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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.77 México may./ago. 2010

 

Reseñas

 

Lillian Briseño, Candil de la calle, oscuridad de su casa. La iluminación en la ciudad de México durante el porfiriato

 

Laura Suárez de la Torre

 

ITESM/Instituto Mora/Miguel Ángel Porrúa, México, 2008, 220 pp.

 

Instituto Mora.

 

ILUMINAR LA CAPITAL, MANIFESTAR LAS DIFERENCIAS DE MÉXICO

La bibliografía en torno a la ciudad de México ofrece una gran diversidad de temas y momentos para ser abordados por los estudiosos desde la historia, la literatura, la sociología, el periodismo, etc. Múltiples han sido los intereses de los autores por acercarse a ese tema y muchos han sido los diversos ángulos para tratarlo. Los nombres de las calles, las leyendas y las tradiciones, las visiones y versiones de los viajeros, los oficios de la población, los conflictos políticos, el hermosamiento de sus plazas, la aparición y el uso de los panteones, la construcción y disfrute de los paseos, el retrato de los alrededores, etc., todos han contribuido a construir los discursos y la vida misma de la ciudad en otro tiempo. Las representaciones que se han hecho de México en tanto ciudad-capital ofrecen al lector los rostros múltiples y distintos que ha tenido en el tiempo y permiten conocer algunos rincones de los muchos que guarda escondidos todavía.

La industria eléctrica, por ejemplo, con la importancia que tiene y con la trascendencia que representa para la vida social y económica, ha atraído la atención de algunos estudiosos, pero el enfoque que se le ha dado generalmente se ha hecho en función de las inversiones, de los actores responsables de instaurar en la ciudad y en el país el nuevo sistema de energía que cambiaría el rostro de las ciudades, de sus industrias, etc. Esas obras hablan, en general, de números fríos, de construcción de presas para generar el fluido, de los beneficiosos aparatos para la vida diaria, etc. Enfoques recurrentes que se han constituido, en general, en el planteamiento de las que podríamos denominar obras clásicas, como las de José Herrera Lazo, Ernesto Galarza, Daniel Cosío Villegas o la de Enrique Garza, por citar las más relevantes. Pero hacer una relación entre las cuestiones económicas, los aspectos sociales y los impactos culturales de la implicación de la luz en la vida diaria, no había sido una perspectiva desde la visión de los historiadores de la ciudad.

Cuando Simone Delattre publicó en 2003 la obra Les douze heures noires. La nuit a Paris au XIXe siecle, ofrecía en ella un enfoque novedoso y refrescante para el estudio de la ciudad. La noche se convirtió así en una creación original a partir de las percepciones y las sensaciones que la oscuridad y la luz le ofrecían. Esa obra señera, podemos decir, trazó nuevas sendas para los historiadores y marcó pautas para su seguimiento. Si bien Lillian Briseño no la tomó como referente, su libro bien podría quedar bajo el cobijo de esta propuesta de la historiografía francesa. Hay que reconocer aquí que Briseño planteó en Candil de la calle, oscuridad de su casa. La iluminación en la Ciudad de México durante el porfiriato sus propios derroteros que la llevaron a un final feliz, lleno de novedades al plantear con una visión nueva un estudio monográfico y mostrar con ello la madurez y el profesionalismo de esta investigación.

El libro significa una aportación a la historiografía mexicana, interesada en instaurar nuevas líneas y propuestas de investigación. Se distingue por poseer una gran originalidad, pues si bien el tema de la electrificación de la ciudad de México ha sido tratado, en su libro lo aborda desde una perspectiva histórica que nos asoma a los procesos políticos, económicos y culturales, enfrentados y derivados de la introducción de la luz eléctrica a la capital del país.

El libro inicia con un bello y sugerente prólogo de la pluma de Eugenia Meyer que invita a proseguir la lectura para conocer cómo se fue iluminando la ciudad, cómo se fue haciendo más capital, cómo se fue enseñando a una población a convivir con un resplandor extraño que devino un familiar necesario.

A través de las páginas y por las fuentes citadas, el texto denota que es el resultado de largas jornadas de investigación, del análisis cuidadoso y profundo de las fuentes documentales, hemerográficas y literarias; de la asimilación y discusión con las teorías propuestas de Aries, Burke, Foucault, Ginzburg, Certeau, Darton, Prost, por citar algunos; de asimilación de conceptos como modernidad, civilización, progreso, espacio público y privado; de reflexión sobre todo en torno al significado de la luz, en su más amplio sentido; de la comprensión de un tiempo de rupturas y permanencias, del diálogo establecido en un tiempo de cambio; un trabajo que revela el conocimiento profundo sobre la ciudad y sus habitantes, sobre la modernidad de la capital, sobre los intereses de los políticos, los inversionistas y la población, en general. Pero, muestra, ante todo, un savoir faire, al saber cómo abordar un tema fascinante pero, al mismo tiempo, difícil por sus múltiples significados, y hacerlo interesante al lector erudito, pero también al interesado en la ciudad, en el porfiriato o en los adelantos tecnológicos. La iluminación de la ciudad de México representa en esta obra, dadas sus múltiples facetas, "dar luz", "iluminar", en torno a un tema poco explorado por los estudiosos del porfiriato.

Sin devenir en un recuento numérico ni menos aún en un relato cronológico, la autora logra combinar distintas fuentes: la documentación de archivo y la literatura de la época. Armoniza los datos duros, obtenidos de su arduo trabajo en archivos -General de la Nación, Histórico del Distrito Federal, Histórico General Porfirio Díaz, de la Comisión Federal de Electricidad, de la Palabra del Instituto Mora—, y de una amplia y variada hemerografía que le habló de los favores, beneficios y perjuicios de la electricidad a través de editoriales, noticias y anuncios, con las novelas de la época para entender el impacto de la luz entre la población. La propuesta que lanza permite acercarse, por una parte, al interés político del gobierno de Porfirio Díaz —preocupado por introducir el progreso y en hacer de México un país moderno y civilizado— y, por otra, a la vida cotidiana —vista a través de las novelas y relatos literarios de autores como José Tomás de Cuéllar, Ángel de Campo, Rafael Delgado, Heriberto Frías, Antonio García Cubas, Manuel Gutiérrez Nájera, Guillermo Prieto, Manuel Payno y otros cuyos relatos le otorgan gran vitalidad al libro.

Logra representar cómo las tinieblas fueron paulatinamente desapareciendo, cómo las velas se fueron apagando, cómo los focos se fueron encendiendo e incorporando a la vida cotidiana, cómo se embelleció una ciudad, cómo México quiso estar a la altura de las más importantes y bellas capitales del mundo y cómo la iluminación fue un aliado de la moral pública. Pero, al mismo tiempo, es una obra que nos habla de las problemáticas generadas con las autoridades, con y entre los habitantes y con las compañías responsables. Es un libro que explora los distintos vericuetos de un proceso de aclimatación tecnológica en donde inversiones, operarios, habitantes tuvieron que dialogar para encontrar la solución a los problemas derivados por la electricidad.

Tal como está construida la trama, este trabajo ofrece muchas lecturas para la historia de México: desde una historia política en la que el actor principal es el periodo presidencial de Díaz, y su interés por instaurar el progreso, al centrar la atención en la capital del país; desde una perspectiva social en donde la luz iluminó a unos cuantos y distó aún más las diferencias económicas de la población; desde una postura cultural en la que el impacto de la luz provocó un cambio en la vida y actitud de los ciudadanos. Por ello, este libro contiene una gran riqueza intelectual sin ser denso. Se lee con una gran fluidez, pues además de los interesantes datos que nos ofrece, las distintas perspectivas que aporta son una verdadera contribución al quehacer histórico de México. En este sentido, me gustaría apuntar que con este texto se renueva el porfiriato en cuanto tema de estudio, pero sobre todo, en tanto etapa en la que el historiador puede ahondar y encontrar nuevas y originales interpretaciones sobre el periodo y sobre los distintos aspectos que lo caracterizaron.

Al trabajar la historia y la literatura con una visión interdisciplinaria, la obra se convierte en un paseo por las calles y las plazas de la ciudad, por los restaurantes y las iglesias, por las instituciones públicas, por los grandes almacenes, etc. Es una recreación de un tiempo viejo enfrentado a uno nuevo, el de las propuestas de civilización, de progreso material, pero ante todo, de una realidad desconocida. Es la demostración de la iluminación eléctrica en la Alameda, en la estación del ferrocarril, en los edificios públicos, del corazón de la capital, pero asimismo de las poblaciones aledañas como San Ángel, Tlalpan y Mixcoac, como símbolo de extensión de un beneficio, como el principio de un todo.

Es también la transición de un siglo al otro, que si entre los siglos XVIII y XIX estuvo marcada por la agitación política que llevó a la independencia nacional, entre el XIX y el XX estuvo señalada por el progreso reflejado en las grandes obras materiales, que contrastó con la pobreza de una mayoría que se lanzó tan sólo unos años más tarde a la revolución. Y en esto también encontramos una veta importante de esta obra que ayuda, sin proponérselo, a explicar los motivos de la revolución, una lucha que si bien fue encabezada por cuestiones políticas, encerraba más que eso al encontrar en las diferencias económicas y en las desigualdades sociales un motivo para unirse al movimiento armado. Y es que al leer los múltiples beneficios de la luz, encontramos los desajustes de una sociedad en tránsito, en una ciudad que mejoraba su infraestructura, que se embellecía día a día, y en la que la luz al ocupar un sitio primordial, enfocó sin planteárselo la problemática social, las contradicciones que se habían mantenido en la oscuridad. La paulatina introducción de la luz mostró los beneficios de la tecnología para unos cuantos...

La invención de la noche se presenta en esta obra como un punto nodal. No es solamente que tras la puesta del sol los focos encendidos estuvieran colgando de los alambres y estos de los postes con un solo fin. La electricidad invitó a la autora a interrogarse sobre la necesidad de escudriñar el significado de iluminar las noches. Briseño supo plantear una serie de preguntas a los cambios suscitados en la cotidianidad capitalina y gracias a ello pudo encontrar una serie de respuestas que dieron "luz" acerca del nuevo comportamiento nocturno de la población, como consecuencia del impacto modernizador del fenómeno de la iluminación nocturna.

Al revisar los efectos y reacciones frente a la nueva luz, encuentra múltiples rupturas seculares como fue la paulatina necesidad de dejar de lado viejas prácticas; cerrar los calendarios en tanto guía autorizada para salir de noche; o arrebatar la importancia tradicional de la luz de la luna para alumbrar las noches; de apagar, poco a poco, las velas y encender los focos. La invención de la noche alargó el día y continuó la vida. Porque la noche iluminada por la electricidad llevó a los capitalinos a dejar el temor, a salir a la calle para buscar las diversiones en los teatros, cafés y restaurantes, para pasear por "los bulevares", para trabajar de noche, para aumentar la producción fabril. Pero más allá de vivir unas horas más, la nueva noche se alió con la moral, porque la iluminación nocturna vigiló las calles, los jardines y las plazas. Y alumbrada con electricidad fue socia poderosa contra el crimen y la inmoralidad.

Las páginas nos encuentran con las novedades materiales y culturales de una época. Con la asimilación paulatina de un tiempo marcado por novedosos instrumentos. La introducción eléctrica representa un tiempo de acoplamiento frente a una realidad moderna que va invadiendo espacios públicos y privados, que da lugar a nuevas diversiones y expresiones de la realidad, que hizo temer y azorar a la población en general, que dio un significado nuevo a la vida y que rompió con viejas tradiciones que habían permanecido estacionadas entre la población.

Es una propuesta innovadora dentro de la historiografía mexicana porque guía sobre los significados y significantes de la iluminación en un tiempo en que la luz robó la atención de los poderosos y de los pobres, de las autoridades y de los ciudadanos, en general, de los mexicanos y de los extranjeros. La electricidad llevó a interrogarse sobre sus beneficios, auspició temores y dudas y con ellos detractores que no alcanzaron a ver los favores de la luz eléctrica. En lo que sí coincidieron todos es que a partir de la introducción de la luz, una nueva dinámica se estableció en la capital.

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