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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.78 México Set./Dez. 2010

 

Reseñas

 

María Concepción Martínez Omaña (coord.), El agua en la memoria: cambios y continuidades en la ciudad de México, 1940-2000

 

Graciela de Garay

 

Instituto Mora, México, 2009 (Historia Oral).

 

Instituto Mora

 

En su Tesis de filosofía de la historia el alemán Walter Benjamín sostenía que

articular históricamente lo pasado no significa conocerlo "tal y como verdaderamente ha sido". Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro [...] El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. [...] El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando este venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.1

Las reflexiones del filósofo constituyen, a mi juicio, un marco referencial pertinente para ubicar el sentido del libro colectivo intitulado El agua en la memoria: cambios y continuidades en la ciudad de México, 1940-2000, que coordinó María Concepción Martínez Omaña y que ahora se reseña.

En la introducción al texto, Martínez Omaña apunta que los cinco capítulos incluidos en esta obra analizan, desde una visión multidisciplinaria, las relaciones entre los actores con su entorno físico, natural y cultural y, en particular, con el recurso del agua, así como sus prácticas y representaciones sociales. La investigación toma como espacio de análisis la ciudad de México entre los años de 1940 a 2000, proceso ilustrado con espléndidas fotografías de época y elocuentes testimonios de los lugareños.

El estudio es novedoso en la medida en que buena parte de los trabajos reunidos se apoya en la metodología de la historia oral. Los autores exploran, a través de entrevistas en profundidad, la memoria de los habitantes de la región sur y centro de la cuenca del Valle de México con respecto a los significados y sentidos que atribuyen a la reproducción y construcción de sus formas de vida en relación con el agua.

El análisis distingue un antes y un después marcado por el proceso de urbanización acelerada de la ciudad de México. En efecto, los testimonios orales registrados, a partir de entrevistas con los habitantes del lugar, muestran, por un lado, los peligros inminentes que implica el progreso y, por otro, la necesidad de valorar, desde el presente, el pasado con respecto al territorio que una vez vivieron como un manantial de agua ilimitado y ahora temen se agote por el desperdicio y la distribución inequitativa del vital líquido. Desde esta perspectiva, la idea de pensar en la memoria como avenida para acceder a la relación de los individuos con el recurso hídrico parece indicada.

Pero, ¿qué es la memoria? La memoria es una facultad mental o estado psíquico que permite a los seres humanos reconstruir el pasado desde el presente. Si bien es cierto que los animales disponen de memoria esta es más bien corta y poco diversa. Pero la diferencia mayor entre la memoria del animal y la del hombre reside en que el primero no tiene conciencia de su memoria que se forma a partir de la experiencia, porque su memoria se limita al presente rememorado y excluye las nociones de pasado y futuro. El hombre, en cambio, además de una conciencia primaria dispone de una conciencia de orden superior, con intencionalidad y provista de un lenguaje gracias al cual puede conceptualizar y comunicar su experiencia. Incluso, el hombre tiene posibilidades de reeditar su memoria y, si lo desea, liberarse de ella mediante el olvido. Esta ventaja le facilita imaginar una memoria semántica y simbólica que le permite elaborar representaciones ideales del pasado y del futuro, elementos constitutivos de las creencias y los mitos.2

Ahora bien, esto nos lleva a indagar sobre el cómo recordamos. La mayoría de las veces lo hacemos en compañía de nuestros padres, conversando con amigos o a través de otras personas que nos hacen evocar el pasado con sus preguntas, aunque la operación mental de recordar constituya un acto individual. Sucede que no todos pensamos lo mismo y al mismo tiempo. Sin embargo, la gente adquiere sus memorias a través de la comunicación intersubjetiva que permite el lenguaje. Porque es en la sociedad donde la gente recuerda, reconoce y localiza sus memorias y desde esta perspectiva, diría Maurice Halbwachs, se puede hablar de una memoria colectiva y los marcos sociales que contribuyen a la reconstrucción de la memoria.3

Con apoyo en estos planteamientos, los marcos sociales de la memoria, como el lenguaje, constituyen instrumentos a través de los cuales se conforma una imagen del pasado acorde con un contexto, una época y los pensamientos predominantes en una sociedad.4 El habla cobra sentido cuando se refiere a un contexto y a un sistema de símbolos que articulan las prácticas intersubjetivas de los actores sociales.5 La memoria no existe hasta que se narra. Finalmente, se ha aceptado que el sujeto tiene experiencia que puede recordar y comunicar a través del lenguaje.

Pero también es cierto que la memoria es subjetiva, falible, siempre encarnada en sociedades vivas y como tal en permanente evolución, sujeta a la dialéctica de recordar y olvidar, susceptible a las distorsiones y a las manipulaciones. Al ser la memoria un fenómeno de la emoción, esta se acomoda a los hechos que le convienen y gusta oír. Por eso hay tantas memorias colectivas como grupos que la producen.6 No obstante, el contenido del recuerdo se encuentra regulado por la memoria colectiva que depende, como la memoria individual, del contexto social y de lo que se pone en juego al momento de la narración en el presente.7

El punto es que no puede existir historia sin memoria ya que el historiador se apoya en datos vinculados a la memoria. La memoria no es la historia. Ambas son representaciones del pasado, pero la segunda busca la exactitud de la representación, mientras la primera anhela la verosimilitud. Sin embargo, en muchos aspectos la historia coincide o se parece a la memoria, en la medida que puede ser arbitraria, selectiva, plural, olvidadiza, falible y parcial sobre los hechos que intenta reconstruir. En suma, la historia puede convertirse en un objeto de memoria como la memoria puede convertirse en un objeto de historia.8

En todo caso, el científico social, interesado en la memoria, debe estar consciente que los discursos no pueden suplir los huecos que cubre la explicación/comprensión. Sucede que hay dos vías para aproximarse a la inteligibilidad del relato histórico: la narrativa o la explicativa o causal.

La narrativa estiliza u organiza el discurso en una línea argumental que aparenta evitar la dispersión del sentido al unificarlo, cerrarlo y estabilizarlo en una interpretación congelada. Por el contrario, la explicativa, propia de la historia, no cree en el mito de los orígenes, el relato unificado, la causa única o la teleología simple. Por tal motivo, la disciplina histórica rechaza interpretaciones lineales que aplanen las temporalidades y pierdan de vista las diferencias. En consecuencia, reclama la contextualización que ayude a subsanar el anacronismo histórico.9

Conviene recordar que un contexto es el espacio social y temporal donde un sujeto realiza la acción. En todo caso, el contexto depende de la posición del observador, su escala de observación, el propósito de su observación y sus teorías del mundo social derivadas de sus datos empíricos. En otras palabras, contextualizar es recortar la realidad a partir de la escala de observación adoptada para mirar el espacio social (micro o macrosociológica), del propósito o pregunta de investigación (búsqueda u objetivo de demostración de cierto aspecto de la realidad) y de la teoría social para hacer comprensible el mundo social examinado.10

En cuanto a la credibilidad de la historia oral, es importante subrayar que los relatos consignados en entrevista nos dicen menos acerca de los sucesos que acerca de sus significados. Esto no quiere decir que la historia oral no tenga un verdadero interés en los hechos, pues frecuentemente las entrevistas arrojan información insospechada. Tampoco implica que las fuentes orales sean ajenas al escrutinio y crítica aplicados a cualquier documento histórico. En todo caso, lo que interesa en la historia oral es otro tipo de verdad: la subjetividad del hablante.

Ahora bien, si la investigación es lo suficientemente amplia, profunda y bien articulada ofrece la posibilidad de conocer las interconexiones de un agente con su clase o grupo social, su relación con el mundo, su capacidad de representarlo simbólicamente y, desde luego, el costo social y psicológico de la experiencia vivida. Esto es muy evidente cuando se intenta conocer e interpretar procesos de cambio y continuidades, como, por el ejemplo, el referente al abastecimiento, la disponibilidad y el aprovechamiento del agua en la ciudad de México (1940-2000), tema de este libro.11

En suma, las memorias documentales y orales que se confrontan en este volumen nos permiten analizar cómo los habitantes de la región sur y centro del Valle de México vivieron el inicio y final de una política pública relativa al abastecimiento del agua. Este cambio afectó las condiciones de vida de los pobladores propiciando la polarización social entre los asentamientos que conformaban el territorio y se hallaban interconectados por los caminos del agua, entendiendo por estos los afluentes de ríos, canales, manantiales, "piezas clave para un sistema de abastecimiento de agua". Cuando las poblaciones registran restricciones, recortes o desvíos del líquido hídrico surgen los conflictos sociales que se manifiestan de diferentes maneras y pueden observarse desde diversos puntos de vista y, a partir de fuentes varias.

En cuanto al contenido del libro, conviene apuntar que los dos primeros capítulos se inscriben en el campo de la geografía y la historia. Estos textos permiten ubicar el marco espacial y temporal, así como la problemática del agua en las zonas de estudio. La segunda parte investiga, a través de las voces de los actores, las prácticas y las representaciones sociales en torno al abastecimiento, la disponibilidad y el aprovechamiento del recurso hídrico, así como los modos de vida asociados al agua en la ciudad de México.

El primer capítulo, "Distribución geo-histórica del recurso agua en la cuenca de México", de César Israel Bazán Pérez, tiene el propósito de identificar la calidad y la cantidad de los recursos hídricos en la cuenca del Valle de México. Para el autor, las condiciones físicas, biológicas, económicas y sociales dotan a la zona de unas características especiales que se traducen en un arreglo socioespacial muy sensible a los efectos de las políticas hidráulicas pasadas y actuales. Y cómo no habría de ser este el caso si la cuenca ocupa sólo 0.03% de la superficie del país y además es el hábitat de 22% de su población, lo cual constituye, para Bazán Pérez, un problema ambiental, social y político de inmensas proporciones, especialmente si se considera el abasto de agua potable y el desalojo de la misma. A esto se suma, de acuerdo con el experto, el problema en términos ecológicos de que la ciudad de México y su área conurbada son dependientes de recursos de otros ecosistemas, por ello advierte que el crecimiento de la mancha urbana representa un grave y alto costo para el resto del país. "Quizá, ha llegado la hora —dice Bazán— de generar políticas públicas de corte ambiental que sean aplicadas en serio, para limitar y guiar este crecimiento."

El segundo capítulo de Antonio Padilla Arroyo, se intitula "De las aguas mansas a las aguas encrespadas: conflictos en torno a los usos y el control del líquido vital en el sur de la ciudad de México". Desde la perspectiva de la historia social, el trabajo analiza a los actores como grupos humanos que comparten prácticas y representaciones sociales en el marco del tránsito de lo rural a lo urbano. De ahí la importancia de examinar cómo los agentes se forman y recomponen, cómo asumen y promueven o resisten los cambios de su espacio, cómo se lo apropian, lo transforman y lo recrean.

En consecuencia, desde el enfoque de la historia social y con base en su interés por la historia de los usos del agua, el autor estudia el conflicto que se suscitó entre los propietarios de la fábrica de hilados y tejidos La Fama Montañesa, los pobladores y las autoridades locales y federales, por el control del agua que fluía de los manantiales de Fuentes Brotantes, ubicados en la delegación Tlalpan.

Las experiencias derivadas de estos desacuerdos, según Antonio Padilla, se pueden analizar a partir de diversas escalas de análisis: uno sería el nivel que ofrecen el contenido y la naturaleza de las negociaciones entre actores sociales, económicos y políticos. Otro corresponde al estudio de la importancia de la legislación en materia de aguas para resolver conflictos. De acuerdo con Padilla, este cambio ofreció a las autoridades federales un decisivo poder en detrimento de la autonomía y la capacidad de decisión de otras autoridades locales y estatales. Al formalizar jurídicamente disputas y acuerdos se hizo evidente la problemática del agua en la región. Desde luego, las controversias no desaparecieron con la expedición y aplicación de la ley ni con la intervención y conversión del Estado mexicano en árbitro supremo, porque, según Padilla, este se vio relativamente débil al momento de arreglar las polémicas. En todo caso, la secuencia de registros del conflicto por el agua propició la toma de conciencia por parte de los protagonistas de la historia de que su subsistencia material y social dependía del aprovisionamiento puntual y expedito del vital líquido.

El tercer capítulo, "Prácticas y representaciones sociales en torno al abastecimiento, disponibilidad y aprovechamiento del agua en la ciudad de México, 1940-2000", de María Concepción Martínez Omaña, identifica y explica las formas que los actores adoptaron para producir, apropiarse y transformar los espacios físicos, sociales y culturales de la ciudad de México.

En efecto, entre uno de los objetivos de este trabajo destaca el de dar cuenta de las transformaciones alrededor de los usos y las percepciones en torno al agua, del acceso y disponibilidad del recurso, así como de la infraestructura hidráulica, sin perder de vista las diferencias espacio temporales registradas en la ciudad de México.

De acuerdo con la autora, el punto central de la investigación radica en saber ¿qué cambió en las prácticas y representaciones en torno al agua entre los años 1940 y 2000?, ¿cómo se modificaron los modos de abastecimiento y usos del agua de un sector de habitantes pertenecientes a pueblos, barrios y colonias ubicados en cuatro delegaciones de la ciudad de México: Tlalpan, Xochimilco, Benito Juárez e Iztacalco?

Al abordar la relación de los habitantes con el agua, Martínez Omaña puede analizar dos aspectos del problema. Por un lado, observa las percepciones, los valores y los saberes que se han formado del recurso hídrico a partir de sus experiencias y, por otro, estudia la manera en cómo este conjunto de elementos confluye en la conformación de las expectativas del colectivo con respecto al recurso hídrico en cuanto a su abastecimiento y deterioro, en el contexto de la urbanización acelerada de los últimos sesenta años.

El cuarto trabajo es "El agua en La Fama: una mirada a la percepción cultural del agua desde sus habitantes", de Ana Abigaíl Lozano Márquez. La autora parte de una mirada etnográfica para estudiar en el barrio de La Fama, localizado en la delegación Tlalpan, el significado que los actores confieren a la percepción y apropiación del espacio, los usos a los que se les destina y el lugar que ocupan en los imaginarios individuales y colectivos. Esto es crucial, si se considera que la urbanización en los años setenta provocó el crecimiento de Tlalpan y como consecuencia de esta expansión territorial se produjeron importantes transformaciones en los espacios y usos del agua en esta delegación.

En fin, para Lozano Márquez, es crítico entender cómo las prácticas expresadas en los discursos permiten poner sobre la mesa preocupaciones en torno a la posibilidad de mejorar el espacio habitado, marco de su memoria colectiva. Además, para la estudiosa, la memoria contribuye a desarrollar la idea de conservación y ahorro del agua, inquietud que comparten los habitantes y plasman en sus representaciones y prácticas sociales en torno al recurso hídrico.

En el quinto y último capítulo, "Testimonios sobre algunas ex riberas de la ciudad de México (Nativitas, Iztacalco, Tlalpan y Xochimilco)", de María Patricia Pensado Leglise y Juan Andrés Esteva Salazar, se trata la función que desempeña el agua con respecto a la identidad y la cultura de los actores, considerando que este es un recurso vital para la producción y reproducción material y social de las zonas investigadas. De ahí que los autores de este texto se abocaran a analizar el conjunto de actividades que generaron en la cultura local de los barrios y pueblos de Tlalpan, una serie de manifestaciones, en diferentes ámbitos de su vida pública y privada que incluyen hasta leyendas tan peculiares como la de La Llorona.

En general, los especialistas se refieren a actividades laborales, lúdicas y religiosas, éticas de conservación de recursos que han desaparecido con el paso del tiempo. No obstante, los estudiosos aseguran que estas prácticas y representaciones sociales permanecen y se actualizan en las tradiciones orales heredadas de padres a hijos.

Efectivamente, de acuerdo con los expertos, estas prácticas y representaciones sociales además de reforzar los lazos identitarios de los pueblos originarios amenazados por la fragmentación urbana, hacen las veces de formas de resistencia social en momentos de tensión o, como diría Walter Benjamín, de inminente peligro.

En fin, el trabajo de Pensado y Esteva muestra cómo las comunidades han sido afectadas por la escasez y contaminación del agua y, a partir de ello, recomiendan diseñar programas de desarrollo que tomen en cuenta a las personas. Pero, ¿cómo conseguir este objetivo?

Indudablemente, el estudio de las prácticas y las representaciones sociales de los habitantes de una ciudad en torno al recurso hídrico, propósito de este libro, nos permitirá conocer los significados de este vital líquido en el pasado y en el presente, condición indispensable para diseñar políticas públicas con un verdadero sentido humano que respeten una diversidad de culturas sustentables del agua.

Ciudad de México, noviembre de 2009.

 

Notas

1 Walter Bejamin, Tesis de filosofía de la historia en Revolta Global [en línea], Chile, en <http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/benjaminw/esc_frank_benjam0007.pdf>. [Consulta: 5 de noviembre de 2009.         [ Links ]]

2 Véase Joël Candau, Antropología de la memoria, traducción de Paula Mahler, Nueva Visión, Buenos Aires, 2006 (Claves), pp. 15-16.         [ Links ]

3 Maurice Halbwachs, "The Social Frameworks of Memory" en Lewis A. Coser (comp.), Ou Collective Memory, The University of Chicago Press, Estados Unidos, 1992, p. 38 (la. ed. en francés, 1941/1952), (The Heritage of Sociology).         [ Links ]

4 Ibid., pp. 38-40.

5 Luis Enrique Alonso, La mirada cualitativa en sociología. Una aproximación interpretativa, Editorial Fundamentos, Madrid, 2". ed., 2003 (Colección Ciencia), pp. 25-26.         [ Links ]

6 Halbwachs, "Social", 1992, p. 83.         [ Links ]

7 Candau, Antropología, 2006, pp. 62-63.         [ Links ]

8 Ibid, pp. 57-58.

9 Véase Beatriz Sarlo, Tiempo pasado: cultura de la memoria y giro subjetivo, Siglo XXI Editores, México, 2006 (Sociología y Política), pp. 66-84.         [ Links ]

10 Véase Bernard Lahire, "La variation des contextes en sciences sociales. Remarques épistemologiques", Anuales. Histoire Sciences Sociales, año 51, núm. 2, marzo-abril de 1996, pp. 381-487.         [ Links ]

11 Alessandro Portelli, "Peculiaridades de la historia oral", Christus, año 3, núm. 616, junio de 1988, pp. 37-38.         [ Links ]

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