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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.37 no.146 Zamora jun. 2016

 

Reseñas

Manuel Gándara Vázquez, El análisis teórico en ciencias sociales. Aplicación a una teoría del origen del Estado en Mesoamérica

Magdalena A. García Sánchez* 

*El Colegio de Michoacán. mgarcías@colmich.edu.mx

Gándara Vázquez, Manuel. El análisis teórico en ciencias sociales. Aplicación a una teoría del origen del Estado en Mesoamérica. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2011. 386p.


Debo decir que he disfrutado enormemente de la lectura del libro objeto de esta reseña, pues, como me ha ocurrido con las buenas novelas, quedé atrapada desde las primeras páginas y lo leí hasta el final casi de un tirón. Ayudó grandemente que la prosa de Manuel Gándara es fluida y agradable, lo que se agradece en virtud de que se trata de un libro de teoría, pues incluso permite imaginar la interlocución con el autor sobre las propuestas desarrolladas en su texto, casi como en una charla imaginaria. Además, a pesar de que fue publicado en el 2011, tiene una notable vigencia para los análisis contemporáneos, de ahí que se justifique este comentario in extenso. Así pues, me permito reseñarlo a partir de las siguientes secciones.

Sobre el libro

Es difícil hacerle justicia a un libro de teoría escrito con buena pluma, como quedó dicho, por ello quisiera abordarlo como se arma una opinión sobre alguna película: se trata un poco sobre los escenarios que ahí se describen, sobre los actores, sobre la postura del autor (desde mi punto de vista) y sobre los temas que propone, describe y debate.

Los escenarios

El análisis teórico en ciencias sociales. Aplicación a una teoría del origen del Estado en Mesoamérica, fue un libro que como señala el autor en la introducción, se fraguó en el seno del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán (CEQ por sus siglas) en La Piedad, durante el año sabático que el Dr. Gándara realizó ahí en el 2007. Varias cosas ocurrieron durante ese año: la primera, justamente la realización de la estancia de Manuel en el CEQ; segunda, su sugerencia de invitar al Dr. William Sanders a dictar un seminario sobre el centro de México y de fungir como intermediario para hacer la invitación; tercera, que el Dr. Gándara participara como profesor en el Programa de Maestría en Arqueología y dictara dos cursos a los estudiantes, uno de los cuales le permitió poner al tanto de su propuesta del análisis teórico a la generación 2006-2008; y cuarta, atender personalmente al Dr. Sanders y entrevistarlo a lo largo de varias sesiones. Esta entrevista proveyó a Gándara de información que incluyó en el libro, sobre todo, las opiniones de Sanders con respecto a la teoría planteada en los años setenta del siglo pasado, a la luz de la retrospectiva desde el 2007.

Pero, tal como se muestra a lo largo del libro y en la extensísima bibliografía que éste incluye, en realidad, el libro se gestó y tomó forma a lo largo de muchos años, probablemente desde que el autor estaba en la Universidad de Michigan hacia finales de la década de los setenta en su calidad de estudiante de doctorado en Arqueología. Como lo señala en repetidas ocasiones en su libro, los cursos de Filosofía de la ciencia que tomó con sus profesores, académicos de reconocido renombre como Henry Wright, donde tuvo acceso a lectura especializada y a la oportunidad de debatirla precisamente bajo la tutela de esos profesores, fueron determinantes para ir amasando algunos de los argumentos que ha desarrollado y presentado en numerosísimos artículos y ahora de manera novedosa, conjunta y sincrónica en este libro.

Vale la pena resaltar algo que el autor presenta como una relación casi natural que en realidad es algo sorprendente: precisamente la relación entre la Filosofía de la ciencia y la Arqueología. Si bien como él lo muestra, el ámbito de la disciplina arqueológica en los Estados Unidos ha dado cabida a posturas teóricas discutidas (y discutibles) en el seno de la Filosofía de la ciencia, lo cierto es que se trata de una relación bastante poco común a primera vista. Estoy casi segura de que hoy día se puede cuestionar sobre esta relación a los jóvenes arqueólogos egresados de alguna de las varias instituciones que los forman en nuestro país, y mostrarían una sorpresa genuina y quizá hasta una actitud dubitativa. Sin embargo, como lo demuestra el autor a lo largo de su libro, esta relación es tan profunda que tiene implicaciones operativas en el quehacer cotidiano de los arqueólogos en cualquier parte del mundo.

En este sentido, el libro constituye, me parece, algo como lo que la etnohistoriadora Teresa Rojas ha sugerido que debe hacerse en todas las disciplinas sociales: un momento de reflexión en el camino, un alto en el devenir cotidiano que nos lleve a la evaluación de lo que se ha hecho, lo que se está haciendo y así poder perfilar los derroteros hacia donde habrán de dirigirse los nuevos pasos de las disciplinas.

A pesar de que esta reflexión seria pudiera sonar como algo tedioso dada la formalidad y responsabilidad de esta tarea, una vez más Manuel Gándara hace gala de sus dotes de escritor, y yo diría también de profesor, para llevarla a cabo. En efecto, con un tono personal, con un lenguaje claro y notablemente ameno, plantea los problemas a que conducen otros problemas de índole filosófica, política, de actitud personal de ciertos actores, cuando no se los tiene claros o aun cuando ni siquiera se los identifica como problemas. El libro, pues, es una muestra más de esta envidiable habilidad del autor para poner en la mesa de trabajo temas, discusiones y debates del ámbito teórico tanto en la Arqueología como en la Filosofía de la ciencia, y también entre ambas, que no son ni simples ni sencillos, pero que así los hace parecer.

Los actores

El autor dice en la introducción que el tema del libro es algo así como "una cápsula en el tiempo", en razón de que la motivación principal que tuvo fue hacer una reivindicación de una teoría sobre el origen del Estado (como una de las etapas del desarrollo social); se trata de la teoría presentada por William Sanders, Jeffrey Parsons y Robert Santley en su obra The Basin of Mexico, en el lejano 1979. La publicación de esta obra coincidió con la estancia de Manuel Gándara como estudiante de doctorado en Michigan. Y, como lo narra en su libro, le tocaron de primera mano las reseñas y comentarios que suscitó esta obra entre el gremio de arqueólogos de esa institución, casi todas ellas, elaboradas con una no siempre discreta saña descalificadora bajo el argumento de que la teoría ahí presentada ya estaba refutada.

La obra de SPS (como la llama), había sido el resultado de muchos años de trabajo en la Cuenca de México, como parte de las actividades convocadas por Eric Wolf en Chicago para aplicar la teoría de la agricultura hidráulica de Wittfogel y de la ecología cultural de Julian Steward. Esta labor requería de la búsqueda y el estudio de las evidencias arqueológicas, así que los mencionados SPS llevaron a cabo recorridos de superficie, registro de sitios arqueológicos y análisis de materiales arqueológicos para argumentar a favor del origen y la transformación de las sociedades mesoamericanas y, desde luego, aportar conocimientos que explicaran la razón de que los altiplanos mexicanos hubieran sido el asiento de la hegemonía política y cultural durante siglos. Esta propuesta tuvo su contraparte con Pedro Armillas y Ángel Palerm, quienes encabezaron un equipo de etnohistoriadores que complementarían la investigación arqueológica mediante la búsqueda y análisis de los documentos históricos y pictográficos de manufactura indígena producidos en el periodo de la Colonia temprana.

En la llamada "biblia verde", SPS propusieron una teoría que daba cuenta de una historia de ocupación en los altiplanos, incluida la ciudad de Teotihuacan, donde había surgido la etapa de organización social más compleja de acuerdo con la escala propuesta por Service, es decir, el Estado. En este proceso la tecnología hidráulica había tenido un papel preponderante, como mostraban las evidencias hasta entonces soslayadas por los arqueólogos. Vale la pena señalar que, al mismo tiempo, los resultados de investigación etnohistórica confirmaban los hallazgos arqueológicos.

Sin embargo, de acuerdo con lo que narra en su libro, la teoría de SPS fue maltratada y descalificada, refutada, pues, en palabras del autor. Ante esta situación, con un fino instrumental teórico procedente de la Filosofía de la ciencia y con una distancia temporal de décadas (de ahí la propuesta de que se trata de una cápsula del tiempo), el autor plantea sus argumentos que cuestionan el procedimiento para refutar una teoría: esto es, en qué condiciones, cuándo, cómo, con qué procedimiento, cómo se evalúa dicho procedimiento y cómo deben entenderse sus resultados.

Para dar respuesta a estas interrogantes, Manuel Gándara plantea extensamente, con base en un profundo conocimiento de los debates generados y discutidos en el seno de la Filosofía de la ciencia, su propuesta de análisis teórico. En efecto, en un ir y venir entre la Arqueología y su quehacer cotidiano para aportar el material que ilustra el camino que la comunica con la Filosofía, muestra que esta interrelación ha sido y es una cuestión muy seria. Con un detalle que deja ver su propia formación como filósofo de la ciencia, plantea la necesidad de entender cada componente que participa y se articula en el proceso de evaluación de una teoría, que permite identificar sus fortalezas y sus debilidades, pero que en todo caso permite elegir entre dos (o más) teorías contendientes más allá de un mero gusto personal. O en otras palabras: que la elección de una teoría que explique un fenómeno social no es una actividad banal, todo lo contrario, tiene implicaciones que van desde una postura política personal hasta su impacto en el patrimonio arqueológico.

El análisis teórico

De esta manera, el primer tercio del libro está dedicado a una profunda revisión de cómo se han evaluado las teorías; para ello hace una revisión de las escuelas de la Filosofía de la ciencia, los autores que las constituyen, sus propuestas, sus principales críticas, sus aportaciones y su perspectiva para la refutación o para la resistencia a los cuestionamientos sistemáticos ("fertilidad teórica"). Para ello, revisa desde el propio concepto de teoría, sus componentes y su articulación con las jerarquías teóricas (verticales y horizontales).

Así, hace su propuesta de posición teórica a partir de una revisión de la historia de la Filosofía de la ciencia, de donde identifica otras propuestas como los paradigmas de Kuhn y los Programas de investigación de Lakatos. Establece así una primera distinción jerárquica: el nivel teórico más general es justamente el de la posición teórica; éste incluye a lo que el autor llama teorías sustantivas que están articuladas con la posición teórica mediante cuatro áreas que dan cuenta no sólo de la teoría sino de la postura personal de su autor. Se trata de las siguientes que aquí resumo:

Área valorativa, incluye, dice, "el para qué y para quién de la actividad científica", se discute desde cuáles son los objetivos de la ciencia arqueológica, aparentemente tan claros pero tan poco explicitados, muchas veces con una velada convicción de consecuencias políticas.

Área ontológica: que incluye los supuestos que parten de la realidad del investigador científico. Ésta es un área que me pareció tenía un tratamiento particularmente extenso en virtud de su importancia y necesidad de reconocimiento. Personalmente me parece que es algo que puede ser tan obvio que deja de percibirse en nuestro quehacer científico, pero que permea nuestra actividad hasta los resultados de investigación.

Área epistemológica: aquí se trata el "cómo sabemos y cómo es que sabemos que sabemos", es decir, la generación del conocimiento y la evaluación de cómo lo adquirimos. En Arqueología tiene una referencia directa con la pregunta "¿hasta dónde es posible conocer el pasado?"

Área metodológica: donde se discute, por un lado, qué es el conocimiento científico y cómo se produce, cómo lo delimitamos, cuándo un conocimiento está refutado y bajo qué condiciones.

Vale la pena comentar que si bien este análisis está propuesto para la Arqueología, personalmente me parece que puede identificarse y aplicarse a cualquier ciencia social, como bien se propone desde el título del libro. Esta sección nos permite vislumbrar que la posición teórica en realidad no se refiere únicamente a nuestro quehacer como científicos (en nuestro caso, sociales), sino que está ubicada en nuestras creencias, en nuestras convicciones políticas, en nuestras valoraciones del mundo y de la condición humana. En otras palabras, en nuestra vida. Por esta razón me parece altamente recomendable leer este libro, máxime por quienes aún son estudiantes pues entre más pronto tengan claridad sobre este tema, mejor.

En el mismo sentido, el autor hace notar precisamente que si nuestra posición teórica tiene repercusiones en la manera en que visualizamos el mundo y nuestra realidad, personal y objetiva, con más razón si tiene implicaciones en la investigación arqueológica. En efecto, aquí es inevitable hacer una reflexión sobre hacia dónde van nuestros resultados de investigación y nuestra responsabilidad sobre su uso (Ello, por cierto, me llevó a pensar en otra lectura: qué pasa si estos resultados no tienen un impacto, sobre todo, cuando son tan especializados... o de plano ignorados, como en los libros de Historia de México en la educación media y media superior).

Así, con el bagaje teórico explicitado, da inicio a la segunda parte del libro, donde hace el análisis teórico de la teoría del SPS.

El análisis teórico de SPS

La aplicación del análisis teórico a partir de cada una de las áreas expuestas arriba y de cada uno de sus elementos de discusión constituyentes, el autor confirma lo que había expuesto desde el primer capítulo, esto es, que dicha teoría no sólo no fue refutada sino que era una de las más sólidas de su tiempo. En efecto, reconoció que sus partes estaban correctamente articuladas y en conjunto proponían las condiciones necesarias para el surgimiento del Estado arcaico en Teotihuacan. Luego, para subsanar algunas de sus debilidades, Manuel Gándara propone complementarla con algunos enunciados nomológicos y articulaciones lógicas que la perfilan como una teoría más completa y con notable fertilidad teórica.

Hay que resaltar mucho la manera en cómo está aplicado este análisis: la revisión de cada parte constitutiva de la teoría y de sus implicaciones, es un ejercicio que es necesario dar a conocer en el gremio, pues, queda en evidencia la ligereza con la que en nuestro quehacer cotidiano confirmamos o refutamos teorías, caemos en errores que van desde deformar los enunciados teóricos, modificar el alcance de la teoría, utilizar incorrectamente los "datos", ostentar una actitud de "eclecticismo teórico" hasta simplemente pretender que la teoría es prescindible en un proyecto de investigación.

El autor muestra también con base en este ejercicio, que todas nuestras decisiones teóricas tienen un impacto en el patrimonio arqueológico, principalmente en la selección para preservar aquellos sitios que son únicos para dar cuenta de procesos sociales sin precedentes, como ocurre justamente con aquellos asociados con la investigación sobre el origen del Estado. Hay repercusiones también incluso en la postura ingenua de que si no se utiliza teoría en la investigación científica no pasa nada. Demuestra también como los resultados de investigación arqueológica científica, es decir, con la explicación como meta y con un razonamiento teórico bien articulado, constituyen la materia prima para la divulgación educativa entre el público no especializado.

Retomo mi analogía con la película e invito a los lectores a revisarlo desde una lectura personal, pues, entre más pronto tengamos conciencia de la necesaria presencia de la teoría, de sus evaluaciones formales serias, de los resultados de investigación así analizados, se vislumbra un mejor futuro no sólo para nuestra disciplina como ciencia sino también como individuos capaces de trabajar y tomar decisiones políticas con base en un conocimiento científico.

Reitero finalmente, que el análisis teórico se puede aplicar en todas las teorías de las ciencias sociales, no sólo en la Arqueología; asimismo, que una de las contribuciones de esta obra es proveer de un instrumento de evaluación para cualquier teoría y abandonar la idea de que ésta se refuta por gusto, por moda o simplemente porque alguien lo dijo.

La Piedad, Michoacán, a 21 de septiembre de 2015

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