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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.79 México Jan./Abr. 2011

 

Reseñas

 

Impressions du Mexique et de France / Impresiones de México y de Francia, Lise Andries y Laura Suárez de la Torre (coords.)

 

Brian Connaughton

 

Editions de la Maison des sciences de l'homme/Instituto Mora, México, 2009.

 

UAM–Iztapalapa

 

Este es un libro importante, dedicado apropiadamente a Nicole Girón, quien participó en el lanzamiento del proyecto ECOS–ANUIES–CONACYT (que dio como fruto esta obra), pero cuya salud no le permitió dejar en ella más que su inspiración y perdurable amistad. El proyecto/libro da pauta para futuras empresas culturales compartidas, al unir los esfuerzos de investigadores mexicanos y franceses en el desciframiento de un siglo de intensos intercambios culturales internacionales, en que la dinámica México–Francia desempeñó un papel clave de consecuencias aún capaces de revelar sorpresas y despertar hondo interés.

Los autores anticipan aquí relevantes aspectos de este intercambio, pero hay cierto espíritu reiterado de modestia y aceptación de que abonan en un campo que da para mucho. Aplaudo tanto este espíritu de los colaboradores como las sólidas aportaciones de los textos que conforman la obra.

La edición tiene novedades interesantes que llamarán la atención: se publican artículos en francés y en español. La introducción se presenta en francés y luego en español. Al final de la obra hay un apartado de resúmenes: en francés para los artículos publicados en español, y en español para los textos editados en francés. En total son 16 textos: nueve en francés y siete en español. Los temas son por demás variados. Con peligro de caer en la arbitrariedad o la simplificación excesiva, podríamos sugerir que Cristina Gómez Álvarez, Laura Suárez de la Torre, Javier Rodríguez Piña y José Ortiz Monasterio se ocupan de la difusión de textos franceses —o editados por franceses— en México, dentro de un horizonte signado por sus influencias ideológicas. Miguel Rodríguez, Marie–Laure Aurenche, María Esther Pérez Salas, Laurence Coudart y Claire Fredj buscan medir la influencia francesa en determinados géneros de impresos en México, en esa difícil frontera cultural en que la influencia no necesariamente define el sentido final de un producto. Alain Vaillant, Matie–Eve Thérenty y Sylvain Venayre llevan explícitamente su análisis de transferencias culturales a una reflexión sobre la formación de la identidad. Joélle Chassin, Philippe Régnier, Lise Andries y Miguel Ángel Castro problematizan la participación de individuos y grupos franceses y mexicanos en la experiencia del otro, su imaginación y la parte que esto jugaba en la propia construcción del yo.

Cristina Gómez Álvarez muestra interés en el creciente papel del libro francés en México, al transitar del siglo XVIII al XIX, poniendo énfasis en obras que sugieren la transferencia de los aires culturales de la Ilustración y los cambios políticos en Francia. Pero no deja de anotar obras francesas ilustrativas que apuntan en otra dirección, incluso pisando cierto terreno en común con Javier Rodríguez Peña: el libro religioso, el libro tradicionalista o conservador, particularmente impresos que en vez de favorecer el cambio deseaban contenerlo. La autora plantea los problemas acerca de la distribución de las obras francesas entre grupos sociales y regiones del país. No deja de ser interesante que algunos libros fueran de talante práctico, orientados a la salud o la economía; muchos eran diccionarios. Anota la autora que la historia y la ciencia eran los rubros más fuertes detrás de la religión. El mundo secular estuvo bien presente antes de la independencia.

Con el advenimiento de la independencia, el cambio de parámetros ideológicos y la mayor apertura legal —ya de por sí aparente desde las Cortes de Cádiz, 1810–1814— se acentuó. Laura Suárez de la Torre se dedica a explorar una empresa cultural típica de la época, peto hasta ahora insuficientemente comprendida: la edición de libros en español en países extranjeros para exportación a España y América Latina. Para su análisis, toma datos de la editora Librería Internacional de Rosa, establecida en París pero con una predilección para colocar libros españoles en México, al grado de establecer aquí nexos y eventualmente una librería. Laura sigue con cuidado la genealogía de los impresores y los vaivenes de sus esfuerzos, marcados por presiones y pérdidas, y no sólo éxitos y señalados logros. Igual que Cristina Gómez Álvarez, Laura Suárez de la Torre orienta al lector al género de obras que se editan y envían a México para darnos una idea de autores, corrientes e incluso problemas de mercadeo. Aunque la Librería Rosa mostró un decidido interés por traducciones de obras francesas, no dejan de figurar otras del inglés o el italiano. Y unas obras son recientes y otras clásicos de años o siglos anteriores. Incluso algunos de los libros editados y promovidos por la Librería Rosa fueron de autores mexicanos, en español, como José María Luis Mora y Bernardo Couto. Como señala la autora, el interés comercial y de ganancias jugaba como elemento dinámico, constante, si bien no siempre exitoso en esta empresa de intercambio cultural.

Javier Rodríguez Piña se decidió por un análisis distinto de la influencia francesa en México en las cuatro décadas posteriores a la consumación de la independencia en 1821. Poniendo el énfasis en los pensadores conservadores franceses, los ha rastreado en sus diversas ediciones en español, las citas de dichas fuentes por autores mexicanos, los anuncios de ventas de tales libros en periódicos capitalinos, la distribución en librerías de la ciudad de México, y la referencia a —o reproducción de— sus obras en la prensa mexicana. Su ensayo brinda valiosa información para iluminar estas diversas vertientes. Pero si Rodríguez Piña contempla el cúmulo de estas influencias conservadoras francesas como notables a partir de los años cuarenta del siglo XIX, se detiene en asignarles un papel decisivo en la política mexicana, llamándolas "un ingrediente más" en la óptica de los conservadores nacionales. La complejidad de los autores franceses, las diferencias entre ellos y la evolución de su pensamiento hace difícil realizar un mayor deslinde, máxime si se contemplan otras influencias que incidieron en los pensadores mexicanos, sus múltiples titubeos y la intensa presión de los sucesos nacionales que reclamaban soluciones más que planteamientos generales.

José Ortiz Monasterio procura profundizar en la influencia francesa sobre el pensamiento mexicano, mediante un giro hacia lo revolucionario. Escogiendo a Joseph Ernest Renán, hace una relación de la vida, formación intelectual y obra de este personaje para luego sopesar evidencias de su presencia e influencia en México. Pone especial énfasis, pero no exclusivo, en la obra ha vida de Jesús (1863) de ese autor. Ortiz Monasterio pone especial atención en la persecución contra Renán desatada en Francia bajo el gobierno de Napoleón III, predispuso a los liberales mexicanos para defender al autor galo contra un gobierno que amenazaba directamente a México. La primera defensa liberal de Renán es en nombre de la libertad, no precisamente en defensa de su exégesis bíblica. Aunque Ortiz Monasterio percibe una aceptación mayor de Renán en México después de 1880 y, en medio del auge positivista, anota asimismo una persistente tendencia de los liberales a la autocensura y apartamiento de un autor francés juzgado como en extremo heterodoxo. Ni siquiera un Vicente Riva Palacio, gran conocedor de la obra de Renán según nos lo plantea Ortiz Monasterio, se atreve a hacer referencia a La vida de Jesús. Nuestro colega explica esta situación por referencia al clima de represión y movilización católica en México en la época, pero bien puede ser que los manantiales de los titubeos frente a Renán respondieran a más factores que la simple represión ideológica, sin de ninguna manera menospreciar esta.

 

GÉNEROS

Los artículos de esta obra dedicados a las influencias francesas en géneros editoriales mexicanos amplían aún más el radio de indagaciones que este texto nos ofrece. Miguel Rodríguez explora las relaciones entre los calendarios mexicanos del siglo XIX y los almanaques franceses. En México se trata del desarrollo más libre de la tradición del calendario del siglo XVIII en tiempos de la independencia. Se respira nuevo oxígeno y se refleja un nuevo espíritu cívico. Crece el número de calendarios, incluso su especialización, y se organiza una información y eventualmente imágenes a color de manera sistemática. Guía útil para actividades religiosas, comerciales, de viaje, informativa a nivel de oficinas y transportes públicos, ofrecía consejos prácticos, sintéticos conocimientos históricos e imágenes memorables. Rodríguez argumenta que para 1850 los calendarios mexicanos se parecían formalmente a los europeos, particularmente a los franceses, pero con diferencias aún notables en cuanto a la polarización ideológica que reflejaban, misma que daba lugar a la inventiva literaria en calendarios liberales o católicos. Los títulos de los calendarios mexicanos, los pasajes textuales incluidos, las noticias comunicadas, así como los aforismos y las máximas muestran una cercanía con Francia y una abundancia de préstamos hechos con liberalidad. Como otros colaboradores en esta obra, Rodríguez argumenta que semejanzas y préstamos no constituyeron una narrativa sencilla. Al contrario, si bien se ampliaron horizontes y formatos por recurso a lo ajeno, finalmente la prensa mexicana construyó una identidad propia —o varias identidades propias en disputa— mediante la crítica, la inventiva y la reorientación que reconformara lo ajeno para ponerlo al servicio de lo propio.

Marie–Laure Aurenche se interesa por la prensa periódica ilustrada dirigida a un gran público, la que en Inglaterra se llamó penny press y en Francia habitualmente maga sin. La autora pone énfasis en el aprendizaje francés de la experiencia inglesa, y luego la influencia francesa en la revista literaria mexicana. Se trata de publicaciones de cultura enciclopédica de difusión, en las cuales se procuraba informar de actualidades, fuesen descubrimientos científicos, invenciones, cuestiones exóticas, grandes figuras de la literatura o hechos escandalosos. La ilustración era parte de la técnica de difusión, pero mientras Inglaterra y luego Francia desplegaron grandes esfuerzos por colocar grabados a madera adosados a los temas tratados, en México la falta de desarrollo en tales grabados hizo que las revistas literarias dependieran más de litografías, al principio poco acopladas a los temas tratados. La innovación temática, tipográfica y de ilustración alimentaría una prensa nacional en proceso de mexicanizarse notablemente tanto a nivel de contenidos como imágenes, pero refrenada por los estrechos límites del alfabetismo del país.

Matía Esther Pérez Salas retoma y profundiza en la litografía como vehículo ejemplar del maridaje de lo francés y lo mexicano en la evolución cultural de México. La autora ubica su estudio en el marco de los factores de expulsión y atracción: Francia en los años treinta y cuarenta expulsaba a litógrafos por la enorme competencia editorial en ese país, y México los atraía por sus nuevas libertades y la falta de desarrollo de ese nuevo arte comercial de reproducción masiva. Revistas mexicanas incorporaban a sus números textos franceses traducidos en España y reproducían imágenes francesas para acompañarlos. Sólo con la paulatina incorporación de temas mexicanos —en una óptica costumbrista— se introdujeron imágenes nacionales con cierto aire de búsqueda y reivindicación. A partir de 1840, y como producto de su experiencia en talleres franceses en México, artesanos mexicanos abrieron sus propias empresas y comenzaron a alimentar de imágenes el mundo editorial en plena expansión. Para los años sesenta, en pleno apogeo del género litográfico en México, litografías de artesanos mexicanos comenzaron a ser adoptadas libremente en publicaciones francesas que daban a conocer a este país en Europa.

Laurence Coudart, al abordar la caricatura periodística del XIX, eleva a un nivel analítico más prominente un aspecto tocado por otros autores en esta obra: lo resbaloso del asunto de las influencias y su significado. Al igual que en el caso de la litografía, la influencia francesa en el surgimiento de la caricatura mexicana es definitivo. Difícilmente pudo ser de otra manera, ya que en la década de los cuarenta —cuando surge con fuerza en México— en Francia se hallaba en pleno apogeo. Además, como explica la autora, la similitud en los procesos políticos de represión y contestación en medio de grandes inestabilidades políticas fue notable, facilitando los préstamos. Pero hacia mediados del siglo la crítica social subordinó los temas exclusivamente políticos de la caricatura francesa —mientras que la clase política era el centro de la caricatura en la prensa mexicana—, lo cual sugiere el continuado protagonismo único de políticos, así como sus clientelas urbanas y cosmopolitas. Coudart pone en duda, de esta manera, el paralelismo del desarrollo de la prensa francesa y mexicana, sus alcances y verdadera significación histórica, y aún más que otros autores de esta obra deja entrecomillada la idea de un "modelo" francés que —por bien o mal— se transfiriera sencillamente y sin complicaciones a México.

Claire Fredj se ocupa de los periódicos médicos en una óptica de mediana duración. Partiendo de los intentos mexicanos de crear una academia y un órgano publicado de la comunidad médica en los años treinta, la autora sigue lo altibajos de esta dinámica hasta la intervención francesa. Cuestiona la posibilidad de hablar de una ciencia médica nacional en una época de grandes avances e intercomunicaciones culturales en este campo, y precisa la gran importancia concedida a artículos franceses en la prensa médica mexicana en sus primeras décadas. Pero también señala la creciente insistencia de los médicos mexicanos de hacer aportes propios y ser miembros cabales de una comunidad médica no sólo nacional sino internacional. Paradójicamente, señala, la intervención francesa ofreció oportunidades para avanzar en esta agenda. Pese a cierto etnocentrismo típico de los franceses durante la intervención, el gobierno imperial lanzó una academia médica y la Gaceta Médica Mexicana, que lograrían retomar y consolidar los esfuerzos médicos de la generación anterior. Símbolo de estos logros, la Gaceta Médica Mexicana sería enviada a la Exposición Universal en París en 1889, largos años después de la caída del segundo imperio.

 

IDENTIDAD

De manera natural, en la misma asimilación de géneros periodísticos, la discusión de los autores también se encamina hacia la formación de la identidad nacional mexicana. Alain Vaillant ubica estas problemáticas dentro de lo que llama el proceso de primera mundialización de los medios, que califica como proceso atinente únicamente a las clases medias, que resultan pequeñas en el México decimonónico. Problematiza la cuestión de identidad desde este aspecto de clase y a partir de las muchas interrelaciones a escala mundial. Sugiere una homogeneización cultural mediante esta mundialización mediática en que las clases medias de distintos países se cotejan y se miden entre sí. Vaillant concibe un proceso de transnacionalización de modelos periodísticos en que se progresa de una prensa de opinión a otra más cultural y enciclopédica, hacia una prensa internamente más diversificada y, finalmente, hacia una prensa de masas. Ocupándose de los títulos periodísticos publicados en Gran Bretaña, España, Francia y México, Vaillant señala numerosos intercambios e influencias mutuas, en donde los nexos entre Francia y México se ven particularmente fuertes. A diferencia de Coudart, Vaillant habla libremente de un modelo francés e incluso de una "verdadera connivencia cultural" entre los dos países. Pero Vaillant no niega la originalidad mexicana, planteando que es notable el gusto mexicano por lo concreto, el dejo pintoresco de sus títulos satíricos, la libre dualidad asumida en su vertiente nacional e internacional, y la fuerza de la afirmación de lo local dentro de una presteza por adoptar lo ajeno. Liga tales dinámicas y posibles ambigüedades al público lector de clase media en un país todavía caracterizado por su analfabetismo dominante y fracturas socioculturales internas.

Marie–Eve Thérenty centra su atención en la relación entre la identidad nacional y el folletín en México y Francia en el siglo XIX. En los periódicos estudiados, la autora encuentra evidencias claras de transferencias culturales y traducciones de Francia, más que disquisiciones sobre la identidad nacional que considera más propias de otro tipo de publicación periódica. Pero la aurora halla tendencias similares a las remarcadas por otros autores en esta obra: no hay coincidencias exactas en los manejos del folletín en Francia y México, pese a las influencias francesas tan marcadas. En México, los periódicos liberales publican novelas y ensayos históricos de sensibilidades liberales en sus folletines; los periódicos conservadores publican novelas y ensayos que le son ideológicamente convenientes. En cambio, los folletines franceses no evidencian ese grado de politización y, al contrario, a menudo transmiten mensajes muy distintos en sus secciones informativas y de opinión que no guardan relación con sus novelas de folletín. También subraya la autora que los periódicos mexicanos publican obras extranjeras como folletines, mientras ensayos y novelas mexicanos aparecen en la sección de variedades. Esto le permite sugerir que el espacio de auténtica identidad nacional es el que se encuentra al centro del periódico, entre las variedades, donde Payno, Prieto y otros autores esenciales asientan sus reales. En cambio, la tentativa construcción de una identidad política, se encuentra en la sección desprendible, si bien ideológicamente cuidada, del folletín extranjero.

Sylvain Venayre prosigue el cuestionamiento a fondo de estas relaciones franco–mexicanas del siglo XIX, planteando lo que quizá se pensara como una pérdida de identidad. Trata los anuncios al interior de los periódicos de lengua francesa en México, habitualmente en la página 4 de un formato de cuatro hojas, y la eventual creación de una Agencia General de Anuncios en 1865 que se ocuparía de los anuncios en los periódicos franceses y también de los grandes diarios mexicanos. La dinámica descrita no es una simple proyección y réplica de la práctica en Francia, pues refleja la cultura periodística estadounidense y las peculiares necesidades de los periódicos franceses en México. Los anunciantes son cada vez en mayor número mexicanos; la diversidad de los productos y servicios ofrecidos recrea el escenario plural y movido de la vida cotidiana en el tránsito de la primera a la segunda mitad del siglo. El celo por la propiedad intelectual compite con la sensación de movimiento y flujo. En este contexto, la búsqueda de nexos entre franceses cede a una dinámica mayor de intercambio, movimientos y comunicaciones aumentadas. La mudanza y la aceleración se imponen. La autora sugiere que la prensa francesa en México se había transformado sobre sus propios complejos orígenes, volviéndose cada vez más parte de su país de adopción.

 

EXPERIENCIAS DE PERSONAJES Y GRUPOS

Joélle Chassin, Philippe Régnier, Lise Andries y Miguel Ángel Castro nos llevan a otros ámbitos complementarios de la interacción francomexicana. Cassin analiza la presencia mexicana en la prensa francesa, particularmente los Nouvelles Armales des Voyages (1819–1872). Se trata, en este último caso, de un género en expansión en el siglo XIX de exploración geográfica, o redescubrimiento del mundo, dando lugar privilegiado a lo exótico y culturalmente alterno, los estereotipos del otro recién mirado de frente, el inventario de las variedades humanas, animales, botánicas y minerales, la valoración de posibilidades de desarrollo y ganancias. Colindan y se mezclan en este género periodístico la erudición arqueológica, la auténtica curiosidad por el otro y lo ajeno, y el etnocentrismo, el interés egoísta y la mirada esquiva. Es una perspectiva propensa para auspiciar y colaborar con la intervención militar francesa en México en los años sesenta, pero no era inamovible, ni carecía enteramente de logros, y el interés científico francés en México evolucionaría en un sentido distinto en las décadas subsecuentes, con una creciente y más profunda colaboración entre intelectuales y académicos de ambos países.

Philippe Régnier centra su atención en una personalidad francesa de esta época: Michel Chevalier, profesor de economía política y colaborador de la Revista de Dos Mundos. Régnier, igual que Cassin, se preocupa por la difícil construcción y apreciación del otro desde la perspectiva francesa. Chevalier va a apoyar la intervención francesa en México, y su comprensión evidencia insuficiencias, pero Régnier argumenta que su obra y actuación no pueden reducirse a sus equívocos. Chevalier, quien logra visitar México a mediados de los años treinta, evidencia fascinación por México dentro de una óptica que privilegia el claro deslinde de una lucha internacional entre países latinos y germánicos. Deseoso de lograr la alineación de México dentro de una coalición latina, Chevalier es más sensible que otros al tema de religiosidad dentro de los grandes planteamientos sobre la civilización en su época y aprecia la importancia que debía tener la libertad de los pueblos en las alianzas entre países. De ahí que, con su monarquismo titubeante, la percepción de resistencias religiosas mexicanas a la ocupación francesa lo deja incómodo. Señala Régnier que su diagnóstico de la situación en México acaba coincidiendo con su propia crítica saintsimoniana de la cultura en Francia en materia de resistencia al cambio.

Lise Andries compara algunos importantes periódicos de México y Francia en la víspera de la intervención francesa, en 1862. Mientras encuentra que los periódicos liberales mexicanos entran en una crítica de la actuación política de Francia, acusándola de abandono de lo principios libertarios que la habían vuelto famosa, reclaman para México un nuevo protagonismo y derecho de agitar la bandera de libertades que Francia había abandonado. Especialmente después de la derrota francesa en Puebla, en mayo de 1862, los periódicos mexicanos arrecian su espíritu combativo, señalan nexos con los personajes y grupos progresistas de Francia, y afianzan su seguridad de representar la causa justa.

En Francia, los tiempos son otros. La autora señala una ausencia inicial de noticias actualizadas sobre México y, por contraste, existen muchas referencias a imágenes del pasado mexicano que caen en frecuentes estereotipos. Se desató en Francia una virtual guerra periodística entre la prensa liberal y la imperial a comienzos de 1862. Apoyándose en unas cuantas voces antiimperialistas en la legislatura francesa, la prensa liberal de Francia emprendería un ataque a la intervención, el establecimiento de la monarquía en México y la alianza con fuerzas clericales en este país. Pero la derrota francesa en Puebla aconsejaba mayor prudencia.

El periodismo de México y de Francia vivieron momentos distintos y encontrados, pero la victoria mexicana permitiría a los literatos de este país vincular en los años siguientes las imágenes de los tipos populares mexicanos a la causa liberal y nacionalista abanderada por la república. No lo plantea la autora, pero la evolución del periodismo y la litografía en México, que como este libro demuestra estuvieron estrechamente vinculadas con Francia, tendrían un papel clave en dicho desarrollo.

Finalmente, Miguel Ángel Castro nos ofrece una perspectiva de los mexicanos que se acercaban a Francia a finales del siglo XIX. Sostiene la tesis ampliamente compartida en esta obra de un "diálogo complejo". Señala Castro la "reconquista" de México por el afrancesamiento en las últimas décadas del siglo, notable en la arquitectura, los productos consumidos, las prácticas médicas, los espectáculos, etc. Pero también sigue la huella de la cultura francesa entre los grandes autores nacionales y la ansiedad que manifestaban por visitar París. La prensa en México —tanto en español como en francés— divulgaba noticias culturales francesas y hay evidencias claras de una elite cultural actualizada en los sucesos culturales y los autores de punta en Francia. París ofrecía simultáneamente todo lo bueno y todo lo malo, lo moderno y lo decadente, la virtud y el vicio. La Exposición Universal de París en 1900 fue un momento culminante de este proceso en que la capital francesa era renovación y actualidad. La cercanía a Francia generó desde luego apreciaciones mexicanas más exactas del país y su población, no del todo distinto de lo que pasaba en sentido contrario. Pero la caída de Porfirio Díaz haría que el encanto del afrancesamiento se despejara.

Esta es una obra colectiva de múltiples, plurales y ricas ponderaciones de los nexos entre los impresos de Francia y México en el siglo XIX. Es un libro de apertura. Por sus cuidadosas investigaciones y por su tono argumentativo, convoca a mayores pesquisas y coloca sus hallazgos como invitaciones a la profundización. En vez de servirnos una respuesta a todas las incógnitas, nos adelanta una compleja gama de temas y argumentos, induciéndonos a subir a bordo y participar en análisis de este tipo. El mundo inmediato a que nos convoca es el de los vínculos y conflictos entre México y Francia, pero el abordaje que propicia de una multifacética y contestataria construcción de la prensa mexicana y la identidad nacional en sus relaciones con Francia, puede extenderse con igual aplomo y serenidad a los nexos con España, Gran Bretaña o Estados Unidos, para cirar varios casos. Ojalá que en los años venideros esta obra sirva, en primer lugar, para dar gusto y motivo de reflexión a los lectores e investigadores, y simultáneamente que aliente la ampliación y profundización de las miradas que aquí se han reunido. Si a la creciente comprensión del vínculo México–Francia en el siglo XIX aunáramos miradas tan ricas sobre los nexos México–España, México–Gran Bretaña, o México–Estados Unidos, lograríamos nuevos aportes a la historiografía analítica y comparativa de todos estos países, cuyas historias a veces sugieren más en conjunto de lo que dicen por separado.

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