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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versão On-line ISSN 2448-7554versão impressa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.34 no.135 Zamora Jun./Ago. 2013

 

Presentación

 

La esfera y los hombres. Identidades y saberes a través del tiempo

Reyes "sabios", los soberanos castellanos y portugueses lo fueron en primer lugar
para ellos mismos La obra cultural de Alfonso X el Sabio se
extiende a todos los campos del conocimiento: el derecho y la filosofía del
derecho, la historia, las ciencias, los juegos e incluso, siguiendo el ejemplo
de Salomón a quien se atribuía el Cantar de los Cantares, el largo poema de
las Cantigas de Santa María; pero se le debe también una obra como
mecenas, manifestada tanto por la catedral de León como por las múltiples
traducciones salidas de sus talleres, que se sumaron a las que se hacían
en Toledo desde hacía más de un siglo. [...] Al fin de facilitar la difusión
de los conocimientos, a mediados del siglo XIII se adoptó el castellano
como lengua oficial tanto para las actas emitidas por la chancillería real
como para las obras científicas, jurídicas e históricas [...] Así, la cultura
fue pronto incorporada al arsenal de los instrumentos del poder por los
reyes del occidente peninsular.

Adeline Rucquoi, La historia medieval de la Península Ibérica.

 

Decir el otro es postularlo como diferente, es postular que existen dos
términos, a y b, y que a no es b; o sea, hay griegos y no griegos. Pero la
diferencia sólo adquiere interés a partir del momento en que a y b entran
en un mismo sistema; hasta entonces, existía una no coincidencia pura y
simple. De ahí en más existen divergencias y, por lo tanto, una diferencia
asignable o significativa entre los dos términos. O sea que existen griegos
y bárbaros. Desde que se la expresa o transcribe, la diferencia se vuelve
significativa, puesto que queda atrapada entre los sistemas de la lengua y
la escritura. Comienza entonces este trabajo, incesante e indefinido como
el de las olas al romper sobre una playa arenosa, que consiste en traer de
vuelta el otro al mismo.

François Hartog, El espejo de Heródoto.

 

La renovatio que tuvo lugar en buena parte de la Europa medieval de los siglos XI y XII condujo al afianzamiento de características que son parte sustancial de ese complejo fenómeno estructural, sociocultural, económico y político de larga duración que denominamos Occidente. Una coyuntura multicausal —en cuya descripción no nos podemos detener aquí— con diversos asideros en lo social, lo demográfico, lo económico, lo político y lo cultural, produjo un movimiento de contracorriente frente al proceso de feudalización que se había generalizado desde el siglo vi. Esa transformación hizo que las ciudades medievales volviesen a tener un papel preeminente tal y cual lo habían ostentado como articuladoras del espacio, de las relaciones entre los hombres y de los intercambios de ideas y bienes durante la época romana. Es el momento en el que se reflota de nueva cuenta la importancia de la urbs como civitas y se afianza, en consecuencia, la vocación urbana por los saberes con la creación de las primeras universidades, como la de Bolonia en 1089, o la de Salamanca en 1208, de cuya Biblioteca procede la imagen de nuestra portada, El Cielo, pintado probablemente por Fernando Gallego al final del siglo XV.

Todo ello, además, no fue ajeno a una profunda revolución de las relaciones políticas entre el papado y los señores feudales con la reforma gregoriana. A partir de esta mutación es que podemos entender una serie de procesos muy propios de la cultura occidental como el de la universalización u homogeneización de una matriz cultural común que permite, desde entonces, la construcción continua de saberes cimentados en los de las tradiciones antiguas: revolución y tradición en Occidente van unidas invariablemente. El proceso no sólo produjo fenómenos como la eclosión del derecho romano en la Europa del siglo XII o la reinterpretación de la medicina y de la cosmografía antiguas de tradición grecorromana y su difusión vernácula, sino también la importante alianza entre el saber y el poder en las nuevas relaciones políticas y sociales de Occidente. Una consecuencia, entre otras, fue la afirmación de un modo de construir una identidad occidental siempre a expensas de definir la otredad como diferencia.

La Península Ibérica no entró de lleno en el proceso de feudalización, particularmente su extrema ruralización, dadas las características de la conformación política y cultural de sociedades en las que convergieron cristianos, moros y judíos desde el siglo vi, manteniendo vivas las ciudades y la cultura urbana, de herencia romana, junto con la vocación por el saber.1 Eran sociedades conscientes de su multiculturalidad y, particularmente los monarcas cristianos, aprovecharon los intensos contactos con sus vecinos y el acceso a buena parte de los textos grecolatinos traducidos al árabe. Desde una época muy temprana esto derivó en la aparición de escuelas de traductores como la de Toledo (siglo XI), y el que la práctica de la traducción y de la copia de textos fuese una actividad constante en los reinos castellanos y ligada a los centros de poder político. En este contexto es que se comprende mejor el inicio de una tradición de difusión de textos antiguos así como alto y bajo medievales mediante el trasunto a la lengua vernácula y su utilización como medios de enseñanza, por no hablar del importante papel que jugó esta característica de la cultura castellana en el proceso de evangelización de las Indias occidentales así como del traslado de la compleja matriz cultural a las posesiones ultramarinas a partir del siglo XVI.

De partes de este fenómeno dan cuenta los textos de nuestra sección temática.2 Para comenzar, María de las Nieves Sánchez González de Herrero demuestra la manera en la que los autores de textos de medicina y otros saberes en la Castilla del siglo XIII y VIV se enfrentaron a la inexistencia de un lenguaje técnico en castellano a la hora de traducir y explicar los textos originalmente escritos en latín o árabe. La autora analiza las estrategias de autores y traductores para hacer más clara la recepción del contenido de los textos mediante recursos didácticos como explicaciones e interpretaciones, así como la búsqueda de paralelismos léxicos pero sin llegar a crear una terminología nueva en la lengua castellana.

De la misma forma en la que se aplicaron diversos recursos didácticos para la traducción de los textos sobre los hombres (el cuerpo y las enfermedades), se procedió con los textos dedicados a la esfera del Cosmos, como sucedió con el más importante manual de astronomía utilizado durante siglos: De Sphaera Mundi, de Johannes de Sacrobosco. Escrito en latín a principios del siglo XIII, De Sphaera... fue objeto de varias traducciones y ediciones en la Península Ibérica ya que se adoptó como texto básico para la enseñanza de la astronomía en el Quadrivium por lo menos hasta el siglo XVII. A partir del análisis estructural y conceptual de la obra y de varias traducciones, Marta Gómez Martínez subraya el carácter didáctico de la misma así como el esfuerzo de los traductores para conservar dicho carácter.

Con el análisis de otro libro sobre cosmología también del siglo XIII —el Tratado de la esfera de Campanus de Novara—, transcrito y publicado por fray Alonso de la Veracruz como complemento de su Physica Speculatio de 1557 para el uso en su cátedra de Teología, Salvador Alvarez demuestra la permanencia plurisecular de las técnicas de la divulgación y la enseñanza de los saberes cosmológicos cristianos al interior de la universidad en Nueva España. Con la demostración de la permanencia del sistema escolástico aristotélico como método de enseñanza en el siglo XVI novohispano, el autor clarifica algunas de las razones por las cuales el conocimiento astronómico universitario en las Indias parecía ir desfasado del pensamiento geográfico y cosmográfico propio del siglo XVI.

Más allá de los saberes al interior de las universidads y de fray Alonso y su cátedra, el conocimiento geográfico práctico sobre las Indias tuvo gran impulso unos años después gracias a Felipe II y sus cuestionarios para la elaboración de las relaciones geográficas. Éste abrió toda una manera de elaborar descripciones de gentes y costumbres, lugares y climas, que permitieron la construcción de una completa corografía de las Indias a lo largo del tiempo. Y aún en las épocas estadísticas decimonónicas, algunas de las formas de realizar estas descripciones siguieron vigentes como lo demuestra el documento que presenta en este número Sebastián P Herrera: las "Memorias de la misión de San Andrés Cohamiata en el Nayarit". El texto, que Herrera presume compuesto entre 1853 y 1872, comienza por una detallada descripción del terreno, orografía, fauna y flora de la región, para pasar después a las costumbres de los huicholes en lo general y cerrar con descripciones pormenorizadas de diversas festividades.

La sección general está compuesta por dos artículos que si bien nos regresan al presente y a Michoacán como región, hacen referencia a prácticas occidentales también muy antiguas y que se reflejan en el segundo epígrafe de esta presentación. La construcción de las identidades, tanto en Michoacán del siglo XXI como en la Grecia de Heródoto, suele echar mano de recursos artificiosos para, mediante la creación de estereotipos sobre "el otro" y sin esconder la rivalidad y el conflicto sino más bien subrayarlo, reafirmar la propia identidad por contrastes. Así, el análisis que hace Philippe Schaffhauser Mizzi sobre la rivalidad entre dos localidades vecinas del norte michoacano (Jiquilpan y Sahuayo) pasa por la elaboración de la representación social del otro (lo no sahuayense, lo no jiquilpense) que nos remite poderosamente al análisis que hizo Hartog sobre la obra de Hérodoto3 y la construcción de lo no griego = bárbaro. Y si bien el artículo de Elizabeth Araiza sobre las pastorelas purépechas (una de los pocos análisis antropológicos que se han hecho sobre el tema) no aborda únicamente el problema de la identidad, no es posible sustraerse a esa referencia al observar la descripción de cómo se construye la representación de los "rancheros" (antagónicos a los purépechas) que aparecen en las pastorelas. Por supuesto, el texto aborda otros derroteros que dejamos, sin más, que los lectores transiten.

Finalmente, en este número hemos ensayado integrar el conjunto de reseñas de una manera distinta a los números anteriores, a la manera de una revisión de libros con un tema particular. Para ello hemos propuesto agruparlas bajo el título: "A propósito de las diversas caras del poder".

Víctor Gayol

 

Notas

1 Adeline Rucquoi (1993), La historia medieval de la Península Ibérica, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000.         [ Links ]

2 Agradecemos a la Dra. Rosa Lucas, CET-Colmich, la coordinación de este dossier.

3 François Hartog (1980), El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.         [ Links ]

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