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Secuencia

versão On-line ISSN 2395-8464versão impressa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.77 México Mai./Ago. 2010

 

Reseñas

 

Paula Bruno, Paul Groussac. Un estratega intelectual, Buenos Aires

 

Cecilia Gil Mariño

 

FCE/UdeSA, 2005, 262 pp., ISBN 950-557-628-5.

 

Universidad de Buenos Aires.

 

Esta obra de Paula Bruno ha sido acreedora, en el año 2008, del premio Pensamiento de América Leopoldo Zea -edición 2005-2007-, otorgado por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, organismo especializado de la Organización de Estados Americanos (OEA). La misma se propone recorrer diferentes recovecos del espacio cultural de la Argentina a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX a través del análisis de la trayectoria y la obra intelectual de Paul Groussac, una figura polémica y rica en matices que ha suscitado las más diversas interpretaciones. A partir del género biográfico, Bruno emprende la tarea de enlazar un itinerario vital con su trama contextual para poder pensar las tensiones, intercambios y resignificaciones del campo intelectual en toda su complejidad. El libro articula inteligentemente las diversas aristas de la trayectoria de Groussac con las cuestiones más importantes del campo intelectual del periodo para observar las peculiaridades de ese espacio. Esta noción de itinerario permite abrir nuevas preguntas para los estudios de historia cultural. Esta idea no remite directamente a un eje diacrónico, ya que la obra está organizada en ejes temáticos que permiten el análisis de Groussac con cierta independencia del contexto en que este se manifiesta.

Bruno cuestiona conceptualizaciones tradicionales de la historiografía argentina -tales como la idea de "generación del ochenta"— para dar cuenta de las limitaciones de algunas categorías. Tradicional-mente, la historiografía abordó a estos intelectuales desde su matriz positivista y su identificación con los intereses estatales en forma de mimesis, que se veían a sí mismos como los mentores de una nueva era y con una misión de renovación y modernización. Otros estudios más recientes comenzaron a hacer foco en la dinámica y las tensiones de ideas que coexistían. Sin embargo, ambos enfoques tomaron la obra de Groussac de manera fragmentaria. La autora nos propone un enfoque integral que no pierda de vista los matices de esta trayectoria vital. De este modo, conjuga trayectoria intelectual, obra y trama contextual.

El primer capítulo se dispone a la reconstrucción biográfica de Paul Groussac en tres periodos, según su trayectoria pública y la relación con sus contemporáneos. Para ello se basa en las percepciones del propio Groussac, las de sus contemporáneos, las representaciones de sus estudiosos y de generaciones posteriores, utilizando una amplia gama de fuentes tanto editadas como inéditas que enriquecen enormemente las representaciones sobre el personaje. Existe un vasto recorrido por la prensa, la correspondencia y archivos familiares de la época que denota las tensiones de un campo, aún no institucionalizado y sin normas, que se veía atravesado por diferentes ejes en el marco más amplio de un régimen que empezaba a establecer sus bases. Entonces, el itinerario vital se configura a partir de los espacios de sociabilidad, las relaciones y redes interpersonales de las que participó y aquellas que rechazó, de los viajes e intercambios intelectuales de los que fue protagonista, como de la recepción de sus intervenciones y su lugar en la dinámica pública donde se autoproclamaba articulador de ese espacio. La autora echa luz, de esta manera, a las tramas que se tejían y destejían, a la capitalización de sus diferencias y al fortalecimiento de su imagen en un espacio aún desprovisto de linajes culturales. El capítulo recorre sus actividades en las instituciones públicas, sus intervenciones, sus discursos, los debates y sus empresas periodísticas y editoriales en el plano nacional e internacional que lo fueron posicionando como un referente y embajador de la cultura argentina en el exterior. Estos cargos y publicaciones sirvieron al intelectual francés como verdaderas trincheras para la difusión de sus ideas y se convirtieron en verdaderas empresas personales. Las concebía como empresas modernizadoras civilizadoras, parte de un proyecto del que había hecho su misión. Supo jugar a su favor esta diferencia en la imagen de articulador que construyó de sí mismo. Sin embargo es interesante remarcar que Bruno, al volver sobre la pregunta de por qué nuestro personaje no pasó a ser parte del panteón de la cultura argentina, esboza que tal vez su recuperación vacilante y fragmentaria se haya debido a su origen francés. Podemos pensar que sea uno de los elementos, mas la autora luego se detendrá en otras características que tal vez respondan mejor a esta pregunta, tal como la incapacidad o desinterés de Groussac de tener discípulos.

Con el sentido de analizar en detalle esta capitalización de la diferencia, el segundo capítulo se orienta a su papel en el campo intelectual, haciendo hincapié en sus prácticas, discursos y estrategias de posicionamiento en la cultura argentina. Bruno acuña el término de "estratega intelectual" para Groussac al avocarse al estudio de las acciones e ideas del personaje que constituyeron estrategias más o menos exitosas para obtener un lugar de preeminencia en una esfera cultural en formación. Groussac supo sacar provecho de un espacio que consideraba embrionario y viciado por la política, con trayectorias polifacéticas y sin pautas normativas para la producción intelectual. Consiguió visibilidad y construyó un mito de sí mismo a partir de un lugar de excepcionalidad basado en su origen francés. Este le permitió forjar su papel de crítico y legitimó sus prescripciones sobre la práctica intelectual. Paula Bruno señala que la inexistencia de un orden intelectual institucional definido tuvo como correlato la emergencia de trayectorias singulares con distintas formas de legitimidad en la esfera pública. De este modo, Groussac es un hombre de su tiempo y su accionar y su excepcionalidad son parte y resultado de las características del campo cultural de su época y al que pertenece indefectiblemente.

Con respecto a la relación entre los intelectuales y la política, son interesantes los aportes de Bruno, que evita definir a Groussac como un intelectual del Estado, dado que resalta la diferencia entre la actividad en el régimen y la ocupación de un cargo público. Esto nos permite observar los espacios superpuestos donde él operó. Otra de las tácticas de posicionamiento estudiadas por la autora es la que se corresponde con el desdén y los juicios peyorativos a sus adversarios en sus debates. Bruno busca invertir la hipótesis borgeana por la cual se corresponde con un desinterés, y plantea que se constituye en uno de los pilares de su posicionamiento intelectual que edifican una imagen de respeto y temor. Realiza un exhaustivo análisis de estas polémicas y analiza el diferente posicionamiento de Groussac frente a los diferentes personajes y coyunturas. Groussac se presenta como el portador de un saber novedoso y único que hacia 1903 llevó a Ingenieros a calificarlo de "sacerdote". El libro muestra de manera muy interesante el punto de giro que se produce cuando las condiciones del campo cambian y se institucionalizan, cuando se ponen normas a la producción intelectual como lo evidencia la consolidación de la Nueva Escuela Histórica. Groussac, de allí en más, pasará a ser ridiculizado por no llevar adelante las reglas del método histórico de esta. Además, la propia formación de Paul Groussac era inaceptable para esta nueva generación. El francés era un erudito fragmentario con una serie de referencias eclécticas, carecía de una formación profesional; era un autodidacta. A partir de aquí, será el icono de una tradición a ser superada. En el análisis de las representaciones de Groussac por parte de sus contemporáneos, es interesante resaltar la inclusión de los discursos audiovisuales como las caricaturas que gozaban de enorme popularidad en la época. Bruno selecciona algunas de las caricaturas más representativas de distintas imágenes de Groussac en diferentes periodos. En 1883 Enrique Stein, en El Mosquito, lo representaba con dos plumas, esta idea de sí mismo como dual que le permitía tomar lo mejor de cada tradición. Hacia 1900 Caras y Caretas lo dibujó como un gallo por su petulancia, la sobreestimación de sí mismo en su accionar en los debates públicos. El contraste más grande se dará entre 1913 cuando "Fray Mocho" lo represente en su imagen de sacerdote de bautismos científicos y ya en 1924 "Martín Fierro" se mofará de su estereotipo intelectual.

El siguiente capítulo estudia la perspectiva del intelectual francés frente al debate del idioma nacional, el uso de la lengua y la literatura de los argentinos, y su uso del español. La aloglosia le permitía sellar la integración de las dos patrias y erigirse como quien debía llevar adelante la misión de aggiornar el castellano. La autora subraya cierta paradoja en la labor intelectual de Groussac. Su tarea prescriptiva en lo que respecta a la lengua nacional no representó una verdadera tarea pedagógica. Este no tuvo ningún interés en tener discípulos, como decíamos anteriormente.

El último capítulo analiza su producción historiográfica para rastrear particularidades y puntos de inserción en las interpretaciones dadas al periodo. Bruno revisa las distintas perspectivas historiográficas del periodo oponiéndose al carácter descriptivo, estático y de transición desde el cual se lo ha pensado. Para la definición de la historia, Groussac propone una tridimensión entre la ciencia, el arte y la filosofía que dé armonía al discurso histórico. La autora resalta los aspectos metodológicos remarcando la introducción del método histórico en un primer momento y la insuficiencia de la metodología científica posterior en pos de evocar artísticamente el pasado. El método debía ser un medio y no un fin para la historia. El avance de la Nueva Escuela Histórica lo llevó a reforzar esta posición para diferenciarse cada vez más de una nueva tradición que lo excluía y hasta lo discriminaba. Este nuevo contexto de la profesionalización coloca al francés en un lugar de amateurismo y, por ende, a ser superado.

El perfil de Paul Groussac se corresponde con el arquetipo del intelectual del periodo que se pensaba como articulador de la gran aldea intelectual. La percepción de su trayectoria en la trama contextual nos permite ver el desplazamiento hacia los márgenes de este personaje hacia 1920. Su aislamiento, su carácter de maestro sin discípulos y sus enemistades, señala Bruno, socavaron la posibilidad de una red más allá de sí mismo y clausuraron la posibilidad de "quedar" tal como él lo entendía. La autora señala la paradoja por la que los elementos que le permitieron construirse como el epicentro de la cultura argentina en un momento, fueron también aquellos que lo condenaron y lo desplazaron. Los tiempos de normativización y profesionalización por los que el mismo Groussac clamaba, fueron los mismos que hicieron que las generaciones posteriores no recuperaran más que fragmentaria e imprecisamente su obra.

La obra de Bruno es un valioso aporte para la historia intelectual tanto en lo que respecta a las representaciones postuladas sobre esta figura polémica de la cultura argentina, como en el plano metodológico. Paula Bruno nos abre originales ejes de análisis que combinan una perspectiva tanto singular como global, que permite articular estructuras y sujetos manteniendo su independencia y su interdependencia al mismo tiempo. Entrelazando distintas categorías, distintos géneros, nos propone tejer una trama que da cuenta, de modo más fiel, del movimiento, los matices y cubículos del campo cultural del pasaje de un siglo a otro en Argentina.

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