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Trace (México, DF)

versión On-line ISSN 2007-2392versión impresa ISSN 0185-6286

Trace (Méx. DF)  no.80 Ciudad de México jul. 2021  Epub 11-Oct-2021

https://doi.org/10.22134/trace.80.2021.790 

Sección temática

Frontera, extracción agrícola y nuevas lógicas de apropiación en Talamanca, Costa Rica

Border, agricultural extractivism and new forms of appropriation in Talamanca, Costa Rica

Tania Rodríguez Echavarría* 

*Universidad de Costa Rica, Costa Rica, tania.rodriguez.echa@gmail.com.


Resumen:

El presente artículo busca generar una reflexión sobre cómo el cantón fronterizo de Talamanca (Costa Rica y Panamá) ha fungido como un espacio de oportunidad para la expansión del extractivismo agrícola (banano y plátano) y la transferencia tecnológica; y, al mismo tiempo, por su riqueza ambiental, ha sido un laboratorio para la conservación internacional. Demostraremos, a través de la etnografía crítica, cómo en este territorio las actividades extractivas se han ido diversificando alrededor del cultivo del cacao, introduciendo nuevas formas de extracción, como la apropiación del conocimiento local, la introducción de nuevas estrategias productivas y la modificación del material genético. Esto con el fin de transformar el modo de producción indígena del cacao para hacerlo más resistente y competitivo, e integrarlo a la lógica del mercado.

Palabras claves: fronteras; extractivismo; monocultivos; cacao; Costa Rica

Abstract:

This article seeks to generate a reflection on how the border canton of Talamanca (Costa Rica and Panama) has served as a space of opportunity for the expansion of agricultural extractivism (banana and plantain) and technology transfer, and at the same time, due to its environmental richness, has been a laboratory for international conservation. We will demonstrate, through critical ethnography, how in this territory, extractive activities have been diversifying around cocoa cultivation, introducing new forms of extraction such as the appropriation of local knowledge, the introduction of new productive strategies and the modification of genetic material. The aim is to transform the indigenous mode of cocoa production to make it more resistant and competitive, and to integrate it into the logic of the market.

Keywords: borders; extractivism; monoculture; cocoa; Costa Rica

Resumé:

Cet article vise à susciter une réflexion sur la manière dont le canton frontalier de Talamanca (Costa Rica et Panama) a servi d’espace d’opportunité pour l’expansion de l’extractivisme agricole (banane et plantain) et le transfert de technologie, et en même temps, grâce à sa richesse environnementale, un laboratoire pour la conservation internationale. Nous montrerons, à travers une ethnographie critique, comment dans ce territoire, les activités extractives se sont diversifiées autour de la culture du cacao, introduisant de nouvelles formes d’extraction telles que l’appropriation des savoirs locaux, l’introduction de nouvelles stratégies de production et la modification du matériel génétique. Ceci, afin de transformer le mode de production indigène du cacao pour le rendre plus résistant et compétitif, et l’intégrer dans la logique du marché.

Mots-clés: frontières; extractivisme; monocultures; cacao; Costa Rica

Introducción

La historia de Centroamérica está marcada por una serie de explotaciones de commodities, es decir, «recursos primarios generalmente no renovables que van de la megaminería al agrobusiness, pasando por reservas hidrocarburíferas y la frontera forestal y pesquera» (Gago y Mezzadra 2015) explotados mayoritariamente por grandes imperios coloniales y empresas transnacionales. En sus regiones fronterizas, se pueden identificar importantes actividades extractivas, como la minería, la extracción petrolera y los monocultivos de piña, banano, cítricos y palma africana (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018).

Si bien Costa Rica ha tratado de diferenciarse de los otros países de la región, presentándose como la excepción verde, sus fronteras están marcadas por la expansión de monocultivos de piña, banano, plátano y cítricos (Rodríguez Echavarría y Prunier 2020; Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018). Desde la década de 1980 se ha construido un relato nacional que presenta a Costa Rica como un país pionero en gestión de áreas protegidas, en inversión en energía renovable (hidroeléctricas), en el desarrollo de sistemas de pagos por servicios ambientales y, más recientemente, en el lobby internacional, promoviendo la adaptación al cambio climático. Costa Rica ha apostado, así, por una «gobernanza ambiental neoliberal, dirigida a la optimización del mercado para la gestión y protección de los bosques y la biodiversidad» (Ramírez Cover 2017) y, al mismo tiempo, ha promovido un modelo de desarrollo basado en la agroexportación.

El presente artículo busca analizar cómo estas contradicciones se manifiestan en el caso del cantón de Talamanca, localizado en la región fronteriza entre Costa Rica y Panamá. Esta región fronteriza ha estado marcada desde el siglo XIX por la instalación de un enclave bananero de la mano de la empresa United Fruit Company -UFCO- (Rodríguez Echavarría 2014), la cual ha incidido tanto en el trazado fronterizo como en el ordenamiento territorial de esta región, que se establecieron en función de sus intereses. A pesar de esto, en esta región fronteriza también coexisten importantes territorios indígenas y áreas protegidas como el Parque Internacional La Amistad Caribem que cubren alrededor de un 80 % de este territorio (Llaguno Thomas et al. 2014; Llaguno Thomas 2016). Recientemente, organismos y centros de investigación internacionales han pretendido promover el cultivo del cacao (Acuña Sossa 2007), como una alternativa productiva al extractivismo agrícola que se mantiene en la región.

El presente artículo busca generar una reflexión sobre cómo las fronteras han fungido como espacios de oportunidad para la expansión de actividades extractivas. Se analizará particularmente el caso de Talamanca y se tratará de demostrar cómo este territorio ha estado marcado a través del tiempo por la presencia de actividades extractivas (monocultivos de banano y de plátano). Mostraremos cómo Talamanca ha fungido de laboratorio tanto para la conservación como para la transferencia tecnológica alrededor del cacao, generando nuevas lógicas de apropiación territorial y de conocimientos. Se analizará, además, cómo la promoción del cacao en esta región se ha presentado como una alternativa a la expansión de los monocultivos y se cuestionará si, efectivamente, es una opción que pueda generar las condiciones para que estas poblaciones salgan de la pobreza y si es realmente agroecológica, como la presentan.

Metodología

El presente artículo recupera los resultados del proyecto Mitos y Realidades del Cacao Orgánico en Talamanca: ¿Una Alternativa al Extractivismo?, el cual se ha venido ejecutando desde el 2017 desde el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica. Este proyecto emprendió un proceso de investigación cualitativo e interdisciplinario que articuló métodos y técnicas propias de la geografía (análisis escalar y espacial y cartografía), la ciencia política y la antropología (método etnográfico crítico), con el fin de comprender las complejas relaciones de poder que se dan alrededor de la cadena productiva del cacao en Costa Rica y que se manifiestan en lógicas de exclusión, desigualdad y racismo. Es así como se utilizó una gran variedad de técnicas de investigación, como la revisión hemerográfica y el análisis de contenido de literatura gris de proyectos relacionados con cacao en Talamanca desde la década de 1980, ejecutados tanto por instituciones públicas como por centros de investigación y agencias de cooperación. Además, se realizó un importante trabajo de campo desde la etnografía crítica con el fin de conocer aspectos de la vida cotidiana de los productores locales, así como de sus realidades productivas y culturales. De esta forma, se hizo uso de técnicas tales como la observación participante1 (en reuniones, talleres, cursos para el mejoramiento del cultivo en fincas, ferias del cacao y del chocolate, etc.) y de entrevistas a profundidad semiestructuradas. Es así como se realizaron alrededor de ochenta entrevistas a actores locales (trabajadores, productores, empresarios, representantes de asociaciones de desarrollo, autoridades indígenas, organizaciones de mujeres indígenas productoras de cacao y chocolate, entre otros), representantes de organizaciones no gubernamentales y de centros de investigación (Instituto Interamericano para la Cooperación para la Agricultura [IICA], Universidad EARTH, Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza [CATIE]) y funcionarios de ministerios de agricultura y de otras entidades públicas.

Las fronteras de Centroamérica: Territorios de oportunidad para el extractivismo agrícola

Extractivismo agrícola

El extractivismo ha sido definido desde Suramérica como una actividad productiva que remueve de forma intensiva grandes volúmenes de recursos naturales, los cuales son destinados al menos en un 50 % a la exportación (Gudynas 2013). Estos recursos se caracterizan por tener un escaso procesamiento y, por lo tanto, un reducido valor. El extractivismo económico ha generado importantes efectos destructivos desde el punto de vista ambiental (Grosfoguel 2016, 126), así como en la degradación de las condiciones laborales de los trabajadores (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018).

Gudynas 2009; (2013) y Acosta (2012) establecen que el extractivismo no se limita solo a la extracción de minerales o hidrocarburos (petróleo y gas natural), sino también al extractivismo agrario, forestal e, incluso, el generado por la pesca intensiva.

Entender cómo la extracción de commodities se ha venido desarrollando en el contexto centroamericano es clave, ya que estos han sido una constante en la historia del Istmo. Sin embargo, en las últimas dos décadas, ha habido un creciente desarrollo de megaproyectos y de conflictos socioambientales donde el capital transnacional ha tenido un rol protagónico. Este aumento de actividades extractivas se debe a que, después de la crisis económica del 2008, el capital financiero llevó a la región a un proceso de «reprimarización de la economía», es decir, al aumento de la producción de materias primas. Esto conllevó a la proliferación de megaproyectos (minería, plantaciones, hidroeléctricas, etc.). El extractivismo se presenta, así, como «una forma de acumulación y un mecanismo de saqueo con diversos modos de extracción: agrario, forestal, agua, fuerza de trabajo», entre otros (Bran-Guzmán 2017, 46).

Para efectos de este artículo, se hará uso de un concepto ampliado de la extracción con el fin de entender «de manera más sistémica» cómo funciona el capitalismo actual (Gago y Mezzadra 2015, 40-41) y cómo este capitalismo busca «colonizar nuevos territorios», muchas veces marginales para convertirlos en suelo de sus operaciones a través de lógicas diversas que van desde actividades extractivas tradicionales, como los monocultivos, hasta el uso de «patentes, insumos tecnológicos, instrumentos financieros y apropiación del conocimiento» (41). De esta forma, la extracción no puede reducirse solo a operaciones vinculadas a materias primas (commodities) en espacios rurales, pues también está vinculada a la extracción de la fuerza de trabajo, de material genético y de saberes.

Fronteras, territorios de extracción y despojo

Las fronteras son una forma de discontinuidad espacial que tiene por objeto ordenar el mundo y hacerlo comprensible (Velasco-Graciet y Bouquet 2006, 11). Su trazado define un perímetro dentro del cual el Estado es, en teoría, soberano y cuenta con las potestades de controlar y supervisar a sus habitantes y las actividades económicas y sociales que desarrollan en su territorio (Gay 2004, 54). No obstante, como se tratará de evidenciar, las actividades extractivas han puesto en duda muchas veces tanto la soberanía territorial como la autonomía de los Estados.

Esta investigación se enmarca en los estudios sobre fronteras que las perciben como regiones y no como una forma de discontinuidad lineal (Foucher 1991), que es como muchas veces se les trata de reducir. Las fronteras son regiones complejas que suelen ser atravesadas por «lazos de proximidad de ambos lados de la frontera que a su vez producen territorios propios» (Medina-Nicolas 2004, 12). De esta forma, las fronteras son regiones dinámicas (Fourny 2005) que integran territorios divididos por un límite, pero conectados por una serie de intercambios y relaciones de poder que articulan una gran diversidad de actores, ecosistemas y actividades productivas (Rodríguez Echavarría 2014). Es así que estas regiones fronterizas son, a la vez, regiones de separación y de contacto (Foucher 1991, 39). Las regiones fronterizas son «lugares únicos» que tienen su propia identidad, la cual está determinada por su proximidad a otro territorio y por su posición periférica (Reitel y Zander 2004); donde los pueblos localizados en posición de frontera, a pesar de la discontinuidad, comparten un entorno natural, características culturales, problemáticas socioeconómicas, actividades productivas y una historia común (Renard 1997, 70), muchas veces de despojo y de olvido.

La coincidencia de actividades extractivas y conflictos ambientales en zonas de frontera ha sido estudiada y analizada en Suramérica por Eduardo Gudynas 2005; (2007), que llega a la conclusión de que en las regiones fronterizas se han desarrollado actividades muy diversas, como la minería, la construcción de represas e infraestructura, la expansión de monocultivos como la soya (Gudynas 2007) y la extracción petrolera (Rodríguez Echavarría 2016), entre otras. Esto debido a que son territorios porosos en donde el Estado-Nación se «desterritorializa», es decir, el Estado experimenta la reducción y el debilitamiento de su capacidad para regular y controlar su propio territorio (Gudynas 2005, 2).

Las fronteras centroamericanas son periferias marginadas, pobres, poco pobladas y marcadas por la débil presencia del Estado, lo cual no solo se ha expresado en su dificultad para vigilar y controlar estos territorios, sino en la poca presencia institucional y la falta de servicios públicos -como educación, salud, agua potable- y acceso a la justicia. Y esto también se puede ver en el poco control que estos Estados tienen para gestionar las actividades extractivas y proteger la naturaleza (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 194). Gudynas afirma que el Estado juega dos roles en estas regiones: uno, el de un Estado débil en cuanto a garantizar servicios, derechos y control, y otro, un Estado fuerte «para asegurar la vinculación productiva al comercio global» de estas fronteras (Gudynas 2007, 10). Y este fenómeno ha sido observable en las fronteras de Costa Rica, en donde el Estado costarricense ha favorecido históricamente las concesiones y los permisos, priorizando un discurso de atracción de inversión extrajera y de promoción de la exportación (Rodríguez Echavarría y Prunier 2020).

La escogencia de las empresas transnacionales de las fronteras como espacios de inversión y de instalación de sus actividades también reside en que son espacios en donde se puede tener acceso a mano de obra migrante empobrecida, y muchas veces irregular, que trabaja largas jornadas sin derechos laborales a cambio de salarios precarios (Rodríguez Echavarría y Prunier 2020). Esa fuerza de trabajo que muchas veces se asemeja a una esclavitud moderna es clave para mantener este modelo de producción, ya que sin ella este tipo de operaciones no serían rentables. Es así como estas regiones «son territorios empobrecidos que son víctimas, a través de la expansión de los monocultivos, de procesos de despojo, exclusión y desigualdad ambiental» (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 193). En este sentido, Gudynas 2005 afirma que en estos territorios fronterizos prevalece «la inseguridad y la violencia rural, se apela a trabajo esclavo y no se aplican las normas de protección ambiental» (2).

Hoy en día en estos territorios fronterizos coexisten múltiples monocultivos, como el banano, los cultivos de piña, los cítricos, el plátano y la palma africana. Las fronteras son así «enclaves» o «nodos» conectados con flujos de personas y de capital a la economía global, están determinados por la extracción de recursos naturales y son sitios de procesamiento primario de estos recursos para ser después exportados (Gudynas 2005, 2).

Talamanca: Una historia de apropiación y de extractivismo agrícola

Una región fronteriza conf igurada por empresas bananeras

El cantón de Talamanca está localizado en la provincia de Limón, en la vertiente Caribe de Costa Rica (véase fig. 1), en la región fronteriza compartida con Panamá. Cuenta con uno de los índices de desarrollo humano (IDH) más bajos de Costa Rica (0.634, posición 81 de un total de 82 cantones para el 2016) y ha estado históricamente aislado de los centros nacionales y de los polos de desarrollo localizados en la vertiente Pacífico (Rodríguez Echavarría 2013).

Elaborada por Sara Blanco Ramírez. Fuente: Atlas ITCR, 2014

Figura 1 Localización del cantón de Talamanca en Costa Rica.  

Actualmente, en esta periferia habitan poblaciones mestizas, afrocaribeñas e indígenas. Los pueblos indígenas bribris y ngöbes buglé, primero, se refugiaron en esta región fronteriza para huir del sistema colonial de explotación de mano de obra llamado La Encomienda y, después, los grupos que habitaban el valle de Sixaola tuvieron que refugiarse en las montañas de Talamanca para escapar de la expansión de la actividad bananera (Bourgois 1994, 59 y 60).

La presencia de la UFCO fue particularmente importante y por mucho tiempo la frontera Costa Rica-Panamá fue considerada como la principal zona de producción de banano del Istmo debido a las condiciones climáticas favorables para este cultivo (Hall y Pérez Brignoli 2003, 206). La producción de banano comenzó en 1870, alentada por un empresario estadounidense llamado Minor Cooper Keith y su empresa, la UFCO. En 1899, esta empresa llegó a un acuerdo con el gobierno de Costa Rica, cuyo presidente era Bernardo Soto, a través del Acuerdo Soto-Keith, establecía que la UFCO se encargaría de construir y administrar el ferrocarril; a cambio, recibiría una concesión de 800 000 ha para iniciar la producción de banano en la parte caribeña de Costa Rica, y tendría la autonomía para administrar las plantaciones como quisiera. En el lado panameño, esta compañía tomó el nombre de Chiquiri Land Company y se extendió en el valle del río Sixaola, sobre los pueblos de Changuinola y Almirante.

Es así como tanto la UFCO como la Chiquiri Land Company se convirtieron en unas de las primeras empresas transfronterizas del Istmo (Foucher 1991; Girot y Granados 1997).

De esta forma, la UFCO tuvo un rol central en la definición del trazado fronterizo con Panamá y en el ordenamiento territorial de toda esta frontera, generando patrones particulares de urbanización y asentamiento, dividiendo las aldeas en distritos bananeros. También poblaron estas regiones fronterizas introduciendo mano de obra china y afrocaribeña para trabajar en las plantaciones (Boza Villarreal 2014; Pérez Brignoli 2000; Hall y Pérez Brignoli 2003; Hall 1985). Las poblaciones afrocaribeñas eran libres, no esclavas, y procedían principalmente de Jamaica, Belice, Nueva Orleans, Honduras, Panamá y Guatemala (Murillo Chaverri 2000; Meléndez y Duncan 1972).

Las debilidades estructurales de las fronteras y de la vertiente Caribe del Istmo facilitaron el desarrollo de sistemas de plantación basados en la lógica del enclave (Girot y Granados 1997). Estas regiones fueron vistas como espacios de oportunidad debido a su riqueza ambiental y su alta marginalidad que se traduce en la falta de oportunidades de empleo, lo que las convierte en fuentes de mano de obra poco calificada y mal remunerada (Rodríguez Echavarría 2014).

La incursión de las compañías bananeras en el Istmo fue decisiva. Estas empresas se establecieron en los márgenes del Istmo, consolidando su presencia a través de la instalación de enclaves bananeros en las regiones fronterizas de Honduras y Guatemala, Costa Rica y Panamá, y en la costa caribeña de Honduras (Bourgois 1994, 44). Estas empresas desempeñaron un rol central en la vida política de los países del Istmo, apoyaron a los partidos políticos comprometidos con la protección de sus intereses e, incluso, intervinieron en la definición de varios segmentos fronterizos entre Guatemala y Honduras y entre Costa Rica y Panamá. Foucher señala que «la política fronteriza era un elemento esencial del control imperialista, que se aprovechaba de las divisiones y rivalidades entre los líderes locales de la región centroamericana [...] Varios segmentos fronterizos

-Honduras/Guatemala, Panamá/Costa Rica- se determinaron en función de los intereses y rivalidades de las empresas bananeras y sus caudillos aliados» (Foucher 1991, 152).

Las plantaciones se convirtieron así en un mundo en sí mismo en donde se estableció todo un sistema de producción organizado en enclaves. Este sistema se localizó mayoritariamente en la vertiente Caribe, acentuando la especificidad de esta zona y estableciendo lo que Hall (1985) llamó un «microcosmos caribeño» muy distinto de la población mestiza de la vertiente Pacifico de Centroamérica (7).

Los enclaves eran un régimen de «apartheid», sistemas cerrados que articulaban pueblos, plantaciones y comisariatos -tiendas de las empresas bananeras que vendían alimentos y mercancías a los trabajadores- (Murillo 2000; Meléndez y Duncan 1972). Estos territorios estaban, así, segregados del resto del país.

De esta manera, las empresas bananeras tenían plena autonomía y soberanía sobre estos territorios y se constituyeron en actores políticos clave con mucha influencia en los procesos de decisión de los Estados; esto explica por qué los países centroamericanos fueron conocidos como Banana Republics. Progresivamente, las fronteras centroamericanas fueron olvidadas y entregadas por los gobiernos a los enclaves bananeros (Girot y Granados 1997, 293).

Sin embargo, con la llegada, a inicios de la década de 1930, de la enfermedad del Mal de Panamá, la UFCO abandonó sus plantaciones arrendando algunas fincas a sus capataces y otras las vendió. Transfirió sus operaciones, primero, al Valle de Sarapiquí y, luego, al Pacífico (Hall y Pérez Brignoli 2003, 207). Con la partida de la UFCO, se introducen nuevos cultivos en esta región fronteriza, como el plátano, y se recupera el cultivo del cacao.

No obstante, después de haber encontrado variedades resistentes al Mal de Panamá, al final de la década de 1970, las empresas bananeras volvieron a Talamanca. En la actualidad, se encuentran empresas transnacionales herederas directas de la UFCO -como Dole, Chiquita y Del Monte-, las cuales realizan las actividades de producción, empaquetado y distribución de banano (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 174). Para esto hacen uso de métodos de producción modernos, de agroquímicos y de pesticidas. Solo el cantón de Talamanca produce 4.96 millones de cajas de banano al año (CORBANA 2012), los cuales se exportan a través de los puertos de APM Terminals, en Moín -el antiguo puerto de Moín-, y de Limón, a través de los cuales transitan el 95 % de todas las exportaciones e importaciones realizadas por Costa Rica. Estas empresas están mayoritariamente localizadas en la vertiente Caribe del país y en las dos fronteras, como se puede observar en la figura 2.

Fuente: Atlas ITCR, 2014 y censo agropecuario nacional 2014

Figura 2 Producción de hectáreas sembradas de banano en Costa Rica, según el censo agrícola de 2014. Elaborada por Ana María Araya y Sara Blanco. 

El legado del sistema de producción de estas empresas bananeras todavía puede verse en estos pueblos fronterizos, ya que muchos conservan los nombres de los distritos bananeros, como la Finca 60 en Almirante (Panamá), la Finca 98 y la Finca Costa Rica en Sixaola (Costa Rica).

Es importante destacar que el modelo agroexportador estuvo presente en este territorio desde antes de la formalización del trazado fronterizo: es por esto que el paisaje marcado por el desarrollo de los monocultivos de banano ha estado desde muy temprano presente en el imaginario de sus habitantes, lo que ha generado una naturalización del cultivo y del paisaje que produce. La existencia de estas empresas bananeras parece hoy en día estar consolidada, a pesar de que en el pasado las malas condiciones laborales generaron numerosas huelgas, protestas y acciones legales en contra de las compañías bananeras (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 175). Sin embargo, la represión y la persecución que tuvieron los líderes sindicales (Bourgois 1994) ha implicado una importante reducción de los movimientos de resistencia. Actualmente, las empresas han desarrollado estrategias de responsabilidad social para reducir la conflictividad y promover una imagen positiva de sus operaciones. Este fue el caso de la alianza público-privada entre la empresa Chiquita con la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ, por sus siglas en alemán) y la cadena de supermercados alemana REWE, con el fin de motivar acciones de conservación y de producción limpia en esta región de frontera.

Además, el contexto se complejiza, debido a que en Talamanca no solo existen plantaciones de banano; en este cantón confluyen, también, territorios indígenas, áreas protegidas (Parque Internacional La Amistad, refugios de vida silvestre y parques nacionales) y la franja fronteriza (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 174). Es así como más de la mitad del territorio (55 %) corresponde a áreas de conservación y 30 % a territorios indígenas ((Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 174) . En esta región de frontera se pueden identificar seis territorios indígenas: cuatro en Costa Rica (867 km2) -las reservas BriBri de Kekoldi, Talamanca, Cabécar de Talamanca y Telire- y dos en Panamá (261 km2) -Bribri y Naso- (véase fig. 3).

Elaborado por Sara Blanco Ramírez. Fuente: Atlas ITCR, 2014

Figura 3 Territorios indígenas y áreas silvestres protegidas en el cantón de Talamanca, 2020. 

Si bien, Talamanca ha estado marcada por la presencia de actividades extractivas, también concentra una importante biodiversidad y ecosistemas de importancia mundial (véase fig. 3), y es una de las pocas regiones que todavía tienen grandes extensiones de bosques primarios en Centroamérica.2 Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se estima que en la cuenca de Sixaola quedan 261 700 ha de bosque tropical, las cuales están localizadas principalmente en áreas protegidas y territorios indígenas (Franklin 2007). Además, es importante insistir sobre el hecho de que esta región fronteriza alberga el único parque binacional del Istmo, el Parque Internacional La Amistad, clasificado como reserva de la biósfera en 1982 y patrimonio natural de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en 1983.

Nacionalizar Talamanca: Frente pionero y cooperativas de plátano

Una vez que la empresa bananera se retiró de Sixaola, Talamanca, el Estado costarricense -a través del Instituto de Desarrollo Agrario (IDA)- emprendió un proceso de recuperación y de nacionalización de esta frontera, al conceder tierras abandonadas por la UFCO localizadas en posición de frontera a campesinos mestizos provenientes de otros territorios agrícolas de Costa Rica (Pinto Valencia 2012, 23).3 La frontera, que en el pasado se percibía como un enclave bananero, se convirtió en una frontier en el sentido turneriano (Turner 1996), es decir, un frente pionero que había que conquistar y articular a la nación costarricense.

Es así como desde la década de 1980, grupos de campesinos se instalaron en esta región fronteriza para plantar mayoritariamente plátano para la exportación. Las fincas asignadas a cada agricultor fueron de un promedio de tres hectáreas, razón por la cual se formaron cooperativas para satisfacer la demanda internacional (Pinto Valencia 2012, 23). De esta forma, estos campesinos se organizaron en cooperativas como CoopeRío, Asoplatupa y AsoMargarita, localizadas a orillas del río Sixaola4 sobre la franja de tierra fronteriza (véase fig. 4) que se extiende desde la línea de frontera hasta dos kilómetros al interior del territorio costarricense, que en teoría es propiedad del Estado costarricense. La mayoría de estas fincas están, por lo tanto, localizadas en los márgenes del río Sixaola, como se puede observar en la figura 4. Por su localización, son tierras muy fértiles, pero también muy vulnerables, especialmente debido a las constantes inundaciones que se dan en la temporada de lluvias por el desbordamiento del río Sixaola.

Elaborado por Sara Blanco Ramírez. Fuente: Atlas ITCR, 2014 y Censo Nacional Agropecuario 2014

Figura 4 Cantidad de fincas productoras de plátano en Costa Rica y Limón para el 2014.  

Estas fincas siguen lógicas productivas muy similares a las empresas bananeras, usan los mismos plaguicidas y agroquímicos, y producen también desde la lógica del monocultivo. Sin embargo, cuentan con un sistema de economía social en donde los agricultores son los mismos administradores de estas tierras. Esto permite una cierta distribución de las riquezas, pero también de las pérdidas, muchas veces a causa de las inundaciones y de las fluctuaciones de los precios en los mercados nacionales e internacionales. Debido a esto, muchos están optando por introducir plantas de cacao, siguiendo las recomendaciones de las instituciones públicas y de los organismos internacionales, los cuales consideran al cacao como un cultivo más adaptable al cambio climático por su capacidad de capturar carbono y por ser más resistente a las inundaciones (Somarriba et al. 2008).

A través de estas cooperativas de plátano, el Estado costarricense volvió a ejercer su control sobre estos territorios fronterizos, articulando estas comunidades al resto de país.

Impactos de los monocultivos de banano y plátano

Muchos de los actores entrevistados en el marco del proyecto Mitos y Realidades del Cacao Orgánico en Talamanca consideran que una de las principales causas de contaminación en esta región fronteriza es el avance de la frontera agrícola, debido a la expansión de los monocultivos, en particular de banano y plátano. Estas actividades generan una importante contaminación (productos químicos) y deforestación (Rodríguez Echavarría 2014).

Si bien en la actualidad el Estado costarricense ha recuperado su soberanía sobre esta región fronteriza, las empresas bananeras siguen siendo actores muy importantes y su presencia es visible e imponente. El banano sigue siendo el monocultivo más importante, a pesar de que el número de hectáreas cultivadas ha disminuido considerablemente desde finales de la década del 2000.

Según la Cámara Nacional de Productores de Banano, las empresas con mayor producción son la Chiriquí Land Company, Del Monte, Dole y Chiquita, que son en la actualidad la principal fuente de empleo en esta región fronteriza.

Estas plantaciones son modernas y se caracterizan por el uso de agroquímicos, plaguicidas y herbicidas que tienen efectos muy negativos en la salud de los habitantes de esta frontera, especialmente en los pueblos situados cerca de las plantaciones. Investigaciones de la Asociación Nacional de Alcaldías e Intendencias (ANAI)5 y de la Universidad de Costa Rica han demostrado la presencia de agroquímicos, plaguicidas y herbicidas en el río Coclés, el humedal transfronterizo San San Pond Sack, el delta del río Yorkín, las pueblos costeros de Manzanillo y Gandoca, las zonas urbanas de Guabito en Panamá, Sixaola y Bribri en Costa Rica (Proyecto Binacional Sixaola y Cooperación Técnica BID GRT/FM 2012). El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) de Costa Rica, a través de su Proyecto BID-MAG, ha advertido de la alta presencia de estos agroquímicos en los recursos hídricos fronterizos, los cuales han sido severamente degradados (MAG 2010), lo que pone en evidencia el mal manejo de desechos tóxicos.

Se han realizado múltiples denuncias por parte de las poblaciones indígenas y por la organización local Corredor Biológico Talamanca-Caribe, sin que esto se traduzca en verdaderas acciones de control o sanción. Estas organizaciones han puesto en evidencia que la expansión de estas plantaciones contamina tanto aguas superficiales como subterráneas, cambia el uso de los suelos y los erosiona, generando el desvío y la sedimentación de los ríos. Además, esto ha generado en estas comunidades una creciente concentración de la propiedad de la tierra, el desplazamiento de las familias campesinas e indígenas y la pérdida de la soberanía alimentaria (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018).

Desde el punto de vista social, el extractivismo agrícola presente en esta frontera también ha causado violaciones sistemáticas a los derechos laborales de los trabajadores bananeros. Durante las entrevistas, se mencionó que en estas fincas se dan regularmente procesos de explotación laboral, se viola el derecho de sindicalización y se dan muy frecuentemente despidos injustificados, entre otras violaciones. Además, hacen uso de mano de obra migrante muchas veces en situación irregular y de poblaciones transfronterizas indígenas ngöbe-buglé, que se mueven de un lado a otro de la frontera y que migran de forma estacional (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 175).

El cacao de Talamanca: Nuevas formas de apropiación a través de la transferencia tecnológica

El cacao: ¿Una respuesta para combinar productividad y sostenibilidad?

La presencia del cacao en Talamanca data de tiempos precolombinos, ya que la variedad Matina se podía encontrar en todo Mesoamérica (desde el Soconusco hasta Panamá). Este fruto era utilizado principalmente por los grupos indígenas para fines ceremoniales, su uso comercial se le atribuye a la UFCO, la cual empieza a cultivarlo tecnificándolo e introduciendo agroquímicos y maquinaria (Acuña Sossa 2007). Paralelamente, esta empresa empieza a experimentar con el cacao, realizándole las primeras modificaciones genéticas con el fin de mejorar su productividad. Es así como esta empresa introduce lógicas productivas propias del monocultivo para aumentar su producción y, eventualmente, su exportación (Rodríguez Echavarría 2020, 129).

Desde la década de 1920, familias indígenas empezaron a trabajar como jornaleros en las plantaciones de cacao de pequeños agricultores afrocaribeños, desarrollando así nuevos conocimientos sobre su cultivo (Boza Villarreal 2014). Sin embargo, no es hasta la década de 1940 después, de la salida de la UFCO de este territorio, que las comunidades indígenas empezaron a producirlo con fines comerciales. El cacao se vuelve uno de los principales productos agrícolas en Costa Rica a partir de la década de 1950 ((Boza Villarreal 2014). Para 1973, la región Huetar Caribe (Limón) llegó a concentrar el 85 % de la producción de cacao de Costa Rica (Somarriba y Villalobos 2013).

Sin embargo, su auge se vio truncado por la aparición del hongo de la monilia. La llegada de este fue particularmente dañina para el sector cacaotero, ya que de 1978 a 1982 vio su producción reducida en casi 80 % y su exportación, en 92 % (Enríquez y Brenes 1980; Krauss et al. 2003; MacLeod 1996; Enríquez 1980). De acuerdo con la fao,6 en Costa Rica, por ejemplo, la producción pasó de 10 381 t de cacao en grano en 1978 a 5266 t en 1980.

Muchas de las personas entrevistadas, tanto productores como expertos en cacao y funcionarios gubernamentales, se refieren a que hay un antes y un después de la llegada de este hongo, puesto que la producción de cacao para fines comerciales dejó de ser prioridad en Talamanca y el cultivo solo se mantuvo en las fincas de productores indígenas para el autoconsumo.

Hoy en día, la producción de cacao en Talamanca se concentra en la parte alta de la cuenca del río Sixaola, en los territorios indígenas bribris y cabecars (véase fig. 3). Mucha de esta producción se está realizando en fincas de una a diez hectáreas, que son denominadas por organismos internacionales f incas integrales, las cuales se caracterizan por diversificar la producción intercalando plantas de cacao con árboles frutales y bananales (Rodríguez Echavarría 2014, 174). Estas fincas integrales aspiran a producir de manera equitativa y orgánica (aun cuando no están certificadas como orgánicas), reutilizando los desechos e integrando los conocimientos y la tecnología tradicional. El principio central de estas explotaciones es la diversificación de la producción mediante la intercalación del cultivo de cacao con árboles frutales y plátanos, no obstante, en la actualidad, el principal producto de estas fincas es el cacao (véase fig. 5). Los materiales genéticos que más se siembra son variedades tributarias que hacen que el cacao producido sea considerado como cacao f ino según las estipulaciones de la Organización Internacional del Cacao (ICCO).

Fuente: Atlas ITCR, 2014 y Censo Nacional Agropecuario 2014

Figura 5 Producción de cacao en Costa Rica y Talamanca para el 2014. Elaborado por Sara Blanco Ramírez.  

La producción de cacao es, en su mayor parte, orgánica e industrializada y comercializada por la Asociación de Pequeños Productores de Talamanca (APPTA). Esta asociación, creada en 1987, reúne a más de mil doscientos productores de cacao, de los cuales un 80 % son mujeres.

Es importante señalar que la tenencia de la tierra en estos territorios indígenas es matrilineal, ya que para la cultura bribri la tierra es propiedad de las mujeres, las cuales se la heredan a sus hijas (Bozzoli 1979; Hilje Matamoros 2014; Philipp Whelan 2005). Esto puede explicar por qué la mayoría de los productores de cacao en Talamanca son mujeres.

La Asociación de Mujeres Indígenas de Talamanca (ACOMUITA), creada en 1991, es una organización de mujeres indígenas bribris y cabecars productoras de cacao para el mercado nacional e internacional. Esta organización tiene un rol clave en este territorio, ya que, según Faustina Torres, presidenta de la Asociación (Comunicación personal, 30 abril 2018), ACOMUITA ofrece a estas mujeres mejores precios7 y ha venido procesando y transformando el cacao en chocolate gracias a una importante donación que les dio el proyecto BID-MAG. Esto con el fin de adquirir maquinaria para la elaboración de chocolates para el mercado local. Gracias esta inversión, crearon la marca Tsirushka® (que quiere decir chocolate en bribri), la cual se ha venido comercializando en el mercado local alrededor de actividades turísticas como los tours del chocolate.

Recientemente, con el apoyo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), también se creó una cooperativa de cacao, la Coopecacao Afro R. L., que articula productores afrocaribeños de cacao en Talamanca. La figura 6 muestra a Edgar Campbell, presidente de esta cooperativa en su finca, explicando cómo lleva a cabo el proceso de secado y fermentación del cacao.

Figura 6 Édgar Campbell, presidente de Coopecacao Afro R. L., Puerto Viejo Talamanca, junio de 2018. 

Si bien el cacao nunca recuperó el nivel de producción que tuvo antes de la llegada de la monilia, su producción se ha reactivado debido también a la presencia de organizaciones internacionales, las cuales desde la década de 1990 tratan de posicionarlo como una alternativa productiva a los monocultivos y un potencial motor para el desarrollo de Talamanca. Estas organizaciones lo presentan como un cultivo sostenible que, además, puede permitir la captura de carbono (Somarriba, Villalobos et al. 2008). Es así como organizaciones como la UICN, el BID -con su proyecto BID-MAG- y el CATIE idearon intervenciones con el fin de motivar la producción de cacao en Talamanca. De esta forma se empiezan a desarrollar una serie de proyectos8 e investigaciones que presentan al cacao como un cultivo agroecológico, ideal para hacerle frente al cambio climático por su capacidad de capturar el carbono y su resistencia frente a eventos naturales extremos como las inundaciones (Beer et al. 2003; Cerda Bustillos, Espin Chion y Cifuentes 2013; Somarriba, Andrade, et al. 2008; Somarriba, Andrade, et al. 2008).

La revalorización del cacao, también, ha sido acompañada por iniciativas del gobierno de Costa Rica que buscan patrimonializar este cultivo. Este es el caso del decreto N.° 39230-C-MAG que declaró «al cacao y a sus variedades autóctonas (nativas y criollas) y a las tradicionales prácticas agro culturales, usos, sabores y colores, asociados a éste, como Patrimonio Cultural de Costa Rica» y establece, en su artículo 3, que su cultivo se declara de interés nacional, así como «la producción, procesamiento, comercialización y exportación del cacao y sus derivados» (Decreto Ejecutivo N.° 39230-C-MAG 2005).

A pesar de toda esta inversión y de las múltiples intervenciones llevadas a cabo por estas organizaciones y por el MAG, los productores entrevistados -como George Grant, productor y dueño de la empresa G&E Chocolate Adventure (comunicación personal, 19 de mayo 2018), o Walter Rodríguez, expresidente de la Asociación de Pequeños Productores de Talamaca (APPTA) (comunicación personal, 3 abril 2018)- expresaron serias preocupaciones en cuanto a las dificultades que enfrentan para la comercialización del cacao. Todos afirman que los precios son muy cambiantes y, por lo tanto, el cultivo es una actividad inestable y vulnerable. Muy pocos han visto su situación económica mejorar tras la implementación de los proyectos que promovían la producción de cacao (BID-MAG), por lo que están apostando a nuevos segmentos de la cadena productiva del cacao como tours del chocolate o el turismo. Sin embargo, el turismo en Costa Rica ha sido muy afectado por la emergencia sanitaria generada por el virus covid-19.

Estrategias de transferencia tecnológica para el mejoramiento genético del cacao

El CATIE es un organismo internacional que funciona como un centro de investigación de educación superior y de cooperación técnica para el desarrollo y la gestión integrada de la agricultura y de los recursos naturales (Rodríguez Echavarría 2020, 139). Desde finales de la década de 1980, el CATIE emprendió un proceso de transferencia tecnológica alrededor del cultivo del cacao. Es así como crea el Programa de Mejoramiento Genético del Cacao, el cual tenía la tarea de producir clones a partir del mismo material genético existente en Talamanca que fueran resistentes a la monilia. Además, se dio a la tarea de proponer formas de producción que impidieran la propagación de la enfermedad. Los clones generados en el marco de este programa fueron posteriormente introducidos en las fincas de campesinos e indígenas en Talamanca. Alredor de mil trescientas familias productoras de cacao han sido capacitadas por el proyecto Competitividad y Ambiente en los Territorios Cacaoteros de Centroamérica, conocido popularmente como el Proyecto Cacao Centroamérica (PCC) del CATIE para hacer uso de estas nuevas variedades y adecuar el modelo de producción -nuevos patrones de poda y cultivo- (Rodríguez Echavarría 2014, 238). El objetivo de estas intervenciones era reducir la vulnerabilibad del cacao a través del mejoramiento genético, mejorar la competitividad de las fincas cacaoteras y generar alternativas en las familias productoras para salir de la pobreza (Somarriba et al. 2013, 111).

Talamanca se volvió así una especie de laboratorio para la introducción de los materiales producidos por el CATIE. Desde el 2007, esta institución seleccionó seis clones9 que pueden garantizar «un suministro más estable de cacao para la industria» (CATIE 2019), ya que cuentan con los requerimientos de tamaño del grano y de calidad aceptados por la ICCO.10 Las figuras 7 y 8 muestra el jardín clonal del CATIE localizado en Turrialba, Costa Rica, donde se guardan las variedades creadas.

Figura 7 Jardín clonal del CATIE, Turrialba, Costa Rica, abril de 2018. 

Figura 8 Colección internacional de cacao del CATIE, Turrialba, Costa Rica, abril de 2018. 

Es así como el CATIE, a través de este proceso de transferencia tecnológica y de saberes, transformó los modelos productivos locales (Rodríguez Echavarría 2020) y generó estrategias y clones que luego fueron exportados a otras regiones y otros países centroamericanos y africanos gracias a los programas internacionales del CATIE.

Mariela Leandro, investigadora del CATIE, afirmó que Talamanca representó para este un territorio ideal para la implementación de estos proyectos, ya que era un territorio óptimo para la promoción del cultivo de cacao debido a su clima ideal y a que ya existía la tradición de su cultivo por parte de las poblaciones indígenas y afrodescendientes (comunicación personal, 9 de abril 2018). Talamanca se convirtió, así, en un laboratorio de ensayo, en donde se probaron estrategias de cultivo (poda y sombra) y materiales genéticamente modificados que eran diferentes al cacao que los actores locales denominaban criollo y al modo de producción que ellos califican como talamanqueño. Este, que es más un modelo de desarrollo, ha sido ampliamente estudiado por múltiples autores (Acuña Sossa 2007; Borge y Castillo 1997; Rodríguez Echavarría 2020)desde el período prehispánico hasta el presente. Este se dividió en segmentos denominados modelos socio-históricos, los cuales se ubican en dos hitos históricos los cuales se caracterizan por tener presencia predominante de una serie de prácticas sociales. En total se identificaron cuatro; el primero, es el tradicional-tradicional, el cual abarca del período prehispánico hasta 1908; el segundo, de enclave de 1909-1940; el tercero, de recuperación (1941-1979), los cuales coinciden en que la particularidad de este modelo se debe a cuatro aspectos: 1) la forma de producción agroecológica, 2) la relación de respeto con la naturaleza, 3) la tenencia colectiva de la tierra y 4) la organización tradicional bribri en donde la mujer tiene un rol central en la transferencia de los conocimiento, las tradiciones y la tierra (Rodríguez Echavarría 2020, 145).

Según Eduardo Somarriba, coordinador del PCC (comunicación personal 9 abril 2018), las intervenciones del CATIE fortalecieron a las organizaciones locales como ACOMUITA y APPTA, modificaron el modelo de producción en Talamaca, cambiando las plantas y su reproducción por semilla, clones e injertos. Además, a través de las escuelas de campo capacitaron a los actores locales con el fin de mejorar las técnicas de poda y de sombra. También, se generó mucho conocimiento y documentación que fue difundido en foros y congresos internacionales, logrando influenciar políticas locales, nacionales y globales en materia de cacao (Rodríguez Echavarría 2020).

Para Wilberth Philips, antiguo coordinador de Programa de Mejoramiento Genético del Cacao (comunicación personal 13 de abril 2018), «la idea del cacao criollo es un mito», ya que muchas de las variedades son de reciente introducción y algunas antiguas variedades ya habían sido modificadas antes por la UFCO. Para él, el CATIE lo que quería era promover un cambio tecnológico con el que esperaban cambiar los modos de producción y, así, a través de una buena variedad de cacao, «cambiar las vidas de los productores».

Sin embargo, productores locales entrevistados -como Faustina Torres, presidenta de ACOMUITA (comunicación personal, 30 de abril 2018), y Joël Buitrago, de la Finca Meleruk (comunicación personal, 29 de abril 2018)- expresaron que las intervenciones del CATIE fueron percibidas como verticales, pues no reconocieron la experiencia y el conocimiento locales. Es decir, estas intervenciones reproducen las lógicas de «colonialidad del saber», ya que se impuso el pensamiento y la ciencia occidental europea sobre los sujetos coloniales no occidentales (Grosfoguel 2011). Se estableció, así, una jerarquía del conocimiento (Mignolo 2000) entre los expertos y los indígenas-campesinos, en la cual se le atribuye una posición de subordinación al conocimiento local, el cual es percibido como «primitivo, amateur o supersticioso» (Escobar 2008). Para Vandana Shiva, los sistemas de conocimiento diversos de estos pueblos «no se consideran formas legítimas de conocer» y estos saberes «ecológicos» y no reduccionistas son rechazados y marginados frente a una ciencia «reduccionista» que se centra en las comercialización y mercantilización de la naturaleza (Shiva 2001, 45). Este paradigma de la ingeniería genética está, así, al servicio de intereses comerciales que buscan perpetuar las lógicas de apropiación de la naturaleza y del conocimiento local.

Las diferentes intervenciones generadas no parecen haber mejorado la calidad de vida de los actores locales ni han mejorado la productividad de los cacaotales. Para muchos de los productores locales, el principal interés de estas organizaciones internacionales no fue mejorar la productividad de las fincas de cacao, sino experimentar en este territorio, recuperando material genético y conocimientos locales, los cuales serían posteriormente transformados y traducidos en estrategias, metodologías de cultivo y clones que a su vez serían aplicados en los mismos territorios de los que los inspiraron (Rodríguez Echavarría 2020). De esta forma, su objetivo fue extraer y producir conocimiento sobre cacao para ser replicable en otros territorios como nuevas «mercancías».

Para los actores locales entrevistados, las diferentes técnicas de apropiación del conocimiento y de intervención que se llevaron a cabo por estas organizaciones transformaron las dinámicas locales alrededor del cultivo del cacao. Generaron, además, conceptos híbridos en donde combinaron los saberes locales con conocimiento científico y las agendas políticas tanto de estas organizaciones como las de sus donantes, los cuales, en el caso del Programa de Mejoramiento Genético del Cacao, eran mayoritariamente empresas chocolateras como Hershey’s, Mars y Nestlé.

Un ejemplo de estos conceptos híbridos fue el de agroecología. Para el CATIE, por ejemplo, cuando se habla de agroecología, muchas veces se hace referencia al policultivo, lo que implica un enfoque más técnico y tecnológico que político. Una finca cumple con este requisito (CATIE y CONFRAS 2011) si tiene al menos 70 % de sombra natural, se cultiva de forma diversificada incorporando maíz, plantas de plátano, yuca, frutales y maderables. Además, debe de aplicar fertilizantes orgánicos, controladores biológicos y fungicidas orgánicos. Mientras que para las comunidades indígenas y para el movimiento ecologista, hablar de agroecología implica no solo promover el policultivo, la agroforestería, las rotaciones de cultivos integrando a los animales y los productores (Sevilla Guzmán 2006), sino también tomar en cuenta las problemáticas locales y enfrentar las injusticias distributivas y la depredación ambiental (Giraldo 2018, 124). Es decir, implica cuestionar el modelo de desarrollo económico hegemónico y, por lo tanto, implica poner en duda el extractivismo agrícola. Es así que nos encontramos frente a una importante contradicción que se da al confrontar dos lenguajes de valoración de la naturaleza (Martínez Alier 2005) y de la agricultura que son divergentes. Además, las comunidades indígenas ya producían bajo esa lógica antes de que el CATIE iniciara sus intervenciones.

Las intervenciones del CATIE generaron resistencias en los productores indígenas por el riesgo que representaba eliminar sus plantas tradicionales y porque implicaba introducir prácticas y lógicas diferentes de poda y de sombra. Durante las entrevistas realizadas a organizaciones productoras locales como ACOMUITA,11 las intervenciones del CATIE fueron mal percibidas por los productores indígenas, ya que para ellos no tomaban en cuenta el conocimiento, las tradiciones y los imaginarios locales. Faustina Torres insistió durante la entrevista en que «no estaban de acuerdo con cambiar el modo de producción indígena, que es un sistema de producción ancestral» y que los «clones del CATIE nunca funcionaron» y que habían usado a los productores indígenas «como experimento». Esto debido a que el cacao, para ellos, tiene un valor simbólico y cultural que trasciende sus fines comerciales (véase fig. 9, donde Faustina Torres expone sobre la importancia del conocimiento ancestral en la producción de cacao). Además, otros productores entrevistados consideraron que los clones introducidos generaban un cacao de menor calidad que requería de más trabajo en poda y de menos sombra. Es así que estas nuevas lógicas de cultivo representaban para ellos una amenaza al «modelo de desarrollo talamanqueño», el cual, como ya lo mencionamos, se basa en un modelo de producción agroecológico.

Figura 9 Presentación sobre conocimiento ancestral de Faustina Torres, presidenta de ACOMUITA, mayo de 2018. 

Si se parte de una definición ampliada del concepto de extracción, se puede afirmar que hay un cambio en la forma que esta se da, ya que esta no involucra exclusivamente materias primas (banano o plátano), sino también saberes y material genético. Con esto, se trata de incluir estos territorios periféricos en las lógicas de la mercantilización y monetarización (Gago y Mezzadra 2015). Estos territorios marginales, que no están sujetos al frenesí de la acumulación, son así sometidos a procesos de extracción que el capital necesita para renovarse (Gago y Mezzadra 2015). El modelo de producción indígena talamanqueño es, así, intervenido, disciplinado y domesticado con el fin de transformarlo para que aumente su productividad y así entrar en las lógicas del mercado.

Del cacao agroecológico al monocultivo verde

Como parte de este proceso de investigación, se visitaron múltiples fincas en Talamanca y Guápiles, específicamente en las instalaciones de la Universidad EARTH, en donde se han plantado los clones del CATIE. Al estudiar las técnicas de cultivo y el paisaje, se hace evidente que la forma de cultivar el cacao ha cambiado. La observación participante en reuniones y capacitaciones permitió evidenciar que en estas plantaciones los árboles de cacao requerían de menos sombra y, por lo tanto, no se estaban respetando los criterios propios del policultivo.

Se pudo, así, observar una presencia reducida de árboles frutales y de otros cultivos propios de las fincas integrales. Si este patrón se mantiene y se profundiza, es posible que el cacao se empiece a plantar de forma más intensiva y sin necesidad de incorporar otros cultivos, asimilándose cada vez más a un «monocultivo verde».

El término monocultivo verde se ha venido acuñando desde el proyecto Mitos y Realidades del Cacao Orgánico en Talamanca, en el CIEP, para hacer referencia a cultivos que han sido calificados históricamente como verdes, por ser producidos de forma agroecológica y cultivados desde la agricultura familiar sin hacer uso de agroquímicos. Este es el caso del cacao, el cual tradicionalmente ha sido cultivado en fincas integrales o desde la agroforestería, en combinación con otros cultivos, como frutales, banano, café, etcétera, debido a que este cultivo requiere de al menos un 50 % de sombra. Sin embargo, después de procesos de modificación genética se han generado clones con necesidades de sombra y poda diferentes.

De esta forma, los clones que se observaron tanto en la Universidad EARTH como en el CATIE no siguen las lógicas de cultivo convencionales de las variedades criollas (Matina), sino que pueden ser cultivados un árbol a la par del otro, con una necesidad de sombra inferior, con lo cual, según los técnicos de la Universidad EARTH y del CATIE, buscan combatir más efectivamente la aparición del hongo de la monilia. No obstante, esto se asemeja a las formas de producción propias de los monocultivos. A este tipo de cultivos, que han generado todo un imaginario que los califica como verdes y agroecológicos pero que están mutando a formas de producción agroindustriales, los llamaremos monocultivos verdes, caracterizados por:

  • Ser materiales genéticamente modificados con mayor resistencia a hongos

  • y enfermedades, así como al sol.

  • Ser una forma de cultivo que no requiere de sombra ni de una finca agroecológica.

  • Tener por objetivo aumentar la productividad para la exportación

  • Correr el riesgo de tener un producto de menor calidad, debido a que el proceso de mejoramiento genético, hasta la fecha, ha tenido por objetivo optimizar la resistencia y la productividad de las variedades de cacao; pero no se han interesado de la misma manera en mantener los atributos genéticos de calidad (como el porcentaje de grasa, el sabor, las características organolépticas, entre otras).

Según Laura Henry, ingeniera y geógrafa especialista en cacao (comunicación personal, 7 junio 2020), la calidad de este depende de varios factores o atributos que son genéticos pero también ligados al modo de cultivo, al tratamiento postcosecha, a las características propias de la tierra y al clima. Para ella, si bien actualmente no se puede hablar de que el cacao es un monocultivo en términos agronómicos, porque todavía hay otros cultivos maderables, banano y algunos frutales en las fincas, sí se puede observar un cambio drástico en la lógicas productivas de las fincas y en el paisaje. El concepto de monocultivo verde permite resaltar el hecho de que este cultivo está viviendo un proceso de transformación, el cual se está llevando a cabo siguiendo una lógica agroexportadora que es propia del extractivismo agrícola. Estos cambios se han venido posicionando y difundiendo bajo el discurso de que son necesarios para combatir una amenaza mayor: la monilia y otras plagas. De esta forma, se está desplazando el modo de producción indígena, y se está integrando a estas economías periféricas al capitalismo global.

Conclusiones

Talamanca ha sido un territorio fronterizo revalorizado por su riqueza natural y cultural, sin embargo, es una región marcada por la presencia histórica del extractivismo agrícola que ha dejado como resultado paisajes de despojo cotidianos (Ojeda et al. 2015, 109), es decir, proyectos políticos en donde se materializan «procesos históricos de desigualdad, muerte y sufrimiento». Esta región fue pensada y organizada en función de los intereses extractivos de las empresas bananeras, que independientemente del nombre que tengan (UFCO, Dole, Del Monte, etc.) siguen perpetuando las mismas lógicas de apropiación y de extracción de la fuerza de trabajo y de la naturaleza.

Las condiciones sociales y políticas de las fronteras hacen de ellas territorios de oportunidad para la expansión de estos monocultivos, ya que son territorios empobrecidos marcados por procesos históricos de «despojo, exclusión y desigualdad ambiental» (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 194). Estamos, así, frente a procesos de producción desregulados e intensivos que acentúan los impactos ambientales y sociales. El contexto fronterizo también facilitó el desarrollo de las intervenciones de organizaciones internacionales como la UICN, el CATIE o el BID, que por implementar proyectos en estos territorios gozaron de mayor autonomía ante una presencia menos activa del Estado costarricense.

Sin embargo, no se puede afirmar que el Estado ha estado ausente, sino que este tiene ausencias selectivas, ya que está presente para promover y facilitar el desarrollo de las operaciones extractivas, pero no así cuando debe controlar y promover la justicia ambiental y social. Se puede afirmar que en estas regiones fronterizas se materializa uno de los principales proyectos del Estado costarricense: el modelo de desarrollo basado en la agroexportación, que entra en contradicción con la imagen que presenta a Costa Rica como la excepción verde del Istmo centroamericano.

Queda claro que el modelo de conservación pensado por este país ha sido uno de gobernanza ambiental neoliberal que en ningún momento pone en duda la expansión de estos monocultivos o la apropiación del material genético o de los conocimientos locales. Más bien esta expansión es vista como un «logro país», ya que posiciona a Costa Rica como uno de los principales exportadores de piña y banano en el mundo.

Así, se puede afirmar que, históricamente, el Estado costarricense ha tenido un rol fundamental en los procesos de apropiación de los recursos naturales, ya que con sus acciones u omisiones facilita la extracción y la explotación de la naturaleza (Rodríguez Echavarría, Obando Campos y Acuña Alvarado 2018, 189).

Asimismo, se puede concluir que existe una tendencia, promovida por el Estado y las organizaciones internacionales, de posicionar al cacao como patrimonio cultural y como una alternativa productiva a los monocultivos que, además, puede promover la adaptación al cambio climático y la captura de carbono. No obstante, es importante insistir en el hecho de que el cacao no es una verdadera alternativa a los monocultivos. Por un lado, Costa Rica no produce una cantidad suficiente (setecientas toneladas al año) para que este pueda ser competitivo y generar una mejora en la calidad de vida de los productores. Por otro lado, su producción está siendo influenciada por el mismo modelo agroexportador que está más interesado en mejorar su productividad y no su calidad. A través del cacao, además, se puede evidenciar otra forma de extracción, ya no de materias primas sino de conocimientos y de materiales genéticos, los cuales fueron extraídos y apropiados por centros de investigación para ser transformados (clones y conceptos híbridos) con el fin de ser exportados a nuevos territorios. Talamanca fungió, así, como un laboratorio en donde se probaron nuevos materiales genéticamente modificados y metodologías y técnicas de cultivo. Es así como la introducción de estos clones no se puede percibir como una alternativa, sino como una continuación de los procesos de extracción y apropiación de la naturaleza. Como afirma Vandana Shiva, «la ingeniería genética y las patentes sobre la vida son la expresión última de la comercialización de la ciencia y la mercantilización de la naturaleza» (Shiva 2001, 44).

Finalmente, se puede afirmar que a través tanto de los monocultivos como de la transferencia tecnológica alrededor del cacao se ha tratado de integrar a Talamanca al capitalismo global. Para esto, se hizo uso de una serie de operaciones extractivas muy diversas que van desde la extracción de materias primas a la extracción de saberes y materiales genéticos. Estos procesos han intentado domesticar e integrar estos territorios indígenas, a pesar de sus resistencias, a las lógicas de acumulación y mercantilización de la naturaleza.

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1 La observación partipante es un técnica de investigación propia de la etnografía que consiste en observar «las prácticas o “el hacer” que los agentes sociales despliegan en los “escenarios naturales” en que acontecen, en las situaciones ordinarias en que no son objeto de atención o de re-flexión por parte de estos mismos agentes» (Jociles Rubio 2017, 125). El investigador puede intervenir activamente en estos espacios o puede estar solamente presente.

2El creciente número de iniciativas de cooperación destinadas a establecer proyectos de conservación y de agricultura sostenible pone en evidencia el gran interés que ha tenido la cooperación internacional en Talamanca. Organizaciones como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y The Nature Conservancy (TNC), centros de investigación como el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) y la Universidad EARTH, así como organizaciones multilaterales como el BID o el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), coinciden en definir esta frontera como un área ambientalmente estratégica, debido a su alta biodiversidad (Franklin 2007) y han desarrollado importantes proyectos en estos territorios. Las áreas protegidas localizadas en este segmento fronterizo abarcan 143 000 ha (121 000 ha en Costa Rica y 22 000 ha en Panamá) y representan el 40.3 % de las áreas protegidas de Panamá y el 27.9 % de Costa Rica (Matul Romero 2007, 107).

3Los agricultores que se asentaron en esta frontera provenían de otros cantones de Costa Rica, entre ellas Upala, San Carlos, Puriscal y Guanacaste, con la promesa de tierras específicamente para producir plátanos de exportación.

4Las fincas están localizadas en los pueblos de Paraíso, Celia, Ania, Sixaola, Catarina, Olivia, San Rafael y Margarita.

5ANAI es una asociación creada en 1973 por Bill McLarney, con el fin de promover la conservación de la naturaleza y el desarrollo sostenible en la región de Talamanca en Costa Rica, https://www.anaicostarica.org.

7Compran el kilo a 1500 colones, es decir, $2.5, a diferencia de otras asociaciones, como APPTA, que lo compra a 800 colones, es decir $1.5.

8Proyectos como Adaptación, Vulnerabilidad y Ecosistemas (AVE) —de la UICN—, Proyectos de Mejoramiento Genético del Cacao, Programa Cacao Centroamérica del CATIE, Proyecto Gestión Integrada de la Cuenca del Sixaola —del BID y el Ministerio de Agricultura de Costa Rica, conocido como BID-MAG—.

9Clones seleccionados: CATIE-R1, CATIE-R4, CATIE-R6, CC-187, ICS-95 T1 y PMCT-58.

11ACOMUITA se formó en el año 1991 con el objetivo de reunir a las mujeres bribri de las aldeas de Watsi y Shiroles para hacer frente a las importantes secuelas que había dejado el terremoto que tuvo como epicentro la provincia de Limón. Hoy en día, articula a mujeres productoras de cacao, las cuales, además, lo procesan para hacer chocolate.

Recibido: 28 de Julio de 2020; Aprobado: 21 de Abril de 2021

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