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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.35 n.140 Zamora Sep./Nov. 2014

 

Documento

 

"Vindicias de la verdad" de fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa. Un tratado sobre políticas lingüísticas en la Nueva España (siglo XVIII)

 

Heréndira Téllez Nieto*

 

* Universidad Complutense de Madrid. Correo electrónico: here_tellez@hotmail.com

 

Quizá una de las figuras más relevantes del siglo XVIII sea un franciscano de quien todavía se conoce muy poco. Se trata de fray Francisco de la Rosa Figueroa.

Por el papel que desempeñó como bibliotecario del convento de San Francisco de México, siempre se le ha relacionado con labores archivísticas. Sin embargo, limitar la figura de este hombre a un cargo, no sólo es injusto para el propio fraile, sino también y principalmente para la historia de un fenómeno nacional del siglo XVIII: la Ilustración mexicana.

Como muestra del trabajo desconocido de fray Francisco, ahora presentamos una edición parcial del manuscrito llamado "Vindicias de la verdad", en el que defendía la diversidad de lenguas en la Nueva España.

Fray Francisco escribió Vindicias... en el año 1773, después de encontrar entre los papeles del archivo franciscano una copia de la Real Cédula por la que se abolían los idiomas indígenas de toda América. Unos años antes había tratado ya el tema, ante la orden de incautar todos los documentos en lenguas vernáculas, exponiendo el beneficio que tenía para los reinos conquistados dejar a los indígenas hablar sus numerosos idiomas.

Por una parte, presenta argumentos religiosos; pero tiene otra parte todavía más interesante, donde muestra una sociedad indiana inconforme con el régimen español tal como estaba unos pocos años antes de la Independencia. De hecho, el panorama político que dibuja es el de una época claramente preindependentista: en este sentido es necesario señalar que fray Francisco veía la lengua como factor de unión o división política.

Hay que señalar, sin embargo, que este tratado no es una defensa de las lenguas como patrimonio cultural ni como protección a la diversidad lingüística. Es, en realidad, una defensa de los privilegios políticos y religiosos de la orden franciscana frente al clero secular. A pesar de ello, el tratado nos permite apreciar la gran diversidad lingüística y las políticas que durante casi dos siglos se aplicaron en la Nueva España.

Vindicias... ante todo, es una respuesta al arzobispo Antonio Lorenzana, pues él había sido el promotor de la Real Cédula que decretaba la extinción de las lenguas indígenas, a quien De la Rosa acusa de no conocer el panorama político y religioso de la Nueva España. Éste será, pues, el argumento que desarrollar fray Francisco en "Vindicias de la verdad".

Para poner en contexto el documento, haré una breve reseña de la vida de fray Francisco y sus obras; enseguida describiré el manuscrito que nos ocupa, y daré algunos detalles de la polémica con el arzobispo Lorenzana. Finalmente, a modo de conclusión, se verán las coincidencias entre fray Francisco y otros novohispanos de la Ilustración en cuanto a la defensa de las lenguas indígenas.

 

Vida y obras de fray Francisco Antonio de la Rosa y Figueroa

Gracias a los múltiples datos que fray Francisco ofrece de él mismo en sus escritos, es fácil "cronologiar"1 su vida.

Nació en España en el año de 1697.2 Sin embargo, parece que fue bautizado en 1698 en la parroquia de Santa Catalina de México.3

Fray Antonio dice que su familia procede de la nobleza castellana, del linaje perteneciente al señorío de Feria, en el condado de Extremadura, de relativa importancia para la Corona.

Entró en religión a los 23 años, fue durante siete años secular. En aquellos primeros años vivió en las provincias de Michoacán, Puebla y Oaxaca. Por su trabajo en las comunidades aprendió varias lenguas indígenas, aunque sobresalía en el náhuatl.

Ingresó como religioso a la Orden de San Francisco en 1724. Fue durante 17 años ministro coadjutor y durante cuatro años ministro de la parroquia de Santa María la Redonda, a la cual renunció en 1742, por no haber encontrado respuesta del virrey ante los atropellos de los indios que evangelizaba.

Ya en el convento de San Francisco de México fue notario apostólico del Santo Oficio y dos veces lector de náhuatl. Fue por ese tiempo cuando escribió su gramática de la lengua mexicana.

Además, fue el archivero de la biblioteca. Sin embargo, la labor bibliográfica representa sólo una parte de los diversos intereses de fray Francisco. Se ocupó además de temas históricos, lingüísticos, hagiográficos y, desde luego, temas religiosos, además de puramente administrativos.

Entre sus obras, que sobrepasan la centena, las más notables son: "Vindicias de la verdad" (1773) y "Tesoro catequístico Yndiano... en el idioma castellano y mexicano" (1770) (Bancroft Library); "Bezerro general menológico y chronólogico de todos los religiosos ... que ha avido en esta santa provincia desde su fundación" (1764) (Newberry Library); "Diccionario bibliográphico alphabético e índice sylabo repertorial de quantos libros sencillos existen en esta librería de este convento de NPS Francisco de México, Observaciones a la obra del P. Agustín Vetancourt... 'Teatro Mexicano'" (1774) (Biblioteca Nacional de México).

 

Vindicias de la verdad

El manuscrito "Vindicias de la verdad" se encuentra en la Biblioteca Bancroft, perteneciente a la Universidad de Berkeley, con la clasificación Mss. M-M 101.

Consta este manuscrito de 153 páginas.4 Las cuatro primeras [I y II r y v] contienen el índice de la obra: 1) replica al padre Lorenzana sobre la orden de extinción; 2) defensa de los curas de los pueblos de indios; 3) controversia sobre la interpretación de libro Escudo de armas de México con el arzobispo Lorenzana; 4) reflexión sobre la primacía de la religión seráfica en América; 5) elogio a la "erudición de la república literaria de México" y de la Real Universidad.

Para tratar el primer punto, fray Francisco recurre a una carta que previamente había preparado para el duque de Arcos, defendiendo los libros escritos en lenguas indígenas, cuando su propia gramática fue requisada y no pudo llegar a ser publicada.

Esta carta había sido enviada a España, pero no fue entregada por el temor de los mensajeros a las repercusiones que pudiera tener, dado su fuerte contenido. Aunque los originales se habían perdido en el viaje, De la Rosa conservaba una copia en el archivo, la misma que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de México.5

El texto de la carta ocupa las páginas 3 a 18. A partir de ahí, De la Rosa hace numerosas reflexiones sobre el tema hasta la página 41, donde se aborda el tema del origen y costumbres de los curas de "bajo nacimiento", a decir de Lorenzana.

Son estas primeras cuarenta páginas las que ahora, selectivamente, presentaremos.

 

El arzobispo Lorenzana y la Real Cédula de 1770

Se puede decir que el arzobispo Francisco Antonio Lorenzana y Buitrón es un personaje polémico en la historia de España, pero sobre todo de América. En cierta forma, fueron sus decisiones audaces las que crearon un ambiente de inconformidad incluso entre los adictos a la Corona en la Nueva España. Aunque procedía de la baja nobleza de León —donde nació en 1722—, llegó a ser cardenal, arzobispo de México —entre 1766 y 1772—, de Toledo, embajador de España e Inquisidor General.

Bajo su influencia se tomaron decisiones que afectarían a toda América. Entre otras cosas fue un incansable promotor de la expulsión de los jesuitas. Como ya se ha dicho, Lorenzana pertenece "a cierto grupo de hombres del siglo XVIII que se caracterizaron por ser inteligentes, pero no geniales; estudiosos y bien preparados, pero no creadores; con habilidad política, pero sin perspectiva de futuro".6

Sin duda, su más terrible responsabilidad fue la cédula que se emitió el 16 de abril de 1770, en la que el monarca español Carlos III declaraba la abolición de todas las lenguas indígenas de América y el mandato real de que sólo se hablara el español en sus reinos.7

El origen de tal orden se fundamentaba en las opiniones de Lorenzana vertidas en la "Pastoral v del ilustrísimo Sr. Lorenzana para que los indios aprendan el castellano".

El arzobispo argumentaba que manteniendo las lenguas indígenas se propiciaba la desobediencia de los pueblos (tal vez con base en su experiencia tras la expulsión de los jesuitas que provocó sublevaciones de indios) y que esto era un peligro para la Corona, y habla de:

Los daños gravísimos que en todos los tiempos y naciones se siguieron de permitir bajo el dominio de un mismo soberano diferentes idiomas [...]

Los alborotos, los motines, las sediciones civiles toman mucho cuerpo, cuando se traman entre personas de estraño idioma, y las acalora la misma diversidad de costumbres con memoria de sus antiguos señores, y excelencia mal concebida de su lengua, trages, libertad, gentilismo y otros vicios, a que es propensa la naturaleza.

El hablarse un mismo idioma en una nación propio de su soberano y único monarca engendra cierto amor e inclinación de unas personas a otras, una familiaridad que no cabe entre los que no se entienden, y una sociedad, hermandad, civilidad y policía, que conduce mucho para el gobierno espiritual, para el trato doméstico, para el comercio y política, como también para ir olvidando los conquistados insensiblemente sus enemistades, sus divisiones, sus parcialidades y su aversión a los que mandan.8

Frente a este argumento, que quizá invitaría al monarca español a temer por la seguridad de sus reinos, fray Francisco respondía —en el punto 17— que era justamente conocer el idioma español lo que provocaba las sublevaciones y ponía como ejemplo "el memorable tumulto el año de 1692 en que los yndios, pegaron fuego al real palacio, cajones de comercio y alhóndiga".

Lorenzana, también criticaba que los ministros y misioneros fueran sólo aquellos que, por haberse educado en Nueva España, hablaran las lenguas regionales: "Esto es una constante verdad: el mantener el idioma de los indios es capricho de hombres cuya fortuna y ciencia se reduce a hablar aquella lengua que también la aprende de niño". A ello, De la Rosa respondía —en el número 6— que si los primeros franciscanos había podido iniciar la evangelización, era porque se les había otorgado el don de lenguas.

En este aspecto, si bien De la Rosa citaba la carta del arzobispo, su replica conllevaba una crítica oculta al monarca, pues si la carta de Lorenzana "despreciaba" los idiomas indígenas, el decreto real mostraba no sólo el mismo desprecio por las lenguas indígenas, sino incluso por los párrocos conocedores de tales lenguas, lo cual no debió sentar nada bien entre los franciscanos, esforzados desde los primeros tiempos en saber los idiomas indígenas y que no sólo se verían afectados moralmente, sino en riesgo de perder sus prerrogativas. La cédula del monarca decía:

Que es cierto que el pastor debe entender la voz de sus ovejas y por esta regla ha creído algunos ser más estrecha obligación la de que los párrocos sepan el idioma de cada pueblo de la América; pero esta razón en nada convence, porque los obispos son los primeros pastores que han de visitar todos los pueblos y curar las enfermedades de sus ovejas, a las que ni entienden ni pueden entender todos sus diferentes idiomas y nunca han pensado mis predecesores ni yo en colocar con preferencia a los que saben, porque ninguna utilidad resultaría de ello y acaso muchos perjuicios.

La actitud del rey demostraba, además, antipatía por los curas de "pueblo", los que no pertenecían a la clase dominante, un punto en que Lorenzana no había abundado; así, el rey decía:

Que en los colegios de México, Puebla y otras capitales se educa a los jóvenes más distinguidos en nacimiento y habilidad; y es cosa dura que después de fatigarse en el estudio de facultades mayores, vean ser promovidos a curatos a clérigos de idiomas que a lo más han estudiado una suma moral, pues cuesta mucho trabajo y desvelo el aprender a los españoles otro idioma cuando no se han criado con los naturales.

Un hecho que no pasaba inadvertido para fray Francisco, quien pensaba —punto15— que éste era sólo un argumento para "conferir a los clérigos [seculares] los curatos a títulos de castellanos, ya por la dificultad de aprender los ydiomas, algunos tan difíciles como el othomí, el mazahua, el totonaco, el matlatzinco".

Además, el rey criticaba abiertamente la actitud de los primeros frailes por no haber intentado la castellanización desde el principio, diciendo: "Que si al principio de la conquista se hubiese puesto todo el empeño en enseñar a los indios el castellano, en menos de medio siglo se hubiera conseguido". Ante lo que De la Rosa respondía con argumentos históricos: si eso no pasó fue justamente por la magnanimidad de los Reyes Católicos que no lo ordenaron.

Finalmente, el dignatario hacía una reflexión sobre los beneficios administrativos y políticos que traería la castellanización de los indios, sin embargo, pasaba absolutamente por alto uno de los argumentos de De la Rosa, pues el franciscano ya advertía los peligros de los tumultos, como se ha visto.

 

Los ilustrados mexicanos frente a Lorenzana

Muy pocos años antes de que se iniciara el movimiento independentista, la sociedad fue creando un ambiente que, anacrónicamente, se ha llamado nacionalista.

Los hombres de la Ilustración, como Clavijero, Cavo o Alegre, comienzan a exaltar las virtudes de la patria con base en verdaderos estudios que podríamos llamar enciclopedistas.

La necesidad, ya no sólo de rescatar las viejas "antiguallas" al estilo de los primeros frailes franciscanos, sino de contextualizar la historia y darle un sentido incluso filosófico permea en casi todos los hombres de ciencia.

Destacan en ese campo los jesuitas. Así, si el siglo XVI fue de los franciscanos, el siglo XVIII es indudablemente de los jesuitas. Sin embargo, no por ello los franciscanos dejaron de participar activamente en la vida cultural y social de la Nueva España. En varios aspectos hubo grandes coincidencias entre las dos órdenes.

Así, fray Francisco de la Rosa Figueroa no fue el único de los ilustrados que reaccionó frente a las palabras del arzobispo.

Lorenzana, como ya se ha dicho, había logrado prácticamente la expulsión de los jesuitas en 1767. No es extraño que ante las actitudes "despóticas" del arzobispo, los ilustrados mexicanos elaboraran obras científicas demostrando los absurdos argumentos del prelado.

Francisco Javier Clavijero, quien conocía la obra histórica del arzobispo, es decir, la reedición de las Cartas de Cortés, llegó a criticar también la actitud de varios hombres que llamaban "bárbaras" a la lenguas indígenas, aun sin señalar expresamente al arzobispo o la Real Cédula, y proporciona argumentos muy parecidos a los de De la Rosa cuando se trata de defender las lenguas indígenas.9

Las coincidencias entre los argumentos de De la Rosa y Clavijero no muestran que existiera un intercambio entre ellos, sino más bien el ambiente de la época: ambos frailes recurren a los argumentos casi "científicos", demostrables, y hacen gala de una fina retórica. Los dos dan muestra de que la Ilustración había llegado a México.

 

Conclusión

Como puede verse, fray Francisco de la Rosa Figueroa era un hombre muy consciente de los problemas de su siglo; además, preveía los conflictos políticos que se estaban gestando en la Nueva España.

Por esto el documento llamado "Vindicias de la verdad" resulta realmente revelador, ya como obra histórica, ya en cuestiones de historiografía lingüística.

Además de todo lo que hemos señalado, en este manuscrito queda también la imagen de un arzobispo y cardenal, Lorenzana, que se encuentra muy lejos de su ilustre antecesor Zumárraga, protector de indios, o del cardenal Cisneros, impulsor de la cultura. Lorenzana no sólo tuvo una estrecha y deformada visión del mundo indígena, sino que sus obras fueron impulsadas en muchos momentos por la ambición personal más que por el bienestar general. Un cardenal Lorenzana a quien no llegó la Ilustración, mientras que a sus críticos como De la Rosa o Clavijero sí.

Estará por verse, además, cuál fue realmente la importancias de la hispanización en América y si fue, como lo señalaba fray Francisco, motivo de unificación entre los independentistas.

 

La edición del manuscrito M-M 101

Las características de la presente edición son las siguientes:

1) Respetamos la ortografía del documento original, sólo se han corregido aquellas palabras que pudieran ocasionar confusión en la lectura, anotando a pie de página la lección original del manuscrito. 2) He ajustado el uso de los acentos según la norma actual, pero he respetado las palabras con alguna particularidad. 3) En lo referente a los signos de puntuación, he optado por modernizar la puntuación para facilitar la lectura, ya que el manuscrito original tiene particularidades que lo vuelven poco entendible, como la ausencia de signo de interrogación al inicio de oración. 4) Las abreviaturas las he resuelto tácitamente, ya que son muy pocas y frecuentes a lo largo del texto: ilmo. illustríssimo; sr. señor; N.S. nuestro señor; rdo. reverendo; mtro. ministro: dho. dicho; Mexco. México; en fin pocas abreviaturas, todas comunes en la época.

Aparato crítico

B: Bancroft Library, Mss M-M 101.

N.l.: ilegible.

E. em.: he corregido.

ad marg.: en el margen.

 

Bibliografía

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Figueroa, Francisco Antonio, Bezerro general menólogico y chronológico de todos los religiosos que de las tres parcialidades conviene a saber padres de España, hijos de provincia y criollos ha avido en esta santa provincia desde su fundación hasta el presente año de 1764, manuscrito.         [ Links ]

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Vera Fortino, Hipólito, Colección de documentos eclesíasticos de México..., vol. 1, Amecameca, Colegio Católico.         [ Links ]

 

Notas

1 Con frecuencia el propio Figueroa utilizaba vocablos novedosos o inventados por él mismo (Fernando Ocaranza, Capítulos de la historiafranciscana, vol. 1, México, el autor, 1933, 253).

2 Según el propio testimonio del fraile; Gómez Canedo opina que nació en México.

3 Lino Gómez Canedo, Archivos franciscanos de México, México, UNAM,1982, 83.

4 Teníamos la noticia de una investigadora mexicana que pensaba editar este documento, por lo menos así lo señalaba en 2003; sin embargo, al no estar publicada la obra después de diez años y de que yo he consultado el original en Berkeley en 2011, he decidido presentar mi edición.

5 Ocaranza publicó una versión parcial de este documento. En "Vindicias..." se encuentra el texto íntegro.

6 Javier Malagón Barceló, Los escritos del cardenal Lorenzana, México, UNAM, IIB, 1970, 225.

7 La cédula completa se puede consultar en Hipólito Vera Fortino, Colección de documentos eclesíasticos de México..., vol. 1, Amecameca, Colegio Católico, 229-233.

8 Hipólito Vera Fortino, op. cit.

9 No es seguro que Clavijero conociera la carta pastoral de Lorenzana, pero hay indicios de que sí lo hizo y que su airado discurso era una réplica tanto al arzobispo como al rey, aunque no los mencione. Dorothy Tanck de Estrada "Clavigero: defensor de los idiomas indígenas frente al desprecio europeo" en Francisco Xavier Clavigero en la Ilustración mexicana 1731-1787, Antonio Martínez Rosales, comp., México, El Colegio de México, 1988.s.p.

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