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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.35 no.138 Zamora mar./may. 2014

 

Documento

 

Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir

 

Herón Pérez Martínez*

 

* El Colegio de Michoacán, Correo e: heron@colmich.edu.mx

 

Presentación

Este corto escrito de Lutero es conocido en el mundo de la teoría de la traducción con el título de "Carta del traductor". En alemán fue conocida familiarmente por su nombre corto: Sendbrief vom Dolmetschen. Es uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traducción junto con la matriz teórica tradicional que se hace arrancar de Cicerón sobre la traducción donde se enfrentan dos maneras de traducir: la traducción literal y la traducción según el sentido del texto. La historia de la teoría de la traducción se inclina por la traducción ad sensum, manera privilegiada por los más grandes traductores como el orador Marco Tulio Cicerón, por ejemplo, en su De óptimo genere oratorum,1 Quinto Horacio Flaco en su célebre Ars poética más conocida como Carta a los Pisones,2 San Jerónimo en la célebre Carta 57 a Pamaquio,3 el humanista valenciano Juan Luis Vives en el capítulo XII de su libro De ratione dicendi 4 y otros como el también biblista agustino fray Luis de León en su traducción del Cantar de los cantares.5

La Sendbrief fue enviada por Lutero el 12 de septiembre de 1530 desde la fortaleza de Koburg a su amigo Wenceslao Link, a la sazón predicador en Nürnberg; éste manda imprimir el escrito con un prólogo suyo, fechado precisamente en Nürnberg el 15 de septiembre de 1530, en el que, entre otras cosas, dice: "Mucho se ha hablado a últimas fechas sobre la traducción del Antiguo y Nuevo Testamento: los enemigos de la verdad, en concreto, pretenden hacer ver que el texto ha sido alterado e incluso falseado en muchos pasajes; ello ha causado temor a los muchos cristianos sencillos que no conocen el hebreo y el griego". La carta tenía, por tanto, la función de atenuar "la blasfemia de los impíos y hacer desaparecer los escrúpulos de las personas piadosas".

El punto de partida de la Carta del traductor fue la traducción del Nuevo Testamento hecha por Lutero. El proyecto de traducir el Nuevo Testamento, expresado el 18 de diciembre de 1521, era ya para marzo siguiente una realidad. En efecto, cuando el 6 de marzo de 1522 se presentó en Wittenberg, Lutero tenía ya traducido todo el Nuevo Testamento y se aprestaba a revisarlo en compañía de Felipe Melanchthon, gran helenista, como se sabe, e impulsor de la traducción según confiesa el propio Reformador: "Felipe Melanchthon me obligó a la traducción del Nuevo Testamento".6

El 30 de marzo de 1522 escribe a Spalatino:7

No solamente el evangelio de Juan, sino todo el Nuevo Testamento, lo traduje en mi Patmos; ahora Felipe y yo hemos empezado a limarlo. Y será, si Dios quiere, una obra digna. También necesitaremos de tu colaboración en el empleo ajustado de algunos vocablos; está, pues, apercibido; pero no nos suministres palabras castrenses o cortesanas, sino sencillas, pues la sencillez quiere brillar en este libro. Para principiar, mira si puedes comunicarnos, de la corte o de donde sea, los nombres, los colores y ojalá los aspectos de las piedras preciosas del Apocalipsis.8

Para mayo, completamente terminada la revisión, estaba listo el texto para entrar a las prensas de Melchor Lotther de las que el 21 de septiembre salieron unos 3,000 ejemplares bajo el nombre de Das Neue Testament Deuzsch, Wittenberg. La obra fue un éxito editorial rotundo: se agotaron enseguida y hubo que hacer inmediatamente una segunda edición que estuvo lista para diciembre de ese mismo 1522. Solamente en Wittenberg, la obra llevaba en 1537 —quince años después— nada menos que 16 ediciones. Según Villoslada

entre los méritos de esta versión está el no haber sido hecha, como era frecuente anteriormente, de la Vulgata latina, sino del original griego —por más que Lutero no fuese un gran helenista—, atendiendo al sentido más que a la letra; y en un lenguaje alemán tan vivo, tan natural, tan sabrosamente popular, que todos lo entendían y gustaban como si fuera un escrito originariamente germánico y no una traducción de lengua extraña.9

Lutero usa la palabra verdeutschen para designar su trabajo de traducir el Nuevo Testamento al alemán. Estrictamente hablando significaría "traducir al alemán". Sin embargo, en el léxico creado por Lutero significa, más bien, la traducción exacta hecha desde la singularidad y exigencias de la lengua alemana. En vez de los giros y expresiones típicas de los originales, Lutero busca las expresiones y giros propios del alemán: su preocupación es que el lenguaje usado en su traducción corresponda al lenguaje usado por el hablante de la lengua alemana, al hombre de la calle.

 

Los protagonistas de la Sendbrief

Entre los enemigos más encarnizados de Lutero hay que contar, desde luego, al duque Jorge de Sajonia (1471-1539). Educado muy religiosamente por el monje agustino Andrés Proles, recibió una esmerada formación científica pensando inicialmente en el estado eclesiástico. En todo caso, en plena crisis de la Reforma, Jorge de Sajonia fue tenido como un paladín del catolicismo al grado de merecer el encomio de Erasmo en una carta escrita el 31 de julio de 1520. Pues bien, Jorge de Sajonia, llamado por Lutero "mi más venenoso, amargo y orgulloso enemigo",10 es uno de los personajes centrales de la Sendbrief. Por lo pronto, no bien salió a la luz pública la traducción del Nuevo Testamento al alemán hecha por Lutero, Jorge de Sajonia se apresuró a prohibir en sus dominios, mediante decreto fechado en 1522, su compra o venta. Por lo demás, la larga y muy pintoresca historia del intercambio de insultos entre el duque y Lutero, aunque ilustrativa y divertida, es harina de otro costal.

Otro protagonista importante de la Sendbrief fue Jerónimo Emser (1478-1527) llamado por Lutero ya en 1519 "el cabrón de Leipzig" —a causa de su escudo heráldico en que figuraba un Bock o cabrón—, viejo rival del Reformador y durante algún tiempo secretario del duque Jorge. Resulta, en efecto, que Emser la emprendió contra la traducción de Lutero: un análisis suyo habría, según dijo, topado con centenares de errores, inexactitudes y falsedades: 1400, en total. El problema estuvo en que Emser, como el mismo Lutero señala en la Sendbrief, no tuvo ningún escrúpulo en apropiarse la traducción de Lutero, plagiándola casi en su totalidad y publicándola como suya con todas las recomendaciones, elogios y bendiciones del caso. Todo esto último corrió a cargo, nuevamente, del duque Jorge de Sajonia. Los otros protagonistas son Lutero, desde luego, Melanchthon —ya mencionado—, Mateo Goldhahn, el famoso "Aurogalo" (1490-1543), hebraísta de la Universidad de Wittenberg. Los dos juanes, Cocleo y Fabro, sus adversarios del bando del catolicismo, son mencionados más adelante en el pasaje de la Sendbrief donde Lutero hace referencia a ellos.

 

La circunstancia de la Sendbrief

En septiembre de 1530 encontramos aún a Lutero confinado contra su voluntad en la fortaleza de Coburgo, su "eremo". Los aires que la Reforma ha volcado sobre Alemania se han vuelto muy inseguros para el exagustino: su retiro en Coburgo es, por tanto, una medida de seguridad. Mientras, de junio a noviembre de ese mismo 1530, tiene lugar la dieta de Augsburgo: sus teólogos con Felipe Melanchthon a la cabeza, por un lado, el emperador a Carlos V al frente de los teólogos católicos, por el otro. El 25 de junio, en efecto, Melanchthon lee, como ya se dijo, la "Confesión de Augsburgo".11

 

La justificación por la fe

Como ya se sabe, la discusión que suscita la traducción hecha por Lutero de Rom 3,28, se debe precisamente a la importancia que la doctrina resultante de la traducción tiene para las pretensiones de la Reforma; la Sendbrief no habla de traducción a secas, sino que habla de traducción en la medida en que este texto se refiere al tema central de la Reforma: la justificación por la fe. Si, en efecto, un individuo, para salvarse según las creencias cristianas, lo único que tiene que hacer es creer en Cristo, todo el aparato eclesiástico, empezando por el papa y todo su boato, sale sobrando. En eso consiste la Reforma: no es necesaria ningún tipo de mediación entre un individuo y Dios. A todo mundo le basta sólo su fe. Es, por tanto, la reivindicación del individuo con todas las importantes consecuencias que ello tuvo: individualismo en todos los sectores de la actividad humana, el surgimiento de las ideas democratistas, el desarrollo de la inducción como método del conocimiento —la verdad ya no viene de arriba (como en la deducción base de la escolástica) sino que hay construirla pacientemente, desde "abajo"—. Es impresionante, por lo demás, la capacidad didáctica que Lutero muestra en la Sendbrief al exponer y fundar su doctrina de la justificación por la sola fe, sin las obras. El Reformador, en efecto, justifica su traducción tanto con razones lingüísticas como con razones teológicas.

El concilio de Trento, décimoctavo concilio ecuménico de la Iglesia católica, celebrado en Trento entre 1545 y 1563 fue convocado principalmente para enfrentar las nuevas situaciones traídas a colación por el protestantismo. En relación con el tema de la justificación, el concilio le dedicó la sesión vi que dio comienzo el lunes 21 de junio de 154612 bajo la presidencia del cardenal Marcel Cervino. La tercera de las cuestiones repartidas entre los asesores decía: "¿Cómo hay que entender la frase iustificari hominem per fidem?".13 Los miembros del concilio, a la pregunta sobre "el papel que juegan las obras en la justificación", responden así: "Con respecto a la primera justificación, las buenas obras precedentes son sólo una preparación y una disposición para la fe y para la gracia en vistas a la fe: éste es el sentido que tiene la afirmación de que el hombre se justifica por la fe sin las obras".

 

La teoría de la traducción en Lutero

Las razones que Lutero esgrime para defender su traducción son de dos clases: lingüísticas y teológicas. Nos referiremos sólo a las primeras. La referencia a las segundas tiene, sin embargo, para la traducción, la importante función de reafirmar la vieja teoría del texto según la cual los textos constan de res et verba: la Sendbrief ofrece argumentos tomados de ambos componentes. Ésta es, desde luego, la primera y muy importante enseñanza de la Sendbrief: para traducir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto. Esta es una novedad en el contexto de la teoría de la traducción. Como bien se sabe, la tradición conocida sobre el arte de traducir enfatiza en Cicerón y en Jerónimo —sus más importantes representantes— la atención a criterios formales para verificar una traducción.

La segunda enseñanza de la Sendbrief para el traductor está expresada por estas palabras de Lutero:

Al traducir, me propuse hacerlo en un alemán puro y claro [...] Es cierto, no están físicamente esas cuatro letras, sola [...] No ven que a pesar de todo el sentido del texto va hacia allá. Hay que ponerlas si se quiere traducir a un alemán pleno y vigoroso. [...] En mi traducción me propuse hablar alemán y no latín o griego. [...] Pues bien, es propio del genio de nuestra lengua [alemana] emplear, al lado de las palabras nicht [no] o kein [nada de, ningún], la palabra allein cuando se está hablando de dos cosas de las cuales una es afirmativa y la otra negativa. [...] Si bien, en ese tipo de expresiones, no sucede lo mismo en las lenguas latina y griega, sí es característico del alemán insertar la palabra allein para que las palabras nicht o kein sean más plenas y claras. [Por tanto, quien quiera traducir bien debe preguntar a la lengua a la que traduce cómo se dicen las cosas. Quien quiera traducir bien al alemán, dice Lutero, debe] dirigirse al ama de casa, a los niños de la calle, al hombre común, debe verles el hocico para ver como hablan; y de acuerdo con ello hay que traducir. De esta manera entenderán y notarán que se les está hablando en alemán [... ]

Es la teoría española del "genio de la lengua" tan bien defendida por fray Luis de León:

hacer que [las figuras del original y su donaire] hablen en castellano y no como extranjeras y advenedizas, sino como parecidas en él y naturales.14

La tercera enseñanza está implícita en lo anterior: en el proceso de traducción hay unas cosas más importantes que otras. La más importante de todas es el sentido del texto. Lutero lo llama die Meinung des textes, lo que el texto quiere decir sin importar las palabras que para ello use.

Desde luego la enseñanza central de la Sendbrief está en la línea más tradicional y más prestigiada de la teoría de la traducción: no hay que traducir palabra por palabra. Toda la carta, se podría decir, es una apología a este principio que en las palabras bien dichas de Horacio sonara así: non verbum verbo curabis reddere fidus interpres. Con él, Cicerón (In quibus non pro verbo verbum necesse habui reddere, sed genus omnium verborum vimque servavi), Jerónimo (Ego enim non solum fateor, sed libera voce profiteor me [...] non verbum e verbo sed sensum exprimere de sensu), los traductores árabes de la Edad Media, Erasmo y Vives, entre muchos otros, defienden este principio tan férreamente como Lutero. En concreto, lo que el Reformador plantea es que para poder ser fiel al sentido del texto original hay que ser fiel al genio de la lengua a la que se traduce. Ambas cosas son inseparables. Empero las palabras del texto que se traduce son siempre el único punto obligado de referencia que debe tener el traductor.15

 

La estructura de la Sendbrief

Este pequeño escrito está muy bien estructurado. El primer elemento estructurante son las dos preguntas que lo ocasionan: por qué Lutero puso la palabra sola en su traducción de Rom 3,28; y si es cierto que los santos fallecidos pueden intervenir por nosotros. La Sendbrief, por tanto, tiene dos partes bien definidas de las cuales, empero, la primera ocupa la mayor parte: la segunda es insignificante comparada con ella. El escrito empieza con una introducción de tipo epistolar dedicada principalmente a los saludos iniciales y a una brevísima recapitulación de las materias de la carta. La primera parte está muy bien marcada por una clara frase introductoria —"por lo que hace a la primera pregunta"— y se cierra con esta cláusula: "lo que queda por decir quiero decirlo, si Dios me lo permite, en un pequeño libro sobre la justificación". Esta primera parte tiene, a su vez, dos secciones igualmente muy bien marcadas. La primera de ellas es una invectiva polémica contra los "papistas" que empieza con estas palabras: "por lo que hace a la primera pregunta podrían ustedes, si es que quieren hacerlo, contestar a sus papistas en mi nombre de la siguiente manera". La segunda sección de esta primera parte consiste en una respuesta en serio "a ustedes y a los nuestros"; empieza así: "a ustedes, sin embargo, y a los nuestros quiero decirles por qué yo he decidido emplear la palabra sola (allein)...". Esta sección consta, a su vez, de dos subsecciones: en la primera de ellas Lutero fundamenta su traducción con argumentos lingüísticos; en la segunda lo hace con razones sacadas de la teología.

Lo que sigue se refiere a la segunda cuestión que empieza con un explícito "vayamos a la segunda pregunta"; sus consideraciones se centran en la tesis de que el culto a los santos es inaceptable porque desvía del culto a Cristo y son cortadas bruscamente con la frase: "baste por esta vez; ya se ha dicho suficiente sobre la pregunta. En otra ocasión diremos más sobre el tema". Concluye el texto con una breve despedida de tipo epistolar.

La estructura de la carta sería, pues, la siguiente:

a) Saludos iniciales y recapitulación del asunto: estilo epistolar.

Sección I: Invectiva polémica contra los "papistas"

b) Primera parte

Subsección I: razones lingüísticas de la traducción Sección II:

Subsección II: razones teológicas de la traducción

c) Segunda parte: las razones para el culto a los santos

d) Despedida epistolar

 

Documento

Al sabio y honorable N.16
Mi muy benévolo señor y amigo.
¡Gracia y paz en Cristo!17

Honorable, sabio, querido señor y amigo,

He recibido la carta de ustedes en la que me plantean dos problemas o preguntas, y piden mi opinión sobre dos tipos de cosas. Me preguntan ustedes, en primer lugar, por qué yo traduje las palabras de San Pablo en el tercer capítulo18 de la carta a los Romanos "arbitramur hominem iustifcari exfide absque operibus" así: Wir halten dafür, dass der Mensch gerecht werde ohne des Gesetzes Werke, allein durch den Glauben ["sostenemos que el hombre se vuelve justo por la fe sola, sin las obras de la ley"]. Me informan ustedes que los papistas andan muy furiosos, sin razón, alegando que en el texto de Pablo no está la palabra "allein" [sola], que esta añadidura mía, tratándose de la palabra de Dios, es imperdonable, etc. La segunda pregunta consiste en si también los santos fallecidos rezan por nosotros dado que leemos que los ángeles rezan por nosotros, etc. 19

Por lo que hace a la primera pregunta, podrían ustedes, si es que quieren hacerlo, contestar a sus papistas en mi nombre de la siguiente manera.

En primer lugar, si yo, el doctor Lutero, hubiera podido esperar que, el montón de papistas estaba en condiciones de, entre todos, traducir correctamente y bien al alemán aunque fuera un capítulo de la Biblia, ciertamente me hubiera humillado y les hubiera pedido su ayuda y asesoría para traducir el Nuevo Testamento. Pero como yo ya sabía —y ahora lo tengo claramente ante mis ojos— que ninguno de ellos sabe cómo se debe traducir o hablar alemán, me evité y les evité esa molestia. Se nota muy bien que, con mi traducción y con mi alemán, apenas están aprendiendo a hablar y escribir alemán. De manera que no sólo me roban mi lengua —de la que sabían muy poco antes de esto— sino que, en vez de darme las gracias, se complacen en usarla en mi contra. Yo, por mi parte, se los tolero de buena gana; me halaga sobremanera el haber enseñado a hablar a mis malagradecidos alumnos, además de enemigos.

En segundo lugar, pueden ustedes decir a los papistas que yo he traducido el Nuevo Testamento lo mejor y más concienzudamente que he podido. Además, a nadie he obligado a leerlo; mi intención más bien ha sido traducirlo y, con gusto, ponerlo a disposición de quienes, por sí mismos, no lo pueden hacer algo mejor. Pues a nadie se le prohibe hacer otra traducción mejor. Quien no quiera leerlo, que no lo lea: ni le voy a suplicar que lo haga, ni le voy a echar flores por ello.

Es mi Nuevo Testamento y mi traducción, y míos seguirán siendo. Y aunque contuviera algún error —ciertamente no tengo conciencia de ello, y tengan por seguro que al traducir no he falseado, a sabiendas, ni una sola letra— de ninguna manera estoy dispuesto a tolerar que los papistas se erijan en jueces del asunto: por ahora, tienen las orejas demasiado largas y sus rebuznos20 son muy débiles como para juzgar mi traducción. Yo sé muy bien la capacidad, dedicación, sentido común e inteligencia que debe tener un buen traductor; ellos, en cambio, saben de ésto menos que un burro de molino, dado que nunca han ni siquiera intentado traducir.

Hay un dicho que dice que "quien edifica a la vera del camino, muchos maestros tiene". Eso me pasa a mí. Individuos que no son capaces ni de hablar correctamente —no digamos de traducir— se han convertido de buenas a primeras en mis maestros y yo, a mi vez, tengo que ser discípulo de todo mundo. Si me viera en la necesidad de preguntarles cómo traducirían ellos las dos primeras palabras del evangelio de Mateo (1,1) Liber generationis,21 ninguno sería capaz ni de decir "cua-cuá". ¡Éstos son los distinguidos colegas que pretenden juzgarme a mi y toda mi obra! Lo mismo le pasó a san Jerónimo cuando tradujo la Biblia: todo mundo quería ser su maestro. El era el único que no sabía; se pusieron a criticarle al buen hombre su obra gente que no hubieran servido ni para limpiarle los zapatos. Por eso quien quiera hacer algo bueno que sea de interés público, debe armarse de aguante. Pues todo mundo quiere ser maestro perspicaz, pese a que no es capaz de hacer nada por sí mismo y siempre anda embridando el caballo por la cola. Ésta es su calaña y no puede apartarse de ella ni un ápice.

¡Me encantaría ver cómo se las arregla un papista para traducir una carta de Pablo o el libro de algún profeta sin echar mano del alemán y de la traducción de Lutero! Serían dignos de verse el fino, hermoso y excelente alemán o la traducción que resultaría. Ya hemos visto, en efecto, cómo ese sureño de Dresden ha corregido mi Nuevo Testamento.22 Me hice el propósito de no volver a mencionar su nombre en mis libros; ya ha encontrado su juez23 además de ser muy conocido. Pese a reconocer que mi alemán era dulce y bueno, y no obstante que se dio perfecta cuenta de que no podía mejorarlo, quiso ridiculizar mi Nuevo Testamento antes de apropiárselo casi palabra por palabra, tal cual yo lo había hecho: quitó mi prólogo, mis notas y mi nombre, y en vez de ello puso su nombre, su prólogo y sus notas, y se puso a vender mi Nuevo Testamento, a su nombre. ¡Ah, queridos hijos, cómo me pudo que el príncipe de ese territorio24 en su horrible prólogo haya condenado y prohibido leer el Nuevo Testamento de Lutero a la par que mandaba leer el Nuevo Testamento del sureño que es, ni más ni menos, el mismo que Lutero hizo!

Y para que nadie vaya a pensar que estoy mintiendo, toma ambos textos —el Nuevo Testamento de Lutero y el Nuevo Testamento del sureño— y compáralos y podrás darte cuenta quien de los dos es el traductor. Pues lo que él cambió o remendó en algunos pocos lugares —si bien no me gusta todo— podría yo darlo por válido en la medida en que toca el texto. Por ello no he querido escribir nunca en su contra. Me he contentado con reírme de la gran sapiencia que tan horrorosamente ha calumniado, maldito y prohibido mi Nuevo Testamento mientras apareció a mi nombre, en tanto que ha ordenado leerlo no bien apareció a nombre de otro.

Esa es sagacidad de verdad: calumniar y difamar el libro de otro para luego robárselo y publicarlo a nombre propio, buscando para sí, con el vituperado trabajo ajeno, la alabanza y la gloria. Que cada quien juzgue por sí mismo. A mi me basta y estoy contento con que mi trabajo —como el mismo san Pablo se gloriaba—25 sea requerido hasta por mis enemigos y que el libro de Lutero sin el nombre de Lutero, haya de leerse aunque sea con el nombre de sus enemigos. ¿Qué mejor podría ser mi venganza?

Viniendo de nuevo al asunto: si su papista insiste en acalorarse sin necesidad a causa de la palabra sola ("allein") díganle, sin más: —el doctor Lutero así lo quiere y declara que papista y burro es lo mismo. Sic volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas ("así lo quiero, así lo mando, mi voluntad es la única razón").26

Porque nosotros no queremos ser alumnos ni discípulos de los papistas, sino sus maestros y jueces, queremos también hacerle también un poco al necio y jactarnos ante esos cabezas de burro, y como Pablo se ufana ante sus santos locos, así yo quiero gloriarme contra éstos mis cabezas de burro. ¿Son ellos doctores? Yo también. ¿Son sabios? Yo también. ¿Son predicadores? También yo. ¿Son teólogos? Yo también. ¿Saben disputar? También yo. ¿Son filósofos? Yo también lo soy. ¿Son dialécticos? También yo. ¿Son profesores? Yo también. ¿Escriben libros? Yo también.

Y quiero llevar mi jactancia más allá: yo puedo explicar los salmos y los profetas; ellos no pueden. Yo puedo traducir; ellos no. Yo puedo leer la Sagrada Escritura; ellos no. Yo puedo orar; ellos no. Y bajando a otro plano: yo entiendo su dialéctica y su filosofía mejor que ellos mismos, todos juntos. Yo sé muy bien, además, que ninguno de ellos entiende su Aristóteles. Que me cuelguen si hay entre ellos uno que sea capaz de entender correctamente aunque sea un prólogo o un capítulo de Aristóteles. Y no vayan a creer que exagero; pues desde mi juventud yo aprendí y fui educado en su ciencia de manera que conozco muy bien su amplitud y profundidad. Ellos saben muy bien, además, que yo sé y puedo hacer todo lo que ellos pueden hacer.27

A pesar de ello, estos infelices me tratan como si yo fuera un novato en su ciencia recién llegado esta mañana que nunca ha visto ni oído lo que ellos enseñan o son capaces de hacer. Por ello, se jactan en grande de su ciencia y me quieren enseñar algo en lo que yo gasté las suelas de mis zapatos hace veinte años; así pues, sobre sus berridos y lloriqueos no me queda más que cantar con aquella prostituta: "desde hace siete años sé lo que son las herraduras".

Ésta es la respuesta a la primera pregunta. Yo les ruego que a los lloriqueos inútiles de esos burros sobre la palabra sola ("allein") respondan sólo ésto: Lutero que es más doctor que todos los doctores del papado así lo tiene establecido, y así debe quedar. Yo quiero, en lo futuro, simplemente despreciar y tratar despectivamente a esa gente (quise decir burros); pues, entre ellos, hay babosos tales que ni siquiera han llegado a aprender su propia ciencia, la de los sofistas, como el doctor Herrero (Schmied),28 el doctor Cucharamocosa (Rotzlöffel)29 y similares. Después se lanzan contra mí en cosas como estas que, ya lo dice san Pablo, están por encima de toda mundana sabiduría y de toda razón. En verdad no tiene que rebuznar mucho un burro para que se le descubra, se le puede identificar también por las orejas.

A ustedes, sin embargo, y a los nuestros quiero decirles por qué yo he querido emplear la palabra sola ("allein") [...] 30 Al traducir, me propuse hacerlo en un alemán puro y claro. Muy frecuentemente, nos ha sucedido tener que investigar y entretenernos con una sola palabra durante dos, tres y hasta cuatro semanas, sin dar con ella. El libro de Job nos dio tanto trabajo que nos llegó a suceder al maestro Felipe,31 a Aurogalo32 y a mí, avanzar apenas tres líneas en cuatro días.

Ahora, querido amigo, allí está traducido y listo; cualquiera puede leerlo y criticarlo. Y es posible ahora, también para cualquiera, recorrer con los ojos más de tres o cuatro páginas sin tropezar ni una sola vez, y sin percatarse de las piedras y troncones que subyacen donde él ahora transita como sobre una tabla bien pulida, en que hemos tenido que sudar y acongojarnos antes de limpiar el camino de esas piedras y troncones para que se pueda transitar por él con tanta suavidad. Da gusto arar cuando el campo ha sido limpiado de antemano; pero nadie quiere desmontar troncones y preparar tierras de cultivo en el monte. Nadie te lo agradecerá. Como nadie da gracias a Dios por el sol, el cielo y la tierra, y ni siquiera por la muerte de su propio hijo. El mundo es del diablo y así seguirá porque no quiere que las cosas sean de otro modo.

Ya sabía yo muy bien, pues, que la palabra "allein' no está ni en el texto latino ni en el texto griego (de Rom 3,28); no tenían que venir a enseñarme eso los papistas. Es cierto, no están físicamente esas cuatro letras, sola, que los cabeza de burro contemplan como vaca a portón nuevo. Ellos no ven empero, que a pesar de todo el sentido del texto33 va hacia allá. Hay que ponerlas si se quiere traducir a un alemán pleno y vigoroso. Mi propósito era hablar alemán y no latín o griego, puesto que me propuse traducir al alemán.

Pues bien, es propio del genio de nuestra lengua emplear, al lado de las palabras nicht ["no"] o kein ["nada de", "ningún"], la palabra allein cuando se está hablando de dos cosas de las cuales una es afirmativa y la otra negativa.34 Por ejemplo: Der Bauer bringt allein Corn und kein Geld ["el campesino lleva solamente trigo y nada de dinero"]; Nein, ich habe wahrlich jetz nicht Geld, sondern allein Korn ["No, realmente no traigo ahora dinero, sino sólo trigo"]; ["Ich habe allein gegessen und noch nicht getrunken [ Sólo he comido y no he aún bebido"]; Hast du allein geschrieben und es noch nicht durchgelesen? ["¿solamente has escrito y no has aún leído aún?"]. Y como ésas, numerosas expresiones de uso cotidiano.

Si bien, en ese tipo de expresiones, no sucede lo mismo en las lenguas latina y griega, sí es característico del alemán insertar la palabra allein para que las palabras nicht o kein sean más plenas y claras. Porque, si bien es cierto que yo puedo decir también Der Bauer bringt Corn und kein Geld, la expresión kein Geld no suena, de esta manera, tan clara y plena como cuando digo Der Bauer bringt allein Corn und kein Geld, en donde la palabra allein apoya a la palabra kein, de suerte que el discurso se vuelve pleno y claro: alemán. No hay que andar a la caza de las letras del texto latino cuando se trata de hablar alemán —así lo hacen esos burros—; hay que preguntarles y verles el hocico—más bien— al ama de casa, a los niños de la calle, al hombre común, para ver como hablan; y de acuerdo con ello hay que traducir. De esta manera entenderán y notarán que se les está hablando en alemán.

Así, por ejemplo, si hubiera que seguir a esos burros, cuando Cristo dice (Mt 12,34) ex abundantia cordis os loquitur, habría que traducir: Aus dem Überfluss des Herzens redet der Mund ["de la abundancia del corazón habla la boca"]. Pero, dime, ¿es eso alemán?, ¿Qué alemán lo entendería? ¿Qué cosa es eso de Überfluss des Herzens ["abundancia del corazón"] ? Ningún alemán diría eso a no ser que quisiera referirse a alguien que tiene el corazón excesivamente grande o que tiene mucho corazón; aunque tampoco eso es correcto. Pues Überfluss des Herzens no es alemán; es tan alemán como decir Überfluss des Hauses ["abundancia de la casa"], Überfluss des Kachelofens ["abundancia de la estufa"], Überfluss der Bank ["abundancia del banco"]. En cambio, la madre en la casa y el hombre común prefieren decir: Wes das Herz voll ist, desgeht der Mund über ["cuando el corazón está repleto, se desborda por la boca"]. A eso se le llama hablar bien alemán y esa ha sido mi preocupación pese a que, por desgracia, no siempre lo haya logrado ni siempre haya dado con la frase exacta, pues las letras del latín son un obstáculo infranqueable para hablar correctamente un alemán de buena calidad.

Igualmente, cuando el traidor Judas dice, según Mateo (26,8), ¿ Ut quid perditio haec? y, según Marcos (14,4), ¿Ut quid perditio ista unguenti facta est? Si hiciéramos caso a esos burros chupaletras habría que traducir Warum ist diese Verlierung der Salbe geschehen? ["¿por qué este desperdicio de ungüento?"]; pero entonces ¿qué clase de alemán resultaría? ¿Qué hablante del alemán dice Verlierung der Salbe ist geschehen? Y aunque quizás hubiera alguno que llegara a entender la frase tal como está (pese a ser oscura y confusa), pensaría, sin duda, que el ungüento se había perdido y que, en consecuencia, era preciso ponerse a buscarlo. Si eso es un buen alemán, ¿por qué no se lucen haciéndonos un bonito Nuevo Testamento en alemán y dejan en paz el de Lutero? De verdad, creo que ya es hora de que nos hagan una demostración de su capacidad.

Y, sin embargo, eso no es alemán: un alemán diría la frase ut quid etc. así: Was soll doch diese Vergeudung? ["¿Qué despilfarro es ése?"] o bien Was soll doch dieser Schaden? ["¿a qué viene ese daño?"] o Nein, es ist Schade um die Salbe ["¡No!, ¡lástima del ungüento!"], entonces ese sí que es buen alemán. Se entiende, entonces, que Magdalena al derramar el ungüento actuó con ligereza y provocó un daño. Esa era la opinión de Judas: estaba convencido, en efecto, de que él le habría dado un mejor destino al ungüento.

Lo mismo sucede en el pasaje de Luc 1, 28 donde el ángel al saludar a María le dice: Gegrüsset seist du, Maria voll Gnaden, der Herr sei mit dir! ["¡te saludo, María, llena de gracia, que el Señor esté contigo!"]. Así, en efecto, ha llegado hasta nosotros esta alemanización de las letras latinas. Díganme si esto es buen alemán. ¿En dónde se ha oído que un alemán diga Du bist voll Gnaden? ["tú estás llena de gracia"]. En efecto, ¿qué alemán entiende lo que se está diciendo con ello? Se piensa, enseguida, en un barril "lleno" de cerveza, o en una talega "llena" de dinero. Por este motivo, he preferido traducir Du holdselige ["afortunada tú,"]; de esta manera puede un alemán entender mucho mejor lo que el ángel quiso decir con su saludo. Pero de eso se agarran los papistas para revolverse contra mí, frenéticos, diciendo que he corrompido el saludo del ángel. Y eso que aún no he empleado el mejor alemán, porque de haberlo hecho hubiera tenido que traducir Gott grüsse dich, du liebe Maria ["Dios te saluda, querida María"] —eso es, en efecto, lo que el ángel quiere decir y lo que hubiera tenido que decir, de haberla saludado en alemán—. Pero entonces, yo creo que en un arranque de veneración hacia la querida María los papistas se hubieran colgado por haber reducido yo a la nada el saludo del ángel.

Esto supuesto, me gustaría preguntarles si aún se encrespan y rabian. Así como no quiero impedirles que traduzcan lo que les dé su gana, tampoco quiero traducir a voluntad de ellos sino como a mí se me antoje. Al que no le guste, simplemente déjeme en paz y guárdese su crítica escuelera para sí: no me interesa ni verla ni oírla. No deben sentirse responsables de mi traducción ni tienen que rendir cuentas de ella. Fíjate bien: yo quiero decir Du holdselige Maria ["afortunada tú, María"], du liebe María ["tú, querida María"]; deja que ellos sigan diciendo Du voll-Gnaden-Maria ["tu, la llena de gracia, María"]. El que sabe alemán, sabe muy bien la exquisita cordialidad que encierran expresiones como die liebe Maria ["la querida María"], der liebe Gott ["el querido Dios"], der liebe Kaiser ["el querido emperador"], der liebe Fürst ["el amado príncipe"], die liebe Mann ["el hombre amado"], das liebe Kind ["el hijo amado"]. Yo no sé si, como sucede en alemán, también en latín o en otras lenguas la palabra liebe sea capaz de expresar tanta cordialidad y perfección que penetra y retintinea en el corazón por todos los sentidos.

Pues yo pienso que san Lucas —haciendo gala del dominio que tenía tanto de la lengua hebrea como de la griega— quiso traducir con precisión y claridad la palabra hebrea usada por el ángel, mediante el vocablo griego kejaritoméne. Pienso también que el ángel Gabriel habló con María usando los mismos términos que usó con Daniel cuando lo llamó jamudoth e ish jamudoth, vir desideriorum [según la Vulgata]; es decir: "querido Daniel" [Du lieber Daniel ]. Esa es, en efecto, la manera de hablar de Gabriel que encontramos en el libro de Daniel. Si, pues, hubiera querido traducir apegándome a la letra según quieren esos burros, tenía que haber dicho: "Daniel, hombre de los deseos" [Daniel, du Mann der Begehrungen]; o bien "Daniel, hombre de los antojos" [Daniel, du Mann der Lüste]. ¡Bonito alemán sería ése! Un hablante alemán percibiría, desde luego, que Mann, Lüste o Begehrungen son palabras alemanas (no se trata, por cierto, de palabras traducidas con mucha propiedad al alemán; quedarían mucho mejor las palabras Lust y Begier); mas cuando están unidas entre sí en expresiones como "hombre de los deseos" [Du Mann der Begehrungen], entonces ningún alemán entiende lo que con ello se quiere decir; puede pensar tal vez que Daniel está quizás retacado de malos deseos. ¡Eso sí que se llama traducir en fino alemán!

Por esa razón hay que dejar de lado las letras e investigar cómo expresaría el hablante alemán lo que el hablante hebreo quiere decir con ish jamudoth. Encuentro, entonces, que un hablante alemán diría así: "querido Daniel" [Du lieber Daniel], "querida María" [Du lieber María] o bien "muchacha guapa" [du holdselige Maid], "linda doncella" [du feineJungfrau], "dulce mujer" [du zartes Weib], etc. El que quiera ser traductor, en efecto, debe tener un gran acervo de palabras del que pueda disponer en caso de que alguna no encaje en todos los pasajes.

¿Qué cosa de importancia me quedaría por decir sobre la traducción? Si tuviera que explicar los motivos y fundamentos de cada una de mis palabras, tendría que pasarme un año escribiendo sobre el asunto. Sé muy bien por experiencia el trabajo que cuesta y el arte que se requiere para traducir. Por eso no soporto que los burros papistas, esas mulas, [que ciertamente no han hecho aún el más mínimo intento de traducir] se erijan en jueces o censores míos. El que no guste de mi traducción, quítele los dedos de encima; el diablo agradecerá a quienes no pudiendo soportarla, se ponen a criticarla a mis espaldas. Yo soy el único que puede hacerlo; los demás, dejen en paz mi traducción y haga cada quien para sí lo que le plazca, y que le aproveche.

Puedo afirmar en conciencia que he puesto mi mayor celo y diligencia en todo esto, y que nunca he actuado de mala fe. Pues no he recibido ni un centavo, nada he pretendido y nada he ganado con mi traducción. Tampoco lo he hecho pensando en mi honra; Dios, mi Señor lo sabe muy bien. Lo he hecho como un servicio a los queridos cristianos y para honor de uno que sentado desde las alturas me colma de tantos bienes a cada instante, que hubiera traducido mil veces con la misma diligencia, no habría ganado con ello ni una hora de vida ni la salud de uno solo de mis ojos. Todo lo que soy y todo lo que tengo es obra de su gracia y misericordia. En efecto, todo es mérito de su preciosa sangre y de su sudor amargo; pues todo debe servir a su gloria, con alegría y de corazón. Que sigan con sus calumnias los sudistas y burros papistas con tal que reciba los elogios de los auténticos cristianos junto con Cristo su Señor. Yo me doy por muy bien pagado con un solo cristiano que me reconozca como un fiel trabajador. No les pido nada a los burros papistas; no son dignos de reconocer mi trabajo; y en el fondo de mi corazón sufriría si ellos me alabaran. Sus calumnias son mi mayor gloria y honor. Yo quiero ser doctor, un modelo de doctor; y sin embargo ellos no estarán dispuestos a aceptarme con ese nombre hasta el día del juicio. Lo sé con exactitud.

Por otro lado, desde luego, he tenido buen cuidado de no alejarme arbitrariamente de la letra del texto. Al contrario, tanto mis colaboradores como yo hemos tenido un gran cuidado en ello; de tal manera me he mantenido apegado a la letra, —y quizás haya sucedido eso precisamente en algún pasaje— que no he podido apartarme del texto con una traducción suficientemente libre. Por ejemplo en Juan 6,27, donde Cristo dice: "a él Dios Padre lo ha sellado" [Diesen hat Gott der Vater versiegelt]; hubiera estado mejor dicho en alemán de esta otra manera: Diesen hat Gott der Vater gezeignet ["a él, lo ha señalado Dios Padre"]; o bien: Diesen meint Got del Vater ["a él se refiere Dios Padre"]. Empero, yo he preferido transgredir el alemán antes que apartarme del texto. ¡No, si traducir no es un arte que cualquiera pueda practicar como creen esos benditos imbéciles! Hay que tener un corazón recto, piadoso, fiel, diligente, temeroso de Dios, cristiano, docto, experimentado y avezado. Por eso creo que ningún seudocristiano y ningún sectario puede traducir con fidelidad. Eso se puede ver claramente en la traducción de los libros proféticos aparecida en Worms: hecha verdaderamente con mucho cuidado, es análoga y se ha acercado mucho a mi traducción; pero hubo judíos de por medio que no estaban dispuestos a rendir homenaje a Cristo. Por lo demás, en cuanto a saber y diligencia no le ha faltado nada a esa traducción. Eso por lo que se refiere a traducir y al genio o manera peculiar que cada lengua tiene de decir las cosas.35

Sin embargo, cuando yo puse la palabra allein en Rom 3,28, no me atuve sólo, ni me encadené al genio de las lenguas; lo requerían y exigían con fuerza tanto el texto como el pensamiento del mismo san Pablo. Allí se trata en efecto del pasaje más importante de la doctrina cristiana; la doctrina, en efecto, de que somos justificados por la fe en Cristo sin ninguna obra de la ley. De esta manera distingue él de manera tan plena lo que son las obras, que llega hasta a decir que las obras de la ley —¡ y eso que se trata de la ley y palabra de Dios !— no ayudan para la justificación. Pone como ejemplo el caso de Abraham que de tal manera fue justificado absolutamente sin el concurso de las obras de la ley, ni siquiera la circuncisión, que aunque la más excelsa de sus obras —entonces nueva pero que luego Dios mismo pediría colocándola por encima de todas las demás leyes y obras—, nada contribuyó a su justificación. Antes bien, sin la circuncisión y sin ninguna de las obras de la ley, Abraham fue justificado por la fe. De manera que san Pablo puede decir en Rom 4,2: "si Abraham fue justificado por sus obras, tiene de qué jactarse. Sí, pero ante Dios no hubo tal". Si de manera tan absoluta se excluyen toda clase de obras, quiere decir que sólo la fe justifica. Y quienquiera hablar claramente y con palabras escuetas de esa exclusión de las obras, tiene que decir: "es sólo [allein] la fe y no las obras la que nos hace justos". A eso conducen tanto el asunto en sí mismo como las exigencias propias del alemán.

Está bien, dicen los papistas, pero eso suena escandaloso, y la gente podría desprender de ello que no tiene necesidad de hacer obras buenas. Amigo mío, ¿qué decir a esto? ¿No es, desde luego, mucho más escandaloso que el mismo san Pablo no diga "la fe sola" sino que de una manera mucho más burda se desboque y descubra el fondo del barril cuando dice "sin las obras de la ley" —por ejemplo en Gal 2,16 donde dice "no por las obras de la ley"— y en expresiones parecidas de otros pasajes. Pues la expresión "la fe sola" podría todavía explicarse de alguna manera; pero la expresión "sin las obras de la ley" es tan burda, escandalosa y vergonzosa que no se puede componer con ninguna explicación. Con cuánta mayor razón podría la gente desprender de aquí que no tiene por qué hacer obras buenas cuando oyen que se les predica con las tan áridas palabras sobre las obras, recién mencionadas: "ningunas obras", "sin obras", "no mediante las obras". Si, pues, no es escandaloso que se predique que "ningunas obras", "sin obras", "no mediante las obras", ¿cómo va a ser escandaloso que se predique "la sola fe"?

Y qué hay más escandaloso que el que san Pablo repruebe no las simples obras ordinarias, sino las obras mismas de la ley. De ello podría muy bien escandalizarse alguien y decir: con ello la ley queda condenada y maldita ante Dios, por consiguiente, no queda sino hacer el mal con vehemencia como decían aquellos de quienes se habla en Rom 3,8: "hagamos el mal para que resulte el bien", y como ha empezado a hacer en nuestros días un faccioso. ¿Habrá acaso que negar, a causa del escándalo, las palabras de san Pablo, o bien no hablar de la fe, en lo sucesivo, espontánea y libremente?

Amigo mío, ni san Pablo ni nosotros queremos ese escándalo. Por eso, enseñamos tan directamente contra las obras y estimulamos sólo a creer, a tal grado, que la gente se disgusta, se escandaliza y desmaya. Ellos deben aprender y estar conscientes de que no son justificados por sus buenas obras, sino sólo por la muerte y resurrección de Cristo. Ahora bien, ¡si no pueden ser justificados por las obras buenas de la ley, mucho menos pueden ser justificados por las obras malas, al margen de la ley! La conclusión final —"si las obras buenas no ayudan, deben hacerlo, en consecuencia, las obras malas"— es, por tanto, falsa. Es tan poco refinada como inferencia: "el sol no puede ayudar a que un ciego vea, por consiguiente la noche y las tinieblas pueden ayudarlo a ver".

Me maravilla, sin embargo, tanta resistencia en cosas tan evidentes. O díganme si la muerte y resurrección de Cristo es obra nuestra, algo que nosotros hacemos o dejamos de hacer. Está claro que ni es obra nuestra ni es obra de alguna ley. Ahora bien, es la muerte y resurrección de Cristo la que nos libera de los pecados y nos hace justos, como dice Pablo (Rom 4,25) "murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación". Más aún, díganme, ¿cuál es la obra por la que nos apropiamos la muerte y resurrección de Cristo y asimos a ellas? No puede ser, ciertamente, una obra superficial: sólo puede ser la fe imperecedera que brota del corazón. Ella sola, totalmente sola y sin el concurso de ninguna otra obra se apropia esa muerte y esa resurrección, cuando se predican por medio del evangelio.

¿Qué es, pues, lo que causa tanto alboroto y tanta rabia?, ¿cuál es la herejía y cuál la causa de tanta desazón, cuando la cuestión de fondo está tan clara y demuestra que sólo la fe, sin ninguna otra obra, puede aferrar la muerte y resurrección de Cristo, y que, precisamente, esa muerte y esa resurrección son nuestra vida y nuestra justificación? Si, pues, es ya tan evidente de por sí que sólo la fe nos otorga esa vida y esa justificación, las aferra y nos las da, por qué entonces no hablar también de ello en esos términos? No es ninguna herejía el que sólo la fe sea capaz de aferrar a Cristo y darnos la vida. Sería herejía, sin embargo, si alguien lo dijera o hablara en ese sentido. ¿No son necios, idiotas y dementes? Se reconoce que una realidad es en sí misma correcta y recriminan como incorrecto el decirlo. Una misma cosa sería, por tanto, correcta e incorrecta al mismo tiempo.

Por lo demás, no soy ni el único ni el primero que dice que sólo la fe justifica. Lo han dicho antes que yo Ambrosio, Agustín y muchos otros. Y cualquiera que lea y entienda a san Pablo no puede hablar de otra manera. Sus palabras son demasiado claras y no dejan ninguna, absolutamente ninguna obra en pie. Ahora bien, si no queda ninguna obra en pie, entonces tiene que ser sólo la fe. ¡Oh, qué finísima, altamente renovadora y honestísima doctrina sería aquella en que la gente aprendiera que al mismo tiempo que con la fe era posible alcanzar la justificación también por las obras! Ello equivaldría a decir que no ha sido sólo la muerte de Cristo la que nos ha remitido los pecados sino que nuestras obras tuvieron también algo de parte en ello. ¡Chula manera de honrar la muerte de Cristo, si aceptáramos que nuestras obras le han ayudado y son capaces de producir los mismos efectos que la muerte de Cristo convirtiéndonos en igual de buenos y fuertes que él! Es el diablo que no ceja en su afán de ultrajar la sangre de Cristo.

Por tanto, el fundamento de la realidad en sí misma exige que se diga: "sólo la fe justifica"; lo exige también el genio propio de nuesra lengua alemana, que enseña a expresarlo de esa manera. Tengo, además, el ejemplo de los santos padres y la experiencia de la gente que me mueven a ello; no sea que por quedarnos colgando de las obras, perdamos la fe y perdamos a Cristo, especialmente en estos tiempos cuya costumbre por las obras es vieja y muy difícil, por ende, de desarraigar. Así, pues, no sólo es correcto sino que es altamente necesario que se diga con toda claridad y sin reticencias que "la justificación viene por la fe independientemente de las obras". Me puede ahora no haber puesto las palabras alle ["todas"] y aller ["de toda"] de esta manera: ohne alle Werke aller Gesetze ["sin ninguna de las obras de la ley toda"] con la que se habría dicho todo de una manera plena y redonda. Por eso hay que dejar mi Nuevo Testamento tal como está. Aunque los papistas se pongan furiosos hasta la locura, no me harán quitar nada. Y baste ya del asunto. Lo que queda por decir quiero decirlo, si Dios me lo permite, en un pequeño libro sobre la justificación. [...]36 Baste por esta vez; ya se ha dicho suficiente sobre la pregunta.37 En otra ocasión diremos más sobre el tema.

Reciban con benevolencia este mi largo escrito. Cristo nuestro señor esté con todos ustedes. ¡Amén!

Desde el "desierto", el 8 de septiembre de 1530
Martín Lutero,
su buen amigo.

Al honorable y distinguido N., mi benevolente señor y amigo.

 

Notas

1 Véase para esto, Cicerón, El modelo supremo de los oradores, introducción, traducción y notas, de José Quiñones Melgoza, México, UNAM, 2000.         [ Links ]

2 Véase Quinto Horacio Flaco, Arte poética, introducción, versión rítmica y notas de Tarsicio Herrera Zapién, México, UNAM, 1970.         [ Links ]

3 Véase Cartas de San Jerónimo, edición bilingüe, introducción, versión y notas por Daniel Ruiz Bueno, Madrid, bac, 1962, 483 y ss.         [ Links ]

4 Véase Juan Luis Vives, Obras completas, 2 tomos, tomo I, Madrid, Aguilar, 1947, 547- 981.         [ Links ]

5 Fray Luis de León, Poesías completas. Obras propias en castellano y latín y traducciones e imitaciones latinas, griegas, bíblico-hebreas y romances, edición de Cristóbal Cuevas, Madrid, Biblioteca Clásica Castalia, 2001.         [ Links ] Véase también fray Luis de León, Cantar de los cantares, Barcelona, Ediciones Orbis, "Prólogo", 1986, 11 y ss.         [ Links ]

6 Philippus Melanchthon coegit me ad Novi Testamenti versionem..., en Weimarer Ausgabe, Werke, tomo 48, Weimar, 1833 y ss., 448,         [ Links ] Su nombre era Felipe Schwarzerd (1497-1560) o, como alguna vez latinizaría Lutero, Felipe Nigroterráneo. Su apellido alemán significaba, en efecto, "negra tierra" y eso significa la helenización que él hizo de su apellido y con el que se le conoce: Melanchthon. Era un hombre de una gran talento y una predisposición natural a las humanidades. Llegó a Wittenberg el 25 de agosto de 1518, tenía apenas 21 años, y a los cuatro días pronunció su discurso de entrada que tituló De corrigendis adolescentiae studiis que, dicen, causó la admiración de toda la gente culta. Su llegada como profesor de lengua griega significó, para la Universidad de Wittenberg, el soplo de vientos de renovación. Se crearon, en efecto, las cátedras de hebreo y griego. Había sido invitado para cubrirlas el sabio hebraísta y notable helenista Juan Reuchlin; pero por entonces era ya un anciano de 62 años. Él fue quien recomendó a su sobrino-nieto Felipe Schwarzerd, quien enseñaba en la Universidad de Tübingen. Melanchthon no sólo fue quien ayudó a Lutero en la traducción del Nuevo Testamento, sino que en 1521 redactó la primera exposición sistemática del protestantismo y, en 1530, formuló la famosa "Confesión de Augsburgo".

7 Su nombre era Jorge Burkhardt (1484-1545), pero gustaba que le dijeran Spalatinus —él mismo así se firmaba— por haber nacido en Spalt, poblado cercano a Nüremberg. Amigo fiel de Lutero, excelente humanista, Spalatino cuenta en su curriculum el haber sido de los primeros graduados de la Universidad de Wittenberg; se laureó, en efecto, en artes en 1503.

8 En la Weimarer Ausgabe, serie Briefwechsel, tomo II, Weimar, 1930-1967 (para los 12 tomos de cartas), p. 490, citado en Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero, 2 tomos, tomo II, Madrid, BAC, 1973, 33.         [ Links ] Una buena parte de la información contenida en esta presentación puede el lector encontrarla muy ampliada y detallada en esta obra que en lo sucesivo citaremos sólo como Villoslada.

9 Op. cit., tomo II, pp. 33-34.

10 En Villoslada, op. cit., p. 128.

11 Para una reseña detallada de la Dieta de Augsburgo, sus protagonistas y todo lo que allí pasó, véase a Villoslada, op. cit., tomo II, pp. 323-367.

12 Para una información exhaustiva de lo acaecido en Trento, puede verse Hefele/ Leclercq, Histoiredes conciles, tomos IX al XI, París, L. Letouzey et Ané, 1938.         [ Links ] Véase especialmente el tomo X.

13 Quomodo intelligendum sit "justifican hominem perfidem".

14 Fray Luis de León, Obras completas, introducción y notas del padre Félix García, vol. II, Madrid, BAC, 1957, 741.         [ Links ]

15 Para mayores datos, véase nuestro Lenguaje y tradición en México, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1989, 35-62.         [ Links ]

16 El nombre del destinatario de la carta es Wenzeslaus Link.

17 Es una fórmula muy común en las epístolas paulinas. Véase, por ejemplo, 1 Cor 1,3; 2 Cor 1,2; Gal 1,3, etcétera.

18 En el verso 28.

19 Como el interés por traducir este texto de Lutero proviene exclusivamente por su gran importancia para el problema de la traducción, y no por razones teológicas, omitimos la respuesta a la segunda de las dos preguntas planteadas. Por lo demás, la respuesta a la segunda pregunta ocupa muy poco espacio en la Sendbrief, muestra del escaso interés que tiene en la mente misma de Lutero.

20 El original dice: sus "iah, iah".

21 La expresión, como es evidente, corresponde a la Vulgata. Es raro que Lutero ponga un ejemplo tomado de la versión latina puesto que una de las singularidades de su Nuevo Testamento, en contraste con otras versiones de la Biblia que circulaban en la Alemania de su tiempo, es que se trataba de una traducción hecha a partir del texto original griego.

22 Se refiere, según veíamos, a Jerónimo Emser, llamado también por Lutero el "cabrón de Leipzig" (An den Bock zu Leipzig, se llamaba un opúsculo del Reformador a él destinado).

23 Estamos en 1530 y, como dijimos, Emser había muerto tres años antes, en 1527.

24 Como es evidente por lo ya dicho, "el príncipe de ese territorio" es nada menos que Jorge de Sajonia.

25 Este vocablo es una referencia al célebre texto de la Carta a los Filipenses, 1, 12-28.

26 Se trata, desde luego, de una cita del poeta latino Juvenal (60-140) Sátiras, II, 6, 223. Es una evidente alusión burlesca a las fórmulas habituales en las definiciones y en los juramentos según el ritual de la Iglesia católica. El juramento antimodernístico, por ejemplo, aún usa esta fórmula consclusoria: sic spondeo, sic voveo, sic iuro, sic me Deus adiuvet et haec sancta Dei evangelia. Véase, por ejemplo, los tipos de juramentos en el Pontificale Romanum, Mechliniae, 1845, 84-86.

27 Toda esta diatriba autobiográfica está basada en el capítulo 11 de la Segunda Carta a los Corintios considerada por los críticos como un texto resultante de varios escritos de distinta proveniencia. Nuestro capítulo XI forma parte del bloque 10-13 y la forma literaria asume las apariencias de una competencia cuyas estructuras dominantes son de 2 tipos. De igualdad: "¿son, hacen o tienen ellos tal cosa? También yo". Y de superioridad: "¿son, hacen o tienen ellos tal cosa? Yo más que ellos"; o bien, "yo sí, ellos no".

28 Se trata de Johann Faber (1470-1530) cuyo apellido Faber significa "herrero" que en alemán se dice Schmied y en italiano Fabro. Es el típico Schmidt de los apellidos anglosajones. Fabro, prior del convento dominico de Augsburgo y erasmista hacia 1520, es autor de un celebérrimo escrito, aparecido en Colonia en diciembre de 1510, cuyo título era Consilium cuiusdam ex animo cupientis esse consultum et Romani Pontificis dignitati et christianae religionis tranquilitati, atribuido frecuentemente a Erasmo. El 22 de enero de 1521 lo encontramos en Worms, en la célebre dieta celebrada allí, predicando en alemán en las exequias de Guillermo de Croy. Sobre las relaciones de Fabro con Lutero baste citar una carta de Lutero a Federico de Sajonia, fechada el 29 de mayo de 1523, en la que le dice que no puede dejar de escribir insultos contra sus adversarios —como le había pedido el príncipe— puesto que le siguen atacando "especialmente Juan Faber, vicario del obispo de Constanza, que ha escrito un grueso libro latino contra mí, recientemente reimpreso en Leipzig; también Emser escribió otro libro contra mí en alemán [...] con muchos vituperios no sólo de mi nombre cristiano, sino del santo evangelio, me será muy difícil soportar tales blasfemias [...]. En Villoslada, op. cit., tomo II, p. 163.

29 Su nombre es Juan Cocleo (1479-1552). Su apellido en alemán era Dobeneck en latín Cochleus que significa "cuchara"; de allí la burla que hace Lutero. Este Cocleo fue también un paladín del catolicismo y adversario especial de Lutero. Hacia fines de 1522, por ejemplo, salió a luz un libro de Cocleo contra Lutero titulado De gratia sacramentorum en el que, entre otras cosas, acusa a Lutero de no haber aceptado una disputa sobre las tesis de Wittenberg. A Lutero le llegó el libro de Frankfurt en el Meno por conducto del gramático Guillermo Nesen. El Reformador responde con un librito titulado Adversus armatum virum Cokleum que empieza parodiando el inicio de la Eneida de Virgilio:

Arma virumque cano, Trojae qui primus ab oris
Italiam, fato profugus, Laviniaque venit
Litora. Multum ille et terris jactatus et alto.

Que en la traducción de don Joaquín Arcadio (Publio Virgilio Marón, La Eneida, tomo I, transcripción, prólogo y notas de Sergio López Mena, México, SEP, 1986) Pagaza dice así:

Las armas canto, y al varón que, huyendo
de las playas de Troya a Italia vino
por hado, y a las plácidas riberas
de Lavinia. En la tierra y en los mares
fue perseguido de los altos dioses
por la fuerza, y de Juno por las iras [...]

El texto de Lutero empezaba precisamente así:

Arma virumque cano, Mogani qui nuper ab oris
Leucoream fato stolidus, Saxonaque venit
litora, multum ille y furiis vexatus et oestro...

("Canto a las armas y al hombre que, apendejado por el destino, acaba de llegar de las riberas del Meno a Wittenberg, a los litorales de Sajonia, fuertemente acosado tanto por las furias como por los tábanos...").

La respuesta de Cocleo no se hizo esperar. En efecto, escribió, parodiando también a Virgilio, un panfleto titulado Adversus cucullatum Minotaurum wittenbergensem ("contra el minotauro encapuchado de Wittenberg") en que el humanista canta, con no menor delicadeza, "a los monstruos y al buey que, primero entre todos, prófugo de las riberas del septentrión empuerca las tierras teutonas [...]".

En 1534, encontramos de nueva cuenta a Cocleo en fuerte pugna con Lutero. Un año antes, el Reformador había publicado su escrito contra "la misa rinconera y la consagración sacerdotal". Impreso en Leipzig en 1534, Cocleo, en efecto, da a luz un libro que titula Von der heiligen Mess und Priesterweihe. Diez años más tarde, en plenos preparativos del Concilio de Trento, apenas un año antes de la muerte de Lutero, tiene lugar el último encuentro entre ambos a raíz de que, en marzo de 1545, el Reformador publicó un libro lleno del insultos y burlas contra el papado que tituló Wider das Bapstum zu Rom vom Teufel gestift (Contra el papado de Roma, fundado por el diablo).

30 El texto en la edición de la Siebenstern Taschenbuch Verlag ha omitido un par de renglones cuyo contenido es el siguiente: "a pesar de que en el capítulo 3 de Romanos no aparezca 'sola' sino 'solum' o 'tantum'. Bien han rebuscado los burros en mi texto. No obstante, he empleado en otra parte la palabra 'sola' y quiero tener a mi disposición ambos vocablos, 'sola' y 'solum'".

31 Se trata de Felipe Melanchthon (1497-1560) que, ya lo hemos visto, era uno de los brazos derechos de Lutero desde sus días de la Universidad de Wittenberg cuya transformación académica liderea Melanchthon ya en 1518. La reforma universitaria de Melanchthon retrata bien los intereses de este humanista: introduce en la universidad los cursos de griego y hebreo y propugna un humanismo bíblico. En todo caso, la reforma definitiva de esa universidad tuvo lugar en 1533 y se atuvo a los Estatutos de Melanchthon que prescribían, entre otras cosas, la supresión total del escolasticismo y la introducción de una teología puramente bíblica.

32 Su nombre era Mateo Goldhahn, más conocido según se ha visto, por la latinización de su apellido, Aurogallus, "gallo de oro" (1490-1543); fue, como Melanchthon, hebraísta de la Universidad de Wittenberg.

33 El texto original dice die Meinung des Textes.

34 En el alemán contemporáneo se usa más frecuentemente nur o bloss, en vez de allein en las funciones señaladas por Lutero.

35 Aquí termina la primera parte de la respuesta de Lutero a la primera de las dos preguntas que ocasionan el escrito: las consideraciones hasta aquí son de índole lingüística. A partir de aquí, en cambio, empiezan las consideraciones de carácter teológico.

36 Aquí empieza la respuesta a la segunda pregunta que ocasionó el escrito: "¿interceden por nosotros los santos fallecidos?". La respuesta es mucho más breve y de mucha menor importancia, en el conjunto del documento, que la primera: en español apenas ocupa dos páginas y media y es de índole teológica. Toda la cuestión gira en torno al culto a los santos abolido, como se sabe, por el protestantismo. Es una consecuencia lógica y teológica del postulado de la justificación por la sola fe, punto central en la argumentación de la primera pregunta. Véase lo ya dicho arriba.

37 Se refiere, desde luego, a la segunda de las dos preguntas.

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