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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.80 México Mai./Ago. 2011

 

Reseñas

 

Luis Miguel Donatello, Catolicismo y Montoneros. Religión, política y desencanto

 

Stella M. Cornelis

 

Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2010, 175 pp.

 

Instituto de Estudios Socio Históricos, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa

 

Estudiar a los católicos y sus vínculos con la lucha armada en la Argentina contemporánea no es una tarea sencilla. Como argumenta Mallimaci en el prólogo: "se entremezclan memorias, víctimas, cuentas a saldar, relatos heterogéneos, victimarios, impunidades, juicios, crímenes de lesa humanidad". Distanciándose de las posturas que oscilan entre la condena y el homenaje, el propósito de la investigación fue abordar aquellos tópicos más generales relacionados con el nexo entre religión y política.

Los interrogantes centrales que vertebran la tesis de Donatello, para indagar la asociación entre creencias católicas y lucha armada, son: ¿qué papel desempeñaron los sacerdotes católicos en la gestación de Montoneros?, ¿qué función cumplieron las redes sociales creadas por el catolicismo posconciliar?, y ¿en qué medida la ética del catolicismo posconciliar influyó en la constitución de Montoneros? Para resolver estas cuestiones retomó los planteamientos de Michael Löwy sobre la importancia del factor religioso a la hora de comprender el fenómeno de las guerrillas en América Latina. Con ese marco conceptual estudió la guerrilla urbana en Argentina durante los años sesenta y setenta, centrándose en Montoneros, considerada como la agrupación más importante de la época.

Como en todo trabajo de investigación se examinan detenidamente las diversas interpretaciones sobre el tema, discrepando en algunos puntos con explicaciones clásicas como la de Richard Gillespi o los trabajos más recientes de Lucas Lanusse. Los planteamientos de Donatello surgen de reflexiones sociológicas. En ese sentido, por un lado, recurrió a herramientas de la sociología de la religión para comprender la dinámica de la política y, por otro, tomó conceptos de la sociología política para entender los fenómenos religiosos. Apartándose de los postulados de la historia política se posiciono en una sociología histórica de lo político, y desde esa posición teórica realizó tres ejercicios: dar cuenta de los vínculos entre las trasformaciones del catolicismo en los sesenta y Montoneros, relacionar esos nexos con una perspectiva de largo plazo en tomo a una matriz nacional–católica y, finalmente, ensayar una comprensión conceptual cotejando con conceptos provenientes de la sociología.

El libro se estructura en tres partes. En un primer momento se abordan las transformaciones en el mundo católico durante los años sesenta. El autor puso el énfasis en la continuidad con una matriz nacionalista y católica preexistente surgida en 1920–1930, pero que imitará a partir de los postulados del Concilio Vaticano II y la coyuntura local marcada por el peronismo. Para remarcar esas continuidades, Donatello retomó las respuestas del catolicismo ante los desafíos de la modernidad. Una de ellas fue el "catolicismo integral" entendido como el proceso que se desarrolló en Europa, desde la segunda mitad del siglo XIX, con el Syllabus (1864) de Pío IX y la Rerum Novarían del papa León XIII (1891). A partir de esas transformaciones surgió una serie de grupos e instituciones que pretendían enfrentarse en la arena pública con el liberalismo. Esta actitud ofensiva demandaba una presencia más activa del catolicismo, dejando atrás su relegamiento en la sacristía y penetrando en todos los ámbitos de la sociedad y el Estado. Así, se crearon los Círculos Obreros Católicos, se dictaron cursos de cultura católica, se fundó la Acción Católica Argentina (1931) y la revista Criterio (en 1928). En los años treinta y cuarenta, conjugándose con la crisis ideológica del liberalismo a escala internacional, se produjo la génesis del mito de la nación católica. Dicha concepción entendía el catolicismo como parte constitutiva de la nación, y el Estado debía dar cuenta de esa identidad para legitimarse. La experiencia que comenzó con el golpe de Estado de 1943 se legitimó a partir del mito y, a su vez, fue determinante en los orígenes del peronismo.

La segunda instancia de adaptación a la modernidad surgió a partir de las "Transformaciones básicas definidas por el Concilio del Vaticano II (1962–1965) y, en el caso del catolicismo latinoamericano, con la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín (1968)". En las décadas de los cuarenta y los cincuenta se constituyeron varios grupos que demandaron una readecuación del catolicismo, preparando el terreno para los principios del Concilio, y cuyos preceptos poseían semejanza con los planteamientos del peronismo.

Las transformaciones que comenzaron en los años sesenta se caracterizaron por dos rasgos: la multiplicación de organizaciones no oficiales y los conflictos entre la jerarquía y los cuadros medios de la Iglesia. En este sentido, el autor se preguntó en qué medida existieron dos Iglesias enfrentadas, y, además, consideró necesario averiguar si esa recomposición del campo religioso fue determinante en la política o si, por el contrario, fue una consecuencia de la misma. Con el objetivo de resolver esos interrogantes analizó detalladamente los grupos involucrados y su forma de participación. En primer lugar, menciona las asociaciones de laicos como la Acción Católica, que actuaron en ámbitos de gestión pastoral Transversales a una base territorial: en el mundo del trabajo, en la educación, en la cultura y en el mundo agrario. La Juventud Obrerá Católica, el Movimiento Obrero de la Acción Católica, la Juventud de Estudiantes Católicos, la Juventud Universitaria Católica, el Movimiento Rural de la Acción Católica y la Juventud Rural de la Acción Católica, fueron organizaciones que extendieron las premisas cristianas y en varias oportunidades se enfrentaron con las jerarquías de la Iglesia.

Otra de las innovaciones que caracterizó la década de los sesenta fue la aparición de los curas obreros, que surgieron en Francia y luego se trasladaron en misión a distintos países. En el caso argentino, los mismos ingresaron al mundo de los trabajadores pata comprometerse con sus condiciones laborales y de vida. Sin lugar a dudas la expresión más sólida del catolicismo como respuesta a la efervescencia del momento histórico fue el Movimiento de Sacerdotes pata el Tercer Mundo. Sus integrantes emitían documentos denunciando situaciones concretas y refutando el orden social existente. El autor destaca la presencia de sacerdotes como Carlos Mugica o Alberto Carbone, con un acceso a los medios de comunicación y al mundo de la opinión pública que no todos los miembros de la Iglesia poseían, permitiéndoles denunciar casos de opresión e injusticia. Con el objetivo de "construir la fe desde abajo", en las fábricas o las villas, estos religiosos consolidaron redes vinculares entre militantes de todo el país.

También surgieron grupos político–partidarios que se identificaban espiritualmente con el catolicismo, como la Asociación Sindical Argentina, vinculada a la Democracia cristiana; el Centro Argentino de Economía Humana; la revista Cambio; los movimientos estudiantiles y los ateneos universitarios. Entre esas agrupaciones se destaca la constitución del Partido Demócrata Cristiano en 1954, que fue el resultado de los intentos, durante la primera mitad del siglo XX, de conformar un partido confesional. En sus inicios intentó reemplazar al peronismo, pero ante la falla de esa aspiración, se produjo una conciliación con dicho movimiento político. Como consecuencia se originó una división en dos grandes líneas internas: la izquierda ideológica que pretendía una aproximación al socialismo y quienes conformaron la línea Apertura, acercándose al peronismo. Finalmente, el autor refiere a la revista Cristianismo y Revolución que aglutinó a un grupo de jóvenes cristianos con "preocupaciones sociales y voluntad de acción". Esa experiencia se truncó debido al liderazgo personalista de su director, Juan García Elorrio, y porque la mayoría de sus miembros optaron por Montoneros.

A partir de una descripción minuciosa el autor demuestra la complejidad y heterogeneidad que poseían las organizaciones y grupos vinculados al movimiento católico. La renovación de la institución clerical estuvo acompañada de nuevos discursos que resaltaban una concepción humanista del hombre, llamando a superar el enfrentamiento social generado por el peronismo, y a la unidad nacional por sobre las diferencias de clases. Asimismo, las críticas al capitalismo y a la ideología liberal se extendieron a un ataque hacia el imperialismo encarnado por Estados Unidos. Así, se producía una superposición entre lo teológico y lo político. Para los católicos más contestatarios, la revolución se convertía en un camino viable para transformar la sociedad. Estas ideas adquirieron mayor fuerza en el contexto latinoamericano cuando la revolución cubana abrió la posibilidad de concretas esas utopías y, en el caso argentino, llevó a los católicos a estrechar vínculos con el peronismo.

Metodológicamente el autor recurrió a testimonios y experiencias de militantes para reconstruir sus itinerarios, analizar los vínculos que establecían en sus prácticas cotidianas y examinar cómo procesaron las ideas del momento. Las redes de renovación católica estuvieron constituidas básicamente por curas, militantes de agrupaciones estudiantiles y otras organizaciones católicas, siempre vinculadas a grupos escolares. Por medio de campamentos, tareas de acción social y grupos de estudio se estrecharon los vínculos entre ellos. Las dos primeras prácticas se realizaban en lugares marcados por la pobreza; allí se colaboraba con los necesitados, les otorgaban ayuda y los alfabetizaban o les impartían apoyo escolar. Un aspecto a destacar fue la concientización de los sujetos excluidos y el esclarecimiento de las razones que los mantenían en esa situación de carencias. En los grupos de estudios reflexionaban sobre las experiencias vividas utilizando como fundamento las discusiones teológicas.

Los militantes seguían la misma trayectoria; quienes acudían a colegios católicos o a parroquias se iniciaban en diversas actividades, de la mano de curas jóvenes. Usualmente se seleccionaban los mejores alumnos, con mayor sentido de responsabilidad, para iniciarse en esas prácticas. En un segundo momento, los jóvenes discípulos integraban la Juventud de Estudiantes Católicos de sus colegios, predicando a los estudiantes. Durante el transcurso de su formación escolar los sacerdotes los persuadían de su compromiso cristiano con el contexto social. Finalmente, en el último año de su formación organizaban campamentos, en lugares de extrema pobreza, para colaborar con los necesitados. Esos contactos con situaciones de marginalidad, precarización e indigencia dejaban profundas marcas en los escolares elegidos.

Al finalizar los estudios secundarios muchos jóvenes prolongaron su militancia católica en la universidad o en la Democracia Cristiana; otros, en cambio, se vincularon al peronismo. Una tercera alternativa fue continuar como voluntarios en villas de emergencia. Muchos de esos jóvenes crearon grupos de reflexión, con sacerdotes invitados. Donatello advierte, a partir de los testimonios, que se produjo

una ruptura con cualquier elemento mágico o litúrgico del catolicismo para abrir la búsqueda hacia una mayor inserción en el mundo a través de actividades en un sentido racionales: lo religioso se desplazó hacia lo político.

En este sentido, retoma la conceptualización weberiana para analizar los cambios en la Argentina de los setenta en términos del ascetismo protestante. Este se caracterizó por el desencanto del mundo, la eliminación de lo mágico en la salvación, la comprobación de la fe en la vida profana y la conformación de sectas de regenerados. Así, la búsqueda de una regeneración del mundo dentro de la política fue una marca de nacimiento en Montoneros y el peronismo una elección posible para los católicos más contestatarios.

La segunda parte del libro revela cuáles Rieron los vínculos entre esa conducta ascética y la alternativa por las armas. Para explicar las afinidades de Montoneros con el mundo católico el autor resalta la importancia de la socialización y la sociabilidad católicas, que consolidaron las redes primordiales en el origen de la agrupación. Donatello reconstruye meticulosamente esas tramas sociales en tres espacios geográficos: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Por ejemplo, para el caso de Buenos Aires las relaciones entre catolicismo y militancia insurreccional cristalizaron en las misas universitarias brindadas por el padre Carlos Mugica, quien a su vez posibilitó contactos con otras redes como la Confederación General de Trabajadores, intelectuales, religiosos, etc. A esas ceremonias concurrían militantes de la Juventud de Estudiantes Católicos y de la Juventud Universitaria Católica, como Mario Firmenich, Carlos Ramus y Fernando Abal Medina. Juan García Elorrio fue también un actor fundamental en la constitución de Montoneros, era el nexo entre John William Cooke y el núcleo fundacional de Córdoba. Las redes sociales se extendieron a otras provincias argentinas y su rasgo más significativo fue que todas ellas se ligaron con sacerdotes católicos.

El autor detalla exhaustivamente cómo era la organización interna de Montoneros, las distintas jerarquías y formas de ascenso en el mando, el funcionamiento de los comandos clandestinos y los vínculos con grupos políticos que simpatizaron con ellos y conformaron el frente de masas. La fusión con otros grupos armados (las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Descamisados y una fracción de las Fuerzas Armadas Peronistas) provocó una serie de cambios organizativos: se acrecentó el número de miembros en la conducción a escala nacional, se produjo un encuadre masivo de militantes y aumentó el entrenamiento militar de los mismos. La marca genética de Montoneros, ligada al catolicismo, se fue desvaneciendo a medida que la agrupación viró hacia el accionar político–militar. Sin embargo, para Donatello se pueden rastrear en su estructura organizacional cierros rasgos sociorreligiosos: su estructura clandestina, en forma análoga a la de una secta. En este sentido, el autor insiste en su origen católico, pero en clave secular.

Finalmente, la tercera parte del libro presenta las posibles analogías entre las esferas religiosa y política para el caso estudiado. Originariamente la organización se pensó como una agrupación político–militar clandestina con el propósito de llevar a cabo una guerra integral contra los poderes establecidos. Entre 1973 y 1974 se produjo una fisura en el movimiento armado, dos grupos se apartaron ya que no coincidían con la militarización y con la relación entablada con Perón y el peronismo. El alto grado de conflictividad llevó a una tensión entre militarismo y trabajo de base, que a su vez se solapaba con la autoridad y la subordinación de lo particular a lo colectivo. A ello se sumó un nuevo problema, como fue enfrentar los ataques de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y otros grupos paramilitares, lo que le restó capacidad para insertarse en las masas. Luego de la muerte de Juan D. Perón, los líderes de la agrupación consideraron que el peronismo había muerto y apostaron a la construcción del "socialismo nacional". En los meses previos al golpe militar de 1976, Montoneros se preparó para una lucha prolongada e intentó generar frentes de masas para asegurarse el apoyo popular. Luego del golpe de Estado las desapariciones y torturas despedazaron la estructura organizativa y los jefes de la conducción nacional se exiliaron.

Según el autor, las transformaciones del catolicismo en los sesenta pueden considerarse un camino hacia la secularización, entendida como la recomposición de las creencias y no como la desaparición de lo religioso. La lucha armada llevó a un desplazamiento y recomposición de lo sagrado en el ámbito de lo político. Pata Donatello, la particular identificación que se erigió en la década de los treinta entre catolicismo y nación, puede considerarse como una experiencia en términos de nacionalismo, es decir, como formas seculares donde lo sagrado se deposita en lo político.

El libro es fruto de un riguroso ejercicio de investigación, nos ofrece una reflexión crítica del pasado reciente superando la meta acumulación de anécdotas o vivencias de la militancia setentista. Por lo tanto, se torna en un antecedente insoslayable sobre la temática.

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