SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.34 número133"Traer cortita a la mujer": Una creencia sobre las relaciones de género en jóvenes de Guadalajara índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.34 no.133 Zamora ene. 2013

 

Presentación

 

La Historia nos muestra que los hombres siempre han ejercido todos los poderes concretos; desde los primeros tiempos del patriarcado, han juzgado útil mantener a la mujer en un estado de dependencia; sus códigos se han establecido contra ella; y de ese modo la mujer se ha constituido concretamente como lo Otro. Esta condición servía a los intereses económicos de los varones; pero también convenía a sus pretensiones ontológicas y morales. Desde que el sujeto busca afirmarse, lo Otro que lo limita y lo niega le es, no obstante, necesario, pues no se alcanza sino a través de esa realidad que no es él. Por ese motivo, la vida del hombre no es jamás plenitud y reposo, es carencia y movimiento, lucha.

Simone de Beauvoir, El segundo sexo.

 

Antes de saber lo que la historia dice de una sociedad, nos importa analizar cómo funciona ella misma. Esta institución se inscribe en un complejo que le permite solamente un tipo de producciones y le prohíbe otras. Así procede la doble función de lugar. Vuelve posibles algunas investigaciones, gracias a coyunturas y problemáticas comunes. Pero a otras las vuelve imposibles; excluye del discurso lo que constituye su condición en un momento dado; desempeña el papel de una censura en lo referente a los postulados presentes (sociales, económicos, políticos) del análisis. Sin duda alguna esta combinación del permiso con la prohibición es el punto ciego de la investigación histórica y la razón por la cual no es compatible con cualquier cosa. Y precisamente sobre esta combinación debe actuar el trabajo destinado a modificarla.

Michel de Certeau, La escritura de la historia.

 

En la presentación del fascículo bis del número 132 de Relaciones, Thomas Calvo tocó el problema central de la relación entre la academia y las revistas científicas indizadas en los albores del siglo XXI, además de algunos márgenes. Cotidianamente nos vemos en el dilema de resolver, en pocas páginas (nunca más de 350), la publicación de trabajos pertinentes y arbitrados rigurosamente que abarcan un abanico muy amplio de intereses y perspectivas teóricas y metodológicas que, de alguna manera, hemos de organizar de tal forma que guarden un sentido y una lógica, se trate ya de textos escritos por sociólogos, antropólogos, filósofos o historiadores. Es el reto de la pluralidad disciplinaria de una revista que, desde sus inicios, se propuso ser un vínculo, un puente de relaciones entre diversas maneras de abordar la comprensión de la realidad. La estrategia fue primero tener números de contenido diverso que abarcaran en lo posible un amplio espectro para luego, desde el número 69 (invierno, 1997) presentar una sección temática como núcleo duro de cada número sin olvidarse de la miscelánea. La pertinencia de la sección temática, ideada por Oscar Mazín cuando asumió la dirección de la revista, se cimentaba probablemente en la necesidad de establecer una serie de coordenadas que permitieran mejor navegación en el vasto mar de la pluridisciplina. Sin embargo, en términos prácticos, esto es algo que reduce la posibilidad de dar curso a buena cantidad de artículos sueltos acumulados a lo largo de meses y años. Esto no nos amedrenta: siempre hay estrategias.

Lo anterior explica que el número con el que cerramos el volumen XXXIII haya sido un número doble y que el "anexo" careció de sección temática. Asimismo, explica el por qué este número se conforma con una elaborada ex post. Lo que publicamos hoy bajo el rubro de ese sello característico de Relaciones durante dieciséis años no proviene de un dossier pensado y estructurado previamente sino de un ejercicio por relacionar una serie de artículos independientes que se fueron juntando en la mesa de edición durante algún tiempo.1 Presentamos pues este experimento —que no esperamos repetir muy seguido— en el que la sección temática se construyó con textos independientes pero que, en conjunto, podrían quedar en los márgenes de varios posibles temas monográficos de diversas perspectivas por problematizar. Por ello, la idea de reconstruir los márgenes toma aquí mayor densidad.

Cuando nos referimos a los márgenes en el contexto de nuestros intereses cognitivos solemos pensar en función de nuestros objetos de estudio: sujetos que no tienen voz en las perspectivas tradicionales de nuestros campos de conocimiento como las mujeres, los pueblos sin historia, las minorías étnicas, los outsiders. Todo aquel sujeto que se encuentre marginado de las grandes construcciones explicativas de la realidad, y cuya marginalidad además se refuerza a través de los discursos. Sin embargo, también hay otra marginalidad que se sitúa respecto al lugar de creación de los discursos. Particularmente nos interesa la del discurso analítico, explicativo o comprensivo que no obedece de manera fehaciente a las reglas estrictas de la comunidad científica, pero que están bien estructurados según otras lógicas discursivas y, por lo mismo, pueden apelar a cierta validez al estar en el margen del paradigma. Marginales pueden ser tanto los objetos o sujetos de estudio como los discursos de los sujetos que estudian.

Para adentrarnos en la primera marginalidad podemos voltear la mirada a aquellos sujetos subsumidos no solamente por la realidad social de su entorno sino también por las miradas acerca de ellos, desde la historia, desde la sociología, desde la antropología: las mujeres, por ejemplo. Desde que Simone de Beauvoir publicó Le deuxiéme sexe (París, Gallimard, 1949), la cuestión de género comenzó a tomar carta de naturaleza como parte importante del debate intelectual en los medios universitarios. La crítica a la definición tradicional de los roles de género en el Occidente moderno —crítica comenzada, entre otras, por Mary Wollstonecraft y Catherine Macaulay a finales del siglo XVIII—, había tenido como escenario hasta entonces la arena del activismo político: a lo largo del siglo XIX los movimientos de las mujeres en Inglaterra y los Estados Unidos lucharon por el reconocimiento de la igualdad jurídica, desde el ámbito del derecho privado como el acceso igualitario a la propiedad, hasta el ámbito del derecho público como la conquista del sufragio femenino en Gran Bretaña en 1918 y en Estados Unidos en 1920. En este sentido, siempre nos ha parecido remarcable que el feminismo estadounidense fuese tan de la mano con la lucha que los abolicionistas desplegaron por los derechos civiles de los afro-descendientes, lo cual demuestra el carácter altamente político de aquel primer feminismo. Por otra parte, vale la pena recordar algo que se olvida completamente entre las generaciones de hombres y mujeres jóvenes: la posibilidad de votar para las mujeres llegó muy tardíamente en muchos países. Francia, 1944; México y Japón, 1947; Israel, 1948; por no hablar de los países africanos o del Cercano Oriente, como los Emiratos Arabes... 2006.

Sin separarse tajantemente del activismo político, los textos de escritoras como Beauvoir incursionaron en una reflexión filosófica sobre el género que se avocó a desentrañar las estrategias discursivas de la construcción social, cultural e histórica del papel de la mujer en la sociedad, particularmente la occidental. Desde la filosofía o la sociología, por ejemplo, Beauvoir o Friedan ensayaron una serie de argumentos que intentaban explicar los mecanismos culturales y de la psicología social que subyacen en el conjunto de la sociedad detrás de la aceptación de la inequidad de los géneros. La educación recibida y la reproducción de las reglas de sociabilización, tanto en hombres como en mujeres, definen una identidad de género y la necesidad de asumir un papel con respecto "al otro". La función de la mujer —pero también la del hombre, como discutiremos en un momento— se define con respecto a una función: ser hija, esposa, madre o hermana "de alguien". Y en ese abanico de definiciones pesan mucho, además de los discursos jurídicos, teológicos y políticos: los mitos, un apartado del libro de Beauvoir que es indispensable y del cual hemos tomado nuestro epígrafe. Aquí vemos precisamente el cómo un discurso marginal (primero político, luego académico) va tomando voz en los distintos campos de la discusión para acabar siendo una de interés, aunque quizá no colocada en el centro, que permite justamente la transformación de los paradigmas.

***

Una creencia común en las relaciones de poder, particularmente en las que se establecen entre géneros —aunque también en otro tipo de relaciones que implican autoridad o control—, es que hay que traer cortita a la mujer —si bien a la vez es un dicho extendido también entre las mujeres respecto a sus parejas: háganse búsquedas en la internet para despejar dudas. El dicho se cifra en la experiencia cotidiana de las sociedades rurales hispanoamericanas donde el uso del caballo para el manejo del ganado era cuestión de todos los días hasta hace relativamente pocas décadas. El jinete acorta la rienda cuando no confía en la montura, cuando no se siente seguro, no anda relajado: teme que el caballo haga extraños, se destape. Acortar la rienda nace de la desconfianza y la necesidad de control. A la pareja hay que traerla cortita para que no se desboque, y esto suele ser algo aceptado entre ciertos círculos sociales aunque ello derive y justifique el maltrato y la violencia. Ramírez Rodríguez nos presenta unas reflexiones preliminares sobre el análisis de esta creencia entre jóvenes tapatíos respecto a la tan traída y llevada sentencia tradicional. Las conclusiones, como he dicho, son preliminares, pero muestran en profundidad un fenómeno de transformación entre las viejas estructuras de dominación y las nuevas conciencias, así como los recursos contemporáneos implicados: telefonía móvil, internet. Por otra parte, parecería que las prácticas de dominación y sus refuerzos míticos están entrando en una marginalidad a partir de ese cambio a principios del siglo XXI. No obstante, la muestra encuestada es universitaria y preuniversitaria, lo cual quiere decir que no abarca un espectro social amplio. Por ello, nosotros dudamos del cambio en un más extenso margen social sobre todo cuando siguen extendiéndose discursos en los mass media que prescriben que no traer cortito a alguien redunda en contra del dominado: "Se me acabó la fuerza de la mano izquierda y te solté la rienda".

A la reflexión alrededor de la cuestión de género y la mujer (que no "lo femenino"), la llamada "tercera ola" del feminismo —muy cercana, por ejemplo, a fenómenos intelectuales como los derivados del postcolonialismo—, invitó a una reconsideración de mayor amplitud sobre otros problemas implicados en la construcción de identidades alternas. La cuestión de la masculinidad encontró en México importantes pensadores teóricos, como Daniel Cazés, fallecido recientemente. El tema ha dado para muchos textos, entre ellos algunas tesis presentadas en el Colmich y ya convertidas en libros.2 Badillo y Alberti abordan la construcción de masculinidades, en este caso, marginales respecto a lo común de las conformaciones identitarias del grueso del género masculino: las de los sujetos que optan por la vida sacerdotal. El análisis está basado en una institución seminarista y hace un distingo interesante entre la propia de quien tiene una vocación y la de quien está formándose a partir de ella.

Hacemos un salto a otros márgenes: el de los discursos sobre el pasado y el presente y la autoridad que éstos guardan respecto a las reglas y paradigmas. Tenemos que desplazarnos a la Sudáfrica posterior a la caída del apartheid, pero también a la Argentina, particularmente a los discursos de los intelectuales indígenas (¿intelectuales orgánicos?) que demandan la inclusión en la historia de los segmentos sociales invisibilizados por el discurso de la historia (y la política) oficial. Mario Rufer nos ofrece un texto denso pero potable respecto a los criterios de autoridad en los discursos sobre la alteridad. ¿Quién dice qué de quién? ¿Quién está autorizado a decirlo? En un ensayo donde la escritura sobrepasa a sus referentes teóricos y documentales, mencionados con disciplina a pie de página, Rufer nos lleva a un viaje de construcción y deconstrucción de discursos de identidad e historias marginales que van desde Sudáfrica hasta la Argentina. Su texto no necesita más presentación, hay que leerlo, eso sí, sentado entre el centro y el margen.

¿Quién no ha estado alguna vez en su vida en un fandango o en un mitote? Festividad, baile, borrachera segura. Sin embargo son distintos. El mitote es colectivo, general, normalmente se borra la identidad personal para comulgar con una colectividad. El fandango es otra cosa: el baile, parte central, es el encuentro cara a cara entre una mujer y un hombre sobre la tarima, como un preámbulo de algo más pues, mientras suena El Chuchumbé las parejas bailan con "ademanes, meneos y zarandeos contrarios a la honestidad.", según diría un escandalizado fraile del puerto de Veracruz por los años de 1766. Baile, liberación y disfrute del cuerpo, competencia entre los hombres por demostrar su virilidad y presencia de mujeres bravas, empoderadas. Martínez de la Rosa nos ofrece una mirada que sobrepone la preocupación de las autoridades virreinales por este fenómeno con observaciones de campo y reflexiones acerca de los discursos que censuran y marginan estas prácticas en la actualidad.

A finales del siglo XVI y principios del XVII, una nueva política de reorganización de los pueblos de indios provoca una discusión acerca de la conveniencia de fundar congregaciones dentro o fuera de los reales mineros para paliar el problema de la caída de mano de obra en las minas a partir de la crisis demográfica. Nuestro documento trata el tema con una presentación de Jiménez Abollado que permite contextuar dicha discusión. Finalmente la idea de las autoridades fue crear asentamientos marginales, en los perímetros de los reales mineros, provistos con su doctrina y hospital.

Dos de los artículos de la miscelánea tocan un tema que ha sido vertebral en los proyectos de investigación de nuestra casa de estudios: la Iglesia y sus miembros. Pérez Puente nos ofrece una interesante hipótesis acerca de la intención detrás de la fundación de los seminarios tridentinos en el siglo XVI. No se trataba solamente de proveer con centros de formación a los aspirantes al sacerdocio: era también un proyecto de afirmación política del clero diocesano en un espacio —el indiano— cruzado y controlado por las provincias del clero regular. Por su parte, Herrejón Peredo nos muestra una faceta muy interesante de un sacerdote que entró a la historia nacional como prócer de la independencia: Miguel Hidalgo. Se trata de un texto que explora las actividades del cura Hidalgo y su familia como propietarios rurales y empresarios pero cuyas propiedades y ganancias tienen la finalidad de no solamente proveerse a sí mismos sino a quienes los rodean. Con ello se abre un sugerente análisis a las redes de relaciones regionales y al impacto de las crisis agrícolas en este tipo de propietarios.

El tercer artículo nos regresa al problema de los márgenes, en este caso, con el tema de las políticas públicas sobre la cuestión de la nutrición y la alimentación popular en la primera mitad del siglo XX. Martínez nos muestra la tensión entre las ideas y prácticas propias del entorno mexicano al respecto y la introducción de las ciencias de la nutrición desarrolladas en los complejos y centros culturales occidentales: un diálogo centro-periferia.

Víctor Gayol

 

Notas

1 Debemos a la doctora Laura Cházaro la propuesta.

2 Por ejemplo, el de Oscar Misael Hernández, Masculinidades en Tamaulipas. Una historia antropológica.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons