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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.32 no.126 Zamora ene. 2011

 

Reseñas

 

Jean-Louis Laville y Jordi García Jané, Crisis capitalista y economía solidaria. Una economía que emerge como economía real

 

Octavio A. Montes Vega*

 

Barcelona, Icaria Antrazyt, 2009, 207 p.

 

El Colegio de Mlchoacán *montes@colmich.edu.mx.

 

A diferencia de muchos textos críticos que hablan sobre la globalización económica y las políticas neoliberales adoptadas desde los años ochenta por la gran mayoría de los países del llamado "mundo occidental", en este trabajo, Jean-Louis Laville y Jordi García no pretenden mostrar los "horrores" del capitalismo mediante las tan trilladas historias de hambre y miseria que viven los países pobres de Latinoamérica, África o Asia. Más bien, proponen historias alternativas a las prácticas construidas por la llamada economía de mercado. Su recuento de múltiples hazañas y actores emergentes comienza desde el siglo XIX con el asociacionismo, pasando por el movimiento cooperativo mundial y el mutualismo, hasta nuestros días con el análisis de las asociaciones de personas ligadas a la microeconomía comunitaria, a los servicios de proximidad y a la moneda social entre otras.

Para los autores, el llamado periodo neoliberal (punto central de la obra) no fue más que una respuesta a la crisis provocada por los Estados "benefactores" o paternalistas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, que decayó en un libre mercado defectuoso, y que a fin de cuentas seguía basado en el reduccionismo de la fórmula Estado-mercado. En este libro, se pasan por alto los ejemplos que cuentan las injusticias provocadas por esa "fórmula simple" seguida por los gobiernos de los países que adoptaron dicha posición y se procede a mostrar a la economía social o economía solidaria como una forma para lograr lo que los autores llaman una hibridación de la economía, es decir, una articulación entre la economía, el mercado, la economía no monetaria y la sociedad.

La tesis central de la obra se basa en que dichas alternativas de producción, comercialización, consumo y crédito, además de mejorar las condiciones de vida de las clases populares (lo que harán también durante esta crisis), constituyen embriones de otra economía más justa, democrática y sostenible. Para que esto tenga validez teórica, los autores se basan principalmente en dos críticos de la economía de mercado y del capitalismo. El libro explica la economía en términos de Karl Polanyi (2006), en su sentido substantivo: como la producción de bienes y servicios necesarios para lograr una vida más digna y justa, teniendo en cuenta las limitaciones de la naturaleza. Así mismo, muy a la manera de Schweickart (1997 y 2002), se establece una crítica al mercado, a su supuesta autorregulación y al capitalismo con su falsa idea de libertad. Al mismo tiempo que se propone una revisión al concepto de economía democrática, basado en el análisis de las colectividades y de un modelo viable que tiene como principal sostén la creación de cooperativas con visión de una empresa igualitaria, como sucede en el caso de Mondragón en el País Vasco (Schweickart 2002).

El libro cuenta con cuatro capítulos, los dos primeros escritos de manera individual por Jean-Louis Laville y los últimos por Jordi García. Esta separación bipartida es evidente debido a la diferencia de escritura y presentación de la problemática de investigación. Los textos de Laville, sociólogo y economista, profesor del Conservatoire National des Arts et Métiers, están llenos de erudición, de conceptos claves y de debates teóricos entre diversas escuelas de la economía, sin embargo, sus saltos continuos de periodos históricos y de lugares que le sirven de ejemplo, suelen confundir al lector y obligarlo a remitirse páginas atrás para retomar el tema central. Por otro lado, los dos capítulos de Jordi García (cooperativista, docente y activista de los movimientos relacionados con la economía solidaria) resultan concisos y claros para cualquier tipo de lector.

A pesar de las diferencias en el estilo de escritura, el punto de confluencia consiste en que ambos autores señalan que el actual momento financiero por el que transita la economía capitalista lleva irremediablemente a "crisis estructural del sistema", algo más que una crisis monetaria, ya que repercute a la humanidad en todos los sentidos: crisis energética, ecológica, alimentaria, etcétera. Esto vuelve a dejar de manifiesto que la autorregulación del mercado es débil y el capitalismo es ineficiente desde hace mucho tiempo. Esta crisis lleva a los autores a analizar la ininterrumpida existencia de resistencias colectivas a la imposición capitalista, que sirvieron como semillero de lo que hoy se conoce como economía solidaria.

En el primer capítulo, "La economía solidaria: un movimiento internacional", Jean-Louis Laville establece un recorrido por Europa y Latinoamérica con la finalidad de ilustrar la movilidad e incursión en la economía y la política por parte de grupos emergentes, de actores sociales y del resto de la sociedad civil que ha logrado asociarse en células y cuyo principal objetivo radica en el fortalecimiento de la economía social. Así mismo, se muestran las vicisitudes y avances en la conformación de redes transnacionales de actores colectivos que trascienden la economía de Estado, la de mercado y la lógica de explotación ejercida por las grandes empresas privadas.

Las luchas y formas de organización se encuentran tipificadas bajo periodos históricos que se relacionan con los modelos económicos adoptados por los gobiernos occidentales. El punto de partida es el periodo de 1945-1975, cuando los sindicatos resurgieron como la expresión de la fuerza colectiva obrera. Los derechos conquistados se materializaron como formas de participación indirecta, de amplitud variable según el país. En esta dinámica se les permitió participar en consejos consultivos, permitiéndoles participar en la humanización de las relaciones laborales. Las luchas de los obreros especializados no se remitieron a situaciones puramente laborales sino a demandas en las mejoras de vida, de salud y la relación de los obreros con la ecología, la política, etcétera. Sin embargo, estos movimientos sociales no eran unificados sino, más bien, se encontraban divididos en dos, los llamados militantes políticos y los alternativos quienes intentaron constituir espacios de autogestión concisos. Esta nueva oleada de cooperativas fue garantía de la utilidad social y medioambiental de la producción. Los autores designan a este tipo de conglomerados "colectivos de intervención" ya que se fijaban como horizonte un cambio que superara los límites de su entidad económica. Estos colectivos abrieron brechas y dejaron como legado hechos que fueron ocultados por la ola neoliberal de los años ochenta, pero que, aún así influenciaron las iniciativas que aparecerían más tarde. Entre los más importantes legados están la llamada recuperación de empresas golpeadas por la crisis y convertidas cooperativas (como es el caso de la refresquera Boing en México) y el redescubrimiento de la economía popular (el ejemplo más recurrente es el de los recicladores y cartoneros en distintas ciudades de Sudamérica).

La organización óptima y una visión de competencia con las empresas capitalistas llevó a muchos de estos grupos a organizarse y a obtener recursos por parte de grupos surgidos de iglesias, sindicatos y universidades particulares que ofrecieron su apoyo a la economía popular, junto con distintos movimientos de emancipación y de defensa de derechos como las organizaciones ecologistas.

Las iniciativas locales e internacionales que menciona el autor son variadas, entre las más conocidas están los "servicios de proximidad", una experiencia escandinava que en los años ochenta proponía nuevas formas organizativas y nuevas soluciones a los problemas sociales locales. Entre esas organizaciones figuraban las denominadas "promotores de proyectos" y los colectivos feministas que dieron acogida y asesoramiento a las mujeres maltratadas. El punto común de todas estas experiencias era la nueva concepción de los servicios personales en donde se adoptaba la acepción de proximidad no sólo en términos de vecindad sino también en la interiorización de valores. Otra iniciativa fue "el comercio justo", que se puede ver como una reacción contra las injusticias provocadas por el neoliberalismo y que buscó que las relaciones comerciales respetaran el medio ambiente y a los productores, con esto se mejoraría la suerte de los pequeños productores mediante la creación de canales de comercialización y con la formación de una red de consumidores sensibles a las injusticias. Uno de los principales apoyos al comercio justo fue el microcrédito concebido para luchar contra la pobreza. En Europa se fundó la banca ética y bancos sociales conformados por cajas solidarias de ahorro y préstamo o bancos cooperativos fundados en el siglo XIX y revitalizados bajo nuevas necesidades.

En el segundo capítulo, Laville contrapone la llamada economía ortodoxa con la economía solidaria. Su punto de apoyo teórico es Karl Polanyi (2006), quien propuso cuatro principios de comportamiento económico: administración doméstica, reciprocidad, redistribución y mercado. Para este autor, hasta antes de la predominancia del capitalismo, el comportamiento económico estaba encastrado en las relaciones sociales y en la autarquía, en donde las relaciones "cara a cara" y la preservación de la estructura social era lo predominante, y aunque el mercado ya existía desde tiempos remotos, éste sólo cumplía su función en lugares centrales sin penetrar a toda la sociedad y todas sus relaciones. Este punto de partida sirve para analizar las distintas resistencias ejercidas por variados grupos sociales adversos a la lógica pura de mercado. Esta llamada economía tradicional persistió y se arraigó en las comunidades heredadas como la familia o la etnia, las barriadas de las ciudades, trayendo consigo la emergencia de una economía solidaria en donde los gremios y asociaciones tradicionales se consolidaron en microsociedades enlazadas en forma de red. De esta manera se instituye la solidaridad como motor de este tipo de economía. Entendida como el sustituto en democracia a la caridad, porque la solidaridad es la reciprocidad igualitaria entre ciudadanos. A pesar de sus múltiples vertientes, la economía solidaria tiene como principios la agrupación voluntaria y la acción colectiva. A través de esta doble inscripción simultánea en la esfera económica y política, la economía solidaria hunde sus raíces en adhesiones vividas que pueden ser tradicionales. Pero, a diferencia de la economía tradicional sobrepasa el límite de lo privado.

Tanto hoy como en el pasado, el proyecto de una economía solidaria no se percibe si no es a través de esa doble inscripción en la esfera política y en la esfera económica. La economía solidaria integra las actividades que contribuyen a democratizar la economía a partir de compromisos ciudadanos. Ese continuo vaivén entre preservación de lo local y mirar hacia lo global es uno de los principales factores de acción. La acción económica no podría concebirse sin una identidad colectiva que la precediese.

Como ya se mencionó, la primera parte del libro es muy compleja y en ocasiones el lector queda con muchas dudas al respecto de los ejemplos dados por el autor y sobretodo la viabilidad y postura de JeanLouis frente al tema que está exponiendo. Sin embargo, la segunda parte del libro inicia con muy esclarecedoras frases que hacen que se reavive el interés por seguir leyendo.

En el tercer capítulo, o lo que se puede considerar la segunda parte del libro, Jordi García parte de la problemática metodológica de "ponerle un nombre" a este tipo de economía. Para esto, comienza por desechar algunos conceptos que le parecen poco específicos, como es el del "tercer sector", él prefiere centrarse en criterios específicos que le permitan dar explicación de las empresas o instituciones que forman parte de esta economía emergente. Los criterios que utiliza son: pensar que se trata de una empresa de propiedad colectiva; que deben tener una gestión democrática en donde cada persona es un voto; en que su objetivo social debe ser satisfacer necesidades de los miembros o colectividad; en que la organización cumpla su objetivo social a través de una actividad económica en el sentido de proveer bienes y servicios a sus propios miembros o a la sociedad en general; y por último, la autonomía respecto a las empresas capitalistas. Posteriormente, García analiza cuáles de estas organizaciones cumplen dichas características (cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, redes de trueque y microeconomías comunitarias), y finalmente, sobre el nombre que recibe.

Al hablar de economía social se puede generar alguna confusión debido a la amplitud del término, sin embargo, da pie a reflexionar que la economía debe estar al servicio de la sociedad y no al revés, que es como generalmente pareciera suceder. La economía no pertenecerá a la sociedad mientras no considere a los distintos grupos de interés como ciudadanos y les conceda el derecho de participar en la toma de decisiones.

A pesar de las reticencias hacia el término de solidaridad (visto como algo semejante a la caridad) El autor ve con buenos ojos el término de economía solidaria debido a que él ve en el término de solidaridad algo que va más allá del paternalismo sino la solidaridad democrática entendida como vínculo voluntario entre ciudadanos libres e iguales. Por lo tanto, el autor es partidario de aglutinar en un mismo sector a todas las iniciativas económicas de carácter democrático y social denominadas como economía social o solidaria.

Posteriormente habla sobre la economía solidaria en el Estado español (nombre del tercer capítulo), su formación su transformación durante el franquismo, su reestructuración después de la dictadura y sus nuevos retos. Establece una tipología de las cooperativas y el resto de las empresas que conforman la economía social española.

Finalmente, habla sobre las "luces y sombras" de la economía solidaria. Entre las fortalezas se encuentra la propiedad colectiva por parte de uno de los principales grupos de interés de la organización (trabajadores, productores o clientes), organización democrática y compromiso social. Las debilidades son: los déficits de gestión; las conductas no cooperativas por parte de alguno de los miembros; la estrechez económica; la escasa autoestima y conciencia de construir una alternativa económico-empresarial; el escaso conocimiento que tiene el resto de la sociedad sobre el sector; y la poca integración económica y sociopolítica del sector.

Todos esos factores colocan en clara desventaja a la economía social. Las empresas del sector han sido creadas por actores locales y utilizando el capital social propio de su entorno. Cuando, por tratarse de actividades económicas que sólo pueden ser rentables en un mercado mundial, estas empresas deben expandirse para sobrevivir ante las grandes corporaciones y crean filiales en el extranjero, se encuentran con que pueden trasladar capital, tecnología y sistemas de gestión, pero no los valores, con lo que terminan creando empresas capitalistas sin un sentido cooperativo.

Sin embargo, en el último capítulo, "la economía solidaria ante un mundo en crisis", el autor trata de dar soluciones a la problemática anterior y muestra su inclinación personal hacía una teoría crítica del mercado y su preferencia por lo que se conoce como una posición política de izquierda. Esto lo hace mediante el análisis de tres formas de mirar la economía social o solidaria, el primer enfoque es el neoliberal, en donde el capitalismo es el mejor sistema posible, y en donde se considera a la economía solidaria una subeconomía paliativa, en donde los inadaptados al mercado recuperan su empleabilidad convirtiéndolos en microempresarios. El segundo enfoque es el socialdemócrata, en donde el capitalismo es un mal menor que hay que aceptar regulándolo y la economía solidaria es un aliado del Estado que corrige las desigualdades que ocasiona el sector privado capitalista. Por último, el enfoque más adecuado para García y sobre el que milita desde su obra colectiva anterior (García, Via, Xirinacs 2006) es el postcapitalista, es decir, un anticapitalismo en donde no sólo es necesaria su crítica sino también la búsqueda de su reemplazamiento por un sistema más justo. Para esto el autor utiliza otro tipo de alternativas, como la economía solidaria, la democracia económica y la economía participativa de Michael Albert (2004).

El autor argumenta que probablemente este sistema no eliminaría del todo la desigualdad social, sin embargo, funcionaría sustancialmente mejor que el actual. Algunas líneas estratégicas propuestas por García para acercarnos hasta una economía poscapitalista serían: obtener mayores canales de empoderamiento para la sociedad y las administraciones sobre la economía; redistribuir la renta a favor de los trabajadores, instituyendo una renta básica universal para todos los ciudadanos que incluyera el acceso gratuito a muchos bienes básicos; reconvertir en un sentido ecológico la producción, el trabajo y el consumo; así como desarrollar la economía social o solidaria mediante un conjunto de empresas que funcionan internamente distinto a las capitalistas por más que se encuentren condicionadas por las reglas e instituciones de la economía capitalista.

Finalmente, "Crisis capitalista y economía solidaria" es un trabajo que sirve como buen iniciador en las lecturas sobre economía social, además de que muestra alternativas y una postura clara ante la actual crisis que está viviendo la política económica neoliberal en el mundo. Sin embargo, es preciso advertir al lector que se trata de una visión europea (catalana para ser precisos) de ver la economía solidaria, lo cual implica darnos cuenta que mucho de su optimismo se debe a que su experiencia en prácticas cooperativas es infinitamente superior a la mexicana, por lo que este libro también debe servir para ver nuestras limitaciones y ser realistas en lo útil que puede resultar esta obra.

 

Referencias citadas

Albert, Michael, Parecon, Life after capitalism, (Participatory economics), Nueva York, Verso, 2004.         [ Links ]

Galaz, Caterine y Rodrigo Prieto, Economía solidaria. De la obsesión por el lucro a la redistribución con equidad, Barcelona, Icaria, Más Madera, 2006.         [ Links ]

García, Jordi, Jordi Via, Lluís María Xirinacs, La dimensión cooperativa, economía solidaria y transformación social, Barcelona, Icaria, Antrazyt, 2006.         [ Links ]

Polanyi, Karl, La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, Eduardo L. Suárez, trad., México, Fondo de Cultura Económica, 2006.         [ Links ]

Schweickart, David, Más allá del capitalismo, Carlos Estriche Blancafort, trad., España, Sal Terrae, 1997.         [ Links ]

----------, After Capitalism, Maryland, Rowman & Littlefield Publishing group, 2002.         [ Links ]

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