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Trace (México, DF)

versión On-line ISSN 2007-2392versión impresa ISSN 0185-6286

Trace (Méx. DF)  no.71 Ciudad de México ene. 2017

https://doi.org/10.22134/trace.71.2017.81 

Reseñas

Una noche de espanto. Los otomíes en la obscuridad

Carlos Guadalupe Heiras Rodríguez* 

* Escuela Nacional de Antropología e Historia; Perspectivas Interdisciplinarias en Red, A.C.; Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas Puebla.

Galinier, Jacques. Una noche de espanto. Los otomíes en la obscuridad. México: Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo, Société d’Ethnologie, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2016. 110p.


“¿Qué ocurre durante la noche?”, se pregunta Galinier (2016: 7) en la primera línea de su libro más reciente,1 traducido por Mario A. Zamudio Vega. Su respuesta es que ocurre todo: cada noche condensa todos los sucesos del tiempo y todos los lugares del espacio. Como un Aleph borgiano en versión amerindia, cada crepúsculo lleva al pueblo otomí una reedición de la noche de los tiempos: todo tiempo, declinado simultáneamente en presente, pasado y futuro. Desde aquel tiempo de los gigantescos seres antediluvianos y presolares que construyeron las iglesias inconclusas de la sierra, antes de que la humanidad poblara el mundo, hasta aquel otro cuando un huérfano escrofuloso y un joven erotómano se arrojaron al fuego, uno, a las cenizas, otro, para recorrer la bóveda celeste y los abismos del inframundo, el primero como Sol, el segundo como Luna. Tiempo del génesis, por supuesto, durante la noche tienen lugar los encuentros sexuales, caníbales como aquellos gigantes, en los que a dentelladas el hombre es castrado por su oscura contraparte femenina. Tiempo por venir, la noche augura lo mismo la calamidad de un accidente o una enfermedad por brujería, que un ulterior cataclismo universal como los que antes han destruido y transformado el mundo. El de la noche es un tiempo-espacio sobrepoblado, tal como se observa durante el Carnaval que, como saben los lectores de otros textos de Galinier, es la vía real para acceder a ese marco espaciotemporal que, a pesar de tener lugar durante el día, es englobado por la noche. A la luz del día, el Carnaval materializa una miríada de seres nocturnos y sexualmente superpotentes que juegan al pie de ese verdadero falo cósmico, que entre los otomíes orientales sigue siendo el Palo Volador, entresacados esos seres enmascarados de los más diversos estratos históricos y sociales: Hitler, Cantinflas, Carlos Salinas, Bin Laden, Vicente Fox, Donald Trump, además de las prostitutas citadinas, los médicos, los guerrilleros, los barrenderos urbanos, los trabajadores de Teléfonos de México, etcétera, incluso los indios con su calzón de manta allí donde, cotidianamente y fuera de la ocasión ritual, éste ya no se ve más.2

A quienes conocen la obra de Galinier, les resultará claro que se trata de los mismos tópicos desarrollados por nuestro autor en el libro que lo consagró como mesoamericanista: La mitad del mundo (1990 [1985]), libro que, por cierto, verá pronto una nueva edición en lengua española. Los mismos viejos temas de La mitad del mundo son, en efecto, los que trata en Una noche de espanto. Y como en la compilación de artículos que publicó bajo el título de El espejo otomí (2009), también hay, en este aquí reseñado, secciones dedicadas al develamiento del isomorfismo entre la representación del aparato psíquico (a la manera de la metapsicología freudiana) y el orden cosmológico (más convencional para la teoría antropológica). Como los libros que le precedieron, éste sobre la noche también está saturado de ritos chamánicos signados por los sacrificios nocturnos dirigidos a las instancias cósmicas materializadas en los muñecos de papel recortado y, asimismo, ocupa un lugar de primer orden el análisis de los sueños. ¿Qué justifica, entonces, la publicación de un nuevo libro sobre las mismas cuestiones tratadas en los libros anteriores? Dos argumentos son pertinentes.

El primero tiene que ver con las taras del “gremio” de los mesoamericanistas (como ejemplo, las del autor de esta reseña). Por negligencia, la mayoría de nosotros hemos prestado poca atención a lo que tiene que ver con los sueños. Por comodidad, hemos limitado nuestro campo de observación a lo que ocurre en los escenarios públicos diurnos. Por pudibundez, nos hemos negado a mencionar cualquier cosa que hieda a sexo. Si como actores sociales aplicamos esa comodidad, aquella negligencia y esta pudibundez a nuestro propio ámbito sociocultural, ¿podía esperarse otra cosa de nosotros en tanto etnógrafos dedicados a un ámbito sociocultural ajeno y por ello mismo más delicado, más difícil de penetrar que el propio, pero sometido por nuestras proyecciones limitantes? Aquellas cuestiones que encuentran en la noche su mejor ocasión nos resultan, si no por completo inefables y condenadas al silencio, cuando menos complicadas para tratarlas con nuestros interlocutores en campo y para asentarlas en un texto de corte académico. El carácter ya de por sí opaco de la cosa sexual tal como se corporeiza en un otro cultural (otomí en este caso), exige una muy detenida lectura de sus piezas. Hace décadas que Galinier nos seduce con un discurso obsesivo e inconfundible que señala, sin embargo, pequeñas variaciones de una ocasión a otra. Un nuevo dato etnográfico aquí, una nueva figura retórica allá, el mismo asunto dicho de una manera un tanto distinta esta vez, abordado desde un ángulo diferente, pequeños y no tan pequeños añadidos y variaciones que permiten al lector inveterado irse haciendo, lectura tras lectura, una imagen de conjunto con la que se descifra esa caja negra que Galinier insiste en abrir para el que no se amedrente. Si La mitad del mundo analiza el universo y la sociedad otomíes en clave tripartita de cuerpo, sexo y muerte, Una noche de espanto ofrece el negro telón de fondo para esa puesta en escena en la que los cuerpos se abrazan y mueren bajo el espantoso manto de la noche.

Entre otros datos nuevos que presenta Una noche de espanto, son de llamar la atención varios mitos en versiones hasta ahora inéditas, como el relato de la “Leyenda de los soles” en su versión otomí, así como un nutrido conjunto de relatos oníricos, verdaderas pesadillas, recogidas por el etnógrafo entre estudiantes de primaria y secundaria en el año de 1994. Entre los argumentos presentados como una variación relevante, puede mencionarse que lo que en y durante la noche otomí ocurre, se ajusta espantosamente a la ética del deseo que exhibe como contracara la muerte de quien a tal deseo sucumbe, ética que se somete a una economía del gasto, el desgaste y la recomposición energéticos.3 Más precisamente: que es sometida a la economía política de las “relaciones de subordinación (entre el Dueño del Mundo y sus hijos), de dominación (entre las figuras jerarquizadas del panteón), de sustitución (entre dueños, animales y nahuales) y de tipo contractual (con el Diablo, a cambio de la sombra propia) o tributario (de la comunidad con sus antepasados)” (Galinier, 2016: 48).

Es de subrayar el hecho de que, en Una noche de espanto, el autor señala, varias veces, páginas precisas del libro de Dow, más claramente, las dedicadas a los temas que interesan a los argumentos galinierianos: The shaman’s touch (1986). Con ello, parece abrirse un diálogo que no se había anunciado tan claro como hasta ahora. Un diálogo pendiente y muy relevante con James Dow, el único otro “otomiólogo” con quien acaso Galinier comparte el mérito de ser cofundador de los estudios etnográficos sobre el pueblo otomí.4 A pesar de haber coincidido en la elección del preciso grupo étnico al que dedicaron su trabajo etnográfico (el grupo étnico otomí oriental, que es uno de los varios que, sumados, conforman al pueblo otomí) e incluso en la época de su trabajo de campo y el inicio de su carrera editorial (década de 1970), Dow y Galinier no han discutido uno con otro en sus textos y no sería exagerado afirmar que se han ignorado mutuamente. Las referencias en Una noche de espanto a enunciados precisos del libro de Dow parecen no sólo encaminarse de manera pertinente a anunciar ese posible diálogo, sino que también apuntalan la reflexión galinieriana (que a ojos de algunos de sus detractores se exhibe carente de datos etnográficos que confirmen sus interpretaciones) con comparables datos etnográficos proveídos por los interlocutores-informantes de Dow (datos tanto más visibles en la medida del empirismo que caracteriza la contribución del antropólogo norteamericano a los estudios sobre chamanismo). Cabe agregar, por otro lado, que algunos comentarios en el libro de Galinier sobre el perspectivismo de Viveiros de Castro y la ontología analogista de Philippe Descola, por cuanto a su relevancia para entender al pueblo otomí, serán de interés para los antropólogos mexicanos que hoy nos debatimos en torno a sus propuestas.

El segundo argumento para justificar esta revisita de la etnografía galinieriana a la visión del mundo otomí es, en definitiva, más relevante que el anterior, pues apunta al hecho de que, con igual pertinencia académica, tiene mayor relevancia política. Una noche de espanto fue publicado en español, en primer lugar, por la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo (UICEH), con sede en Tenango de Doria. Tenango se encuentra en pleno territorio otomí oriental, el grupo étnico al que está dedicado principalmente el libro de Galinier: principalmente, porque el libro pretende dar cuenta de todos los otomíes del país y hasta de todos los otomianos (otomíes y mazahuas). Más aún, en algún sentido y hasta cierto punto, busca dar cuenta de los pueblos mesoamericanos en su conjunto. Es claro, no obstante, que el libro trata principalmente de los otomíes orientales. La mayoría de los estudiantes de la UICEH son, precisamente, jóvenes otomíes orientales que, si ya han tenido la fortuna de tomar clases con el autor del libro, muy pronto tendrán ocasión de someter a crítica un texto que habla sobre ellos mismos y ha sido publicado por su propia casa de estudios. Si para digerir la obra galinieriana un mesoamericanista cualquiera requiere de cierta “iniciación” lograda por vía de la lectura repetida de sus piezas, cabe preguntarse qué lectura harán los universitarios otomíes que llevan la noche a flor de piel. Hoy, a través de la UICEH y otras instituciones hermanas en otros Estados, es posible que la etnografía escrita por profesionales fuereños (en este caso, etnógrafos no otomíes) sea sometida a crítica por los propios etnografiados (en este caso, los jóvenes universitarios otomíes). Su lectura crítica será la más relevante para las antropologías mexicana y americanista. Que el libro haya sido publicado por la UICEH es la invitación más clara y cordial que pueda imaginarse para promover ese diálogo crítico.

Bibliografía

Dow, James, 1986, The shaman’s touch. Otomí Indian symbolic healing, Salt Lake City, University of Utah Press. [ Links ]

Galinier, Jacques, 2011, Une nuit d’épouvante. Les Indiens Otomi dans l’obscurité, Mayenne, Société d’ethnologie. [ Links ]

Galinier, Jacques, 2009, El espejo otomí. De la etnografía a la antropología psicoanalítica, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas/Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. [ Links ]

Galinier, Jacques, 1990 [1985], La mitad del mundo. Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/Instituto Nacional Indigenista. [ Links ]

Garibay K., Ángel M., 1957, Supervivencias de cultura intelectual precolombina entre los otomíes de Huizquilucan, México, Instituto Indigenista Interamericano. [ Links ]

Soustelle, Jacques, 1993 [1937], La familia otomí-pame del México central, México, Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Soustelle, Jacques, 1971 [1936], México, tierra india, México, Secretaría de Educación Pública. [ Links ]

Weber, Max, 1981 [1905], La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México, Premia. [ Links ]

1Una noche de espanto fue publicado originalmente en francés por la Société d’Ethnologie (Galinier, 2011), como segundo número de la colección editorial Anthropologie de la nuit, dirigida por Aurore Monod Bequelin.

2He elaborado esta lista de personajes incluyendo algunos que menciona Galinier, así como otros que yo mismo he observado como resultado de mi propio trabajo de campo en comunidades otomíes orientales. El dato sobre Donald Trump fue comunicado personalmente por la antropóloga Libertad Mora Martínez (2016), a quien sus interlocutores otomíes de la comunidad de San Pablito (Pahuatlán, Puebla) le han anticipado sus intenciones para el Carnaval que realizarán el próximo año (2017).

3Para tener una idea de lo que podría significar una “ética del deseo”, considérese tentativamente, por contraste, que Max Weber propuso entender las prácticas de los capitalistas en función de la “ética protestante”, una “ética profesional del protestantismo ascético” (Weber, 1981 [1905]: 57 y ss.).

4Aunque relevantes, las contribuciones etnográficas de Jacques Soustelle (1971 [1936]; 1993 [1937]) o de Ángel María Garibay Kintana (1957) no tienen el carácter decisivo que, en cambio, las investigaciones de Dow y Galinier sí tuvieron en la consolidación de la etnografía sobre el pueblo otomí.

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