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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.35 no.138 Zamora mar./may. 2014

 

Reseñas

 

Humberto Félix Berúmen, Tijuana la Horrible: Entre la historia y el mito

 

Hugo Santos Gómez*

 

Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, 2011, 412 p.

 

* Ciesas-Programa Noreste. Correo e: hugo.santos1@gmail.com

 

Hace algún tiempo, en lo que sería mi primera visita a Tijuana, recuerdo haber preguntado al taxista que me condujo del aeropuerto a mi hotel, acerca de la calidad de vida en la ciudad. La espiral de interrogantes con que inundé al amable conductor incluyó la pregunta típica de casi cualquier fuereño que se apersona en Tijuana por primera vez.

—¿Qué tan peligrosa es la ciudad? El taxista reviró mis cuestionamientos con una actitud que bordaba el hartazgo y la condescendencia:

—Tijuana tiene lo que falta en el resto del país: trabajo. Aquí la gente viene a trabajar y trabajo es lo que sobra. Mientras uno no se meta en donde no debe, aquí nadie lo molesta. Para peligro vaya al D.F. Ahí sí que hay que andarse con cuidado.

La respuesta me sorprendió y, a decir verdad, me colocó en una situación incómoda. Siendo originario de la ciudad de México, era consciente de cómo la ola de asaltos a plena luz del día, el robo de coches y los secuestros "exprés" contribuían a la reputación de ciudad sin ley que la capital del país gozaba ya de tiempo atrás. La asertividad del taxista tranquilizó mis aprehensiones sobre Tijuana, alimentadas sin duda por esa idea generalizada de esta ciudad fronteriza como la imagen viviente de la degradación urbana.

Es precisamente esa imagen que se tiene de Tijuana lo que constituye el centro de análisis del interesante estudio de Humberto Félix Berúmen. Realizado desde una perspectiva que se advierte ambiciosamente multidisciplinaria, en la que predominan la teoría y crítica literarias. El intento analítico recurre desde Claude Levi-Strauss y Michel Foucault hasta Raymond Williams por citar algunas de las referencias más importantes.

¿Como llegó Tijuana a representar lo que la gente piensa de ella? Aquí la referencia a "la gente" necesariamente incluye a los propios residentes y a los fuereños, tanto de este lado de la frontera como del lado norteamericano. "Tijuana la Horrible" es, a final de cuentas, una representación compartida por todos. Es un "imaginario social" producto de la historia y el mito. El carácter fronterizo de la ciudad y las circunstancias históricas de su desarrollo temprano contribuyeron a generar el contraste entre un San Diego, que del lado norteamericano de la frontera, se esforzaba por proyectar la imagen de una ciudad pulcra, libre de vicios y tentaciones, sobre todo durante de la prohibición; y una Tijuana que creció estimulada por una economía política del turismo del placer y el hedonismo negado a los habitantes de la opulenta San Diego, y por ello se trasladaban al otro lado de la línea para dar rienda suelta al gozo y al placer.

De acuerdo con Félix Berúmen, contingencias históricas cedieron su paso a la construcción de un discurso en el que Tijuana adquirió una identidad fuertemente influenciada por la imagen que de ella se produjo en "el otro lado". Así la ubicación geográfica (frontera) y la contingencia histórica (la prohibición) constituyeron ingredientes de primer orden en la creación de la leyenda negra de Tijuana y, según la propuesta del autor, de su transformación en mito.

El libro está estructurado en seis partes. La primera da cuenta del aparato metodológico y de los conceptos fundamentales en los que se apoya la profusa argumentación del estudio.

La segunda y tercera partes dan cuenta de las circunstancias históricas que dieron lugar a la "gestación" del mito. Aquí se describen los hechos que crearon y, en una etapa posterior, desencadenaron la representación de Tijuana como la Babilonia bíblica, la gran prostituta condenada por la ira divina debido a su depravación y a sus vicios. La figura retórica fue de hecho una metáfora con la que se describía lo que —a los ojos del puritanismo estadounidense de la época— sucedía en Tijuana. Como lo describe Félix Berúmen, durante las primeras décadas del siglo veinte Tijuana pasó de ser un puerto fronterizo de poca importancia, a convertirse en un punto de primer orden para el turismo proveniente sobre todo de San Diego y sus alrededores. En 1919 se aprobó en los Estados Unidos la llamada ley nacional de la prohibición o ley Volstead. Esta legislación sería uno de los productos culminantes del vigoroso, complejo y, en ocasiones contradictorio, conjunto de movimientos sociales que confluyeron en una tajante oposición a la producción, distribución y consumo de alcohol. La Unión de Mujeres Cristianas por la Moderación (Women's Christian Temperance Union) destacaría entre ese abigarrado abanico de organizaciones civiles proabstinencia.

Mientras en los Estados Unidos la prohibición crearía sus propias tensiones sociales, Tijuana se iría constituyendo en la válvula de escape para los deseos de una población que no se resignaba a la imposición de patrones culturales de una sociedad de corte puritano. De ese modo, Tijuana comenzó a tornarse en el lugar donde el placer era posible. Esto incluía todo tipo de placeres desde el consumo de alcohol y drogas, a las apuestas y los disfrutes eróticos basados en el floreciente negocio de la prostitución. Uno de los signos más palpables de esa transformación fue la construcción del casino de Agua Caliente. Todo un complejo turístico que incluía campos de golf, hotel, carreras de caballos, casino, etcétera. Durante la prohibición, Agua Caliente sería lugar de placer para reconocidas figuras del mundo hollywoodense. Agua Caliente se convirtió en la imagen característica de la ciudad y con esto se daría pie a la creación del mito de Tijuana como la Meca del placer, el vicio y la degradación. De ser representada con la metáfora de la Babilonia bíblica, Tijuana adquiriría significado propio pasando entonces a ser adjetivo, metáfora y mito. No es casual que existan un buen numero de poblados y ciudades tanto en México como en los Estados Unidos en los que las secciones, generalmente pobres, más distinguidas, caracterizadas por presencia de bandas o "gangas", por la venta de sustancias prohibidas, y temidas en general por ser lugares de residencia de gente que vive en los márgenes de la legalidad sean comúnmente conocidos como "Tijuanitas". El mito cobró carta de naturalidad e independientemente de lo que los tijuanenses piensen o crean de su ciudad, ésta es representada en el imaginario social como lugar de degradación social.

La irrupción del puritanismo cardenista en la segunda mitad de la década de los años treinta, decretó el cierre de instalaciones de apuestas y juegos de azar. Sin embargo, poco pudo hacer para evitar que Tijuana continuara de una u otra forma vinculada a la economía política del turismo y "el deseo"sobre todo del ávido público norteamericano.

La cuarta parte del libro da cuenta de cómo el mito reflejado en la literatura, que hace lo propio por alimentar al mito. Para el autor, la literatura en tanto producto social, ha hecho de Tijuana no sólo el escenario típico de historias sórdidas y relatos y tramas violentas, sino que ha usado a Tijuana como la encarnación del lugar maldito, como sinónimo del vicio y la degradación humana. Escritores estadounidenses como Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Henry Miller, latinoamericanos como Manuel Puig y Álvaro Mutis, o mexicanos como José Revueltas, Parménides García Saldaña y Sergio Pitol han mantenido esa constante en sus narrativas: Tijuana como escenario de degradación y como representación del lado oscuro de una sociedad que asocia los placeres con el crimen. De acuerdo con Félix Berúmen, la contribución literaria al mito, ha sido también alimentada por la obra de los escritores locales.

La quinta parte del estudio explora como otras formas de expresión artística y periodística han seguido los mismos derroteros cuando de Tijuana se trata. Desde el cine y la música popular (en especial los llamados narcocorridos), hasta los medios masivos de comunicación (la prensa escrita y la televisión). Posiblemente también podrían incluirse en el análisis de Félix Berúmen el papel del internet. Ese medio de difícil clasificación, pero indudable actualidad. En la que temas de narcotráfico y violencia son temas comunes, ya sea a través de la amplia difusión de películas de bajo presupuesto por medio de Youtube o, bien, a través de blogs y paginas personales, y desde luego esa peculiar forma de comunicación en redes basada en internet como Facebook y otros del estilo.

La sexta parte del texto es un intento por dar cuenta de cómo el mito de Tijuana, su representación simbólica en el imaginario social, lejos de ser estática, se encuentra sujeta a conflictos y tensiones con versiones distintas de la ciudad impulsadas por grupos diversos. Un ejemplo lo constituye la campaña por medio de la cual grupos empresariales locales hicieron presión para que los medios de comunicación masiva desistieran de identificar al grupo de narcotraficantes asociados al grupo de los hermanos Arellano Félix —cuyos líderes se encuentran en la lista de los criminales más buscados por la DEA, la agencia antidrogas de los Estados Unidos— como el "Cartel de Tijuana" y que en todo caso se refirieran a esa organización como el "Cartel de los Arellano-Félix".

La representación simbólica de Tijuana en el imaginario social como ciudad peligrosa, asociada al vicio y a los placeres reprobables se encuentra viva. Las ocasionales explosiones de violencia asociada a la actividad de grupos criminales y a sus ajustes de cuentas, el trasiego de inmigrantes que tratan de pasar al otro lado de la línea recurriendo a redes de traficantes —polleros o coyotes— de personas, el continuo uso de la ciudad como destino de turistas jóvenes norteamericanos en busca de un lugar donde pueden expresar y satisfacer sus ánimos lúdicos en fines de semana sin las restricciones de las leyes norteamericanas.

Félix Berúmen da cuenta puntual de cómo el mito tijuanense, la Babilonia de la frontera, está siempre sujeto a tensiones y conflicto. Conflicto en el que confluyen sectores sociales diversos, desde las cúpula empresariales vinculadas a la pujante economía manufacturera o maquiladora o a la industria turística y de bienes raíces, pero también grupos subalternos a los que pertenecen gente como el taxista que me condujo del aeropuerto al hotel en mi primera visita a Tijuana, e incluso grupos académicos e intelectuales reconocidos como Jorge A. Bustamante quien se queja expresando su incomodidad por la forma en como Tijuana es representada ya desde los Estados Unidos, ya desde otras partes de México, especialmente de la ciudad de México "donde algunos se imaginan la vida en Tijuana como dominada por las balas y la sangre de los que ahí mueren todos los días" (Reforma, 12 de octubre de 2011).

La construcción del mito de Tijuana, su origen histórico y la forma misma en que esa representación fue configurándose a lo largo del tiempo, cobra vigencia en el México de hoy en el que la violencia en las calles y los enfrentamientos entre bandas criminales y entre éstas y las fuerzas de seguridad del Estado, son parte de un discurso y de una representación interesada del país que se empeña en presentarlo como ingobernable y al borde del caos y, claro, necesitado del concurso más amplio de las llamadas fuerzas del orden tanto policíacas como militares. En todo caso, la solidificación de Tijuana como símbolo de degradación social se encuentra siempre en conflicto con otras representaciones, por más que éstas no sean hegemónicas (como la del taxista relatada en las primeras líneas de esta reseña) y sean formuladas —siguiendo a Michel de Certeau— desde los "poco visibles", pero efectivos espacios de la vida cotidiana.

Interesa subrayar que en 2004 el texto de Félix Berúmen se hizo merecedor a una mención honorífica como mejor libro en antropología e historia en el premio Antonio García Cubas, convocado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Interesa sobre todo porque el texto fue basado en la tesis de licenciatura del autor quien —conforme se indica en las solapas del libro— es cronista de la ciudad de Tijuana desde 2003. Hace tiempo que no se ven tesis de licenciatura de esta calidad.

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