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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 n.118 Zamora Jun. 2009

 

Reseñas

 

Daniela Spenser, Los primeros tropiezos de la internacional comunista en México

 

Verónica Oikión Solano

 

México, CIESAS, Publicaciones de la Casa Chata, 2009, 302 p.

 

* El Colegio de Michoacán. Correo electrónico: voikion@colmich.edu.mx

 

La lectura del libro de la autoría de la doctora Daniela Spenser ha sido un gusto placentero porque de nueva cuenta vuelvo con temas de mi interés.

Entremos en materia. La obra como tal tiene varios atributos valiosos que deben destacarse aquí. En primer lugar, tendría que decir que es una investigación original que llena una laguna historiográfica significativa en la historia de las izquierdas en México, porque aborda la intrincada y frágil fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM) a partir de 1919, y nos lleva por una ruta inédita (muchas veces cargada de suspenso e intrigas) para entender sus activos y pasivos, sus alcances y limitaciones, tanto ideológicos como de febril militancia, y las azarosas relaciones establecidas entre los comunistas mexicanos y la Tercera Internacional Comunista (IC) (Comintern), a la cual se adscribían como su sección mexicana, y en un contexto nacional de un país que salía de la etapa virulenta de la Revolución, y con un panorama internacional de conflicto europeo al término de la Primera Guerra Mundial, y en donde pretendía influir la Revolución Bolchevique que anunciaba a diestra y siniestra el inminente arribo de la revolución mundial.

En esta tarea titánica y en este reto que se planteó la doctora Spenser, se deben resaltar y agradecer los bien logrados esbozos biográficos de los numerosos comunistas que desfilan a través de la obra. Ahí está Alejo Lens, seudónimo del obrero mexicano José Allen, el muy controvertido primer secretario general del PCM y su encubierto e increíble papel de agente informante de la Embajada de Estados unidos en México, así como el hindú Manabendra Nath Roy y su esposa Evelyn Trent —militante feminista—, el taciturno japonés Sen Katayama, el suizo Edgard Woog alias Alfred Stirner, el inglés Frank Seaman, y los norteamericanos John Reed, Charles Phillips con su esposa rusa Natasha Alexandrovna, Michael Gold, Carleton Beals, Linn Gale, M. Paley (conocido como Herman Levine), Louis Fraina y su esposa rusa Esther Nesvishskaya, y el ruso Mijail Borodin —el emisario de Lenin— así como otros más, sobre todo los mexicanos José C. Valadés, José Rubio, Alfonso Santibáñez, Manuel Díaz Ramírez y Rafael Carrillo. La autora los va colocando a todos en su propia atmósfera clandestina, y realzando sus atributos como actores políticos en tareas y acciones de organización partidaria, propagandística y hasta de espionaje político.

La prevalencia de extranjeros en la constitución del PCM seguramente se conecta con la decisión política de la Tercera Internacional Comunista de que al constituir secciones nacionales en los distintos países del orbe con delegados enviados por su Comité Ejecutivo, se afianzaba cada vez más su propia estructura concebida como Partido Mundial, es decir, como el órgano político máximo cuya misión era en esencia llevar a todos los rincones del planeta la revolución mundial. Pero también con un cierto sentido dogmático (por no entender las condiciones particulares del contexto nacional de cada país y querer forzar la realidad local con miras a desembocar necesariamente en los muy anunciados procesos revolucionarios), y, al mismo tiempo, con una concepción mecanicista del mundo al establecer que los mexicanos per se y su clase trabajadora no tenían la capacidad de llevar a cabo la revolución proletaria. El Comintern, según nos explica la doctora Spenser en su obra, acordó en 1920 transformar a México en el núcleo central para irradiar las luces fundacionales de organizaciones sindicales comunistas en el resto de América Latina, con miras a integrarlos a la Internacional Sindical Roja cuya creación se preveía un año después.1

En general, los comunistas de dentro y de fuera del país poco entendieron que se perfilaba la institucionalización del Estado producto de la Revolución Mexicana, y de que también las nuevas condiciones impuestas por el proceso revolucionario atraían a sectores mayoritarios de la población, y a intelectuales y políticos del ala radical, que veían en sus postulados la inminente cristalización de sus demandas de reforma social, agraria y política.

De un lado, la IC creía que en México había una posibilidad real para desembocar en una pronta revolución y dictadura del proletariado. Pero en el otro sentido, en la realidad se constató que la propaganda, la organización y el trabajo político del Partido entre la clase trabajadora fue un interminable arar en el desierto, y que su repercusión y actividad estuvo bastante acotada, con muchas bajas en todos sentidos. Para el periodo de fundación y sus primeros diez años de actividad, de los que se ocupa la autora en su libro, es decir, entre 1919 y 1929, el impacto del PCM se mantuvo realmente acotado para algunas zonas del país y en ciertos sectores laborales.

En la urdimbre y en la trama de la historia de la doctora Spenser, la fundación y el arranque de los primeros años del PCM sobresalen aquellos personajes extranjeros que a instancias de la IC desarrollaron tareas de propaganda y agitación política casi siempre sin el conocimiento de la idiosincrasia de los mexicanos y su clase trabajadora. Tampoco tenían gran conocimiento de nuestra propia historia como nación, ni de cómo la facción triunfante se aprestaba a institucionalizar la Revolución Mexicana y ganaba consenso y legitimidad a través de la recién promulgada Constitución de 1917. Este desconocimiento de la compleja realidad mexicana, y el dogmatismo en sus consignas y planteamientos, no les fueron de gran ayuda en la insistencia por imponer la dictadura del proletariado con una perspectiva que venía de fuera, de la Unión Soviética, y más exactamente del Comité Central de la IC (que dicho sea de paso se convirtió en otro ministerio de Relaciones Exteriores), y que pese a sus reiterados esfuerzos en propaganda y agitación no lograron despertar el entusiasmo de las masas, quienes además nunca se aprestaron a enrolarse en la tan anunciada revolución mundial.

Por otro lado, también quiero destacar el enorme trabajo de recopilación de fuentes realizado por la doctora Spenser en distintos archivos extranjeros, y su capacidad para procesar y analizar una cantidad voluminosa de información. Aquí quiero mencionar que la doctora Spenser publicó junto con la doctora Rina Ortiz Peralta en el año 2006 una antología documental titulada La Internacional Comunista en México: los primeros tropiezos. Documentos, 1919-1922. Esta antología es producto de la titánica tarea de recopilación, sobre todo en el Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política, abierto a los investigadores en los años noventa, y en los Archivos Nacionales de Washington.

Sobre esa base, la doctora Spenser profundizó en sus búsquedas bibliográficas y documentales en otros repositorios del país y del extranjero. Realmente esta labor es muy relevante puesto que revisó un total de seis fondos en archivos de Estados Unidos, un acervo más en Amsterdam, Holanda, y en la ex Unión Soviética también tuvo acceso al Archivo de la Política Exterior de la Federación Rusa, en Moscú. Finalmente en la ciudad de México consultó el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores y el acervo del Centro de Estudios del Movimiento obrero y Socialista. Hay que destacar que la mayoría de esos repositorios no se habían consultado y que por tanto la obra adquiere mayor valor al presentar estas fuentes que permanecían inéditas.

También hay que señalar que su bibliografía y hemerografía es considerablemente amplia. Sobre todo vale mucho la pena que la doctora Spenser haya rescatado del olvido, actualizado y mencionado el sinnúmero de publicaciones periódicas, entre diarios, revistas, semanarios, etc., editados por los comunistas, o en aquéllos en donde tenían sus propios espacios para publicar. La labor de difusión del ideario comunista, así como de la línea política del Comintern, era realmente de vital importancia para el Partido. La propaganda política era fundamental para su propia sobrevivencia. Eventualmente, futuras investigaciones al respecto nos darían un panorama enriquecedor por lo que concierne a las posturas políticas e ideológicas de la organización comunista, y a la vez definirían el impacto que tuvo la prensa comunista entre los trabajadores mexicanos en el campo y la ciudad.

El libro incluye un índice onomástico, pero creo que hubiese sido muy útil añadir también índices toponímico y temático, como instrumentos auxiliares para la consulta de la obra misma por su índole especializada.

El libro resulta una bien sustentada invitación para acercarse con nuevas e inteligentes miradas a la creación del PCM, con la finalidad de transformar, recomponer o desechar viejas y dogmáticas posiciones y suposiciones que por años se esgrimieron con poco o sin sustento alguno.

Si bien es altamente encomiable haber traído a México y develado esa riqueza documental, también circunscribe la perspectiva y la visión en la construcción de su objeto de estudio. Con esto quiero decir que las fuentes utilizadas por la doctora Spenser le han dado un giro a esta investigación desde el mirador exterior, desde fuera hacia dentro, mostrando a los comunistas en sus afanes insistentes y tenaces por crear y arraigar un movimiento comunista en México entre 1919 y 1929.

A partir de otras eventuales investigaciones que se puedan desarrollar, esas fuentes tendrían que contrastarse aún más con fuentes nacionales, sobre todo con fuentes que nos ofrezcan novedosas perspectivas regionales para calibrar de manera más nítida el impacto e interlocución de los primeros fundadores del PCM con otros actores políticos y sociales.

En el Archivo General de la Nación, Fondo de la Secretaría de Gobernación en la Sección Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, se podría encontrar otro tipo de documentación que nos ayude en esta tarea —por ejemplo, la generada por el entonces Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación—. Dicho Departamento Confidencial fue creado en 1918 por el entonces secretario de gobernación carrancista, el general Manuel Aguirre Berlanga. A la fecha, en la Introducción a la Guía del Fondo de la Secretaría de Gobernación en su Sección Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, se afirma que en 1924 "se llevó a cabo una reorganización de los archivos y gran parte de la documentación generada en los años previos fue enviada a un 'archivo general', misma que no se encuentra en la Sección DGIPS y que aún se requiere localizar en otras secciones del Fondo Gobernación".2 Si se lograra el rescate de esta documentación, eventualmente se podrían explicar algunos pasajes oscuros en referencia a la repercusión y a las ambivalentes respuestas de distintos grupos políticos y sociales (ya fuesen sindicatos, líderes políticos y otros actores) frente a la fundación del Partido Comunista y su accionar a lo largo de sus primeros diez años de existencia con base en las líneas y directivas de la Comintern. También se podría profundizar aún más en la actividad comunista hacia mediados de los años veinte, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, entre 1924 y 1928, porque me parece que hay algunos huecos cronológicos que están relacionados con las fuentes mismas. La Guía del AGN que he citado, refiere también que "Poco a poco los agentes ampliaron sus actividades y campo de acción y, para marzo de 1925, durante el gobierno de Plutarco Elías Calles empezó la capacitación de los que serían 'agentes de información política', de primera y segunda, en diversas entidades de la República Mexicana [...]. En este periodo el Departamento también estuvo atento a las actividades de militares y opositores al régimen en turno".3

Al mismo tiempo se puede acudir a otros repositorios locales y estatales, e inclusive a una parte del acervo del propio Partido Comunista que me parece que todavía está en manos del antropólogo Arnulfo Embriz Osorio.

La conexión e intersección de todas estas fuentes podrían eventualmente poner de manifiesto aún más los aportes de la investigación de la doctora Spenser, y sobre todo poner a dialogar la perspectiva internacional que le da fundamento a su obra con nuevas preguntas y nuevas inquisiciones que abran aún más el abanico para la comprensión de la abigarrada historia del Partido Comunista en tierras mexicanas, y contrastarla también con sus repercusiones políticas en los contextos norteamericano y latinoamericano.

En esta tesitura me gustaría hacer un comentario más amplio al respecto para insistir en las posibilidades que la propia investigación de la doctora Spenser ha abierto.

Yo partiría de la propia tesis señalada por la autora en el inicio de su obra, donde dice que: "cuando la Revolución Bolchevique irrumpió en 1917, en México los obreros y artesanos tenían ya varias generaciones de experiencia en la lucha de los oprimidos contra los opresores, en defensa de sus intereses contra el ultraje de los patrones, en la solidaridad de clase, la organización de huelgas —ganadas y perdidas—, en la resistencia y en el debate sobre cómo terminar la explotación de los trabajadores y en la práctica de una incipiente solidaridad internacional".4

Si ponemos esta tesis en perspectiva regional —no con un mero afán regionalista que nos encierre en localismos—, podríamos profundizar en el grado de imbricación del PCM en algunas regiones del país en donde contó con más seguidores y tuvo más influencia, como Veracruz, Yucatán y Michoacán. Bajo este enfoque las posibilidades de la investigación se multiplican, porque seguramente se abrirían nuevas ventanas en donde podríamos captar hasta dónde penetraron las líneas políticas del PCM en los radicalizados procesos locales de movilización social, obrera y campesina, y cómo respondieron éstos ante las disyuntivas y los acuerdos de la IC.

En el ámbito regional de Michoacán, por ejemplo, es necesario hacer la conexión entre el naciente PCM y las luchas sociales de grupos campesinos, obreros e intelectuales que precisamente ya tenían una experiencia previa y un bagaje reivindicatorio que venía desde el porfiriato, y que desembocó y se trasmutó en las demandas muy sentidas que finalmente se encauzaron desde la oposición de izquierda bajo las banderas del Partido Socialista Michoacano (PSM), y que resumían realmente el núcleo del articulado radical de la Constitución de 1917. En la vanguardia de este proyecto se encontraba el general Francisco J. Múgica Velázquez, revolucionario de la primera hora maderista y diputado constituyente, así como otros intelectuales y líderes sindicalistas, obreros y campesinos, como fue el caso de Isaac Arriaga, Luis Mora Tovar, Miguel Ángel Quintero y Alberto Coria, entre muchos otros. Primo Tapia, el líder agrarista de la región de Zacapu, y sus huestes campesinas en su lucha histórica por la tierra —entre quienes destacaban Alfonso Soria, Nicolás Ballesteros, Fidencio Reséndiz y Justino Chávez—, se sumaron a ese proyecto de reivindicación social a través de su Liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas de Michoacán.

Esta conjunción de actores políticos y sociales dio por resultado los primeros balbuceos del comunismo en la entidad. Así el mugiquismo alentó a sus bases a adherirse al PCM, a través de las redes establecidas entre el general Múgica con la dirigencia del nuevo partido, especialmente con José Allen, el secretario general del PCM y del Buró Latino Americano de la IC. Personajes como la incansable maestra rural María Refugio García Martínez, colaboradora de Múgica, sirvieron como enlaces entre éste y el PCM.

Esta colaboración se afianzó a partir de la celebración del Primer Congreso Nacional Socialista, convocado por Allen y otros dirigentes laborales socialistas y anarcosindicalistas en la ciudad de México del 25 de agosto al 4 de septiembre de 1919, como nos lo refiere en su libro Daniela Spenser. La Declaración de Principios fue suscrita a nombre del PSM por Miguel Ángel Quintero, como secretario tesorero, y el abogado zitacuarense Miguel Reyes, como secretario de actas.

En la coyuntura del levantamiento aguaprietista que defenestró al presidente Carranza en 1920, el PCM tuvo como interlocutores a revolucionarios connotados. La documentación localizada por la doctora Spenser nos indica que José Allen se entrevistó personalmente con Felipe Carrillo Puerto y Francisco J. Múgica. Al primero lo calificó de "entusiasta admirador del comunismo, aunque sin conocer las teorías Marxistas", y al segundo, como "líder de los socialistas de Michoacán, hombre de mayores convicciones, aunque con resabios de reformismo".5 Allen reconoció ante ellos la necesidad de refundar y reconstruir el PCM, que a esas alturas languidecía, así como también revitalizar el Buró Latino Americano de la IC. Tanto Múgica como Carrillo Puerto suscribieron un documento de apoyo para su reorganización en espera de que las nuevas condiciones políticas, luego del asesinato de Carranza, fortalecieran al movimiento comunista. En medio de la revuelta aguaprietista, el Buró político del PCM tomó la decisión de que sus bases militantes salieran de la ciudad de México hacia distintos destinos en el interior del país. Con rumbo a Michoacán salieron el general Múgica, Refugio García y otros dos elementos más.

En el nuevo escenario político, con el gobierno encabezado por Álvaro Obregón, y luego de muchos obstáculos, el general Múgica llegó en septiembre de 1920 a la gubernatura de Michoacán, que fue más bien breve y llena de conflictos. Uno sobre todo tuvo una repercusión extraordinaria, cuando Obregón expulsó del país, por el delito de bolcheviques, a los comunistas que habían asistido en Morelia a los actos conmemorativos del Primero de Mayo, en un ambiente muy polarizado y de conflicto social cuyo saldo fue el asesinato del líder socialista Isaac Arriaga en mayo de 1921.

Las fuertes secuelas de represión y violencia política para las bases sociales del mugiquismo y del comunismo vendrían con el levantamiento de la huertista a fines de 1923, cuando una política errática y poco definida por parte del PCM —que apostaba por un levantamiento generalizado— precipitó una situación que le fue más bien desfavorable, a pesar de haber concretado la creación de la Local Comunista en Michoacán en junio de ese año. El acoso y la represión lograron fracturar a esos grupos, máxime cuando exhibían como objetivo primordial tomar el poder mediante la insurrección armada del proletariado, y como caja de resonancia estratégica de la IC que en su Segundo Congreso, tal como lo menciona la doctora Spenser, preveía la creación de soviets campesinos "como los núcleos de la transformación revolucionaria".6 Desde luego los gobiernos que se asumían como emanados de la Revolución Mexicana no lo tolerarían. Ejemplo de ello fue el asesinato del líder agrarista Primo Tapia en abril de 1926, cuando el gobierno de Calles frenaría brutalmente a sus opositores, y vendría ya un claro proceso de institucionalización.7

En este punto la obra de Daniela Spenser nos hace reflexionar acerca de la praxis y las líneas políticas del PCM a través de las directivas del Comintern. Seguramente se concretarán otras investigaciones para dilucidar cómo aquellas lograron o no insertarse e imbricarse en los ritmos y las necesidades más apremiantes en los contextos regionales. Y en este sentido podemos volver al caso michoacano para mencionar al menos que las redes establecidas entre el PSM y el PCM, así como el impacto en sus bases militantes, son un buen ejemplo de la hibridación y entrelazamiento de las ideas radicales de la Revolución Mexicana, especialmente del ideario mugiquista, con el bagaje ideológico de los comunistas que exaltaban la nueva era de la Revolución Bolchevique, a través de la influencia directa de la IC que pretendía poner en marcha en tierras mexicanas la revolución mundial.

En ese ambiente de ideas, la férrea determinación de los comunistas se transformó en una creencia arraigada y compartida, y que desde luego requería de arrojo y coraje en sus militantes y dirigentes, es decir, una conducta revolucionaria, sin un ápice de flaqueza, a pesar de que la realidad adversa mostrase todo lo contrario. Así quedó reflejado en un informe enviado por Sen Katayama al Comintern, cuando por encima de la constatación de que los problemas rebasaban al Partido Comunista en México, prevaleció su compromiso con la revolución mundial. Cito a la doctora Spenser: "En una situación desoladora, Katayama afirmó refiriéndose al trabajo en América Latina que 'México está especialmente maduro para realizar nuestra propaganda en cualquier sentido' y que la circulación del semanario El Trabajador estaba aumentando".8

Paradójicamente, ese puñado de comunistas nunca vio llegar la revolución mundial, pero en cambio sí fue confrontado por la ola cada vez más impactante de la Oposición de Izquierda Internacional, que salió de su propio seno, y que a partir de 1929 bajo el liderazgo de León Trotsky, el gran estratega de la Revolución Bolchevique, dio paso a una nueva era en la historia del comunismo mundial, la era de la Cuarta Internacional Comunista que cerró el ciclo de "los primeros tropiezos de la Tercera Internacional en México", como ha dado buena cuenta la doctora Spenser en esta obra de la cual recomiendo su lectura muy ampliamente.

 

Notas

1 Spenser, p. 124.

2 "Guía del Fondo de la Secretaría de Gobernación. Sección: Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales".         [ Links ]

3 Ibid.

4 Spenser, p. 14.

5 Documento 89 José Allen, "El Movimiento Comunista en México", 1919-1922, Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política (RGASPI por sus siglas en ruso), Fondo 495, reg. 108, exp. 25, ff. 15-33,         [ Links ] en Daniela Spenser y Rina Ortiz Peralta, La Internacional Comunista en México: los primeros tropiezos. Documentos, 1919-1922, Colección Fuentes y Documentos, México, INEHRM, 2006, 371-372.         [ Links ]

6 Spenser, p. 36.

7 Véanse: Verónica Oikión Solano, "El hálito rojo en Michoacán: la larga ruta de los desencuentros con el poder, 1923-1968", ponencia presentada en el Coloquio Internacional El Comunismo: otras miradas desde América Latina, ciudad de México, 7-11 noviembre de 2005;         [ Links ] y Verónica Oikión Solano, Los hombres del poder en Michoacán, 1924-1962, Zamora, coedición El Colegio de Michoacán e Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, 75-80.         [ Links ]

8 Spenser, p. 170.

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