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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versão On-line ISSN 2448-7554versão impressa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.45 no.177 Zamora Jan./Mar. 2024  Epub 05-Abr-2024

https://doi.org/10.24901/rehs.v45i177.1009 

Sección temática

Espacio, nocturnidad y juventudes: Consideraciones para un análisis interrelacional

Social space, night-time and youths: Considerations for an interrelational analysis

Julio César Becerra Pozos1 
http://orcid.org/0000-0002-6315-7772

1El Colegio de la Frontera Norte jbecerra.postdoctoral@colef.mx


Resumen

A partir de una concepción configuracional del espacio social como una experiencia dinámica, subjetiva y sensitiva enmarcada por contextos situados culturales, de clase y estructurales, priorizando la interrelación con las juventudes (en plural) que viven, resisten, disfrutan, disputan y apropian la noche (en su sentido de nocturnidad-noctem) en contextos de diversa sociabilidad, desigualdad, violencias en articulación intra e intergeneracional, se reflexionará en torno a la manera en que estos elementos pueden aportar a estudios que ahonden sobre la relación entre jóvenes y el espacio nocturno. Esto caracterizado por accesos y experiencia diferenciados por clase, identidad y representación en cuanto a divertimento, seguridad, criminalización y violencias.

Para ello, tras marcar algunas consideraciones sobre juventudes como cronotopos específicos, se dará una revisión de tres vertientes espaciales (espacio vivido-concebido, espacio como contenedor de lo social y espacio relativo). Finalmente, se reflexiona sobre las posibilidades que estas vertientes espaciales abren para la investigación y práctica etnográfica de estudios sobre espacio nocturno y lo juvenil en torno a la experiencia subjetiva vivida en nodos, circuitos/distritos de consumo de economía del tiempo nocturno y lugares representativos dentro de la imagen mental nocturna de la ciudad. Esto, no como un estudio de mercado ni de prácticas de consumo, sino como el análisis de relaciones asimétricas de poder y experiencias subjetivas a partir de accesos diferenciados por clase, género y sociabilidad.

Palabras clave: Espacio social; Juventudes; Noche

Abstract

Starting from a configurational conception of social space as a dynamic, subjective, and sensitive experience framed by situated cultural, class, and structural contexts, prioritizing the interrelation with youth (in plural) who live, resist, enjoy, dispute and appropriate the night (in its sense of nocturnality-noctem) in contexts of diverse sociability, inequality, violence in intra and intergenerational articulation, we will reflect on how these elements can contribute to studies that delve into the relationship between young people and the nocturnal space. This is characterized by access and experience differentiated by class, identity, and representation in terms of entertainment, security, criminalization, and violence.

To do this, after marking some considerations about youth as specific chronotopes, a review of three spatial aspects will be given (lived-conceived space, space as a container of the social and relative space). Finally, we reflect on the possibilities that these spatial aspects open for ethnographic research and practice of studies on night space and youth around the subjective experience lived in nodes, circuits/districts of consumption of the night-time economy, and representative places within of the nocturnal mental image of the city. This is not a market study or consumer practices but the analysis of asymmetrical power relations and subjective experiences based on accesses differentiated by class, gender, and sociability.

Key words: Social space; Youths; Night

Introducción

Hablar de espacio es hablar de nosotros mismos, de la manera en que nos relacionamos con el entorno, el modo en el que percibimos y “somos percibidos” por ese entorno (en donde tienen cabida políticas públicas, instituciones y todas las personas que coparticipan de la construcción social del espacio). También es poner en el plano sensible nuestro trayecto biográfico, imaginarios e identidades, es decir, una experiencia dinámica, subjetiva y sensitiva enmarcada por contextos situados, culturales (identitarios, regionales, nacionales, de gustos, etc.) de clase (exista o no una consciencia de esta) y estructurales. Así, hablar de espacio implica una multiplicidad de sentidos que pueden abonar o jugar en detrimento de la comprensión de fenómenos sociales, interacciones y significados en investigaciones de todo tipo; para este caso, el estudio del espacio en interrelación con la noche social (también llamada nocturnidad) y la construcción de lo juvenil.

Sin entrar en el debate de priorizar tiempo o espacio en la noche social (ya que aquí no puede considerarse la existencia de uno sin el otro), a lo largo de este artículo se procura poner de relieve las particularidades de la experiencia en las juventudes. Esto para alejarse de concepciones homologadoras de la condición juvenil como un bloque definido, dominante en la noche lúdica, cuya relación con ese espacio nocturno se da únicamente desde su participación en la economía del nocturno. Empero, se abordará desde la antropología de la experiencia (Cruz, 1997), en la cual las juventudes viven, resisten, disfrutan, disputan y apropian la noche (en su sentido de nocturnidad-noctem) en contextos de diversa sociabilidad, desigualdad, violencias en articulación intra e intergeneracional y con accesos diferenciados por clase, identidad y representación en cuanto a divertimento, seguridad, criminalización y violencias.

Como se verá más adelante, hablar de espacio social también implica pensar en elementos tangibles e intangibles, en sentidos dinámicos y cambiantes; en reflexionar sobre las interacciones, actores y elementos que construyen configuraciones de instantes, atmósferas e incluso fantasmagorías. Pensar en espacio social es pensar en desigualdades, prenociones, imaginarios y posibilidades cambiantes, y a su vez alimentadas por trayectos biográficos e históricos individuales, colectivos e institucionales. Por tal, para poder estudiar esta configuración del espacio social y su relación con las juventudes en la construcción nocturna es necesario profundizar sobre este complejo y polisémico concepto, las vertientes desde las cuales se ha estudiado y desde/hacia qué sentidos de lo nocturno deseamos enfocarnos.

Siendo así, si al binomio jóvenes y espacio agregamos las subjetividades -entendidas como procesos de significados- del tiempo nocturno, nos estamos refiriendo a una compleja triada que ha sido un espacio privilegiado para los estudios de las identidades, consumos culturales y colectividades de las juventudes, como también a la arena desde la cual se detonan la mayor parte de prejuicios, imaginerías y prenociones negativas (incluso, caricaturescas) que se asocian a este grupo etario de inabarcable diversidad.

Antes de continuar, es necesario puntualizar que esta propuesta se enfoca particularmente a la noche concebida desde el espacio social, público y semi privado que acontece en circuitos y distritos de nocturnidad (Mercado y Hernández, 2020), la cual se asocia a las economías del tiempo nocturno (Su-Jan y Chye Kiang, 2014; Talbot, 2007) con una potencialidad (no necesariamente como norma) a la sociabilidad con características transgresoras y divergentes (Blázquez, 2011; Grazian, 2008) en el que los contextos de desigualdad, violencias y estratificación se hacen más presentes en jóvenes. Es decir, la dimensión del espacio nocturno referida como noctem (Becerra, 2018 y 2023), que también incluye el trabajo de quienes la producen (meseros, bartenders, edecanes, músicos, dealers, etc.). Por tal, las consideraciones aquí presentadas no se perfilan para un acercamiento orientado a las espacialidades privadas e íntimas de la noche, cuyas particularidades consideramos requieren de un análisis desde enfoques de proxémica y diastémica (Hall, 1990 [1969]) que también permitan reflexionar en torno a construcciones de intimidad y extimidad (Tello, 2013), mismas que se espera poder desarrollar en otro momento de la investigación y a la que se la denominado como la construcción de noctis en la nocturnidad.1

Considerando que la intención de este artículo es resaltar la manera en que diversas teorías y conceptos de espacio social, pueden complementarse para contribuir al entendimiento de las dinámicas de nocturnidad/noctem (laborales, lúdicas, divergentes, identitarias) en la práctica juvenil, tras marcar algunas consideraciones sobre juventudes vistas como cronotopos, se da una revisión de tres vertientes espaciales (espacio vivido-concebido, espacio como contenedor de lo social y espacio relativo). Finalmente, se reflexiona sobre las posibilidades que estas vertientes espaciales abren para la investigación y práctica etnográfica de estudios sobre espacio nocturno y juventudes en torno a la experiencia subjetiva de nocturnidad. La cual es vivida en nodos, circuitos/distritos de consumo de economía del tiempo nocturno, lugares representativos dentro de la imagen mental nocturna de la ciudad, así como en espacios emergentes y efervescentes que de manera efímera transforman otros usos sociales (como una casa familiar, un kiosko, canchas, parques e incluso banquetas); pero todos ellos caracterizados por relativas relaciones asimétricas de poder y a partir de accesos diferenciados por clase, género y sociabilidad.

Algunas consideraciones sobre lo juvenil

En 1978 el sociólogo francés Pierre Bourdieu ya adelantaba sobre el carácter subjetivo y de la inabarcable diversidad en constante transformación de asociaciones identitarias y culturales -así como relacionales- que implica referirse a lo joven. A casi 45 años, podríamos pensar que actualmente los estudios sobre juventudes2 gozan de un momento de vasta producción desde la antropología, la sociología y la historia, aunque en este último caso prevalece el interés desde los movimientos estudiantiles de los años sesenta (Meza Huacuja, 2020).

Asimismo, los estudios sobre juventudes marcan un posicionamiento de relevancia para las agendas políticas de los países del continente americano. Esto, al menos en papel y en el discurso hegemónico de la juventud como potencial de futuro, desde que en 1979 la Organización de las Naciones Unidas decretó a 1985 como el año de la juventud (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2013, pp. 1-3), lo que poco a poco ha permitido políticas públicas más transversales e incluyentes. Empero, de ninguna manera ello afirma que el escenario y condiciones de las y los jóvenes de hoy sean prometedoras, ideales o con un horizonte de futuro bien definido. No obstante, hablar de lo juvenil también requiere de la consideración de contextos espaciales, temporales y culturales para que no termine siendo un concepto vacío de sentido, sino “construcciones sociales inscritas en cronotopos definidos que aluden a conjunciones específicas definidas de tiempo y espacio con matrices socioculturales específicas” (Valenzuela, 2021, p. 81) siendo así, la compleja construcción espacial en sentido amplio es un puente conductor para la reflexión entre jóvenes y noche.

De vuelta a los significados asociados a la noche con presencia de jóvenes, llama la atención que, dependiendo de la zona geográfica y la adscripción espacial dentro de los mapas mentales de la ciudad -así como las condiciones de acompañamiento (si se está en grupo, pareja, solitario), proyección de representación identitaria (género, ropa, tatuajes, perforaciones, peinados, maquillaje, etc.) y corporalidades de fenotipo/sexo/talla- se permite, restringe o alienta el acceso a la ciudad-localidad en su faceta de nocturnidad.

Así, desde concepciones adultocéntricas e imperativamente de lógica de mercado, los criterios de acceso a la noche social quedan estratificados y diferenciados (con particular énfasis, en hombres jóvenes en condiciones de pobreza y con fenotipo de ascendencia a pueblos originarios) para las visiones totalizantes y criminalizantes de política pública estatal de gestión del espacio nocturno. Ejemplo de lo anterior se observa en la propuesta de cerrar todos los bares y similares en el estado de Guanajuato a la una de la mañana para frenar alza en homicidios (Albañil, 23 de marzo de 2023). Una medida similar fue propuesta para el estado de Michoacán tras la quema de tres antros por parte del crimen organizado (Rivera, 14 de marzo de 2023).

Por otro lado, también son evidentes las percepciones de la población acerca de las personas jóvenes. Durante el día son percibidos como agentes de cambio y promesa de futuro, mientras que por la noche son considerados entes de destrucción, degradación y referentes de la decadencia por venir; a modo de metáfora, cual si fuesen una suerte de hombres lobo y mujeres zorra que “se buscaron” destinos fatídicos. Muestra de ello puede encontrarse en los comentarios misóginos, violentos y criminalizantes que circulan en redes sociales al margen de noticias de desapariciones y feminicidios como el emblemático caso de Debanhi Escobar, quien desapareció tras haber asistido a una fiesta en compañía de amistades y fue hallada muerta trece días después (Guillén, 20 de abril de 2023), o el intento de secuestro a ocho jóvenes mujeres de entre 16 y 25 años que salían de un antro en Chilpancingo, que culminó con lesiones de bala en varias de ellas (Milenio, 17 de mayo de 2016), por mencionar algunos.

En esa contrariedad es que comienzan a dibujarse algunas paradojas de la juventud en América Latina, aunque seguramente lo sea también así en otras partes del mundo. Empero, resulta paradójico que, aunque por un lado, las producciones bibliográficas, editoriales, documentales y multimedia derivadas de investigaciones en torno a las condiciones, contextos, desafíos, intereses, sociabilidades, apropiaciones, violencias e imaginarios sobre las juventudes han fluido a raudales (en comparación con décadas anteriores), simultáneamente esas violencias sistémicas y estructurales detonantes de pobreza, infelicidad y muerte han persistido y, en muchos casos, recrudecido.

Antes de dar paso a los enfoques de espacio social, cabe recalcar que en este artículo nos referimos a la configuración espacial de nocturnidad social en espacios de economía del tiempo nocturno (privados y semiprivados) y el espacio público. En adenda, se puntualiza que no consideramos a la construcción de la noche lúdica como un espacio exclusivo de personas jóvenes, sino como nodo de encuentro intergeneracional, predominantemente joven, con mayor presencia en ciudades de alta densidad poblacional y cuyas gradientes y particularidades varían de caso en caso e incluso de noche en noche. En ese sentido, los accesos, experiencia e incluso horizontes e imaginarios de posibilidades varían en la condición juvenil, no únicamente por el carácter etario, sino por el trayecto biográfico, condiciones de clase, fenotípico y género; además, estos quedan enmarcados en construcciones identitarias, de gusto y de sociabilidad. De esta manera, la experiencia de nocturnidad puede cambiar de deseable a indeseable -aun teniendo un origen autotélico- dependiendo de la colectividad, individualidad y sociabilidad que le acompañen.

Acercamientos a la noción espacial

Retomando la metáfora de la juventud como un concepto vacío si no es vista como cronotopos (Valenzuela, 2021), la pertinencia de espacio y tiempo como elementos indisociables de uno y el otro se vuelve fundamental para poder hablar de la interrelación juventudes-nocturnidad-desigualdades. Pero, antes de siquiera mencionar juventud y noche persiste una duda acaso nominal… ¿A qué nos estamos refiriendo por espacio? ¿Qué es? y ¿Cuáles serían las implicaciones de optar por x o y concepto? Mediante este tipo de interrogantes se busca alejarse, poco a poco, del uso coloquial del concepto visto como palabra. En adenda, ahondar sobre un perfilamiento y sus variantes nos ayudará a identificar elementos observables, tangibles y aquellos que en su definición dentro de las ciencias sociales refieren a propiedades inmateriales. Para ello, se ha optado por partir desde la etimología realizada por Lindón y Hiernaux:

“La palabra espacio procede del latín (Spatium) y expresa la apertura, la amplitud o lo abierto. Sus antecedentes en griego (Chora) y en alemán (Raum) también tenían un contenido semejante (…) Entonces en el lenguaje coloquial y desde tiempos remotos, el espacio siempre ha referido a un producto humano o un producto de las prácticas humanas que transforman la naturaleza” (Lindón y Hiernaux, 2006, p. 9).

Con relación al tiempo en su ciclo nocturno -aunque su inclusión a lo espacial no es algo nuevo-, Lefebvre (2013 [1974]) consideraba que, incluso desde la perspectiva marxista, el tiempo era ya componente principal del espacio. Esto lo convirtió uno de los analistas más firmes en la revalorización del espacio en la teoría social y en el seno mismo de la interpretación marxista (donde lo privilegiado era, evidentemente, el tiempo). Así, lejos de ser una sociedad a-espacial, carecería de sentido prescindir de esta dimensión en la interpretación de la génesis, modulación y desarrollo de lo social. Llevado este planteamiento al marxismo, lo espacial se incorpora a la dinámica de las fuerzas productivas y a las relaciones de producción (Lefebvre, 2013 [1974], p.47). El autor recalca la condición espacial de la sociedad, que no existe en el vacío y, a diferencia de la Geografía Social clásica, aquí el espacio es lo que se le suma al tiempo.

Dada la complejidad y multiplicidad de enfoques que existen sobre el concepto espacio y la dinámica espacial, hemos optado por categorizarlos en tres grupos -en los que en algunos aspectos se encuentran relacionados entre sí-, con posturas y enfoques de análisis diversos. También estamos conscientes que tratar de abordar un concepto desde todas sus posturas sería una tarea titánica, en la que se correría el grave riesgo de perderse en definiciones y enfoques. Es por ello que, de la multiplicidad de teorías y autores, únicamente se destacan algunos postulados, acaso simplificando la profundidad de algunas de las propuestas presentadas.

Empero, nos permitimos sustentar la relevancia de la integración conceptual del espacio para el binomio juventud-noche al pensar la relación que juega el espacio con la noche y las juventudes a partir de tres premisas:

  • 1) Lo social no sucede en el vacío, por lo que no se debe ignorar la construcción e injerencia del espacio, tanto en este como en cualquier otro tema de investigación.

  • 2) La necesidad de dar muestra de la diversidad y complejidad que existe en la configuración de nocturnidad (noctem), tanto en el trabajo de ocio nocturno con interacción directa con el cliente, en las personas trabajadoras, individuos que con frecuencia ordinaria o extraordinaria se encuentran en estos circuitos y quienes casual o circunstancialmente forman parte de ella. De tal forma que las variantes y coincidencias observadas puedan ser reflexionadas a partir de la perspectiva del espacio concebido y vivido.

  • 3) El carácter de nocturnidad (noctem) no debe ser tomado como un mero contexto temporal de oposición al día. El ciclo nocturno tiene una relevancia específica en la cotidianeidad de quienes lo viven y significan, por lo que la nocturnidad y la construcción del espacio nocturno constituyen ejes articuladores interconectados.

Vertientes de espacio

A continuación, se presenta una clasificación de algunas propositivas tendencias sobre el concepto de espacio (algunas, directamente en relación con la noche) en la sociología, los estudios urbanos y la geografía social para una posterior aplicación de análisis del espacio/tiempo de nocturnidad (noctem).

Asimismo, nos permitimos mencionar que esta clasificación de perspectivas tiene un fin práctico al tratar de facilitar aspectos ilustrativos de la variedad de oferta de la diversidad nocturna, sus circuitos de consumo, desigualdades y accesos diferenciados, hasta la inteligibilidad de la relación del espacio con el trabajo en el ocio nocturno a partir de la experiencia y subjetividad de los actores que intervienen en él. Debido a lo anterior, no necesariamente tendría la misma valencia para la noche en su sentido más cotidiano y privado.

Así, las vertientes de estudio del espacio que se consideran más propositivas para articular con la construcción nocturna quedan englobadas como: A) espacio relativo y reflejo-contenedor de lo social; B) espacio urbano, ciudad y mega estructuras; y C) espacio vivido-concebido. A continuación, se describirá cada una, para después enunciar algunas conclusiones preliminares en las que se procurará recalcar su interrelación, en la que (aunque el grado de complejidad y definiciones pueden variar) no resultan contradictorias entre sí, sino que, por el contrario, se complementan.

A) Espacio relativo y reflejo-contenedor de lo social

Si bien “hoy día, el ocio nocturno constituye uno de los principales mecanismos de regulación, control y segregación social de las ciudades posfordistas occidentales” (Nofre y Díaz, 2009, p. 107), los estudios sobre su diversidad y profundidad continúan en expansión. Esto se observa en el estudio de las políticas públicas, la arquitectura y diseño lumínico, los estudios culturales, la antropología, historia, sociología y la geografía humana, que también ha comenzado a mirar hacia la iluminada noche. Siendo así, desde poder ubicar el dónde en la investigación (Espacio receptáculo), el concebirlo como un reflejo de la sociedad (Espacio como contenedor de lo social) o desde la multifuncionalidad que genera la noche (Circuitos y distritos de consumo en el espacio nocturno), es que la tendencia de Espacio relativo y reflejo-contenedor de lo social aporta vitales elementos para el estudio del fenómeno nocturno.

a.1 Espacio receptáculo

Perfilando esta vertiente, aunque pudiera parecer una obviedad, en su forma más simple se toma con una intención ilustrativa para responder al dónde se realizan las observaciones in situ. Es decir, mediante esbozos de esfuerzo cartográfico se puede marcar -acaso de modo euclidiano- un espacio vectorial completo que sea observable, definido y que dé muestra de la ubicación geográfica de aquellos establecimientos, sitios o lugares en que se realicen observaciones y trabajo etnográfico; noción previa a la construcción de los circuitos y distritos de consumo nocturno, los cuales son concepciones más flexibles, móviles y principalmente, con carga simbólica y subjetiva.

A modo de ejemplo de esta postura más bien cartográfica, se podrían mencionar las ediciones en línea de mapas virtuales del Centro Histórico de la Ciudad de México con la ubicación de establecimientos de ocio nocturno con venta y consumo de alcohol. Tal es el caso del mapa “Bares, cantinas, pulquerías y similares”, creado por Ernesto Morua con base en el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (INEGI), publicado en febrero del 2022. Dicho plano contó con una amplia y notoria difusión a lo largo del año en diversos medios periodísticos locales y nacionales.

a.2 Espacio como contenedor de lo social

Con la aplicación de esta visión del espacio es posible abordar a la noche en su sentido social como un concepto que, aunque fuertemente relacionado con espacio y tiempo nocturno, contiene matices que no necesariamente privilegian la categoría de teoría espacial. Debido a lo anterior, aquí sólo se mencionan brevemente algunos de sus postulados, es decir, una mayor atención a esta vertiente antropológica y de los estudios culturales requeriría (al menos) una amplia discusión por sí misma.

Esta postura interpreta al espacio como contenedor de lo social y puede ubicarse como tendencia contemporánea de las ciencias sociales, en la que el espacio es un reflejo-escenario de la sociedad y quienes participan de ella (Hiernaux y Lindón, 1993). En ese sentido, como bien mencionan Chatterton y Hollands (2002), Farrer (2004) y Talbot (2007), en el espacio nocturno convergen diversas clases (media, baja, alta) y nacionalidades que satisfacen sus demandas de interacción social y cultural, además de la búsqueda de divertimento que devenga en una experiencia particular, subjetiva y auténtica.

A partir de la consideración básica de que la noche en su sentido conceptual es un constructo social, o en palabras de uno de los pioneros de su estudio en América Latina “la noche es una categoría socialmente construida, determinada por procesos históricos y culturales” (Margulis et al., 2005 [1994], p. 15), es posible incorporar la temporalidad, y considerar que el pasaje del día a la noche opera en la naturaleza significativa del espacio. Por lo que, aunque pudiera parecer una obviedad, la noche solo existe en un tiempo.

Será dentro de ese tiempo delimitado como nocturno, que la noche en la ciudad se vuelve depositaria de lo lúdico, lo sensual, el erotismo y la vía urbana de la recreación (simulación) de la fiesta. De este modo, la noche significa iluminar lo oscuro, visibilizar lo que no estaba descubierto.

a.3 Circuitos y distritos de consumo en el espacio nocturno

El concepto de circuitos de consumo permite reflexionar en torno al seguimiento de las salidas de ocio nocturno, preferencias y tendencias de consumo entre los recurrentes a los establecimientos (legales e ilegales) de venta y consumo de alcohol, restaurantes, clubs, teatros, cines y afines (aunque no necesariamente para las fiestas en espacios privados como el hogar). Si bien se toma en cuenta que la red de consumidores no es exclusiva de un establecimiento o tendencia en particular, ello se conjuga en el sentido de que “los procesos de branding y theming en el ocio nocturno penetran también en los cuerpos de los individuos y los uniformizan estéticamente según el área temática escogida para ir de fiesta. En este sentido, el microuniverso de la imagen individual se convierte en el marco de referencia dialéctica entre el propio individuo y la oferta de ocio nocturno” (Nofre y Díaz, 2009, p. 105).

Un elemento que no pasa desapercibido en la teoría del urban nightscape (Chatterton y Hollands, 2002) es el matiz que la temporalidad agrega al paisaje nocturno. Este resulta sumamente variado debido a que la diversidad de estratos y clases sociales no se limitan al espacio público, sino que se extiende a los lugares de ocio nocturno y, por lo tanto, les dota de una particularidad de mayor densidad y diversidad simbólica que en otros sitios socialmente construidos para la vida nocturna.3 Es decir, nos permite pensar en espacios y circuitos íntimamente ligados con su condición temporal, ya que su funcionalidad, operación y enfoque (al igual que la clientela) pueden ser diferenciados según el momento del día, dependiendo si es de mañana, tarde o noche (Nofre y Díaz, 2009).

Volviendo a los circuitos de consumo, para su lectura se ha optado por utilizar el concepto de nodos propuesto por Lynch (2014 [1964]) que conforman:

Los puntos estratégicos de la ciudad a los que puede ingresar un observador y constituyen focos intensivos de los que parte o a los que se encamina (…) Algunos de estos nodos se constituyen en focos de un barrio sobre el que irradia su influencia y se yerguen como símbolos (núcleos) (…) Conceptualmente son puntos pequeños en la imagen de la ciudad, pero en realidad pueden ser grandes manzanas o formar lineales algo prolongadas e incluso barrios, en teoría, hasta las intersecciones de las calles son nodos, pero por ser insuficientemente prominentes, se los imagina como cruces incidentales de sendas. La imagen no puede contener un número excesivo de centros nodales (Lynch, 2014 [1964], p. 92).

Cabe mencionar que la forma física de dichos nodos no tiene una importancia fundamental para que se le pueda reconocer como tal, sino que la relevancia de sus funciones y el reconocimiento por parte de los habitantes es la cualidad que lo constituye como tal. Dicho de otra forma, un nodo puede ser una esquina que para un outsider o extranjero pudiera no tener relevancia alguna. Siendo así, incluso es pertinente pensar en la temporalidad de los nodos, ya que algunos solo se manifiestan durante el tiempo nocturno (por ejemplo, un puesto de tacos o de hot dogs ya ubicado en los mapas mentales de la ciudad para los trasnochados).

Continuando con los aportes de Lynch, y a propósito de ejemplificar que las vertientes aquí señaladas tienen puntos compartidos y de cruce, al igual que en Pile (2005), en esta concepción el espacio queda cargado de las experiencias de quienes lo experimentamos. Estas se ven marcadas por el cúmulo de nuestras experiencias anteriores, recuerdos y momentos que nos vinculan con específicas partes de la ciudad, de tal forma que “no somos solo espectadores, sino actores que compartimos el escenario con todos los demás” (Lynch, 2014 [1964], p. 20).

Al concepto de nodos y circuitos de consumo en el paisaje nocturno es viable agregar (a diferencia del espacio cartográfico) una concepción de experiencia en territorio como puntos de encuentro que representan certidumbre y seguridad. Dicha concepción resulta útil y permitirá complejizar lo sensorial relativo a la experiencia nocturna: “Nearby territories are practiced, travelled across, they become places for meeting up with familiar people, representing safety and thus they are loaded with meaning. In a bodily sense, they are experienced as the places of our body, the places in which a bodily state of alertness does not emerge, but rather one of trust in the already known” (Lindón, 2013, p. 89).

Los posicionamientos sobre los circuitos nocturnos se amplían con la propuesta de circuitos y distritos de nocturnidad, en términos de incluir profusamente la injerencia de las políticas públicas en el porvenir del paisaje y economía nocturna, es decir, del espacio urbano. Además de también observar elementos de accesibilidad, distinción económica, inversión lumínica, comercial y de uso de suelo cuando se oculta el sol y la noche se hace presente (Mercado y Hernández, 2020).

Como utilidad de este enfoque en el que “un determinado consumo de música y ocio nocturno permite crear y reproducir una determinada vida social en red” (Nofre y Díaz, 2009, p. 97), vislumbrar los principales circuitos y distritos de consumo de una ciudad mostrará la oferta de consumo con la cual se cuenta y la manera en que se adapta a los gustos musicales, preferencias identitarias y subjetivas de quienes los viven.

Para terminar con esta vertiente, aunque se enfoca al “dónde”, relacionarlo con las estructuras, mega estructuras y “algunos de los temas abordados recientemente desde esta visión, cada día más compleja, son las ciudades globales, los flujos y redes, así como los distritos industriales” (Lindón, 2006, p. 11) permite añadir niveles de comprensión que darán mayor profundidad al entendimiento de las dinámicas lúdicas, laborales, sociales e identitarias realizadas en los espacios de economía del tiempo nocturno.

B) Espacio urbano y ciudad

Alcanzado este punto se ha hecho presente que los estudios sobre noche y economía del tiempo nocturno tienen una mayor presencia para las ciudades de alta densidad, por tal, un enfoque al entorno urbano. Pero, aunque el solo hecho de mencionar lo urbano ya podría invitarnos a una densa revisión teórica inmersa en una diversidad de teorías y enfoques, se ha optado por dar una somera revisión de la dimensión urbano-espacial, de tal manera que resulte como un mero apéndice similar al del espacio como contenedor de lo social.

Teniendo en consideración lo anterior, si partimos de pensar a la ciudad como una suerte de oposición al campo, estaríamos cayendo en el error de pensarla como una espontaneidad ahistórica. Algo similar sucedería al creer en la existencia de una única “cultura urbana”, olvidando los procesos migratorios e históricos que dotan de características particulares a la ciudad y de personalidad a sus habitantes, además de ese trasfondo cultural que proviene de las migraciones procedentes de sociedades netamente rurales.

De la misma manera, sería bastante vago el considerar a lo urbano como un mero sinónimo de la estructura básica de la ciudad. Las problemáticas y enfoques de estudio son totalmente diferentes para una ciudad global, una metrópoli y una ciudad pequeña; además de la imperante necesidad de tomar en cuenta las características históricas, geográficas y territoriales de cada una de ellas. Pensemos, por ejemplo, en comparar dos ciudades con la misma población y de un tamaño semejante, pero de distintas regiones. Si nos basamos sólo en el criterio de densidad poblacional o en uno económico, como la falta de industria, podríamos escoger Xalapa en Veracruz e Irapuato en Guanajuato; sin embargo, el trasfondo histórico, social y cultural les convierte en perfiles disímiles, aunque emparentados en población y densidad. De tal manera que el arsenal teórico con el que se quiera abordar el estudio de alguna urbe deberá ser adaptable a las características sociales, geográficas y políticas de cada localidad, así como a su pasado histórico.

Es en este punto que se encuentra un anclaje más con la vertiente que se mencionará más adelante (espacio vivido-concebido), ese es la integración de los estudios sobre ciudades y espacio urbano con el concepto de experiencia. Aunque no se maneja idénticamente que, en la tendencia sobre espacio a seguir, el hecho de que también se considere a la experiencia (en este caso urbana) sirve para encontrar cierto grado de armonía entre las diversas posturas de espacio con que se puede estudiar a la nocturnidad.

El concepto de experiencia urbana, entendido como las muchas circunstancias de la vida cotidiana en la metrópoli y la ciudad, así como a las diversas relaciones posibles entre los sujetos y los lugares urbanos y como la gran “variedad de usos y significados del espacio por parte de diferentes habitantes” (Duhau y Giglia, 2008, p. 68). Por ende, la experiencia se refiere a la conexión entre las visiones del mundo y de las prácticas sociales en sus contextos situacionales, es decir, funge como una herramienta analítica que dará luz sobre la parte vivencial y de creación de significados de laboran, habitan y experimentan la noche en su sentido social.

El tener un acercamiento a lo urbano, y lo entendido por experiencia, nos permite contar con un marco necesario para abordar la noción de experiencia urbana. Entiéndase esta como el conjunto de las práctica y representaciones que hacen posible habitar y significar la metrópoli por partes de sujetos diferentes que residen en diferentes tipos de espacio y condiciones.

“Habitar la ciudad se refiere al conjunto de prácticas y representaciones que hacen posible la presencia y relación con otros individuos, aunque pueda ser móvil, larga o más o menos duradera de los actores sociales en el espacio urbano” (Duhau y Giglia, 2008, p. 74). En ese sentido, entendemos que la experiencia urbana de un trabajador nocturno de bares distará significativamente de la del cliente y más aún de la de un trabajador nocturno típico (como un velador) o de un empleado de restaurante diurno, por lo que la relación de las estructuras (sociales) y el espacio es otra consideración que se encuentra en relación entre esta tendencia y la anterior referida al espacio como reflejo de lo social y la que está a continuación de espacio vivido. En ese tenor, se puede mencionar la teoría del habitus entendida como “un sistema de estructuras cognitivas y motivadoras constituidos socialmente” cuyas prácticas colectivas e individuales cotidianas resultantes siempre tienden “a reproducir las estructuras objetivas de las que ellas mismas son producto” (Bourdieu, 1977, p. 76).

Por su parte, Di Meo lo adecúa como un “conjunto de las estructuras múltiples constituidas de elementos y de relaciones, tanto sociales como espaciales, propias a cada individuo y que lo unen al mundo. Más allá de cada una de estas estructuras, la metaestructura forja la unidad del espacio vivido que cada actor social construye” (Di Meo, 1991, p. 121). Dicho de otra manera, desde la estructura social la construcción espacio-tiempo tienen una triple conjunción: la del lugar dado como intersección de tiempo y espacio; el trayecto biográfico-biológico de cada individuo; y el devenir histórico-espacial de las instituciones.

C) Espacio vivido-concebido

Para esta vertiente conceptual de espacio, la inclusión del tiempo (nocturno) desde una perspectiva subjetiva y vivencial (sustentada en la experiencia) del sujeto mismo es fundamental. Cabe señalar que, por motivos del alcance y extensión de este artículo, en esta ocasión solo se mencionan someramente algunos postulados de esta compleja vertiente. No obstante, para hablar del proceder de la concepción de espacio vivido-concebido desde la geografía humana Alicia Lindón menciona cuatro como las principales: 1) la concepción naturalista del espacio, 2) la concepción del espacio absoluto-relativo, 3) la concepción del espacio material producido y 4) la concepción del espacio vivido-concebido (Lindón, 2006, p. 10).

La atención de este trabajo se cierne sobre la cuarta. Su relación con la Time-Geography (Pred, 1981; Lindón, 2007), la postura de Di Meo en relación con el sujeto y el espacio (1991), las distancias espaciales, proxémica y diastémica (Hall, 1990 [1969]; Lindón, 2013) y a las conceptualizaciones de lugar (Lindón, 2006 y 2007) y la teoría no representacional (Thrift, 2008; Thrift y Pred, 1987; Pile, 2005) tienen una misma vertiente y conjunciones conceptuales para el estudio de la construcción social particular del espacio nocturno.

Siguiendo esa línea conceptual, en la economía del tiempo nocturno y en la teoría de los paisajes urbanos nocturnos la construcción espacial de la noche ha prestado mayor atención desde el “punto de vista del sujeto, en otras palabras, se recupera analíticamente ¨la experiencia espacial¨ del sujeto habitante de las metrópolis contemporáneas, en su vida práctica (la cotidianeidad) y en su mundo de sentido” (Lindón y Hiernaux, 2006, p.7). Esto nos lleva a hablar sobre los espacios de representación que, de igual manera, la base se encuentra incluso más allá de la geografía humana. Prueba de ello es que Lefebrve ya lo mencionaba a mediados de la década del setenta:

Los espacios de representación, vividos más que concebidos, no se someten jamás a las reglas de la coherencia, ni tampoco a las de la cohesión. Penetrados por el imaginario y el simbolismo, la historia constituye su fuente, la historia de cada pueblo y la de cada individuo perteneciente a éste. Los etnólogos, antropólogos y psicoanalistas, lo sepan o no, estudian esos espacios de representación, pero olvidan muy a menudo confrontarlos con las representaciones del espacio con que coexisten, concuerdan o interfieren; aún más, desatienden la práctica social (Lefebvre, 2013 [1974], p. 99).

Con lo anterior Lefebvre realiza una observación contundente y desafiante para su época, referida a tres conceptos base: la práctica espacial, las representaciones del espacio y los espacios de representación. No obstante, da la impresión de que la obra de dicho autor no logra desprenderse por completo de supuestos del estructuralismo. Asimismo, aunque dicta la pauta de concebir al espacio como interrelacional (que también considera al tiempo) su enfoque -enmarcado por su contexto histórico- se encaminaba hacia una aparente construcción de tipos ideales de los sujetos sociales que habitan la ciudad.

Continuando a la concepción del espacio concebido y vivido, la espacialidad trasciende un encuadre de espacio receptáculo (Lindón y Hiernaux, 2006), por lo que el espacio vivido, más que en su sentido usual o coloquial “puede ser considerado como fragmentos del espacio tiempo de los sujetos en su cotidianidad” (Lindón, 2013, p.10)4. Por ello, está en relación con la experiencia espacial subjetiva de cada uno de los actores, por lo que el espacio debe ser estudiado a través de los sentidos y significados que las personas le otorgan.

Continuando con la visión de análisis de la ciudad como espacio vivido, ahora en el sentido referido a la experiencia y el dinamismo que proviene de esta, se ha optado por la pertinencia de la propuesta de Pile (2005), que dota al espacio de una constante movilidad al considerar que se ha transformado en la medida en que sus habitantes han tenido contacto con nuevas experiencias y con otros habitantes (y sus experiencias). De esta manera se crean incontables actitudes en una suerte de mentalidad urbana, es decir, se trata de una visión de espacio que no resulta estática y que además es inclusiva de todo lo que ocurre dentro de ello (el espacio).

El espacio urbano es interconstruido y configurado por elementos tangibles -como las calles, edificios, casas, basura, autos, etc. - y subjetivos -como la significación que las personas hacen de ellos-, así como a las mentalidades individuales de quienes habitan y significan el espacio.

Finalmente, para la noción de lugar, hemos optado por situarlo como un concepto reconstruido, visto como:

La forma clave de comprender el espacio a partir de la experiencia del sujeto y con toda la carga de sentido que dicha experiencia lleva consigo (…) hace referencia a espacios delimitados, con límites precisos, que para los sujetos representan certezas y seguridades otorgadas por lo conocido (…) dichos límites se extienden hasta donde lo hace el contenido simbólico de los elementos objetivados en él y que pueden ampliarse a través de redes y relaciones de sentido (Lindón, 2006, p.14)

Aunado a que será la unidad de análisis de los lugares de nocturnidad asociados a la noche social (noctem), es decir, calles, locales, salones y establecimientos -al menos semi públicos- de ocio nocturno con venta y consumo de bebidas alcohólicas, entre muchos otros. Se contempla que dichos lugares ofertan más que elementos tangibles (como pudiera ser, alcohol) ya que también se consumen aspectos intangibles (emocionales, estéticos, potencialidades, etc.).

Reflexiones finales: nocturnidad-noctem y lo juvenil como binomio interrelacional

A lo largo de este trabajo se ha dado cuenta de la vasta polisemia del concepto espacio, el cual afortunadamente ha sido y seguirá siendo abordado desde diversas perspectivas desde todas las ciencias (no sólo las sociales), con enfoques cada vez más transdisciplinares e incluso mediante el uso de nuevas tecnologías. No obstante, consideramos que realizar un ejercicio de esta índole permite un perfilamiento acerca del potencial enriquecimiento que un posicionamiento, basado en una construcción/configuración espacial en cualquiera de sus vertientes, aporta y amplía a la reflexión sobre la interrelación espacio-noche-juventudes; particularmente en aquellos que pongan de relieve los accesos asimétricos que trastocan la experiencia nocturna, que usualmente se acentúa en los estratos más vulnerables: jóvenes en condiciones de pobreza y desigualdad.

Lo anterior resulta relevante en cuanto se piensa en el eje de sociabilidad del tiempo nocturno, ya que es precisamente en la construcción de la noche social y la economía del tiempo nocturno de las grandes ciudades donde se manifiestan con mayor fuerza expresiones y acciones de segregación social (Nofre y Díaz, 2009), donde las violencias simbólicas se transforman en disfrazados discursos sutiles ante las leyes en contra de la discriminación. En ese sentido, el fingir falta de espacio en el establecimiento, referirlo como un club para miembros, prolongar la estancia en filas y performáticas de exclusividad mantienen barreras de distinción y clase.

Si bien, aunque estas posturas no se enfocan exclusivamente a un grupo etario (también hay exclusión de edad hacia personas mayores), la atención a temáticas de violencias, exclusión, discriminación, segregación y acceso diferenciado en la categoría juvenil continúan siendo más vinculantes a la configuración de la espacialidad nocturna.

De la vertiente de espacio relativo y contenedor de lo social se considera su pertinente utilidad para la ubicación y definición de circuitos y distritos de consumo de nocturnidad; así como la localización de nodos y de los lugares más representativos dentro de la imagen mental nocturna de la ciudad. Así, casi a modo euclidiano, se utiliza para marcar la ubicación observable en ejercicios cartográficos de los lugares laborales observados durante el trabajo de campo a partir de su atención a los usos prácticos y simbólicos.

Por su parte, de la vertiente de estudios sobre la ciudad, lo urbano y el espacio como contenedor de lo social, se retoman los modos de vivir y significar la ciudad, el rol que la economía de tiempo nocturno juega en la construcción de la diversidad y multiplicidad nocturna. De este modo, se busca que sea posible identificar cuáles son las cualidades generales y particulares de la nocturnidad-noctem y la manera en que se estructuran las políticas públicas en torno a control y gestión del espacio nocturno. Además, desde este enfoque es posible relacionar espacialmente los procesos de gentrificación, exclusión y racismo que se expresan tangencialmente en distritos y circuitos de nocturnidad. A la par, desde los estudios de ciudad como contenedor de lo social es posible, por ejemplo, reflexionar sobre la estratificación de la mano de obra juvenil que noche a noche permite la operación de los lugares de economía del tiempo nocturno.

En un tercer momento, de la vertiente de espacio vivido-concebido se destaca el carácter subjetivo, vivencial y dinámico que cada individuo genera y aporta al espacio nocturno en su cotidianidad. Esto basándose en la teoría no representacional (Thrift, 2008), la Time geography (Di meo, 1991; Lindón, 2013), retomando elementos de la teoría espacial de Hall (1990 [1969]) en cuanto a los conceptos de proxémica y diastémica pero en relación a las interacciones personales, el territorio y los ritmos de vida cotidianos.

Además, esta línea cuenta con un particular enfoque en la subjetividad de los sujetos y su experiencia cotidiana. Esto brinda una profundidad mayor al análisis de las significaciones que jóvenes participantes de la experiencia nocturna realicen en relación con sus percepciones emocionales en los lugares de ocio y espacio nocturnos en sí mismo.

En adenda, se destaca que las propuestas -particularmente la de espacio concebido vivido- no refieren a estudios de mercado ni de empresa, y que consideran a la construcción espacial como una interrelación entre el espacio físico, elementos simbólicos, estructurantes, así como la subjetividad y experiencia de quienes participan de ella (la noche social). Esto permite pensar al espacio de nocturnidad más allá de las concepciones de la economía del tiempo nocturno, hacia una espacialidad más amplia y diversa que no se limite a conocidos circuitos de nocturnidad, sino a una expansión de nodos, islas y efervescentes esporádicas construcciones lúdico-divergentes que se enmarcan bajo una visión de nocturnidad ampliada o noctem (Becerra, 2013).

De este ejercicio reflexivo se espera abonar a una visión de la construcción del espacio nocturno que permita enfocarse hacia lados menos protagónicos, más diversos y que evidencian la multiplicidad de formas de experienciar la noctem: una construcción de potencial social, lúdico, transgresor y transformador a la par que normativo, represivo y desigual; por tal, liminal, complejo y contradictorio.

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1 Ampliación del concepto de nocturnidad, la cual es entendida como “configuración de índole cultural, social, espacial y económica que puede ser única e irrepetible para cada uno de los que participan en ella (Thrift, 2008; Pile, 2005; Pred, 1981), que si bien ocurre durante el tiempo nocturno natural (la cual llamaremos simplemente, noche), es una construcción llena de contradicciones pues es disruptiva a la par que normativa (Míguez, 2010; Margulis, 2005 [1994]); de una demanda lúdica específica asociada a una economía de tiempo nocturno (Nofre y Díaz, 2009; Su-Jan y Chye Kiang, 2014; Bennet, 1997); que también es arena de procesos de exclusión y racismo que regulan la noche (Talbot, 2007) con un carácter evidentemente urbano y cuya espacialidad no se extiende a toda la ciudad, sino a específicos circuitos que poseen liminalidades difusas (Chatterton y Hollands, 2002) en el que convergen diversas clases, (media, baja, alta) y nacionalidades -quizá con un predominio de la clase media y popular- en la que satisfacen sus demandas de interacción social y cultural, además del divertimento nocturno” (Becerra, 2020, p. 133). Es decir, “el espacio socialmente construido, multidimensional, dinámico y sensitivo que configura la interrelación entre juventud, sociabilidad, trabajo y género en contextos de desigualdad, transgresión, lúdicos y de violencias (…) encuadrados dentro de una política pública en torno a la noche con diferentes enfoques e, incluso, ausencias” (Becerra, 2023, p.7).

2 Cabe mencionar que desde hace ya más de una década se utiliza en plural para marcar la apertura a una visión no trazada desde las coordenadas occidentales y hegemónicas, sino como un proceso situado y sociohistórico (Villa, 2011). Es decir, se habla de juventudes y de lo juvenil para destacar que están insertas en cronotopos definidos (Valenzuela, 2021).

3 Ejemplo de ellos son la Zona Rosa de Ciudad de México, la avenida Revolución de Tijuana o el Barrio Antiguo de Monterrey, Nuevo León.

4 “Would be considered as fragments of the subjects’ space-time in their everydayness: lived space in lived time” (Lindón, 2013). Traducción propia.

Recibido: 20 de Abril de 2023; Aprobado: 22 de Agosto de 2023

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