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Trace (México, DF)

versión On-line ISSN 2007-2392versión impresa ISSN 0185-6286

Trace (Méx. DF)  no.73 Ciudad de México ene. 2018

 

Reseñas

The Black Christ of Esquipulas. Religion and Identity in Guatemala

Selvin Johany Chiquín* 

*Universidad de San Carlos de Guatemala.

Sullivan-González, Douglass. The Black Christ of Esquipulas. Religion and Identity in Guatemala. Lincoln: University of Nebraska Press, 2016. 208p.


El libro The Black Christ of Esquipulas es una aproximación de larga duración a la historia de las luchas sociales y políticas en Guatemala, más un recuento crítico de la creación de la devoción en torno a la imagen del Cristo de Esquipulas. Estos temas, aunque ajenos en apariencia, se unen en una exposición amena y bien argumentada a lo largo de un poco más de 200 páginas. Douglass Sullivan-González es profesor de historia de América Latina en la Universidad de Mississippi y autor de uno de los trabajos más reconocidos sobre religión, política y nación en la Guatemala decimonónica: Piety, power, and politics: religion and nation formation in Guatemala, 1821-18711.

Por medio de la imagen del Cristo de Esquipulas, Sullivan-González analiza cambios y continuidades, así como aspectos relacionados con raza y etnicidad, entrelazados con la conciencia de clase y el papel desempeñado por el conflicto y la violencia en la construcción de la identidad en Guatemala. La obra también se enfoca en temas como la religión y la religiosidad en el pasado de Guatemala, los conflictos entre Iglesia y Estado, el papel de la geografía y el regionalismo en términos sociopolíticos, y la interacción entre aspectos culturales y materiales. Se habla también de las motivaciones de los actores en función de los intereses particulares y comunitarios, entendidos por medio de la categoría sociológica de “agencia”.

Sullivan-González se enfrenta al primer reto que supone la extensa producción académica en torno a la imagen, tanto desde perspectivas antropológicas como históricas. Así, los trabajos del etnólogo Stephen E. Borgheyi, las numerosas publicaciones que el antropólogo Carlos Navarrete ha dedicado al tema, hasta los trabajos del historiador Daniele Pompejano y los elaborados por varios historiadores del arte, suman un extenso precedente que imposibilitaría una perspectiva plenamente novedosa. No obstante, la intersección de temas y la perspectiva amplia en términos temporales hacen del trabajo de Sullivan-González un estudio ambicioso.

La identidad, ligada a aspectos étnicos y raciales, así como el conflicto, son elementos que el autor logra desarrollar desde los siglos de dominación colonial hasta los dos posteriores, mediante una narrativa que sigue de cerca los cambios de la imagen, tanto en el nivel material como en el de las representaciones. Gracias al análisis de una cantidad considerable de documentación, pone de manifiesto los debates y controversias acerca de la apariencia de la imagen. Así, apela no sólo al color per se, sino también a las reacciones que ha provocado en el tiempo, con todo y sus implicaciones simbólicas. Además, debido a los usos que la imagen tuvo desde el siglo XVIII, es posible apreciar una superposición de elementos culturales, políticos y sociales, mediante una argumentación excepcional.

En el primer capítulo, se expone la conjugación de violencia, etnicidad y evolución del poder eclesiástico en la Colonia. El colofón es la experiencia de la convulsión sociopolítica a finales del siglo xviii e inicios del XIX. En medio de todo, se inserta la religiosidad indígena en torno a la imagen y la inclusión de los ladinos -categoría que se resignificó en el esfuerzo por homogenizar a la “gente mezclada”- al desarrollo de la devoción. Se trata de un análisis de los sucesos en torno a la Conquista y el papel jugado por la violencia en la conformación de la regla colonial, además de la genealogía de la categoría “ladino”, racializada para el periodo colonial tardío. En este sentido, el libro da un panorama amplio de los significados de la otredad en la Guatemala colonial, que veía el surgimiento de una complejidad étnica que influenciaría los debates sobre el color en la posteridad. Para finalizar el capítulo, el autor explica los orígenes de la devoción y el mito sobre la imagen y el santuario, con todo y sus implicaciones multiétnicas, con énfasis en el siglo XVIII.

En el segundo capítulo, Sullivan-González estudia las mutaciones que, junto con el culto a la imagen y el santuario en Esquipulas, sufrió la percepción de la otredad, en medio de la construcción de una identidad, en un periodo de luchas violentas entre liberales anticlericales y conservadores, después de 1821. Analiza ambas posiciones y la influencia de la Iglesia y la religión en la actuación política de la población ladina desde 1821 hasta la década de 1830. En especial en esta época, la imagen del Cristo de Esquipulas es resaltada por el reverendo Miguel Muñoz, apologista de la religión católica, a quien el autor menciona al final de este capítulo como uno de los encargados de rastrear los orígenes de la imagen y responsable de dar testimonio del desplazamiento del fervor que generaba. Establece que el santuario es un espacio de peregrinación para indígenas y ladinos hacia la década de 1820, en detrimento de las peregrinaciones criollas, lo cual había sido producto, según el relato de Muñoz, de los enfrentamientos políticos de la época.

El tercer capítulo es aprovechado por el autor para exponer los sucesos violentos, acaecidos en la década de 1830. Se deja ver el uso categorial que Sullivan-González hace de la “agencia”, respecto a los actores analizados. En especial, resalta el papel de Carrera, así como su relación, no necesariamente armoniosa, con la religión, la Iglesia y otros grupos de poder. También habla del color de la imagen del santuario de Esquipulas como un aspecto central para el discurso racial decimonónico, por lo que la reanimación del culto implicó un reto importante, más allá de la población no blanca. Fue menester someterla a un proceso de blanquitud, en especial para el mencionado reverendo Muñoz. Aunque el capítulo expone claramente la relación entre color, otredad y el Cristo de Esquipulas, hubiera sido interesante enlazar esto con los debates generados en torno a Rafael Carrera y los estereotipos de la época, para mostrar el desplazamiento de las categorías que, como Sullivan-González explica, para el siglo XIX correspondían a un horizonte marcado por la “raza”.

Uno de los capítulos mejor documentados con material de archivo es el cuarto. El autor expone los retos a los que se enfrentó la Iglesia católica debido al segundo ascenso liberal en la década de 1870. Así, durante el llamado periodo liberal, la posición del catolicismo respecto a la oficialidad no puede trazarse en un continuum, aunque los intentos por revitalizar la institución eclesiástica fueron una constante. El Cristo de Esquipulas, llamado a partir de principios del siglo xx el “Cristo negro” también fue evidencia de lo que Sullivan-González identifica como “racialización del lenguaje” en Guatemala y Centroamérica. El autor explica que el color tomó un papel central en la definición de la identidad para los contemporáneos. Resalta, en especial, la figura de Juan Paz Solórzano para impulsar el culto a la imagen y forjar una representación de ésta que alcanza a la devoción actual.

En el quinto capítulo, el autor explica la trascendencia de la imagen para la historia política de Guatemala a mediados del siglo XX. En medio de un proceso de resignificación, con todo y su color, se popularizó aún más y alcanzó, incluso, a la elite guatemalteca. Con el fortalecimiento de la Iglesia en el plano político por medio del gobierno eclesiástico del arzobispo Mariano Rossell y Arellano, revisitado a la luz de una gran cantidad de perspectivas desde hace varias décadas en la historiografía de y sobre Guatemala, la imagen se convirtió en un símbolo que, gracias a su profundo arraigo regional y su reciente trascendencia en el plano nacional, fue útil para confrontar de manera abierta al gobierno de Jacobo Árbenz y lograr su derrocamiento hacia 1954. Sin embargo, el color, una vez más, fue un asunto de incomodidad que, con la diseminación de una imagen politizada, también incluyó un proceso de blanqueamiento.

En un breve y último capítulo, Sullivan-González reflexiona sobre los cambios y continuidades que han rodeado al Cristo de Esquipulas. Hace hincapié en cómo la imagen se ha convertido en un símbolo regional que traspasa las fronteras nacionales. Además, en una rápida revisión a los procesos concernientes al papel de la Iglesia en la historia reciente de Guatemala, pone el énfasis en la relevancia del santuario y la imagen en el proceso que daría fin a la guerra civil. Para concluir, Sullivan-González da testimonio de los recientes debates en torno a su color - con sus implicaciones simbólicas- y acierta a notar cómo, junto con las personas, las imágenes cambian, como lo demuestra el Cristo negro de Esquipulas, como es conocido en la actualidad.

El libro cuenta con un aparato crítico extenso que logra sustentar el trabajo, fruto de la consulta de diversas fuentes. Esto incluye obras contemporáneas a los periodos analizados por el autor, así como abundante material de archivo, la mayoría para el análisis del siglo xix y principios del XX. Incluye, adicionalmente, fuentes hemerográficas. Pese a la especialización de Sullivan-González en el siglo XIX, la obra deja ver la capacidad del autor de profundizar en el pasado con una mirada de largo alcance y hacer dialogar cuatro siglos de historia. En suma, se trata de una obra que anima al debate sobre Guatemala y Centroamérica acerca de la construcción de identidades, discursos y políticas raciales, así como al análisis profundo del papel que la religión ha tenido en la historia política y social, local, nacional y regional.

1 University of Pittsburgh Press, 1998.

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