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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versão On-line ISSN 2448-7554versão impressa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.33 no.132 Zamora Jan. 2012

 

Presentación

 

A tous ceux qui crevèrent d'ennui au collège ou qu'on fit pleurer dans la
famille; qui, pendant leur enfance, furent tyrannisés par leurs maîtres ou
rossés par leurs parents. Je dédie ce livre.1

Jules Vallès, Lenfant (1879).

 

Un ser diminuto, que va por la vida gateando sobre sus cuatro miembros. Así define el enigma de la Esfinge, de manera somera e incompleta, a la infancia. Un simple e imperfecto eslabón en la cadena de la existencia humana. Así se seguirá percibiendo a lo largo de siglos, incluso de milenios (casi dos). Hay algunas muy notables excepciones, como La Ciropedia de Jenofonte, pero es más, en su primera parte, el primer espejo de un príncipe que el retrato de un niño, por lo demás, con la sabiduría de un adulto. Sócrates y Platón se interesan a la educación de jóvenes adultos, no de infantes. Hasta las piedras tumbales galorromanas del museo de Sens (Francia) no han dejado rastro de esa etapa de la vida: ¿sólo morían artesanos, ediles, parejas?

La Edad Media no le prestará mucha atención, aunque puede ocurrir, de vez en cuando, que la Muerte baile con algún párvulo sacado de su cuna, como en el fresco de La Ferté Loupière (Yonne-Francia). Hasta el niño Jesús tiene cara de viejo en los cuadros. Pero ya con los siglos XVII-XVIII algo se anima: vemos nacer escuelas a la sombra de las catedrales, después las primeras universidades: pero esto está más dirigido hacia preadolescentes, según las clasificaciones actuales, que a verdaderos niños, y menos infantes. De la misma manera, las cruzadas de niños o "jóvenes pastores" (pastoureaux), de los siglos XIII-XIV se relacionan sólo marginalmente con esos grupos de edades, pero tienen un innegable protagonismo histórico.

El Renacimiento se preocupa ante de todo del individuo, es decir, de sus diferentes momentos, exigencias, necesidades, virtudes y defectos. Por lo tanto hay que prestar más cuidado a la etapa formativa crucial de la niñez, se debe conocerla mejor para moldearla más adecuadamente. Erasmo, aquí como en otros temas, abre el camino al "proceso de civilización" como lo llamará más tarde Norbert Elias, con su De civilitate morum puerilium (de la urbanidad en los modales de los niños). La obra conoció un número considerable de ediciones (30 en vida del autor) que revelan un interés nuevo hacia la infancia. Progresivamente, hasta en la iconografía, es la mitad de la humanidad la que está tomada en cuenta por la otra mitad.

Pero con cierta timidez. En el mundo occidental, la cultura hispana es la primera en hacer del niño el héroe principal —casi único— de una de sus obras, con el Lazarillo de Tormes (1554). De la niñez nace la picardía: al principio escribe el narrador "parescióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño, dormido estaba". Tendremos otros ejemplos memorables, como Rinconete y Cortadillo de las Novelas ejemplares, aunque estos muchachos con sus 15 y 17 años ya estén saliendo de la infancia. Es Sevilla patria común de los picaros, y naturalmente Murillo, su pintor, nos ofrece los primeros verdaderos retratos de niños en libertad, jugando con dados o comiendo fruta, sin la parafernalia que acompañaba los cuadros de hijos de las elites.

Pero la picaresca pinta actitudes, acciones, poco se interesa en la psicología y en los resortes profundos. ¿Qué sabemos finalmente de Lazarillo como ser pensante?, únicamente su percepción del mundo hostil que lo rodea. De la misma manera párvulo, infante, niño, muchacho son términos cómodos por eso mismo que son imprecisos como lo es finalmente el estatus de ese grupo de edad. Inclusive sexualmente es entonces indefinido: hasta los siete años se visten igual niños y niñas. A partir de ese momento se disfraza en un pequeño adulto, sea masculino o femenino. Si el recién nacido muerto está en un limbo mal definido, su hermano superviviente se encuentra en un limbo social. Y un filósofo como Descartes piensa que hay que matar el niño que todo adulto lleva en sí para alcanzar todas las facultades racionales deseadas.

Por suerte, no todos piensan así, y el Siglo de las Luces dará sus primeras verdaderas oportunidades a la infancia. Y su atención: se recomienda la lactancia materna en vez de la mercenaria, y algunas damas de la corte dan el ejemplo. Retomando las propuestas de Erasmo se preconiza una educación abierta, dedicada a explorar las potencialidades del niño, al contrario de la pedagogía disciplinante de los colegios jesuitas. El Emile ou de l'éducation de Jean-Jacques Rousseau (1762) fue uno de los grandes éxitos de librería del momento.

Se ha progresado, pero aun el mismo Rousseau pone a sus propios hijos en un hospicio, sin mucho escrúpulo. Todavía falta una representación del niño entera, autónoma, sin mutilaciones ni contaminaciones por el modelo adulto. Paradójicamente, ésta procede de los siglos que siguen, siglos de hierro si los hay. La revolución industrial del XIX fue particularmente cruel con los desprotegidos, es decir, los niños. En reacción los escritores denunciaron tales hechos, a través de las figuras más luminosas y coherentes de la infancia que nos ha dado la literatura: Oliver Twist y Gavroche. Era posible a partir de entonces escribir una autobiografía, aun novelada, dedicada exclusivamente a la revuelta infantil, como l'Enfant de Jules Vallès, él mismo un rebelde (communard en 1871): lo que hoy nos puede parece un poco rancio, repetido hasta saciedad, no lo era en 1879.

La barbarie del siglo XX pesó igualmente y trágicamente sobre la infancia. Entre los legados tenemos los desfiles de las juventudes hitlerianas (y otras), la fotografía del niño polaco (judío) con las manos en alto en medio de la soldadesca nazi, el Diario de Ana Frank. Por fin, no olvidemos los niños-soldados de las guerras civiles africanas de nuestro propio siglo XXI.2 Es en medio de este contexto de inhumanidad, pero también con el resurgimiento de un espíritu familiar y de la aparición del baby boom que el Occidente redescubre la infancia. De forma significativa el primer historiador que enfrentó la temática es un "historiador del domingo [ocasional]" como se autodefinía, Philippe Ariès.3 Desde entonces, los estudios se han ido multiplicando, entre demografía, historia social y cultural. La historia de la educación es un campo aparte, siempre atendido por la historiografía: tenía múltiples entradas y abordajes, fuentes variadas, una tradición antigua asociada a instituciones prestigiosas, escuelas, universidades, pedagogos celebres.4

Podemos decir que dentro de la historiografía mexicana todo se está hoy precipitando,5 singularmente para la primera mitad del siglo XX, como lo vemos aquí. Pero los historiadores no están tampoco solos en esos terrenos, donde los sociólogos, pedagogos y otros antropólogos tienen también sus territorios de caza, ya sea que se trate de género o de grupos de jóvenes.6 Lo cual plantea problemas de cruces o lo mismo de límites: ¿dónde termina la infancia, dónde empieza la juventud —a menos que se confundan, como se sugiere aquí por parte de Elena Jackson Albarrán—, ayer, hoy, para el ser masculino, para el femenino? Abrimos los cajones, remitimos a los artículos sugerentes que publicamos, donde el enfoque esencialmente cultural es revelador a la vez de la autonomía e integración de la niñez en la sociedad "total".7 Aunque hay filtros innegables: una tarea esencial es tratar de medir esos filtros adultos ("la mano invisible" escribe Norma Ramos Escobar), y "neutralizarlos" (idealmente). Por eso también, como lo demuestran estos tres artículos, es tan necesario preservar las huellas que dejaron los niños en archivos como el de la SEP.

Después de leer a Susana Sosenski nos podemos preguntar si es tan pertinente formar museos de los juguetes —como se van multiplicando, sobre todo en Europa—: ¿será una forma de glorificar la sociedad de consumo? Tengo aquí que confesar haber jugado con los trenes de mis sobrinos, pero no (hoy me siento culpable) con las muñecas de mis hijas. Pero lo más culpable fue probablemente haber ofrecido trenes a unos y muñecas a otras y no a la inversa, la Historia me juzgara.

No me despediré de los niños sin una última mirada a la portada y estas tres gracias infantiles (la referencia estética y mitológica no es aquí fortuita) que retrató en 1919 el fotógrafo norteamericano Horne en el Paso. No sé bien lo que más me fascinó desde que vi la fotografía, en un catálogo: ¿las citas culturales, precisamente, que me remiten a ese cliché de las tres gracias, el cántaro-fuente de agua con toda su ambigüedad vital? ¿Las actitudes de las tres niñas, que podemos relacionar con las de toda la humanidad frente, lo mismo, a la vida o la muerte: sorpresa, aceptación, rechazo? ¿El misterio que encierra todo spectrum: en cuanto a su creación —fue un encuentro casual o más bien Horne construyó su objeto, contrastando el artífico de la composición y la naturalidad de los sujetos—, en cuanto a la vida ulterior que tuvo cada uno de estos fantasmas (eso son finalmente para nosotros), a la huella compleja que constituye para nosotros a través del tiempo este simple pedazo de papel? Que cada spectator (así dice Roland Barthes) emprenda su propio diálogo.

Sigue el documento procedente del archivo franciscano de Celaya, y con la Iglesia hemos topado. Y eso en un momento en el cual la propia Iglesia se está dando de golpes contra un mundo adverso, lleno de contradicciones en el fatídico año 1820, año primero de la Constitución de Cádiz restaurada. Se sugiere al lector armarse de un poco de paciencia, para poder superar el gachupinismo de una redacción llena de ais, eis y uno que otro os, y con una retórica farragosa. Entonces se podrá aprovechar lo suculento de una situación enredada y sumamente incomoda para los buenos padres prelados franciscanos. En lo personal reconozco que debí leer dos veces el texto antes de empezar (creo) a entenderlo un poco. Sin duda se debe a mis cortas luces, pero también al hecho que los guardianes del Templo (empezando por "Fernando el grande, el monarca de dos mundos, el protector de la Iglesia") deben ahora defender lo que más abominaron, el liberalismo, y el freno les aprieta la boca. Al punto que se puede dudar a quien va dirigido el mensaje: ¿a las ovejas liberales ya descarriadas desde tiempo, como lo piensa María Elena Ruiz Marín? ¿A las reaccionarias hasta entonces en el redil, pero que la ceguera cerril puede conducir a dar con el traste de la lealtad, como lo pienso? Tenemos otros ejemplos en la Historia, y 1821 no está lejos: la lealtad se mide en términos de intereses propios, ayer y hoy.

Precisamente, esta vez, la "nota y debate" que sigue trata de historia. Se pidió a una especialista, Aliocha Maldavski, presentarnos una fuente histórica muy sugerente que permite un mejor conocimiento de la historia misional de las Indias, pero aún poco tratada de este lado del Atlántico, el conjunto de más de 14,000 cartas indipetae de los jesuitas europeos: con ellas pedían al general de la orden la autorización para poder alcanzar el martirio en una de las dos Indias (de preferencia China, Filipinas y Japón). Mi presentación puede parecer un poco provocante y caricatural. Lo reconozco y dejo a cada lector aprovechar la lectura del artículo.8

Pero al margen, y como caso extremo pero ejemplar del sistema contaré la historia del jesuita Francisco Marcelo Mastrillo. Muchos congéneres escribían sin cesar al general carta indipeta sobre carta, sin lograr jamás el apetecido placet9 Mastrillo tal vez nunca escribió tal carta, pero muy pronto salió hacia su destino. Como muchos otros era fiel adorador de San Francisco Xavier el apóstol de las Indias: estando muy gravemente herido en la cabeza en Nápoles en 1634 cuatro veces se le apareció el recién canonizado y, milagrosamente, sanó. El hecho recibió gran publicidad, y se le dio la autorización para partir. Mastrillo sabía además cuidar de su promoción: de paso por Madrid, ese mismo año, hizo imprimir el relato. Después, a lo largo de su recorrido casi planetario, tuvo cuidado de ir distribuyendo ejemplares del opúsculo, aparte de tremolar por todos lados un estandarte con la imagen de Francisco Xavier. En 1637, en Mindanao (sur de Filipinas) se le ofreció la posibilidad de llevarlo al frente de la hueste española que emprendió una expedición (fracasada) contra musulmanes: galvanizó los soldados, demostró lo que era, un guerrero "a lo divino" doblado de un místico en busca del sacrificio, rodeado de milagros y con un protagonismo elevado. Por fin se le ofreció lo que tanto anhelaba: desembarca en la costa de Japón en septiembre de 1637. Su detención poco después se acompaña de "un gran terremoto". En su juicio se dice "embaxador embiado por su gloria por su glorioso P. S. Francisco Xavier", aprovecha "para contarles el milagro de su prodigiosa cura" a los jueces japoneses. Espera curar al emperador con unas píldoras hechas con reliquias del santo. El 14 de octubre de 1637 recibe el suplicio, atroz, que dura varios dias, "y se fue volando en este punto para el cielo aquella felicísima alma".10

Tenemos aquí la expresión extrema de la aspiración que documentan las cartas. Puede haber in fine otra realidad menos gloriosa: sea presión familiar, sea miedo súbito frente a lo desconocido, algunos candidatos se arrepentían y dimitían de sus pretensiones al recibir el acuerdo del general. Algunos, destinados al Extremo-Oriente, cuando llegaban a las playas de Nueva España se olvidaban de seguir adelante, se quedaban en estas tierras, tomando rico chocolate y haciendo prosperar los negocios de la Compañía.

Sed de reconocimiento, hasta de martirio. Hay otras sedes aun más vitales y mortíferas, en primer lugar la del recurso vital por excelencia, el agua. Es la historia que cuenta Esther Padilla Calderón para San Miguel de Horcasitas en el Sonora de la primera mitad del siglo XX. El manejo del agua y la tierra, esenciales para una comunidad rural, dentro de estructuras tradicionales donde el derecho apoya a los grupos ya establecidos, conduce a situaciones conflictivas y complejas en varios niveles. Autoridad institucionalizada (presidencia municipal) contra poder surgido de la Revolución (comisariado ejidal), pequeños y reconocidos propietarios contra ejidatarios apenas saliendo de su estado proletarizado y tal vez por eso con conexiones con el gran propietario local (¿él mismo de nueva estirpe?).

Complejidad que por lo demás se resuelve en un dilema sencillo: ¿Quién regará primero y, por lo tanto, quien se quedará sin agua al final? ¿Se seguirá la ley de la gravedad aparentemente neutral en su lógica, pero en realidad más favorable al ejidatario, o la ley de la antigüedad de posesión, favoreciendo al pequeño propietario? Sin olvidar que estamos en un México posrevolucionario donde todo es todavía fluido, y el comisariado ejidal acaba monopolizado por un clan familiar y sus clientes, dueños de la maquinaria, de los pozos, y aprovechando las inversiones estatales en materia hidráulica.

Hay mucho de depredación y acaparamiento en todo esto. No estoy seguro que sea una fatalidad socioeconómica que se podría decir universal, como el capitalismo sucesor del feudalismo. Pero si está en la lógica de una tierra (un continente) que fue conquistada, dominada y destrozada por un imperialismo político y ecológico a la vez, sin mayores miramientos, y cuyas secuelas siguen hasta hoy. Todo esto con el disfraz de la legalidad o legitimidad, de la solidaridad, de una economía moral que nunca se ha logrado descartar.

Sin embargo, la gestión del agua no es únicamente un corsé asfixiante. Con iniciativa, cohesión, una pequeña comunidad puede encontrar en ella una solución viable: en el ejido de "El Porvenir", del que se tratara más adelante, 23 ejidatarios desembolsaron 4 millones de pesos para instalar un sistema de riego por goteo: con la primera cosecha ya lo tenían pagado. Es cierto que el flujo rápido de dinero llevó inmediatamente a otros enfrentamientos o, por lo menos, desconfianzas.

En una parte del artículo, un testigo, hablando de un tiempo de gran carestía de agua declara: "¿pues qué no hay sequia? Si ahí va Fontes con el carro cargado de trigo, ahí va Tapia con el carro cargado de trigo [...]. Porque ya en ese tiempo se habían abierto los pozos". Pues en ese momento, en ese rincón de tierra se descubre lo que es una gran verdad hoy: el trigo, la soja, la carne que unos exportan y otros importan es la forma moderna de circulación del agua a distancias planetarias, más allá de cualquier canal o acueducto. Es parte de la gran confrontación que se está preparando y extendiendo en nuestra naranja azul, y más aún: un kilogramo de trigo requiere, según cálculos, entre 120 y 500 litros de agua. Es mucho, pero uno de carne necesita de diez a veinte veces más. Es decir que debemos a toda costa ir cambiando nuestra dieta, será la tercera o cuarta vez desde la Revolución neolítica: cada uno de esos cambios ha sido más bien negativo en términos de stress fisiológico. Es mejor que nuestros nietos lo sepan.

El artículo de Gabriel Torres ofrece de nuevo la posibilidad de jugar sobre cambios de escala, desde la costa de Jalisco hasta los campos de batalla humeantes de Irak o Afganistán, a través de la metáfora del hummer, artefacto de guerra, monstruo devorador, pero por eso mismo de una fragilidad consumada. Dicho esto, hay otra realidad, más histórica. No son los ejércitos neoimperialistas como tales que patrullan por las calles y sendas de los países de América Latina en sus hummeres bushianos, son los miembros de la burguesía nacional, más difíciles de erradicar que cualquier hummer: a su nivel dentro de la escala están presentes desde siglos. Y toda primavera de los pueblos ha sido aun más efímera que la moda de los hummeres, desgraciadamente: 1848, 1936, 1967-1968, 2011-2012... Cada siglo, cada 40 años: ¿Dónde está la energía acumulada de la que habla Gabriel Torres, siguiendo la senda de los teóricos? Tal vez, de nuevo, con nuestros nietos: al fin y al cabo, la región de estudio se llama "El Porvenir".

Por lo demás los cambios de escala deparan sus sorpresas: es así que volviendo de la escala "imperial" del hummer a la de los ejidos de la costa de Jalisco en tiempos de Echeverría, se nos dice que los ejidatarios compraron un camión para movilizar mejor a sus acarreados. Probablemente también sirvió para acarrear "invasores" en lo que serían los terrenos de la futura localidad de "El Porvenir", armados de machetes, hachas y barretones. Los genes de cierta política nunca mueren, aun entre grupos de origen muy heterogéneo y reciente (en el artículo son migrantes procedentes de varios estados).

Al fin y al cabo, partiendo de la infancia hemos recorrido a grandes zancadas los caminos de la Humanidad, con el sacrificio, la lucha por los recursos vitales, hasta la muerte (¿regeneradora?) de una joven infeliz de "El Porvenir", como se podrá leer. ¿Nada esperanzador?: es cierto que nos quedan nuestros nietos. Lo importante aquí es saber como llegar hasta ellos, entenderlos: no bastará matar el adulto en nosotros. El camino es largo hasta ese archipiélago: ya lo escribió Jean de la Varende, "la infancia es un viaje olvidado".

 

Notas

1 "A todos aquellos que se murieron de aburrimiento en el colegio, o que se hizo llorar dentro de la familia; a todos aquellos que sus maestros martirizaron o que sus padres molieron a golpes. Dedico este libro"

2 Hay mucha literatura sobre el tema, uno de los libros más recientes: Luca Jourdan,. Generazione kalashnikov. Un antropólogo dentro la guerra in Congo, Bari, Editori Laterza, 2010, 229 p.         [ Links ]

3 L'Enfant et la viefamiliale sous l'Ancien Régime en 1960.

4 Véase la reciente Historia mínima ilustrada. La educación en México, México, El Colegio de México, 2011.         [ Links ]

5 Por ejemplo acaba de salir, en Historia Mexicana (núm. 245, julio-septiembre 2012), el artículo de Sergio Moreno Juárez, "La infancia mexicana en los dos centenarios de la Independencia nacional (ciudad de México, 1910 y 1921)".

6 La revista Alteridades acaba de publicar un número temático sobre los jóvenes, precisamente. Todavía no hemos podido tener acceso a él.

7 Agradecemos a Susana Sosenski la coordinación de esta sección.

8 La bibliografía final es de gran utilidad, insistiremos en dos obras, una aparece en ella, la otra es más reciente. Pierre-Antoine Fabre y Bernard Vincent, coord., Missions religieuses modernes "notre lieu est le monde, Roma, Ecole française de Rome, 2007, 410 p.         [ Links ]; Charlotte de Castelnau-L'Estoile, Marie-Lucie Copete, Aliocha Maldavsky, Ines G. Zupanov, coord., Missions d'évangélisation et circulation des savoirs, XVIe-XVIIIe siècle, Madrid, Casa de Velázquez, 2011, 522 p.         [ Links ]

9 Se dispone en total de 14,067 cartas escritas por 5,167 jesuítas, un promedio de casi 3 por aspirante, Anna Rita Capoccia, "Le destin des Indipetae au-delà du XVIe siècle", en Pierre-Antoine Fabre y Bernard Vincent, coord., Missions religieuses modernes, p. 91.         [ Links ]

10 Breve relación del martirio del Padre Francisco Marcelo Mastrillo de la compañia de Jesus, martirizado en Nagasaqui [...], s.f., s.l., 8 hojas.

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