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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.80 México Mai./Ago. 2011

 

Artículos

 

Educadoras, lectoras y socias. La irrupción de las mujeres en un espacio de sociabilidad masculino. La Sociedad Sarmiento de Tucumán (Argentina) entre 1882 y 1902

 

Teachers, Readers and Partners. The Emergence of Women in a Sphere of Male Sociability. The Sarmiento Society of Tucumán (Argentina) between 1882 and 1902

 

Marcela Vignoli

 

Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, adscrita al Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, unidad ejecutiva de doble pertenencia CONICET–UNT), Tucumán, Argentina.

 

Fecha de recepción: marzo de 2010
Fecha de aceptación: agosto de 2010

 

Resumen

En 1882 se creó en San Miguel de Tucumán un espacio de sociabilidad que reunía a alumnos, egresados y maestros de dos instituciones educativas implantadas en la provincia durante la segunda mitad del siglo XIX en el marco del despliegue del naciente Estado central, la Escuela Normal y el Colegio Nacional. Se trata de la Sociedad Sarmiento que se constituyó en un ámbito literario que permitía a sus miembros una suerte de continuidad de sus estudios ante la ausencia de una universidad. La Sociedad llevó a cabo importantes emprendimientos, entre los que destacan la creación de una biblioteca y la edición de dos publicaciones periódicas, El Porvenir y El Tucumán Literario. A partir de estos proyectos se fue moldeando una experiencia de sociabilidad masculina, con una fuerte impronta liberal, que se desarrolló en constante tensión con las posibilidades de incluir en el proyecto a las recién llegadas al mundo de la educación, de la literatura y de la lectura: las mujeres. La preocupación central del artículo es examinar las vías a través de las cuales estas se incorporaron a ese espacio y asumieron el desafío de comenzar a expresarse con su propia voz.

Palabras clave: Sociabilidad, cultura, mujeres, educación.

 

Abstract

In 1882, a sphere of sociability was created in San Miguel de Tucumán that brought together students, graduates and teachers from two educational institutes established in the province during the second half of the 19th century within the framework of the emergence of the nascent central state, the Teachers' College and the National College. Known as the Sarmiento Society, it constituted a literary sphere that enabled its members to achieve a sort of continuity in their studies in the absence of a university. The Society embarked on various major endeavors, including the creation of a library and the edition of two periodic publications, El Porvenir and El Tucumán Literario. These projects shaped an experience of male sociability, with a strong liberal imprint, that developed in constant tensión with the project of including the latest arrivals in the world of education, literature and reading, women. The central concern of the article is to examine the ways through which women were incorporated into this space ancl took up the challenge of beginning to express themselves in their own way.

Key words: Sociability, culture, women, education.

 

INTRODUCCIÓN

Es muy conocido el explosivo crecimiento económico y demográfico de Argentina a finales del siglo XIX, proceso paralelo a la especialización de sus feraces pampas como región exportadora de lanas, cereales y carnes. Menos conocido es que, paralelamente a este fenómeno, a más de mil kilómetros al norte y lindando con el mundo andino, en la pequeña y densamente poblada provincia de Tucumán, se producía también una notable expansión económica, centrada en la producción de azúcar de caña que atrajo miles de inmigrantes de provincias vecinas, capitales extrarregionales, tecnología, técnicos y mano de obra calificada europea.

La conexión ferroviaria con la región pampeana, acaecida en 1876, y un esquema de protección arancelaria frente a la competencia de los azúcares extranjeros son dos factores importantes que explican el éxito de los productores tucumanos, que en la primera mitad de la década de 1890 monopolizaron el mercado nacional del azúcar. No menos importante fue la fuerte presencia de los políticos locales en el proceso de modernización y consolidación del Estado central, que tuvo en los presidentes de origen tucumano Nicolás Avellaneda (1874–1880) y Julio A. Roca(1880–1886 y 1898–1904) a dos de las figuras más destacadas de este proceso.1

El crecimiento urbano y una sociedad compleja frieron consecuencia inevitable de la expansión económica, lo que convirtió a la capital tucumana en la ciudad y centro cultural más importante de una vasta región.

En este contexto, en 1882 se creaba en San Miguel de Tucumán un espacio de sociabilidad que reunía a alumnos, egresados y maestros de dos instituciones educativas implantadas en la provincia durante la segunda mitad del siglo XIX en el marco del despliegue del naciente Estado central: la Escuela Normal y el Colegio Nacional, fundados en 1865 y 1875, respectivamente. Se trataba de la Sociedad Sarmiento, que se constituyó en un ámbito literario que permitía a sus miembros una suerte de continuidad de sus estudios ante la ausencia de una universidad.2 A estos actores, que estaban vinculados por una trama de relaciones que devenían de un itinerario educativo común, se sumarían rápidamente muchos interesados con similares inquietudes culturales.

Entre los importantes proyectos llevados a cabo por la Sociedad se cuenta la creación de una biblioteca (1883), la edición de dos publicaciones periódicas, El Porvenir (1882–1883) y El Tucumán Literario (1888–1896), así como otras empresas de índole cultural–educativa de relevancia. El dictado de conferencias, una escuela nocturna para obreros y concursos literarios fueron algunos de los emprendimientos de la asociación.

A partir de estos proyectos se fue moldeando una experiencia de sociabilidad masculina literaria, con una fuerte impronta liberal, que se desarrolló en constante tensión con las posibilidades de incluir en el proyecto a las recién llegadas al mundo de la educación, de la literatura y de la lectura, las mujeres, quienes accedían de manera creciente a la educación, y que, junto con los jóvenes fundadores de la asociación, formaban parte de un segmento social en cierto modo selecto en un ambiente signado por el analfabetismo.3

El análisis de las tentativas de incluir a las mujeres en esta empresa cultural permitiría adentrarse tanto en un proyecto de naturaleza inclusiva llevado adelante por los jóvenes dirigentes de la Sociedad Sarmiento, como también en la forma en que las tucumanas educadas asumieron el desafío de tomar la palabra por sí mismas, ya sea como escritoras o como disertantes en conferencias y actos culturales.

Los emprendimientos sobre los que exploraremos tal cuestión serán la creación de la biblioteca y los debates que se suscitaron hacia el interior de la asociación con respecto a quiénes accederían a su acervo bibliográfico. No posee menos importancia, a su vez, el análisis de las apelaciones a las mujeres en las publicaciones de la Sociedad y su participación como autoras en las mismas.

Igualmente relevante será para este propósito estudiar a las mujeres que participaron en la asociación, primero como público de las actividades literarias y culturales, luego —cuando se decide abrirles la membresía— como socias activas.

El enfoque desde el que se intentará responder a las diversas interrogantes que suscita la incorporación de las mujeres al espacio público a fines del siglo XIX y comienzos del XX a partir de la experiencia de la Sociedad Sarmiento de Tucumán es deudor de una serie de investigaciones que se ocuparon desde una perspectiva de género de cuestiones tales como la beneficencia y la caridad, de la incorporación de la mujer al mundo laboral y su experiencia como trabajadoras y educadoras en el marco de normativas fuertemente restrictivas, como lo fue el Código Civil argentino de 1869.4

 

ORÍGENES DE LA SOCIEDAD SARMIENTO: EL GRUPO FUNDADOR Y LA CREACIÓN DE LA BIBLIOTECA

La iniciativa de crear la Sociedad Sarmiento partió de Fidel Díaz y de José R. Fierro, un alumno y un egresado, respectivamente, de la Escuela Normal. El propósito logró concretarse luego de una reunión preliminar el 17 de junio de 1882, en la que los asistentes decidieron enviar una invitación formal a "la juventud tucumana que se distinguía por su saber".5 Aunque la idea había surgido de un grupo de jóvenes de la Escuela Normal, contó desde el primer momento con la adhesión de alumnos y egresados del Colegio Nacional.

La juventud de los fundadores y primeros miembros constituyó el principal motivo aglutinante del grupo.6 En efecto, tanto desde sus manifestaciones como en las repercusiones que adquirió la conformación de este espacio en la prensa, se aludía a la "juventud" en sentido positivo, depositándose en este difuso sector grandes esperanzas, en tanto el grupo sería portador de un importante cometido social a partir del capital cultural adquirido a través de su acceso a la educación. Conformado, entonces, como un espacio que les otorgaría una suerte de continuidad de sus estudios secundarios, las actividades iniciales estuvieron centradas en la exposición de trabajos o ensayos propios y de autores ya consagrados.7

En un principio esta asociación se llamó Ateneo de las Provincias, haciendo referencia a la diversidad de origen de los socios fundadores y a la proyección regional que perseguían. Algunos de sus creadores eran jóvenes que habían llegado a Tucumán con alguna beca para estudiaren la Escuela Normal. De hecho, las primeras reuniones de la asociación se realizaron en un cuarto de la pensión estudiantil en la que residían algunos maestros y estudiantes de este establecimiento educativo.

Aunque no pertenecían a la elite económica tucumana, los fundadores poseían un bien muy preciado obtenido en su paso por la institución escolar, lo que constituía una gran ventaja en un momento en el que el saber estaba valorado positivamente y había sido asumido por el Estado como la gran herramienta de modernización y civilización a partir de las ideas del intelectual, político y ex presidente (1868–1874) Domingo Faustino Sarmiento.

Considerándose herederos de este proyecto, los fundadores dejaron de lado el nombre inicial y lo cambiaron por el de Sociedad Sarmiento, lo que los ubicó bajo la égida de un personaje relevante que resumía las virtudes cívicas y patrióticas y los posicionaba —pese a sus orígenes humildes— en un lugar expectante en el espacio público. Lógicamente, el ideario de Domingo F. Sarmiento tiñó la mayoría de las actividades iniciales de la asociación, reflejándose en la creación de una biblioteca pública, en el dictado de conferencias, en una escuela nocturna para obreros, así como en las ideas relativas a la mujer vertidas en las publicaciones culturales de la asociación.8

La creación de la biblioteca de la Sociedad Sarmiento constituyó uno de los proyectos más relevantes. La moción surgió de Emilio Carmona9 quien lanzó la idea de crear una biblioteca y el modo en que se llevaría a cabo teniendo en cuenta los recursos con los que se contaba:

Casi todos los que nos hayamos aquí reunidos somos pobres de dinero. Y aunque tengamos un gran capital de entusiasmo nos falta el elemento indispensable para llevar a cabo grandes proyectos. Todos tenemos algunos libros que por haberlos leído [sic] o estudiado no nos prestan ya servicios activos yendo a parar a un armario de donde rara vez salen. Pues donemos ese capital muerto para que vaya a formar el fondo común donde se hará productivo.10

Unas semanas después se habían recaudado 200 volúmenes, gestionándose además la donación de las bibliotecas del Club Social y de la municipalidad para incorporarlas a la que organizaba la Sociedad Sarmiento.

Luego comenzó a redactarse el reglamento interno de la biblioteca, lo que generó arduos debates ya que la comisión redactora lo elaboró sobre la idea de una biblioteca pública, con lo que se podría obtener el favor de los poderes públicos. Sin embargo, esta moción no prosperó, pues se argumentaba que la Sociedad carecía de local propio que pudiera albergar la biblioteca y el salón de lectura, pero, especialmente, por un argumento esgrimido por José R. Fierro —uno de los fundadores y futuro presidente de la asociación—, que tenía en cuenta que si la biblioteca era pública, los interesados en consultar sus libros ya no se verían obligados a incorporarse a la asociación para acceder a este servicio, perdiendo esta la posibilidad de sumar una cantidad importante de miembros. Así, el reglamento interno fijaba que "La biblioteca será por ahora exclusivamente de los socios. Cuando la Sociedad cuente con los fondos suficientes le dará el carácter de popular."11 Con estas características, la biblioteca se inauguró oficialmente el 9 de julio de 1883.

A mediados de 1884 surgió nuevamente la idea de una biblioteca pública, generándose un importante debate en relación con el pago de cuotas de quienes quisieran utilizar este servicio, Rieran o no miembros de la asociación. Algunos socios se oponían a esto argumentando que "asignar una cuota para sacar libros sería en cierto modo un negocio con el público que había contribuido a la formación de la biblioteca con bastantes donaciones". Esta idea fue apoyada por José Fierro, al considerar que los socios que habían ingresado en calidad de contribuyentes lo habían hecho sólo para poder acceder a la biblioteca cuando era exclusiva para los miembros de la asociación y no aceptarían que ahora se les cobrara cuando antes podían consultar los libros gratuitamente. Tal como había quedado reflejado en sus opiniones anteriores, Fierro estaba preocupado por la necesidad de aumentar la cantidad de socios o intentar retener a los ya existentes.

Por el contrario, para otros la cuota que se solicitaba no significaría un gran aporte para los interesados, además de la ventaja que significaba contar con esos fondos para mantener las instalaciones y acrecentar el caudal de libros. Esta situación quedó resuelta en el reglamento, mismo que fijaba una cuota de 40 centavos nacionales para los no socios que deseaban acceder a los servicios de la biblioteca. De ese modo quedaba abierta al público "para todos sin distinción de clases ni condiciones".12

El proyecto contó con la ayuda del gobierno provincial y de la municipalidad de San Miguel de Tucumán, que en julio ele 1884 donó los 835 volúmenes de su biblioteca. De ese modo, la biblioteca de la Sociedad Sarmiento se constituía como la más importante del norte argentino. Evidentemente, el carácter público de esta fue un factor importante para que recibiera donaciones y aportes del gobierno provincial y nacional, lo que le otorgó un rápido prestigio y la convirtió en el emprendimiento más relevante de la asociación. En efecto, el cargo de director de la biblioteca fue uno de los más codiciados entre los miembros cada vez que se realizaban nuevas elecciones, llegando a desempeñar esta tarea figuras que estarían en la segunda década del siglo XX al frente del proyecto de creación de la Universidad de Tucumán, como Juan B. Terán, Miguel Lillo y Ricardo Jaimes Freyre. Asimismo, la consulta de libros y la circulación por el salón de lectura fue aumentando significativamente, convirtiéndose, a principios de siglo, en uno de los argumentos centrales de los socios cuando alquilaron un local más amplio y mejor ubicado.13

 

EL PORVENIR Y EL TUCUMÁN LITERARIO: DELIMITANDO EL LUGAR DE LAS MUJERES EN LOS DEBATES DE LA SOCIEDAD SARMIENTO

El Porvenir era una publicación de aparición semanal hasta su número 41.14 A partir de este apareció mensualmente hasta alcanzar un total de 44 ediciones entre agosto de 1882 y septiembre de 1883. En el primer número ya había una invitación para colaborar tanto para hombres como para mujeres, y en ese sentido, la cuestión de la mujer ocupó un papel relevante en sus páginas. Aunque hubo varias maneras de ocuparse de ellas, ya sea a través de la transcripción de sus poesías y cuentos15 o como destinatarias de poemas, las mujeres tuvieron dedicada una sección. Las mujeres eran, además, tópico de discusión en los trabajos de los socios, que dejaron plasmada la imagen que reñían del sexo femenino en El Tucumán Literario.16 "No nos apartamos de nuestro tema favorito. Sentimos una inclinación casi instintiva, podemos decir, a favor de todas las cuestiones que se refieren a la mujer", decía uno de los jóvenes escritores sobre esta recurrencia temática.17

Que la mujer haya constituido una temática central en buena parte de la literatura argentina de fines del siglo XIX y principios del XX es para Dora Barrancos un síntoma de la frontera móvil en la relación dicotómica inclusión/exclusión. La alusión constante a la mujer durante el periodo indicado, esa suerte de obsesión por escribir y debatir acerca de su "verdadera esencia", era, según la autora, una especie de acción reparadora por la ausencia —por exclusión— de la mujer en el escenario público.18

En El Porvenir se incluían trabajos de mujeres que tenían ya una trayectoria en el mundo de las letras a nivel internacional, tal es el caso de la poeta cubana Gertrudis G. de Avellaneda y de la escritora aragonesa María del Pilar Sinués de Marco.19

En relación con las referencias externas al ámbito provincial, sabemos que los jóvenes de El Porvenir tuvieron contacto con una revista que circuló en Buenos Aires entre 1882 y 1883, El Derecho de la Mujer, de Luis Mohr,20 a través de la cual estaban al tanto y recibían las influencias de un clima nacional e internacional en el que las discusiones sobre la mujer estaban a la orden del día.21

Hacia 1887 comienza a circular El Tucumán Literario. Los años que la separan de la revista anterior significaron para la Sociedad Sarmiento una serie de cambios que orientaban este espacio hacia objetivos más definidos, mismos que alcanzaron su desarrollo pleno en la década siguiente. En efecto, un aumento considerable de sus miembros hizo de este ámbito cultural un espacio en el que circularon actores de orígenes y preocupaciones dispares. De este modo la Sociedad Sarmiento perdió la homogeneidad de los primeros años, en tanto que la integraron adultos no sólo provenientes del ámbito educativo, sino profesionales y personajes que se vincularían de modo exitoso a la política provincial.

En 1890 este ámbito no sólo es reconocido por las administraciones provincial y nacional, sino que comienza a asumir una serie de funciones que lo posicionan como un referente importante en las estrategias de configuración de la "nación argentina" en Tucumán. Esa función comienza a delimitarse a principios de esa década, momento en que la asociación asume tareas concernientes a la construcción de una conciencia cívica y patriótica —con una fuerte impronta regional— que se manifiesta a través de la organización de eventos que recreaban la mística de la historia patria: los festejos del día de la Independencia el 9 de julio, que con el 24 de septiembre22 constituían las conmemoraciones más importantes marcadas por la liturgia patriótica en la provincia; la sugerencia a los poderes provinciales del emplazamiento de estatuas en memoria de algunos próceres; la custodia de monumentos y, por último, la reflexión sobre la historia provincial y nacional en una serie de artículos publicados en las revistas de la Sociedad.

En ambas publicaciones se incluyó una sección pensada para un público lector estrictamente femenino. En el caso de El Porvenir se llamó "Sección dedicada al bello sexo"; mientras que en El Tucumán Literario el nombre elegido fue "Colaboración del bello sexo". En el primer caso la sección formó parte hasta el número 11 de la revista. No obstante logró definir con claridad a quiénes se dirigía y qué esperaba de sus destinatarias. En su presentación formal una anónima pluma planteó que su propósito era dar consejos a las lectoras como "un bondadoso padre de familia".23 Desde un principio se refirió a la necesidad de que las lectoras "cultivaran su espíritu" con la instrucción para lograr un alejamiento de la "coquetería y la afición al lujo", reprobados como "vicios morales" en la sociedad tucumana de la época.

Esta actitud paternal frente al sexo femenino se expresaba claramente cuando llamaban "niñas" a las mujeres, una asimilación al rango de menores de edad que se repetirá también en el caso de El Tucumán Literario.

En la tercera aparición de esta sección se resaltan las virtudes de un grupo de doce "niñas" entre las que podemos destacar "modales suaves", "belleza", "encarnación de la amabilidad", "conversaciones elevadas", "inteligencia clara y desenvuelta".

En el siguiente número, luego de haber descrito la belleza física e intelectual de cada una de ellas, los jóvenes de El Porvenir se arriesgan a inferir lo que consideraban que cada una de ellas pensaba. Un ejemplo es una reflexión atribuida a Carmen Posse, joven de una tradicional familia de la elite tucumana:

He llegado a convencerme que el término preciso de la carrera de la mujer es el cumplimiento de una ley sobrehumana y la satisfacción de una exigencia social: es sabido que un nuevo hogar es una columna más en el edificio colectivo de la sociedad.24

Lógicamente, además del inevitable destino doméstico al que estarían destinadas las mujeres, el hecho de erigirse como sus portavoces denota la concepción que tenían de ellas por lo menos algunos de estos jóvenes, las de menores de edad incapacitadas de expresarse por sí mismas. Ni el reconocimiento de talentos e inteligencia, ni una mirada de condescendiente simpatía oculta la fuerte carga de prejuicios de esta mirada masculina.

En el número 9 de El Porvenir encontramos la carta de una lectora firmada con la letra C que manifiesta una opinión muy crítica sobre la sociedad tucumana y el papel que tenían destinadas en ella las mujeres. Lo que parece ser un escrito sobre las estrategias en el amor adolescente, da pie a un agudo cuestionamiento:

Conozco su discreción y prudencia para incurrir en la inútil redundancia de pedirle no dé a conocer mi nombre al público, pues bien sabe usted los hábitos retrógrados de esta sociedad, los cuales tributarían mi acción con el carácter de desfachatez y falta de recato [...] En mi sentir el testimonio más elocuente de una sociedad culta es esa libertad moral que se ha llamado liberalismo, yo lo he comprendido como la expresión más clara de una sociedad que saben sus miembros emitir su opinión y sus pensamientos sin temor de ser denigrados por la voz pública. Esa libertad del pensamiento [...] no existe acá, [...] yo en este momento estoy encerrada entre cuatro paredes y a puertas cerradas para escribir estas líneas.25

La autora llama la atención sobre las dificultades de las mujeres para expresar con autonomía ideas propias en un contexto que, paradójicamente, alentaba la instrucción y el acceso a la cultura entre las mismas. Esta mirada femenina era, por otra parte, muy poco benevolente pata una sociedad muy optimista en cuanto a su futuro. Son claros los reproches hacia hombres y mujeres. A los primeros se los atacaba por egoístas; a las segundas por ocupar su tiempo en "necias preocupaciones".

La revista elogió, con simpatía, la colaboración de la anónima lectora, resaltando la justicia de los reproches a una sociedad autocomplaciente. Sin embargo, luego de esta intervención, la sección se interrumpe para reaparecer en el número 11 y, después, dejar de publicarse. A partir de este momento la participación directa de las mujeres estuvo ceñida a la transcripción de poemas o escritos de mujeres ya consagradas en el mundo de las letras.

Si bien no podemos saber si existió una conexión entre el tono crítico de la nota y la extinción de la sección, es probable que esta circunstancia haya abierto paso a la aparición de otros artículos que retomaban los temas referidos a la educación de la mujer. Las críticas alusiones que tuvo la colaboración de C, escrita "entre cuatro paredes y a puertas cerradas" desde el ámbito privado, sobre el ámbito público —considerado como espacio exclusivamente masculino— hace evidente la permeabilidad entre estas dos esferas. A pesar de que esta situación no se haya explicitado en la revista, no debe confundirnos: una joven, encerrada "en cuatro paredes" hacía circular desde una revista de jóvenes en el espacio público una cuestión de suma importancia para los derechos y aspiraciones de las mujeres.

La "Sección dedicada al bello sexo" estaba dirigida a un tipo particular de mujer. En primer lugar estas "lectoras", junto con los fundadores de la asociación, formaban parte del grupo que accedía a la educación.26 En segundo lugar, eran "niñas", es decir jóvenes, la mayoría todavía alumnas o recién egresadas del Colegio Sarmiento o de la Escuela Normal de Tucumán.27 Sin duda alguna, la progresiva escolarización de la población —que involucraba tanto a niños y niñas— implicaba una demanda incesante de docentes, profesión a la que, según el ideario masculino dominante, las mujeres estarían predestinadas por su innata "vocación maternal". Por lo que un proceso de naturaleza sociocultural como el descrito estaba empujando a las mujeres a incorporarse de manera creciente a la alfabetización y al mundo de la enseñanza y la cultura.28

Hacia 1893 registramos la presencia de la sección "Colaboración del bello sexo" en El Tucumán Literario,29 que alentaba la participación femenina en el sentido de que la mujer tucumana debía estar representada en la literatura y el periodismo.

Algunas de las autoras de las colaboraciones eran docentes y desempeñaban su profesión en el medio provincial. Aun cuando en apariencia los títulos sugiriesen otra temática, los artículos reflexionaban sobre la necesidad de instrucción de la mujer, lo que reportaría beneficios a la sociedad, así como también sobre su papel en la docencia, incluyendo cuestionamientos a su pretendida inferioridad intelectual frente a los varones. Así, en una de las notas se afirmaba:

vemos que poseen ambos iguales facultades, superiores, si se quiere en la mujer, pues esta desde niña discurre, piensa, reflexiona y comprende más pronto una explicación cualquiera que un niño [...] de ella depende en gran parte la civilización y progreso de los pueblos, siendo como es la primera educacionista de sus hijos.30

La respuesta que mereció "tamaña audacia" no tardó en aparecer en las mismas páginas de El Tucumán Literario:

Si la mujer va a la universidad, al congreso, etc. ¿El hombre amamantará nuestros hijos, los educará? La misión de la mujer es una y la educación de la sociabilidad moderna no es suficiente para trocar ese principio nacido con ella. Creyente sincero de los designios de Dios no participo de las teorías de Darwin y por el contrario estoy aferrado a la vieja doctrina de que Dios formó la familia humana asignando una misión distinta a cada uno de sus representantes en su paso por el mundo.31

Frente al ataque, la autora reivindicó una educación para la mujer en función de la "misión" que la sociedad le encomendaba:

yo quiero que su educación e instrucción sean más extensas para que así sepa desempeñar debidamente el triple papel de hija, madre y esposa que le está encomendado, y que por lo defectuoso de nuestra educación no sabemos cumplir.32

Es decir, aunque sin romper totalmente con los prejuicios que las condenaban a la reclusión en el ámbito doméstico y a la maternidad, las mujeres no dejaban de poner en cuestión la misión a las que se las predestinaba y la poca atención que se otorgaba a su formación intelectual. Una colaboración femenina de 1894, firmada por "Laura", tomaba la forma de denuncia contra la educación impartida a las niñas en Tucumán:

muy niña de seis años ingresé a una escuela, donde cuatro años más tarde conseguí que me dijeran que sabía leer, por más se lo aseguro que ignoraba, pues nada de ello entendía [...] creo inútil decirle que en materia de reso [sic] yo era muy fuerte [...] ¡qué rutinario sistema de enseñanza estaba en boga en aquel entonces, y cuántas preclaras inteligencias no se esterilizaron a causa de lo mal aplicado que eran! 33

La sección "Colaboración del bello sexo" dejó de aparecer a mediados de ese mismo año, probablemente a raíz de que en esa misma fecha comenzó a circular una revista escrita por mujeres que se llamó, La Niña Tucumana, título a través del cual se observa que la imagen de "niñas" se mantiene e incluso es retomada por estas mujeres.34

Lógicamente, las mayores posibilidades de ejercer una profesión para alguna de estas mujeres estaban en la docencia. Si consideramos que hacia 1900 la Escuela Normal de varones se cerraba debido al escaso interés que despertaba entre los jóvenes, las mujeres, ya fuera como alumnas o maestras, comenzaron a tener una presencia predominante en este campo, lo que es coherente con lo acontecido en el ámbito nacional. Al respecto, según Lucía Lionetti, "hubo una fuerte deserción de los varones que no cumplían con la escolarización obligatoria provocando finalmente una mayor presencia del sexo débil que pobló las aulas como alumnas y en el ejercicio de su profesión como maestras".35

La docencia se consideraba una extensión de la maternidad biológica en tanto en el magisterio la mujer podía desempeñar las cualidades femeninas "naturales". Las aptitudes para ser pacientes y cariñosas las hacía mejor capacitadas que los varones para educar a los niños. De manera evidente, esta visión se sustentaba en una subvaloración de un trabajo ciertamente calificado, ya que lo concebía como una prolongación del trabajo doméstico invisible (por su carácter no remunerado) asentado en la "vocación maternal" propia de las mujeres.

Dentro de las instituciones educativas las mujeres podían desempeñarse como ayudantes de maestros, maestras, vicedirectoras y directoras. De acuerdo con los datos de la Oficina de Estadísticas de la Provincia de Tucumán, en el periodo de 1895–1903 las mujeres fueron incrementando su participación como personal docente. Mientras en 1895 existían 141 varones y 215 mujeres ocupando puestos como educadores, en 1902 las mujeres sumaban 326 y los varones 131 en toda el área docente de la provincia. Es decir, que mientras el número de maestros varones se estancaba en valores absolutos, en sólo siete años y en términos relativos los hombres retrocedían de 39–6 a 28.7% frente a las mujeres en el sistema educativo.36

 

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA IMAGEN DE LAS MUJERES TUCUMANAS EN LAS REVISTAS DE LA SOCIEDAD SARMIENTO

La referencia a un tipo particular de mujer tucumana, que tenía su origen en la historia provincial, ya había estado presente en El Porvenir. En dicha oportunidad, denunciando la falta de instrucción de la mujer en el ámbito local y su "afición a la coquetería", un autor expresaba,

La vista se deleita, es cierto, contemplando las graciosas formas del brillo de algunos ojos negros, el efecto de la estudiada coquetería y de las cintas y flores artísticamente colocadas sobre la cabeza. Pero luego viene la saciedad [...] Retrocedamos un poco frente a las páginas más tristes de nuestra historia. El invasor cruel y sanguinario penetraba por sus calles sembrando por doquier la muerte y el espanto. En ese momento amargo de nuestra historia [...] la dama tucumana, henchido el corazón de heroico valor y de amor a sus hermanos y a la patria, se presentaba con la frente erguida a desafiar la ira de la tierra embravecida.37

A través de este relato instaban a la mujer de fines del siglo XIX a renunciar a una existencia frívola, inspirándose en un legado de virtud y amor a la patria que habría encarnado en las matronas tucumanas de los gloriosos tiempos de la guerra de Independencia. Haciendo referencia a otro momento histórico, el de las guerras civiles que asolaron las provincias argentinas hasta muy avanzado el siglo, El Tucumán Literario insistía en un modelo de mujer caracterizado por el arrojo y la valentía al servicio de un ideal patriótico:

La mujer tucumana tiene un corazón valiente y dispuesto a servir a las grandes causas. Las virtuosas matronas tucumanas han embellecido con sus heroicas acciones nuestra historia nacional [...] La cabeza de don Marco Avellaneda es separada de su cuerpo por la cuchilla de la barbarie afilada por las enemistades nacidas de nuestras pasadas luchas intestinas y es clavada en una pica en medio de la plaza independencia [...] doña Fortunata García se vale de personas amigas de Oribe para que se la saque de donde estaba espuesta [sic] de allí la señora García la saca una noche, la envuelve en una sábana y la lleva a su casa.38

La referencia a Fortunata García de García había estado presente en varias publicaciones de esta revista de la Sociedad Sarmiento y en la anterior, El Porvenir.39 Considerado como emblemático, el episodio —y el mensaje que se pretendía transmitir con él— fue recurrentemente recordado por quienes, desde una perspectiva conservadora, aspiraban reforzar el papel tradicional asignado a la mujer frente a los cambios promovidos por los tiempos. En esa dirección Benjamín Villafañe (h) describía a Fortunata García en los siguientes términos:

una buena madre de familia de tierra adentro, que no conocía sino la consagración doméstica en que afloraban las exquisitas dotes de su corazón [...] Cuesta convencerse de lo poco que se ha escrito para destacar ante la presente generación, la noble fisonomía de la matrona que encarna un muy legítimo orgullo de la tradición tucumana.40

Regresando a El Tucumán Literario, en varias ocasiones la revista condenaba la "frivolidad", las "conversaciones superficiales", las preocupaciones por los vestidos y cuestiones estéticas —que involucraron peinados y uso de accesorios— que ocupaban el tiempo de la mujer tucumana. Cuestión que se atribuía a las limitaciones del sistema educativo, que no habría estado dando en las mujeres los mejores resultados. La apelación al papel transformador que podría tener una buena educación se proyectaba, asimismo, a las mujeres de los sectores populares, que debían mejorar su instrucción. Paulino Rodríguez Marquina, quien se desempeñaba al frente de la Oficina de Estadísticas de la provincia, escribía al respecto:

donde más hay que detener la vista es en las escuelas de niñas. El mejoramiento de las clases obreras depende de la educación de la niñez, y especialmente de la del sexo femenino, pero es necesario que en esa educación no se acumulen en tropel tantas materias como hoy llenan el plan de estudios.41

De acuerdo con El Tucumán Literario, las herramientas que brindaba la educación podían corregir estos errores. Más aún, como "la providencia" había sido tan generosa con las mujeres tucumanas, lo único que necesitaban era hacerlas descubrir ciertos valores celosamente guardados por la historia y que era preciso recordar. No obstante, mientras recordaban este pasado glorioso al sexo femenino, también se propusieron exaltar el momento histórico que había hecho de Tucumán un lugar emblemático en la historia nacional. Así, en el marco de una serie de eventos que recreaban la mística patria, se destacó la organización, por parte de la Sociedad Sarmiento y en la década de 1890, de las "Peregrinaciones patrióticas de la juventud", que se dirigirían a la ciudad de San Miguel de Tucumán el día 9 de julio.42

Con el recuerdo de este día, legitimado por la presencia de estudiantes peregrinos que venían de distintos puntos del país para conmemorar otro aniversario de la "Declaración de independencia", se resaltaban lo que se consideraba valores cívicos y patrióticos esenciales de la nación, acrecentando al mismo tiempo la importancia relativa de la provincia de Tucumán y de los tucumanos en la "gesta nacional". Pero también se buscaba definir y conformar ciudadanos.

Y en esta considerada sublime empresa cobraba trascendencia el papel de la mujer, en tanto que en su misión se remarcaba la enseñanza de los valores cívicos a los niños: en el ámbito doméstico a sus hijos biológicos; en la escuela a sus alumnos.

La trascendencia que se otorgaba a este tipo de actos se reflejaba en las importantes inversiones destinadas a su organización, a tal punto que en julio de 1898 la prensa tucumana ponía de manifiesto que "más de 6 000 niños, futuros ciudadanos y frituras madres de argentinos desfilaron con motivo del aniversario de la Independencia".43

Evidentemente, los festejos del "Día de la Independencia" constituían una buena ocasión para recordar a las mujeres tucumanas cuál era su deber de acuerdo con un discurso patriótico que se enmarcaba sobre una ideología de tipo patriarcal. Esto se pondría de manifiesto de un modo más evidente durante los primeros años del siglo XX cuando la Sociedad Sarmiento convocaba directamente a la mujer a participar en rodas sus actividades.

 

MUJERES EN LA SOCIEDAD SARMIENTO: DE LECTORAS A SOCIAS

Hacia 1900 El Orden criticaba duramente la acción de la Sociedad Sarmiento, limitada en la práctica a ser "una sociedad cooperativa de lectura de novelas más o menos nuevas y buenas".44 Se dejaba entrever que las actividades realizadas durante la última década del siglo XIX habían menguado considerablemente al punto que sus tareas se reducían a la administración de su biblioteca. La crítica, en realidad, apuntaba a reactivar las actividades de la asociación, que estaba "obligada a demostrar que tenía algún objetivo".45

Reforzando esta idea, unos días después se insistirá desde El Orden que la Sociedad no era sino "un almacén de libros [...] que se defrauda a si [sic] misma, y defrauda la necesidad social a cuya inspiración se dice nacida".46

Esa necesidad social que, según el periódico, desatendía la asociación, habría estado reñida en primer lugar con una política condescendiente con las preferencias de los lectores, al fomentarse el novelismo, "que desquicia los espíritus débiles, enferma la actividad y contagia las estériles pasiones de protagonistas imbéciles". Esta denuncia se fundaba en datos sobre el movimiento de la biblioteca, según los cuales en 1898, de los 5 085 volúmenes consultados, 3 247 habían sido novelas. De modo que aun cuando la Sociedad se dedicara exclusivamente a la gestión de su biblioteca, esta tarea debía ser revisada a fin de "enderezar el gusto de sus lectores".47 Con respecto a la consulta de novelas el diario refería:

en su mayor parte sólo sirven para corromper el gusto literario y difundir el romanticismo, sobre todo entre el sexo femenino, que, por su impresionabilidad, es el más preparado para asimilarse los tipos extrahumanos que estas novelas presentan. Difundir entre nosotros el gusto por la buena lectura es hacer una obra digna y llenar una necesidad sumamente sentida.48

Aunque todavía las mujeres no podían participar de la Sociedad Sarmiento como socias, sí podían consultar libros de la biblioteca ya que la apertura al público –decidida en 1884—, también las incluía. Sin embargo, es evidente que la Hierre presencia femenina entre los usuarios de la biblioteca aconteció con el cambio ele siglo. Ello podría atribuirse al aumento notable de las mujeres en el mundo educativo como alumnas y educadoras, pero principalmente como resultado de la decisión del "sexo débil" de incursionar en espacios hasta entonces reservados exclusivamente para los hombres. El cuadro 1 muestra el aumento de un público lector a través de los pedidos de libros y de la consulta de bibliografía en el salón de lectura de la Sociedad Sarmiento entre 1898 y 1904.

La participación de la mujer en las actividades de la Sociedad Sarmiento no se limitaría únicamente a la consulta de libros en la biblioteca, sino que comienzan a ser incluidas en las conferencias y veladas literarias, primero como parte del público y luego como disertantes. Esta presencia femenina en las actividades de la asociación forma parte de una respuesta a las críticas de la supuesta inactividad a la que se refería El Orden. No es ocioso destacar que la apelación de la Sociedad se dirigía también a las familias, por lo que la participación de la mujer en los diferentes eventos culturales podría haberse iniciado a partir de su condición de esposa, hermana o hija.

Para el 9 de julio de 1902 se planeaba una velada literaria musical en los salones de la Sociedad Sarmiento con un programa que anunciaba una nota distintiva, la participación de tres mujeres: Margarita Todd leería un discurso alusivo a la fecha; Indalmira Cabot estaría a cargo de una de las partes musicales del acto y Ángela Ugarte recitaría el poema de Rafael Obligado "El hogar paterno". En su edición posterior al festejo El Orden publicaba un elogioso comentario:

Merece la fiesta ele anoche, el calificativo que le hemos dado: fue espléndida en toda la extensión de la palabra. Ella abre para la Sociedad Sarmiento una nueva era, que deseamos sea fecunda, pues incorpora el concurso de la mujer a los torneos intelectuales de esa institución.49

El Orden también transcribió el discurso de Margarita Todd y vale la pena detenernos en su contenido, no sólo porque era la primera vez que una mujer hablaba en público en los salones de la Sociedad Sarmiento, sino porque la oradora explicita —apelando a un análisis de tipo histórico con valoraciones sobre el papel desempeñado por las mujeres en el pasado provincial, argentino y latinoamericano— los significados que atribuía a los festejos patrios.

Todd comienza justificando su participación en el festejo como parte de uno de los deberes cívicos de la mujer. Repasa la historia nacional y provincial y propone una mirada diferente a la de la fecha, sin dejar de hacer referencia al lugar que habrían ocupado las mujeres en los tiempos de la independencia:

el ideal de esposo y madre, era el amor por la patria que les viera nacer [...] ¡Qué esposas y qué madres aquellas!, que con tanto arrojo y desprendimiento ofrecían el sacrificio de los suyos por causa tan justa [...] demostrasteis de una manera digna el patriotismo de las espartanas.50

Planteando la necesidad de reconciliar a América con España, exalta la idea del progreso material —con inequívocas referencias a la industria azucarera—, el acceso a la educación y el desarrollo de las comunicaciones como las tareas de la hora.

No, no son las luchas de la espada las que deben hoy conmover y asaltar la tranquilidad del pueblo –decía—, [...] son las luchas del trabajo y de la industria [las] que brindan la felicidad y ahuyentan la miseria.51

Al poco tiempo, la reactivación de la Sociedad Sarmiento comenzó a necesitar un nuevo marco que regulara su funcionamiento, planteándose la reforma de sus estatutos, la que parece estar vinculada a la novedad de la participación de la mujer en sus actividades. El Orden daba cuenta de esta situación:

los progresos de esta sociedad hacen necesaria la reforma, pues los estatutos que hoy rigen fueron dictados cuando la sarmiento [sic] nació a la vida, sin que sus fundadores pudieran prever el desarrollo que había de tener [...] El gran número de socios con que hoy cuenta, no tardará en aumentar una vez que los estatutos sociales sean reformados. El concurso de la mujer, que ya es relativamente importante, también debe experimentar un notable aumento. El bello sexo no puede mostrarse indiferente al movimiento intelectual, y las principales damas han de inscribir sus nombres en la nómina de socios, cuando conozcan los nuevos estatutos y el catálogo de la biblioteca.52

Unos días después aparecía una lista de nuevos socios activos de la asociación, entre los que se incluía un buen número de mujeres.53 También se aclaraba que estas nuevas socias "han manifestado su deseo de concurrir al salón y la presidencia se preocupa de destinar al efecto un departamento independiente".54

Ahora bien, ¿qué representaba en la práctica este ingreso de mujeres a la asociación? De ningún modo implicó que gozarían de los mismos derechos que los socios varones. Aun cuando compartían con estos la categoría de "socio activo", no podían participar de las elecciones ni ocupar cargos en la Comisión Directiva.55

Su participación, entonces, estaba ceñida a la presentación de trabajos en las reuniones de la Sociedad, la colaboración en las veladas literario–musicales y en las conferencias abiertas al público, en algunos casos disertando ellas mismas sobre temáticas referidas a educación. No obstante esta diferencia —que en los hechos impedía a las ingresantes ocupar cargos o tomar decisiones—, no dejaba de ser un gran avance su incorporación al principal ámbito cultural de la provincia, hasta entonces totalmente masculinizado y que a partir de ese momento se convertía en un espacio de intercambio y circulación de hombres y mujeres.

¿Se trató de una conquista femenina o de una concesión de los hombres? Quizá ambas cosas, aunque en la aceptación por parte de estos de que era legítimo que aquellas a quienes no hacía muchos años se suponían no debían abandonar las "cuatro paredes" del ámbito doméstico, algún papel debe haber desempeñado la inteligencia, el talento y la perseverancia de ese grupo de maestras tucumanas. Estas mujeres habían demostrado que podían tomar la palabra por sí mismas. Y así lo hicieron, desde el estrado, disertando en público o pronunciando discursos.

 

BREVE REFLEXIÓN FINAL

A principios del siglo XX una asociación clave en el campo cultural tucumano —la Sociedad Sarmiento— decidió abrir su membresía a las mujeres. Esto significó que estas nuevas socias —además de consultar libros de la biblioteca— podían participar en reuniones y disertar en los encuentros organizados con motivo de los festejos patrios. No obstante, no podían votar ni ocupar cargos en la Comisión Directiva. De todos modos, aunque el real alcance de sus posibilidades de participación haya estado restringido a determinadas áreas, esta incorporación significó el ingreso de las mujeres a un espacio hasta entonces exclusivamente de hombres, desde el cual podían hacer oír su voz, a menudo discordante con la de los varones.

La participación de las mujeres en un ámbito que se distinguía por aglutinar a sectores que se habían posicionado en el espacio público a partir de su acceso a la educación y su desempeño como funcionarios del Estado provincial, expresaba otra cuestión insoslayable: hacia fines del siglo XIX la presencia de las mujeres en las aulas como educadoras ya triplicaba la de los hombres, de lo que podría deducirse que el interés de las mujeres por las prácticas asociativas estaba ínfimamente relacionado con su experiencia en el mundo del trabajo como educadoras y sus aspiraciones para mejorar su situación social y laboral.

En efecto, en el tránsito entre el siglo XIX y el XX algunas mujeres utilizaron su acceso a este espacio de sociabilidad para denunciar algunos de los problemas derivados de los prejuicios de una sociedad que venía considerándolas sólo como madres y esposas subordinadas, lo que naturalmente se reflejaba en los contenidos de la educación recibida. Primero lo hicieron como escritoras anónimas en algunas publicaciones periódicas de la Sociedad Sarmiento, luego firmando notas críticas sobre la realidad educativa y, finalmente, como socias con derechos, reflexionando en público sobre diversas cuestiones de un ámbito en el que se habían convertido en las principales transmisoras de conocimientos.

 

FUENTES CONSULTADAS

Archivos

BPS Biblioteca Popular Sarmiento, Libro de actas de la Sociedad Sarmiento (1884–1896).

Periódicos y revistas

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El Porvenir, Tucumán, 1882–1883.
El Tucumán Literario, Tucumán, 1888–1896.

 

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NOTAS

1 Sobre este proceso, véanse Guy, Política, 2009; Campi y Bravo, "Elite" 2000, y Campi, "Provincias", 2000.

2 La necesidad de un centro de estudios superiores constituía una demanda insatisfecha desde el incento fracasado de crear una institución universitaria en 1875. En ese año el gobierno provincial había creado la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, financiada con fondos nacionales. Retirado este apoyo en 1880, la provincia, incapacitada de solventar el proyecto, derogó en 1882 la ley de creación.

3 De acuerdo con los datos proporcionados por la Oficina de Estadísticas de la Provincia para el año 1882, la población en condiciones de recibir educación elemental ascendía a 32 302, pero sólo 6 322 niños (20% del total) asistían a la escuela, mientras el resto no sabía leer ni escribir. Mur, Registro, 1884.

4 Sobre esta cuestión véanse Barrancos, Inclusión, 2002; Lozano et al., Historia, 2000; Guy, Women, 2009; Lobato, Historia, 2007; Morgade, Mujeres,1997; Pita, "Sociedad", 2009; Pérez y Bandieri, Educación, 2005, y Yanoulas, Educar, 1996.

5 Borda, Sociedad, 1932, p. 35.

6 Los fundadores Rieron Nicolás Ayala, Miceno Berrondo, Ángel C. Bustos, Nicómedes Castro, Tobías Córdoba, Fidel Díaz, Custodio Espinosa, Pedro Etchevere, José R. Fierro, Manuel Pérez, Alejandro Senez, Emilio Silvetti, Román F. Torres, Moisés Valenzuela y Juan Zabala. Al momento de crear esta sociedad tenían entre 17 y 22 años. Posteriormente, la mayoría de estos miembros se desempeñaron como profesores, maestros normales y ocuparon cargos en la administración pública, específicamente en el área de educación.

7 De acuerdo con el primer reglamento de la asociación, la presentación de trabajos era un requisito obligatorio para ser parte de la misma.

8 Belluci, "Sarmiento", 1997. Analizando la vinculación de Sarmiento con las mujeres, Belluci aborda de un modo pionero las diferentes instancias que adquirió esta relación con las distintas mujeres de su entorno y, de modo más general, cuáles fueron los escritos que reflejaron estos vínculos.

9 Redactor de los periódicos La Razón, El Argentino, El Norte y La Provincia, dirigió Los Debates y fundó La Opinión. Fue diputado y senador provincial, director del Consejo de Educación y jefe de la Oficina de Estadísticas de la Provincia. En la Sociedad Sarmiento ocupó cinco veces la presidencia.

10 Biblioteca Popular Sarmiento (en adelante BPS), Libro de actas de la Sociedad Sarmiento, sesión 28.10.1882.

11Ibid., sesión 21.7.1883. El espacio que debería ocupar la biblioteca era un gran problema pues la sociedad no contaba aún con local propio, conservándose los libros, durante los primeros tiempos, en los domicilios particulares de los socios.

12 Artículo 1° del Reglamento, en ibid., sesión 20.9.1884.

13 En 1902, la Sociedad Sarmiento se trasladó a una propiedad ubicada frente a la plaza principal con espacio suficiente para sus reuniones y su biblioteca. En esa oportunidad hubo un interés explícito en acondicionar un espacio privado para las mujeres que se habían incorporado como socias y querían utilizar el salón de lectura. Sobre este tema volveremos más adelante.

14 De acuerdo con las actas de la Sociedad Sarmiento, en 1884 habrían aparecido algunos números de El Porvenir que no liemos podido ubicar. En septiembre de ese año, luego de reducir su periodicidad a una vez por mes, se decidió "suspender temporalmente" la publicación considerando los altos costos que demandaba su impresión. BPS, Libro de actas de la Sociedad Sarmiento, sesión 20.9–1884.

15 Algunas de estas mujeres escritoras tucumanas fueron Francisca Ríos, Josefa Díaz, Yda Edelvira Rodríguez y Delfina de Girardin. En particular, la poetisa Josefa Díaz colaboró asiduamente con la revista.

16 Algunos títulos sobre esta temática Rieron "El amor materno", "Amor y deberes fraternales", "La belleza de las mujeres", "El niño, su infancia, su educación", "La mujer, importancia de su educación", "La mujer", "La mujer soltera", "Los derechos de la mujer", "La instrucción sobre todas que debe darse a la mujer de clase media es el trabajo", "El amor materno", "La madre", "La mujer", "Asilo de huérfanos en Tucumán", "¿Reclusa o hermana de la caridad?", "Beatas y beatismo".

17 García, "Mujer", 1882.

18 Barrancos, Inclusión, 2002.

19 Arroyo, "Influencia", 2005. En la provincia habían circulado ya los planteamientos moralizadores de María del Pilar Sinués de Marco, "Estudios morales", La Razón, 6 de junio de 1873, Tucumán. A partir de la investigación de Arroyo Calderón es posible observar la influencia de las ideas de esta escritora en las revistas de Guatemala, considerando a las mujeres como un grupo social homogéneo y con características universales.

20 La revista porteña publicó algunos trabajos de estos jóvenes referidos a la mujer.

21 El socio Moisés Valenzuela se refirió en la primera revista a los planteamientos del educador francés Ernesto Legouvé, quien había dictado en 1S47 una serie de conferencias en Francia que recogían parte de su experiencia como educador, inspector general de Educación Pública y director de la Escuela Normal de Sièyes para la enseñanza de la mujer. Estas conferencias fueron compiladas en Historia moral de las mujeres. Valenzuela, "Amor", 1882.

22 El 9 de julio de 181 6, un congreso reunido en San Miguel de Tucumán declaró la "independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica", fecha que quedó luego instituida como de la independencia argentina. El 24 de septiembre de 1812, a su vez, el ejército patriota al mando del general Belgrano derrotó en las puertas de la misma ciudad al ejército realista bajo las órdenes de Pío Tristán, frenando una serie de derrotas que amenazaban seriamente el destino de la revolución en el Río de la Plata.

23 Y continuaba: "Ora prodigando caricias a las buenas muchachas, ora censurando tonteritas con suave tono, ora buscando los medios de satisfacer vuestros delicados caprichos y siempre defensor acérrimo de vuestra causa". Anónimo, "Sección", 20 de agosto de 1882.

24 Ibid., 1 de octubre de 1882.

25 C, "Seccción", 15 de octubre de 1882.

26 Algunas de las mujeres a quienes se dirigían los poemas y pensamientos en esta primera revista pertenecían a familias de la élite tucumana y posteriormente desempeñarían tareas en la Sociedad de Beneficencia. Mientras que las mujeres que colaboraron en El Tucumán Literario formaban parte de familias alejadas del estrecho círculo que concentraba el poder político–económico y el prestigio social.

27 El Colegio Sarmiento de mujeres había sido creado por la municipalidad con fondos de la nación. Hacia 1877 fue entregado a las Hermanas del Huerto que una década después abrieron el Colegio Nuestra Señora del Huerto. En 1882 la Escuela Normal de Tucumán había dado ya 36 egresados, de los cuales seis eran mujeres. Hacia 18S8, se creó la Escuela Normal de Maestras, razón por la cual en la originariamente Normal Mixta se recibían sólo varones.

28 Esto sería muy evidente en el tránsito del siglo XIX al XX. Si en 1897 asistían a las escuelas tucumanas de primeras letras 6 506 niñas frente a 7 202 niños, en 1902 las niñas eran 10 612 y los niños 8 2S1. Datos del Anuario estadístico de la provincia de Tucumán, años 1897–1902.

29 Los artículos escritos por mujeres fueron: "Estudio", "La hermana de la caridad", "¿Qué es la mujer?", "Las fiestas mayas en la Escuela Normal", "La cruz", "La juventud", "A mi madre".

30 "Jayme, "¿Mujer?", 1893.

31 López, "Mujer", 1893.

32 Jayme, "¿Mujer?, 1893.

33 Laura, "Carta", 1894.

34 Con respecto a periódicos o revistas escritos por mujeres sabemos que en 1S70 circuló en Tucumán La Mariposa, publicación que fue analizada por Lucrecia Johansson. Lamentablemente no es posible identificar al grupo de mujeres que escribió en esta revista, ya que casi ninguno de sus artículos está firmado. No obstante, los tópicos analizados por estas autoras giraban en torno a los derechos civiles y políticos de las mujeres, lo que llevó a la autora mencionada a considerarla la primera revista feminista de Tucumán (Johansson, "Mariposa", 2006, pp. 289–307). En 1879 apareció El Organo de las Niñas, periódico también escrito por mujeres, del que no hemos podido ubicar ningún ejemplar y cuya referencia encontramos en el diario La Razón, del 16 de junio de 1879, Tucumán. Por último, La Niña Tucumana aparecía, como indicamos, en mayo de 1894. La única referencia que encontramos fue una nota de El Tucumán Literario: "Ha visto la luz pública el periódico de este nombre, redactado por distintas señoritas de esta sociedad. Al saludar a La Niña... nos complacemos en manifestarles nuestros sinceros votos convencidos como estamos del inmenso bien que puede hacer a favor del desarrollo y progreso intelectual del bello sexo de esta ciudad". Redacción. El Tucumán Literario, 6 de agosto de 1S94, Tucumán.

35 Lionetti, "Continuidades", 2005, pp. 212–213.

36 Anuario Estadístico de la Provincia de Tucumán, años 1895–1903.

37 García, "Mujer", 1882.

38 B. R. D., "Hijas", 1888.

39 Fortunata García, hija de una de las mas tradicionales familias de la elite local, fue una de las primeras presidentas de la Sociedad de Beneficencia de Tucumán. Esposa de Domingo García –quien fue gobernador intendente de Salta dutante las guerras de la independencia— y madre de Próspero García —gobernador de Tucumán entre 1S90 y 1893—, se le adjudicaba varias acciones caracterizadas por su temeridad en el marco de las luchas entre federales y unitarios.

40 Villafañe, Mujeres, 1991, pp. 104–105.

41 Rodríguez, "Clases", 1894.

42 Bertoni, Patriotas, 2001. Estas peregrinaciones se dirigían en el periodo mencionado a distintos escenarios que recordaban algún evento patriótico.

43 "Fiestas Julias", El Orden, 12 de julio de 1898.

44 "La Sociedad Sarmiento", El Orden, 18 de junio de 1900.

45 Ibid.

46 Ibid., 20 de junio de 1900.

47 Ibid.

48 "Letras", El Orden, 6 de julio de 1900.

49 "Espléndida fiesta", El Orden, 5 de julio de 1902.

50 Ibid.

51 Ibid.

52 "Labor intelectual", El Orden, 11 de agosto de 1902. Lamentablemente no se conservan las modificaciones al estatuto, aunque es probable que una de las reformas haya hecho referencia a la incorporación de sócias y a sus derechos.

53 La lista de 18 ingresantes incluía a Celinda Aybar Sobre Casas, Guillermina Duberti, María Remis, Francisca Verasa Ince, Adelaida Stagnetto, Federica Duberti, Elvira Hawkes, Juana Masmela, Dolores Huidobro, Maria Luisa Acosta, Benita Heredia, Magdalena Urrutia, Ernestina Araboldi, María Arias Andrade, Francisca Araoz: Enriqueta Lucero, Ángela Ugarte, Ormesinda L. de Belascuain, Rebeca R. Bravo, Romelia Bravo y Ángela María Bunella. Estas socias se sumaban a quince ya existentes: María Ceballos, María Esther Córdoba, Leontina G. de Coulomb, Amalia Díaz, Elvira García, Lucila M. de López, Agustina de Mainadei, Carmen A. de Moulins, María Paez, Susana Todd, Asunción de Romano, Eulogia Azcoaga, Catalina J. de Ayala, Florinda P. de Quarré y María Luisa Constant. "Sociedad Sarmiento: sus progresos, el concurso de la mujer", El Orden, 29 de agosto de 1902. Cotejando con la nómina de mujeres que actuaron en la Sociedad de Beneficencia de Tucumán, no encontramos ninguna participación de estas nuevas socias en dicha institución, integrada por damas de la elite local. Con respecto a su profesión, pudimos constatar que la mayoría eran maestras normales, algunas de las cuales se destacaron posteriormente en una serie de conferencias pedagógicas que tuvieron lugar en Tucumán.

54Ibid.

55 En el resultado de las elecciones de 1903 se adataba que: "El número total de socios activos y contribuyentes es de 613. De estos son activos 490, de cuyo número se encontraban en condiciones reglamentarias para votar, sólo 382. Descontando de este número los ausentes de Tucumán y las socias que hacen en conjunto un total de 84, quedaban 298, de los cuales ejercitaron su voto 243." "En la Sarmiento, la asamblea de anoche", El Orden, 18 de junio de 1903.

 

INFORMACIÓN SOBRE LA AUTORA:

Profesora en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, adscrita al Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, unidad ejecutiva de doble pertenencia CONICET–UNT), Tucumán, Argentina. Becaria doctoral tipo II del CONICET. Alumna del doctorado en Humanidades de la Universidad Nacional de Tucumán. Participante del proyecto de investigación Actores Sociales y Estrategias. Política y Economía en Tucumán, 1800–1960, dirigido por el doctor Daniel Campi. Entre las publicaciones más recientes destacan: "Asociacionismo y política en tiempos de crisis, la Sociedad Sarmiento de Tucumán 1900–1909" (aceptado para su publicación en la revista Travesía, núm. 11, Tucumán); "Formación de un campo intelectual en torno a la Sociedad Sarmiento de Tucumán entre 1882 y 1914" en Fabiola Orquera (coord.), Ese ardiente jardín de la república: formación y desarticulación de un campo cultural, Tucumán: 1880–1975, Alción, Córdoba, 2010.

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