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Secuencia

On-line version ISSN 2395-8464Print version ISSN 0186-0348

Secuencia  n.79 México Jan./Apr. 2011

 

Reseñas

 

Martín Aguilar, Movimientos sociales y democracia en México, 1982–1998. Una perspectiva regional

 

Sergio Tamayo

 

Editorial Porrúa/Universidad Veracruzana, México, 2009.

 

UAM–AZCAPOTZALCO

 

DE PARTIDOS Y MOVIMIENTOS

El libro es producto de la tesis de doctorado en Ciencias Políticas del autor, en el Instituto de Estudios Políticos de Grenoble y la Université Pierre Mendés de Francia. Son varios los temas de mi interés que se vinculan estrechamente con la investigación que realizo actualmente acerca de la construcción de identidades colectivas y la cultura política en los movimientos sociales, el análisis de repertorios de la movilización, que implica todo ello una articulación con el concepto de las atribuciones que los actores tienen sobre la estructura de oportunidades políticas, de la vinculación de los movimientos sociales con organizaciones partidarias y la aportación de los movimientos en la transformación democrática. Es decir, muchos de estos aspectos están planteados a detalle en el libro de Aguilar. Abren un espacio de reflexión sobre temas fundamentales de los movimientos sociales. De todos ellos, en esta reseña me centraré en el tema partido–movimiento. Quisiera, no obstante, iniciar en primer término exponiendo en general mi propia lectura, subrayando aquellos elementos que me fueron más motivadores y destacando sus aportaciones.

El objetivo de la investigación de Martín Aguilar es conocer el impacto de los movimientos sociales, especialmente de carácter regional, en el proceso de democratización del sistema político mexicano. Las hipótesis centrales son que los movimientos sociales han influido en el proceso de transformación del sistema político autoritario; que en su desarrollo entran en un proceso de politización casi inevitable, porque para alcanzar sus reivindicaciones tienen que, forzosamente, enfrentar al corporativismo, al clientelismo del partido hegemónico y al Estado autoritario; que los movimientos se plantean la autonomía e independencia con respecto al Estado y al partido de Estado, pero para ello tienen necesariamente que vincularse con otras organizaciones políticas, con las que paradójicamente establecen relaciones de subordinación y/o autonomía con diferentes grados. Aguilar es contundente en la perspectiva analítica, ya que la relación entre los movimientos sociales y el sistema político es muy compleja. No se trata solamente de medir su impacto, de analizar cómo los movimientos sociales entran y salen del sistema político, sino de comprender de qué forma nace este proceso y qué tipo de transformaciones se producen.

El libro trata sobre la década de los noventa, con tres experiencias regionales: La Unión El Barzón, que surge en Zacatecas; el movimiento campesino indígena y la coordinación por la defensa de Pemex en Veracruz, y el movimiento político en Tabasco. El libro aborda un tema que muestra una impresionante actualidad en 2010. Me explico: en 2009, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido al que prácticamente en todos los movimientos analizados en el libro se asoció de distinta manera, cumplió 20 años de existencia, pero la conmemoración pasó más o menos desapercibida. Que yo recuerde, el de Jorge Cadena en la UNAM fue uno de los pocos que organizó un evento junto con la fundación socialdemócrata alemana Friedrich Ebert. Una de importantes es este libro, que aborda uno de los temas emergentes de la realidad contemporánea y que da cuenta de los nuevos procesos sociales, políticos y culturales relacionados, a su vez, con las tendencias de democratización política y las nuevas y variadas formas de participación social que ha traído consigo.

En la actualidad es posible entender los reclamos crecientes de los ciudadanos por participar activamente en las decisiones que los afectan, lo cual aumenta la movilización de la sociedad civil. En este escenario, la población pide cada vez más Transparencia, control social de la gestión pública, intervención en las decisiones de fondo, en fin, nuevas formas de participación política y social.1

En este contexto se inscribe la obra de Treviño y De la Rosa quienes en un planteamiento inicial reconocen que a partir de la década de los ochenta la ciudadanía comienza a discutirse como concepto y como acción. Su interés, en este marco, es analizar la interacción que establecen los actores sociales en el ejercicio de sus derechos y de ciudadanía para abordar el problema "de la construcción del espacio público, de las formas de participación de ciudadanía y de los territorios citadinos donde se ejercen dichas acciones". Parten de una definición amplia aunque acotada de la ciudadanía: como estado de autonomía, encaminado hacia la inclusión de todos y la aceptación de los otros, incluyendo su acción en la esfera pública a través de formas institucionales que contengan las singularidades y las diferencias, lo privado convirtiéndose en ámbito público. La ciudadanía conlleva el ejercicio analítico sobre derechos y prácticas ciudadanas, en los cuales se redefine el papel y posición del ciudadano al interior de los espacios de la toma de decisiones y en la relación entre Estado y sociedad. Dicha interacción supone también redefinir el papel de los actores sociales, su lucha y acción contiene un proyecto de reorganización de las relaciones entre la economía, el Estado y la sociedad, en el que se redefine también el lazo público–privado. En este sentido, afirman que analizar las formas de acción colectiva y lucha social es posible desde el enfoque de la ciudadanía, es decir, como formas de construcción de la acción social. La diversidad y el conflicto son los elementos que contienen las diversas formas que asume la participación ciudadana: una forma de acción política, una forma de intervención social, con los ciudadanos actuando bajos sus propias expectativas y demandas, en el que se discierne sobre el interés común y se construye espacio público. La participación ciudadana ocurre en un espacio público, entendido según Treviño y De la Rosa como un espacio comunitario de convergencia ciudadana, es el espacio de expresión de una sociedad civil plural, de sus valores y propuestas, lugar de gestación de la identidad ciudadana. La redefinición de las categorías claves al inicio del libro (ciudadanía, actores sociales, acción colectiva, participación ciudadana y espacio público) trata de plantear, a decir de Treviño y De la Rosa, otros modos de relaciones y de organización social; "en síntesis, lo que se estaría transformando o engendrando es una nueva sociedad",2 desde la experiencia y la trayectoria de organización y confrontación de los movimientos, de su relación asimétrica y diferencial con los partidos políticos y observa, desde ahí y desde la historia regional, el impacto sobre los procesos de democratización.

El libro de Martín Águilar es, desde mi propia lectura, una aportación a esta discusión. Los autores con los que debate son diversos y trata de conciliar las corrientes de Touraine y Charles Tilly, en un buen intento, pues como dice Wiwiorka, la dicotomía entre estas dos corrientes ha sido un falso debate. El autor, estudiando en Francia, mantiene un repertorio de textos de autores franceses muy importante, y en parte consigue hacer relucir, aunque a veces tímidamente, esas discrepancias. Si algo tendría que concluir en este sentido del libro de Martín Aguilar son dos cosas: una primera, que me hubiese gustado una mayor actualización de la discusión teórica y una mayor articulación de los capítulos empíricos con la teoría. Se infiere en su relato una crítica a la teoría de los nuevos movimientos sociales, pero faltó mayor contundencia. La investigadora Silvia Bolos comentó en un evento reciente sobre el desacoplamiento de la elaboración teórica, por ejemplo de Wiwiorka, con ciertas realidades específicas de los movimientos sociales en América Larina. Tiene razón. Para mí, la teoría de los nuevos movimientos sociales, con todo y la nueva definición que hace Wiwiorka de movimientos globales, asegura que estos se identifican por no tener liderazgos formales, ni organizaciones estables, ni se plantean la toma del poder. Son así apolíticos y culturales. La realidad mexicana, y latinoamericana, vista a través del libro de Martín Aguilar, desmitifica tal elucubración. Los movimientos sí tienen liderazgos, a diferentes escalas y con jerarquías bien marcadas; sí están en vinculación con el partido, y esa articulación depende de la forma en que el partido se asume y se inserta en la dinámica propia del movimiento, y, en consecuencia, sí se plantean el asunto del poder, sobre todo y precisamente por el tipo de articulación que se pueda dar con el partido, respetando su autonomía o subsumiendo el movimiento a la estructura partidaria.

 

NOTAS

1 Véase Bernardo Kliksberg, El nuevo debate sobre el desarrollo y el rol del Estado. Mitos y realidades en la América Latina de hoy, INAP, México, 2001.         [ Links ]

2 Véanse Gustavo Meixueiro Nájera y Laura Carrera Lugo (coords.), Gobernabilidad y sociedad civil.         [ Links ]

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