantes contactos y negocios. En 1883 fundó, junto con Cándido del Río, la empresa Galbán, Río y Compañía, situada en la calle San Ignacio, núm. 36. En pocos años este establecimiento se convirtió en una de las más importantes casas de importación de víveres de la ciudad. También entró en el negocio del azúcar (donde proporcionaba refacciones a ingenios y zafras, y exportaba melaza) y diversificó su actividad estableciendo una casa bancaria, los negocios de consignación de buques o una agencia aseguradora. A la par, Suárez Galbán se convirtió en una de las personalidades más importantes del sector presidiendo u ocupando varias veces vocalías de la Lonja de Comercio de La Habana.67

Posteriormente, se introdujo en el negocio del azúcar al controlar diversas colonias cañeras y establecer relaciones comerciales con Estados Unidos, y como exportador de este producto. La muerte de su socio, Cándido del Río (1899), lo indujo a reorganizar la empresa bajo la razón social de Galbán y Cía., para pasar más tarde como Sociedad Anónima (1900), con un capital de 500 000 dólares. En su negocio contó con socios como Manuel Inclán Paredes, Juan del Río Besada, Eugenio Galbán Ramírez, hijo del fundador, y Fernando Galbán Guerra.68

Un hecho de gran significado fue la incorporación a la empresa de Heriberto Lobo Senior69 en 1902, puesto que este terminaría quedándose con la empresa. El joven Lobo era de origen judío sefardí y natural de Caracas (Venezuela). Muy pronto empezó a trabajar en una entidad bancaria caraqueña hasta alcanzar el cargo de gerente en 1892, pero a raíz del movimiento insurreccional iniciado por Cipriano Castro (1900-1908) se trasladó a Estados Unidos. Allí la entidad estadunidense, North American Trust Company, lo designó administrador de su sucursal en La Habana. En 1902 conoció a Luis Suárez Galbán y entró a formar parte de su compañía, ocupando la gerencia entre 1902 y 1916 como socio de Galbán, S. A. El último año ejerció la presidencia de esta entidad fungiendo con el nombre de Galbán, Lobo y Cía. cuando Luis Suárez Galbán se retiró y falleció al año siguiente.

A partir de 1920 la firma se identifica como Galbán, Lobo Company, Importing and Exporting Association, para terminar por denominarse desde 1947 como Galbán, Lobo Trading Company, S. A.70 La posterior evolución de esta firma, ya sin la presencia del empresario canario, fue espectacular hasta convertirse en una de las más importantes del país. Tómese como ejemplo que en 1927 llevó a cabo la mayor operación azucarera del mundo, y desde 1930 la empresa en manos de Lobo operaba zafras en Filipinas, Puerto Rico o Luisiana, realizando de 30% a 60% de las ventas de azúcar cubano así como 60% del refino. El hijo de Heriberto, Julio Lobo Olavarría, fue presidente de dicha entidad y se convirtió en la principal fortuna individual del país con una fortuna valorada en 100 000000 de dólares en la década de 1950,71 poseía 18 centrales azucareros, por lo que era apodado "El Rey del Azúcar" y sus empresas tenían un volumen de negocio de 30 000 millones de dólares.72

Regresemos ahora al protagonista inicial de esta iniciativa para mencionar algunas notas significativas de las actividades de la empresa dirigida por Luis Suárez Galbán. Obligados los cubanos a adquirir suplementos de toda clase para las fincas azucareras, el sagaz empresario canario vio la oportunidad de la creación de un departamento de maquinaria, cobrando este tal magnitud que se hizo necesario convertirlo en una entidad separada, pero bajo el control de la casa matriz. Dado el movimiento comercial de la compañía, creó el Departamento de Vapores, dirigido por uno de sus hijos, Eugenio Galbán, que consignaba dos líneas marítimas: la New Orleans, Gálveston, y Larriga y Cía. (de Liverpool). Además, se constituyó en representante de la más importante compañía de seguros contra incendios del momento, la alemana Aachen & Munich. Por encargo de esa institución, Luis Suárez Galbán colaboró en la organización y fundación del Banco Nacional de Cuba (1901), entidad de titularidad privada, que presidió durante varios años, pero renunció por considerar que un no nacional no debía estar al frente de una empresa netamente cubana.73

El crecimiento de la empresa demandó que su estructura y administración se hiciera más compleja. La casa matriz en La Habana seguía dirigida conjuntamente por H. Lobo, F. Galbán, hijo del fundador, y por su sobrino Eugenio de Sosa, personaje significativo también por ser padre de los propietarios del central Santa Regina. Pero la dimensión internacional de su actividad necesitó de la apertura de una oficina en Wall Street núm. 78-80, en Estados Unidos. Además, el negocio se amplió y diversificó sus actividades, tomando intereses en varias compañías como la Nacional Bonded Warehouse y la Motors, S. A., o una de calzados, etc; fue propietario del central Lugareño (Camagüey) de 1908 a 1917, bajo la razón social de Central Lugareño, S. A., hasta que fuera comprada por la Cuban Cane Sugar Corporatio, y de los centrales La Luisa y el San Agustín. A principios de la década de 1910 la empresa presenta un volumen de ventas alimenticias de 6 000 000 de dólares, 2 000 000 de dólares en maquinaria, y 10 000 000 de dólares en azúcar.74

Por último, mencionemos otras facetas del protagonista principal de esta iniciativa empresarial, ya que tiene un gran significado por caracterizar la actividad de los emprendedores canarios de la emigración. En efecto, Luis Suárez Galbán tuvo un importante protagonismo en la vida económica y social de la Cuba de los primeros años del siglo XX. En 1904 era presidente de la Cámara de Comercio de Cuba, permaneciendo como tal hasta 1908 cuando fue nombrado presidente de honor de la misma. Al comienzo de la primera intervención americana en Cuba, fue miembro del Board of Directors, del Banco Nothr American Trust Company, institución bancaria de Nueva York cuya sucursal en La Habana era depositaría del dinero del gobierno cubano.

Por otro lado, siempre mantuvo lazos con su ciudad de origen. Por ejemplo, hizo un importante donativo en 1879 para la reforma de la iglesia parroquial de Santa María de Guía. Formó parte de la Junta, constituida para tal fin en Cuba, que tenía una sección auxiliar en Las Palmas. Por otra parte, ayudó financieramente para la instalación del agua corriente en su ciudad natal en un proyecto realizado por su hermano Eugenio; asimismo, frecuentemente socorrió a varios familiares.

Murió en La Habana el 28 de septiembre de 1917. Era tanta la estima y consideración que le tenían los cubanos que el gobierno de la isla ordenó que las banderas ondearan a media asta. El éxito obtenido en su actividad se enmarca tal y como nos relata en sus Memorias, en el patrón de comportamiento propio del emigrante: la austeridad, la constancia, el afán de superación y, también, las buenas relaciones con individuos de su comunidad de origen.75

Los lecheros de La Habana

Quizá el caso paradigmático de red económica formada por canarios en Cuba se inició en el sector de abastecimiento de leche. En efecto, un grupo de emigrantes, procedentes de la comarca del norte de la Gran Canaria (conformada por los municipios de Guía, Moya y Gáldar), dueños de pequeños negocios de reparto de leche en La Habana, se unieron para formar una empresa de elaboración de leche pasteurizada y homogeneizada, la Compañía Lechera de Cuba que comenzó su actividad en mayo de 1929. Su constitución fue, también, una respuesta a la iniciativa del Primer Congreso Sobre Leche, celebrado un año antes, del cual surgió la iniciativa de disponer de un Reglamento regular de las condiciones sanitarias de la leche, publicado en la Gaceta Oficial de Cuba el 20 de febrero de 1929.76 Este hecho puso de manifiesto la necesidad de constituir una empresa debidamente equipada para hacer frente y llevar a cabo las transformaciones técnicas y sanitarias que la nueva reglamentación exigía.

Uno de sus impulsores, el canario Antonio Ortega Jiménez, desempeñó un papel clave en esta iniciativa. Su trayectoria es un caso paradigmático de red migratoria y del "modelo de rol". Originario del término de Valleseco, al norte de Gran Canaria, Antonio Ortega pertenecía a una familia de emigrantes que había hecho fortuna en la isla de Cuba; también invirtieron parte de sus ganancias en adquirir extensas propiedades en su isla de origen o en donativos a la iglesia de su localidad natal.77 Precedido por uno de sus hermanos, Antonio emigró muy joven y con el tiempo emprendió una actividad empresarial que lo llevaría a la cúspide del tratamiento y distribución de leche, sin dejar de lado la producción en haciendas propias. Antonio Ortega Jiménez, tras acumular un capital inicial de 50 000 pesos,78 fue uno de los iniciadores de la producción y comercio de leche y se convirtió en propietario del Palacio de la Leche, S. A.79

Figura 2

Asimismo, estableció vínculos especiales con sus paisanos. Contrataba a los naturales de los municipios grancanarios de Teror y Valleseco para trabajar en La Habana, los cuales tenían alojamiento garantizado en los inmuebles que Antonio poseía en la capital cubana, aunque la limpieza de la vestimenta y la comida debían pagarla. La empresa contaba con un bar propio para servir comidas. Así, se reforzó una cadena migratoria muy intensa entre dichos pueblos y La Habana con el reparto de la leche como actividad fundamental.

Algunas de las notas cualitativas referentes a su empresa se daban a conocer por la prensa que publicitaba su marca. Aparecían biografías y análisis de su trabajo en los principales medios de comunicación asociados a la comunidad isleña de Cuba. En los mismos hace gala de la modernidad de sus instalaciones, así como del entonces novedoso tratamiento aplicado a la leche que él había adaptado a la producción y a la pasteurización.80 Todo con gran loa por parte de los medios afines a sus intereses. Contrasta esta faceta modernizadora de la compañía con su método de abastecimiento de leche: los trabajadores de la empresa traían el producto desde las vaquerías en burro o, en el mejor de los casos, en coches de caballos.81

Por último, cabe señalar que invirtió sus ahorros en la adquisición de tierras en su lugar de origen, y en la década de 1920 participó en la vida política local de su municipio de nacimiento: financió el partido Los Hijos de la Pila con las ganancias de sus empresas cubanas, que tienen por fin alcanzar el gobierno del municipio canario de Teror, su ciudad natal.82

Pero, realmente, la Compañía Lechera de Cuba, S. A., fue una iniciativa de varios socios, entre otros el mencionado Antonio Ortega. La firma propietaria se constituyó el 10 de diciembre de 1928 como resultado de unir El Palacio de la Leche, S. A., propiedad de Antonio Ortega Jiménez, y la Compañía Abastecedora de Leche de La Habana, S. A., de Pedro Interián Rizo, quienes eran los dos mayores comerciantes de leche de vaca en la capital. La unificación se realizó con la finalidad de conseguir el capital que permitiera invertir en la tecnología moderna de la pasteurización, así como aumentar el mercado abastecedor. La nueva empresa instaló en La Habana la mayor y mejor equipada de las plantas pasteurizadora de leche de toda América Latina. Finalmente, fue absorbida por la Cía. Operadora de Productos Lácteos, S. A. en 1947.83

Posteriormente se unió otro emigrante, José Suárez Suárez, natural del municipio grancanario de Moya, quien comenzó su actividad en Cuba como empleado de una vaquería en 1920, en el lugar conocido por Campanario y Maloja. Suárez había sido presidente y socio principal del Banco de Crédito Comercial e Industrial, el cual se fusionó con el Industrial Bank en 1953;84 también se sumaron José Benítez (conocido como "Papá Pepe"), con sus establos y establecimiento de venta de leche,85 Ezequiel Soto Suárez y Armando Bustillo Aixalá, hijo político de Ortega, cofundador de la firma, y Pedro Interián; con posterioridad se incorporaron Modesto Suárez, Pedro Cárdenas, Casimiro Navarro y Juan Bautista Rodríguez, componentes del colectivo de emigrantes canarios. Su primer presidente fue José Suárez Suárez, el vicepresidente era José González López, mientras que Antonio y José Ortega Jiménez actuaban como director y subdirector, respectivamente, y Pedro Interián Rizo como administrador.

Se trata de un expresivo caso de cómo los avances tecnológicos lleva a la conformación de una unión empresarial, en este caso protagonizado por el acuerdo de pequeños productores y repartidores de leche la mayoría de origen canario. En efecto, los productores de abastecimiento asentados en los alrededores de La Habana, isleños en gran medida, habían tenido una gran importancia en dicha tarea desde el siglo XVIII. Ahora daban un salto espectacular a la empresa moderna.

 

VI. Conclusiones

Las empresas estudiadas son ejemplos de empresas impulsadas por emigrantes canarios en Cuba. Como hemos visto, la actividad empresarial no era ajena a la presencia canaria en esta isla, pues estos fueron dueños de empresas tabaqueras, azucareras o de los servicios urbanos. Ciertamente, se especializaron en la pequeña y mediana empresas, como chinchales o ingenios, pero también poseían medianos o grandes centrales azucareros. Otros sectores, como el comercial o el financiero, si bien les era en principio extraño, en el futuro no lo será tanto pues varios establecimientos de este ramo estaban en manos de canarios. En efecto, se habían introducido en dicho campo desde mediados del siglo XIX, aunque de forma modesta, para alcanzar, algunos como Suárez Galbán, el rango empresarial de talla internacional a principios del siglo XX, lo cual le facilitó formar parte de las más altas instituciones económicas de la nación cubana.

En el panorama esbozado de la actividad de los canarios en Cuba se ha podido trazar las pautas básicas de su actuación. En términos generales, parece ser cierto que los canarios fueron principalmente pequeños empresarios agrícolas, a pesar de lo cual se constata la existencia de figuras descollantes, capaces lo mismo de especializarse en sectores concretos que de crear multinacionales, aunque sean muy raras las compañías de su propiedad que tuvieran grandes dimensiones. Desde principios del siglo XX los canarios llevaron a cabo, con éxito, iniciativas empresariales en los servicios urbanos, marcando un cambio de tendencia con su trayectoria en la etapa anterior.

Muchos lograron un ascenso social, formando parte de la burguesía comercial y financiera tanto en La Habana como en los pueblos y ciudades de la geografía cubana. En la mayoría de los casos, formaron parte de una densa red social o económica a veces intercontinental, lo cual les facilitó su actividad. Estas redes abarcaban en primer lugar el ámbito local, no quedando exenta ningún área de Cuba, aunque la progresión de la presencia canaria en las distintas zonas fue dispar, más antigua y densa en la zona occidental, más reciente y puntual en la oriental.

En segundo lugar, las redes eran de escala atlántica pues mantuvieron, hasta avanzado el siglo XX, fluidas relaciones con Canarias, de tal manera que se estableció un espacio socioeconómico entre las dos orillas del océano, facilitado por la existencia de relaciones históricas y culturales. En ese ámbito destacaron las redes migratorias de isleños que vinculaban áreas concretas del archipiélago canario con zonas específicas de Cuba, redes que eran alimentadas por los isleños ya establecidos en la isla caribeña, dado que su éxito en la misma ejercía un factor de atracción sobre sus paisanos.

Se pueden establecer patrones propios de las empresas impulsadas por los canarios. En el tabaco mostraron una clara preferencia por la fase del cultivo, pero no desdeñaron formar pequeñas empresas dedicas a la elaboración. Con todo, constituye el ejemplo más vivo del funcionamiento de una cadena migratoria entre Canarias y Cuba, pues la acumulación de experiencia y capital en este sector permitió el trasplante exitoso de dicho negocio a las islas Canarias, particularmente en La Palma.

En el sector azucarero, inicialmente eran propietarios de ingenios en el área de Cienfuegos, habiendo accedido a ellos mediante una acumulación primitiva de capital en el sector comercial, de textiles y abasto. En el salto a la fase industrial del azúcar cubano, el origen de la iniciativa parece ser distinto: un colono, tras una fase exitosa como suministrador de caña al central, pasa a controlar el propio central. El ejemplo paradigmático es el de Federico Almeyda.

Otro modelo de desarrollo empresarial se constata en el área capitalina en torno al sector lechero. Durante las primeras décadas del siglo XX se produce una concentración de empresas isleñas del sector, junto con empresas productoras y distribuidoras, donde estas últimas fueron las que lideraron el proceso. De esta forma, se conformaba un conglomerado empresarial de matriz isleña en la capital cubana. Tanto en el caso de las empresas lecheras como en el de las azucareras, los fundadores atraían familiares desde Canarias para cimentar la estructura de la empresa, importaban mano de obra desde sus pueblos de origen que les era en extremo fiel.

Todo ello confirma las características de esta potente red migratoria que contribuyó a conformar la idiosincrasia de estos pueblos, intercambios evidentes también en aspectos no tratados aquí como puede ser la cultura, la religión o el folclor.

 

Fuentes Consultadas

Archivos

ADC Archivo Diocesano de Canarias.         [ Links ]

AHPLP Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria.         [ Links ]

AHPC Archivo Histórico Provincial de Cienfuegos.         [ Links ]

AHPM Archivo Histórico Provincial de Matanzas.         [ Links ]

AMG Archivo Municipal de Guía.         [ Links ]

 

Hemerografía

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Notas

* Para la realización de este artículo se ha contado con la información recopilada en el proyecto PI2003/193, de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, cuyo tema es "Las migraciones entre Canarias y Latinoamérica"; también ha sido útil el proyecto del MCINN HAR2010-17408 que trata sobre las comunidades portuarias del Atlántico. Dejamos constancia de nuestro agradecimiento a los evaluadores anónimos, cuyos comentarios y sugerencias han contribuido a mejorar este artículo.

1 Marqués, Industrias, 2002.

2 Se puede encontrar un estado de la cuestión en Barbero y Lluch, editores del Boletín Virtual Semestral, años 2007 y 2008, disponible en la página web de la Asociación Mexicana de Historia Económica.

3 Guaridle, "Presencia", 1988; Pérez y Martínez, "Presencia", 2002, y Suárez y Ojeda, "Trabajadores", 2006.

4 Toro, Alta, 2003, y Jiménez, Enciclopedia, 2000.

5 Galván, "Identidad", 1995; Sierra, "Inmigración", 1998, y "Migración", 2000, y Sierra y Rosario, Canarios, 2001.

6 Batista y Hormiga, "Proceso", 2007, p. 15, y Barbero y Lluch, Red, 2008.

7 Galván, "Migración", 1996, p. 907.

8 Contrasta, por ejemplo, con la de los cántabros en México, según Domínguez, "Empresarios", 2008, p. 162; los catalanes, por su parte, se concentraban fundamentalmente en el comercio, Márquez, "Comercio", 2005, p. 360.

9 Rodríguez, Emigración, 2005.

10 Moreno y Moreno, "Análisis", 1992, pp. 496499.

11 Expediente de soltería de José Bolaños Betencort, 1900, en Archivo Diocesano de Canarias (en adelante ADC), exp. de Soltería, núm. 60, 1900, julio-diciembre. En este documento se detalla el caso de este trabajador que durante cuatro años laboró en la zona de Jagua La Grande, hasta que al estallar la guerra se alistó en la Segunda Compañía del Batallón Matanzas.

12 Se han definido las cadenas migratorias como "el movimiento en el que los presuntos emigrantes se enteran de oportunidades, son provistos de medios de transporte y tienen su alojamiento y empleo inicial arreglado por medio de relaciones directas con migraciones anteriores", Galván, "Identidad", 1995.

13 Según Massey et al., "Theories", 1993; para el caso de Cuba véase Moreno y Moreno, "Análisis", 1992, p. 497.

14 Hernández, Emigración, 1981, p. 32.

15 Carta de Antonio Guerra Rodríguez, 29 de julio de 1856, en Archivo Histórico Provincial de Matanzas (en adelante AHPM), Gobierno provincial de Matanzas, 1856.

16 Galván, "Migración", 1996, p. 907.

17 Para un acercamiento más profundo al modelo de rol véase Scherer et al., "Role", 1989. Para entender el papel de la familia en la creación de empresas, véase Stewart, Lumpkin y Katz, Entrepeneurship, 2010, y para el caso de las empresas familiares entre minorías étnicas Dana, Handbook, 2007.

18 Batista y Hormiga, "Proceso", 2007, p. 4.

19 Ibid., pp. 15-17.

20 Ibid., p. 17.

21 Casson, "Network", 2006; Granovetter, "Business", 2005, y Massey et al., "Theories", 1993.

22 Para el caso de los cántabros en México durante el antiguo régimen se ha apuntado hacia las redes familiares como fuente de financiación para las empresas montañesas asentadas en el virreinato, Domínguez, "Empresarios", 2008, p. 156.

23 Crespo, Crespo, 2007, pp. 41-42.

24 Por ejemplo, el caso de Agustín Suárez y Rosalía Martínez que se analiza en el apartado IV.

25 En Canarias se conoce como "aguatenientes" a los propietarios de una considerable cantidad de agua. Protocolos Notariales, 1882-1885, Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria (en adelante AHPLP), Las Palmas de Gran Canaria, sección Telde, leg. 3544, exp. 27.

26 Tarajano, Agüimes, 1997, p. 191.

27 Stubbs, Tobacco, 1985; Ortiz, Contrapunto, 1963, y Domínguez, "Trabajo", 2006.

28 La Factoría fue una institución gubernamental creada en 1717 a raíz del conflicto que ocasionó la declaración del monopolio o estanco del tabaco por España; en este movimiento los vegueros de origen canario tuvieron un papel protagonista. Pérez y Martínez, "Presencia", 2002, p. 61.

29 Le Riverend, Historia, 1972, p. 172.

30 González, "Canarios", 1992, p. 319.

31 Galván, "Migración", 1996, p. 921.

32 Información obtenida en encuestas realizadas para el proyecto PI2003/19.3. Véase también Jiménez, Enciclopedia, 2000, pp. 144 y 147; Cruz, Isleño, 1996, pp. 17-18, y López, Aventura, 1998, pp. 68-69.

33 Las Casas, Don, 1916.

34 Paz Sánchez, Wangüemert, 1991.

35 Paz Sánchez, Ciudad, 2003

36 En esta publicación, Tomás Capote solía encargarse de los aspectos más políticos, Wangüemert tendía a llevar la faceta cultural de la revista, por ejemplo: Wangüemert, "Dr. Cubas", 1930, p. 17.

37 "En la Tumba de Leonor Pérez", El Guanche, núm. 8, 30 de junio de 1924, pp. 4-5. Homenaje a la viuda de Martí que reúne a toda la elite empresarial y política de los canarios en Cuba.

38 En la misma conjuga su ascendente político en la Asociación Canaria con el periodístico, véase Wangüemert, "Vísperas", 1927, p. 5.

39 Crespo, Crespo, 2007, pp. 28-29.

40 La información referente a Crespo procede del proyecto PI2003/193; Crespo, Crespo, 2007; Jiménez, Enciclopedia, 2000, p. 126; Toro, Alta, 2003, p. 284; para la Asociación de Bancos de Cuba véase Guillermo Pérez Lavielle, "Las corporaciones económicas brindan valioso aporte al auge de Cuba", número extraordinario del Diario de la Marina, septiembre de 1957, pp. 44-55. También hemos confirmado la información a través de correspondencia electrónica personal con uno de sus descendientes, Alberto José Crespo Somoza.

41Hernández, Emigración, 1981, p. 215.

42 Conviene precisar que no había ingenios de propiedad canaria en aquella provincia en fechas anteriores. Los datos de este apartado los debemos a Orlando García Martínez, director del Archivo Histórico de Cienfuegos, en su colaboración en la investigación en esta área geográfica. Véase también la aportación presentada en el Coloquio de Historia Canario-Americana de García, "Presencia", 2004, p. 688.

43 Protocolos Notariales, Cienfuegos, en Archivo Histórico Provincial de Cienfuegos (en adelante AHCP), J. J. Verdaguer, 1825-1829, f. 71.

44 Actas Capitulares, Cienfuegos, en AHCP, 1841, t. l,fs. 131-132, y t. 2, f. 190.

45 Protocolos Notariales, Cienfuegos, en AHCPJ,. J. Verdaguer, 1825-1890.

46 Ibid.

47 El término colono tiene varias acepciones pero, en su formulación final, elaborada casi llegado el siglo XX, viene a significar, principalmente, "el que habita una colonia", el "labrador que cultiva o labra una heredad por arrendamiento y suele vivir en ella". El tipo más frecuente en Cuba es un pequeño arrendatario de tierras de la propia empresa dueña del central, un antiguo hacendado o un nuevo terrateniente que encontraba lucrativo explotar múltiples caballerías, contratar cientos de obreros y luego negociar un buen precio por su caña. Sierra y Rosario, Canarios, 2001, pp. 30-35; Jarvis, Slave, 2000, p. 165; Santamaría y García, "Colonos", 1998, p. 132; Collazo e Ibarra, "Sociedad", 1998, p. 165.

48 Gran parte de estos colonos eran canarios: de un total cercano a los 37 500 colonos azucareros que había hacía 1915, según el Portafolio de la industria Azucarera, la mayoría de los 4 200 extranjeros eran canarios. Estas cifras significan, a nuestro entender, la confirmación de su importancia en la economía de Cuba. Sierra, "Inmigración", 1998.

49 Harina de millo o maíz tostado, técnica heredada de los canarios de tiempos prehispánicos, aunque en este último caso la materia prima fueron otros cereales, lógicamente, pues el maíz no se conocía aún en esta parte del Atlántico.

50 Sierra, "Inmigración", 1998, p. 2664.

51 Esto se puede constatar a través de la publicidad recurrente de ambas compañías en Tierra Canaria, núm. 2, abril de 1930, entre otros. El nombre de "La Lucha", hace referencia a un deporte autóctono de las islas Canarias, con lo cual parece quedar demostrado que el propietario era de origen canario.

52 Hernández González, "Campesinos", 2005, p. 1215.

53 García, Municipalidad, 1955, p. 188.

54 Abreu, "Industria", S. A.

55 Sierra y Rosario, Canarios, 2001, pp. 87-94.

56 Esos métodos fueron denunciados por el intelectual y activista P. de la Torriente Brau, que le llamó "el isleño avaricioso". Torriente, Testimonios, 2001, p. 130.

57 Ibid., p. 89.

58 Archivo Municipal de Guía (en adelante AMG), fondo de Pedro Bautista Hernández, Santa María de Guía, exp. 495.1 Este caso lo conocemos por la documentación generada en el pleito promovido de la viuda de Meló para recuperar su patrimonio.

59 Por ejemplo, Guillermo Lucas Luis fue jefe de turno de trapiche en el central Chaparra; Nicasio Morales Colero era inspector del mismo.

60 Triscornia, situado junto al puerto de La Habana, era el centro de internamiento de los inmigrantes que llegaba a Cuba, instaurado en 1900 por los estadunidenses a imagen y semejanza de Ellis Island. Naranjo, Migraciones, 2010, p. 77. Respecto a las visitas de Tavío al campamento de Triscornia, véase Sierra, "Migración", 2000, pp. 237-238.

61 Brito de Armas, Tomás, 2008.

62 La biografía José Cabrera puede encontrarse en el estudio preliminar de Raquel Pérez Brito al libro que él mismo escribió, Cabrera, Año, 2006, y en González, "José", 2010.

63 Las vicisitudes de dicha industria en las islas han sido ya ampliamente tratadas por otros autores, Luxán y Bergasa, "Experimento", 2001.

64 Muestra obtenida mediante las entrevistas y trabajos en archivos para el proyecto PI2003/193. Dejamos constancia de la colaboración de Mercedes García Rodríguez y Dolores Guerra López en la realización de las entrevistas.

65 La fuente clave para el estudio de este personaje crucial es J. Tabares Sosa, "Alto comercio de La Habana. Galbán y Ca.", Canarias y Cuba, La Habana, 8 de noviembre de 1912, p. 7. Consúltese también Roig de Leusechsering, Libro, 1925, p. 1876. Además, se ha tenido en cuenta la biografía inédita de Luis Suárez Galván realizada por Sergio Aguiar, que nos ha sido proporcionada por este autor. Disponemos también de documentos procedentes del archivo particular de la familia.

66 Agradecemos a Vicente Saavedra, descendiente de los Galván, que nos facilitara una copia del testamento de Eugenio Galván Silva y Josefa Antonia Pagán Rodríguez, progenitores de José Galván Pagán. Por él mismo sabemos que estando José en La Habana recibió a la muerte de sus padres una herencia valorada en 825 escudos, compuesta de casa, tierras y agua situadas en Guía, Gran Canaria.

67 Véase Guillermo Pérez Lavielle, "Las corporaciones económicas brindan valioso aporte al auge de Cuba", número extraordinario del Diario de la Marina, septiembre de 1957, pp. 44-55.

68 Francisco Pérez García (alias "Martín Moreno"), "Otra historia bonita y digna de ser contada. Don Fernando Galbán y su esposa, herederos de una gran fortuna amasada en Cuba", ha Provincia, dominical, Las Palmas de Gran Canaria, 22 de abril de 1990, p. 17.

69 Su hijo Julio Lobo Olavarría será mucho más importante. A través de los datos proporcionados por su hijo y vertida en numerosos artículos pude reconstruir la evolución del padre, véase Carmen Muñoz, "Julio Lobo, el Napoleón de Cuba", ABC, 31 de julio de 2011.

70 Toro, Alta, 2003, pp. 251, 270-271, y Jiménez, Enciclopedia, 2000, pp. 196 y 325.

71 Jiménez, Enciclopedia, 2000, p. 317.

72 "Julio Lobo Olavarría, rey del azúcar", El País, 5 de febrero de 1983.

73 Toro, Alta, 2003, pp. 270-271.

74 J. Tabares Sosa, "Alto comercio de La Habana. Galbán y Ca.", Canarias y Cuba, La Habana, 8 de noviembre de 1912, p. 10.

75 En sus memorias dice: "Mi espíritu observador y mi constancia en aprender rodo lo que pudiere serme útil me colocaron en posición de que se me considerase necesario allí...". Tomado de las memorias de este personaje tituladas Memorias de mi vida que dedico a mi nieto, s. f.

76 Véase el artículo "Una institución que es orgullo de Cuba. La Compañía Lechera de Cuba y la pasteurización de la leche", Diario de la Marina, número extraordinario, septiembre de 1957, p. 53.

77 Entrevista a Francisco Ortega Gil, descendiente de Antonio Ortega, realizada por Francisco Suárez Viera en febrero de 2009. Según este testimonio, los jóvenes de la familia eran espoleados a marchar a Cuba y conseguir éxito en los negocios, recriminándoles no haber logrado nada aún, cuando sus antecesores ya habían forjado grandes fortunas.

78 Ibid.

79 Jiménez, Enciclopedia, 2000, p. 473.

80 Véase "Gran Industria", 1930, p. 26.

81J. Tabares Sosa, "Alto comercio de La Habana. Galbán y Ca.", Canarias y Cuba, La Habana, 8 de noviembre de 1912.

82 Ibid.

83 Toro, Alta, 2003, p. 207, y Jiménez, Enciclopedia, 2000, p. 473. Entrevista núm. 78, 86 y 04 a José Suárez, descendiente de un fundador, en entrevistas realizadas para el proyecto "Emprendedores canarios en Latinoamérica: implantación y retorno", proyecto pi2003/193.

84 Entrevista a su sobrino, núm. 78, en proyecto pi2003/193.

85 Entrevista a uno de sus hijos, en proyecto PI2003/193.

 

INFORMACIÓN SOBRE LOS AUTORES:

Miguel Suárez Bosa. Doctor en Historia. Profesor titular de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Francisco Suárez Viera. Licenciado en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Actualmente realiza su tesis doctoral "El emigrante retornado a Gran Canaria, 1870-1940" en el Departamento de Ciencias Históricas de dicha universidad.

ABOUT THE AUTHORS:

Miguel Suárez Bosa. Ph. D. in History. Professor at the Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Francisco Suárez Viera. B. A. in History from the Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Currently completing his doctoral dissertation on "El emigrante retornado a Gran Canaria, 1870-1940" at the Department of Historical Sciences at this university.

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