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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.35 n.137 Zamora Feb. 2014

 

Sección general

 

"El primer fruto de las libertades conquistadas". Catolicismo social y aprendizaje político en tiempos de revolución, Zamora (1909-1913)

 

"The First Fruits of Freedoms Conquered": Social Catholicism and Political Learning in Times of Revolution, Zamora (1909-1913)

 

« Le premier fruit des libertés conquises ». Catholicisme social et apprentissage politique aux temps de la Révolution, Zamora (1909-1913)

 

Patricio Herrera González*

 

* Universidad de Valparaíso, Chile. Correo e: herrerapb@colmich.edu.mx

 

Fecha de recepción del artículo: 7 de diciembre de 2011
Fecha de aprobación: 22 de febrero de 2012
Fecha de recepción de la versión final: 28 de febrero de 2012

 

Resumen

Este artículo identifica la intervención —discurso-acción— de los católicos sociales hacia los obreros y campesinos en Zamora de Hidalgo, Michoacán, entre 1909-1913. La presencia del obispo José Othón Núñez, en la diócesis, y el activismo político de sacerdotes y laicos, inspiró a muchos católicos para movilizar sus energías en la constitución de numerosas organizaciones católicas que se ocuparon de los problemas que aquejaban a los trabajadores. Pero también fue una oportunidad de la Iglesia, jerarquía y base social, para competir abiertamente en el espacio público, durante la revolución maderista, y legitimar su existencia en la sociedad civil.

Palabras clave: Catolicismo social, Zamora, intervención, trabajadores, Revolución.

 

Abstract

This article identifies the intervention –discourse-action– of social Catholics in relation to workers and peasants in Zamora de Hidalgo, Michoacán, from 1909 to 1913. The presence of Bishop José Othón Núñez in the diocese and the political activism of priests and lay people alike inspired many Catholics to mobilize their energies and establish several Catholic organizations concerned with problems that affected workers. But this was also an opportunity for the Church's hierarchy and social base to openly compete in the public sphere during the Madero revolution, and thus legitimize their existence in civil society.

Keywords: social Catholicism, Zamora, intervention, workers, Revolution.

 

Résumés

Cet article identifie l'intervention –discours-action– des catholiques sociaux envers les ouvriers et les paysans de Zamora de Hidalgo, Michoacán, entre 1909-1913. La présence de l'évêque José Othón Núñez, dans le diocèse, et l'activisme politique de prêtres et de laïcs, conduisit de nombreux catholiques à mobiliser leurs énergies et constituer de nombreuses organisations catholiques qui se préoccupèrent des problèmes qui affectaient les travailleurs. Mais ce fut aussi l'occasion pour l'Eglise, hiérarchie et base sociale, d'entrer en compétition ouverte dans l'espace public, durant la révolution madériste, et légitimer son existence dans la société civile.

Mots clés: Catholicisme social, Zamora, intervention, travailleurs, Révolution.

 

Introducción

Este artículo identifica —discursos y prácticas— una serie de registros que dejó la intervención de los católicos sociales1 hacia los obreros2 y campesinos en Zamora, en pleno periodo de efervescencia revolucionaria.

A través de estas páginas subrayaremos la participación activa del obispo José Othón Núñez y Zárate, los sacerdotes y numerosos seglares,3 por considerar las demandas de los sectores populares en Zamora, disputando abiertamente con otras corrientes políticas la instrumentación de las primeras acciones sociales en materia laboral y socioeconómica.4

Al avanzar la primera década del siglo XX en México hubo diversas agrupaciones políticas y sociales, entre ellas el catolicismo social, que buscaban una salida al descontento y la marginación de vastos sectores del país, sumidos en la miseria y en la exclusión política.

Es importante destacar que las primeras intervenciones y agrupaciones de los católicos sociales en Zamora, y también en el país, tuvieron sus raíces en la doctrina social de la Iglesia. Esta redefinió:

La relación entre los católicos y la sociedad, tratando de resolver lo que recibió el nombre de cuestión social: los problemas de la sociedad moderna, la desigualdad, la descristianización, la pérdida de la moral, cuya responsabilidad se atribuía al liberalismo. El catolicismo intentó así enfrentar la reestructuración de las relaciones entre el Estado y la Iglesia (y por ende del lugar de la Iglesia en la sociedad, en lo temporal) frente a la acción del liberalismo en varios países —tanto en Europa como en América— y oponerse al crecimiento del socialismo y del anarquismo, concebidos como derivados del liberalismo.5

Lo anterior es fundamental para tener una adecuada comprensión de los acontecimientos ocurridos en Zamora durante nuestro periodo de estudio, pues ese contexto favoreció una serie de prácticas sociopolíticas entre los católicos sociales que tuvieron efectos concretos sobre las formas que adquirieron sus organizaciones, tales como: cajas de ahorro, mutuales, círculos de obreros, escuelas de artes y oficios, círculos de lectura, círculos de buena prensa, que en la medida que se consolidaron fueron exitosos recursos de autodefensa, social y laboral, que los obreros católicos se procuraron en cooperación con la jerarquía de la Iglesia y sus párrocos.

Las páginas del Boletín Eclesiástico de Zamora, el semanario La Bandera Católica, la Segunda Gran Dieta Obrera o las cartillas pastorales y memorias reúnen vestigios importantes de un dominio social, como: indicadores de salarios, costos de vida del obrero, accidentes del trabajo, tipos de actividad económica, tipologías laborales, abusos patronales, organización sindical, problemas en la educación, formas de organización de la clase trabajadora católica e introducción progresiva de las nociones de conciliación y arbitraje. Estos registros nos proporcionan, en el presente, aproximaciones a las condiciones de trabajo, las relaciones sociales y prácticas organizativas de la clase trabajadora de Zamora, pero también nos ilustran sobre los grados de participación que debió emprender la Iglesia. Lo que nos confirma que lo social, para la jerarquía y sus laicos fue un importante campo de competencia política que significó optar deliberadamente por resituar su lugar en la sociedad civil, pues, ya no fue garantía la política de conciliación. Si bien, existió una "aplicación laxa y esporádica de las Leyes de Reforma, que permitió a la Iglesia reconstruir sus redes de influencia y organizar un número considerable de establecimientos católicos",6 esta dependía de la voluntad del presidente Porfirio Díaz.

Investigar la intervención de los católicos sociales en Zamora, en el periodo 1909-1913, se justifica en primer lugar por su apoyo a los sectores populares. Ello transformó a sus organizaciones, obreras, intelectuales y políticas, en importantes actores sociales, que participaron de manera activa en la política contingente, al menos hasta 1913 en forma regular.

En segundo lugar, sostenemos que la cuestión obrera fue para los católicos sociales en Zamora, y en varios estados del país, una oportunidad para promover un discurso-acción de cohesión social, justicia y democratización. De paso, legitimó su existencia en la sociedad civil y se transformó en una importante fuerza social y política.7 Ello significó un doble proceso: primero, comprender que el contexto revolucionario maderista amplió la participación política y electoral en el espacio público, definido como aquel donde se canalizan las ideas de orden, los proyectos de sociedad, se debate la legislación, circulan las ideas y se confrontan las ideologías. "A partir de ahí, es posible afirmar que la entrada en la revolución fue, para muchos [católicos], una entrada en la política";8 y en segundo término, participar abiertamente en la disputa por el espacio público, fundando el Partido Católico Nacional y desarrollando una intervención social con "estrategias territoriales", tales como propaganda, activistas y formación de líderes, para no quedar marginados del escenario político.

 

Zamora: entre la interpelación de los postergados y la influencia de la Iglesia

México inició un proceso de transformaciones, durante la segunda mitad del siglo XIX, y algunas de ellas fueron muy importantes; pero los notables avances en transportes y comunicaciones, mercado financiero, producción fabril y minera que se verificaron desde mediados del siglo XIX, con ser significativos, no tuvieron mayor trascendencia. No podían tenerla, pues se dieron en un contexto en que su desarrollo estaba limitado y su potencial transformador seriamente bloqueado.9

Paradójicamente hacia 1900, la estabilidad política alcanzada por un consenso entre conservadores y liberales "porfiristas", se transformó en una especie de camisa de fuerza que obstaculizó el cumplimiento de una de las condiciones fundamentales para que se verificara el gran salto, la estructuración de un orden nuevo donde "el rol de la propiedad y de las instituciones no fuese, como en la sociedad tradicional, preservar el status quo, sino, por el contrario, facilitar el cambio".10

El valle de Zamora reúne una serie de variables que permiten observar, a una escala distinta, procesos tan complejos como la cuestión obrera y las luchas políticas que se produjeron en el espacio público de México, entre 1909 y 1913. Económicamente, el valle desde el siglo XVIII fue una región que tejió una intrincada red de circulación de bienes:

El hecho de que los principales hacendados definan sus inversiones sobre un escenario regional que se extendía a parte del sur de Jalisco, parte de Colima y la Tierra Caliente Michoacana, de que exista un mercado de tierras con centro en Zamora, y que las decisiones económicas y de producción de este grupo comenzaran a efectuarse a la escala del noroeste michoacano, otorgó a Zamora una creciente influencia en toda la región. Poco a poco esta influencia fue derivando a un mayor control comercial y productivo.11

Así resultó que la comarca, a finales del siglo XIX, concentró en sus urbes y haciendas un puñado de importantes empresarios del comercio y la agroganadería. La Iglesia ocupó un lugar de avanzada en la inversión, muchas de sus fincas urbanas, la actividad comercial y la capitalización de la agricultura estuvo controlada por una "cleriburguesía" que se había beneficiado de la desamortización liberal de bienes de comunidades civiles y religiosas. En Zamora, este proceso terminó por consolidar "al clero secular y a laicos ligados a la mitra; la mayoría de las propiedades desamortizadas fueron los ejidos, propios y arbitrios del ayuntamiento y las propiedades del convento franciscano que, mediante la compra directa e hipotecas, quedó de alguna manera en manos de sacerdotes y familiares",12 que junto a empresarios extranjeros, de otros estados de la república y los inmigrantes establecidos en la zona dominaron todos los escenarios existentes, otorgando dinamismo y progreso a la región, condiciones inusitadas para una localidad alejada de los centros del poder político y administrativo:

en este grupo de familias se encontraban varios de los principales impulsores de la modernización agrícola; algunos de ellos echaron a andar la instalación de agua potable, la luz eléctrica, las líneas telefónicas, las compañías agrícola-ganaderas más grandes, y fueron los que formaron las primeras sociedades por acciones y anónimas. Asimismo, del seno de estas familias salieron conocidos sacerdotes que influyeron en la sociedad civil de la época.13

También participaron activamente de la política local y estatal, varios miembros de estas prominentes familias14 que fueron presidente del ayuntamiento, prefectos de distrito y diputados del Congreso estatal y federal.

Ciertamente, la Iglesia tuvo una vinculación estrecha con la sociedad zamorana. Comerciantes, hacendados, rancheros, artesanos, obreros, campesinos e indígenas confiaban en una organización eclesiástica que se había mantenido con todo su poder a pesar de los Borbones, las reformas liberales y los crispados años de comienzos de siglo. En suma, existió toda una tradición ideológica que los zamoranos, en su mayoría, favorecieron en sus relaciones con la Iglesia, que se hicieron visibles en fiestas patronales, cofradías, obras de asistencia, mutuales, círculos obreros y construcciones religiosas.

La Unidad de la Iglesia [zamorana] parecía estar ratificada por los lazos que unían a clérigos, terratenientes y comerciantes a través del parentesco y las finanzas. La autoridad moral ejercida por la Iglesia sobre los trabajadores agrícolas y campesinos mediante sus capellanías de haciendas y sus parroquias rurales parecía formalmente incontestable. Es decir, la Iglesia entretenía múltiples relaciones, diferentes a las relaciones puramente religiosas, con diversos sectores de la población.15

A pesar del predominio ideológico de la Iglesia en Zamora no se pudo contrarrestar del todo la miseria de cientos de familias que deambulaban por la urbe y el campo, en precarias condiciones de vida e inestabilidad laboral. "Hacía falta un poco de presión revolucionaria sobre un gobierno dormido en sus laureles y un poco de presión laboral sobre unos amos que por hartura no podían tener presente a los hambrientos".16

El distrito, hacia 1906-1908, fue un foco de emigración de población17 por las malas condiciones salariales, falta de empleo y desarraigo:

Hubo fuga de brazos en la región por los enganches a las lejanas fincas de Oaxaca y Campeche, deslumbrados por "un peso diario" que ofrecían los enganchadores que llegaban a Zamora con tal fin [...] otros tantos, junto con peones o jornaleros afectados por las crisis [de 1905 y 1909-1910] procuraron mayor paga en "el Norte", en Estados Unidos, ya que no era los mismo ganar 25, 37 o 50 centavos en fincas del campo, que dos cincuenta o cuatro pesos diarios allende la frontera.18

En Zamora, hacia 1910, las circunstancias económicas, laborales y de vida fueron semejantes a las experimentadas en vastas zonas del país. De un lado, la riqueza concentrada en unas pocas familias que dominaban las empresas, las haciendas y el espacio público. Como contraparte, una mano de obra vastísima, subordinada a condiciones salariales de explotación y a formas de vida degradantes. Todos estos antecedentes incitaron a los católicos sociales para liderar la "redención" de obreros y campesinos en la comarca. Por ejemplo, en 1906, se desarrolló en la ciudad el Tercer Congreso Agrícola. Se presentaron estudios sobre la asistencia médica a los campesinos, las sociedades mutualistas, los medios de moralización para los obreros agrícolas, sobre rendimiento económico, cultivo del gusano de la seda, sobre los salarios, caminos, irrigación y progresos de la agricultura. Cada una de estas instancias de discusión permitió desarrollar experiencias de trabajo en varios católicos de la zona para modificar las condiciones de miseria y abuso entre los sectores postergados.19

 

Los católicos sociales zamoranos y los "primeros brotes" de su aprendizaje politico

Tanto el papa Pío IX como León XIII, enfrentaron con decisión el liberalismo imperante durante el siglo XIX. Ambos impulsaron una transformación estructural del catolicismo, a tal grado que con ellos se inauguró la doctrina social de la Iglesia, que se caracterizó por una acción política y social comprometida en resolver desde un modelo cristiano la llamada "cuestión social", problemas cuyos orígenes estaban en la ausencia de derechos y beneficios para la clase obrera como resultado de las transformaciones provocadas por la revolución industrial. Para contrarrestar estos problemas y la proliferación de las ideas liberales, socialistas y anarquistas ambos pontífices influyeron en la formación de una intelectualidad eclesiástica, instruida de las nuevas corrientes sociales y económicas de la época, que en el caso del continente se pudo concretar mediante la creación del Colegio Pío Latinoamericano, fundado el 28 de noviembre de 1858. "La idea era que el colegio formara a un nuevo tipo de jerarquía clerical latinoamericana que bajo la dirección de profesores jesuitas de la Universidad Gregoriana, estuviera estrechamente vinculada con el papado".20

También auspiciaron las agrupaciones entre los miembros laicos, que junto a arzobispos, obispos y sacerdotes, se consagraron con denuedo a personificar, particularmente, la encíclica Rerum Novarum, emitida por el papa León XIII el 15 de mayo de 1891, pontífice que no se quedó en la condena negativa de la modernidad y liberalismo, sino que confió en una amplia movilización internacional de los católicos para enfrentar la reestructuración de las relaciones entre el Estado, la política, la economía y la Iglesia. En suma, tanto los clérigos como los feligreses enarbolaron la bandera de la intervención católica, componente esencial para la renovación de la ideología social y política de la Iglesia.21

El escenario de competencia ideológica por conquistar el "alma política" de los obreros, fue razón para que la jerarquía de la Iglesia en México participara activamente por disputar al liberalismo, socialismo y anarquismo la "redención del pueblo". Los católicos sociales fueron parte de un sustrato ideológico y doctrinario, que vieron en la democracia una alternativa para consumar un cambio regulado desde arriba:

Debemos educarnos para la democracia [...] No debe la democracia apoyarse en el derecho del más fuerte, no debe subir al poder el que se llama león; ni debe subir el que sólo cuente con el voto del actual gobierno: si se quiere verdadera democracia, debe regir nuestros destinos, el que obtenga más votos en las urnas. En una palabra; ella, la democracia, consiste en la libre votación [...] Los que desde las columnas de la prensa [católica] laboramos por el bien de la patria [...] tenemos la ineludible obligación de enseñar ó recordar al pueblo, que no consiste la democracia en la fuerza sino en la elección [...] la violencia no es democracia es barbarie. Para la primera debemos educarnos.22

Eso explica, en parte, que una corriente de avanzada de nuevos sacerdotes y purpurados egresados del Colegio Pío Latinoamericano, formados bajo el influjo de los principios renovadores del "Papa obrero", se inclinaran por apoyar una solución a la cuestión obrera. En México, la presencia de arzobispos y obispos como José Mora y del Río, Ramón Ibarra González, Francisco Orozco y Jiménez, Leopoldo Ruiz y Flores, Emeterio Valverde Téllez, Francisco Plancarte y Navarrete, o sacerdotes como Alfredo Méndez Medina, Arnulfo Castro, Rafael Galván o Antonio Gracián, tuvieron un rol destacado en la progresiva intervención social ejercida sobre las clases obreras.

"La nueva ola de clérigos zamoranos era probablemente menos antiporfiada o porfirista que las tres anteriores, pero también más deseosa de cambio y proclive a Madero desde que Reyes se retiró de la lucha".23 El obispo José Othón Núñez y Zárate,24 por ejemplo, impuso un fuerte sello social a su prolongada gestión en la diócesis, entre los años 1909-1922. Así lo expresaba el subdirector del Círculo Católico de Obreros de Zamora: "Nuestro Ilmo. Prelado haciendo suya la causa del primer Vicario de Cristo [...] trabaja con empeño por el adelanto moral, intelectual y económico de la clase obrera, convencido de que ella, en la actualidad, es la presa más codiciada de los que se prometen un nuevo orden social".25

El obispo Núñez recién llegado a la diócesis nombró a un nuevo director en el periódico La Bandera Católica, publicación que rápidamente se adhirió a las preocupaciones sociales y políticas del prelado. El 19 de septiembre de 1909, el obispo, en su primera circular, exhortó al clero a comprometerse con la difusión del rotativo católico:

Por tanto veremos con sumo agrado: a) que cada uno de los señores sacerdotes acepte una subscripción al mencionado periódico; b) que los Sres. Párrocos le procuren en sus respectivas parroquias agentes que trabajen por su circulación y corresponsales que envíen a la redacción noticias de interés, no solo de carácter religioso, sino social, económico, etc. No hay para este trabajo excusa posible.26

El proceder de sacerdotes zamoranos defensores de la doctrina social, un obispo militante por el cambio sociopolítico y el apoyo de numerosos seglares y sus familias, procuraron que las acciones de obreros y campesinos no se adhirieran a las ideologías y partidos del secularismo. La estrategia del obispo Núñez, que buscó dar legitimidad a sus políticas de intervención, fue selectiva y promovió alcanzar resultados efectivos y duraderos para obtener el apoyo de la clase asalariada.

El obispo Núñez aprobó para su diócesis la fundación del primer Círculo Católico de Obreros en la ciudad de Zamora, el 27 de noviembre de 1909,27 aceptando el reglamento que en la ciudad de México tenía el padre José María Troncoso para los Círculos de aquella localidad y adaptándolo, en parte, a la diócesis. El día 3 de enero de 1910 se fundaba solemnemente, en el patio principal del Colegio de Sagrado Corazón, aquel primer Círculo en Zamora, que a un año de su fundación lo integraban 1,976 socios.28

Al conmemorar el primer aniversario de la fundación de este Círculo Católico de Obreros de Zamora, el subdirector informó de la creación (gracias a la tenacidad del obispo José Núñez) de los demás Círculos de la Diócesis de la siguiente manera:

Hay actualmente en la Diócesis 26 Círculos Católicos de Obreros fundados en el año 1910: el Círculo de Sahuayo fue fundado el 13 de Febrero, cuenta con 900 socios. El de Uruapan, en los primeros días del mes Marzo, 615 socios. El de Taretan, el 10 de abril, 397. El de Ziracuaretiro, en el mes de marzo, 254. El de Santiago Tangamandapio el 3 de Enero, 450. El de Cojumatlán en Noviembre, 228. El de Tancítaro en Abril 4, 165 socios. El de Paracho en Junio 27, 321 socios. El de Tangancícuaro, 250 socios. El de Tarecuato, el 1 de Agosto, 56 socios. El de Acahuato el 4 de Abril, 125 socios. El de Tingüindín el 6 de Octubre, 538 socios. El de Cherán el mes de Noviembre no hay informe del número de socios. El de Charapan el 6 de noviembre, 58 socios. San Juan Parangaricutiro en el mes Noviembre, 60 socios. Nahuatzen en el mismo mes, 54 socios. El de Coalcomán el mismo mes, 79 socios. En los Reyes, Diciembre 3, 250 socios. El de Chilchota el 12 de diciembre, 225 socios. El de Pamatácuaro, 8 de Diciembre, 160 socios. El de Carapan, el 12 de enero del presente año, 150 socios. El de Penjamillo la misma fecha y año, no hay informe del número de sus socios. El de Ecuandureo en la misma fecha y año, no hay informe del número de sus socios. El de Tlazazalca, el 1 de enero del presente año, 50 socios y el de Zináparo en la misma fecha y año, 119 socios. El de Cotija en el presente mes con 900 socios.29

Inicialmente hubo un patrocinio para que los obreros, asistidos por los seglares y sacerdotes, establecieran mutuales, cooperativas, como una manera de enfrentar los tiempos de incertidumbre que instaló la cultura económica del capitalismo durante el porfiriato. Fue frecuente auxiliar a los obreros para que formaran sus redes asistenciales, por ejemplo, el "día 17 de abril [de 1911] fundó el Ilmo. Sr. Obispo, solemnemente la caja de ahorros [y] dio una conferencia que tuvo por objeto [...] demostrar [...] las ventajas sin número que reporta la clase obrera de dichas instituciones".30

Pero el sustento material no podía distanciarse del moral, por eso se intentaba generar espacios de ocio que dignificaran al obrero y su familia. En este sentido, la iniciativa de los católicos era intervenir en la esfera del espacio privado, procurando "civilizar" las pulsiones de los trabajadores, alejándolos del vicio y "regenerando" sus raíces. De ahí nació, por parte del obispo Núñez, la idea de crear y construir un conjunto obrero que incluyera un centro recreativo y un teatro; el primero, para la diversión y esparcimiento de los socios del Círculo de Zamora y, el segundo, para fomentar la cultura y los conocimientos de ellos y de sus familias. El proyecto fue acogido con beneplácito entre los diversos sectores de la sociedad zamorana. La suma de voluntades de los miembros del Cabildo, de familias pudientes, empresarios, políticos y dirigentes de los diversos gremios de artesanos existentes en la ciudad, entre ellos: sastres, carpinteros, herreros, zapateros, talabarteros, reboceros, albañiles, comerciantes de matanza, obrajeros, sombrereros y comerciantes de frutas, de semillas y de verduras, fueron garantía para la ejecución de aquel proyecto. El 2 de febrero de 1910, el obispo Núñez, en presencia de 1,400 obreros, bendijo la primera piedra del centro recreativo y teatro.31 Al respecto, el periódico La Bandera Católica reseñaba las condiciones de la futura obra:

En el centro del patio principal, que tendrá 52 metros por 40 metros, se levantará el salón de conferencias y espectáculos, en forma de herradura, cuyas dimensiones serán de 37 metros por 23 metros, constará de patio, plateas, dos series de palcos o galerías, un escenario de 14 metros por 12 metros con cuatro piezas adyacentes, destinadas a ropería, vestuario y utilería. Las escaleras que conducirán a los distintos departamentos del salón serán lo bastante anchas, a fin de que en caso de siniestro, pueda quedar desalojado el salón en breve tiempo.

Dará entrada al interior de la casa (Casa del Obrero) un vestíbulo de 13 metros de frente por 6.50 metros de fondo, con tres anchas puertas de entrada y un majestuoso y arrogante pórtico con cuatro esbeltas columnas, cornisamento y remate de arquitectura clásica. La parte restante del frontispicio ostentará 12 hermosas ventanas de estilo moderno, contrastando con su cornisamento y demás motivos arquitectónicos de buen gusto.32

Un año más tarde la construcción ya contaba con dos patios, el principal suficientemente amplio y de "buen gusto arquitectónico", además, 17 piezas y dos salones, donde "puede el Círculo reunir a sus socios los domingos y ofrecerles honestos entretenimientos. Hay dos salas para lectura y en las demás habitaciones mesas para juegos de ajedrez, dominó, damas [...] un patio para juegos de gimnasia y próximamente estarán al servicio los baños y boliches".33

El conflicto político y social que sacudía el país, si consideramos el escenario de conmoción, hizo que los católicos sociales recurrieran a la jerga revolucionaria, identificando, a su juicio, las fuentes del conflicto social. Advertían que estaban dispuestos a contender por la causa proletaria frente a la amenaza del socialismo:

Perdido el antiguo espíritu de fraterna caridad entre patronos y obreros, cada uno de estos busca su exclusiva conveniencia; el patrono pretendiendo "obtener abundante producción a poco costo" y el obrero queriendo "producir poco a buen precio". Del choque de estos intereses correlativos y necesariamente antagónicos nació la lucha entre el capital y el trabajo [...] A resolver este pavoroso problema se presentan el liberalismo y socialismo que no consiguen más que empeorar la situación. Viene la Iglesia y de sus fecundos recursos saca el anhelado remedio [apoya] los Círculos de Obreros, Mutualidades, Sindicatos, que ponen al preletario [sic] a cubierto de los ataque del poderoso.34

Al exhibirse la confrontación ideológica entre las tendencias políticas, la intervención defendida por los católicos sociales permitió definir una estrategia que "cambiará la suerte del proletario y abriará [sic] nuevos horizontes a las legítimas ambiciones que nacen del trabajo honrado".35 Quizás ese fue el giro sociopolítico de una Iglesia renovada, dispuesta a lidiar con el conflicto ideológico —desde sus referentes doctrinarios y pastorales—, pero sin evitar el debate público y la acción transformadora. Los católicos que dialogaron con la modernidad no buscaron revertirla, sino erigir una nueva sociedad cristiana, con modernidad incluida, pero sin renunciar a la utopía política, a la gran transformación social. Al respecto, el obispo de Zamora puntualizó: "No cabe la menor duda que puede haber en el orden político contiendas lícitas y esto sucede cuando, quedando ilesas la verdad y la justicia, se lucha porque prevalezcan las opiniones que se juzgan más conducentes al bien común".36

Las organizaciones obreras católicas experimentaron un importante incremento en la medida que la competencia política se mostró abierta y pluralista. Fue común que los prefectos informaran, a solicitud del gobierno estatal o federal, sobre las agrupaciones nacionales y sus "fines" con presencia local. Al respecto, para el valle de Zamora, los informes del prefecto mencionaron regularmente la presencia de agrupaciones obreras católicas:

En los municipios de Zamora, Jacona, Tangancícuaro, Purépero, Ixtlán, Chavinda y Santiago Tangamandapio existen agrupaciones que se denominan "CÍRCULO CATÓLICO DE OBREROS". Estas asociaciones están constituidas conforme a las siguientes bases: unión entre los diversos gremios de obreros, moralización por medio de conferencias religiosas, el ahorro y la ayuda mutua. Recreación por medio de juegos de dominó, ajedrez, boliche, gimnasia y otros análogos. En la ciudad de Zamora existe otra agrupación que se conoce con el nombre de "CENTRO CATÓLICO DE JÓVENES". Las bases conforme ha [sic] las cuales está constituida esta asociación son los siguientes: moralidad, ilustración moral y religiosa, unión y recreación por medio de juegos de villar, ajedrez, gimnasia y otros análogos.37

Tanto el Círculo Católico de Obreros como el Centro Católico de Jóvenes fueron desarrollando una sociabilidad, a través del juego, el esparcimiento, la instrucción y la cooperación, que buscaba estrechar vínculos entre sus miembros, pero también fue una estrategia muy eficaz para ir encauzando el movimiento obrero católico desde los ámbitos privado y público.38

La presencia de las agrupaciones obreras católicas en las calles de los municipios fue corriente desde 1911. Festejar a sus patronos, comunicar sus demandas laborales o participar de los incidentes revolucionarios fueron actos que exhibieron un proyecto de sociedad cristiana que se desplegaba en el espacio público, recibiendo la adhesión de los habitantes: "tuvimos la satisfacción de haber desfilado siempre más de mil obreros, por las calles de la ciudad en correcta formación y con todo el orden debido. Y cuando la numerosa columna pasaba por las calles de la ciudad fue muy satisfactorio [...] oír de unas personas que al contemplarnos decían: Son los obreros católicos".39

Frente a los desafíos que presentó el escenario de proletarización y lucha de clases, los católicos se afirmaron en la ciencia social moderna y sus métodos para articular sus estrategias políticas, sindicales y territoriales. La estadística, el registro, la formación de archivos, fueron herramientas de trabajo ocupadas por los clérigos, dirigentes y socios cooperadores al fundar organizaciones: "recordamos a los Sres. Directores de los Círculos Católicos de Obreros que formen por duplicado la noticia mensual pormenorizada que deberá contener los siguientes datos: a) Movimieato [sic] de la Cajas de Auxilios Mutuos, b) aumento o disminución del número de socios, c) asistencia media de los asociados, d) obras que se han emprendido".40

La formación de los obreros, entre la proliferación de "verdaderas y falsas" ideologías, hizo necesario que se instruyeran con las nuevas corrientes del pensamiento social, para tales efectos se indicó a los directores de los círculos "que trabajen con el mayor empeño en la Biblioteca del Círculo y de un modo especial les recomendamos la suscrición [sic] a la Biblioteca de Estudios Sociales 'Ciencia y Acción' que publica obras magistrales sobre acción social".41 Además, el método de "conferencias sociales" fue rápidamente extendido, por todas las agrupaciones obreras católicas, como mecanismo de persuasión y de socialización. Siguiendo muy de cerca a Fréderic Le Play y al conde Albert de Mun,42 los católicos buscaron instruir, moralizar y asegurar la intervención hacia los obreros y campesinos. Zamora tuvo la particularidad de incorporar a peones e inquilinos entre los miembros de sus círculos católicos, fuente de atención en las conferencias, pues eran una fuerza laboral importante en la región. La conferencia fue un recurso comunicacional que exhibió la teoría y práctica de la intervención social, así lo demuestra la planificación de año con año:

Bondadosos sacerdotes y personas ilustradas, se dignaron dar brillantes conferencias los domingos, y buena es la ocasión para hacer pública gratitud a los ilustrados conferencistas que fueron: [...] Sr. Pbro. D. Luis Rivera, sobre la felicidad [...] Sr. Pbro. D. Enrrique [sic] Amezcua, sobre la protección de la Iglesia al obrero; Sr. Pbro. D. V. Mendoza, sobre la influencia de la escuela en el taller; Sr. Pbro. D. Ignacio García Romero, sobre el respeto a la autoridad; Sr. Profesor D. Ramón Martínez sobre la embriaguez [...] Sr. D. M. Serrato sobre relaciones de la Iglesia con el trabajo; Sr. L. D. Perfecto Méndez Padilla sobre funcionamiento político de los Círculos Obreros, y en otra ocasión sobre la ley electoral; Sr. L. D. Fidel Silva, sobre el trabajo.43

Estas conferencias fueron recurrentes en los círculos obreros católicos. El método de la pedagogía social fue muy bien utilizado por los expositores, con ello se pretendió construir un lenguaje común de autodefensa entre los obreros y provocar una enseñanza ilustrativa que les fuera útil en su experiencia laboral.

El 15 de junio de 1911, en presencia de numerosos asistentes, en el teatro Imperial, se efectuó la ceremonia de instalación del Partido Católico Nacional, centro de Zamora. En aquella ocasión se realizó la elección de su mesa directiva, cuya presidencia la obtuvo el licenciado Perfecto Méndez Padilla. En su discurso subrayó la importancia de la acción social de los católicos en beneficio de las clases trabajadoras, específicamente en Zamora y planteó que las condiciones políticas del país eran favorables para la Iglesia. En su alocución dio lectura al programa nacional del partido y enfatizó el reconocimiento que Francisco I. Madero hiciera al informarse de su fundación, coincidiendo con él en que la colectividad política era el "primer fruto de la libertades conquistadas" y que el programa del partido introducía "ideas avanzadas y el deseo de colaborar por el progreso de la patria de un modo serio y dentro de la constitución".44 Meses más tarde, en los comicios del 15 de octubre, Madero fue apoyado por el Partido Católico Nacional. El periódico La Bandera Católica ese día se distribuyó muy temprano, y en su encabezado principal llamaba a sus lectores a pronunciarse a favor de la candidatura de Madero y León de la Barra,45 como presidente y vicepresidente respectivamente. En menos de un año el partido participó activamente de la política contingente, estableció nexos con la jerarquía de la Iglesia y cooperó con las organizaciones sociales católicas. Sus militantes estaban conscientes que lo experimentado era parte de un tiempo pletórico, ante lo cual afirmaban: "Hoy es una honra pertenecer al Partido Católico y los mismos liberales honrados nos miran como los primeros brotes de la democracia en México",46 por tanto, no había excusas para restarse de intervenir en el espacio público.

Las contiendas electorales fueron una expresión del alcance de las libertades públicas conquistadas durante la transición política emprendida por Madero. El Partido Católico Nacional, centro de Zamora, conoció de sus fortalezas y del apoyo de su base social, por eso utilizó la calle para proclamar sus candidatos al parlamento de la federación y del estado, tal como lo hicieran otros partidos en semejantes condiciones. El 22 de junio de 1912, hubo una solicitud expresa de los dirigentes Perfecto Méndez Padilla y Pantaleón L. García al prefecto del distrito, Cristóbal Pulido, para dar "vivas" en las calles de la ciudad a sus candidatos, al respecto indicaban en su misiva:

Señor Prefecto del Distrito, Presente. La Directiva del Centro local del Partido Católico, desea organizar una manifestación pública, que deberá verificarse mañana, á las 8 pm. Recorriendo las calles de Mercaderes, Hidalgo, Juarez y Morelos, con el estandarte del Partido, música, para dar vivas á los candidatos de la misma agrupación política, especialmente al señor Lic. Dn. Primitivo Ortiz, pronunciando además lo discursos que se juzguen oportunos. Protestamos no lastimar en nada á los adeptos de otros partidos y conservar inalterable el orden público, por lo cual asperamos [sic] que por parte de esa Prefectura no habrá inconveniente para permitir la referida manifestación.47

El 26 de junio se realizó otra solicitud para manifestarse por sus candidatos para el día 29, pero esta vez el prefecto Cristóbal Pulido temía enfrentamientos entre católicos y silvistas en las calles de la ciudad, pues ambos partidos coincidirían el mismo día y en igual horario en los "vivas" y "mueras" para sus candidatos. Al respecto el prefecto Pulido envió un telegrama en forma urgente al gobernador interino, Ángel Carreón, señalando: "prefectura juzga prudente resolver que ambos partidos hagan sus manifestaciones respectivas en teatros ó salones; pero no en las calles, porque pueden originarse graves desórdenes", ante lo cual Carreón respondió: "No permita manifestaciones políticas sino en teatros ó salones".48 A pesar de que hubo un acatamiento parcial a la resolución, es evidente que los católicos habían conquistado no tan sólo un electorado, sino también fueron protagonistas indiscutibles en el espacio público, lo que les permitió ejercer sus derechos políticos, ampliar sus bases de apoyo electoral y resituar el poder temporal de la Iglesia. Francisco J. Múgica comprendió estos alcances del Partido Católico Nacional en Zamora y en respuesta publicó en el semanario El Despertador del Pueblo su rechazo contra la alianza entre los católicos y el maderismo en la lucha electoral y el consenso político, manifestando al respecto: "Hace un año que una revolución gloriosa nos devolvió los derechos del hombre en todo su vigor. Doce meses han corrido y ya esos principios que el año de 1857 se inspiraron en el amor santo del pueblo, de la moral y del progreso, se nos quieren arrebatar de nuevo, y se ven amenazados de muerte".49

Los católicos sociales no se conformaron con organizar los círculos obreros, la asociación de damas, los círculos de buena lectura, la instrucción sindical o su propio partido. Una de las ocupaciones importantes de los católicos y de la propia jerarquía eclesiástica zamorana, en la pugna con otras ideologías y agrupaciones políticas, fue la preparación de sus "propagandistas". Sus primeros "agitadores", en orden de investidura, fueron los sacerdotes. Los "curas de pueblo" fueron agentes de suma importancia que trabajaron por la modificación de las circunstancias sociales, de pobreza y explotación, que aquejaban a sus feligreses, pues deciden "modificar o proporcionar dirección al curso de acontecimientos sociales [producto] de un proceso de construcción cognitivo, alimentado por la reflexión de experiencias y el ensayo de acciones que persiguen la realización de un fin, orientadas por el compromiso de mejorar la realidad social [de su comunidad] ".50 Antonio Gracián, sacerdote de la parroquia de Purépero, luchó por el reparto de tierras ente los labradores y por una mejoría en sus condiciones laborales y Rafael Galván, sacerdote y doctor en filosofía y teología, luego que cesó su actividad de maestro en el seminario de Zamora, dado el cierre de sus instalaciones por el general Joaquín Amaro en 1914, se refugió en la parroquia de Atacheo. Aquí promovió junto a Miguel Regalado, líder zapatista de la comunidad, el reparto de tierras y la sindicalización. Ambos "curas de pueblo" son testimonios del activismo social y propagandistas de la Rerum Novarum.

En tiempos de agitación política en que algunos obreros descuidaron sus asistencias al círculo el "Padre Sub-Director, [del círculo] se encargó de visitar todos los talleres, haciendo propaganda, lo cual dio magnífico resultado, pues así se logró atraer de nuevo a algunos obreros que mal aconsejados habían abandonado el círculo, y se logró la inscripción de muchos otros".51 De ahí que se procuró que su formación doctrinaria fuera correspondiente a los tiempos y actualizada en materias sociales. Conocimientos tales como formación de sindicatos, mutuales, cooperativas, cajas de crédito y de ahorro, fueron cruciales, en una competencia política e ideológica abierta, para conquistar las "consciencias" de los trabajadores. Las orientaciones al respecto eran claras: "las Asociaciones Obreras se multiplicarán rápidamente en la Diócesi [sic] y se establecerán [...] las varias instituciones creadas en otras partes para el bienestar moral y material de los trabajadores de las ciudades y los campos. Con este fin recomendamos a los sacerdotes a que no desdeñen los estudios prácticos de carácter social".52

La Segunda Gran Dieta Obrera, celebrada en Zamora, del 19 al 23 de enero de 1913, sentó las bases de una carrera ascendente por el liderazgo del movimiento social obrero-campesino en el estado de Michoacán, para de esta forma "enfrentar la competencia de otros grupos por imponer un programa para el desarrollo de la sociedad y para conseguir la formación de una base social que sería la receptora de sus ideas".53

La posición política ambigua del maderismo radicalizó las posiciones políticas y los católicos divulgaron con vehemencia su discurso e intervención social, máxime cuando una de la facciones revolucionarias contaba entre sus filas "con el brazo fuerte de otros ilustres michoacanos, dos de ellos exseminaristas de Zamora: Francisco J. Múgica y Rafael Sánchez Tapia".54 Hubo que distinguirse de otras ideologías, demostrando con evidencias la obra forjada para no suscitar vacilaciones y trazar la ruta que había que acometer en las nuevas circunstancias:

Antes que el socialismo apareciera en México, la Iglesia se preocupó de la condición de los obreros y en general de clase proletaria, como se demuestra por los asuntos tratados en los Congresos Católicos de Puebla, Morelia, Guadalajara y Oaxaca, los Congresos Agrícolas de Tulancingo y Zamora, y las Semanas Sociales León, México y Zacatecas [...] La acción social católica tiene por fin primario organizar a las clases inferiores de obreros proletarios en una verdadera familia, que dueña de sus derechos pueda hacerlos valer [...] Pedimos ante todo la cooperación del clero al cual quisiéramos muy instruido en estas materias [...] A los instruidos en cualquier materia, pedimos que se presten para comunicar en conferencias, escuelas nocturnas y demás medios de propaganda [...] Mucho puede el Estado reconociendo los derechos del trabajo y del capital, amparándolos y defendiéndolos; mucho puede también la cooperación de los ricos y de los instruidos en la ciencias y artes; mucho finalmente podrá el clero; pero todo será casi inútil si no se cuenta con la buena voluntad y abnegación del obrero.55

La Segunda Gran Dieta Obrera fue el último encuentro masivo de la jerarquía de la Iglesia, los laicos y el pueblo obrero-campesino, en el contexto de la revolución maderista. La reunión selló un hito en la causa obrera y demostró que se había alcanzado una victoria substancial: ostentar una de las organizaciones obreras y campesinas importantes del país, la Confederación Nacional de los Círculos Católicos de Obreros.56 La amenaza de una revolución socialista incrementó las energías de los católicos, quienes conscientes de su empresa promovieron nuevas formas de intervención, que persiguió vigorizar las conquistas obtenidas y canalizar los nuevos desafíos:

Está lejos de mi la idea de que únicamente los Círculos constituyan la meta de nuestras aspiraciones: no los considero sino como el primer grado, el mutualismo, en el vastísimo campo en que se desenvuelve la acción social; pero en ellos, como sobre firmísimas bases, debemos trabajar para la implantación del cooperativismo y del sindicalismo, si queremos que estos grados ulteriores de la misma acción produzcan frutos de vida y no sean plantas estériles o nocivas. Son los Círculos unos noviciados en que se adiestran los que después constituirán las sociedades cooperativas de crédito, de consumo o de producción.57 [...] Ilustrísimos Prelados, dignísimos sacerdotes, honorables socios de los círculos, obreros apreciables representante de tantas asociaciones de proletarios, vuestra labor será fecunda y más y más cada día; vuestras sociedades inundarán el territorio; la cuestión social de un peligro casi apocalíptico, se tornará en simple problema [...] el capital no explotará tiránicamente el trabajo; el trabajo no querrá oprimir el capital.58

La Segunda Dieta Obrera suministró al sacerdote jesuita Alfredo Méndez Medina, la oportunidad de expresar un programa renovado de intervención social, frente a las apremiantes circunstancias. Su proyecto, para satisfacer las demandas de la clase obrera y campesina, contempló aspectos económicos, sociales, laborales y culturales. Estaba consciente que el país enfrentaba acontecimientos cruciales, que demandaban un esfuerzo adicional de los católicos para seguir en carrera por la disputa del espacio público y la causa obrera. Su perspectiva era realista y radical, el obrero y el campesino necesitaban un nuevo orden social y político, basado en una economía social que garantizara condiciones de trabajo dignas, amparadas en un marco legal moderno y en una ética inquebrantable. Con sus propuestas procuraba redimir a la clase obrera, superar sus miserias materiales y espirituales, y fortalecer la participación de los católicos en una revolución sociopolítica que pareció asentarse de forma irreversible.

Durante las conferencias de La Segunda Gran Dieta, el jesuita marcó distancia con el discurso asistencialista y "despolitizado", a su juicio, que aún tenía la causa obrera de los católicos. El mayor logro de su exposición fue discernir, a mi juicio, el desafío que debía encarar el pueblo mexicano para superar los conflictos de clase y el atraso económico: "El maquinismo, en sí no es un mal, al contrario, es un progreso del ingenio humano que hay que aplaudir, es un nuevo dominio del espíritu sobre la materia. Pero su introducción inconsiderada en un medio no preparado es causa de grandes desequilibrios y trastornos sociales, que deben tenerse más en cuenta que las ventajas pecuniarias".59

Su discurso pudo parecer, como primera impresión, un retroceso para la causa de los católicos. Sin embargo, leído con atención, el sacerdote Alfredo Méndez centró su atención en una compleja relación que necesitó atenderse; a saber, la existencia de una incipiente sociedad salarial —monetaria— que estaba permeada por una experiencia histórica de derechos tradicionales, pero que se revocaban día con día por las presiones compulsivas del capitalismo. Méndez contempló que lo nuevos beneficios obtenidos —salario, consumo, libertad, organización sindical, derechos democráticos— no modificarían las condiciones de la clase obrera si no se compensaba lo que históricamente se consideró justo. Pensó que era una transición necesaria mantener los equilibrios en la cultura laboral —tradicional y moderna— considerando que la clase trabajadora experimentaba una proletarización oscilante, que se agudizó con la "violencia revolucionaria".

La solución a los problemas del obrero, dada la radicalización del escenario político, demandó nuevas exigencias en la intervención social de los católicos. Fue visible una postura más enérgica para reforzar su causa, un primer paso en ese camino fue la Segunda Gran Dieta que delimitó las nuevas coordenadas por seguir. También las publicaciones eclesiásticas de la diócesis zamorana —al igual que en otras diócesis del país— promovieron las agencias obreras, incorporaron para ello nuevas secciones en sus páginas, como la sociológica, la informativa y de conferencias, publicando artículos que exhortaban a los obreros a robustecer sus organizaciones. Es evidente que esas publicaciones tenían un nexo muy establecido con las nuevas tendencias de las ciencias sociales. Las "nomenclaturas" de la sociología y la economía social fueron parte del lenguaje cotidiano de muchos clérigos, formados en Zamora o en Roma en esos nuevos "dominios", y laicos que bebieron de esas fuentes del conocimiento. Una de las formas que se privilegió para defender a los obreros de los atropellos patronales fue la sindicalización, definida como una institución social facultada para reconstituir a la familia obrera:

actualmente disgregada y por eso afligida de tantas calamidades [...] La principal aspiración del sindicato es acordar de una manera digna, justa y equitativa el contrato de trabajo [...] si el obrero se asocia con otros compañeros de profefeción, [sic] podrá adquirir una fuerza moral y material igual a la del capitalista y estará en aptitud de discutir con verdadera libertad, y por tanto con justicia y equidad el contrato de trabajo [...] el buen sindicato educa, eleva y civiliza al obrero[entre] otros servicios [...] enumeraremos los siguientes: organizar la enseñanza profesional por medio de cursos nocturnos; procurar colación en buenas condiciones a sus miembros desocupados; fundar cajas de ahorro y pensiones de vejez; establecer socorros mutuos para el caso de enfermedad, paro involuntario, invalidez; exigir [a las] fábricas el cumplimiento de las leyes en favor del obrero como la del descanso dominical, la de accidentes del trabajo, etcétera.60

Aún no se terminaban de discernir las estrategias por seguir de los católicos sociales, como resultado de la Dieta Obrera, cuando el 9 de febrero de 1913 el presidente Madero sufrió la traición del general Victoriano Huerta, quien dilató la defensa de Palacio Nacional durante 10 días. Finalmente Huerta usurpó el poder, presionando a Francisco I. Madero para que renunciara a la presidencia y ordenando posteriormente su asesinato y el de Pino Suárez, al ser trasladados a la Penitenciaría el 22 de febrero. Este hecho precipitó la oposición al usurpador, liderada por Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, con el fin de restablecer la transición política y electoral iniciada con el maderismo.

La actitud de los católicos al gobierno de facto no fue unívoca.61 Si bien hubo voces favorables y compromisos políticos con el régimen del general Huerta, también existió un desconcierto en muchos otros católicos que habían participado abiertamente en el espacio público que instauró la revolución maderista. El respeto a las libertades públicas, la apertura democrática y el desarrollo de la actividad política por cauces institucionales fueron cualidades que los católicos valuaron durante la presidencia de Madero y estaban conscientes que con Huerta había un riesgo evidente de perder el terreno ganado.

En marzo de 1913, el Partido Católico Nacional, centro de Zamora, definió su posición. Fidel Silva planteó abiertamente en su discurso, "Actitud del Partido Católico Nacional ante el actual momento histórico", que los católicos no renunciarían al ejercicio de sus derechos políticos. Consideró un error echarse "en los brazos de la nueva dictadura", subrayando que uno de los objetivos primordiales del partido era la instauración de la democracia, al respecto puntualizó que "sin libertad política no pueden existir partidos católicos" y realizó un llamado a ejercer "sin desmayo [los] derechos políticos".62

En el mes de mayo de 1913, Zamora fue sitiado por el brigadier José Rentería Luviano,63 imponiendo sanciones pecuniarias a la Iglesia y a las familias de fortuna, para luego desplazarse a la hacienda de Guaracha. Para el mes de agosto de 1914, las fuerzas militares carrancistas irrumpían en el valle de Zamora. La llegada del joven general Joaquín Amaro, responsable de las tropas, causó pánico en una población que se había adaptado a las condiciones impulsadas por la "revolución maderista".

Las medidas exigidas por Amaro a los ciudadanos y sus instituciones hicieron acrecentar las desconfianzas. En un presuroso actuar convirtió el palacio del obispo en oficinas públicas; saqueó las iglesias de la ciudad; clausuró la Escuela de Artes y Oficios y ocupó sus dependencias como cuartel-bodega; cerró escuelas, asilos católicos, el convento de las Capuchinas y el Seminario; el Teatro Obrero fue desalojado por las agrupaciones católicas; persiguió a clérigos; y encarceló a varios miembros de organizaciones católicas.64

En unos cuantos meses la ciudad vivió un clima de desasosiego; muchas familias prominentes decidieron abandonar sus residencias, los campos fueron asaltados y cientos de obreros y campesinos oscilaron en sus adhesiones a los nuevos líderes —Carranza, Villa y Zapata— de la causa revolucionaria.

Las organizaciones obreras de los católicos sociales en Zamora se replegaron, fue difícil poder reunirse y emprender acciones en beneficio de su causa, pues el escenario político se polarizó. Hubo de pasar casi una década para encauzar el catolicismo social, donde obispos como Núñez y Zárate, Orozco y Villarroel o sacerdotes tales como Méndez Medina o Arnulfo Castro prosiguieron con la experiencia acumulada de los círculos obreros y la sindicalización.

 

Conclusión

La selección de discursos y prácticas, para efectos de esta investigación, que exhiben la participación activa de los católicos en la ciudad de Zamora, entre 1909-1913, es un indicador que lo social fue un campo de confrontación e intervención política entre diversas organizaciones con intereses múltiples y favorecidos por una corriente humana impetuosa resuelta a cambiar las bases del estado material, ideológico y cultural establecido. Varias agrupaciones sociopolíticas, privadas y públicas, comprendieron que el progreso no era medible sólo por los avances tecnológicos o de infraestructura, sino que también la modernidad era una expresión de una mejor calidad de vida. Dicho de otro modo, el progreso de una sociedad debía contemplar derechos políticos, sociales y laborales.

Las publicaciones eclesiásticas, las conferencias sociales y los propagandistas fueron una evidencia de la apropiación de un dominio social, que proporcionó a los católicos en muchos casos comprender una realidad nueva y conseguir soluciones modernas a los problemas sociolaborales de los obreros en Zamora. Además, se desarrollaron distintas formas de movilización de sus agrupaciones obreras, con lo cual se fortaleció la opción política de los católicos sociales, ya sea a través del partido político o en las diversas organizaciones sociales, en un espacio público que estaba en recomposición.

En los círculos de obreros católicos, las pastorales y en las publicaciones de revistas y de periódicos católicos apareció un lenguaje nuevo. Se habló de "justicia social", "responsabilidad del Estado", "aspectos sociales de la propiedad privada", "legitimidad de las aspiraciones obreras", "luchar, junto a los creyentes, por la justicia social"; todas y cada una de estas ideas estuvieron inspiradas en el catolicismo europeo como modelo retórico y de acción, y donde la Rerum Novarum tuvo una actuación fundamental, pero fueron las circunstancias de lo acaecido en México, al despuntar el siglo XX, que hicieron que todo este modelo tuviera sus propias trayectorias y encrucijadas.

Por tanto es necesario seguir avanzando en estudios que identifiquen los alcances de esas intervenciones65 para contribuir a situar de mejor manera las relaciones políticas, económicas y sociolaborales experimentadas en México, a fines de siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX: "la revitalizada Iglesia [durante el] Porfiriato [y la Revolución] necesita volver a ser considerada, ya no como la criada del gobierno y como un estorbo para la modernización, sino como parte integral de los procesos de modernización en los niveles tanto ideológico como material".66

 

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Notas

1 Lo significativo de este proceso fue que una parte de la jerarquía eclesiástica, una nueva generación de sacerdotes y muchos laicos, todos y cada uno comprometidos con la doctrina social de la Iglesia, impulsada por el papa León XIII, optaron abiertamente por recuperar y ampliar la influencia del catolicismo en el país, uno de cuyos ámbitos preferentes para desarrollar su intervención fue el laboral.

2 Aunque las fuentes se refieren a "obreros" es muy probable que el término se haya utilizado indistintamente para referirse a trabajadores del comercio, artesanos y aquellos que desempeñaban cualquier oficio. En Zamora existió una población predominantemente rural, por tanto, es muy factible que haya existido una utilización indiscriminada del término.

3 Al respecto hay algunos trabajos pioneros en México que han desarrollado una investigación de la participación activa de los católicos, privilegiando el conjunto de la realidad mexicana más que los contextos particulares. Entre estos investigadores sobresalen: Jorge Adame, El pensamiento político y social de los católicos mexicanos, 1867-1914, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1981; Roberto Blancarte, Historia de la Iglesia católica en México, México, FCE, El Colegio Mexiquense, 1992; El pensamiento social de los católicos mexicanos, México, FCE, 1996; Manuel Ceballos Ramírez, El catolicismo social: un tercero en discordia. Rerum Novarum, la "cuestión social" y la movilización de los católicos mexicanos (1891-1911), México, El Colegio de México, 1991; Moisés González Navarro, "El porfiriato: la vida social", en Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México, vol. 4, México, Editorial Hermes, 1973; José Miguel Romero de Solís, El aguijón del espíritu: historia contemporánea de la iglesia en México, 1892-1992, México, IMDOSOC, 1992.

4 Esto explica que hasta noviembre de 1910 las organizaciones sociales católicas hayan instaurado la práctica de reunirse en congresos o semanas sociales. Baste recordar los diversos Congresos Católicos Nacionales (Puebla en 1903, Morelia en 1904 "Mariano", Guadalajara en 1906 "Eucarístico", y Oaxaca en 1909); Congresos Agrícolas (Tulancingo en 1904 y 1905, Zamora en 1906); y Semana Católica-Social (León, 1908; México, 1910; México, 1911; Zacatecas, 1912).

5 Elisa Cárdenas, El derrumbe. Jalisco, microcosmos de la revolución mexicana, México, Tusquets Editores, 2010, 232.

6 Laura O'Dogherty Madrazo, De urnas y sotanas. El Partido Católico Nacional en Jalisco, México, Conaculta, 2001, 21.

7 Si bien los católicos lograron establecer una plataforma electoral con la fundación del Partido Católico Nacional (PCN) , en mayo de 1911, lo que les permitió tener entre sus representantes a diputados y senadores estatales y federales, para efecto de este trabajo la acción política del PCN se contempla mínimamente pues nos interesa rescatar la intervención de los católicos en una dimensión sociopolítica más próxima a las bases sociales. No desconocemos que hubo senadores o diputados, estatales y federales, que apoyaron la causa obrera, pero es evidente que el PCN tuvo más interés en hacer política desde arriba.

8 Cárdenas, El derrumbe, op. cit., p. 432.

9 Muchas son las obras que se refieren a las condiciones del atraso y el estancamiento en materia económica y social en México, al respecto véase: Ciro Cardoso, coord., México en el siglo XIX (1821-1910). Historia económica y de la estructura social, México, Nueva Imagen, 1990; John Coatsworth, Los orígenes del atraso: nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México, Alianza Editorial, 1990; Eric Wolf, Los campesinos, Barcelona, Labor, 1982; Teresa Rojas, coord., La agricultura en tierras mexicanas desde sus orígenes hasta nuestros días, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Grijalbo,1990; Herbert Nickel, comp., Paternalismo y economía moral en las haciendas porfirianas, México, Universidad Iberoamericana,1989; François-Xavier Guerra, México: del antiguo régimen a la revolución, 2 vols., México, Fondo de Cultura Económica, 1988.

10 Angus Maddison, Historia del desarrollo capitalista, Barcelona, Ariel, 1991, 16.

11 Gladys Lizama, Zamora en el porfiriato: familias, fortunas y economía, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000, 108.

12 Álvaro Ochoa, "La Revolución maderista en Michoacán", en Memorias. La Revolución en la regiones, tomo II, Guadalajara, IES, Universidad de Guadalajara, 1986, 466.

13 Ibid., p. 22.

14 Al respecto nos referimos a las familias: García, Verduzco López, Verduzco Quiroz, Chavolla Falconi, Méndez Padilla, Méndez Ruiz, Martínez, Mendoza, Barragán, Plancarte, Arregui, Magaña, Guízar Valencia, Orozco y Jiménez, Villaseñor y Zepeda. Estas familias han sido estudiadas por Gladys Lizama en su libro Zamora en el porfiriato op. cit., y en su artículo "Los capitales zamoranos a principios del siglo XX, en Historia Mexicana XXXIX, 4, 1990, 1029-1061.

15 Jesús Tapia Santamaría, Campo religioso y evolución política en el Bajío zamorano, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1986, 131.

16 Luis González y González, Zamora, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1984, 121.

17 "El enganche de hombres para el Estado de Oaxaca que hizo el Sr. José Medina Rodríguez", Archivo Municipal de Zamora (AMZ), Fondo Gobernación, caja 68, expediente 285, 1906; "Enganches", AMZ, Fondo Gobernación, caja 76, expediente 12, 1907; "Enganches", AZM, caja 79, expediente 274, 1908.

18 Álvaro Ochoa, Los agraristas de Atacheo, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1987, 57.

19 "Reunión del 3er Congreso agrícola mexicano en esta ciudad de Zamora", AZM, Fondo Fomento, caja 68, expediente 69, 1906.

20 Al respecto véase el trabajo de Cecilia Bautista, "Hacia la romanización de la Iglesia mexicana a fines del siglo XIX", en Historia Mexicana, LV, 1, 2004, 109. Para el caso mexicano, el arzobispo de México, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos y el obispo de Michoacán, Clemente de Jesús Munguía, fueron promotores de la renovación en la formación del clero. Ambos dispusieron de sus propios recursos para enviar a varios alumnos al Colegio Pío Latino. El detalle de estos y otros aspectos en Bautista, op. cit

21 Al respecto véanse los sugerentes trabajos de Laura O'Dogherty Madrazo, De urnas y sotana, op. cit.; Robert Curley, "Los laicos, la Democracia Cristiana y la Revolución mexicana, 1911-1926", en Signos Históricos, núm. 7, enero-junio, 2002, 149-170; Elisa Cárdenas, "El Partido Católico Nacional: política, religión, estereotipos", en Estudios Jaliscienses, núm. 58, 2004; Elisa Cárdenas, El derrumbe, op. cit.

22 "Editorial", La Bandera Católica, año 2, núm. 56, Zamora, 15 de agosto de 1909, 1.

23 Luis González y González, Zamora, op. cit, p. 121.

24 José Othón Núñez, nació en Oaxaca en 1867. Estudió en el seminario de su ciudad natal y también en Roma, en 1890. Se ordenó sacerdote en 1892, se doctoró en teología y cánones. Fue profesor, vicerrector y rector del seminario de Oaxaca y vicario general de dicha diócesis. Además fue fundador de La Voz de la Verdad, promotor y fundador del Círculo Católico de Obreros. Tuvo estrechos vínculos con el obispo Eulogio Guillow.

25 "Informe leído por el Sr. Pbro. D. Francisco Padilla, subdirector del Círculo Católico de Obreros de Zamora, en la Asamblea que, para solemnizar el primer aniversario del mismo", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, Zamora, 1 diciembre de 1911, 107. Esta participación del obispo Núñez también es señalada por Arturo Rodríguez Zetina, Zamora: ensayo histórico y repertorio documental, México, Jus, 1952, 313-338 y Luis González y González op. cit., pp. 119-123.

26 "1 circular del Ilmo y Rmo Sr. Dr. Dn. José Othón Núñez al V. clero de la diócesis de Zamora", en La Bandera Católica, año 2, núm. 61, Zamora, 19 de septiembre de 1909, 3. La prensa se transformó en un instrumento político de primer orden en la intervención social católica. Las orientaciones de León XIII al respecto fueron contundentes, había que persuadir a los católicos de practicar la acción social y la participación política. La prensa entonces se convirtió en un catalizador del ideario sociopolítico de los católicos que se adhirieron a la doctrina social de la Iglesia.

27 "Reglamento del Círculo de Obreros de Zamora", Zamora a 27 de noviembre de 1909, en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, Zamora, 1 de enero de 1910, 130-140.

28 "Informe leído por el Sr. Pbro. D. Francisco Padilla, op. cit., p. 113.

29 Ibid., pp. 113-114.

30 Idem.

31 "Se pone la primera piedra del edificio del Círculo Católico de Obreros", La Bandera Católica, año 2, núm. 80, Zamora, 6 de febrero de 1910, 1.

32 "Cómo será el futuro edificio del Círculo de Obreros", La Bandera Católica, año 2°, núm. 80, Zamora, 6 de febrero de 1910, 5.

33 "Informe leído por el Sr. Pbro. D. Francisco Padilla, op. cit., p. 114.

34 "La acción de la Iglesia a favor del obrero" en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de junio de 1911, 355.

35 "Informe leído por el Sr. D. Antonio Ochoa, Presidente del Círculo Católico Obrero de Zamora, en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de marzo de 1912, 202.

36 "Tercera Carta Pastoral de D. José Othón Núñez y Zárate, Obispo de Zamora", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de abril de 1912, 249.

37 "Noticias de las agrupaciones nacionales constituidas en este distrito con fines de mutualismo, cooperación y de ayuda o análogos", Zamora 11 de octubre de 1912, AMZ, Fondo Fomento, caja 36, expediente 60, 1912.

38 Este tipo de sociabilidad buscó reforzar las solidaridades entre sus miembros, crear identidades de clase y agencias de control político social por parte de sus dirigentes. Esta fue una realidad que acompañó permanentemente a las formaciones obreras de Europa y América. No se trata entonces de una particularidad de las organizaciones obreras de izquierda, sino que son transversales a las colectividades de proletarios y sus formas de organización, pues antes que la ideología existe la experiencia y la cultura del asalariado, ámbitos que movilizan prácticas que necesariamente deben ser considerados por los dirigentes o sus ideólogos. Numerosos estudios históricos así lo testimonian. E. P. Thompson, por citar un ejemplo, es uno de los historiadores más representativos en este sentido.

39 "[Continuación de] Informe leído por el Sr. D. Antonio Ochoa, Presidente del Círculo Católico Obrero de Zamora en la solemne Asamblea reglamentaria celebrada el día 11 de febrero de 1912 con motivo de la toma de posesión de la Mesa Directiva", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de abril de 1912, 268.

40 "Circular sobre la creación de la Junta Diocesana de Acción Social Católica", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de abril de 1912, 259.

41 Ibid., p. 260.

42 Fréderic Le Play es el fundador de una escuela de pensamiento y acción por "La Reforma Social" que tuvo una profunda influencia en la sociedad francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Creó un método de investigación social basado en la observación y puede ser considerado uno de los creadores de la sociología como ciencia. Estudió las instituciones que, según él, garantizan y promueven la paz social (familia, creencias religiosas, relaciones patrono-trabajador). Fundó la revista La Réforme Sociale y creó la "Escuela de la Paz Social" y la Société d'Economie et des Sciences Sociales"que sigue hoy publicando la Revue des Etudes Sociales. El conde Albert de Mun fue un político francés y ferviente católico, se dedicó a la acción social. Junto con La Tour du Pin, impulsó los Círculos Católicos de Obreros. Elegido diputado por Bretaña (1876), participó en la elaboración de la legislación social sobre el sindicalismo y el trabajo de las mujeres y los niños. Otros importantes autores europeos que inspiraron a los católicos mexicanos y zamoranos, fueron Georges Goyau, Wilhelm Emmanuel von Ketteler, Víctor José Doutreloux. Muchos de estos autores europeos fueron leídos, estudiados y conocidos por sacerdotes mexicanos que viajaron por Italia, Alemania, Francia, Bélgica y España. Éstos tuvieron enorme influencia en México, pues visitaron regularmente parroquias y obispados, realizando conferencias y ofreciendo talleres a los sacerdotes, obreros y feligreses. Entre estos sacerdotes destacan Arnulfo Castro, Alfredo Méndez Medina y Bernardo Bergoend. Al respecto, véanse los trabajos de Manuel Ceballos R., "Las fuentes del catolicismo social mexicano", en Manuel Ceballos y Alejandro Garza, coord., Catolicismo social en México. Teoría, fuentes e historiografía, tomo 1, Monterrey, Academia de Investigación Humanística, A. C., 2000; Jean Meyer, Historia de los cristianos en América Latina: siglos XIX y XX, México, editorial Vuelta, 1989; Jean Meyer, La Cristiada, vol. 1, México, Siglo XXI Editores, 1973.

43 "[Continuación de] Informe leído por el Sr. D. Antonio Ochoa, Presidente del Círculo Católico Obrero de Zamora en la solemne Asamblea reglamentaria celebrada el día 11 de febrero de 1912 con motivo de la toma de posesión de la Mesa Directiva" en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de abril de 1912, 268. Muchos de los conferencistas eran sacerdotes que practicaban el catolicismo social fervientemente y otros eran laicos, muy activos con su Iglesia. Sin embargo, algunos de ellos no estaban lo suficientemente convencidos que la "cuestión obrera" fuera un objeto de ocupación de la jerarquía y los feligreses, pues dudaban del compromiso doctrinario de los obreros y campesinos. El ejemplo de los que dudaban está en el licenciado Perfecto Méndez Padilla, defensor de un catolicismo conservador y que optó por la alta política como instrumento de intervención católica.

44 "Organización del Partido Católico Nacional en esta ciudad", La Bandera Católica, año 3, núm. 144, Zamora, 18 de junio de 1911, 1 y "El Partido Católico y su Programa", La Bandera Católica, año 3, núm. 144, Zamora, 18 de junio de 1911, 2-3.

45 La Bandera Católica, año 4, núm. 15, Zamora, 15 de octubre de 1911, 1.

46 "No tenemos excusas, si no nos organizamos", La Bandera Católica, año 4, núm. 22, Zamora, 3 de diciembre de 1911, 1.

47 "Manifestación política organizada por los partidos Católico Nacional y Liberal Silvista", AMZ, fondo Gobernación, caja 95, expediente 73, 1912.

48 Idem.

49 El Despertador del Pueblo, Zamora, 18 de agosto de 1912.

50 Miguel J. Hernández Madrid, "Curas de pueblo y acción social católica en Michoacán, 1940-1960, Tzintzun, núm. 43, enero-junio, 2006, 51. El estudio pormenorizado de los sacerdotes de pueblo en tiempos de la Revolución es un tema pendiente en la historiografía, sería relevante estudiar su participación dados los estrechos lazos que establecieron con sus comunidades. Agradezco los datos proporcionados para el estudio de los sacerdotes Gracián y Galván al señor Jorge Moreno Méndez, conservador del Archivo Diocesano de Zamora.

51 "[Continuación de] Informe leído por el Sr. D. Antonio Ochoa...", op. cit., pp. 268-269.

52 "Carta Pastoral del Ilmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Zamora José Othón Núñez y Zárate, con motivo de del Centenario de la iniciación de la Independencia", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de mayo de 1910, 299-300. Durante el desarrollo de la Segunda Semana Católico-Social, realizada en dependencia del seminario Conciliar entre el 17 y 22 de octubre de 1910, el canónigo Miguel de la Mora expuso sobre "La acción social del sacerdote y la necesidad del estudio de la sociología en los seminarios", pues el sacerdote, según él, "es quien principalmente está llamado á entender de la cuestión social y no dudó de calificar con el epíteto de traidor al sacerdote que huye del campo social. Abogó porque en los seminarios se establezcan las clases de sociología y economía social", y proponía que se leyeran las obras de Kannengieser, tituladas Los católicos alemanes y El despertar de un pueblo, en "La Segunda Semana Católico-Social", La Bandera Católica, año 3, núm. 113, Zamora, 30 de octubre de 1910, 1. En el seminario de Puebla se enseñaba la materia de sociología; en la Escuela Católica de Jurisprudencia de Guadalajara Miguel Palomar y Vizcarra impartía la clase sociología, economía política y estadística, desde 1909, la que también enseñó en la Facultad de Derecho Civil en la Universidad Católica de Puebla, a partir de 1910, al respecto véase Jorge Adame, op. cit.

53 Martín Sánchez Rodríguez, "Los católicos. Un grupo de poder en la política michoacana (1910-1924)", en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, Zamora, El Colegio de Michoacán, núm. 51, 1992, 196. Al respecto, también se pueden consultar los trabajos de Gabriela Díaz, "El catolicismo social en la Arquidiócesis de Morelia, Michoacán (1897-1913), en Tzintzun, núm. 38, julio-diciembre de 2003; Cecilia Bautista, Entre la disputa y la concertación: las disyuntivas entre el Estado y la Iglesia en la consolidación del orden liberal, México 1856-1910, tesis de doctorado en Historia, México, El Colegio de México, 2009.

54 Luis González y González, op. cit., p. 122. Estos señalamientos también se encuentran en Francisco Valencia Ayala, El seminario de Zamora, Morelia, Fimax Publicistas, 1977.

55 "Carta pastoral Colectiva" en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de febrero de 1913, 193-196. A partir del mes de mayo y en forma permanente aparecieron pronunciamientos y escritos sistemáticos sobre el sindicalismo, además apareció una nueva sección denominada "sociológica", en las páginas del Boletín. Es evidente que se trata de una postura más enérgica de la jerarquía de la Iglesia, particularmente en Zamora, y de un camino de intervención social más ligado al discurso socialista que se manifiesta desde los ámbitos carrancistas.

56 Felipe Ávila puntualiza que durante el maderismo las organizaciones de obreros católicos se transformaron en las más importantes tanto en número como en cohesión. Al respecto afirma que "los círculos católicos de obreros se habían convertido en un protagonista destacado dentro del mundo laboral, en el que convivían y se disputaban la hegemonía por una mayor influencia con las organizaciones laicas de trabajadores de carácter liberal y con las incipientes manifestaciones anarcosindicalistas". Véase su trabajo titulado "Una renovada misión: las organizaciones católicas de trabajadores entre 1906-1911", en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 27, enero-junio, 2004, 93.

57 José Othón Núñez y Zárate, "Discurso en la sesión de apertura de la segunda Gran Dieta, 19 de enero de 1913", en Memoria de la Segunda Gran Dieta, op. cit., p. 9.

58 Francisco Elguero, "El Apóstol Obrero", en Memoria de la Segunda Gran Dieta, op. cit., p. 101.

59 Alfredo Méndez, "La Cuestión Social en México. Orientaciones", en Memoria de La Segunda Gran Dieta, op. cit., p. 107.

60 "El sindicato", en Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Zamora, 1 de abril de 1913, 261-263.

61 Al respecto, véase la fundamentada discusión historiográfica que desarrolla en su libro Laura O'Dogherty, De urnas y sotanas, op. cit., pp. 202-253. La perspectiva historiográfica, tal como puntualiza la autora, ha puesto mucho más atención en la revolución constitucionalista para juzgar el desempeño de la Iglesia y los católicos durante la dictadura del general Huerta, lo que ha imposibilitado una interpretación ponderada y de fondo sobre la real participación de los católicos durante la decena trágica y el gobierno de facto del usurpador.

62 Fidel Silva, "Actitud del Partido Católico Nacional ante el actual momento histórico", 2 de marzo de 1913, Zamora, en La Nación, 16 de marzo de 1913, 6-7, citado en O'Dogherty, De urnas, op. cit., p. 219. Véase Eduardo Correa, El Partido Católico Nacional y sus directores; explicación de su fracaso y deslinde de responsabilidades, México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

63 "Partes diarios de novedades", AMZ, Gobernación, prefectura, caja 95, expediente 1, 1913.

64 Véase Rodríguez Zetina, op. cit., p. 852; Luis González y González, op. cit., p. 123. La persecución a la obra de la Iglesia fue total, hay que considerar, por ejemplo, que el Boletín eclesiástico de la diócesis dejó de publicarse y volvió a circular en el mes de noviembre del año 1920.

65 Recientemente Pedro Salmerón ha puntualizado que faltan estudios de esta naturaleza, pues en sus propias palabras el catolicismo social es "una de las fuentes de la Revolución Mexicana más defectuosamente conocidas", pues muchas de sus organizaciones y miembros se vincularon a proyectos que no se reducían a la Iglesia católica. Hubo obreros católicos que tuvieron acercamientos a los proyectos de Zapata, Carranza y Villa. Por tanto es necesario que proliferen estudios al respecto, superando los prejuicios de los testimonios contemporáneos a estos hechos y por cierto los nuestros. Véase Pedro Salmerón, "Catolicismo social, mutualismo y Revolución en Chihuahua", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 35, enero-junio de 2008, 75-107. En un misma línea apuntan los trabajos de Felipe Ávila, op. cit.; O'Dogherty, De urnas, op. cit.; Elisa Cárdenas, El derrumbe, op. cit.

66 Mark Overmyer-Velázquez, "Un nuevo orden político religioso: Iglesia, Estado y trabajadores durante el porfiriato", en Daniela Traffano, Reconociendo al pasado. Miradas históricas sobre Oaxaca, Oaxaca, Ciesas, IIHUABJO, 2008, 259.

 

Información sobre el autor

Patricio Herrera González. Doctor en Historia por El Colegio de Michoacán. Es profesor-investigador de tiempo completo en el Centro de Economía y Sociedad en la Universidad de Valparaíso, Chile. Sus áreas de interés son: Relaciones laborales y movimiento obrero latinoamericano; historia transnacional y organizaciones internacionales, particularmente la oit, y su impacto en la institucionalidad laboral de América Latina. Entre sus últimas publicaciones se cuentan: Fabián Herrera y Patricio Herrera, coord., América Latina y la Organización Internacional del Trabajo. Redes, cooperación técnica e institucionalidad social (1919-1950), México, IIH UMSNH, 2013; "El pacto por la unidad obrera continental: sus antecedentes en Chile y México, 1936", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 46, 2013, 87-119; "La Confederación de Trabajadores de América Latina. Una historia por (re)significar (1938-1963)", Secuencia, núm. 86, 2013, 195-218; "La Confederación de Trabajadores de América Latina y la implementación de su proyecto sindical continental (1938-1941)", Trashumante, núm. 2, 2013, 136-164.

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