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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.85 México ene./abr. 2013

 

Artículos

 

Historia de vida de un militante mexicano de izquierda

 

Life Story of a Mexican Leftist Militant

 

María Patricia Pensado Leglise

 

Fecha de recepción: febrero de 2011.
Fecha de aceptación: enero de 2012
.

 

Resumen

Este texto plantea una reflexión teórico-metodológica sobre la historia de vida en el marco conceptual de la historia oral, señalando los aportes a los estudios históricos contemporáneos. Se presenta la historia de vida de un socialista mexicano, Adolfo Sánchez Rebolledo, cuya praxis ha sido significativa para comprender el desarrollo de la política de izquierda en México y su intervención en las principales movilizaciones sociales que tuvieron lugar durante la segunda mitad del siglo XX. También da cuenta de los cambios y las organizaciones políticas, desde las rupturas con el estalinismo, la influencia de la revolución cubana, los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam hasta llegar a la revaloración de la democracia formal y el abandono de la militancia partidaria para formar parte del movimiento social. Los testimonios que aparecen a lo largo del artículo se seleccionaron y editaron de las once sesiones de entrevistas que se hicieron con Sánchez Rebolledo en el lapso de tres años (2005-2008).

Palabras clave: Historia de vida, entrevista, subjetividad, experiencia, militancia de izquierda, movimientos sociales, organizaciones políticas.

 

Abstract

This text proposes a theoretical and methodological reflection on life stories within the conceptual framework of oral history, indicating their contributions to contemporary historical studies. It tells the life story of a Mexican socialist, Adolfo Sánchez Rebolledo, whose praxis has been crucial to understanding the development of leftist policy in México and its intervention in the main social mobilizations that took place during the second half of the 20th century. It also describes the changes and political organizations of the period, from the break with Stalinism, the influence of the Cuban revolution, civil rights movements and protests against the Vietnam War to the reappraisal of formal democracy and the abandonment of party militancy to form part of a social movement. The testimonials that emerge throughout the article were selected and edited from eleven interview sessions with Sánchez Rebolledo during a period of three years (2005-2008).

Key words: Life story, interview, subjectivity, experience, leftist militancy, social movements, political organizations.

 

Introducción.

Consideraciones previas

La historia de vida ha sido definida como el relato retrospectivo de una persona que cuenta su propia historia, en primera persona del singular o del plural, según sea el lugar que ocupe en el capítulo de la historia que narra. En oposición por ejemplo con autobiografías o diarios, lo específico de la historia de vida en el marco conceptual de la historia oral es que no es el biografiado quien la elabora, sino otro sujeto, a pesar de esa primera persona gramatical. En ese mismo marco conceptual se puede asumir que, con excepciones, ese "otro" sujeto es además un profesional en el área.

La técnica específica de recolección de información es la entrevista. Sin subestimar y mucho menos pretender dejar de lado otras fuentes, es en términos de lo expresado por el biografiado en las entrevistas que se organiza y concretiza la historia de vida. Dado que una premisa básica es la colaboración voluntaria de esa persona, en la mayoría de los casos la información que se obtiene es aquella que el sujeto elige proporcionar, no obstante los guiones o cuestionarios que se hayan elaborado previamente. Como señala Martine Burgos, en el relato de vida hay que distinguir "tres tipos de concreción del sujeto: el sujeto como entrevistado real participante en la realidad, el sujeto que se construye en la historia y el narrador de la historia".1 De una u otra manera, en ocasiones sin plena conciencia de ello y en otras con una clara intencionalidad, el entrevistado se vuelve narrador de sí mismo. Es el sujeto que "participó en la realidad", es el sujeto que construye una imagen de sí en la historia y es finalmente el sujeto que acabó por quedar plasmado en la historia. Como decía el poeta Gabriel Celaya, "lo real se nos revela como lo idéntico a sí mismo":2 el sujeto tiende a asumir su relato como lo idéntico a sí mismo.

A su vez, el entrevistador también participa de su propia "trialidad". En primer lugar como investigador-historiador de una cierta realidad: la del sujeto en su ubicación personal e histórica; es entrevistador, y finalmente redactor de la narración final.3 Es evidente que a lo largo del proceso tiene también una intencionalidad y perspectiva propias. Esto lleva a una fuerte interacción entre investigador y el sujeto-objeto de estudio. Interacción que resulta en ocasiones sumamente compleja, dado que el diálogo que se establece no es en todo momento armónico. Por ejemplo, puede ocurrir que el entrevistador desconozca hechos, referencias culturales o personales a las que se refiere el entrevistado, lo cual provoca que se genere una relación asimétrica en la que el primero permanece subordinado a las decisiones que desee tomar el entrevistado con respecto a la conducción de las entrevistas. O el investigador puede ubicar temas, situaciones o personas ante las cuales el entrevistado reacciona de manera más abierta o con menores recelos, y aprovechando su experiencia conducir la entrevista por caminos adecuados a su intencionalidad y no es descartable que esa habilidad lo lleve a obtener información que quizá el entrevistado no pensaba proporcionar.

Pero no se trata de reanudar la vieja disputa por ejercer la dirección de la entrevista y cómo conseguirlo, sino más bien plantear cómo esas y otras aparentes dificultades que se enfrentan en la aplicación de esta metodología permiten ubicar nuevos límites y con ello territorios de lo histórico que para otras subdisciplinas de esta ciencia resultan difícilmente enfocables y cuya complejidad se revela desde miradas cualitativamente diferentes, aun compartiendo algunos elementos sustanciales con esas subdisciplinas, como la biografía histórica.

El caso que nos ocupa permite reflexionar de manera concreta sobre aspectos de esa situación, pues no sólo se presenta una historia de vida de un socialista mexicano, Adolfo Sánchez Rebolledo, sino por ella y en ella se busca hacer inteligible su experiencia de la militancia de izquierda. Al narrarse a sí mismo el entrevistado es narrador de una experiencia colectiva y tanto los temas a tratar como su posición ante ellos pueden en ocasiones resultar polémicos ya sea para el entrevistado o para la sociedad.

La narración que se registra es en gran medida resultado de la relación personal entre entrevistado y entrevistador. Deben crearse vínculos de confianza, respeto y tolerancia que permitan establecer, en caso necesario, acuerdos requeridos al tratar temas que resulten difíciles o controvertidos, máxime en casos como este, en el cual se trascienden los aspectos puramente personales. Podría parecer que esta situación impone limitaciones al alcance u objetividad de la información, siendo que en realidad lo que se da es una búsqueda de ambas partes por transmitir experiencias y profundizar en ellas. Como indica Sartre en El ser y la nada, hay una opción válida entre la objetividad de la experiencia y la realidad del hecho, y no una contraposición.4 Esto no significa que se diriman todas las contradicciones de los hechos, algunos registrados en la historia, y de la experiencia viva de los mismos por parte del narrador.

Sin duda alguna, son estas contradicciones las que representan una de las mayores riquezas teóricas y metodológicas de la historia oral en tanto que pone de relieve la existencia de estas mismas y cómo el sujeto intenta reconocerlas o invisibilizarlas.

El siguiente momento de reflexión viene dado por la interpretación, que se puede volver problemática cuando la versión del investigador no coincide con la del entrevistado. En especial cuando este último considera que el investigador no comprendió adecuadamente el relato, la información o la percepción que recibió mediante las entrevistas acerca de su experiencia de vida. Porque, como indica la oralista brasileña Cléria Botelho citando a Ricoeur, "interpretar es atribuir sentidos a los hechos narrados por otras personas, es decodificar símbolos, imágenes, mitos corporificados en las rememoraciones del narrador".5 En estos casos de discordancias entre la interpretación del investigador acerca del sentido que le otorga a los hechos narrados y el que le asigna el entrevistado, sin contar con una fórmula única para resolverlas, considero que sólo mediante el diálogo se salvarán esas diferencias o el investigador tendrá que acotar sus comentarios deslindándolos en todo momento de la propia interpretación del entrevistado.

Paul Ricoeur, citando a Hannah Arendt, escribe que "el relato dice el quién de la acción; es la acción, como modelo de efectividad, la que lleva al relato a su esfera propia; en este sentido narrar cualquier cosa es narrarla como si hubiese acontecido"; sin embargo, apunta Ricoeur, "forma parte del sentido que vinculamos a todo relato; en este plano el sentido inmanente es inseparable de una referencia externa, afirmada, negada o suspendida".6

En nuestro caso, "sentido" (del relato) se comprende como el criterio de selección de los recuerdos, a efecto de dar congruencia y, en el caso ideal, explicar tanto la participación como los hechos importantes en los que estuvo inmerso el sujeto y que justifican o al menos hacen inteligibles las acciones que emprendió en ese pasado.

Homero Saltalamacchia define ese sentido como

el lugar que ocupan los hechos en la estruc-rura de relevancias que organizan la percepción activa del sujeto [...] fundada en los valores, saberes y certezas que se supone que el interpelado comparre con algunos de sus conremporáneos.7

Bajo la premisa de que la memoria es un proceso continuo de construcción, los hechos narrados adquieren la naturaleza de construcciones que tanto el entrevistado como el entrevistador realizan sobre los hechos vividos. El entrevistado, al rememorar estos hechos frente al entrevistador, produce la intervención de este último en la construcción y reconstrucción de su experiencia dotándola de sentido.

Por otra parte, Saltalamacchia propone que es la reconstrucción8 del sentido por parte del investigador lo que permite el relato de vida y por tanto la misma interpretación de su contexto histórico social. Ese sentido debe reflejar también el compromiso de los valores del sujeto-objeto con las interpretaciones, bajo las cuales la narrativa adquiere unidad y determina su forma final.

Cléria Botelho da Costa9 señala que este es uno de los grandes desafíos al trabajar la historia contemporánea en el marco de la historia oral, pues nos encontramos en el "mundo de los vivos", de aquellos que tienen voz y derecho a réplica. Pero mientras se proceda de buena fe, la discusión, la réplica y la conjugación (no necesariamente armónica) de todas las voces participantes (porque la "voz" del investigador participa activamente desde su silencio) permitirán profundizar cada vez más en la mencionada objetividad de la experiencia y acercarnos a la realidad de los hechos desde un punto de vista humano.

 

¿Por qué un intelectual de izquierda?

Es un hecho que en la historia social del siglo XX latinoamericano la presencia de la izquierda, en la compleja gama de sus , manifestaciones (anarquista, socialista, comunista, reformista, nacionalista, populista), tuvo una relación importante con los movimientos sociales, intelectuales y culturales, lo cual significa que una gran cantidad de hechos históricos y sociales resultarían incomprensibles sin profundizar en el análisis de esta praxis política. Entre ellos la lucha por la democracia, con calificativos, política y social. De ahí, el interés por escribir la historia de vida de un socialista mexicano de ese siglo, cuya trayectoria se ubica dentro de la llamada nueva izquierda.

Izquierda que ubicamos temporalmente a finales de los años cincuenta, principios de los sesenta, que proviene de rupturas con el stalinismo, que incursiona nuevas vías de acción con el maoísmo y el trotskismo, así como también con la crítica y reelaboración del nacionalismo y el papel del Estado. Asimismo esta izquierda se vio fuertemente influida tanto por la revolución cubana como por los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam que se desarrollaron en Estados Unidos.

En suma, podemos definirla como una izquierda más crítica y abierta a nuevos movimientos, que se desarrolló en México durante el proceso de desarrollo de la industrialización, las políticas públicas que fomentaban el pleno empleo y una mejor -aunque insuficiente— redistribución del ingreso, la ampliación del sistema educativo básico y un mayor acceso a estudios universitarios. Políticas que, en conjunto, no sólo lograron el consenso de amplios sectores de la población, sino también de manera paralela favorecieron procesos de politización entre la juventud, la clase trabajadora y los grupos medios, que a la par que apoyaban las reformas y conquistas del Estado de bienestar, pretendían profundizarlas y extenderlas, lo cual en un contexto internacional marcado por la guerra fría, resultaba "amenazador" para los gobiernos (estadunidense y latinoamericanos).

Las primeras remembranzas políticas de Adolfo son las grandes movilizaciones que a finales de los años cincuenta protagonizaron los ferrocarrileros, los maestros, y los estudiantes antes del 68, así como las manifestaciones de apoyo a la revolución cubana en 1961.

Como ya se mencionó antes, esta izquierda estuvo fuertemente influida tanto por el ejemplo de la revolución cubana, la figura del Che Guevara, como por los movimientos anticolonialistas y la guerra de Vietnam, acontecimientos que generaron dentro del pensamiento de izquierda fuertes e importantes discusiones, básicamente en torno a tres ejes: el carácter de la revolución latinoamericana, el papel del partido y las distintas vías de la lucha (legal, semilegal y clandestina), y el sujeto revolucionario.

Después del movimiento estudiantil del 68 en México, la izquierda —que hace esfuerzos "por trascender la marginalidad y los comportamientos extremos a los que la propia marginalidad lleva"—10 fue ganando terreno hasta contar con una presencia importante en la cultura y en la política.

Esta situación contribuyó a hacer menos ortodoxa a esta izquierda, más crítica en el sentido de evitar seguir derroteros dictados por otras organizaciones políticas, como fue al comienzo del siglo XX con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), al contar con una visión más amplia del marxismo que podía cuestionar los dogmas aprendidos en los manuales soviéticos. Lo cual, si bien hizo estas tendencias algo más flexibles y sensibles ante ciertos problemas de la sociedad, no evitó del todo los sectarismos de las distintas corrientes de la izquierda.

Junto con la población y con la izquierda "tradicional, a los muchos integrantes de esta izquierda les tocó enfrentar las terribles represiones por parte de los militares latinoamericanos que, después de derrocar a gobiernos reformistas y socialistas,11 se instalaron en el poder destruyendo toda manifestación democrática de la vida pública. También fueron afectados por la crisis del socialismo real y de la izquierda en general durante las últimas décadas del siglo.

Entre las consecuencias de estos hechos se pueden mencionar la revaloración de la democracia formal, la configuración de una praxis política diferente que abandona la militancia partidaria para formar parte del movimiento social, reafirmando la idea de la autonomía de la sociedad civil. Estas son algunas de las contribuciones del pensamiento de la izquierda a la lucha por la democracia y el socialismo en la segunda mitad del siglo XX que se observan también en las huellas que dejó esta izquierda en la resistencia ante las políticas neoliberales y en su participación en los gobiernos progresistas latinoamericanos, donde se plantean nuevas formas de democracia y participación.

Cabe señalar que una de las características en esta etapa de la militancia de izquierda fue la creación y la apropiación colectiva de elementos culturales que se traducían en lenguaje, simbolismo y prácticas con fuertes elementos en común y que adquirieron trascendentes expresiones en el arte (literatura, teatro, cine, gráfica y música).

En suma, fue una época en que para algunos el sentido de la existencia estaba ligado a la praxis de la izquierda, profundamente vinculado con la necesidad de cambiar un orden de cosas existente que implicaba, para todo aquel que quisiera verlo, desigualdades brutales y carencias profundas, con vías poco transitables para ía participación política, sistemas opresivos apoyados en instituciones poco flexibles y caducas que, en conjunto y de cara a procesos de cambio operados en algunas sociedades, permitían plantearse que la lucha por el socialismo era una opción posible (o la única) para transformar la sociedad.

Acceder a la subjetividad de la experiencia personal de la militancia nos ha permitido dar a conocer algunas de las formas en las que de manera individual se asume un compromiso político. También es una contribución al análisis de las condiciones que llevan a que algunos movimientos sociales alcancen arraigo.

Es en este universo donde se contextualiza la participación política de Adolfo Sánchez Rebolledo, intelectual de izquierda, solidario con todos los movimientos internacionales de liberación nacional, antiimperialistas y antidictatoriales, quien ha contribuido con su trabajo escrito y editorial a difundir el marxismo y al mismo tiempo ha participado en organizaciones sociales y militado en partidos de izquierda, de algunos de los cuales fue fundador.

 

Algunos datos biográficos

Adolfo Sánchez Rebolledo nació el 10 de abril de 1942 en la ciudad de México, no obstante fue registrado en la ciudad de Morelia, Michoacán, pues siendo el hijo mayor del matrimonio de Adolfo Sánchez Vázquez y Aurora Rebolledo Gálvez, refugiados españoles, vivió sus primeros años en la ciudad de Morelia, donde su padre fue contratado como profesor en la Universidad Nicolaita, bajo el rectorado de Natalio Vázquez Pallares.12 De ahí que considere a esa ciudad como "una especie de herencia simbólica", debido a que de ahí proviene Rafael Galván,13 con quien establecería una relación muy estrecha, al igual que con Vázquez Pallares. A ambos Adolfo los reconoce como maestros y como una gran influencia en su vida.

Al igual que muchos hijos de exiliados españoles, Adolfo fue inscrito en el Colegio Madrid; ahí cursó desde la primaria hasta la educación media superior. Durante esos años Adolfo formó hábitos que lo han acompañado desde entonces como la lectura, la pasión por la poesía, el gusto por la pintura, la afición al cine y la vocación de la política, definiéndose por la izquierda, por el socialismo.

Sin hacer una asociación directa de su formación intelectual y política con su padre, no deja de reconocer que se debió a él que de manera natural incorporara a su vicia tanto los hábitos como la ideología marxista, lo que al paso del tiempo lo ha convertido en un intelectual socialista, aunque se empecine en no reconocerse como intelectual. El hecho de ser hijo de un filósofo marxista español exiliado lo vinculó de una manera natural tanto con el marxismo humanista como con el pensamiento republicano, lo que se tradujo de manera precoz en sus inquietudes de índole social y política.

Porque Adolfo ha privilegiado la reflexión, lejos de los cubículos académicos, pero no por ello exenta de rigor intelectual, compartiendo espacios con el arte, la teoría política y una praxis donde el análisis de la coyuntura y la propuesta política siempre han tenido cabida en su militancia. En las organizaciones políticas y sociales (Partido Comunista Mexicano, Movimiento Sindical Revolucionario, Movimiento de Acción Popular, Partido Socialista Unificado de México, Partido Mexicano Socialista, Democracia Social, Instituto de Estudios para la Transición Democrática, Partido Democracia Social y Movimiento Regeneración Nacional, por mencionar algunas de ellas) donde ha participado, siempre lo hacían responsable de la dirección o de la participación en comités editoriales o de las publicaciones obreras. Ha hecho de la lectura y la escritura hábitos cotidianos de su vida.

Esto se ha evidenciado en su participación en el universo editorial y periodístico. Al respecto se pueden mencionar sus actividades en la Agencia Inter Press Service a finales de los años sesenta. Entre 1972 y 1977 dirige la revista. Punto Crítico, a la vez que fungió como coeditor de Cuadernos Políticos, en los años de 1974 a 1977, auspiciado por la Editorial Era. Publicaciones que en el ámbito de la izquierda representaron una posición política de la izquierda crítica del país, respondiendo a propuestas editoriales y políticas distintas, coincidían en el interés por conocer la realidad social del país, los movimientos de los trabajadores, la manifestación de reclamos populares, las protestas campesinas. Ambas publicaciones lograron reunir a intelectuales que desde perspectivas distintas debatían sobre la historia, la política económica, la filosofía marxista y los movimientos sociales.

Desde muy joven, como lo relata él mismo, se inclinó por las causas sociales e inscribió sus primeras incursiones partidistas en organizaciones de izquierda. Marchó al lado de los trabajadores (fundamentalmente con los electricistas de la Tendencia Democrática), solidario con las luchas populares, crítico de las dictaduras y los autoritarismos, estudioso del complejo universo de las ideologías.

Adolfo forma parte de la izquierda que desde los años setenta recuperó el legado del nacionalismo revolucionario, ideología de la revolución mexicana, como corriente que planteaba al Estado profundas reformas políticas y sociales mediante las cuales se podía proyectar el socialismo. Se recuperaba la parte más radical y reformadora de la revolución mexicana expresada

en la conjunción virtuosa entre el movimiento obrero independiente y un gobierno de la república dispuesto a seguir un curso reformista apoyado en las masas. Pensaba que si estas dos condiciones se daban aún sería posible propiciar un viraje a fondo en la vida pública, alejando el país de la creciente influencia de los interese fotáneos que ya dominaban la economía.14

En este sentido, Adolfo, al igual que otros intelectuales como Arnaldo Córdova, Carlos Pereyra, Rolando Cordera, se inspiró en las experiencias y en las ideas de Rafael Galván "expuestas durante décadas en la Revista Solidaridad, y luego en las jornadas de acción de los electricistas democráticos a la cabeza de la insurgencia sindical"15 de los años setenta. Acogió la reforma política de 1977 como oportunidad para plantear junto con otros grupos y organizaciones sociales la creación de una organización capaz de contender en las elecciones con un programa político viable para el cambio.

Durante el tiempo que participó coordinando Solidaridad' (1977 a 1980), órgano de difusión del Movimiento Sindical Revolucionario dirigido por Rafael Galván, y en la medida en que tuvo una mayor relación con los sucesos y las necesidades planteadas por los trabajadores, reconoció la necesidad imperante de buscar la modernización de la organización sindical y que esta tenía que ser obra de ellos mismos, pero también del conjunto de la sociedad mexicana urgida por democratizar tanto a las organizaciones sociales como a las políticas y a las instituciones del Estado y acabar con el régimen clientelista, lo cual significaba acabar también con los privilegios y las inercias de la burocracia sindical.

En esos mismos avatares pudo constatar la resistencia de los trabajadores electricistas y nucleares de participar en los partidos políticos o en la creación de uno nuevo que se declarara socialista, situación que reafirmaba sus ideas acerca de la vocación reformista y nacionalista de la clase obrera.

Con todo, Adolfo fue uno de los más entusiastas defensores del ingreso al Partido Socialista Unificado de México (PSUM),16 aun cuando para ello hubo de ser desintegrado el recién creado Movimiento de Acción Popular (MAP), del cual fue miembro fundador. Esta organización duró poco tiempo ante el proceso de unificación de una parte de la izquierda que dio origen en 1981 al PSUM y posteriormente, al final de la década de los años ochenta, al Partido de la Revolución Democrática (PRD).17

Como militante del PSUM, fue miembro del Comité Central, y subdirector del periódico del partido Así Es. En 1987 pasó al Partido Mexicano Socialista (PMS) y participó en la Asamblea Constitutiva del PRD en 1988, integrándose al Consejo Nacional.

En los últimos años no sólo ha publicado sus editoriales semanales en el periódico La Jornada y dirigido el suplemento dominical El Correo del Sur de La Jornada Morelos, sino también crónicas y artículos sobre el tema de los brigadistas internacionales que fueron a defender la república española.

Un rasgo que ha caracterizado la personalidad de Adolfo ha sido la lealtad a los principios, a las organizaciones en donde ha militado, a sus ideas, a sus relaciones afectivas, lo que explica a la vez tanto la opinión crítica con la cual ha visualizado siempre a la izquierda, sin renunciar a ella, como su tolerancia ante las posiciones contrarias, ante la diversidad, cualquiera que esta sea su acepción: política, ideológica, sexual, religiosa.

Abierto siempre al debate, al diálogo, a la conversación, Adolfo, puedo asegurarlo, es uno de los pocos intelectuales mexicanos a quien nadie teme acercársele, ya sea para hacer un comentario, para dar una opinión o para pasar un buen rato charlando con una persona inteligente e informada.

Tal actitud podría comprenderse como producto de su tiempo, en el cual ser intelectual y declararse de izquierda dejó de estar reñido, es decir, los intelectuales de izquierda engrosarán las filas de las organizaciones políticas y sociales. Así como también negarse a aceptar que en política todo se vale, siguiendo esa antigua divisa de Maquiavelo, convertido en postulado de la filosofía política: "el fin justifica los medios", que sigue siendo una práctica común para muchos pero que otros ya no están dispuestos a seguir.

Para finalizar esta exposición, dejaré que sea la voz del entrevistado, mediante su testimonio, la que narre sus experiencias desde la etapa de la llamada insur-gencia sindical hasta la reforma política y del proceso de la unificación de la izquierda a sus carencias.

 

Militar en la izquierda en la voz de Adolfo

En este apartado se han seleccionado y editado fragmentos de las once sesiones de entrevistas que tuve con Adolfo en el lapso de tres años (2005-2008) en Jiu-tepec, Morelos, privilegiando algunos de los temas que han sido relevantes en su vida. El primero es sobre la definición acerca de la militancia en las filas de la izquierda, a la cual él ha pertenecido siempre. En este punto comienza por definir distintos niveles de militancias motivados por diferentes razones, de tal manera que muestra los cambios y explica los distintos sentidos que va adquiriendo la militancia en las filas de la izquierda a lo largo del siglo pasado hasta llegar al presente, donde asevera que diverge, debido a que la praxis responde a intereses que tienen mayor relación con el movimiento al que apoyan que con el compromiso con alguna organización política, debido a que ahora el partido parece prescindible.

El siguiente apartado trata sobre la serie de discusiones que se dieron entre las diferentes organizaciones de izquierda, en las cuales el debate se centraba en las diferentes vías que se tenían que transitar para llegar al socialismo. Es la época en que el marxismo latinoamericano se refresca con las ideas de un marxismo renovado, crítico, se debaten las ideas de autores marxistas clásicos, como Antonio Gramsci, de los neomarxistas ingleses (Eric Hobs-bawm, E. P. Thompson, entre otros), de la escuela de Frankfurt (Jürgen Habermas) y los llamados nuevos filósofos franceses. Los intelectuales de 11 Manifestó (Rossana Rossanda), así como la llegada de los intelectuales latinoamericanos obligados a exiliarse por la cruenta represión de los regímenes militares en los países del Cono Sur.

Los años setenta fueron aciagos en la historia política y social de nuestro país, debido a que, por una parte, surgió la impronta de la guerrilla rural y urbana, la crisis del movimiento estudiantil, la insurgencia sindical, la guerra sucia y la reforma política.

Para finalizar, se seleccionan algunos párrafos de la reflexión que hace el entrevistado acerca del sinuoso camino de la unidad de la izquierda y las primeras contiendas electorales donde participó.

 

Ser militante de izquierda

El término militancia se refería en otras épocas a la lealtad y al compromiso de un individuo con una causa —generalmente mediante una organización política— aceptada voluntariamente y en la cual el individuo desplegaba sus actividades en la idea propia de la izquierda de que no hay actividad política al margen del esfuerzo colectivo, partidista, de todos aquellos que coinciden en determinados objetivos.

Con el tiempo y con la desaparición de las viejas organizaciones y del viejo modelo de partido que predominó en buena parte de la izquierda durante prácticamente todo el siglo XX, nos encontramos con un tipo de militante mucho más separado —digamos— del compromiso directo con la organización y más comprometido con la causa a la que apoya. Entonces te encuentras entre la izquierda a militantes de organizaciones que propiamente no son políticas, en el sentido tradicional, o sea que no son partidos, aunque actúan como tales; hay militantes de la ecología, de las causas de la salud, de los derechos humanos, del feminismo, y dedican la mayor parte de los esfuerzos de sus actividades intelectuales, públicas a lograr determinados objetivos.

En los partidos actuales mucha gente está ahí porque ese es el camino para incorporarse a la política en general, no a una determinada política [...] mucha gente quería que se registrara el partido (Democracia Social), porque querían seguir siendo diputados, regidores o presidentes municipales —lo cual es absolutamente legítimo— y al no alcanzar ese objetivo se desvinculó.

Bueno, para los que venimos de otra tradición era importante subrayar el otro aspecto del planteamiento, de la plataforma, del programa y mantener viva esa llama —aunque fuera un núcleo muy reducido— en espera de otra oportunidad mejor, bueno no ocurrió así en el caso de Democracia Social.18

Yo entiendo que hay mucha gente que se siente militante porque tiene un enorme compromiso ético con determinada causa, pero eso no es suficiente; la actividad política exige otras reglas, no solamente una disposición moral, el sacrificio, el espíritu de lucha, todo eso está muy bien pero hacen falta otras cosas, [como] la comprensión del universo en el que te mueves. No puedes ser político sólo en tu entorno, tiene que ser el universo de las sociedades, actuar digamos al nivel del Estado, pensar en el Estado concebido como esta estructura necesaria, bueno yo creo que ese nivel de la militancia es el que no se alcanza a comprender y se confunde, entonces tenemos muchos militantes en la izquierda que son gente extraordinaria, gente dispuesta a grandes sacrificios, pero que no está dispuesta a hacer el sacrificio elemental de tratar de comprender a la sociedad desde una visión más amplia.

Bueno, no es responsabilidad de ellos, es responsabilidad de sus dirigentes políticos, también del país que no educa, porque yo creo que la política está en relación estrecha con el grado de información, de educación, en el sentido amplio de la escuela que tiene una sociedad determinada.

La izquierda no puede pretender crear una sociedad más equitativa si no hace un extraordinario esfuerzo educativo; es decir, si la gente no se eleva de sus condiciones actuales a un estadio superior de comprensión de la vida, de la sociedad, de sí mismo. Creo que eso es imprescindible para cualquier proyecto, y yo no veo que hoy día la izquierda esté demasiado preocupada por ese tema, eso sí me sacude un poco.

 

Pensar en los años setenta

Los años setenta enfrentaron la necesidad de reflexionar sobre cuestiones sumamente diferentes; una de ellas el tema de la lucha armada, el de la lucha de masas como un componente esencial del cambio democrático, el porqué del partido de la izquierda, la reforma política —que no estaba presente en el debate de la izquierda hasta esos años— y luego al nivel internacional la necesidad de reflexionar sobre la naturaleza del socialismo, asunto que hasta los años sesenta se había considerado como una cosa resuelta, pero que después del 68, después de la intervención soviética en Checoslovaquia y del derrocamiento de Allende, obligan al conjunto de la izquierda a reflexionar. Y por otro lado introduce un tipo de discusión que no se había dado la izquierda mexicana, que tiene que ver con definir qué socialismo construir porque, al final de cuentas, lo que estamos planteando como socialismo es un régimen con determinadas características universales, pero no hace falta pensar en el socialismo con otra visión, y este es el debate que introduce el pensamiento italiano de izquierda, en primer lugar con su crítica a los maoístas y con su posterior reflexión a la derrota de Allende.

En esos años vinieron a México Roger Garaudy, Rossana Rosanda, Portantiero19 —aparte de los que llegaron después del exilio sudamericano que también tenían una reflexión que hacer—; me parece que desde el punto de vista ideológico fueron los años más intensos aunque también de dificultades enormes, porque si bien la represión se ejercía básicamente contra el movimiento armado, de alguna manera también afectaba al conjunto de la izquierda y la sensación de persecución era permanente, no había asomo de libertad de expresión.

Si tuviéramos que pensar en los años setenta como una coyuntura política nacional tendríamos que decir que el gobierno priísta entra en una crisis de dominación en el sentido de que no puede controlar —como antes— a los grupos sociales que le habían dado su estabilidad o continuidad.

 

Lo que llamamos insurgencia sindical

La característica de la insurgencia sindical es que se trata de luchas económicas reivindicativas que adquieren inmediatamente un matiz político por el carácter, digamos, corporativista de la estructura sindical. Entonces va quedando claro que no es posible defender los intereses de los trabajadores si no se crean nuevas condiciones democráticas entre los sindicatos, al mismo tiempo se descubre que la estructura productiva y la estructura sindical (del país) son muy atrasadas, que no corresponden a las necesidades del capitalismo más desarrollado.

Naturalmente que una lucha de esa envergadura habría sido imposible sin la columna vertebral de uno de los grandes sindicatos que estaban apareciendo en la escena —en particular el STERM— cuya acción desde el principio estuvo encaminada, por un lado, a la democracia sindical y, por el otro, a la modernización de los sindicatos; es decir, a la transformación de los sindicatos en instrumentos más complejos para la lucha, ya no de un sindicato en particular, sino de los trabajadores de toda una rama, que es la propuesta que deviene además de la experiencia histórica de los electricistas.

Esa lucha, en la medida en que es repudiada por el charrismo y es rechazada con todas sus fuerzas por las organizaciones obreras oficiales, se convierte en el polo de desarrollo, la atracción, de una alternativa sindical, que no es sólo sindical, que es también popular y que llevará, digamos, a darle sentido durante los años setenta a lo que llamamos insurgencia sindical [...]

Como sabemos, la derrota del movimiento popular implicó que la alternativa vencedora no fuera la que tenía Galván, la Tendencia, sino la contraria; entonces, me parece muy importante -claro, esto habrá que verlo con detalle para no quedarse en lugares comunes-una aportación extraordinaria que no ha sido valorada suficientemente y que no lo ha sido porque lo que se impuso fue meter en el mismo saco el estatismo de viejo cuño, el corporativismo, con lo que habían planteado sus adversarios. Porque si alguien era defensor de las empresas públicas y al mismo tiempo su crítico más feroz era Galván; si alguien luchó contra el corporativismo fue Galván, planteaba no sólo la democracia sino también la gran transformación de los sindicatos, su modernización, el fin de la burocracia sindical, y sin embargo, todo eso se echó en el mismo saco [...]

Yo estoy convencido de que sin la insurgencia obrero-sindical no se hubiera abierto la reforma como se abrió en el año de 77 y en las condiciones que se dieron porque creo que esa era la única opción que realmente cuestionaba al Estado; es decir, no solamente exigía respeto a sus posiciones, sino que además planteaba una alternativa, un cambio en el mundo, al conjunto de la vida tanto política como nacional.

Cuando llega la reforma política, la crisis y la represión habían dejado a la izquierda en una situación muy complicada, de tal manera que la apertura en vez de ser aprovechada por la izquierda, como se había diseñado, va a ser "cosechada" por el Partido Acción Nacional, que capitaliza electoralmente los movimientos, sobre todo los cívicos del norte de la república donde la derecha tenía una presencia enorme. De tal manera que la gran paradoja fue que una reforma pensada para la izquierda la aprovechara la derecha.

 

Proceso de unidad de la izquierda

La idea de reflexionar sobre la sociedad civil, sobre la hegemonía, tiene que ver con un cambio de paradigma, pero en ese momento nosotros estábamos más centrados en las ideas provenientes del nacionalismo, hay que reconocerlo, porque después el nacionalismo fue una mala palabra, pero en ese momento nosotros creíamos que, en efecto, el cambio social y democrático de México tenía que ver con la reafirmación del proyecto nacional (creo que esa tesis sigue siendo legítima incluso en las condiciones de la globali-zación, pero eso ya es otro asunto) [...] Estábamos en una situación un poco curiosa, paradójica, queríamos constituir una asociación política para tener una representación en el Congreso y poder difundir una línea distinta a la del PCM y de otros grupos de izquierda en lo sustantivo y porque teníamos una visión más democrática, en sentido amplio, aunque la revisión actual de los textos quizá indique que en cierto sentido estábamos muy en líneas generales con el pensamiento socialista de la época, dándole un matiz muy especial a la cuestión nacional como asunto realmente importante que la izquierda no tocaba y subrayando de manera muy particular la necesidad de construir la democracia desde las organizaciones sociales, de masas, entendiendo que ese proceso de democratización en un Estado corporativo tendría necesariamente efectos sobre el conjunto del Estado, asumiendo además que se entendía que la clase obrera iba a seguir siendo una fuerza organizada capaz de influir.

Bueno, estábamos en esa discusión cuando los partidos avanzan hacia la unidad y la decisión hasta cierto punto simple, era mantenernos al margen del proceso y desaparecer prácticamente del escenario político o incorporarnos —no sin problemas—, porque no todos los grupos veían con buenos ojos nuestra incorporación.

Me parece que el MAP fue más un grupo intelectual en el sentido riguroso y estricto del término, que tuvo una presencia política importante, sobre todo en el fenómeno de la unidad y que le proporcionó a la izquierda partidista un conjunto de ideas que si bien no fueron asumidas ni asimiladas en su momento finalmente probaron su validez, y que subrayaron los dos ejes que a mi modo de ver hoy deberían estar presentes en el programa de la izquierda: el énfasis en los temas de la igualdad social y en la democracia política. Y en este sentido, me parece, la aportación del MAP fue pequeña pero importante [...]

Lo que yo reivindico del MAP es esa disposición a ponerlo todo bajo la óptica del enfoque crítico, a no actuar sobre la base de formulaciones prefiguradas, la idea de mantener la mente abierta a todas las influencias y a trabajar sin temor a los prejuicios ideológicos que eran muy fuertes todavía a fines de los años setenta y a principios de los ochenta.

Ya en el PSUM, a veces con cierta desesperación, veíamos que no se avanzaba todo lo que se podía, pero creo que las tareas del grupo parlamentario, el trabajo de masas que se hizo, las contribuciones incluso intelectuales que se hicieron al partido, fueron importantes y, si se hace una revisión genuina y crítica de la izquierda, tendrían que ser revaloradas, porque me parece que no han sido suficientemente valoradas y se ha preferido hacer una descripción que ir a las distintas posiciones. Creo que lo más importante era una visión del movimiento social que la izquierda no ha retomado, la idea de que el movimiento social si no es sujeto en el cambio político no es nada, sólo una clientela, pero lamentablemente la izquierda fue incapaz —aunque no sólo por sí misma— de retomar una iniciativa que le diera no sólo al ciudadano sino también a los trabajadores, a los grupos de gente más desfavorecida, una oportunidad para actuar.

Digo que no es pura responsabilidad de la izquierda porque justo en el momento en que nace el PSUM también estalla la crisis económica y se inicia el proceso de reformas más brutal que hemos vivido y eso tuvo una consecuencia práctica terrible, que fue la desmovilización de las masas que en los setenta había actuado [...]

El PSUM no pudo competir en términos electorales con la derecha que estaba en pleno ascenso. Una derecha, hay que decirlo con toda claridad, que se apoyaba en un movimiento cívico, sin duda alguna, pero que también tenía como referente a Estados Unidos, al Partido Republicano; había vasos comunicantes entre grupos del PAN y norteamericanos que querían un cambio en México para darle mayor peso a la economía del mercado, así empezaron a definirse en los círculos de derecha la identidad entre economía de mercado y democracia y, frente a esto, la izquierda intentó elaborar cosas pero siempre se quedó corta.

La derecha ganaba las elecciones y la izquierda no tenía nada que decir, iba a la cola de los acontecimientos; la izquierda discutía en relación con la democracia -con adjetivos, sustantiva, no sé cuántas cosas—, pero no tenía un discurso propio sobre la democracia y eso se mantuvo durante los primeros años de crisis que deterioraba extraordinariamente las condiciones materiales y culturales de la gente. Fue una época en que se cerraron las importaciones de muchas cosas, había cierto aislamiento y mayor intervención de los grandes intereses, de las agencias norteamericanas o mundiales, se estaban gestando las pautas de una situación nueva y la gran sorpresa, lo he dicho en otro momento, la gran paradoja es que la izquierda, que no había podido capitalizar la reforma política, al llegar el 88 está prácticamente en condiciones de dar un golpe casi de muerte al PRI.

Es decir, se había erosionado enormemente la conducción hegemónica del PRI sobre la sociedad, a la derecha por la gestión de los grupos empresariales y por los triunfos electorales del PAN, a la izquierda por la pérdida de poder adquisitivo de la gente, por la inconformidad que empezaba a manifestarse, incluso dentro del PRI, y la situación no avanzaba, el país cada vez estaba más entregado a los Estados Unidos; entonces había sectores incon-formes entre el PRI, todas esas condiciones hicieron crisis con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional. De tal manera que en el 88, cuando nadie se lo esperaba, surge una izquierda, una izquierda que objetivamente estaba muerta, porque la izquierda, hablando del PSUM y después del PMS, había llegado a las elecciones en muy malas condiciones, muy dividida, muy confrontada internamente, sin una propuesta clara [...] todavía hubo un debate entre gente que decía que había que conservar un partido que tuviera entre sus objetivos el socialismo, pero el curso de los acontecimientos arrastró también al PMS a la aventura del Frente Democrático Nacional y, ya para entonces, la derecha había empezado a actuar de otra manera, ya no enfrentándose al poder del Estado sino aliándose. Entonces Salinas asume el programa histórico del empresariado mexicano y lo traduce al lenguaje del presidencialismo mexicano, atiende una parte del reclamo empresarial que era correcto, la necesidad de sacudir al Estado, de modernizarlo, pero al mismo tiempo entrega una buena parte del poder político a los grupos empresariales, fenómeno que llega hasta nuestros días.

Con la formación del Instituto de Estudios de la Transición Democrática en 1988, objetivamente lo que queda del MAP desaparece y se convierte en lo que decía Arturo Whaley, "un estado de ánimo"; algunos de nosotros, que estábamos en el PMS, decidimos integrarnos a la dirección del nuevo partido, en realidad fuimos muy pocos: Pablo Pascual, José Woldenberg y yo (ya no se podía hablar del MAP y se seguía haciendo).

Visto en perspectiva se podría uno preguntar por qué esa izquierda no hizo un esfuerzo por retener al MAP y, en este sentido, me parece que el MAP representaba (a los ojos de esa izquierda) una suerte de enemigo embozado (hace poco decía Andrés Manuel que todo moderado es un conservador, es decir, una idea del liberalismo del siglo XIX aplicada al siglo XXI). Pero es también una visión reduccionista que impide a la izquierda aceptarse como es, con sus miserias y con sus grandezas, y en esas condiciones no se puede avanzar.

Creo que el MAP fue un intento de comprender la realidad mexicana desde posiciones novedosas, convergentes que no idénticas. Ayudó a impulsar ideas importantes como la de la igualdad, la de la democracia, la crítica incluso a cierta noción del socialismo, de partido; que tiene figuras intelectuales muy notables y que tuvo también, y esto es muy importante, un conjunto de cuadros vinculados al movimiento social (al movimiento sindical, al campesino, al popular) que hicieron una experiencia única y que contribuyó muchísimo a cambiar las opciones del movimiento popular en su momento, y que no por haber sido minoritario deja de ser importante. Esto quiero subrayarlo porque en muy pocos grupos se dio un intento de fundir —en una última o única expresión— el movimiento social con un pensamiento teórico-crítico, y creo que eso sí es una aportación del MAP y hay que sentirse orgullosos de ello.

 

Últimas consideraciones

La historia oral como método para comprender la realidad histórica social ofrece una perspectiva distinta de la historia mediante el conocimiento de prácticas sociales, políticas o culturales que de otra manera no sería posible conocer. Sobre todo en el tema de la historia social y política en este periodo de las últimas décadas del siglo XX, donde el registro oral o la creación de esta fuente todavía es posible conseguir mediante la entrevista.

Después de leer estos fragmentos editados de las entrevistas con Sánchez Rebolledo, resulta necesario reiterar que mediante la historia de vida se puede llegar a recapitular acontecimientos que como en este caso fueron constitutivos tanto en la vida del entrevistado como en la del país en el proceso que inicia planteando la transición democrática y que acaba sólo en la alternancia del poder. De tal manera que desde la singularidad de la experiencia del sujeto, en este caso de la militancia política, se puede reconstruir también la historia política del país.

Otra reflexión es dar cuenta de que la politización puede ser un proceso más subjetivo que se interioriza en el sujeto desarrollándose en la vida cotidiana, que considerarlo como producto de la reflexión de una teoría que lo induce al compromiso social.

En este sentido, la historia de vida contribuye también a dirimir prácticas, en este caso, políticas que acontecían en el periodo de estudio, lo que hace repensar la historia del país. Durante las conversaciones con Adolfo queda clara la preocupación de los militantes dé antaño por la preparación teórica con la finalidad de comprender cabalmente los problemas económicos, políticos y sociales y ofrecerles soluciones, es decir, enfrentar los retos y desafíos que la política mexicana les imponía. Muchos militantes de aquella generación de izquierda llegaron a convertir la ideología en un tamiz por el que todas las acciones de la vida cotidiana debían pasar; Sánchez Rebolledo fue uno de ellos, de ahí que se expliquen las actividades laborales a las que se ha dedicado como difusor del marxismo, intelectual de izquierda y socialista.

Para finalizar, aprecio que la historia de vida resulta ser un género que plantea un tipo de praxis en la investigación histórica que posibilita la proximidad del objeto sujeto de estudio para la comprensión de la sociedad en la que existe.

 

Fuentes consultadas

Siglas y referencias

MAP Movimiento de Acción Popular.         [ Links ]

PAN Partido Acción Nacional.         [ Links ]

PCM Partido Comunista Mexicano.         [ Links ]

PCUS Partido Comunista de la Unión Soviética.         [ Links ]

PMS Partido Mexicano Socialista.         [ Links ]

PRD Partido de la Revolución Democrática.         [ Links ]

PRI Partido Revolucionario Institucional.         [ Links ]

PSUM Partido Socialista Unificado de México.         [ Links ]

STERM Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana.         [ Links ]

UNAM Universidad Nacional Autónoma de México.         [ Links ]

 

Bibliografía

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Burgos, Martine, "Historias de vida" en Jorge Aceves Lozano, Historia oral, Instituto Mora/UAM, México, 1993 (Antologías Universitarias).         [ Links ]

Celaya, Gabriel, Cantos íberos, Verbo, Alicante, 1955.         [ Links ]

Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, FCE, Argentina, 2004, p. 344.         [ Links ]

Sartre, Jean-Paul, Letre et le néant, Ed. Gallimard, París, 1987.         [ Links ]

Saltalamacchia, Homero Rodolfo, "La historia de vida en la investigación sobre movimientos sociales", tesis doctoral, UNAM, 1989, México.         [ Links ]

Woldenberg, José, Memoria de la izquierda., Ed. Cal y Arena, México, 1998.         [ Links ]

 

Páginas web

Wikipedia. La enciclopedia libre, <http://es.wikipedia.org>         [ Links ].

 

Notas

1 Burgos, "Historias", 1993, p. 152.

2 Celaya, Cantos, 1955.

3 A pesar de hablarse de "el investigador", debe quedar claro que la historia oral es, como en otras ramas de la ciencia moderna, en muchas ocasiones el resultado de un trabajo de equipo. Dado el necesario nivel de consenso en esos equipos, estas consideraciones no sólo no pierden validez sino que adquieren una mayor dimensión.

4 La fenomenología filosófica puede inclusive definirse en términos de la primera opción, la objetividad de la experiencia, y de ahí la repercusión que han tenido sus diversas metodologías en otras ciencias, en especial la historia.

5 Botelho, "Conflictos", 2008, p. 4.

6 Ricoeur, Memoria, 2004, p. 344.

7 Saltalamacchia, "Historia", 1989, p. 45.

8 Parte de las dificultades señaladas se dan porque la reconstrucción del investigador es en.ocasiones percibida como una "construcción" por el entrevistado.

9 Botelho, "Conflictos", 2008, p. 11.

10 Woldenberg, Memoria, 1998, p. 98.

11 Se refiere a los golpes militares que en el Cono Sur se suscitaron en: Brasil, 1 de abril de 1964; Uruguay, 27 de junio de 1973; Chile, 11 de septiembre de 1973; Argentina, 24 de marzo de 1976.

12 Natalio Vázquez Pallares, de formación car-denista, participó en su juventud en distintos movimientos estudiantiles tanto en el Colegio de San Nicolás como en la Universidad de Guadalajara, cuando por motivo de la proclamación de la educación socialista se clausuró esta universidad. Fue fundador de la Federación de Estudiantes Socialistas de Occidente (feso) una vez que el presidente Cárdenas acordó la restitución de la Universidad de Guadalajara. En 1936 era dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas de México y presidente de la Confederación de Estudiantes Antiimperialista de América. Se destacó siendo muy joven por su trabajo periodístico en la Revista de la Universidad Michoacana, en los periódicos Excélsior, El Día, revista Siempre!, El popular y la Revista Solidaridad. Fue nombrado rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, siendo en ese tiempo el rector más joven del país. Ocupó puestos importantes como servidor público a escala estatal y federal (procurador general de Justicia, secretario de Acción Popular y Cultural del Comité Ejecutivo Estatal, diputado de las XL y XLI legislaturas del Congreso de la Unión, senador de la República de la XLIV Legislatura). En 1960 participó en la fundación del Movimiento de Liberación Nacional (mln). En la década de los años setenta fue asesor de Jesús Reyes Heroles. En 1976 fue nombrado presidente del Comité Mexicano por la Paz, y se solidarizó con el movimienro de la Tendencia Democrática y con el Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana dirigidos por Rafael Galván. Falleció en 1981.

13 Rafael Galván fue un político y dirigente sindical. Siendo miembro del Partido Revolucionario Institucional fue electo senador por el estado de Michoacán en las legislaturas XLVI y XLVII hasta el año de 1970. A iniciativa suya en 1972 se fusionaron el Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana -del cual era secretario general- y el Sindicato Nacional de Electricistas, creando el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM). Sin embargo, en 1975 fue expulsado del sindicato. Al año siguiente fundó la Tendencia Democrática de los Trabajadores Electricistas. En 1977 se propuso una huelga nacional, la cual antes de estallar fue reprimida por la fuerza pública. Hasta 1980, año en que falleció, se dedicó a organizar y dirigir el Movimiento Sindical Revolucionario (MSR).

14 Entrevista de Hernán Gómez a Adolfo Sánchez Rebolledo, en Configuraciones, núm. 14, primavera-verano de 2004.

15 Texto leído en el homenaje luctuoso a Rafael Galván, organizado por la Universidad Obrera el día 15 de julio de 2000.

16 Creado en 1981, surgió de la fusión del Partido Comunista Mexicano (PCM), que contaba con el registro legal desde 1978, y de otras organizaciones de izquierda, que fueron el Movimiento de Acción y Unidad Socialista (maus), el Partido del Pueblo Mexicano (PPM) y el Movimiento de Acción Popular (MAP). Fue la primera iniciativa de mantener unida a la izquierda mexicana; se proclamó por el socialismo democrático.

17 Se fundó en 1989 con la participación de la mayoría de partidos y organizaciones de izquierda que conformaron el Frente Democrático Nacional en las elecciones de 1988. Surgió de la inconformidad por el fraude electoral y como mecanismo de cohesión de todas esas organizaciones y partidos para participar en la lucha política de forma electoral.

18 Adolfo se refiere a su participación como organizador del Partido Democracia Social cuando contendió en las elecciones en el año 2000. Esta organización pretendía desarrollar por la vía de planteamientos socialdemócratas los cambios políticos necesarios para el país.

19 Estos tres filósofos y dentistas sociales coincidieron en su crítica al socialismo real y al dogmatismo de la política de los partidos comunistas de su época. Roger Garaudy (1913-2012), profesor de filosofía y doctor en letras entró al Partido Comunista francés en 1933; debido a sus posiciones contestatarias, denunciar la situación en Checoslovaquia y la publicación de sus libros El gran giro del socialismo (1969) y Toda la verdad (1970), fue expulsado de ese partido en mayo 1970. Luchó por la humanización y democratización del marxismo y por un constante diálogo con el cristianismo. En 1989 Garaudy publicó sus memorias. Rossana Rossanda (1924), es una de las dirigentes comunistas más conocidas en el mundo; escritora, diputada, crítica del socialismo real de la Unión Soviética, fundadora del partido y el Diario II Manifestó. Entre sus obras se encuentran L'anno degli studenti (1968), Donna, persona, memoria del 1973 al 1986 (1987), Una storia italiana (con Carla Mosca) (2002), y su autobiografía La ragazze del secólo scorso (2006). Juan Carlos Portantiero (1934-2007) perteneció a la escuela de sociólogos sobresalientes que se formó en Argentina a partir de la labor fundacional de Gino Germani. Exiliado en México, ejerció el magisterio en Flacso. Portantiero buscó siempre la intervención política, fue miembro del Partido Comunista Argentino, del que fue expulsado en 1963 por sus críticas al stalinismo. Destaca su libro Los usos de Gramsci (1971), que promovió no sólo los riquísimos aportes de Antonio Gramsci, sino que buscó los cauces renovadores del marxismo.

 

INFORMACIÓN SOBRE LA AUTORA:

María Patricia Pensado Leglise. Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (2000). Investigadora del Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora. Profesora del Colegio de Estudios Latinoamericanos y de la licenciatura de Historia del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAYED) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro desde 2012 del Consejo Editorial de la revista Cuicuilco, del INAH. Sus líneas de investigación se han centrado en historias de vida y la militancia social y política en la segunda mitad del siglo XX. Entre sus publicaciones se encuentran las obras Voltear el mundo de cabeza: historia de militancia de izquierda (2011) en coautoría con Gerardo Necoechea, Marieta de Moraes, Pablo Pozzi y Jilma Romero, y El espacio generador de identidades locales. Análisis comparativo de dos comunidades: San Pedro de los Pinos y El Ocotito (2004), además del capítulo "Retos de la historia oral en el estudio de comunidades urbanas" (2007).

ABOUT THE AUTHOR

María Patricia Pensado Leglise. Ph. D. in Latin American Studies from the UNAM Humanities Faculty (2000). Researcher at the Dr. José Ma. Luis Mora Institute. Professor at the College of Larin American Studies and in the BA History program at the Open University and Distance Learning System (SUAYED) at the UNAM Humanities Faculty. Member since 2012 of the Editorial Board of the Cuicuilco journal, INAH. Her research has focused en life stories and social and political militancy during the second half of the 20th century. Her publications include: Voltear el mundo de cabeza: historia de militancia de izquierda (2011) coauthored wirh Gerardo Necoechea, Marieta de Moraes, Pablo Pozzi and Jilma Romero, and El espacio generador de identidades locales. Análisis comparativo de dos comunidades: San Pedro de los Pinos y El Ocotito (2004), and the chapter "Retos de la historia oral en el estudio de comunidades urbanas" (2007).

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