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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.33 no.132bis Zamora sep./nov. 2012

 

Reseñas

 

Marcelino Cuesta Alonso, Las polémicas de Pedro Gual

 

Brian Connaughton*

 

Oviedo, I.M.D./S.P.A.U.A.Z., 2010, 384 p.

 

* UAM-Iztapalapa, tani@xanum.uam.mx.

 

Ésta es una obra escrita dentro del compromiso del autor con su fe religiosa. Aporta amplia información sobre el personaje tratado mediante un minucioso recuento de su vida misionera, sus cargos eclesiásticos, publicaciones y sus polémicas. Brinda alguna información referencial sobre el surgimiento y avance del liberalismo en el Perú, y algunas de las ideas asociadas con esta ideología, sin brindar una versión amplia y matizada de él, pese a que parece vertebrar el pensamiento de los contrincantes peruanos de Pedro Gual. En parcial compensación, destaca el papel del sacerdote peruano liberal Francisco de Paula Vigil González en proponer ideas eclesiásticas y religiosas que Gual halló inadmisibles. Por el lado europeo de los contrincantes de Gual, Cuesta Alonso coloca en lugar prominente a algunos pensadores como Ernesto Renan y Luigi de Sanctis.

Pedro Gual y otros franciscanos —novicios como él o ya ordenados— fueron exilados de España en 1835 como producto de los altibajos de la primera guerra carlista allí. Después de una estancia formativa en Italia por una década, algunos siguieron hacia el Perú en 1845. Según Cuesta Alonso, a partir de este año comenzó un proceso de radicalización de la política liberal peruana, exacerbándose su carácter anticlerical. Pese a destacar que los "conservadores defendían los valores cristianos tradicionales, el principio de autoridad y la doctrina del gobierno de los más capaces o, lo que es lo mismo, la soberanía de la inteligencia",(44) el autor hace poco por explicar los nexos entre este conservadurismo político y el clero, ni tampoco por avanzar nuestra comprensión en relación con el nexo entre liberalismo y anticlericalismo. La disposición de la Santa Sede por aceptar el ejercicio del patronato de parte del gobierno peruano en 1874 resulta inexplicable en este sentido, ya que el autor supone un apogeo liberal desde el arribo mismo de los franciscanos españoles, que persiste en la época del ejercicio del patronato. Asimismo, constituyen cuando menos una imagen enigmática los aparentes contrastes entre una elite política e intelectual distanciada y crítica de la Iglesia y un entusiasmo popular desbordante por las misiones y colegios de los franciscanos.

El autor realiza una detallada e interesante exégesis de la obra de Gual, si bien desaprovecha la oportunidad de proveer al lector de muchos contextos de la época o hurgar en la argumentación de sus contrarios. Logra establecer los puntos medulares hacia los cuales Gual dirigía sus escritos polémicos, sin abordar los debates al interior de la Iglesia católica en términos de corrientes de opinión con fundamentos, tradiciones, escritores icónicos de referencia, etcétera. Tampoco provee información suficiente sobre las dificultades del surgimiento de un Estado-nación peruano ni el significado de la amplia discusión sobre la soberanía en este contexto. No queda claro a lo largo del libro cuáles son las motivaciones de los liberales peruanos ni de los autores europeos referidos para promover los cambios e interpretaciones que propalan hacia el Estado y la Iglesia. En varios momentos, alude el autor a conspiraciones o complots contra el catolicismo, y sugiere una cerrada oposición —o quizá incluso convergencias siniestras— por parte de liberales, masones, jansenistas, galicanos o regalistas, sin jamás adentrarse en el complejo mundo que tales corrientes representan, ni sus muchas contradicciones y titubeos. No aparece en este estudio ningún catolicismo liberal, y las posturas críticas hacia prácticas, organizaciones u pretendidas ortodoxias son asumidas como ataques a la Iglesia católica y nunca como intentos de transformación. De este modo, la argumentación del libro queda algo sesgada o simplemente plana, muchas veces contentándose con presentar el polémico discurso de Gual más como explicaciones o exposiciones que alegatos dentro de un debate. Rara vez hace el autor esfuerzos por reconocer mérito en la argumentación de los contrincantes de Gual, si bien algunas veces sí admite confusiones, anacronismos o insuficiencias en el pensamiento de éste.

Cuesta Alonso parece bien leído en materias teológicas actuales dentro de la Iglesia católica y aprecia a Gual a partir de esta perspectiva, pero no parece igualmente consciente, o cuando menos dispuesto a ocuparse, de la evolución de las precisiones dogmáticas de su Iglesia ni de las reiteradas tensiones que han resurgido mucho después de la muerte de los contrincantes decimonónicos. No obstante, sus abordajes de las polémicas apologéticas de Pedro Gual revisten un interés que podría llevarse a otros países de América Latina con el afán de establecer procesos paralelos o encontrados. El autor sigue a Gual en sus disputas mayores y menores sobre temas como relaciones Iglesia-Estado (incluidos aquí otros como tolerancia, enseñanza y censura), los bienes eclesiásticos, la Inmaculada Concepción de María, la confesión sacramental, la divinidad de Jesús y los límites de la racionalidad moderna, así como la infalibilidad papal; también aborda su defensa de la revelación divina, el derecho de la Iglesia de producir y libremente circular sus normas legales y directrices religiosas, inmunidad, celibato, votos monásticos, el divorcio, misiones apostólicas y la prédica, además de escritos sobre pastoral y gobierno eclesiástico. Asimismo, resalta el temor de Gual por la llegada al Perú de tendencias europeas y de este modo distingue cuidadosamente los escritos del polemista franciscano con autores americanos o europeos. Escribe Cuesta Alonso: "De los autores europeos rechazaba Gual la preeminencia de las ciencias frente a la fe que presupone la revelación; de los escritores americanos desechaba sus ideas acerca del papel que debía desempeñar la Iglesia en el seno de la sociedad, así como las prerrogativas de los Estados en los asuntos puramente eclesiásticos"(145-146). Sin embargo, no aprovecha esta valiosa percepción para darnos una idea clara de qué tipo de Iglesia querían los autores peruanos. ¿Cuál era el ideal que proponían?

Aunque Cuesta Alonso se esfuerza por argumentar que Pedro Gual estaba actualizado en su pensamiento y plenamente versado en los temas que trataba, parece confundir su conocimiento de los autores de la época con un compromiso real con los planteamientos de sus opositores. Gual era claramente un abanderado de posturas que, amparándose en su pretendida ortodoxia, procuraban echar abajo más que dialogar con las ideas ajenas. Si rescataba algunos de los planteamientos de sus contrincantes, Cuesta Alonso no deja bien establecidos cuáles eran ni qué papel tenían en el conjunto de ideas de Gual. Con el gran conocimiento del pensamiento de Gual acumulado por el autor, sería de desear que dedicara otro estudio a escudriñar no sólo el carácter polémico-apologético del pensamiento de Gual, sino los aspectos en que su visión de la Iglesia y los temas religiosos reflejaban una comprensión a fondo y un diálogo con los que mantenían posturas críticas en ambos aspectos. De la misma manera, la afirmación de Cuesta Alonso de que Gual estaba comprometido con la libertad y la nación en el Perú decimonónico, requiere una profundización que no se le ha dado aquí. Es importante que se haga, porque libertad y nación eran temas fundamentales a los liberales que se constituyeron en los contrincantes del franciscano español exilado.

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