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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 no.119 Zamora jun. 2009

 

Sección general

 

Viviendo en espacio ajeno. La semana santa entre migrantes mexicanos en Immokalee, Florida

 

Living in a Foreign Space. Easter Week among Mexican Migrants in Immokalee, Florida

 

Elizabeth Juárez Cerdi*

 

* El Colegio de Michoacán. Correo electrónico: ecerdi@colmich.edu.mx

 

Fecha de recepción del artículo: 19 de agosto de 2008
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 28 de septiembre de 2009

 

Resumen

Las expresiones de religiosidad popular de los mexicanos en Estados Unidos suelen ser vistas como manifestaciones de su identidad católica y nacional (mexicana); sin embargo pocas veces se pone atención a lo que significa para los participantes como para la población no mexicana (y para los no católicos) la organización de esas expresiones en un espacio físico aislado, un ambiente social ajeno, extraño y normado por reglas desconocidas para el inmigrante mexicano. En este escrito presento brevemente el lugar donde viven y trabajan los migrantes, después describo los actos religiosos de la Semana Santa y la participación de los migrantes, por último, se analizan los acontecimientos y acciones de los actores.

Palabras clave: Jornaleros agrícolas, migrantes mexicanos, prácticas religiosas.

 

Abstract

Expressions of popular religiosity among Mexicans in the United States are often seen as manifestations of their Catholic and national (Mexican) identity; however, rarely has attention been paid to what the organization of those expressions means to both the participants themselves and the non-Mexican (and non-Catholic) population in an isolated physical space located in strange, foreign social surroundings governed by rules that are largely unknown to Mexican immigrants. In this artic1e, 1 describe briefly the place where these migrants live and work, before turning to a discussion of the religious acts that migrants' celebrate during Easter Week and their participation in them. Finally, the events and actions of those involved are examined.

Keywords: agricultural workers, Mexican migrants, religious practices.

 

INTRODUCCIÓN

A través de la descripción de los actos conmemorativos y las celebraciones religiosas llevadas a cabo durante la Semana Santa en Immokalee, Florida, trato de acercarme a varios elementos que están en juego en el campo religioso y que ponen de manifiesto tanto la ubicación social y percepción de los actores, como las "distancias" de clase y geográficas que existen entre los inmigrantes mexicanos católicos que viven en una población del suroeste de la Florida. La celebración también me permite hablar, aunque brevemente, de la forma cómo los mexicanos inmigrantes se relacionan entre sí y con otros grupos raciales y culturales en un contexto de diversidad lingüística, socioeconómica, cultural y religiosa; y me permite mostrar un hecho religioso que rebasó con mucho las expectativas de los clérigos de la parroquia de ese lugar y les llevó a tener una idea diferente de los católicos de la localidad en la cual se encuentran trabajando.

Parto de la idea de que cuando se analizan las prácticas religiosas católicas en un contexto de migración se debe ver al catolicismo no como la suma de rasgos objetivos que las autoridades de la institución consideran importantes, sino que se debe dar relevancia a aquellas concepciones y elementos que los actores consideran significativos; rasgos que generalmente no son parte de lo institucional sino de la religiosidad popular y que a los creyentes les parecen más cercanos. Elementos que permiten agrupar a individuos que cotidianamente no interactúan en la vida cotidiana, ya sea por razones de lenguaje o por el mismo contexto laboral en que se encuentran inmersos.

 

POBLACIÓN DONDE VIVEN Y LABORAN LOS MEXICANOS

Immokalee se encuentra ubicada al suroeste del estado de Florida, basa su economía principalmente en la agricultura.1 Tiene una población extremadamente móvil, en la temporada baja ésta llega a ser de 8 mil habitantes, pero a partir de octubre y principios de noviembre, cuando empieza la cosecha de cítricos y vegetales, el número fluctúa entre 25 a 30 mil habitantes (Griffith & Kissam 1995). Gran parte de los mexicanos que llegan a Immokalee durante la cosecha son hombres jóvenes, solos, con poca escolaridad y habituados a trabajar en el campo. El ingreso promedio de los trabajadores agrícolas en esta población se encuentra entre los 5,000 y 7,000 dólares al año, lo que los sitúa muy cerca del considerado, en Estados Unidos, nivel de pobreza.

Immokalee presenta una vida cotidiana compleja, cambiante y con movimiento constante de gente debido a los cultivos estacionales. Es una pequeña ciudad con visibles diferencias étnicas, raciales, económicas, sociales y religiosas; diversidad que puede, en parte, explicarse por la relación entre la demanda de mano de obra en las actividades productivas y los diferentes inmigrantes que llegan para satisfacer ésta. Por ejemplo, si nos concretamos al contexto del empleo agrícola, donde ha sido evidente el cambio en la composición racial y étnica a través del tiempo, encontramos que en la década de los años sesenta y setenta el contingente de trabajadores agrícolas era mayoritariamente afroamericano. En esos años los primeros migrantes de habla hispana que llegaron a buscar trabajo en Immokalee fueron cubanos y puertorriqueños. En las siguientes décadas, el campo se fue "hispanizando" aún más con la llegada de un número mayor de migrantes mexicanos y guatemaltecos (Payne 2000); y aunque durante los años ochenta, en que se inició el arribo de los haitianos a Immokalee, era posible encontrar a un número importante de ellos laborando como jornaleros, no representaban una parte significativa de los trabajadores debido a que permanecían en los campos agrícolas por periodos cortos, ya que aprendían inglés con rapidez para integrarse en poco tiempo a las empacadoras de frutas y vegetales existentes en Immokalee y al sector de servicios.

En la población de Immokalee actualmente coexisten grupos raciales, culturales y socioeconómicos diferentes: indios seminoles, angloamericanos, afroamericanos, haitianos, guatemaltecos, mexicanos de diversos estados de la República Mexicana, cubanos, algunos filipinos, puertorriqueños y dominicanos, lo cual genera una diversidad de conductas, acciones y concepciones que, por lo menos entre los trabajadores agrícolas, a veces llega a ser problemática y dificulta la convivencia y organización. A esta diversidad sociocultural hay que agregar que en los últimos años, la oferta de mano de obra rebasa la demanda por lo que aún entre los mismos trabajadores agrícolas hay problemas pues compiten abiertamente por el empleo. El ambiente social en esta pequeña ciudad se ve aún más complicado por los problemas de venta y distribución de diferentes tipos de drogas y un alto índice de criminalidad (robos, homicidios, riñas callejeras, etc.); a lo que se suman las muertes por causas laborales, por accidentes de transito y por casos de SIDA2.

 

EL CONTEXTO FÍSICO Y SOCIAL EN QUE SE MUEVEN LOS MEXICANOS

En Immokalee, como puede ser en muchas otras partes del mundo, "la geografía es destino"; es decir, dependiendo del sector de la ciudad en que se encuentre ubicada la vivienda, será posible el acceso a recursos, servicios, medios de comunicación, redes, entre otros; pero sobretodo, y en particular en esta pequeña ciudad del suroeste de la Florida, el sector donde se vive está relacionado con la tranquilidad y con la seguridad física de aquellos que, por falta de un vehículo, deben caminar por las calles de la ciudad.

De acuerdo al sector donde viven, es factible identificar a los habitantes de Immokalee. Y aunque esa ubicación no se puede relacionar de manera evidente y clara con una clase social específica, si se puede vincular con elementos culturales, raciales y con diferente tiempo de permanencia en el poblado. Actualmente, de manera general, podemos encontrar a los angloamericanos en las afueras de la ciudad, en el tramo comprendido entre la ciudad de Naples (cabecera del condado) e Immokalee; y entre la pequeña población de La Belle e Immokalee. Inicialmente vivían en la parte sur, a la entrada de Immokalee; pero con el establecimiento de un grupo cada vez más numeroso de mexicoamericanos, los angloamericanos se han ido desplazando hacia las afueras. Los mexicoamericanos ahora viven a la entrada de la ciudad, yendo por la carretera estatal núm. 29; cerca de la clínica y donde se encuentran los principales centros comerciales, bancos e iglesias. Las casas no se encuentran una al lado de la otra sino que tienen un amplio espacio que utilizan como jardín y para estacionar sus autos.

Aquellos mexicoamericanos que cuentan con menos recursos, habitan en el denominado "barrio de la rata", donde las casas son de tamaño medio, con tres habitaciones, cochera y jardín (de menor proporción que el del grupo anterior). En esta parte de la ciudad también se encuentran las primeras viviendas hechas por habitat para los trabajadores agrícolas legales. Para acceder a estas casas, los migrantes además de tener los comprobantes de su estancia legal en el país, debían de contar con un empleo permanente (para poder pagar la mensualidad) y que su familia se encontrara viviendo con ellos (no se aceptaban solicitudes de hombres solos). Actualmente varias de las casas de habitat3 son rentadas por sus dueños a migrantes residentes sin familia (y en pocos casos, a migrantes ilegales, pero con varios años en Immokalee). Cada determinado tiempo pasa un inspector del condado a revisar el número de habitantes de la casa y las condiciones físicas de ésta, por lo que no la pueden habitar más de 4 o 5 personas y se tienen que organizar para mantenerla limpia, el pasto cortado y los aparatos electrodomésticos funcionando. Cerca del conjunto de viviendas se está construyendo una zona residencial para familias de clase media (maestros, empleados del condado, bomberos, policías, jubilados, etc.). Es un conjunto habitacional privado, rodeado por una barda, con 105 casas en 40 acres4 y su costo es de 69, 500 dólares.

Los dominicanos y los pocos cubanos que hay en Immokalee suelen vivir cerca de los haitianos que habitan la parte poniente y que trabajan en las empacadoras y en el sector de servicios. Los puertorriqueños optan por el sector donde viven los mexicoamericanos (que además de ser una zona residencial para gente de recursos, está retirada de los barrios donde viven los mexicanos y los guatemaltecos recién llegados).

Los mexicanos indocumentados, los que tiene el estatus migratorio de residentes (sin familia en Immokalee) y los recién llegados (mexicanos y guatemaltecos) están distribuidos en la parte más poblada -centro y calles aledañas- de la ciudad. Sin embargo hay un sector en el que procuran no vivir y que corresponde a las calles donde habitan los "mollos" o "morenos" (afroamericanos) y los haitianos más pobres. Estas dos secciones, ubicadas al oriente de la ciudad, pueden concebirse como un pequeño ghetto en donde, por seguridad, no cualquiera entra. La parte donde habitan los haitianos de escasos recursos es de las más pauperizadas y descuidadas de la ciudad y donde se encuentran los burdeles y cantinas. Este sector de la ciudad fue el escenario donde se desarrolló el vía crucis de Semana Santa, como veremos más adelante.

Ahora bien, los mexicanos sin documentos migratorios con poco tiempo en Immokalee y los recién llegados (que generalmente también son indocumentados) se mantienen y mueven dentro de un límite de espacio geográfico reducido, que en esta ciudad se concreta a calles cercanas a su vivienda, algunas tiendas en la calle principal, agencias de envío de dinero y casetas de teléfono. Algunos de ellos, aunque hayan escuchado que existe una clínica o bancos, no los utilizan, pues creen que por ser indocumentados no pueden tener acceso a ellos. Los lugares públicos de distracción y recreación son un terreno casi prohibido para ellos, pues, según expresaron en algunas entrevistas, en Estados Unidos los sitios para "pasear" son los grandes centros comerciales de las ciudades cercanas y para ello necesitarían tener vehículo, dinero y hablar inglés para poder acceder a esos lugares (además de que algunos entrevistados perciben actos de discriminación en algunas de las tiendas porque los ven mal vestidos y/o porque son hispanos). Durante 5, 6 (a veces, 7) días a la semana los mexicanos, jornaleros agrícolas, van de su casa o "trailita" a los campos de cultivo y de éstos a su casa. Su día de descanso, lo utilizan para comprar los alimentos con los que prepararán el "lonche" de la semana, lavar su ropa, hablar por teléfono y beber cerveza. Algunos de los más jóvenes juegan fútbol en una cancha que está dentro del terreno de la iglesia católica. En Immokalee, tal vez debido a que es un pueblo olvidado por las autoridades del Condado, los inmigrantes se sienten menos "amenazados" por ser indocumentados, y pueden caminar o andar en bicicleta, así como estar los sábados y domingos bebiendo en las inmediaciones de las tiendas o mientras hacen fila en las casetas de teléfono públicas, esperando poder llamar a su familia.5

En términos sociales el espacio en que pueden moverse este tipo de migrantes mexicanos es más reducido que los límites del espacio geográfico en que se desplazan cotidianamente, pues se encuentran en el último peldaño de la pirámide social, no sólo debajo de los angloamericanos, afroamericanos y de los mexicoamericanos, sino también de los haitianos y de los mexicanos que llevan ya mucho tiempo en Immokalee, lo cual los ubica en condiciones de interacción, movimiento y seguridad mínimas. Además, el ámbito social en Immokalee se encuentra cargado con esquemas clasificatorios que implican una forma de percibir y ubicar a los habitantes; acto que delimita permanentemente la movilidad geográfica y social de los mexicanos y guatemaltecos indocumentados y "recién llegados" y les atribuye diferentes imágenes que contribuyen a su autorepresentación y percepción de "indeseables" o problemáticos, de parte de los "otros"; principalmente de algunos angloamericanos, mexicoamericanos, mexicanos establecidos, haitianos y afroamericanos. Esa percepción tiene mucho que ver con la rivalidad que se ha propiciado en el mercado laboral (recuérdese como la población de trabajadores agrícolas ha ido cambiando, y como unos grupos raciales han desplazado a otros) con la competencia por la vivienda y por el espacio social y simbólico en un lugar como Immokalee.

 

QUIÉNES Y DE DÓNDE SON LOS MIGRANTES MEXICANOS

La mayor parte de los mexicanos que han llegado a Immokalee en búsqueda de trabajo, se inserta en el mercado laboral como jornaleros agrícolas, pues además de que es la actividad principal en este lugar, es una de las ocupaciones en donde no les piden ningún papel para trabajar, ni que comprueben su estatus migratorio. Estos mexicanos proceden tanto de estados en los que la migración a Florida no era una práctica común, como lo son Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Querétaro, Distrito Federal, Estado de México, Puebla e Hidalgo,6 como de entidades federativas que tienen una larga historia y tradición en migrar a Estados Unidos, como Guanajuato y Michoacán. Los guatemaltecos entrevistados proceden principalmente de los departamentos de Huehuetenango, El Quiché y Quetzaltenango.

Ahora bien, en Immokalee no se puede hablar de los migrantes mexicanos como un grupo homogéneo que participa de igual manera en la dinámica social y en las actividades y prácticas religiosas católicas, por lo que, a partir de la información recabada durante el trabajo de campo en esta población hago una breve caracterización de ellos, para poder entender su participación en la celebración de la Semana Santa:

A. Los establecidos

Tienen en promedio 15 años de vivir en Immokalee, provienen de estados fronterizos como Tamaulipas y Chihuahua y de estados del centro como Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco. Tienen un manejo del inglés fluido por lo que suelen trabajar como comerciantes, transportistas, "pinteros", crewleader, contratistas, empleados de algunas instituciones, entre otros. Viven en Immokalee en una casa o "trailita" propia con su familia.

B. Los residentes

Son aquellos que después de estar por varios años en Estados Unidos sin papeles obtuvieron el estatus migratorio legal de "residentes" (y que por diferentes razones no han tramitado su ciudadanía). Muchos de ellos se han traído a su familia de México. Trabajan en el sector agrícola como capataces o manejando maquinaria agrícola; en casos contados llegan a ser técnicos agrícolas. Muchos de los mexicanos de este grupo no cuenta con escolaridad más allá de la primaria, pero han aprendido a desenvolverse en la cultura angloamericana y aunque no hablan inglés de manera fluida si manejan lo básico para darse a entender cuando van de compras o tienen que realizar algún trámite no complicado. Dentro del grupo de los residentes también encontramos a los que, a pesar de haber obtenido sus papeles, van y vienen a México en donde se encuentran su esposa e hijos. Este tipo de migrantes continua laborando como jornaleros y van siguiendo las diferentes cosechas de tabaco, frutas, vegetales y flores en Florida, Georgia, Carolina, Virginia y Pennsylvania.

C. Indocumentados de larga estadía en Estados Unidos

Son hombres solos que trabajan en Immokalee como jornaleros y cuentan con una red de relaciones que les permite regresar cada 3, 4 o 5 años a sus lugares de origen en México y al cabo de un tiempo volver a ingresar a Estados Unidos sin dificultad. Tienen conocimiento de los ciclos agrícolas de la costa del Atlántico por lo que se mueven siguiendo las cosechas de vegetales, frutas, tabaco y flores.

D. Los "recién llegados"

Tienen menos de 5 años en Estados Unidos. Immokalee es el primer lugar al que vienen a trabajar, tienen menos de 30 años de edad y no conocen los "códigos" que necesita cualquier trabajador agrícola para desenvolverse en un lugar como éste. Estos migrantes llegaron a Immokalee sin un conocimiento previo del poblado y de los sitios de trabajo; su arribo a esta pequeña ciudad se debió a que fueron reclutados en la frontera por los "raiteros".

Veamos ahora lo referente a las prácticas e identidades religiosas.

 

LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Actualmente la parroquia es atendida por tres sacerdotes scalabrinianos: dos italianos y un haitiano.7 Debido a que la membresía católica está compuesta de grupos racial, social y culturalmente diferentes se han tenido que implementar servicios religiosos dominicales en idiomas diferentes: los mexicanos de segunda generación, angloamericanos y algunos filipinos asisten a la misa en inglés que se lleva a cabo a las 9 de la mañana; los mexicanos con poco tiempo en EU y los guatemaltecos8 asisten a las misas en español que se celebran a las 7:30 am y al mediodía; y los haitianos se congregan a las 10:15 am en la misa en créole, oficiada por un sacerdote haitiano. Para los sacerdotes de esta parroquia, como sucede en muchos otros poblados norteamericanos, ha sido un reto lograr la "unidad" en la pluralidad, sin conflictos entre una feligresía étnica, lingüística, cultural y socialmente diversas; y aún entre los mismos clérigos, algunos de los cuales llegan con su propio acervo cultural y permiten distintas expresiones rituales dentro del templo, con las que los otros sacerdotes pueden no estar de acuerdo.

La parroquia de Guadalupe además de los servicios religiosos cuenta con oficinas que cumplen varias funciones de asistencia a los migrantes.9 El párroco actual, aún sin ser ubicado como simpatizante de la Teología de la Liberación, también se ha involucrado en tareas de apoyo a una organización de trabajadores agrícolas que lucha por cambiar las condiciones laborales y sociales de los jornaleros agrícolas. Este sacerdote, y tal vez debido a su compromiso de tipo social, ha manifestado algunas ideas en contra de las expresiones de religiosidad popular de los católicos haitianos, mexicanos y guatemaltecos, a los que llega a llamar "católicos pascualinos" es decir, aquellos que se acercan a la iglesia únicamente durante las celebraciones importantes; por ejemplo, Semana Santa y de Pascua o en la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Y aunque es respetuoso de lo que los católicos hispanos creen a veces es un poco reacio a permitir expresiones de religiosidad popular en su parroquia.

La Iglesia católica en el contexto de Immokalee deja de ser la parroquia territorial que conocieron los migrantes mexicanos en sus lugares de origen, con una pastoral monoétnica y monolingüística. En esta población norteamericana, por una parte, se podría ver a la iglesia (en particular a sus representantes) como la exponente de nuevos valores y visiones del mundo que son componentes de un tejido ideológico ajeno al inmigrante mexicano; y que como institución, se enfrenta a la gran movilidad de su feligresía y a diferentes niveles de integración de los inmigrantes al país receptor. Pero por otra parte, como marco institucional, la Iglesia católica también da continuidad a numerosas pautas, normas y rasgos de la cultura mexicana, identificada en varios de éstos con el catolicismo. Como continuadora, puede proveer los mecanismos (explícitos muchas veces a través de los comentarios al evangelio en la misa de los domingos) para entender los principios que sustentan el nuevo orden y posibilitar de diferentes maneras la integración de diversos sectores de la población en las estructuras social y económica de ese país.

Veamos ahora lo que sucedió durante la celebración de la Semana Santa en Immokalee.

 

LA SEMANA SANTA

La conmemoración de la Semana Santa en Immokalee la veo como una celebración portadora de sentidos y significados que permite a los grupos culturales que participaron en ella reconstruir sus esquemas de orientación en el mundo, dar consistencia a la realidad que viven en un contexto geográfico y social adversos; un marco que aleja, momentáneamente, el desconcierto y desorientación ante hechos que dislocan el orden de las cosas que articulaban su vida en su localidad de origen; y como el vehículo que permite recrear una identidad colectiva católica, desde diversos niveles y posicionamientos sociales.

Tratar de ubicar los eventos que se sucedieron en Immokalee durante la Semana Santa10 resultó un poco paradójico, puesto que se llevaron a cabo en una nación mayormente protestante, con servicios religiosos muy formales y serios11 o con ciertas tendencias hacia la Teología de la liberación. País donde la racionalización, la secularización, la diferenciación y la globalización son los elementos predominantes y donde las creencias religiosas se han ido desplazando hacia la esfera privada.12 Aunque paradójicamente, también es el país donde han nacido y se ha establecido un número incontable de organizaciones religiosas con los más diversos orígenes y doctrinas.

Los actos conmemorativos de la muerte de Cristo en Immokalee iniciaron desde el jueves Santo13 por la tarde con un servicio religioso trilingüe: español, inglés y créole. Éste fue llevado a cabo por los tres sacerdotes que atienden la parroquia. La iglesia estaba llena, había asistentes de casi todos los grupos sociales, económicos, culturales y raciales de Immokalee. Y aunque en ese momento se podían sentir identificados como "hermanos en Cristo" no dejaba de percibirse cierta distancia en la ubicación de cada grupo al interior de la iglesia. Gran parte de los haitianos se encontraban sentados en el ala izquierda del templo, los mexicanos con más tiempo, en las primeras bancas del centro-izquierda, los angloamericanos, en las del centro-derecha y los recién llegados (mexicanos y guatemaltecos) en las bancas de atrás del centro. En el ala derecha, que es una pequeña capilla separada del resto del templo con cristales, se encontraban varios hombres y mujeres con niños pequeños, algunos eran mexicanos con varios años en Immokalee y otros, por la forma en que iban vestidos, podrían ser identificados claramente como "recién llegados".

Antes de terminar la misa, el sacerdote haitiano auxilió al párroco italiano a hacer la representación de Jesús lavando los pies a sus apóstoles, quienes estaban personificados por dos haitianos, cuatro mexicanos, dos guatemaltecos, dos angloamericanos, una puertorriqueña y un filipino. Para el párroco del Templo de Guadalupe, el hecho de escoger entre la feligresía a representantes de algunos de los grupos raciales y culturales presentes en Immokalee le permitía evidenciar la diversidad de la "eclessia" o "pueblo de Dios" pero también fue el puntal para hablar del desconsuelo14 de estos hombres y mujeres que habían tenido que salir de sus países de origen por causas de la guerra, inestabilidad política o en búsqueda de mejores condiciones de vida y trabajo. Lavar los pies a negros e indígenas (mexicanos de Oaxaca y Chiapas y guatemaltecos) representó para el párroco, asimismo, una alegoría de que la institución católica debía servir a los creyentes, en particular a los migrantes, a los más desposeídos, y no servirse de ellos.15

Al terminar la misa trilingüe, el párroco avisó a los asistentes que el viernes santo a las 3 de la tarde se haría la adoración de la Cruz y se llevaría a cabo una celebración en español e inglés. A las 7 de la noche se iniciaría el vía crucis en el terreno que está detrás de la iglesia. La procesión del viernes Santo, más que ser una iniciativa de los católicos de Immokalee fue una propuesta hecha el jueves por parte de los clérigos de la institución. Sin embargo, al día siguiente el acto se desbordó y llegó a ser tomado completamente por la feligresía. De tal forma que los mismos sacerdotes se sorprendieron del alcance y la participación de la gente que se fue integrando durante el recorrido en las calles. Veamos como fue el proceso.

Los paños morados y los símbolos en el templo indicaban el tiempo litúrgico que se estaba viviendo: era viernes santo. El párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe había propuesto que la procesión o vía crucis se llevara a cabo sólo en las inmediaciones del templo, pues pensaba que podría haber algún peligro en las calles (con los autos y con la policía) para los feligreses; además de que amenazaba la lluvia. Salir de las inmediaciones de la iglesia significaba también tener que solicitar un permiso a las autoridades del condado y avisar a los elementos de la policía de Immokalee para que no pensaran que era un acto vandálico.

El jueves, después de que se anunciara el recorrido del vía crucis, muchos de los migrantes establecidos que son los que de manera importante participan en las diferentes organizaciones de la iglesia, convencieron al sacerdote de que la procesión se hiciera por las calles circunvecinas de la parroquia, y a pesar de que el sacerdote era reacio a la idea, este grupo de católicos se encargó de llevar a cabo los preparativos y todos los trámites necesarios para tomar las calles. Incluso, uno de ellos solicitó a su patrón les prestaran un camión -en donde transportan las cajas de jitomate- para que tres jóvenes personificaran la escena donde María, María Magdalena y Santiago se encuentran llorando a los pies de un Cristo crucificado. El día del vía crucis apareció también un joven cargando una gran cruz de madera, representando a Jesús en su camino al Gólgota. Este joven participaba con la cara cubierta con el pelo largo de una peluca, evitando se conociera su fisonomía, debido a que había hecho una promesa a la divinidad por un favor recibido, y llevar esta pesada carga era su manera de agradecerlo.

Se había citado a los creyentes a las 7 de la noche, pero la procesión empezó casi treinta minutos después porque varios miembros de los Caballeros de Colón16 que funcionaron como grupo de orden y vigilancia, estaban acomodando a los asistentes en filas, además de que el párroco pidió que se esperara a que los haitianos salieran de la misa en créole que aún se estaba celebrando. Al principio de la procesión iría el camión con la representación del Cristo crucificado, después el joven que llevaba la cruz a cuestas, luego los grupos de canto, enseguida se colocaron los mexicanos con más tiempo en Immokalee y que participan asiduamente en la iglesia, después algunos jóvenes y unos pocos trabajadores agrícolas que se habían acercado a la iglesia. Detrás de éstos, se colocaron los haitianos que salieron tarde de misa. Inició la procesión con cerca de 200 personas, pero conforme avanzaba por las calles, el contingente iba creciendo, de tal forma que al final de la procesión llegaron a la iglesia aproximadamente 2,500 personas (según apreciaciones del párroco y de algunos de los concurrentes).

Debido a la diversidad racial y cultural de los asistentes al vía crucis, el párroco propuso que fuera un vía crucis trilingüe; es decir en una estación se haría la lectura bíblica, la explicación y cantos en español, en la siguiente en inglés y en la siguiente en créole, así se fueron alternando hasta completar las 12 estaciones. El coro contaba con un micrófono para ser escuchado por todos los asistentes; el grupo que entonaba las alabanzas en inglés estaba sólo compuesto por una angloamericana y un mexicoamericano, el coro de los mexicanos era constituido por 4 personas, dos tocando guitarras y dos cantando, aunque al frente del coro de los haitianos sólo se encontraba un hombre, la mayoría de los asistentes de esta nacionalidad participaba en los cánticos; eran los más animados, sus cantos eran alegres, rítmicos y acompañados por palmadas. Durante la procesión los menos representados eran los angloamericanos. En las estaciones en que el ritual se hacía en español, y a pesar de ser el contingente más numeroso, los cantos no se oían muy fuertes ni animados.

Afuera de algunas casas de haitianos y de mexicanos (que habían aceptado previamente participar) se encontraba colocada, en una mesa cubierta con un mantel o lienzo blanco, alguna imagen religiosa (la Virgen de Guadalupe, El Sagrado Corazón de Jesús, la Sagrada Familia, etc.), flores, velas y un cartón con un número que señalaba la estación de que se trataba. Cuando nadie había aceptado poner este altar, dos señoras de las más participativas en la iglesia, colocaban una vela encendida y un pequeño crucifico de madera para que se pudieran llevar a cabo las oraciones y alabanzas que correspondían a esa estación. Mientras los creyentes oraban y entonaban alabanzas, el sacerdote haitiano ayudaba al joven con la cruz que éste llevaba a cuestas.

A lo largo de la procesión se fueron sumando varias personas; algunos trabajadores que iban llegando de los campos de cultivo a esa hora sólo se quedaban viendo pasar la procesión y se persignaban; otros se iban agregando después de haberse cambiado y bañado.17 Conforme el grupo iba creciendo daba la apariencia de ser más compacto, más homogéneo, ya no era tan evidente la diferencia entre haitianos y mexicanos establecidos o con los guatemaltecos y mexicanos "recién llegados". Era una masa, una comunidad que oraba y cantaba a la figura principal de su religión.

Algunos guatemaltecos evangélicos que observaban la procesión comentaban "esas son creencias de idolatría de los católicos". Los pocos angloamericanos que vieron el vía crucis, consideraban que era una expresión "interesante" de los "mexicanos" (en este rubro incluían a mexicanos y guatemaltecos) y de los haitianos; aunque les sorprendía que se llevara a cabo fuera de las instalaciones del templo. Un elemento que me indica lo difícil que es la relación de los mexicanos y de los guatemaltecos con los afroamericanos (a los que temen porque los asaltan y golpean) es que aunque la procesión pasó por el barrio de éstos, no había ningún afroamericano en la calle observando lo que sucedía.

El vía crucis duró cerca de tres horas y se llevó a cabo por la zona en que viven los mexicanos "recién llegados", los haitianos y los afroamericanos; esto es, a lo largo de la parte oriente de la ciudad. De la calle Boston, hasta donde entroncan la 1ª. y la calle Main. Como mencioné anteriormente, este sector es uno de los más marginales en Immokalee; donde están los prostíbulos, las calles se encuentran llenas de cosas inservibles (refrigeradores, estufas, basura, carros descompuestos); y donde se observa a un gran número de haitianos tomando o tirados en la banqueta borrachos. El recorrido que siguió el vía crucis fue el siguiente:

Al siguiente día, durante la misa de la bendición del cirio pascual, el párroco italiano comentó:

La comunidad tenía razón. Varios de ustedes cuando yo les dije que quería que el vía crucis fuera algo modesto, aquí detrás de la iglesia me dijeron "no padre, la gente así no va a venir, mejor hágalo, si Dios quiere y el tiempo esta bueno, en la calle". Tenían razón. A la hora de la comida el padre Woady me decía que él no había visto un vía crucis tan concurrido como el de ayer. La gente al vernos pasar se juntaba y nos seguía. La comunidad tenía razón, incluso algunos ya me han dicho que para el próximo año se haga el vía crucis viviente, con la Verónica, los centuriones, con todo; vamos a ver. Hoy veo que somos una comunidad, no es que el domingo no nos juntemos como una comunidad, pero hoy veo que como comunidad estamos participando de la celebración de la resurrección del señor, que estamos más unidos.

El párroco se veía contento por el resultado del vía crucis. Por fin había podido vislumbrar, en cuatro años de ministerio en Immokalee, una "eclessia", una comunidad de fieles. El sacerdote dio de nuevo las gracias al grupo mexicanos que ayudaron a preparar la procesión y que de manera cotidiana participan en las actividades de la iglesia (la gran mayoría de los que colaboraron son mexicanos de los grupos que he llamado residentes y establecidos).

A pesar de la percepción del párroco, me pregunto si el vía crucis fue realmente el de "una comunidad" o se trató de grupos culturales y raciales que llevaron a cabo tres celebraciones distintas, tres diferentes lecturas de un mismo "drama" y símbolo. Debido a las características de Immokalee, me parece difícil ver el vía crucis como "una" comunidad de católicos que se identifica de la misma manera, en un momento determinado, con un ritual y un conjunto de símbolos. Antes bien, habría que hablar de distintas formas de reconocerse en él, de "leerlo", según la posición de los participantes en el entramado social y en el sistema económico y laboral de Immokalee; pero para poder afirmarlo necesito más información etnográfica.

 

A MANERA DE ANÁLISIS

Para tres grupos culturales y raciales diferentes, las calles de la parte oriente de Immokalee se convirtieron en una esfera sagrada, fuera del espacio institucional dedicado al culto, en el que compartieron rituales y cantos propios de una fecha de especial importancia para ellos como creyentes católicos. El vía crucis que se llevó a cabo en Immokalee puede verse como una especie de camino o "sendero" ritual que permitió a los creyentes "regresar" no sólo al lugar físico establecido para las prácticas católicas, sino también a sus concepciones y experiencias religiosas previas, aquellas que llevaban a cabo -o por lo menos reconocían- en su pueblo natal. Este bagaje cultural y social colaboró para que durante el recorrido se fuera generando un ambiente liminal en el que los participantes no entraban completamente en un espacio-tiempo sagrado, pero tampoco se alejaban totalmente del tiempo y ámbito profano de su vida en Immokalee. Aunque la conmemoración de la muerte de Cristo se desarrolló en un espacio secular (en donde se estaba representando un acto simbólico-sagrado) controlado por los ojos siempre vigilantes de los Caballeros de Colón y de los "otros" (anglos, guatemaltecos evangélicos y mexicanos que no quisieron adherirse -y tal vez desde alguna ventana- los afroamericanos); los migrantes indocumentados hicieron suyo un tiempo y espacio en el que no se aventuran a transitar solos debido a la presencia de grupos a los que temen como a los afroamericanos, la policía de Immokalee y los haitianos que no trabajan. Aparentemente, y por unas horas, los creyentes católicos, conformaron una amalgama étnica frente a esos "otros".

Ahora bien, "tomar" la calle en un medio ambiente adverso, donde se sienten forasteros y donde temen ser aprendidos por haber entrado "sin papeles", significó para muchos migrantes poder apropiarse momentáneamente de un territorio que no les pertenece, sentir que aunque no es su país, podían caminar sin temor al lado de aquellos con los que compiten por un trabajo, una vivienda o un salario. Fue un breve momento en que los "ilegales" dejaron de sentirse vigilados, diferentes. Así, la calle que es un lugar común, cotidiano, ordinario, aparentemente sin dueño, de libre actuar, se volvió extraordinario al modificarse temporalmente los patrones de acción y concepción. La calle, un espacio físico, se transformó en un ámbito en el que había símbolos sagrados (altares) que fomentaban las creencias y prácticas de un grupo de creyentes desterritorializados.

Para algunos de los mexicanos y guatemaltecos "recién llegados" que entrevisté, la procesión también representó la oportunidad de evocar y vivir su religión de una manera más cerca a lo que conocen y recuerdan de sus lugares de origen. El anonimato de la multitud invitaba a que los "recién llegados" se atrevieran a salir de sus "trailitas" para participar y, de alguna manera, mimetizar -y a la vez, de manera imaginada-, recuperar su individualidad (en un lugar donde han perdido sus más elementales derechos). Se fundieron en un cuerpo aparentemente homogéneo que transitaba por un espacio físico, social y simbólico "peligroso" cotidianamente y que ahora les permitía expresiones más libres (como rezar, cantar y llorar en público). Digo mimetizar porque la celebración colectiva los hizo sentirse unidos, sumergidos en un "todo" creyente, católico. Considero que también les permitió recuperar su individualidad, al remitirlos a sus prácticas y vivencias en su lugar de origen, donde son "alguien", un individuo con nombre y apellido que pertenece a un pueblo, localidad o comunidad específica.

La misa trilingüe y el ría crucis (en su versión inicial de realizarse en el terreno de la iglesia) fueron dos actividades promovidas y organizadas por la institución católica en los que, de manera colateral y momentáneamente, se intentaban borrar las heterogeneidades, las diferencias, destacando los símbolos y representaciones acerca de lo divino que unifican; lo esencial de la creencia católica, lo característico, lo que permite aglutinar en un solo cuerpo a tres grupos social, racial y culturalmente diferentes. Sin embargo, y aún con la buena intención, las desigualdades prevalecieron no sólo entre los diversos grupos raciales, sino entre los mismos mexicanos que no lograron presentarse como una comunidad homogénea. Así, a pesar de la aparente convivencia "comunitaria", era notorio que, como dice Bourdieu, el espacio social, y en este caso en particular la esfera religiosa, es un espacio de relaciones donde los actores se definen por sus posiciones relativas en el mismo. El mundo social se reprodujo y se representó en un sistema simbólico que también estuvo organizado según la lógica de la diferencia, que inicialmente fue marcada con la ubicación física de los católicos durante la procesión y que se perdió por momentos durante el recorrido, pero que de nuevo emergió durante la celebración de un servicio religioso al regresar a la iglesia, en donde los mexicoamericanos, los angloamericanos y los mexicanos establecidos buscaron sentarse en las primeras bancas, mientras que algunos haitianos, los mexicanos y guatemaltecos "recién llegados" lo hicieron en las últimas, como cotidianamente lo hacen.

A pesar de esta dinámica en las relaciones sociales, cabe destacar que la procesión de Semana Santa también permitió observar como la religión ayuda a recrear la memoria colectiva de mexicanos de diversos orígenes y les recuerda/ proporciona elementos culturales y simbólicos significativos, en un país extraño y en circunstancias en que sus identidades étnicas, culturales y nacionales se ven afectadas por diferentes procesos de modernización y globalización que son ajenos a gran parte de los inmigrantes; pero sobre todo, por el proceso de explotación que viven cotidianamente en varios niveles, por un mismo sistema económico. Muchos de los mexicanos recién llegados provienen de comunidades rurales, donde las celebraciones religiosas se viven de una manera más tradicional. Algunos de los entrevistados recordaron que en su pueblo, en Semana Santa, las mujeres ancianas se vestían de luto "por la muerte del Señor Jesús", y les recomendaban no comer carne, no encender la radio o ver televisión, pues "era pecado", tampoco se debía trabajar. En Immokalee nada de esto pasó, en los días "santos" comieron lo que pudieron cocinar o lo que encontraron en el supermercado a un precio accesible para ellos, incluso carne, y trabajaron todos los días de la Semana Santa, hasta tarde.

 

REFLEXIONES FINALES

En Immokalee, una pequeña ciudad con características rurales, con un sistema de productividad y comercialización del siglo XXI18 que se sustenta en una organización del trabajo, de contratación y explotación del siglo XIX19 y donde se priva al jornalero agrícola de sus más elementales derechos laborales y sociales (Castellanos y Pedreño 2001); tratamos de destacar como se vive el espacio a través de una de las formas en que se expresa la adscripción religiosa de los trabajadores agrícolas mexicanos, guatemaltecos y haitianos, mediante prácticas y creencias que por momentos no se vieron rebasadas por elementos étnicos, laborales o con identificaciones nacionales, sino que coadyuvando con un conjunto de factores simbólico-religiosos refuerzan un sentido de pertenencia e identificación alternativo y que permite a los creyentes representarse ante sí mismo y ante los demás difícil, de una manera distinta y en un contexto adverso.

Durante el poco tiempo que duró la procesión, la identidad étnica y social de tres grupos diferentes de pronto se mostró más flexible, elástica y maleable de lo que cotidianamente es, para moldearse en una identidad religiosa, aparentemente sin nacionalidad y sin clase social. La procesión de Semana Santa, para muchos migrantes mexicanos y guatemaltecos, también fue la oportunidad para recordar, de alguna manera, lo que se ha dejado en el lugar de origen y que personifica a la "matria" en un país y territorio ajeno.

Sin embargo, no podemos ver la Semana Santa en Immokalee como una reproducción de lo que sucede en los lugares de procedencia de los migrantes, ya que también presentó características propias que sólo es posible observar en lugares como éste al que llegan individuos de diversos orígenes en búsqueda de trabajo. Esas características tienen que ver con las barreras que existen en la estructura social del lugar, con la violencia de clase que enfrentan en Immokalee y con la discriminación constante basada en la raza, lengua, color de la piel y aspectos de su físico (ropa, estatura, complexión). Al no encontrar referentes importantes que les ayuden a integrarse al medio ambiente norteamericano o recrear su identidad como guanajuatenses de Cortazar, oaxaqueños de Miahuatlán, todos-santeños del Departamento de Huehuetenango o haitianos de Puerto Príncipe; los migrantes volcaron su búsqueda en los elementos que les resultaron familiares, conocidos, como fueron estas expresiones de religiosidad popular. Empero, tal vez por las mismas características de la institución católica en EU y por la dinámica laboral en la que se encuentran inmersos, la mayoría de lo migrantes residentes, los indocumentados y los "recién llegados" no dejan de ser "católicos pascualinos"; es decir, su necesidad de identificación y pertenencia no se manifiesta en la adhesión o militancia permanente en alguna organización religiosa (católica o protestante) como podría pensarse, siguiendo a Durkheim, en casos de anomia social.

Por otra parte, la celebración de la Semana Santa también puede verse como un intento de los representantes de la institución católica para reafirmar y cohesionar a un grupo de creyentes heterogéneo, diferente en lengua, cultura y raza; un conglomerado de trabajadores que está rivalizando en un mercado laboral bastante competitivo y difícil. Sin embargo, la forma en que los actores se apropiaron de la propuesta institucional estuvo mediada por los elementos que social y contextualmente los limitan como migrantes, prueba de ello es que sólo hicieron su recorrido por algunas calles y no por toda la ciudad.

Ahora bien, con respecto a la percepción externada por algunos migrantes sobre el espacio físico en que habitan, podemos verla como una construcción que es estructurada por los mexicanos residentes, indocumentados y recién llegados a partir de las prácticas y vivencias cotidianas que han experimentado a lo largo del tiempo que llevan viviendo en esa pequeña población del suroeste de la Florida y que marca una diferencia con respecto a la percepción que tienen de su posicionamiento e historia social en su lugar de origen. Las representaciones colectivas del espacio físico y social varían según el grupo racial, étnico, lingüístico y social al que se pertenezca, y al lugar que ocupan en la estructura de poder implícita en el espacio de relaciones cotidianas entre los grupos. En el caso de la "comunidad de los mexicanos" estas representaciones sobre el espacio se asocian a concepciones que no dejan de llevar una carga de desvalorización e inferiorización de las diferencias culturales y fenotípicas, de las imágenes y representaciones del "otro" mexicano, estructuradas desde el lugar de origen; como es el caso de las concepciones que externaron algunos de los entrevistados de Chihuahua, Guanajuato, San Luis Potosí y de Michoacán que son residentes (o están en proceso de obtener su ciudadanía) sobre los "inditos" de Chiapas, Oaxaca y Guatemala.

Tener presente las condiciones económicas, sociales y, en cierta manera también las políticas migratorias de Estados Unidos, permite entender, en alguna medida, la manera de "estar" de los jornaleros mexicanos y guatemaltecos en espacios como Immokalee. Un territorio naturalmente aislado (por ubicarse la ciudad casi al final de la península y rodeada de la zona pantanosa de los Everglades), que en conjunción con el "territorio" social, denota diferentes niveles de coerción y de cohesión; y nos habla de la posibilidad o imposibilidad de convergencia entre individuos de diferentes culturas, razas y visiones del mundo, que habitan y se mueven en un mismo lugar geográfico; de planos de expresión donde el espacio físico, social, simbólico funciona como un mediador de información, pero también, principalmente, como un ámbito con códigos que permiten y facilitan, o dificultan, la subsistencia y sobrevivencia.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Notas

La información que presento sobre los mexicanos en Immokalee, Florida fue obtenida durante el trabajo de campo realizado en febrero del 2002, abril-mayo y octubre-noviembre del 2003, como parte del Proyecto Religión and Transnacional Migrant Communities in Florida, auspiciado por la fundación Ford y coordinado por los Dres. Philip Williams (del Departamento de Ciencias Políticas) y Manuel Vásquez (del Departamento de Religión) de la Universidad de Florida. Proyecto en el que he colaborado como investigadora. La información que presentó sobre los lugares en México de donde provienen los migrantes la he obtenido a través del trabajo de campo que realicé en diferentes estados del país (particularmente en Chiapas, Michoacán y Guanajuato, lugar en el que aún estoy desarrollando un proyecto sobre migración y religión).

1 Cultivo de jitomate, pimiento morrón, pepino, calabacita; y frutas como sandía, naranja y toronja.

2 L.O., una trabajadora social entrevistada en Immokalee, comentó que en esta población se ha detectado un número muy alto de enfermos de este padecimiento.

3 En los ochenta, el estado construyó un conjunto habitacional "Firma Worker Village", para trabajadores agrícolas legales; estas viviendas son habitadas principalmente por haitianos (aunque ya no trabajen en el campo) y algunos mexicanos con estatus migratorio de residentes.

4 Las casas tendrán jardín y cochera. Cuentan con caminos para peatones y un espacio verde al centro, con una gran fuente, que funcionara como un parque; y un pequeño espacio para campo de golf. Elementos que resultan muy contrastantes con la fisonomía general de Immokalee.

5 Es notorio el fin de semana ver a grupos de 4, 5 o 6 hombres solos sentados en las bancas de la avenida principal, esperando poder hacer uso del teléfono público. La mayoría de ellos son mexicanos o guatemaltecos que han aprendido a usar las tarjetas prepagadas para hablar de larga distancia y por ello ya no requieren los servicios de las agencias donde antes hablaban por teléfono (y que es un poco más caro el servicio). Cabe aclarar que debido a la desconfianza de los migrantes, las casetas de teléfonos y las agencias de envíos fueron los lugares en que pudimos acercarnos más fácilmente a entrevistar a algunos de ellos.

6 Algunos de los entrevistados comentaron que en sus pueblos sí había gente que iba a Estados Unidos a trabajar, pero lo hacían predominantemente a la costa del Pacífico, principalmente al estado de California.

7 Esta orden tiene como objetivo el servicio evangélico y misionero a inmigrantes y refugiados en más de 20 países alrededor del mundo. Las áreas que cubren son catequesis, educación cristiana, misiones extranjeras, cuidado pastoral, trabajo social y trabajo pastoral parroquial.

8 Inicialmente tenían un servicio religioso en K'anjobal, pero debido a que el sacerdote que lo llevaba a cabo falleció, se tienen que congregar con los mexicanos en la misa en español.

9 Tiene un comedor, reparte despensas, ropa, muebles y enseres de cocina de segunda mano, pero que están en buen estado; imparte clases de inglés; encauza a los enfermos a clínicas de asistencia social y consigue dinero para la compra de medicinas.

10 Celebraciones que se observan más en los denominados países católicos del tercer mundo, donde la religiosidad popular es una expresión casi inherente del catolicismo.

11 Esto es en parroquias donde no existen grupos del Movimiento de Renovación Católica o servicios religiosos no carismáticos.

12 Esto último contrasta, de manera notable, con lo que sucede en la mayor parte de los pueblos de Latinoamérica, donde grandes conglomerados expresan su fe y se posesionan de las calles.

13 En Immokalee la fecha en que se lleva a cabo la Semana Santa es la misma que en cualquier otro país (marzo-abril), pues todos los católicos se rigen por el mismo calendario litúrgico.

14 En la explicación de la lectura, el sacerdote hizo alusión que al igual que los apóstoles en la noche previa a la aprensión de Jesús, muchos de los presentes habían sentido tristeza, nostalgia y dolor cuando dejaron sus países de origen.

15 Dos o tres meses antes, esta idea lo llevó a cambiar la imagen religiosa que está al frente, en el altar. Donde el año pasado estaba un cuadro de la Virgen de Guadalupe, ahora hay una imagen del Cristo resucitado, sobre la copa de un árbol, del lado izquierdo del árbol está un hombre con ropas humildes; del derecho, hay una mujer con un niño tomado de la mano y otro en brazos. El sacerdote explicó a la feligresía que la imagen representaba al Cristo resucitado y a los migrantes.

16 Entre los que se encuentran algunos migrantes residentes -bien establecidos-mexicanos que ya son ciudadanos e hijos de mexicanos, nacidos en Estados Unidos.

17 Pues la mayoría de los jornaleros llegaban del campo con la ropa, los zapatos y las manos sucios de tierra.

18 Que requiere un alto rendimiento en el menor tiempo posible para integrarse al mercado capitalista en condiciones de asegurar la competencia y lograr mayores ganancias.

19 Donde se reducen los costos de producción en una de las áreas más vulnerables, la de los jornaleros agrícolas, por lo que impera la eventualidad e inestabilidad en el empleo, bajos salarios, ausencia de contratos, vulnerabilidad del trabajador debido a su estatus migratorio, entre otros.

 

Información sobre el autor

Elizabeth Juárez Cerdi. Doctora en Ciencias Sociales por el CIESAS-Occidente/Universidad de Guadalajara. Profesora-Investigadora del CEA en el Colegio de Michoacán. Sus investigaciones abarcan temáticas como: migración y participación religiosa en México y Estados Unidos; mujeres en grupos confesionales católicos y protestantes; diversidad religiosa en México. Actualmente está participando en proyectos internacionales sobre condiciones laborales y familiares de trabajadores agrícolas migrantes en Canadá y Estados Unidos, y desarrolla un proyecto individual sobre migración y practicas religiosas en Guanajuato. Cuenta con libros y artículos sobre estos temas.

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