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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versão On-line ISSN 2448-7554versão impressa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 no.119 Zamora Jun. 2009

 

Presentación

 

Literatura emblemática. Balances, perspectivas y continuidades

 

Herón Pérez Martínez

 

El Colegio de Michoacán

 

Relaciones dedica su número 119 a la literatura emblemática de la que hace balances y explora tanto perspectivas como continuidades. La literatura emblemática está emparentada con la retórica y "emblemática" es un vocablo que designa tanto un tipo textual como la disciplina que se ocupa de él. Como tipo textual, la emblemática es un género híbrido, hecho de imágenes y sonidos, que usó la retórica bajo el viejo postulado de que una imagen dice más que mil palabras: el emblema es un antiquísimo aditamento argumentativo. Según el Foucault de Las palabras y las cosas, en el siglo XVI empezó a extenderse un tipo de conocimiento que provenía de asociar dos formas de lenguaje: el lenguaje verbal y el lenguaje por imágenes, cuando no directamente a través de las cosas mismas. Sin embargo, como disciplina humanística, la emblemática recibe su cuota teórico metodológica de la más antigua tradición retórica y se ocupa de estudiar las funciones argumentativas de los emblemas dentro del discurso. Por tanto, el camino espontáneo hacia la emblemática no conduce sin más a Alciato (1492-1550) y demás emblemistas célebres del siglo XVI, como quería Foucault, sino a un conjunto de tradiciones mucho más antiguas que incluiría los orígenes de la escritura, sobre todo de la escritura pictográfica, y se remontaría al documento pictográfico más antiguo, el Ramesseum Papyrus del 2000 a. C., incluiría una reflexión sobre la transmisión de textos jeroglíficos al museo y biblioteca de Alejandría en el siglo IV a. C., aludiría a la textualidad lapidaria ya en los monumentos de piedra, ya en los papiros que, transformados en códices, por las razones que ya conoce la historia del libro, nos permite llegar hasta los códices medievales con sus diversas maneras de disponer sus imágenes tanto dentro del texto, como al margen del texto o incluso ocupando la página completa y aún en el pie de foto que se usa en el mismo lugar y con las mismas funciones del lema dentro del emblema y la explicación. La emblemática está de moda como nuclear en las investigaciones actuales sobre la publicidad, el lenguaje, la semiótica, el discurso o las múltiples retóricas de la cultura.

Abre la sección temática el artículo "Estudios de emblemática: logros y retos" donde Peter M. Daly quien hace un repaso de los estudios de emblemática, sus foros y congresos como revisa publicaciones bibliográficas, catálogos de bibliotecas, índices, corpus, libros, escritores de emblemática y sistemas de difusión de la disciplina. El artículo hace igualmente referencia a los temas teóricos concernientes al emblema, la crítica y el análisis. Sobre la interpretación de emblemas, se reseñan algunas de las más importantes tendencias, mencionando algunos de los trabajos en proceso y sugiriendo algunas direcciones para futuras investigaciones.

El autor termina con una serie de reflexiones que explican con nitidez al lector de hoy el tipo de funciones y de disciplinas implicadas en una emblemática comprensiva en la que el emblema es un texto híbrido que debe ser tratado como todos los textos, a partir de sus contextos y sus dimensiones discursivas, en una dilucidación de la cultura contemporánea bajo la consigna conclusiva de ver al emblema en su contexto histórico y de reconocer la interacción de la obra con el mundo que le rodea. Para Peter M. Daly, cualquier intento de contextualizar al emblema implica a la semiótica y a la teoría de la comunicación, la sociología y la estética de la producción y recepción, además de temáticas más tradicionales de diversa dimensión histórica como la literaria, filológica, cultural, política, social, religiosa e intelectual. Esto significa, dice, que un estudio serio sobre la emblemática a menudo precisa de la colaboración de un estudioso de la literatura, un historiador local y, tal vez, hasta con la colaboración de un historiador del arte, especialmente si el objeto de estudio tiene facetas arquitectónicas. Daly culmina su recorrido con una pregunta crucial sobre la muerte del emblema y con una conclusión lapidaria y al mismo tiempo programática. Sobre la muerte del emblema el autor se pregunta si, como suele afirmarse, se extinguió realmente el emblema al final del siglo XVII. Su respuesta consta de una muy sugerente lista de huellas vivas del emblema en el mundo actual: por ejemplo, en la publicidad, la propaganda política, el proselitismo en las portadas ilustradas de las novelas norteamericanas en edición económica (paperbacks) donde, en algunos casos, es posible encontrar hasta formas y convenciones emblemáticas del Renacimiento que han influenciado el arte y la literatura de los siglos siguientes como se ve en las caricaturas, la publicidad y las tarjetas postales humorísticas modernas, además de las portadas mencionadas, conjuntos semióticos para persuadir al lector a comprar. Su conclusión lapidaria y programática, muy sugestiva es: historizar y contextualizar el emblema es la dirección que deberíamos tomar en los estudios de la emblemática de hoy y mañana.

El segundo artículo de la sección temática "Tis such an Embleme of bondage hereafter: imaginería emblemática en Swetnam the Woman Hater", de John T. Cull, estudia la presencia y función de imágenes emblemáticas en la comedia anónima (aunque atribuida por algunos a Thomas Heywood), Swetnam the Woman Hater, Arraigned by Women, estrenada probablemente en 1618 o 1619, por la prestigiada compañía teatral Queen Anne's Players, en el corral de comedias "Red Bull" de Londres. La comedia es una adaptación de la novela sentimental de Juan de Flores, La historia de Grisel y Mirabella (1495), una obra de enorme popularidad con una gran difusión europea en el siglo dieciséis. La versión inglesa circulaba con el título: Historia de Aurelio e Isabella. La presencia de la imaginería emblematica representa un toque original de parte del dramaturgo inglés, ya que la invención de la emblemática es un fenómeno posterior a la novela de Juan de Flores.

El autor, que muestra bien una de las funciones que tuvo la emblemática, termina con la advertencia de que su estudio no pretende ser una identificación de fuentes y con la hipótesis de que el dramaturgo tal vez conociera algunos de los emblemas citados aquí como paralelos. La razón que da es que en la conclusión de su capítulo sobre "Libros de emblemas conocidos por Shakespeare", Henry Green anota que, "Aunque el dramaturgo utilizó moderadamente de este tentador método de ilustración, no obstante, las instancias que ya tenemos enfrente nos llevan a la conclusión de que Shakespeare sabía muy bien qué eran los emblemas". Lo mismo puede decirse del autor anónimo de Swetname the Woman Hater: también él sabía muy bien qué eran los emblemas En el drama característico de las épocas isabelina, jacobea y de Oro española, la elaboración verbal, a menudo en la forma de un ricamente evocativo simbolismo visual, solía sustituirse por la decoración del escenario en los teatros públicos. La evocación verbal de la imaginería emblemática fue construida para deleitar el ojo de la mente e inculcar una lección moral de una manera que resultaba a la vez amena y fácil de entender mediante analogías. Swetnam the Woman Hater nos ofrece un ejemplo convincente de este fenómeno.

En el tercero y último artículo de la sección temática, "imágenes jeroglíficas para un imperio en fiesta", Víctor Mínguez muestra que el imperio español recurrió al poder comunicador de las imágenes para consolidar su dominio sobre sus amplios territorios europeos y americanos. Aborda lo festivo en el imperio español desde la emblemática. El autor, bajo el nombre de jeroglíficos que se suele dar a los emblemas festivos, asienta que los jeroglíficos que decoraron las arquitecturas y decoraciones efímeras en el contexto de la fiesta barroca fueron uno de los principales instrumentos de persuasión colectiva. Miles de jeroglíficos pintados colgados en las plazas, calles y edificios del imperio constituyeron un imperio simbólico en la medida en que divulgaron las consignas adecuadas entre los súbditos de todas las razas. La emblemática fue así no sólo el mecanismo de una argumentación para las masas sino de una argumentación translingüística, para gentes de todas las razas e idiomas de un vasto imperio.

El artículo concluye mostrando como todas las imágenes simbólicas que colgaron de las decoraciones efímeras en las calles, plazas y templos de las ciudades y villas europeas y americanas vinculadas a la monarquía hispánica, y que son solo unos pocos ejemplos de las decenas de miles de jeroglíficos festivos que se diseñaron -porque no habrá que olvidar que la gran mayoría de los jeroglíficos nunca fueron representados en estampas-, convirtieron el gigantesco imperio español en un espacio urbano simbólico, en el que la cultura emblemática se convirtió en un soberbio aparato persuasivo y propagandístico.

Lo festivo, pues, según el autor, es un magno discurso festivo desde el poder político que se vale de los emblemas, en el contexto de la fiesta renacentista y barroca, representado la divulgación de la cultura emblemática a la amplia sociedad urbana. Los enigmas renacentistas, concebidos inicialmente para la elite intelectual, se popularizan así en el marco de una sociedad entusiasmada por la metáfora y el concepto, el símbolo y la alegoría. Esta popularización de la emblemática será promovida por los círculos de poder, que aprovecharán la irresistible atracción que produce el acertijo para transmitir la ideología propia del estado absoluto y de la iglesia católica.

El artículo concluye pergeñando la geografía y escenario de esa argumentación política hecha a base de emblemas festivos: imagina al vecino de Nápoles, de Palermo o de Florencia, de México o Lima, de Lisboa o Pamplona, de Sevilla, de Valencia o de Madrid, o de cualquiera de las centenares de poblaciones repartidas por todos los territorios del Imperio, contemplando en la proximidad de su casa, una y otra vez, a lo largo de toda su vida, telas pintadas en las que imágenes y palabras combinadas proclamaban las excelencias de un monarca, de un virrey o de un santo. Y pese a las distintas realidades culturales, geográficas y sociales de una monarquía que se definía a si misma como universal, los mismos motivos jeroglíficos -el Sol, el Fénix, el águila, el león, el navío, la mariposa, la Luna, etcétera- procedentes de un lenguaje internacional surgido en la Italia del Renacimiento, invadieron los espacios públicos de las ciudades aleccionando a sus habitantes en su lealtad al poder político y religioso. Y durante trescientos años, dice, esta estrategia funcionó.

En el documento, Bárbara Skinfill Nogal, quien ha convocado a los autores de los artículos que conforman la sección temática de este número, presenta, en traducción suya, una semblanza autobiográfica escrita en toscano de Filippo Picinelli, del siglo XVII, que fue publicada en su Ateneo dei Letterati Milanesi (Milán, 1670). Filippo Picinelli es hoy un importante emblemista cuya presencia en el discurso novohispano es ya ampliamente conocida y reconocida pues su Mondo Simbolico (Milán, 1681) está no sólo siendo traducido y publicado en El Colegio de Michoacán, sino que es y ha sido objeto de una serie de investigaciones, coloquios internacionales y publicaciones que muestran la difusión e importancia que esta obra tuvo en el discurso novohispano. La presentación del documento muestra como en 1670 apareció publicado el Ateneo dei Letterati Milanesi, un diccionario biobibliográfico, en el que Filippo Picinelli dio noticias sobre ochocientos nueve personajes que incluían tanto a los originarios de Milán, como a los adoptados por esta pródiga ciudad. Hoy la investigación ha mostrado cuanto Mondo Simbólico de Filippo Picinelli se ha ido revelando como una de las obras más importantes en el desarrollo de la argumentación en la Nueva España.

Abre la sección general Elizabeth Juárez Cerdi con el artículo "Viviendo en espacio ajeno. La Semana Santa entre migrantes mexicanos en Immokalee, Florida". En él muestra, desde la antropología, cuanto las expresiones de religiosidad popular de los mexicanos en Estados Unidos suelen ser vistas como manifestaciones de su identidad católica y nacional (mexicana); y, sin embargo, dice la autora, pocas veces se pone atención a lo que significa tanto para los participantes como para la población no mexicana (y para los no católicos) la organización de esas expresiones en un espacio físico aislado, un ambiente social ajeno, extraño y normado por reglas desconocidas para el inmigrante mexicano. El artículo, muestra, brevemente, primero el lugar donde viven y trabajan los migrantes; después describe los actos religiosos de la Semana Santa y la participación de los migrantes, por último, se analizan los acontecimientos y acciones de los actores.

Por su parte, Oscar Muñoz Morán, en su artículo "Lugares del 'más antes'. El cerro y el pueblo en la historia purépecha", analiza las múltiples funciones del cerro y el pueblo, los dos entornos culturales en los que el grupo purépecha realiza la mayor parte de sus prácticas sociales. El artículo muestra cómo un porcentaje importante de estas prácticas está relacionado con su historia, la cual es significada a través de esa dualidad espacial. El "más antes" o tiempo más distante, no conocido en persona, funge como primer definidor del territorio indígena. Fue en el "más antes" cuando se abandonó el cerro como lugar de hábitat para ordenarse en el pueblo de creación colonial. Este artículo hace un recorrido por las formas en las que un pueblo purépecha, Sevina, interpreta los acontecimientos sucedidos durante ese tiempo distante en relación con su territorio.

El artículo termina siendo una muy importante exposición semántica y, desde luego, fraseológica de los sentidos y sus fuentes de la unidad fraseológica "más antes", ese tiempo tan lejano que nadie vivió en persona, pero que todos conocen, principalmente, por la transmisión oral. Periodo determinado por la fundación de la comunidad, existe un antes a ésta de habitantes "brutos" que se asentaban en los cerros, y un después, donde aparece el actual pueblo, con su orden y normas católicas. Es el primer momento donde aparece la dicotomía territorial entre cerro como lugar deshabitado y alejado de lo que norma la vida del sevinense, fuera de su control, y el pueblo como aquel entorno donde la costumbre rige el comportamiento humano. Porque, asume el autor, el lugar simbólico es la expresión tangible de la permanencia o, por lo menos, de la duración.

En el "más antes", dice, está también la explicación a algo que resulta de suma importancia para entender el comportamiento purépecha: las relaciones entre comunidades: las vecindades, afinidades y reciprocidades están determinadas, en gran medida, por su época de creación. Ello se ve, según el autor, en las comunidades que se consideran originales de un tiempo anterior a la llegada de los españoles: son, dice, las que tienen los lazos más estrechos.

Según el artículo, el "más antes" ayuda, por tanto, a dar un sentido y significado a cuestiones tan importantes en la comunidad como el porqué el cerro es un lugar donde suceden fenómenos extraños, porqué existen unas normas de comportamiento -el costumbre- que son las que rigen la posición social en el interior del pueblo, o porqué se forma parte integrante e imprescindible de una región indígena, aunque se hayan perdido gran parte de las características atribuidas a éstos.

Cierra el número el artículo de Joel Ruiz Sánchez, "Poder Local y Clientelismo Político en Puebla. El caso de la familia Ávila Camacho", en donde el autor expone la dinámica del poder y las formas de participación política mediante las relaciones de parentesco y las prácticas clientelares. El objeto de estudio lo constituye una familia política, los Ávila Camacho, que se caracterizó por desarrollar pautas de dominación en el escenario poblano de la posrevolución. Se enfatizan los rasgos biográficos de sus miembros, las características de sus liderazgos, los mecanismos de reproducción, así como las causas que contribuyeron al posterior quiebre de su hegemonía política.

El artículo termina mostrando el declive de este grupo político. Constata en efecto que la influencia de los Ávila Camacho comenzó a decaer con la muerte de Maximino en 1945; la fortaleza del grupo político conformado por él en la escena estatal se fue debilitando. Al desaparecer el pater, se extinguió la posibilidad de prolongar su proyecto de hegemonía política más allá de la década de los cincuentas. Ningún miembro del grupo pudo retomar el papel de líder autoritario; en principio, porque ninguno de ellos poseía tales características, y en segundo, porque a pesar de los principios de obediencia y lealtad que generó en todos ellos, la mayoría de los políticos formados bajo su batuta no quería ser vinculado en las etapas posteriores a su muerte como continuadores y defensores a ultranza de su política de represión y violencia. Por ello para muchos políticos su muerte representó un alivio y una forma de liberarse por fin de la potestad del general teziuteco. El propio Manuel Ávila Camacho ya no tuvo que tolerar las ambiciones desmedidas de su hermano mayor, ni sus comentarios descalificadores. El artículo sostiene que la violencia desarrollada durante su mandato se constituyó en uno de los principales factores que impidieron el proceso reproductivo, ya que impidió la generación de un verdadero consenso entre la clase política local. El resultado fue un avejentamiento natural de sus incipientes liderazgos que con el tiempo se agotaron. Ello dio paso a una nueva composición en el escenario político estatal no abordada ya por el artículo.

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