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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.81 México sep./dic. 2011

 

Reseñas

 

Mariana Mastrángelo, Cultura y política en la Argentina. Los comunistas en la huelga de 1929 en San Francisco, Córdoba

 

María Patricia Pensado Leglise

 

Imago Mundi, Buenos Aires, 2006, 88 pp

 

Instituto Mora

 

Para aquellos interesados en la historia social, este libro de Mariana Mastrángelo, joven historiadora cordobesa, resulta importante y sugerente por considerar y explorar temas nuevos que abordan la complejidad de la naturaleza de las primeras movilizaciones de los trabajadores durante el siglo XX, en el presente caso, de las fábricas más importantes de la ciudad de San Francisco en Córdoba, Argentina: la Miretti y Cía., los Molinos Boero y la fideera Tampieri, que estallaron la huelga en el año de 1929 demandando la jornada laboral de ocho horas, aumento salarial y reconocimiento del derecho a formar sindicatos.

La autora recurre a las fuentes obligadas para elaborar esa radiografía más allá de la descripción del origen, desarrollo y desenlace del conflicto, inmerso, como bien se explica, en un contexto de crisis económica a escala internacional y de proliferación de movimientos obreros, no sólo en América Latina sino también en otros países del continente europeo. El caso Sacco y Vanzetti y la indignación generalizada que causó, confluyó en el tejido de una red de solidaridad internacional de organizaciones políticas, sociales, culturales y artísticas, expresando el espíritu internacionalista de la izquierda que se unificaba ante la protesta.

Mastrángelo sigue el curso de las notas periodísticas locales y nacionales de la época referentes al conflicto, considerando también las publicaciones de los partidos de izquierda, para dar paso a armar el rompecabezas que significa indagar y reconocer hechos y personajes clave, las repercusiones en su entorno y fuera de él, que definen el movimiento y la forma en que concluye. Sin embargo, a la autora no le bastó esta revisión exhaustiva y recurrió a la creación de la fuente oral, localizando a los sobrevivientes del movimiento, quienes en ese momento eran octogenarios y nonagenarios.

Como es de suponer, y quienes se dedican a la praxis de la historia oral lo saben, la realización de las entrevistas no fue fácil, Mastrángelo tuvo que enfrentar mitos, silencios, olvidos, imprecisiones, evasiones, divagaciones, es decir, la evanescencia de la memoria que al paso del tiempo se acrecienta.

Gracias a su tenacidad y particular sensibilidad la autora pudo recuperar, a través de estas entrevistas, la experiencia personal de rebelarse por una causa justa, de participar en una organización, de relacionarse con personas de otras localidades e industrias, de recibir la solidaridad y las notas celebrando su movimiento. Acciones que en esa época alcanzaron una dimensión mayor por tratarse en su mayoría de mujeres y menores de edad.

Los fragmentos de algunas entrevistas que se exponen en el texto dan cuenta no sólo de la superexplotación en el trabajo, del abuso hacia las mujeres y niños, sino también de la manera en que algunas de estas mujeres asumieron decisiones que de ser consideradas personales transitaron a la toma de posiciones políticas. Lo que la autora interpreta como "elementos [que] en conjunto constituyen una cultura determinada" (p. 15), cultura que se configura de manera subterránea, abrevando las ideas que divulgaban los militantes izquierdistas de los partidos Socialista y Comunista. Cultura que la autora define como radical debido a esta influencia de la izquierda, en particular del PC, y que fue un detonante para dificultar la convivencia entre "una sociedad de características conservadoras con experiencias políticas radicalizadas" (p. 27).

No obstante la autora insiste en que este movimiento no respondió "a encuadramientos partidarios o ideológicos", sino que la huelga va mostrando un complejo entramado cultural en donde se entrecruzan tradiciones con sentidos comunes, generando, como se mencionó antes, una cultura de resistencia configurada por "una rica mixtura de elementos radicalizados" (p. 50), que data del tipo de migración italiana que se asienta en esta provincia argentina.

Esta situación se advierte primero porque, de ser un reclamo salarial en la empresa Miretti y Cía., el movimiento se expandió a la de Molinos Boero y a la fideera Tampieri; asimismo, si en un principio se plantearon sólo dos demandas, sumaron el reconocimiento de la formación del sindicato. A esta última fue a la que los propietarios de las fábricas se opusieron de manera irreductible, debido a que reconocían el peligro inminente de esa organización, que interpretaban "como herramienta clave para la lucha en torno al control de la producción" (p. 50). En este sentido, nadie mejor que la burguesía para reconocer los alcances del sindicalismo, no sólo como organizador social en la defensa de los derechos laborales de los trabajadores, sino también por la posible intervención en la organización de la producción y del sistema de trabajo.

De ahí que se comprenda la respuesta tan violenta por parte de la burguesía y las autoridades contra el movimiento, situación que atraerá la presencia y participación del PC, y reavivará la tradición de lucha de distintas corrientes de oposición (garibaldinos, mazzinianos, georgianos, anarquistas y comunistas) presentes en la memoria o en la experiencia directa de los inmigrantes italianos avecindados en San Francisco, entre las que sobresalía la garibaldina.

Una característica común de la izquierda de ese periodo era la importancia que le otorgaron a la creación de instituciones culturales, sociales y políticas, desde donde tomaban contacto con la sociedad, extendiendo su radio de acción y promoviendo la politización edificada en la ideología marxista. En San Francisco fue el caso de "la biblioteca 'Máximo Gorki', el sindicato Oficios Varios y a través de agrupaciones como Sacco y Vanzetti y Bandera de Combate" (p. 27). La presencia de estas instituciones intervendrá en fomentar la participación política, y quedará como legado al igual que el movimiento, prueba de ello fue la fuerte presencia del peronismo y el hecho de que en 1958 la izquierda ganó las elecciones en Brinkman, ciudad vecina a San Francisco.

Mariana Mastrángelo concluye preguntándose si la tradición que generó este movimiento permanece y se manifiesta en lides obreras posteriores; si el hecho de que la huelga haya estado sostenida principalmente por mujeres significó acaso la alteración en las relaciones personales y en las rutinas en el ámbito privado, y si ellas, como responsables de la crianza de los hijos, les transmitieron sus experiencias, y que sea esta una de las razones de la trascendencia del movimiento. Es decir, la naturalización de la política, que la autora puede explicar desde la práctica político cultural y no únicamente como resultado de la prédica izquierdista.

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