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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.31 no.122 Zamora ene. 2010

 

Sección general

 

Redes migratorias o privación relativa: La etiología de la migración tamaulipeca a través del programa H-2A

 

Migratory Networks or Relative Deprivation: The Etiology of Emigration in Tamaulipas via the H-2A Program

 

Simón Pedro Izcara Palacios*

 

Universidad Autónoma de Tamaulipas. Correo electrónico: *sizcara@uat.edu.mx

 

Fecha de recepción del artículo: 12 de junio de 2009.
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 15 de febrero de 2010.

 

Resumen

Las teorías comparten la visión de que las nuevas condiciones generadas por la migración hacen los movimientos adicionales más probables. La teoría de redes explica la migración como un resultado del capital social. Como contraste, el modelo de privación relativa entiende los fenómenos migratorios como una consecuencia de la desigualdad social. Aunque las redes migratorias han sido descritas como uno de los factores explicativos más importantes de la migración, en el caso de los trabajadores rurales tamaulipecos empleados en la agricultura estadounidense con visas H-2A la teoría de privación relativa ofrece una explicación más adecuada. Los trabajadores tamaulipecos participan en el programa H-2A para mejorar su situación en términos relativos por comparación con su grupo de referencia.

Palabras clave: Redes migratorias, privación relativa, programa H-2A, jornaleros, Tamaulipas.

 

Abstract

The theories of migratory networks and relative deprivation emphasize factors related to the supply of labor because both take as their focus the communities of origin of migrants. These two approaches share the view that the new conditions that migration generates make additional movements more probable. Whereas network theory explains migration as a consequence of social capital, the relative deprivation model interprets migratory phenomena as a result of social inequality. Although migratory networks have been described as one of the most important explicative factors behind movements of this nature, in the case of rural laborers from the state of Tamaulipas who work in agricultural fields in the United States with H-2A visas, relative deprivation theory offers a more adequate explanation: workers from that state enter the H-2A program as a means of improving their situation in both relative terms and in comparison to their reference group.

Keywords: migratory networks, relative deprivation, H-2A program, rural workers, Tamaulipas.

 

Introducción

La teoría de redes migratorias1 y la teoría de la privación relativa2 constituyen dos modelos explicativos de los procesos migratorios que subrayan la reproducción de los fenómenos migratorios en los espacios de emigración previa. Sin embargo, parten de un razonamiento inverso. La teoría de redes migratorias coloca la etiología de la emigración en la posesión de capital social. De acuerdo con este modelo teórico la eclosión de relaciones interpersonales que ligan al emigrante con personas residentes en las comunidades locales conduce a una reproducción de los procesos migratorios en unos mismos grupos sociales ligados por lazos de parentesco y amistad. Como contraste, la teoría de la privación relativa enraíza los procesos migratorios en un trastrocamiento de la posición social de los individuos y familias dentro de un grupo de referencia. Según este modelo teórico este trastrocamiento, que fue provocado por la llegada de remesas a determinadas familias de una comunidad, únicamente puede ser revertido a través de la emigración de personas pertenecientes a otros grupos familiares. El primer modelo implica que una vez que la emigración tiene lugar, ésta se reproduce en una comunidad a partir de conexiones entre individuos basadas en el parentesco, el paisanaje o la amistad. El segundo modelo señala que cuando la emigración ocurre ésta se expande por toda la comunidad hasta equilibrar las posiciones sociales que en un momento anterior fueron alteradas. Es decir, la teoría de redes migratorias subraya la expansión de los procesos migratorios a través de grupos de pertenencia, mientras que la teoría de la privación relativa acentúa el esparcimiento de los mismos a través de grupos de referencia.

En Tamaulipas el número de jornaleros que han emigrado a los Estados Unidos a través del programa de visas H-2A para trabajar de modo temporal en el sector agrario ha crecido enormemente durante la última década.3 La cercanía de Tamaulipas al sureste de los Estados Unidos, la principal zona importadora de trabajadores huéspedes, abarata los costos de transporte hacia los lugares de trabajo.4 Asimismo, la dilatada experiencia de los jornaleros tamaulipecos en actividades como la zafra de la caña de azúcar y la pizca de naranja, los hace muy aptos para las tareas que deben realizar en los Estados Unidos. Como consecuencia, Tamaulipas constituye un importante centro de reclutamiento de trabajadores H-2A.

El proceso de reclutamiento de trabajadores se realiza a través de redes de paisanaje. Los empresarios agrarios estadounidenses buscan en Tamaulipas trabajadores que puedan brindar rendimientos sostenidos durante jornadas laborales de más de diez horas en ambientes laborales muy estresantes, como el tabaco, la caña de azúcar o las pizcas de naranja y manzana, que contratan a través del programa de visas H-2A. El mecanismo de reclutamiento más eficaz que encuentran los empleadores son las recomendaciones hechas por sus propios trabajadores. Aquellos jornaleros más sobresalientes se convierten en enganchadores de nuevos trabajadores, y éstos son reclutados en las mismas áreas donde residen los primeros. Por lo tanto, aquellos jornaleros que se integraron primero en el programa H-2A recomiendan a sus empleadores a otros trabajadores de su comunidad; de modo que cuando la emigración ocurre, ésta tiende a reproducirse en un espacio de emigración previa.

Este artículo examina los mecanismos a través de los cuales se propaga en las comunidades rurales tamaulipecas la emigración a los Estados Unidos a través del programa H-2A. En primer lugar se presenta el programa de visas H-2A; a continuación se describe la metodología utilizada; después se examinan de modo contrastado las teorías de redes migratorias y privación relativa; en un siguiente apartado se analizan los factores determinantes de la participación de los jornaleros tamaulipecos en el programa H-2A, y finalmente se analiza la etiología de la emigración de los trabajadores rurales Tamaulipas con visas H-2A a Estados Unidos a través de la teoría de la privación relativa.

 

El programa H-2A de trabajadores huéspedes

Las visas H-2, para trabajadores de temporada, se crearon en 1952; pero inicialmente sólo fueron otorgadas a trabajadores caribeños. Fue en el marco de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA) cuando se autorizó el programa H-2A de trabajadores agrarios temporales, y desde 1988 más de medio millón de jornaleros mexicanos han emigrado a Estados Unidos con este tipo de visas.

Este programa permite importar mano de obra foránea a aquellos empleadores que pueden demostrar una carencia de trabajadores locales (Sandoval Palacios 2000, 58); su objetivo es satisfacer las necesidades de mano de obra del agro estadounidense sin que esto resulte en perjuicio de los trabajadores autóctonos. Como consecuencia, los empleadores están obligados a proporcionar a los trabajadores huéspedes: un salario justo, vivienda gratuita, los gastos de transporte desde el lugar de reclutamiento al sitio de trabajo, y a garantizar empleo al trabajador durante al menos % partes del periodo por el que fue contratado. Sin embargo, el programa H-2A se ha caracterizado por una tendencia al relajamiento de las normas y por una asimilación del mismo a los puntos de vista de los empleadores (Jones 2007, 91). Además, en Estados Unidos no existen ni los recursos ni la voluntad política para perseguir los abusos cometidos contra los jornaleros migratorios (Pastor y Alva 2004, 99).

Este programa de trabajadores huéspedes permite ejercer un férreo control de la fuerza laboral agrícola (Stephen 2002, 106). Los trabajadores huéspedes son otorgados a un único empleador, quien adquiere una mano de obra cautiva que no cuestionará ni los salarios recibidos ni las condiciones de trabajo, y que además retornará a su país de origen cuando sus servicios no sean requeridos (Briggs 2004, 5). Esto genera una forma moderna de servidumbre. A diferencia del Programa Bracero de 1942, que era manejado por los gobiernos de Estados Unidos y México, el Programa H-2A constituye un sistema de visas privatizado, controlado, financiado y manejado por las empresas agrarias norteamericanas y sus enganchadores: contratistas mexicanos e intermediarios norteamericanos. La ausencia de control por los gobiernos de los países involucrados, simplifica el manejo del programa; pero entraña riesgos considerables porque sujeta al trabajador migratorio a los caprichos del empleador (Durand 2006, 56). La actitud del gobierno mexicano de no hacer nada es el resultado de una filosofía de maximización de los números sobre los derechos. Es decir, si se tolera una reducción de derechos, los braceros mexicanos resultan más competitivos que los de otros países, lo que permite a México elevar su cuota de participación en el programa H-2A.5

 

Metodología y presentación del área de estudio

Esta investigación está fundamentada en un enfoque metodológico cualitativo. La técnica utilizada para el acopio del material discursivo fue la entrevista en profundidad. Cada uno de los entrevistados fue visitado en dos ocasiones. La primera entrevista, que tuvo una duración comprendida entre 50 y 100 minutos, giró en torno a un esquema de puntos a tratar sobre el objeto de estudio. En una segunda visita, que tuvo una duración menor, los informantes fueron cuestionados sobre aspectos que quedaron inconclusos durante la realización de la primera entrevista.

El tipo de muestreo utilizado para seleccionar a los entrevistados puede calificarse como intencional, que se fundamenta en la selección de un reducido número de casos que presentan una gran riqueza de información. Un total de cincuenta trabajadores que obtuvieron visas H-2A fueron entrevistados entre los meses de marzo de 2007 y octubre de 2008 en 30 comunidades rurales de 9 municipios tamaulipecos representativos de la diversidad geográfica del estado (véase el cuadro 3 en el anexo). Se decidió trabajar en un número elevado de locaciones para incrementar la "validez externa" de la investigación, entendida ésta como la capacidad de generar explicaciones de amplia resonancia (Mason 1997, 6), y el proceso de recopilación de información apareció informado por la riqueza heurística de la producción discursiva recabada. Cuando los nuevos discursos recopilados se tornaron tautológicos se concluyó que el tamaño de la muestra era el adecuado. Asimismo, se reconstruyó una muestra que reflejaba la geografía de la emigración tamaulipeca con visados H-2A a los Estados Unidos (Izcara Palacios y Andrade Rubio 2008, 371), que aparece muy concentrada en Carolina del Norte, Georgia y Washington; pero también está extendida en estados como: Carolina del Sur, Virginia, Tennessee, Texas, Florida, Minnessota, Illinois y Louisiana.

Las entrevistas se realizaron en cuatro áreas geográficas de Tamaulipas. En la zona citrícola del centro-oeste del estado (compuesta por los municipios de Guémez, Hidalgo, Padilla, Llera y Victoria), se realizaron 35 entrevistas. Se obtuvo el grueso de la muestra de esta zona por ser un área caracterizada por una fuerte presencia de jornaleros, que debido a su experiencia local en la pizca de la naranja, una actividad muy demandante físicamente, presentan un gran atractivo para los empleadores estadounidenses. En el suroeste de Tamaulipas (en los municipios de Jaumave y Tula) se seleccionaron 6 jornaleros. Esta es la zona más pobre del estado, y se caracteriza por una presencia mayoritaria de campesinos empobrecidos que se ven obligados a emigrar debido a la reducida dimensión económica de sus explotaciones de maíz, frijol y sábila. Finalmente, fueron seleccionados otros dos municipios rurales, uno del centro-noreste (Abasolo) y otro del centro-noroeste (San Carlos), caracterizados por una fuerte pérdida poblacional debida a la emigración ocasionada por la caída de rentabilidad del maíz, frijol, cártamo y sorgo. En el primero se realizaron 6 entrevistas y 3 en el último. Por otra parte, debido a que menos de 3 por ciento de los jornaleros tamaulipecos que trabajan en Estados Unidos con visas H-2A son mujeres, únicamente se entrevistaron a varones.

Los empleadores buscan a través del Programa H-2A trabajadores muy experimentados en el trabajo agrario; además, la Sección de visas No-Inmigrante de los consulados de Estados Unidos impone dos requisitos a los aspirantes a una visa H-2A: I. que tengan experiencia en el trabajo agrario; II. que posean un nivel de educación bajo. Es por ello que 90 por ciento de los entrevistados eran campesinos (jornaleros sin tierras o ejidatarios). Esta es una población cuyas rentas no se distribuyen de forma uniforme a lo largo del año y cuya base económica es muy precaria; por lo tanto, la supervivencia de este colectivo depende de un tejido de redes de solidaridad e intercambio recíproco. Así, por ejemplo, los pizcadores de naranja de la zona centro de Tamaulipas pueden hacer frente a gastos extraordinarios (ocasionados por un accidente o una enfermedad) a través de la cooperación entre los miembros de la cuadrilla de la que forman parte. Todos saben que en cualquier momento necesitarán de la ayuda de los otros; por lo tanto, cuando alguien está necesitado recibirá la cooperación de los demás (Izcara Palacios 2007, 78).

 

Redes migratorias versus privación relativa

La teoría de las redes migratorias constituye el modelo explicativo de las migraciones contemporáneas más desarrollado y aceptado (Arango 2000, 291). Portes (1995, 8) define las redes como "conjuntos de asociaciones recurrentes entre grupos de gente ligados por lazos ocupacionales, familiares, culturales o afectivos". La idea de que la migración es un proceso que crea y se sostiene en redes puede rastrearse en la obra "El campesino polaco en Europa y América" de Thomas y Znaniecki; aunque un antecedente más cercano se encuentra en los trabajos de Larissa Adler de Lomnitz,6 que define las redes sociales como "relaciones de intercambio recíproco de bienes y servicios"; éstas son entendidas como conjuntos de individuos (miembros de una familia extensa y vecinos a quienes se asimila mediante una relación de compadrazgo) entre quienes se fraguan nexos de ayuda recíproca de tal magnitud social y económica que constituyen una estructura social fluida y adaptativa, la cual proporciona seguridad económica a personas que padecen una situación laboral inestable.

En el capítulo 6 de Return to Aztlan Massey et al. (1987) sugieren por primera vez el concepto de redes migratorias, que definen como vínculos sociales que ligan las comunidades emisoras con puntos de destino específicos y unen a migrantes y no migrantes dentro de una red compleja de roles sociales complementarios y relaciones interpersonales (basadas en el parentesco, la amistad y el paisanaje) que son mantenidas por expectativas mutuas (p. 139). Como señalan los autores, las relaciones de parentesco, amistad y paisanaje son tejidas en una fábrica social que proporciona a los migrantes recursos adaptativos en un entorno extraño (p. 147). Las redes se fortalecen a medida que maduran y se expanden las conexiones. Los pioneros carecieron de los lazos sociales que tienen a su disposición aquellos que emigran después, y que les proporciona un capital social7 (p. 150) que les facilita el acceso a trabajo, vivienda, alimentos, transporte y vida social.8 Los nuevos migrantes tienen más parientes, amigos y paisanos a quienes recurrir en busca de información y asistencia en el país de inmigración que aquellos que les precedieron. Esto disminuye los costos y riesgos de la migración e incrementa su intensidad. Además, una vez iniciada la migración internacional surgen instituciones privadas y organizaciones de voluntariado que complementan la labor las redes migratorias dando respuesta a la demanda creada por el desequilibrio entre el número de inmigrantes y las visas disponibles (Massey et al., 2002, 44). Finalmente, en el país de acogida emergen comunidades hermanas en torno a un grupo de familias migrantes asentadas. Éstas cambian la naturaleza de los procesos migratorios porque proporcionan una infraestructura social permanente que facilita el asentamiento sin que se rompan los lazos con los lugares de origen. El continuum entre las comunidades de partida y llegada favorece la circulación de gente e información entre los dos polos, refuerza los lazos entre los mismos y permite a los migrantes echar raíces en los dos lados (p. 163).

Por lo tanto, la unidad de análisis de la migración internacional pasa a ser la comunidad transnacional sobrepuesta de ambos lados de la frontera (Hernández León 1999, 129), que ha sido objeto de estudio de numerosos trabajos de Nina Glick Schiller, Linda Basch y Cristina Blanc-Szanton,9 quienes definen el "transnacionalismo" como las redes que permiten a los migrantes enraizarse en la sociedad de acogida al mismo tiempo que mantienen los lazos con sus lugares de origen. Los "transmigrantes" son caracterizados como actores sociales actuantes, que toman acciones y decisiones, y cuyas identidades se configuran en relación con redes relacionales que desbordan las fronteras nacionales. "Los transmigrantes toman acciones, deciden y desarrollan subjetividades e identidades arraigadas en redes de relaciones que les conectan simultáneamente a dos o más estados-nación" (Basch, Glick Schiller y Blanc-Szanton 2003, 7).

La teoría de las redes migratorias sostiene que el mecanismo que favorece la migración es la eclosión de relaciones interpersonales que ligan al emigrante con personas residentes en las comunidades locales (De Jong et al. 2002, 844). Estos lazos amortiguan los costos y riesgos de los movimientos migratorios y elevan los resultados netos esperados de la emigración (Deléchat 2001, 476). Por lo tanto, el fenómeno migratorio lejos de presentar una racionalidad puramente económica implicaría una racionalidad social compleja. Es decir, la población migrante lejos de buscar aquellos espacios caracterizados por salarios más elevados se desplazaría hacia localidades poseedoras de un mayor capital social. De este modo, los espacios de inmigración previa continuarían reproduciendo los procesos migratorios en el futuro (Gozdziak y Bump 2004, 151).

Asimismo, esta teoría sostiene que el fenómeno migratorio altera las motivaciones y percepciones del migrante (Arroyo Alejandre et al. 1991, 54; Deléchat 2001, 476), despierta valores, percepciones y gustos no satisfechos en la comunidad de origen (Herrera Carassou 2006, 135) y provoca cambios estructurales que incrementan la probabilidad de una emigración adicional (López Sala 2005, 64); hasta el punto de que los movimientos migratorios, una vez iniciados, se convierten en procesos sociales autosostenidos (Castles 2000, 272) que se autoperpetúan a través de las redes sociales (Massey 2004, 208).

Massey et al. (2000, 27) señalan que "una vez que el número de conexiones de una red en un área de origen alcanza un umbral crítico, la migración se autoperpetúa porque cada acto de migración crea por sí mismo la estructura social necesaria para sostenerla". Esto dificulta la labor de los gobiernos por controlar los flujos migratorios, porque el proceso de formación de redes se encuentra fuera de su control (Massey et al. 2002, 45); es más, torna contraproducentes las políticas de control fronterizo, ya que un incremento de la vigilancia fronteriza moviliza la acción de las redes y alienta los procesos migratorios ante el temor de que en el futuro sea más difícil emigrar (Massey et al. 2006, 119).

La teoría de la privación relativa sitúa la etiología de la emigración en la eclosión de una situación de desigualdad de ingresos dentro de la comunidad de origen (Stark y Yitzhaki 1988, 57; Mendoza Cota 2006, 129) como resultado de procesos migratorios previos que elevaron el poder adquisitivo de algunas familias. La privación relativa es un sentimiento que emerge en un individuo o familia cuando compara sus ingresos con los de otras personas o familias de su grupo de referencia que tienen mayores riquezas (Stark y Wang 2000, 131). Quinn (2006 136) define la "privación relativa" como: "un individuo, o familia, viendo su situación por debajo de un punto de referencia tal como el estándar de una comunidad o inferior al resultado de un grupo particular". Esta diferencia de ingresos entre individuos o familias que pertenecen a un mismo grupo de referencia se torna en un incentivo para emigrar (Stark y Yitzhaki 1988, 69), y la emigración adquiere un único propósito de mejorar la posición relativa de un individuo o familia dentro de su entorno social (Van Wey 2005, 148). Por lo tanto, la probabilidad de que un hogar envíe emigrantes al extranjero será directamente proporcional a la cantidad de ingreso ganado por otras familias ubicadas por encima de ésta en la distribución de ingreso de referencia (Massey et al. 2000, 38).

El concepto de "privación", que implica ausencia, encuentra su contrapunto en el término "satisfacción", que designa presencia y significa tener algo. Si se mide el nivel de bienestar de un individuo o familia a través del estándar prevalente en el grupo de referencia, la ausencia se torna relevante en cuanto existe una presencia de bienes que son comunes en otros individuos y familias pertenecientes al mismo grupo de referencia. Un individuo o familia sufren "privación" de algo porque otros individuos o familias de su misma comunidad experimentan "satisfacción" de eso mismo. Es decir, en una comunidad donde nadie posee un automóvil, no tener un vehículo no conlleva una situación de privación relativa. Pero, sí que existiría si la mayor parte de los individuos o familias de la comunidad poseen un automóvil.

Las gráficas 1 y 2 dibujan dos escenarios. El primero representa un grupo de referencia de 30 familias en un momento A, cuando la renta per cápita media es de 2 mil dólares y todas las familias tienen esa misma renta.10 El segundo traza un escenario en un momento B, cuando emigró algún miembro de 10 familias, y se produjo un incremento de la satisfacción en las mismas hasta elevar la renta per cápita del grupo en 20 por ciento. En el primer escenario no existe privación relativa porque no existe diferenciación social. Por el contrario, en el segundo escenario, un incremento en la satisfacción de las diez familias que emigraron provoca que la mayor parte de la comunidad sufra una situación de privación relativa. Incluso una de las familias que vio incrementada su renta per cápita por la percepción de remesas sufrió privación relativa, porque sus ingresos todavía permanecieron por debajo de la media. Asimismo, otras dos familias que se beneficiaron de la emigración no experimentaron un incremento o descenso de su privación relativa porque sus rentas no se distanciaron de la media. Las familias que no recibieron remesas, no vieron reducida su satisfacción, ya que sus ingresos no mermaron; pero sí que sufrieron privación relativa porque su poder adquisitivo se distanció de la media.

La "privación" implica cómo los individuos evalúan lo que no tienen. Como contraste, la "satisfacción" indica cómo los individuos valoran lo que tienen (Stark y Yitzhaki 1988, 58). Como el emigrante vive a caballo entre la sociedad de origen y la de acogida, éste tiene dos grupos de referencia. Los niveles de "privación" y "satisfacción" son diferentes en ambas sociedades En la sociedad de acogida el inmigrante puede experimentar más satisfacción si su poder adquisitivo aquí le permite obtener más bienes y servicios que en la comunidad de origen. Pero, al mismo tiempo puede sufrir más privación si su capacidad de adquisición de bienes se encuentra por debajo del estándar de la sociedad de acogida. Según, Stark y Yitzhaki (1988, 63) los procesos migratorios cobran un carácter temporal cuando en la sociedad de acogida la privación es más elevada y la satisfacción más baja; la primera y la última son más bajas, o las dos son más altas. Únicamente cuando en la sociedad de acogida el inmigrante ve reducida su privación y experimenta un incremento en su satisfacción, en comparación con la sociedad de origen, los procesos migratorios se tornan permanentes (Izcara Palacios 2009, 13).

La teoría de la privación relativa ha sido criticada porque no responde a cómo se originan en un primer momento los procesos migratorios. La privación relativa no puede ser la causa de la emigración de los primeros migrantes, porque en ese momento nadie pudo provocar en ellos un sentimiento de privación relativa. Como señala Portes (2007, 24) "deja sin resolver la cuestión en torno a la manera en que los primeros migrantes que inducen la 'privación relativa' entre sus vecinos comenzaron su traslado".

Arango (2003, 13) señala la principal deficiencia de esta teoría al afirmar que "sólo se interesa por las causas y consecuencias de la emigración en las regiones de origen". En efecto, esta teoría no considera los elementos que actúan del lado de la demanda laboral, los cuales tienen una enorme importancia en la explicación de los procesos migratorios. En este sentido, para conocer la etiología de las corrientes migratorias es importante indagar en las prácticas de reclutamiento.

Tanto la teoría de redes migratorias como la de privación relativa focalizan el punto de vista y perspectiva del emigrante en la comunidad de origen, es decir, son modelos de "empuje" que acentúan la etiología de la migración del lado de la oferta laboral. Según la teoría de redes migratorias los lazos de parentesco y amistad inducen un proceso migratorio conducente hasta las zonas de destino; de acuerdo con la teoría de la privación relativa éste es causado por niveles de desigualdad en la comunidad de origen. Ambas teorías entienden la emigración como un proceso de solidificación de los lazos entre el emigrante y su familia. Asimismo, ambos enfoques sostienen que las decisiones sobre la emigración no son tomadas de forma aislada por actores individuales sino por unidades mayores de gente relacionada (las familias). Las dos teorías enfatizan el carácter temporal de los procesos migratorios; la primera subraya la persistencia de los lazos que ligan a las sociedades de origen y acogida, y la última desestima la permanencia porque describe un mayor número de escenarios de retorno. Aunque el asentamiento en la sociedad de acogida constituye una parte intrínseca del proceso de maduración de las redes migratorias. A medida que la red de lazos sociales y económicos en la sociedad receptora se fortalecen y el inmigrante trae a su familia, éste establece aquí su residencia permanente (Massey et al. 1988, 161). Ninguna de las dos teorías entiende el objetivo de los procesos migratorios en términos de una decisión razonada que persigue la maximización de ingresos. Aunque, mientras la teoría de redes migratorias subraya la racionalidad social de los procesos migratorios, la teoría de privación relativa acentúa la racionalidad económica de los mismos. Dentro del primer modelo teórico el emigrante se dirige a las localidades poseedoras del mayor capital social, mientras que en el último los emigrantes se dirigen a localidades donde pueden acceder a recursos económicos suficientes para revertir la situación de desigualdad en la comunidad de origen (véase el cuadro 1).

 

Factores determinantes de la participación en el programa H-2A

En México, el efecto negativo del Tratado de Libre Comercio sobre el sector agrícola ha contribuido a acelerar la emigración rural (Mendoza Cota 2006, 139; Boucher et al. 2007, 7). En Tamaulipas la sustitución de cultivos de uso intensivo de mano de obra a partir de los años sesenta por cultivos extensivos en trabajo, aunada a un acelerado proceso de mecanización de las labores agrícolas, condujeron a una contracción de la demanda de fuerza de trabajo campesina. Además, en Tamaulipas, a diferencia del resto de estados fronterizos, la capacidad del sector agrario para absorber la fuerza de trabajo disponible se debilitó debido a que la disminución de la población agropecuaria fue inferior a la caída de los empleos disponibles en el sector (García Salazar y Omaña Silvestre 2001, 75 y 89). Esto ha agravado los problemas de subempleo y desempleo, de modo que los jornaleros encuentran cada vez menos oportunidades económicas en Tamaulipas (Izcara Palacios y Andrade Rubio 2007, 70).

Como consecuencia, no es de extrañar que durante el periodo 19902005 todos los municipios rurales sufriesen tasas negativas de crecimiento migratorio, debido a un vaciamiento de población joven que encontró en los Estados Unidos uno de los principales destinos.11

Durante más de un siglo la población rural tamaulipeca ha emigrado hacia el país del norte. La mayor parte lo hicieron sin papeles; sin embargo, también han participado en los programas de trabajadores huéspedes. Hasta los años ochenta los braceros tamaulipecos cruzaban la frontera fácilmente. Sin embargo, en la década del noventa, como resultado de una política de control de fronteras, cruzar al país vecino se hizo más problemático, y los inmigrantes se vieron obligados a contratar de forma generalizada los servicios de polleros. La militarización de la frontera hizo que los tamaulipecos se desplazasen hacia rutas más largas y permaneciesen más tiempo en los Estados Unidos.12 En la actualidad es cada vez mayor el número de personas que buscan trabajar en Estados Unidos con visas de trabajadores huéspedes, mientras que muchos polleros encuentran cada vez más dificultades en convencer a la gente para que emigre de modo subrepticio.

La emigración internacional está conduciendo a un vaciamiento de la población activa de numerosas comunidades rurales tamaulipecas. Como decía un trabajador migratorio del ejido Emiliano Zapata, en el municipio de Hidalgo: "la gente sigue emigrando, aquí casi todos van a trabajar allá" (H 10). Un residente del ejido victorense Vicente Guerrero se expresaba en un tono similar: "aquí casi todos los hombres vamos a trabajar para allá" (V 10). Asimismo, un campesino de Abasolo se quejaba de la emigración de los varones jóvenes del ejido hacia Estados Unidos en busca de empleo mejor remunerado, y culpaba del deterioro del sector a la falta de apoyos gubernamentales a la agricultura: "casi ni hay hombres para trabajar la tierra [...] el gobierno debería dar apoyos para que mejor trabajen en el campo en lugar de irse para allá" (A 3). Según los entrevistados la falta de oportunidades económicas en el medio local conduce a una expulsión de los varones jóvenes, de modo que en las poblaciones rurales sólo quedan los niños, las mujeres y los mayores. Como indicaba un jornalero del ejido Unión Morales, en el municipio de San Carlos: "hay temporadas en que no hay muchachos aquí en el ejido, hay puros chavitos, chavalillos; aquí no'más empiezan a trabajar, así que uno ya tenga papeles, que sea mayor, y ya ve la manera de salir a otro lugar a buscar trabajo, la mayoría se van a trabajar allá, al otro lado" (SC 2). Otros jornaleros del ejido Servando Canales, en Guémez, repetían esta idea: "se van toda la comunidad [...] con decirte que aquí se quedan puras mujeres y niños" (G 3), "aquí se quedan puras mujeres y niños" (G 4).

El programa H-2A constituye la forma más atractiva de emigrar para la población rural masculina. Algunos jornaleros emigran por curiosidad, por un afán de aventura y por un deseo de asomarse a un mundo distinto del suyo. Este afán de aventura y curiosidad de cruzar la frontera ha sido destacado en otras investigaciones como uno de los factores desencadenantes de la emigración de trabajadores huéspedes mexicanos (Secretaría del Trabajo y Previsión Social 2007, 189; De Alba 2007, 262). Las siguientes citas representan algunos ejemplos de este tipo de motivación: "fue más que nada curiosidad que por necesidad [...] Yo quería ir a conocer más que nada" (G 3); "fui por curiosidad, porque toda la gente de aquí se iba y yo no iba, e iban a Estados Unidos y vienen, y yo nada, y dije: pues me voy a ir a conocer" (G 4a: 1). Los trabajadores que se animan a cruzar la frontera para satisfacer ese afán de aventura y curiosidad proceden muchas veces de sectores extraagrarios. Un mecánico de 29 años de edad del ejido Las Compuertas (Llera), que fue en el año 2002 a trabajar en el tabaco en Carolina del Norte, decía: "me fui por irme nada más, para que no me contaran por pura curiosidad; pues, aquí saco para pasarla" (LL 1). Asimismo, un herrero de 34 años de edad del ejido Rancho Nuevo (Victoria), que en 2003 trabajó en la pizca del tomate en Arkansas, señalaba: "yo me animé porque quería ir a conocer, no tanto porque fuera a trabajar, porque yo veo que el trabajo aquí y allá pues es lo mismo" (V 3). Como resulta lógico, aquellos trabajadores cuya motivación para participar en el programa de visas H-2A fue únicamente la curiosidad, generalmente no volvieron a regresar a los Estados Unidos.

Hernández León (1999) en una investigación sobre la migración de jóvenes regiomontanos a Texas a través de la red social que proporciona la pertenencia a una pandilla explora la migración a la aventura. Sin embargo, pueden apreciarse importantes diferencias entre la emigración de jóvenes de colonias populares de Monterrey y los jornaleros tamaulipecos. En ambos casos, la aventura tiene lugar en el corto plazo (p. 139) y se busca conocer y experimentar (p. 138); pero de modo diferente. Los primeros buscaban el desmadre, el cotorreo, el despapaye; es decir la diversión (p. 136); por el contrario, para los últimos emigrar a la aventura no implica un sentido lúdico. La aventura que buscan éstos es conocer el entorno laboral estadounidense y participar de la misma experiencia que tienen otros paisanos. Se trata de una experiencia no placentera, que conlleva aislamiento y trabajo duro. El propósito inmediato de los jóvenes de Monterrey que emigraron con su banda nunca fue el trabajo ni las prácticas relacionadas con la migración laboral (p. 135), su experiencia se caracterizó por la autonomía, la falta de seguridad y la incertidumbre. Como contraste, los citados trabajadores tamaulipecos que participaron en el programa H-2A fueron a trabajar a un sitio concreto para hacer una actividad específica en un entorno caracterizado por la seguridad y certidumbre; además, regresaron con unos ahorros importantes.

La mayor parte de los jornaleros tamaulipecos que participan en el programa H-2A lo hacen debido a una necesidad económica apremiante. En algunos casos, los padres de familia no encuentran otra forma para poder financiar la educación de sus hijos. Muchos trabajadores rurales tamaulipecos, que no tuvieron acceso a la educación porque desde muy jóvenes se vieron obligados a apoyar con su trabajo la economía familiar, no se resignan a que sus hijos sufran su misma situación. El siguiente testimonio, expresado por un trabajador de 38 años del ejido Guillermo Zúñiga (Hidalgo), es revelador de un afán de sacrificio para que las nuevas generaciones gocen de más oportunidades que las cohortes poblacionales más adultas: "yo quería que mis hijos salieran adelante puesto que mis padres no tuvieron la posibilidad de darme alguna profesión y yo siempre he querido que mis hijos no les falte nada y sean alguien en la vida" (H 2). La participación en el programa estadounidense de trabajadores huéspedes proporciona a la población rural tamaulipeca la oportunidad de obtener unos recursos extraordinarios que permiten hacer frente a los elevados gastos que implica sostener la educación de los hijos. El siguiente entrevistado decidió emigrar porque el empleo local escaseaba y tenía dificultades para hacer frente a los gastos crecientes de una familia cada vez más numerosa: "me puse a pensar en irme desde el momento en que vi que mi trabajo fue disminuyendo, el saber que mi hija cada vez iba subiendo un nivel más de educación, y peor aún, el nacimiento próximo de mi segundo hijo. Eso fue lo único que pensé y que me dio el impulso de tomar esa decisión de irme a los Estados Unidos" (H 4). Algunos de los entrevistados afirmaron no padecer una situación económica tan precaria; simplemente, el mercado de trabajo local les permitía vivir al día, pero no les proporcionaba recursos suficientes para afrontar la educación de los hijos: "uno vive aquí pues al día; pero, a veces quiere uno salir adelante, verdad, sacar a sus hijos adelante, que estudien [...] y pues aquí, pues, no alcanza para estar pasándola uno y a la vez estar pagando la escuela de los niños, y pues allá en Estados Unidos sabemos que es un poquito, gana un poquito más". (T 1). Incluso, trabajadores que manifestaron gozar de una situación económica desahogada en su localidad, se arriesgaron a sumarse al programa de trabajadores huéspedes para poder hacer frente sin apreturas a los gastos crecientes derivados de la educación de los hijos: "en ese entonces la situación iba bien, pero pues uno como persona quiere mejorar su calidad de vida y más cuando se tiene hijos menores, uno quiere darles educación" (H 5). Por lo tanto, son muchos los trabajadores tamaulipecos que para satisfacer el deseo de sus hijos de estudiar se aventuran a emigrar a un país que desconocen. Como señalaba un jornalero cuyos hijos tenía 14, 17 y 19 años cuando en 1998 se fue a trabajar a Carolina del Norte: "les dije: si les gusta la escuela, síganle, no se preocupen, yo voy a buscar la manera de que salgan adelante" (V 1).

Otras veces un proceso progresivo de endeudamiento y la pérdida de los medios de subsistencia en la comunidad local les lleva a buscar recursos económicos a través de la emigración. Aquellos que participan en este programa de trabajadores huéspedes debido a que contrajeron una deuda son principalmente campesinos que buscan en la emigración temporal a los Estados Unidos una forma de recuperarse de las malas cosechas o de una bajada de los precios agrarios. La participación en el programa H-2A se convierte en la forma más efectiva de volver a capitalizar su explotación agropecuaria; de modo que no participarán más de una temporada en el mismo. Un campesino de Graciano Sánchez (San Carlos) fue en el año 2000 a Minnessota porque: "no tenía dinero y tenía deudas con un señor ahí en el ejido, que le debía, y por eso tuve que emigrar para allá" (SC 1). Asimismo, dos ejidatarios de Nuevo Dolores (Abasolo) (A1 y A2) trabajaron en el año 2004 en la pizca del tomate en Texas para hacer frente a unas deudas. También hay campesinos que aunque en un primer momento emigraron para pagar una deuda; después siguieron participando en el programa H-2A. Un campesino de 51 años de edad de Rancho Nuevo (Victoria) (V 6) fue en marzo de 2002 a Carolina del Norte, porque la enfermedad de su hijo le obligó a vender su patrimonio y a endeudarse; sin embargo, haber emigrado a Estados Unidos le sirvió tanto para hacer frente a éstas como para recuperar sus tierras. Aunque, lejos de haber desistido de volver a Estados Unidos, siguió emigrando en años sucesivos, primero a Carolina del Norte, y a partir de 2006 a Florida.

Algunos entrevistados describen una economía familiar tan paupérrima, que dicen haber emigrado por el hambre, para abatir una situación de falta de alimentos. Como decía un entrevistado que comenzó a ir a Carolina del Norte en 1996: "todo fue por la economía escasa con la que contaba mi familia; pues la verdad nuestra economía era mala, puesto que no teníamos ni para comer frijoles" (H 2).

En la mayor parte de los casos es el escaso atractivo del mercado de trabajo local, el desempleo, el subempleo y la escasa rentabilidad de la actividad agraria lo que les empuja a emigrar. Un jornalero de 39 años de edad del ejido Alfonso Terrones Benítez (Tula) que trabajó por primera vez en Carolina del Norte en 1998 señaló: "uno aquí trabaja poco, uno no tiene un trabajo fijo, trabaja en veces y en veces no" (T 2). Muchos ejidatarios y pequeños propietarios se ven abocados a emigrar porque los ingresos que obtienen de sus explotaciones han mermado (Camargo López y Espericueta Reyna 2006, 49). Las siguientes referencias reflejan el drama de numerosos campesinos tamaulipecos que se vieron obligados a emigrar porque los ingresos que obtienen de la explotación familiar son insuficientes: "si uno está esperanzado a ver que no más de aquí, pues aquí uno no saca nada, no tiene dinero pues para vivir un poco mejor. Entonces, por eso fue que me fui para allá" (J 1); "aquí podemos trabajar en lo de nosotros, en las parcelas; pero en ocasiones no se saca lo que se invierte" (V 10).

 

La privación relativa como etiología de la emigración

Los procesos migratorios entre México y Estados Unidos aparecen guiados e influenciados por redes primarias, formadas por miembros de la familia; redes secundarias, formadas por amigos y paisanos, y redes mixtas (Suárez y Zapata Martelo 2004, 24). La conexión a estos lazos de parentesco, paisanaje y amistad dinamizan los procesos migratorios en la medida en que disminuyen los costos y riesgos de la emigración. Sin embargo, la emigración de jornaleros tamaulipecos bajo el programa de visados H-2A se distancia de este esquema. La mitad de los jornaleros entrevistados carecían de redes sociales que les ligasen al país vecino. Únicamente 30 por ciento de los entrevistados contaban con parientes que residían en los Estados Unidos. Sin embargo, muy raramente tuvieron contacto con ellos. Solamente dos de los jornaleros (A4 y G5) tuvieron algún tipo de contacto con estos parientes durante su estancia en el país vecino. Por otra parte, únicamente en un caso (A4) estos familiares intervinieron de algún modo para que ellos fuesen contratados dentro del citado programa. Aunque, 20 por ciento de los entrevistados contaba con algún familiar empleado a través de este mismo programa de visas H-2A, y 8 por ciento de los entrevistados fueron contratados a partir de la recomendación hecha por estos familiares, que habían participado previamente en el programa H-2A (véase el cuadro 2).

El elemento clave explicativo de la expansión del programa H-2A de trabajadores huéspedes en el medio rural tamaulipeco es el sentimiento de privación relativa experimentado por aquellos jóvenes que no formaron parte de este proceso migratorio en un primer momento.

La eclosión de nuevos procesos migratorios aparece enraizada en las desigualdades sociales y diferenciación social generados por la propia migración. Ésta crea desigualdades sociales porque los que no emigraron tienen menos recursos económicos que aquellos que sí lo hicieron, y esto genera ciertas formas de exclusión y marginación. Los retornados hacen ostentación de un poder adquisitivo elevado; frecuentemente invitan (en las cantinas) a los no migrantes; sin embargo, esto hace que éstos se apoquen, y poco a poco se automarginan y dejan de participar en actividades sociales porque tienen menos dinero que sus amigos que trabajan temporalmente en Estados Unidos.

Por otra parte, la emigración genera diferenciación social debido a que aquellos que emigran ascienden de rango en la jerarquía social, que se mide a partir de un nivel estándar de acceso a bienes de consumo dentro del grupo de referencia. Como este estándar es elevado por las remesas; para que una persona pueda mantener su posicionamiento social debe elevar su nivel de acceso al consumo en la misma medida en que se incrementó este estándar. Como consecuencia, aquellos individuos y familias que no vieron alterado su poder adquisitivo descienden en la jerarquía social.

Las remesas derivadas del empleo en el programa de trabajadores huéspedes acarrean bienes de consumo que anteriormente no circulaban en la comunidad, y crea una escisión entre aquellos que tienen acceso a los mismos, porque participan en el programa H-2A, y los que carecen de ellos, porque el mercado laboral local no ofrece salarios tan elevados. La falta de acceso a estos bienes no es internalizado como una privación hasta que un primer grupo de paisanos trabajan en Estados Unidos y los adquirieren. Esto genera un sentimiento de privación en aquellos que no emigraron debido a un cambio en la valoración de lo que no tienen. Por lo tanto, para no estar privados de los bienes que ahora poseen los que emigraron deben emular los pasos de éstos. Como decía un jornalero de Tula: "veo que van para allá y regresan bien, en la forma de que traen dinero, camionetas [...] y pues dije: que más da, voy a ir a ver cómo me va" (T 4).

La población rural tamaulipeca describe un antes y un después en la situación socioeconómica de los emigrantes temporales, que aparece marcado por el momento cuando obtuvieron las visas H-2A, y eso les anima a emigrar. Como señalaba uno de los entrevistados: "un amigo cuando se fue para allá, y cuando regresó, se veía la diferencia, ya tenía una casa de material, una camionetita y pues vivían bien y pues eso fue lo que también me animó a irme" (H 2). La idea de emigrar surge cuando aquellos que no participaron en el programa H-2A descubren que los retornados disfrutan de un poder adquisitivo más elevado:

Muchas veces se ve que llegan los amigos y traen camionetas y entonces ya, de ahí nace la idea (H 7).

Uno se anima por lo mismo que ve que los que van a trabajar allá pues viven bien, cuando vienen traen dinero y tienen bien sus casas (H 6). Los que vienen de allá, pues traen dinero, compran carros, camionetas, hacen sus casas, y pues eso es lo que anima a uno a irse (H 10). Como uno ve que los que van y trabajan allá pues viven bien [...] por eso es que uno se ilusiona (H 11).

Los retornados invitan a sus amigos a unirse al programa H-2A, les hablan de los elevados salarios y de las ventajas que tiene trabajar en Estados Unidos; pero lo que a éstos les convence es la constatación del cambio en la economía familiar de los primeros. Un jornalero señalaba: "ya tenía tiempo que me habían invitado unos amigos, me platicaban de cómo era el trabajo allá, y pues sí, uno se da cuenta de que sí les va bien porque pues cuando llegan de allá, pues traen dinero, se compran cosas y pues arreglan sus casas y pues sí, eso es también lo que hace que uno se anime a irse" (V 1); otro afirmaba: "me invitaron unos amigos para que fuera a trabajar allá y pues, sí me animé, porque pues yo veo que cuando vienen los que trabajan allá pues, compran cosas y pues viven bien" (H 9); en otra entrevista se repetía la misma idea:"a mí me invitó un amigo [...] me dijo que si no me gustaría ir a trabajar allá y, pues, a quien no le va a gustar, verdad; pues ves como vienen los que trabajan allá, hacen sus casas, compran carros; entonces, pues, no andan batallando" (SC 2).

Aquellos que no emigraron en un primer momento se ven desplazados en la escala social; por eso desean trabajar en Estados Unidos, para no ver mermada su posición social. Los que se quedaron descubren que aquellos que emigraron viven mejor y no sufren las apreturas económicas que ellos padecen. Por lo tanto, los primeros deciden emigrar para acceder a los mismos bienes que poseen los últimos. Como señalaba uno de los entrevistados: "como he visto que los que van a trabajar allá pues viven bien, no batallan, tienen bien sus casas y pues yo lo que quería pues era hacer mi casa" (H 8). La idea de que los emigrantes progresan y viven bien, en contraposición a las familias que no reciben remesas, que viven mal, aparece reflejada en las siguientes citas: "uno ve que los que van para allá, pues regresan, y pues compran cosas, viven bien" (P 2); "uno se da cuenta porque ve que los que han ido a trabajar allá pues viven bien" (V 9). De ahí nace el deseo de emigrar, para estar y vivir mejor: "yo pensaba irme, pues, para estar uno más bien; siempre que uno ve que los que van para allá, pues vienen bien, les cambia la vida, viven mejor" (T 2).

Por lo tanto, en aquellas poblaciones rurales donde alguno de sus integrantes son trabajadores H-2A, rápidamente nuevos miembros de la comunidad buscarán sumarse a este programa para evitar contemplar como su posición social merma cuando la de sus vecinos se eleva. Lo que anima a los trabajadores rurales tamaulipecos a decidirse a ir a Estados Unidos es ver como otras familias cercanas progresan económicamente.

El grupo de referencia no está constituido únicamente por aquellas personas más cercanas a un individuo; sino también por otros que éste no conoce, pero que mantienen un lazo con algún conocido suyo. Como señalaba un jornalero: "yo estaba en la colonia tomando con unos vecinos y demás gente, y pues salió el tema ese de que varios conocidos de mis mismos vecinos trabajaban por allá y que les iba bien, que hasta les mandaban su buena lana a sus esposas, cosas así, cosas que motivan a uno a arriesgarse" (H 3). Este elemento acelera la propagación de los procesos migratorios. Los individuos ven disminuida su posición social no sólo cuando sus amigos y conocidos ascienden en la escala social; sino también cuando otras personas que no son tan cercanas a ellos lo hacen. Cuando alguien emigra provoca que un grupo social extenso se sitúe por debajo de un punto de referencia. Esto lleva a los últimos a emigrar para recobrar una situación de equilibrio.

Por otra parte, según la teoría de la privación relativa, los procesos migratorios tienen una vocación de permanencia cuando el trabajador migratorio encuentra en la sociedad de destino un incremento de su satisfacción y un decremento de su privación relativa (Stark y Yitzhaki 1988, 63). Es decir, sólo cuando el inmigrante encuentra en el país de destino una situación socioeconómica y laboral más satisfactoria que en su comunidad, y su posición social en la sociedad de acogida es superior a la ocupada dentro de su grupo de referencia anterior, éste aspirará a quedarse en el país de destino. Sin embargo, los jornaleros tamaulipecos que emigran con visados H-2A no incrementan su satisfacción en la sociedad de acogida. En Estados Unidos sufren una situación de aislamiento social y encerramiento en los campos agrícolas. Además, experimentan un incremento de su privación relativa, porque disponen de menos recursos económicos que otras personas en la sociedad de acogida: viven en peores viviendas, su alimentación es más deficiente, nunca se divierten y tienen un menor acceso al consumo que los locales. Por el contrario, cuando regresan a Tamaulipas experimentan un acrecentamiento de su satisfacción (renuevan sus casas, compran automóviles y otros bienes de consumo, y abren una cuenta de ahorros) y su situación de privación relativa mengua porque ascienden en la jerarquía social. Como ellos dicen, el salario que reciben en Estados Unidos es insuficiente para llevar una vida digna allí; pero les permite incrementar enormemente su poder adquisitivo en su comunidad de origen. Por lo tanto, los jornaleros tamaulipecos no encuentran ninguna razón para permanecer en Estados Unidos; no tiene sentido quedarse en un país donde no pueden incrementar su satisfacción ni reducir su privación relativa.

Casi todos los trabajadores agrícolas entrevistados expresaron un elevado grado de satisfacción con el programa de trabajadores huéspedes. Sin embargo, esto no significa que una de sus metas fuese permanecer en los Estados Unidos (Pastor y Alva 2004, 94). Muy al contrario, la totalidad de los jornaleros entrevistados preferían un modo de vida transnacional a un escenario más estable de permanencia en los Estados Unidos. Expresiones como: "para quedarse a vivir ahí, la verdad no" (H 4); "para vivir no me gustó" (V 3), o "uno lo que quiere es trabajar y ahorrar para mandar dinero para acá, ese es el objetivo, para vivir allá no" (H 11) se repiten en las entrevistas. La dificultad de adaptarse a la cultura norteamericana, caracterizada por una distinta ética del trabajo hace que se sientan incómodos en los Estados Unidos. Como señalaba uno de los entrevistados: "uno está acostumbrado a nuestras costumbres, allá es otra vida" (A 2). Estados Unidos es el país donde trabajan, ahorran y pasan penurias, y Tamaulipas es donde disfrutan de los frutos de su trabajo. "La única es que el dinero que uno gana allá, ahorrar, y ya cuando viene uno acá es donde se compra lo que quiere, porque acá es donde rinde el dinero que gana allá uno" (J 1).

 

Conclusión

El mecanismo más eficaz de reclutamiento que encuentran los empleadores estadounidenses son las recomendaciones hechas por aquellos trabajadores que emigraron previamente con visas H-2A. Por lo tanto, cuando un jornalero tamaulipeco emigra a través del programa H-2A favorece la eclosión de nuevos procesos migratorios en su comunidad. Las teorías explicativas de los procesos migratorios internacionales generalmente tienen un carácter más complementario que contradictorio; sin embargo, acarrean implicaciones diferentes en cuanto a la formulación de políticas. En el caso de los jornaleros tamaulipecos que se desplazan a Estados Unidos con visas H-2A el modelo que explica de modo más adecuado la etiología de este proceso migratorio es la teoría de la "privación relativa". Los jornaleros tamaulipecos participan en el programa H-2A porque las remesas enviadas por los primeros emigrantes mermaron la posición social relativa de los que se quedaron.

La emigración altera la escala social subjetiva que mide la posición de cada uno de los individuos que pertenecen al mismo grupo de referencia. Aquellos que emigraron con visas H-2A se sitúan por encima del estándar de un grupo de referencia. Por el contrario, los no emigrantes descienden por debajo de un punto de referencia imaginario que mide la renta per cápita media de una comunidad. Es decir, el programa H-2A distorsiona la posición de las familias en la distribución de ingresos dentro de un grupo de referencia, lo cual favorece la emigración a través de este mismo programa para lograr un equilibrio y recobrar la posición social perdida.

Los nuevos emigrantes deciden participar en el programa H-2A no porque hayan sufrido una mengua en su satisfacción; sino porque bienes que nunca tuvieron ahora generan en ellos un sentimiento de privación por el hecho de que sus amigos y vecinos (que trabajaron en Estados Unidos) los adquirieron.

 

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Notas

*Quisiera expresar mi agradecimiento a la Universidad Autónoma de Tamaulipas por el apoyo recibido para la realización de esta investigación a través del proyecto "Migrantes rurales tamaulipecos y el programa H-2A de trabajadores huéspedes" (Convenio número: UAT-07-8-SOC-0114). Asimismo, también quisiera expresar mi agradecimiento a los dos evaluadores anónimos por sus valiosos comentarios.

1 El principal exponente de esta teoría es Douglas Massey

2 El principal exponente de esta teoría es Oded Stark.

3 El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) realiza estadísticas de las visas H-2A en función del país de procedencia y del lugar de destino en los Estados Unidos de aquellos que las reciben. Pero no publica estadísticas de las regiones de procedencia de éstos. Por lo tanto, no me fue posible conocer la evolución exacta del número de visas H-2A concedidas a trabajadores tamaulipecos. Sin embargo, el número de visas H-2A aprobadas únicamente por el Consulado General de Estados Unidos en Monterrey a trabajadores de Tamaulipas ascendió de 753 a 1885 entre 1998 y 2006. La última cifra representa más de 4 por ciento de las visas H-2A otorgadas en el mundo. Pero los trabajadores tamaulipecos también obtienen sus visas en otros consulados (el de Nuevo Laredo y Matamoros principalmente; pero también en el de Nogales). En este sentido, durante una entrevista realizada en el año 2008 al Jefe de la Sección de Visas No-Inmigrante del Consulado General de Estados Unidos en Monterrey, éste comentó que cada vez era mayor el número de jornaleros tamaulipecos que tramitaban sus visas en los consulados de Nuevo Laredo y Matamoros debido al crecimiento del número de visas solicitadas.

4 Los costos de transporte deben ser cubiertos por los empleadores. Por lo tanto, para éstos, que están situados principalmente en el sureste de los Estados Unidos (Carolina del Norte, Georgia y Florida son los estados que demandan más trabajadores H-2A), resulta más económico pagar el transporte a un trabajador tamaulipeco que a otro procedente de otras zonas de México. Esto no significa que para los trabajadores tamaulipecos participar en el programa H-2A no implique ningún costo. Por el trámite del papeleo, etc. generalmente desembolsan una suma en torno a los 5 mil pesos. Esto es mucho menos de lo que pagarían por cruzar la frontera sin documentos (unos 2 mil dólares).

5 Así, por ejemplo, en 1988 menos de 15 por ciento de los trabajadores H-2A eran mexicanos, mientras que en 2008 este porcentaje ascendió a 95 por ciento (Izcara Palacios 2010, 72).

6 Véase Larissa Adler Lomnitz, Cómo sobreviven los marginados, 6ª Edición, México, Siglo XXI Editores, 1983, 141 y Larissa Adler Lomnitz, Redes sociales, cultura y poder. Ensayo de Antropología latinoamericana, México, Miguel Ángel Porrúa, 2001, 69 y 71.

7 Portes (1995, 12) define el capital social como la capacidad de los individuos de acceder a recursos debido a su pertenencia a una red.

8 En un reciente trabajo Massey et al. (2006, 118) señalan que el capital social es un factor determinante de la emigración en el primer viaje; pero en viajes posteriores es más importante el capital humano: sus propios conocimientos y experiencias para cruzar la frontera y encontrar trabajo.

9 Véase por ejemplo Glick Schiller, Nina, Basch, Linda y Cristina Blanc-Szanton "From Immigrant to Transmigrant: Theorizing Transnational Migration", Anthropological Quarterly, 68, 1, 1995, y Glick Schiller, Nina, Basch, Linda y Cristina Blanc-Szanton, "Transnationalism: A New Analytic Framework for Understanding Migration", Annals of the New York Academy of Sciences, 645, 2006.

10 El ejemplo presentado en los gráficos 1 y 2 es hipotético.

11 Todos los municipios rurales decrecieron a tasas comprendidas entre -2 por ciento y -5 por ciento. Emigraron tanto las mujeres como los hombres. Aunque mientras los varones emigran hacia espacios más lejanos (Estados Unidos y otros estados), las primeras se desplazan más hacia las zonas urbanas tamaulipecas (Izcara Palacios 2009).

12 Hasta los años ochenta los migrantes rurales tamaulipecos tendían a quedarse en el Valle de Texas durante unos meses, y luego regresaban a sus comunidades. Sin embargo, el incremento del costo de emigrar sin papeles hizo que esta ruta ya no resultase rentable. Como consecuencia, comenzaron a desplazarse hacia espacios más apartados con salarios más elevados; principalmente hacia el este (Florida, Virginia, Carolina del Norte), pero también hacia el centro-norte (Missouri, Michigan y Minnesota) donde permanecen varios años.

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