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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 no.118 Zamora jun. 2009

 

Sección general

 

De la migración: Ausencias masculinas y reacciones femeninas mazahuas

 

Xóchitl Guadarrama Romero*, Ivonne Vizcarra Bordi*, Bruno Lutz Bachère**

 

* Universidad Autónoma del Estado de México. Correo electrónico: flor_axs@yahoo.com.mx , ivbordi@yahoo.com.mx; ivbordi@hotmail.com

** UAM Xochimilco. Correo electrónico: brunolutz01@yahoo.com.mx

 

Fecha de recepción del artículo: 6 de marzo de 2007.
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 9 de octubre de 2008.

 

Resumen

Este trabajo analiza las reacciones femeninas frente a la migración masculina transnacional en comunidades mazahuas del noroeste del Estado de México. A través de la experiencia de quince mujeres indígenas, se examinan cómo las relaciones de poder (de género, social y cultural) se van reconfigurando y en qué condiciones este reordenamiento de las tareas y responsabilidades de las mujeres de migrantes es susceptible de constituir elementos de resistencia y abrir la posibilidad de un empoderamiento. Asimismo, este estudio de las reacciones femeninas en un contexto patriarcal y de migración internacional permite concluir que las formas creativas femeninas para sacar adelante a sus hogares constituyen inéditos espacios de resistencia.

Palabras clave: Género, mazahua, migración internacional, pobreza, poder, resistencia.

 

INTRODUCCIÓN

En la última década, comunidades mazahuas del noroeste del Estado de México han observado cambios en las familias y en sus comunidades debido al agotamiento de tierras fértiles, la falta de empleo, la necesidad económica y la carencia de bienes materiales para subsistir, pero sobre todo por la ausencia de una política que impulse y sostenga la producción del sector campesino. Considerables cambios pueden percibirse en la actualidad en los modos de vida para esta población indígena. Ciertamente, desde la década de los setenta, la migración interna y cíclica de hombres y jóvenes se estableció como estrategia social de reproducción para una gran parte de los hogares mazahuas. Emigraban a las ciudades cercanas (Distrito Federal y Toluca) principalmente como trabajadores de la construcción y empleados domésticos, e iban a trabajar en el norte del país como comerciantes ambulantes.1 La combinación del trabajo no rural con la agricultura de subsistencia lograba asegurar cierto equilibrio. Pero estas opciones laborales se fueron paulatinamente agotando en el transcurso de los años noventa debido a que dejaron de proporcionar los ingresos suficientes para la subsistencia de las familias mazahuas. A partir del momento en que esta pluriactividad tradicional dejo de asegurar la manutención y el acceso al empleo u ocupación,2 la migración ilegal hacia Estados Unidos (EU) y en menor medida a Canadá por vía contrato,3 fueron consideradas como opciones viables para muchos hogares rurales de la región mazahua. En estas poblaciones caracterizadas por un alto índice de marginación y extrema pobreza, los programas sociales no han sido paliativos suficientes para detener el creciente proceso migratorio internacional.

Los cambios en los modos de vida que se originan del fenómeno de la migración internacional4 masculina traen consigo trastoques en las relaciones de género, relaciones tradicionalmente desventajosas para las mujeres mazahuas dadas las características de las estructuras sociales patriarcales. Debido a que los tiempos de ausencia masculina son prolongados e inciertos, las mujeres que se quedan en las comunidades van adquiriendo mayores responsabilidades sociales, pues se les asigna el papel de cuidadoras de la familia, de los bienes, y también tienen la tarea implícita de mantener o aumentar el prestigio social del migrante mediante su representación social y jurídica. Se supondría entonces que estas nuevas responsabilidades podrían funcionar como un mecanismo equitativo entre los géneros, ya que la adquisición de responsabilidades masculinas llegaría a ser equiparable con la obtención de poder, prestigio, autonomía y libertad. Sin embargo, sobreviven adaptándose a situaciones de desigualdad social no sólo con las familias del migrante que consideran todavía al padre como jefe de hogar, sino también con las estructuras sociales dominantes que han sometido a las comunidades indígenas a un proceso de marginación y exclusión.

Gran parte de los estudios recientes de género y migración remiten sus análisis a la falta de autonomía femenina cuando administran las remesas, o bien a las restricciones sociales que viven cuando sus esposos emigran,5 pero poco han centrado su atención en hacer el análisis de las resistencias de las mujeres y las formas de reacción que se generan al encontrarse en un contexto de migración internacional temporal o definitiva. Esta relativa ausencia de investigaciones sobre este temática se explica porque las categorías de análisis son abordadas desde el estructuralismo, perspectiva desde la cual la migración es vista como estructurada por el mercado global de trabajo y a su vez es estructurante de las formas de dominio sobre las mujeres que no emigran. Por ello, desde este andamio, se reducen las posibilidades de observar y analizar las nuevas relaciones de poder que se manifiestan bajo la mirada de la microfísica del poder.6

En donde las acciones y reacciones, o el poder y la resistencia, la dominación y la posesión están constantemente en juego; es decir, que son arenas de combate donde la significación y asignación producida, afecta el proceso de reproducción social (y económico) en su conjunto a través del tiempo, sin olvidar que las estrategias sociales de reproducción están engranadas en procesos sociales más amplios, por los cuales se están redefiniendo constantemente.7

Lo anterior no significa que se ignoren las estructuras que limitan el actuar de las personas. De aquí que nuestro interés en el presente artículo sea estudiar, a través de las experiencias de mujeres mazahuas que se quedan, las formas de reaccionar gestadas por la ausencia prolongada o definitiva de los hombres.

Bajo este esquema de racionalización, donde se apuesta al juego de las relaciones de poder entre hombres y mujeres, el empoderamiento femenino puede ser considerado como respuesta y reacción construidas en la toma de conciencia de la subordinación de las mujeres. La investigadora Emma Zapata advierte que este proceso es el primer paso para lograr un cambio en la participación y en el ejercicio del poder personal, colectivo y en las relaciones más cercanas e intimas para que las mujeres sean sujetos transformadoras de su propia condición. En la actualidad existe una vasta literatura sobre los procesos por los cuales las mujeres pobres adquieren control de sus vidas. El debate de estos estudios se centra en acordar si el empoderamiento de las mujeres proviene del proceso de autorreconocimiento, autosignificado, libertad y autonomía, o bien de la necesidad de convertirse en abastecedoras del hogar ante la ausencia del proveedor masculino o ante una mayor incertidumbre económica para subsistir.8 En el contexto de la migración internacional, los cambios domésticos son aún más inevitables. En ellos, las mujeres se insertan en procesos sociales que aparentemente quedan fuera de su control (como el envío de remesas), pero la experiencia que se adquiere en ellos, propicia de alguna manera un aprendizaje que va formando un cierto empoderamiento femenino.

Para responder a nuestro planteamiento, se realizó un estudio cualitativo con perspectiva de género, por ser ésta una forma pertinente de interpretar las prácticas y relaciones sociales entre hombres y mujeres. Se aplicaron tres técnicas de investigación que se complementan entre sí: 1) se observaron participativamente las dinámicas domésticas que atraviesan las diferentes etapas del proceso de migración; 2) se hicieron quince entrevistas a profundidad (cinco mujeres por comunidad) para observar los cambios en la distribución de roles construidos socialmente así como en sus costumbres y tradiciones en las relaciones de parentesco y comunitarias y; 3) se realizaron 20 historias de vida a mujeres cuyos esposos estaban laborando fuera del país (cinco, siete y ocho por comunidad de estudio). Si bien, el número de entrevistas e historias no corresponde con un método probabilístico que busca obtener una muestra representativa de la realidad mediante la distribución normal de los hogares, el número de casos que aquí se presentan dan muestra de la diversidad y las especificidades de las experiencias vividas por las mujeres mazahuas en condiciones de migración internacional.

La investigación se llevó a cabo en tres comunidades del Estado de México: Santa Rosa de Lima (SRL) del municipio de El Oro, San Lucas Ocotepec (SLO) del municipio de San Felipe del Progreso, y San Francisco Tepeolulco (SFT) del municipio de Temascalcingo. Nuestra primera aproximación con las comunidades fue en un recorrido y acercamiento con las autoridades locales en mayo de 2005 con el fin de obtener la autorización de aplicar una encuesta que permitió tener datos sobre la situación socioeconómica de los hogares que tengan al menos un migrante masculino. Es importante mencionar que la encuesta no es parte de este trabajo meramente cualitativo, sin embargo, con fines de contextualizar las comunidades y apoyar algunos argumentos aquí planteados, varios resultados de la encuesta fueron tomados para este estudio.9

Este artículo está dividido en cuatro apartados. En el primero se describen y analizan algunos antecedentes relacionados con el estudio y la pertinencia de la perspectiva de género en temas migratorios. En el segundo apartado se dan a conocer brevemente las comunidades de estudio para contextualizar el marco social donde se manifiestan las relaciones de género. El tercero se refiere al proceso migratorio y las reacciones sociales que se generan por parte de las mujeres ante este contexto, tratando de diferenciar las fases del proceso y las reacciones de las mujeres frente a la ausencia masculina y las nuevas relaciones de poder que se van gestando. Finalmente, las conclusiones que abren nuevas pistas para los estudios de género y migración.

 

MIGRACIÓN Y RELACIONES DE GÉNERO

Diversos trabajos sobre el fenómeno migratorio y las relaciones de género, muestran cómo la ausencia física del hombre asignado como proveedor del hogar genera cambios en la condición de la mujer. Entre ellos se encuentran los estudios de Buechler y Momsen referidos en Ariza.10 El primero compara a mujeres migrantes y no migrantes en Bolivia y Galicia, encontrando que la ausencia de los jefes de familia convirtió a las mujeres gallegas en gestoras de empresas familiares y responsables de los hogares, además de permitirles participar más activamente en la comunidad. Por su parte, Momsen observa que una consecuencia de la fuerte migración masculina es la flexibilización de los roles y mayor visibilidad de la mujer boliviana en la esfera pública. Estos estudios apuntan hacia la revaloración social de las mujeres que se quedan en sus lugares de origen, aunque ellas se hayan visto forzadas a asumir tareas que anteriormente no les competían genéricamente. Ambas investigadoras concluyen que al cruzar la frontera de las asignaciones de roles tradicionalmente femeninos a masculinos, las mujeres estimulan su capacidad de decisión.

Así vemos que los estudios de género van tornando cada vez más su atención hacia dos ejes de análisis sobre las consecuencias de la migración en la vida de las mujeres:11 a) el impacto de las remesas en los modos de vida de los hogares y; b) los cambios que se generan en las relaciones de género.12

Entre otros estudios destacan recientemente los de Rosas13 y Stoehrel,14 los cuales debaten las divergencias sobre las reacciones femeninas ante las remesas. Por su parte, Rosas afirma que aun cuando a las mujeres veracruzanas se les permitiera administrar el dinero de las remesas, y con ello lograr cierto grado de autonomía, no se pueden esperar heroicos actos de resistencia y/o desobediencia porque el precio a pagar es alto: pues las críticas de otros hogares no se hacen esperar. En cambio, el trabajo de Stoehrel, discute que los procesos que llevan a diferentes mujeres a hacer conciencia de sus situaciones discriminadas dentro de la familia y la sociedad, resulta ser un factor importante para el reconocimiento general de las mujeres en la esfera pública. Aunque este trabajo es una reflexión teórica sobre el cómo funciona el poder patriarcal en el ámbito discursivo e institucional en un contexto de migración varonil transnacional, también sus señalamientos nos dejan ver el cómo las mujeres en diferentes culturas y épocas han luchado y resistido a ese poder.

A partir de estos aportes coincidimos con Molina en que la resistencia "tiene el propósito de recrear formas de convivencia y hacer más conscientes a sus participes, de las oportunidades y estrategias disponibles o posibles para la realización de proyectos".15 En este sentido, podemos aseverar que las mujeres que se quedan solas se proponen como principal reto el ganarse la vida para sostener a su familia. Para ello, buscan opciones o generan estrategias dentro y fuera de su comunidad, lo que a su vez produce experiencias que traspasan el hecho de solventar los gastos del hogar, recreándose así posibilidades de posicionarse socialmente en un sistema jerárquico y patriarcal. Ciertamente, las estrategias que se desarrollen para subsistir no son sinónimo de empoderamiento, sino que éstas quedan comprendidas dentro de los procesos del empoderamiento ya que la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser transformado por experiencias de vida adversas, difíciles y de traumas a veces graves16 (resiliencia), forma parte del desarrollo humano y la formación del sujeto (sine qua non del empoderamiento).17 Si bien, la resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva, en la literatura de la sociología y la antropología, se ha demostrado que la capacidad de sobrellevar una experiencia traumática es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad, e incluso, existen personas y/o colectividades que habiendo pasado por una ruptura, abandono o experiencia desagradable o traumática, logran superarse en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados,18 tal pudiese ser el desarrollar un proceso de empoderamiento.

Por un lado, hablar de empoderamiento implica delimitar el campo de acción y su dimensión de relacionamiento social con la reacción. De esta manera, se considera que el campo de acción recae en el proceso de abandono que sufren las mujeres, cuando los hombres proveedores migran hacia EU; y su dimensión social será la capacidad de las mujeres para sobrellevar su vida y la de su familia (resiliencia).

Por otro lado, no se puede ignorar que este proceso de reposición lleva implícitas relaciones de poder pues

no hay relación de poder sin resistencia, o una acción sin reacción, y no sólo las rebeliones de los sujetos de acción son muestra de la resistencia, también todas las respuestas constituyen un espacio social, para resistir ante una acción. En efecto, las múltiples formas de existir activan diversas respuestas creativas así como diversas formas de resistencias.19

No es fácil delimitar el campo de la reacción femenina indígena, cuando el proveedor se ausenta o desaparece temporalmente del hogar y ellas se ven obligadas a hacerse cargo totalmente de la manutención de la familia,20 pues existen condicionantes estructurales que constriñen la capacidad de respuesta. Comenzando por la obligatoriedad y no la libertad de elección para sacar adelante a la familia. Ciertamente, a la falta del hombre proveedor, socialmente se les reconoce su papel como jefas de hogar (madre soltera, divorciada o viuda), sin embargo, este mismo papel, se restringe a su vez por las condiciones de género en las que los propios procesos históricos de desigualdades sociales las han sometido: bajos niveles de instrucción, mayores índices de analfabetismo, desnutrición, malnutrición, inseguridad alimentaría, violencia de género, alta fecundidad, insalubridad, inaccesibilidad a recursos productivos locales (tierra, agua, bosque) e institucionales (créditos, capacitación, empleos), etcétera.21 Ante ello se busca entonces, por un lado, redimensionar esta imposición y confrontar la creatividad femenina para definirse como sujetos sociales en los campos más insignificantes del reconocimiento social.

 

LAS COMUNIDADES MAZAHUAS DE ESTUDIO

Para el año 2000, en México 171,607 personas (47.1 por ciento hombres y 52.9 por ciento mujeres) hablaban la lengua mazahua, lo que representa 2.4 por ciento del total de la población indígena del país de los cuales 86.2 por ciento vive en 12 municipios del noroeste del Estado de México.22 En tres de estos municipios se encuentran las comunidades estudiadas, las cuales son caracterizadas por su fuerte presencia de población mazahua, altos índices de marginalidad, y aunque para el año 2000 presentaban índice de migración muy bajo y bajo,23 en los últimos cinco años, éste se ha intensificado notablemente.

En estas comunidades aún se sigue cultivando maíz para el autoconsumo familiar y algunos de sus habitantes son artesanos, otros son jornaleros agrícolas sin tierra, algunos hogares combinan sus actividades con el comercio ambulante, y la mayoría de los hogares han conformado una gran parte de sus ingresos con el trabajo extra agrícola proveniente de la migración nacional circular de jóvenes de ambos sexos y hombres proveedores del hogar, quienes desde la década de los setenta, se sumaron de manera masiva a este tipo de migración, principalmente a ciudades cercanas como Atlacomulco, Toluca y la ciudad de México. Pese a la pluriactividad de los hogares mazahuas, ciertas costumbres y tradiciones propias de la región se mantienen gracias principalmente a las mujeres que se quedan, lo cual tiende a reforzar el proceso de feminización de esta región.24

Junto con este antecedente, existe evidencia de que en comunidades mestizas cercanas a las comunidades de estudio, las primeras generaciones de hombres que migraron a la ciudad de México datan de la década de los treinta, lo que sirvió como plataforma para que estas comunidades comenzaran la experiencia de la migración internacional de la región en la década de lo cuarenta,25 bajo el auspicio del Programa Bracero.26 Así, mientras comunidades vecinas comenzaron a tejer sus propios procesos históricos migratorios hacia EU hace dos o tres generaciones, la mayoría de las poblaciones mazahuas de la región se mantuvo al margen de ellos, hasta que la expansión de los flujos migratorios de otras comunidades influenció directa o indirectamente a los hogares mazahuas. En la actualidad, cada vez más jóvenes mazahuas se incorporan al proceso migratorio internacional, hasta tal grado que la población identifica a la migración como un fenómeno inevitable para sus generaciones futuras.

Es sabido que la marginación y la pobreza han acompañado a las poblaciones mazahuas en el transcurso de la historia, condición que ha colocado a los hogares en un lugar privilegiado para la puesta en marcha de políticas asistenciales y de desarrollo rural de bajo impacto social, estableciéndose, por lo tanto, una estrecha relación tutelar con el Estado.27

Uno de los programas sociales de corte asistencial de mayor envergadura por su amplia cobertura es el Programa de Desarrollo Humano de Oportunidades (P-O), antes progresa, creado en 1997 para combatir la pobreza extrema del campo mexicano. Este programa tiene una estrategia de focalización y de género. Pues sólo debe beneficiar a los hogares que viven en pobreza extrema y las corresponsables del programa son las mujeres con menores en edad escolar. La corresponsabilidad radica en distribuir el apoyo monetario que reciben del gobierno federal (becas) en alimentación y educación para sus hijos e hijas, y en cumplir con el esquema básico de salud. Hasta el 2002, alrededor de 50 por ciento de los hogares mazahuas de la región fueron beneficiadas con el P-O, y a partir de entonces la cobertura se ha venido ampliando hasta casi 70 por ciento del total de hogares de la región. En el nivel de las comunidades de estudio, prácticamente más de 90 por ciento de los hogares cuenta con el P-O. Esta amplia cobertura, sin duda, somete a las mujeres a nuevas relaciones con el Estado, creando otros campos de intervención institucional tanto en las dinámicas de los hogares como en las relaciones de género, los cuales serán abordados en los siguientes apartados.

Igualmente, los hogares mazahuas forman parte de un programa de mayor cobertura como lo es PROCAMPO, programa vigente desde 1994 que da apoyo directo (monetario) a los productores de subsistencia, el cual varía de 600 a 3,000 pesos anuales, dependiendo del tamaño de la parcela. No obstante que el apoyo monetario de este programa debiera contribuir a la compra de fertilizantes químicos durante la época de siembra, el retraso del pago ha ocasionado que el apoyo se utilice para otros fines, generalmente para saldar deudas del hogar, comprar alimentos u otros menesteres domésticos.28

Se puede afirmar que la mayoría de los posesionarios de parcelas en la región tienen acceso a este apoyo. Alrededor de 82 por ciento de los posesionarios son varones, sin embargo cuando ellos no están, las mujeres (madres, esposas o hijas) realizan las gestiones para recibir el apoyo. La mayoría de las posesionarias tienen hoy en día más de 60 años de edad, lo cual indica que las posibilidades de gestionar recursos son más reducidas que si se encontraran en la edad productiva. Por lo general, percibimos que ellas dependen de la disposición de sus hijos para gestionar apoyos gubernamentales. En cambio, las posesionarias entre 20 y 40 años de edad que representan tan sólo 1 por ciento, en nuestras entrevistas se observaron más autogestivas y autónomas en el manejo de sus parcelas.

Aunados a estos dos únicos subsidios gubernamentales, pocas mujeres reciben el apoyo del programa Mujeres en el Desarrollo Rural de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca y el Programa de Proyectos Productivos para las Zonas Marginales del Estado de México, conducido por Consejo Estatal para el Desarrollo Integral de los Pueblos Indígenas del Estado de México, los cuales no han resultado ser una opción de desarrollo para las mujeres y sus comunidades.29 Para el caso de las comunidades de estudio y los hogares entrevistados, ninguna de las mujeres tenía acceso a dichos proyectos.

Ante los escasos recursos institucionales y una agricultura campesina de subsistencia que no brindaba una opción de vida digna a los hogares mazahuas, y sabiendo que las oportunidades de empleo extra agrícola se fueron constriñendo para estas poblaciones, la migración internacional comenzó a ser un recurso de subsistencia inevitable para cada vez más hogares mazahuas.

La migración hacia EU ha traído para estas comunidades y municipios ciertos cambios en el nivel del desarrollo de actividades económicas en la región. Por ejemplo, entre los servicios que se han instalado en estos municipios, destacan aquellos que eran inimaginables hace algunos años, como los son el café-internet, bancos, casas de cambio, videoclubes, y agencias de viajes, por ejemplo. Es importante remarcar que estos nuevos servicios, no se encuentran en las tres comunidades de estudio y sus cambios se limitan casi exclusivamente en el aumento del número de casas habitacionales de concreto de uno o dos pisos, establecimientos de venta de productos que antes no se consumían (carnicerías) y comercio a menudeo.

 

EL PROCESO DE MIGRACIÓN MASCULINA

Las etapas que conlleva el proceso migratorio internacional, específicamente a EU, tienen efectivamente, implicaciones directas en las relaciones de género y por ende involucran una serie de respuestas y reacciones femeninas distintas en cada una de las siguientes etapas: la decisión de migrar y su preparación; la ida o —el paso o traslado— el cual incluye el pago del viaje o de la deuda; el trabajo en el extranjero y el envío de remesas; y finalmente el regreso del migrante.30

Primero, durante el proceso migratorio de los hombres se producen cambios sociales y culturales que se van interiorizando en los procesos de identidad masculina, iniciándose por los motivos que los orillan a tomar la decisión de migrar hacia EU de forma ilegal. Por lo general, los mazahuas admiten estar cansados de trabajar duro en el campo (tierras) y que sus ingresos agrícolas no son suficientes para cubrir las necesidades familiares de autoconsumo del maíz (principal fuente de energía). Desesperados por ver incrementarse sus carencias materiales y reducirse sus posibilidades de conseguir ingresos (ya sea como comerciantes ambulantes o trabajadores de la construcción) que les permitan cumplir con su rol de proveedores y con ello salir de la pobreza, la mayoría de ellos son convencidos de emigrar por personas que ya lo han experimentado. Estos últimos, comúnmente conocidos como "arrieros culturales" escalan importantes peldaños de prestigio social en la comunidad, porque han enfrentando y en muchas ocasiones, superado situaciones ajenas a sus formas de vida, en un país en donde el idioma, la comida y las costumbres son diferentes, donde viven constantemente situaciones de discriminación y desprecio, donde sus derechos humanos son a menudo ignorados o violados, donde sus vidas frecuentemente están en peligro.

Una vez que el hombre decide migrar (padre, esposo, hijo, hermano) en busca de trabajo a EU, expresa su deseo a los miembros masculinos del hogar que tienen algún rango de autoridad familiar, y en segundo lugar se les avisa a las mujeres que en ocasiones, ni siquiera se les informa hasta llegar el momento de la partida. Vale la pena mencionar que no todas las mujeres son excluidas de la primera etapa del proceso, pues algunas de ellas participan en la toma de decisión relativa a la ida del hombre. Observamos que quienes participan más son las esposas con hijos mayores de 12 años y hermanas. En cambio, las madres, hijas y esposas jóvenes prácticamente, ignoran lo que se les avecina. Esta situación diferenciada se debe a que, por un lado, en el sistema patriarcal se tiene la idea de que las mujeres no deben conducir la vida de los varones, más bien deben cuidar de ellos para que se preserve el orden social que las domina; por otro, y pese a que finalmente todas ellas se obligan a apoyar la decisión de migrar, justificada por "la necesidad" de subsistir, los varones argumentan que no quieren adelantarles un estado de angustia, depresión, sentimiento de culpabilidad y/o sufrimiento.

Tomar la decisión de pasar al otro lado, si bien es una decisión primero individual, y luego colectiva (familiar), ésta depende del contexto local migratorio. En comunidades con mayor tradición migratoria internacional es más común encontrar hogares con al menos un inmigrante en los EU como es el caso de SFT y SLO, pues es a través de las redes de migrantes que las rutas de traslado y hasta de colocación aseguran un cierto éxito del procesos de migración. El primer paso para pasar al "otro lado" es recibir el apoyo de algunos familiares, el segundo paso es buscar y contactar directa u indirectamente (a través de otros) al pollero,31 con quien se negociará el precio del traslado. éste varía de acuerdo al método del viaje: si se llega sólo hasta la frontera con EU (y dependiendo del estado fronterizo), la tarifa es relativamente más baja, pero aumentan los riesgos de lograr pasar al "otro lado", ya que muchos no conocen las rutas establecidas por el sistema de los arrieros culturales, además de que frecuentemente son "atrapados" y deportados en el intento, que repiten hasta en cinco ocasiones, ya cuando el dinero se les ha agotado. Otra vía, la que resulta ser más cara, es cuando una vez en la frontera, ellos deben conectar por cuenta propia al coyote, quien por lo regular resulta ser un estafador que no garantiza el cruce definitivo. La manera más frecuente es el que incluye el traslado y el cruce con un coyote reconocido por su éxito en el paso. No obstante, la tarifa de sistema ha subido en los últimos cinco años, debido al implemento de estrictas políticas de seguridad nacional estadounidenses como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esta tarifa llega aproximarse a 3,000 dólares en la zona mazahua del Estado de México. Obviamente, la elección del procedimiento para cruzar la frontera está en función de los recursos monetarios, de la capacidad de endeudamiento del hogar, y de las redes establecidas en EU para concretar el paso.

De aquí, encontramos que según sean las alternativas para lograr el paso, se incrementa el número de migrantes masculinos por hogar (cuadros 1 y 2). Por ejemplo en San Lucas Ocoltepec (SLO), al ser la comunidad con mayor antigüedad en tener migrantes (desde 1985), se han ajustado a las exigencias de los polleros de la misma comunidad, quienes a su vez han tejido las redes para lograr el paso y el establecimiento de los integrantes de la comunidad en los primeros empleos o puntos de destino (intermedios o finales), por lo que al parecer existen mayores facilidades para que padres e hijos crucen del otro lado, ya que las redes no son tan sólidas porque a diferencia de las comunidades de inmigrantes mexicanos en EU, los mazahuas se mueven rápidamente a través del territorio norteamericano y no pasan mucho tiempo juntos en un solo lugar.

 

La mayoría de arrieros culturales son prestamistas y financian el viaje de grupos pequeños, y en ocasiones incluye el viaje del mismo pollero. La mayor parte de la deuda se paga en EU durante los primeros seis meses, el resto, constituido con los intereses (de 20 a 50%), lo pagan las mujeres con el envío de las primeras remesas (que se reciben hasta un año después de la partida). Muchos prestamistas requieren de un aval o una propiedad de garantía, por lo que es común que las remesas estén destinadas a la construcción de cuartos y casas, las que en un futuro quedarán como garantía. De esta manera, encontramos hogares en SLO, donde la mayoría de los hombres entre 16 y 55 años de edad es migrante. En cambio, en Santa Rosa de Lima (SRL) son los jóvenes quienes con mayor frecuencia emigran. Por lo general, sólo un miembro del hogar está fuera del país porque el costo del traslado es muy elevado. En estos casos, las madres se encuentran al margen de las decisiones de los hijos y son los padres quienes aceptan las condiciones de pago de la deuda.

Por su parte, los hogares de San Francisco Tepeolulco (SFT) experimentan dos tipos de migración: ilegal o indocumentada hacia EU y por contrato a Canadá. Para este estudio sólo tomaremos la experiencia de los hogares con migrantes a EU ya que la mayor parte de los hombres prefieren la migración a EU y aunque pasan "sin papeles legales", ellos piensan que existe mayor libertad para trabajar, cambiar de empleo y ganar más dinero.32 Las formas de paso hacia EU, son parecidas a los de SQL en cuanto a la necesidad de contar con un aval o una propiedad como garantía, sin embargo, los hogares no pueden endeudarse con más de dos miembros que deseen emigrar y por lo general emigra primero el padre quien es secundado por uno de los hijos varones uno o dos años después.

Independientemente de la forma de emigración masculina, las mujeres, niños y niñas y ancianos y ancianas que se quedan, se ven afectadas tanto porque viven momentos de tristeza y sufrimiento hasta no tener noticias de primera mano de que el migrante logró pasar y establecerse en un lugar para trabajar, como vivir la angustia e incertidumbre de ver aminorados o desaparecidos definitiva o temporalmente los recursos económicos y productivos (incluyendo la fuente humana proveedora de ingresos) que dan sustento al hogar. Esta situación es temporal cuando el migrante cruza, encuentra trabajo y paga el adeudo, pero es definitiva si el migrante muere en el cruce, no encuentra trabajo en EU, es contagiado por una enfermedad letal, sufre un accidente, cae en el alcoholismo y la drogadicción o establece otro hogar.

Una vez continuado el proceso de migración, donde los hombres ya tienen trabajo en EU y se ha logrado pagar la deuda del traslado, las mujeres dicen sentirse reconfortadas y aliviadas y poco a poco comienzan a acostumbrarse a la ausencia masculina. Eso, siempre y cuando no hayan quedado embarazadas antes de la partida de su pareja, pues es frecuente encontrar niños que nacen sin conocer a sus padres por un tiempo, tal y como lo muestra el cuadro 3. Ciertamente, las responsabilidades son mayores para las mujeres, no sólo en cuanto a la manutención de los menores que nacen en estas circunstancias, sino en lograr el reconocimiento de la paternidad por parte del mismo migrante y su familia política.

Las remesas llegan irregularmente por medio de giros bancarios por lo que los hogares sobreviven con las becas del programa Oportunidades, y aunque éstas también son inciertas y condicionadas, las mujeres reconocen que lo poco que reciben de este programa les ha ayudado a subsistir mientras cobran los envíos (remesas). En promedio, los hogares reciben 140 dólares mensuales, empleados principalmente para sufragar los gastos de alimentación, medicamentos, educación y vestido. Prácticamente, se puede decir que reciben el mismo monto que obtenían cuando sus esposos estaban proveyéndolas con su trabajo en México.

El dinero extra que envían los varones desde EU viene etiquetado para los gastos de construcción e inversiones menores (cuadro 4). Q bien, cuando regresan al hogar, los migrantes traen consigo sus ahorros y/o vehículos. De hecho, es común que las decisiones sobre el destino de las remesas "extras" las tomen los hombres y las decisiones menores sobre la manutención cotidiana del hogar las realicen las mujeres. En tanto que las remesas, que envían los hijos a sus padres o a sus madres, son para el pago de la deuda del traslado, para que las guarden hasta su regreso o bien para gastos específicos. De aquí que las remesas que reciben las mujeres no pueden ser consideradas como elemento generador de autonomía y libertad femenina.

El tiempo de ausencia de los migrantes varones determina definitivamente la capacidad de las mujeres para adaptarse a nuevas situaciones de subsistencia, sobre todo cuando la ausencia se prolonga dando señales de definitividad y abandono. Ellas saben que pasados los cinco años de la ausencia de sus esposos, las probabilidades del abandono definitivo son mayores, de ahí que muchas de ellas piensan en ir a buscarlos o bien los amenazan en vender sus propiedades (tierra y construcciones) para obligarlos a regresar. Sin embargo, estas maniobras femeninas no siempre son satisfactorias y cada vez más existen hogares abandonados por los migrantes, en las comunidades donde predominan las mujeres, niños y ancianos.

Para algunas mujeres el proceso de migración termina con la partida del esposo e hijo, pues no vuelven a tener noticia de él o ellos, o nunca recibieron remesas. En este caso, la mayoría aprende a sobrevivir sola y asume la jefatura de su hogar en un contexto de violencia estructural. Es decir, que las diversas actividades que realizan para procurar alimentos e ingresos para su hogar están sujetas a las estructuras sociales, culturales y económicas que dominan con ideología patriarcal, las cuales son a su vez, generadoras de las profundas desigualdades sociales y de género que caracterizan a los pueblos indígenas de México. Así entonces, su analfabetismo y/o la baja instrucción, el desempleo, la falta de acceso a recursos productivos, la desvaloralización de su trabajo reproductivo y productivo, la desnutrición y la inseguridad alimentaria, entre otros, las somete a enfrentar una violencia estructural poco comprendida por los estudios del empoderamiento femenino.

Por su parte, después de cinco años de ausencia en promedio, los que enviaban remesas regular o irregularmente, dejan de enviarlas a las mujeres y sus hogares. En estos casos, el proceso de migración concluye precisamente ahí. Las diferencias que se perciben con las mujeres abandonadas desde el inicio del proceso de migración recaen en la dependencia económica. Si bien, en ambas experiencias, las mujeres están acostumbradas a la ausencia masculina, las primeras se enfrentan pronto a la pobreza y a ganarse la vida con sus medios, que las segundas quienes comienzan el mismo proceso después de un periodo de "disfrute", como ellas lo mencionan. "Sí, que se vaya, pero que no deje de enviar dólares" (expresión común entre las entrevistadas).

Cuando el migrante regresa periódicamente se puede decir que reproduce el ciclo del proceso migratorio y si regresa definitivamente se concluye la última etapa del proceso. En estos casos, encontramos que las mujeres que durante algún tiempo lloraron, se sintieron culpables y tristes de que se fuera él o los hombres de la casa, y que ahora se sienten felices por su retorno, confesaron tener cierta incertidumbre, pues varias de ellas se han acostumbrado a estar solas y han aprendido a tomar decisiones propias. Quienes regresan definitivamente se reposicionan rápidamente en su rol patriarcal desplazando lo logrado por las mujeres, y por otra parte, muchos de ellos pasan su tiempo en la comunidad alcoholizándose, sin trabajar, viviendo solamente de sus ahorros (en dólares), por lo que las mujeres se encuentran constantemente en situaciones de violencia familiar y de género. De cierta manera, la migración cíclica se debe también a la insistencia de las mismas mujeres, ya que tener al proveedor lejos les permite recibir remesas sin tener que sufrir los estragos de la violencia de género, aunque siempre existe el riesgo de ser abandonadas definitivamente.

 

REACCIONES FEMENINAS MAZAHUAS

Hasta ahora se puede señalar que el proceso migratorio en las comunidades mazahuas es heterogéneo y crea complejas y distintas realidades. No obstante, cada una de ellas se ve trastocada por relaciones de poder, generando a su vez sus propias reacciones. Pues como lo señala Foucault, las relaciones de poder son

un modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre los otros, una relación de poder sólo puede ser articulada en base a dos elementos, cada uno de ellos indispensable, es realmente una relación de poder: el otro, (aquel sobre el cual es ejercido el poder) ampliamente reconocido y mantenido hasta el final como la persona que actúa.33

Bajo este argumento y frente a la ausencia masculina obligada por la migración internacional, las reacciones femeninas se van estableciendo conforme a los puntos que el mismo Foucault resalta para que existan relaciones de poder:34

1. Un sistema de diferenciaciones que permita actuar sobre las acciones de los otros, y en que cada relación de poder pone en funcionamiento diferenciaciones que son al mismo tiempo sus condiciones y sus resultados. En este sentido, nos basamos en las diferenciaciones sociales según el género, determinadas por las tradiciones de estatus y privilegio, por las diferencias económicas, culturales y en el saber hacer de las personas según su sexo y género. Las modificaciones de esta matriz diferencial en las comunidades mazahuas se observan con mayor claridad en los hogares insertados en el proceso de migración internacional que los hogares que continúan con los esquemas de reproducción sin migración internacional. Por ejemplo, cuando las mujeres se convierten en jefas de familias y no precisamente por viudez, sino por separación, divorcio, abandono, o por ser madres solteras, se reposicionan como sujetos sociales al tratar de romper con los esquemas tradicionales sobre el rol de cuidadoras del hogar y convertirse en proveedoras del mismo, demostrando que no es exclusivo de la figura masculina. El intentar romper con roles tradicionales asignados, según el género y la edad, es ciertamente el producto de una reflexión femenina sobre su condición, reflexión que puede ir acompañada del autoconocimiento y hasta del empoderamiento, tal y como lo muestran los siguientes fragmentos testimoniales:

¡Toma las decisiones para todo!, me dijo un señor. Usted es la que lleva los pantalones en su casa.35

Cuando mi esposo se fue y tardó en enviarnos dinero, tuve que buscar la forma de sacar adelante a mi familia y me dediqué a vender elotes. Ahora ya se estabilizó tiene un buen trabajo y me manda dinero cada ocho días, pero la verdad yo sigo vendiendo elotes porque se convirtió en un trabajo para mí y tengo mis propios ahorros.36

Cuando se fue lo extrañé, pero me puse a trabajar mis tierras. La verdad ya no me sorprendió cuando se fue, siempre había trabajado. Ahora estoy mal de mis pulmones, porque me chingué lavando, trabajando en casa, hacía mis costuras.37

2. Los tipos de objetivos impulsados por aquellos que influyen sobre las acciones de los demás, ya sea por el mantenimiento de los privilegios y/o por la acumulación de beneficios. Este punto puede ser interpretado por la necesidad masculina de seguir manteniendo el rol de proveedor y de autoridad en las tomas de decisiones familiares. Para no perder dichos "privilegios" los jefes de hogar se ven obligados a emigrar hacia EU o Canadá y controlar el envío de remesas. De cierta manera, las mujeres forman parte de esta estrategia, pues no sólo comparten y apoyan las decisiones del migrante, sino que por un tiempo guardan con recelo el puesto vacante de la jefatura de hogar, un tanto por culpabilidad y otro tanto por la misma imposición del sistema patriarcal que sigue imperando en las comunidades mazahuas. En el caso de que regresen, la jefatura es devuelta a los varones, pero no integralmente, precisamente por los cambios pronunciados en el primer punto sobre las modificaciones en las diferenciaciones, las cuales pueden ser eventualmente renegociadas. También notamos que al pasar el tiempo de migración, los varones se van quedando con el único papel de proveedor, desligándose de varias responsabilidades familiares e inclusive de la propia comunidad.38 Si estos vacíos no son ocupados por un hijo mayor, el suegro, cuñado o un hermano, pueden ser recuperados por las mujeres, quienes si bien actúan con cierto grado de conformidad con las reglas implícitas de diferenciación de género, estas nuevas responsabilidades pueden convertirse en interesantes oportunidades para emanciparse. A la par de su rol tradicional de cuidadora del hogar y educadora de los hijos, estas mujeres cuyos esposos residen en los Estados Unidos ven abrirse nuevos campos de acción como es la compra de bienes materiales, el libre uso y administración de las remesas, la participación directa en actividades públicas: sociales y políticas, así como ser clientas de un programa gubernamental como Oportunidades.

Mi esposo se fue porque teníamos problemas de dinero, a veces tenía trabajo y a veces no, y como los niños van creciendo, necesitan de ropa, zapatos, comen más, y ya van a la escuela. No nos alcanzaba, pero siento que desde que mi esposo se fue tengo mucho más responsabilidades. Ahora, aparte de las actividades del hogar, de la milpa, tengo que ir a las juntas de la escuela de mis hijos, a las del pueblo y tomar más decisiones. Antes, eso lo hacía mi esposo. La verdad es que no me alcanza el tiempo, pero lo tengo que hacer porque él está trabajando, nos manda dinero y pues yo lo tengo que apoyar. Además es para mi bien y el de mis hijos.39

Con el dinero que me mandaba empecé a construir la casa y también compré un pedazo de terreno que antes era de la vecina. Lo que pasa es que mis hijos estaban chicos y se metían a su terreno para cortar cañas y elotes, a mi me daba lástima que no teníamos un pedazo. Así que compré ese terrenito, pues me gustaba porque estaba junto a la casa, y además yo dije por lo menos para las cañas, elotes, o sembrar habas y frijoles, y por lo menos tener que comer. Recuerdo que yo le hablé a mi esposo y le dije que quería comprar un terrenito. Me dijo que no. Pero yo no le hice caso, de todos modos no estaba aquí, y cuando regresó yo ya tenía unos ahorritos y le regresé su dinero. Pero ahora me dice ¡qué bueno que compraste este terrenito!40

3. Los sistemas de vigilancia como tecnología de poder. Aquí llegamos al punto aparentemente contradictorio de las relaciones de poder, pues una vez interiorizados en la conciencia femenina sus cambios frente al género masculino, difícilmente pueden constituirse en elementos de control, aunque en las practicas sociales de la vida cotidiana esto no se perciba.

Cuando el migrante deja a su familia sin un respaldo o una figura masculina encargada de mantener el orden social patriarcal (casi siempre pariente del migrante), coloca a las mujeres en cierta ventaja con respecto a los hogares que si cuentan con este sistema de vigilancia. Ciertamente la mayoría de las mujeres (madres, esposas, novias y/o hijas) son "encargadas", y de esta manera el migrante siente dejar en seguridad a la familia y sobretodo con protección a las mujeres, quienes son consideradas como vulnerables, débiles e indefensas. Bajo este discurso yace la inseguridad masculina y de ahí la justificación del sistema de vigilancia y control sobre las mujeres. Este sistema funciona por la información que reciben sobre el comportamiento de las mujeres de su hogar. Los migrantes ejercen su poder patriarcal, ya sea a través de sus parientes perpetuando la violencia familiar, o bien mediante el envío de remesas. Es decir que se les piden cuentas precisas sobre el uso de las remesas o reciben dinero a través de los parientes de él, sometiéndolas al mecanismo de la caridad: tener que pedir para sobrevivir.

La dependencia y el sometimiento a estos mecanismos de vigilancia y control son por lo tanto menores en los hogares y en las mujeres que no son "encargadas". Pareciera de primera instancia, que las mujeres que se quedan deshabilitadas de la figura masculina, aunque sea por encargo, serían más susceptibles a sufrir las carencias y a enfrentarse a ciertas practicas de violencia de género como es el "susto" (violación a una mujer que se queda sola por viudez o abandono).41 Más allá de esta práctica violenta de marcar a las mujeres como propiedades de otros, de todos y de ninguno, y lejos de creer que ellas no son capaces de salir adelante sin un hombre, las mujeres no "encargadas" pueden lograr cierto poder de decisión sobre la administración de las remesas, pueden liberarse parcialmente del yugo masculino en sus hogares, aunque no totalmente de las instituciones sociales a las cuales son sujetas42. Así mismo pueden lograr un proceso de empoderamiento femenino, entendido como el proceso para adquirir control sobre sí misma y sobre los recursos que determinan el poder, pero no pensemos el poder de dominio hacia otros, sino el poder que se usa en función de las necesidades e intereses de género, para modificar la condición y posición de las mujeres revalorizándolas. Así, estas mujeres emancipadas de la tutela masculina tienen la posibilidad de participar en las asambleas, fiestas, programas, talleres, porque asumen plenamente —es decir, social y culturalmente— su papel como jefa de hogar.

Cuando los hombres, principalmente los esposos, se van, las mujeres se quedan en sus casas, hacen sus quehaceres, salen, se van a Atlacomulco a comprar sus cosas. Como no tienen marido que las regañe, se sienten más libres. Y no viven con sus suegras, nadie les pide cuentas y no les preguntan a dónde van. Participan en talleres, asambleas y ahora hasta ya pueden representar a un grupo, ya sea político, religioso o de la escuela. Creo que se sienten como más libres. Hasta ellas me dan como más envidia.43

4. Formas de institucionalización: pueden combinar predisposiciones tradicionales, estructuras legales y fenómenos relacionados con la costumbre o la moda.

Sin duda, el fenómeno migratorio viene a romper con cierta cotidianidad de las mujeres mazahuas, ya que la mayoría de ellas se dedicaba a los quehaceres del hogar, a la costura y al cuidado de animales de traspatio. A lo largo del estudio, nos percatamos que a partir de la salida de los varones, sus responsabilidades y la carga de trabajo incrementaron de tal forma que se vieron obligadas a distribuir su tiempo en otra lógica reproductiva. Por ejemplo, ha aumentado su participación en talleres y cursos ofrecidos por las instituciones gubernamentales y organizaciones no gubernamentales, donde se les enseña repostería, conservas, tejido, etcétera. También ha crecido la presencia de mujeres en juntas comunitarias, faenas, grupos políticos y gestiones para mejorar la infraestructura de la comunidad, además de notarse la fuerte presencia femenina en el trabajo de las parcelas.

En las asambleas, aquí, por lo general, se reúnen más mujeres porque los hombres están en Estados Unidos. Las mujeres ahora tienen voz y voto, con una carta poder que nos dejan y su credencial de elector. Así por ejemplo, podemos cobrar prqcampq y tomar decisiones sobre las faenas y sobre nuestras tierras.44

Voy a cursos de costura y repostería, porque así me ayudo con los gastos de la casa, principalmente para comer y la escuela de mis hijos. Mi esposo trabaja pero no nos alcanza, y le pagan muy poquito. Trabaja en la ciudad de México. Viene cada ocho o quince días para ver como estamos. A veces me deja dinero, muy poquito, porque tiene que juntar para sus pasajes y su comida. pues que vamos a hacer yo solo estudié hasta sexto de primaria y mi esposo sólo llegó a segundo de primaria. Tengo un hijo allá en los Estados Unidos pero no me ayuda mucho.45

Si estos testimonios nos permiten observar una feminización del campo, no significa por lo tanto que las mujeres estén en una mejor condición social, o que el campo sea más productivo y los hogares estén bien cuidados. Al contrario: lo que se observa es una feminización de la pobreza.46 Pues es evidente que esta feminización no sólo es el producto de falta mano de obra masculina disponible en las comunidades, sino que es originada por el conjunto de factores estructurales, como es el bajo índice de desarrollo humano de las mujeres (bajo nivel de instrucción o educación, alta morbilidad) el cual las condiciona para obtener mejores empleos remunerados; y además, ellas se enfrentan a las fuertes restricciones que se les imponen para acceder a los apoyos financieros y productivos para la agricultura.

Por estas mismas condiciones estructurales, aunadas a las que los procesos históricos han excluido y marginado a los pueblos indígenas, a estas mujeres se les ha etiquetado como las más vulnerables, pobres entre los pobres. Situación que las ha orillado en alistarse como clientas del programa Progresa Qportunidades (P-O), diseñado precisamente para combatir su pobreza e integrar a las familias al desarrollo con una perspectiva de género. Lo cual no significa que logren liberarse de esa etiqueta ni adquirir autonomía plena sobre sus derechos: ya que como beneficiarias del P-O están obligadas a cumplir con una serie de compromisos institucionales de tal forma que la desobediencia a éstas (retrasos o ausencias a las reuniones, por ejemplo), las somete automáticamente a un eficaz mecanismo de castigos. Si bien, este comportamiento institucional no ha logrado vencer la ideología patriarcal, impregnada en los programas asistenciales y compensatorios diseñados bajo la sombra del Estado benefactor,47 en las comunidades de estudio se logra entrever una cierta participación activa de las mujeres en la esfera pública. Ahí, ellas cada vez son más visibles, ya sea como gestoras en nombre de los hombres, o bien como sujetos sociales que opinan y logran dirigir actividades comunitarias.

5. Tiempo y resistencias: la fuerza de la necesidad en contra de la fuerza de la costumbre. Este último punto se observa a través del cambio de comportamientos o adaptación que experimentan las mujeres frente a la temporalidad de la migración de los varones. Entre más tiempo tarda el migrante en regresar, las mujeres adquieren mayores responsabilidades en la familia y con la comunidad. Eso se verifica sobretodo si el migrante jefe de hogar ha abandonado por completo su rol proveedor, o los hijos migrantes de las madres viudas, solteras o dejadas no cumplen con la ayuda prometida (motivo de la migración), ellas se ven involucradas en la misma racionalización que obligó a los hombres a emigrar.

Ya se vio con antelación que existen factores estructurales que constriñen el actuar con libertad y autonomía a las mujeres para sacar adelante a sus hogares, de aquí que ellas comiencen a seguir las mismas opciones que los varones: migrar. Por la ya tradición migratoria de tipo temporal y cíclica que tienen las mujeres mazahuas, hacia las cercanías de sus comunidades (ciudad de México, Toluca y Atlacomulco), es menos difícil tomar la decisión de salir hacia entidades federativas fronterizas (Baja California, Sonora y Chihuahua) para luego, poco a poco, saltar al "otro lado". A pesar de ello, esta recién migración internacional femenina resulta ser más compleja que la masculina, sobre todo porque las mujeres no están acostumbradas a dejar por mucho tiempo el hogar y las decisiones se tornan aun más difíciles cuando tienen hijos. Pero por otra parte, las mujeres mazahuas que deciden migrar con o sin hijos, tienen mayores riesgos que los hombres. Con frecuencia son más extorsionadas por los polleros y / o coyotes, corren el peligro de ser violadas y no aguantar la marcha clandestina del desierto estadounidense. Cuando logran pasar, dentro de los trabajos que pueden encontrar están la prostitución, la servidumbre y si tiene mejores niveles de educación o hablan un poco de inglés pueden emplearse en equipos de trabajo de limpieza en las grandes empresas, o ser reclutadas para cuidar otros niños. Por lo general, las mujeres migrantes reproducen su papel subordinado en los lugares de destino48 y por ello difiere mucho de tener mejores empleos que la de los hombres mazahuas.

Aún bajo estas precarias condiciones, las mujeres sean emigrantes o jefas de hogar a la fuerza por su abandono, podrían definirse como actoras sociales pues tienden a lograr una amplia participación en espacios públicos, a imaginar nuevas formas de igualdad y solidaridad, y a ganar lugares en el nivel de la sobrevivencia familiar. No obstante, esto no quiere decir que los nuevos espacios de participación e incursión en empleos nacionales o transnacionales signifiquen necesariamente que las mujeres adquieran autonomía y libertad, o empoderamiento como sujetos sociales, sino más bien se someten a procesos más amplios de dominación.49

Me fui a los Estados Unidos porque me habían contado que estaba muy bonito, y la verdad no es así, porque llegas y no sabes inglés y te tratan mal. Yo me fui con mi novio a los 19 años. Trabajaba en casa, no nos fue tan mal, pero mi novio después me golpeaba y me cansé de tantos golpes. Tengo un niño de un año y medio, lo tuve allá: no hubo problemas para registrarlo y él tiene la nacionalidad extranjera. Yo le mandaba dinero a mi mamá, a mi papá no le mandaba porque tiene su propio dinero [...] Hace dos meses que regresé al pueblo [...] Sí quiero irme otra vez a Estados Unidos porque ganas más, porque te cotizan en dólares.50

 

CONCLUSIONES

A pesar de que el migrante masculino no se encuentre físicamente con su familia, éste sigue siendo la figura con autoridad para muchos hogares, pues otorga permisos por teléfono, controla las actividades de las mujeres mediante mecanismos de encargo y envío de remesas. Desde lejos se informa, opina y decide. Es lo que podríamos llamar una "transfiguración" del proveedor del hogar que consiste en una refuncionalización de las tecnologías tradicionales de control y vigilancia de las mujeres, refuncionalización cuya eficacia no puede sin embargo frenar el proceso de erosión de la figura patriarcal. Esta situación general en los hogares de migrantes mazahuas varía según la duración de la ausencia masculina y la frecuencia del envío de remesas. Las esposas solas con sus hijos a cargo entran en una nueva dinámica de vida, pasando de representar al ausente a prescindir de él. Cuando el proveedor ha tardado en regresar, no regresa, o bien cuando las remesas van disminuyendo o no llegan, las mujeres deben buscar una solución a su alcance, la cual se ve dramáticamente reducida, al saber que las condiciones femeninas mazahuas están determinadas cuando por los bajos niveles de desarrollo humano (analfabetismo, bajo nivel educativo, enfermedades, desposesión de recursos, desnutrición, alta paridad, etcétera). Además, sus opciones se ven limitadas y fracturadas por los propios mecanismos de solidaridad inter e intrafamiliar que están articulados alrededor de las figuras masculinas. Las ayudas que pueden recibir son puntuales, limitadas y siempre condicionadas. Asimismo, la esposa abandonada debe velar por sus intereses y los de sus hijos. Una parte de estas madres de familia busca obtener ingresos principalmente en el comercio informal, venta de artesanías, venta de dulces, de conservas que han aprendido a elaborar de los talleres que imparten fundaciones con carácter altruista o los talleres organizados por parte del gobierno estatal y federal. Como se mencionó anteriormente, esta reacción es frecuentemente motivada por el hecho de que las remesas no son suficientes o inexistentes para asegurar un nivel de subsistencia satisfactorio del hogar, pero pueden encontrarse también esposas de migrantes que se dedican a actividades económicas fuera del hogar para tener ingresos propios. Dejar de depender totalmente del hombre constituye un poderoso leitmotiv para que las madres mazahuas tomen la valiosa decisión de salir de su casa para ganar y administrar solas su dinero. Esta decisión, indudablemente es una reacción social, que va animando múltiples respuestas creativas para subsistir y sacar adelante a sus familias.

Por lo tanto, puede afirmarse que la búsqueda de una actividad económica redituable por parte de las esposas de migrantes es en sí una reacción, que puede ser observada a su vez como un acto de resistencia económica a la escasez, pero también puede ser vista como un acto de resistencia al oprobio androcéntrico. Ahora bien, sobrevivir en condiciones de pobreza por sí mismas tampoco puede considerarse como un triunfo femenino, esta difícil experiencia las coloca en otro terreno de reconocimiento social. Ya no sólo son amas de casa, sino también se han convertido en jefas de familia, lo que ha incrementado sus responsabilidades en el hogar y en la comunidad, al mismo tiempo que son consideradas como sujetos sociales, es decir, han logrado un reconocimiento social nuevo e inédito, además de pasar por un lento proceso de empoderamiento que les ha permitido tomar decisiones en su beneficio y en el de su familia, así las mujeres mazahuas han resistido ante estos cambios sociales, económicos y culturales.

Además, las esposas de migrantes han logrado desarrollar hasta cierto punto una capacidad de resiliencia llevando a cabo nuevas estrategias sociales y económicas para salir adelante por ellas mismas, mientras albergan la esperanza de que el hombre regrese o en su defecto se desentienda por completo de su familia.

Durante el proceso de migración masculina transnacional adquieren y aprenden nuevas formas de sobrevivencia. Pueden ser consumidoras de remesas, pero también pueden ser clientas de programas públicos (básicamente Progresa-Oportunidades) y/o para las mujeres más apremiadas económicamente o más emancipadas, está el tener un micronegocio. En esta investigación encontramos que las reacciones de las mujeres mazahuas frente a la ausencia del jefe del hogar varían, pero un factor determinante en el tipo de reacción es la duración de la ausencia varonil y la frecuencia de cobro de las remesas. Debemos admitir también que existen factores contingentes y otros particulares que influyen también sobre la manera de reaccionar de las esposas de migrantes, como pueden ser el nivel de instrucción escolar de estas últimas, la etapa en que se encuentran en su ciclo de vida, la conducta de los miembros de su familia, los recursos económicos de que disponen, etcétera. En todo caso, el proceso migratorio de los hombres mazahuas deja la posibilidad de que las mujeres adquieran más poder y control sobre el hogar, manifestándose en la gama más amplia de decisiones que tienen que tomar. Con el paso del tiempo, las mujeres indígenas se sienten capaces —pero ante todo tienen la obligación moral— de sacar adelante a su familia asumiendo nuevas y más amplias responsabilidades en los ámbitos domésticos y sociales. De manera paulatina, ellas se van imponiendo en la vida cotidiana como interlocutoras con voz y voto tanto en las asambleas del pueblo como en las reuniones de la escuela o las reuniones convocadas por autoridades gubernamentales. Ciertamente, debemos admitir que les es muy difícil suplir la autoridad del padre de familia en la educación de los hijos e imposible reemplazar el afecto que éste les podría brindar, pero la potencia creativa de las reacciones de las esposas de migrantes es innegable. La imaginación económica de estas mujeres mexiquenses es capaz de franquear las estrechas fronteras del ámbito del gasto del hogar para desplegar sus efectos en espacios tradicionalmente etiquetados como masculinos. De esta forma, la migración internacional masculina es susceptible de constituir una oportunidad para ver florecer las palabras de las mujeres mazahuas.

 

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Notas

Este trabajo es producto del proyecto de investigación CONACYT (clave de registro INMUJER 2003-COI-10356): La seguridad alimentaria y la equidad de género en condiciones de migración masculina en el medio mexiquense. El papel de las instituciones.

1 Entre los trabajos especializados en la cultura mazahua que dan cuenta de sus estrategias de reproducción social se encuentran: Lourdes Arizpe, Indígenas en la ciudad de México, el caso de las "Marías ", México, SEP-Diana, 1970; Lourdes Arizpe, Campesinado y migración, México, SEP, Primera Edición, 1985; Ivonne Vizcarra Bordi, Entre el taco mazahua y el mundo: La comida de las relaciones de poder, resistencia e identidades, México, UAEM, 2002; Felipe González Ortiz, "Mujeres que cuidan. El ciclo de vida de las mujeres indígenas en el Estado de México", en Ivonne Vizcarra (comp.), Género y poder: diferentes experiencias, mismas preocupaciones, México, Universidad Autónoma del Estado de México, 2005, 181- 222 y; Felipe González Ortiz e Ivonne Vizcarra Bordi, Mujeres indígenas en el Estado de México. Vidas conducidas desde sus instituciones sociales, México, El Colegio Mexiquense y UAEM, 2006.

2 Steve Wiggins et al., Modos de vida cambiantes en el medio rural, México, Universidad Autónoma del Estado de México, Coordinación General y Estudios Avanzados, 2000.

3 En 1974, inició el Programa Trabajadores Agrícolas Migratorios Temporales Mexicanos en Canadá con tan solo el envío de 203 trabajadores para laborar en granjas de Ontario y Québec. A partir de 1989, se incorporaron las primeras mujeres en este programa, y en la actualidad apenas 3 por ciento de los más de diez mil trabajadores agrícolas que anualmente son enviados a Canadá son mujeres (Rosa María Vanegas García, "México y el Caribe en el Programa Agrícola Canadiense", en Revista Mexicana de Estudios Canadienses, vol. 1, núm. 6, octubre 2003.

4 Para efecto de este estudio se define migración como "El cambio de residencia que entraña fundamentalmente una decisión económica e individual para mejorar las condiciones de vida" (Roberto Herrera, La perspectiva teórica en el estudio de las migraciones, México, Siglo XXI Editores, 2006, 25) La migración internacional se refiere cuando este cambio de residencia se realiza a otra nación, temporal, cíclica o permanentemente. Además de manifestar múltiples relaciones sociales que ligan a la comunidad de origen del migrante con el lugar de destino, enfrentándose y superando límites geográficos, culturales y políticos, que se manifiestan de lo global a lo local y viceversa.

5 Véanse los trabajos de Patricia Arias, "Las migrantes de ayer y de hoy"; Marina Ariza, "Género y migración femenina: dimensiones analíticas y desafíos metodológicos" y; María Eugenia D'Aubeterre Buznego, "Mujeres y espacio transnacional: maniobras para negociar el vínculo conyugal", en Dalia Barrera y Cristina Oehmichen (coords.), Migración y relaciones de género en México, México, GIMTRAP, UNAM, 2000.

6 Para este estudio tomamos de la microfísica del poder de Foucault a todas las formas articuladas de ejercer acciones de poder de unos, en un campo microsocial de reacciones y respuestas de otros. Michel Foucault, Sujeto y poder (primera traducción al castellano por Mauricio Fuentealba Toro), Madrid, Ediciones La Piqueta, 2005, 1-18.

7 Ivonne Vizcarra Bordi, Entre el taco..., p. 23.

8 Austreberta Nazar y Emma Zapata, "Desarrollo, bienestar y género. Consideraciones teóricas", La Ventana, núm. 11, México, 2000, 73-118. Para ampliar el concepto de empoderamiento desde los estudios de género y feministas, léase a Heidi Fritz Horzelia, "El empoderamiento como categoría analítica: Una discusión a partir de Naila Kabeer", en Mujeres rurales: género, trabajo y transformaciones sociales, Colegio de Postgraduados, CONACYT, Ziza, Instituto Poblano de la Mujer, 2003, 49-68.

9 Para aplicar dicha encuesta, se obtuvo una muestra total de 163 hogares, distribuidos (probabilísticamente) de la siguiente manera: 27 en SRL, en 49 en SLO y, 87 en SFT. La encuesta se aplicó de diciembre de 2005 a marzo de 2006.

10 Marina Ariza, "Género y migración femenina: dimensiones analíticas y desafíos metodológicos", en Dalia Barrera y Cristina Oehmichen (coords.), Migración y relaciones de género en México, México, GIMTRAP, UNAM, 2000, 33-62.

11 Silvia Pedraza, "Women and Migration: The Social Consequences of Gender", en Annual Review of Sociology, 17, 1991, 303-325.

12 Véanse los trabajos de Antonella Fagetti, "Mujeres abandonadas, desafíos y vivencias", y María Marroní, "Él siempre me ha dejado con los chiquitos y se ha llevado a los grandes: ajustes y desbarajustes familiares de la migración", en Dalia Barrera y Cristina Oehmichen, "Migración y relaciones"; Beatriz Canabal, "Migración y estrategias de reproducción social en la montaña alta de Guerrero", disponible en línea: http://www.xoc.uam.mx/~mdrural México, 2005.

13 Carolina Rosas, "Administrando las remesas. Posibilidades de Autonomía de la Mujer: Un Estudio de Caso en el Centro de Veracruz", en Género, cultura y sociedad 1. Serie de investigaciones del PIEM, Autonomía de las mujeres en contextos rurales, México, Colegio de México, 2005, 15-51.

14 Verónica Stoehrel, "Poder patriarcal y resistencia femenina", Razón y palabra, Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicación, núm 20, México, 2000-2001, 1-9.

15 Nelson Molina Valencia, "Resistencia comunitaria y transformación de conflictos", en Reflexión política, diciembre, vol. 7, núm. 014, Universidad de Bucaramanga, Colombia, 2005, 71.

16 Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld, Resilencia y prejuicios teóricos en psicoanálisis [en línea, http:www.Autismo-congress.net/timologinews/resiliencia.html] 2005.

17 Helena Combariza, La resiliencia: el oculto potencial del ser humano [en línea, http:azur.eii.es/~kabukan/laresilencia.html] 2005.

18 Michel Manciaux, La resiliencia: resistir y rehacerse, España, Ed. Gedisa, 2003.

19 Vizcarra Bordi, Entre el taco..., p. 22.

20 Fernando Acosta, "Los estudios sobre la jefatura de hogar y pobreza en México y América Latina, en Javier Alatorre", Las mujeres en la pobreza, México, Comité coordinador del GIMTR AP, 1997, 95.

21 Jorge Arzate Salgado e Ivonne Vizcarra Bordi, "La migración masculina transnacional como violencia estructural de género en comunidades campesinas del Estado de México", Ponencia presentada en el 52° Congreso de Americanistas, Sevilla, 2006.

22 González Ortiz e Ivonne Vizcarra, Mujeres indígenas...

23 Consejo Nacional de la Población. Datos Estadísticos http://www.conapo.gob.mx, 2000.

24 González Ortiz e Ivonne Vizcarra, Mujeres indígenas...

25 Fabiana Sánchez Plata e Ivonne Vizcarra Bordi , "Movilidad y cambio social. Lecciones de tres generaciones de migrantes trasnacionales del valle de Solís (Temascalcingo, Estado de México)", Documento inédito, México, 2008.

26 Sobre la historia de la migración en el Estado de México véase el trabajo de Szasz , Ivonne, "Migraciones en el Estado de México", tesis de maestría, División de Estudios de Posgrado, FCPYS,UNAM, México, 1986.
Braceros fue un programa (1942-1964) emergente de empleo agrícola temporal de los Estados Unidos, para suplir la mano de obra faltante en la expansión agrícola de ese país. Fue un modelo de migración pensado exclusivamente para hombres mexicanos, que exigía un modelo de hombre joven, soltero, de origen rural, dedicado al medio rural; a quien se le proponía una contratación temporal. Para abundar sobre el programa, véase Jorge Durand, Más allá de la línea: patrones migratorios entre México y Estados Unidos, México, Consejo Nacional para las Culturas y las Artes, 1994.

27 Vizcarra Bordi, Entre el taco... Además, existen desde los ochenta, importantes fundaciones filantrópicas y religiosas que han desarrollado una serie de programas de ayuda a estas poblaciones como Promazahua, Visión Mundial, Misión Mazahua, Un kilo de Ayuda Fundación Televisa, Grupo Salinas Proyectos Productivos Organización ToKs-Gigante (ahora Soriana), Fundación Rigoberta Menchú, entre otros.

28 Vizcarra Bordi, Entre el taco...

29 Siboney Pineda Ruiz, Ivonne Vizcarra Bordi y Bruno Lutz Bachère. "Gobernabilidad y pobreza: proyectos productivos para mujeres indígenas mazahuas del Estado de México", en Indiana Revista de Iberoamérica, Berlín, núm. 23 otoño 2006, 283-307.

30 Para entender el proceso de migración véase Herrera, "La perspectiva teórica".

31 En la región mazahua, así se le conoce a la persona o contacto que los llevará a la frontera y contactará a los "coyotes" quienes se encargarán de cruzarla de manera ilegal.

32 Qtro estudio, en la misma comunidad, enfocó su análisis para el caso de los hogares que tienen experiencia con el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales de Canadá. Para ampliar el panorama véase a Lutz Bruno e Ivonne Vizcarra, "Entre el metate y el sueño canadiense: representaciones femeninas mazahuas sobre la migración contractual transnacional", Les Cahiers ALHIM Femmes latino-américaines et migrations, Université de Paris VIII, núm. 14, vol. 2, 2007, 283-312.

33 Michel Foucault, Sujeto y poder. 2005, p.13

34 Michel Foucault, Sujeto y poder, 2005, p.14-15.

35 Testimonio de Gloria, de 43 años, SLO, entrevistada en diciembre de 2005.

36 Testimonio de Edith, de 27 años, SFT, entrevistada en febrero 2006.

37 Testimonio de Antonia de 44 años, SLO, entrevistada en febrero, 2006.

38 Véase Cecilia Rodríguez Dorantes, "Entre el mito y la experiencia vivida: Las jefas de familia", en Familias y mujeres en México, México, Colegio de México, 1997, 195-238.

39 Testimonio de Esther de 29 años, SRL, entrevistada en enero de 2006.

40 Testimonio de Antonia de 44 años. SQL, entrevistada en febrero, 2006.

41 El "susto" es una variante del fenómeno conocido en diversas partes del mundo como pérdida del alma, sin embargo, en México y Latinoamérica (en el medio popular) adopta un carácter muy particular pues es considerado una enfermedad. El "espanto" o "susto" puede definirse como un "impacto psicológico" de intensidad variada que se padece a consecuencia de factores diversos entre los que se encuentran los de índole sobrenatural, fenómenos naturales y circunscritos en experiencias personales que emergen como eventualidades fortuitas del todo inesperadas. Imelda Díaz Ruiz, Maribel Juárez, Miguel Ángel Fernández y Alicia Hamui, "El 'espanto' o 'susto' en el medio popular y bajo el enfoque médico", Atención Familiar, UNAM, 2007:14(1):1-4. Si bien el "susto" es una entidad nosológica de filiación tradicional extendida prácticamente en todo el territorio nacional, para las mujeres mazahuas el "susto", está relacionado directamente a la violencia sexual y de género. Quienes son víctimas del "susto" son por lo general las mujeres abandonadas o recién viudas. Los hombres que perpetuan la violación sexual pueden ser parientes cercanos o sólo conocidos. En muchas ocasiones, las mujeres quedan embarazadas, sin embargo el agresor no se hace responsable de la paternidad. Estas formas de marcación social patriarcal, son otra forma más de reafirmar la vulnerabilidad de las mujeres ante tal sistema.

42 Las instituciones sociales que se consideran como reguladoras son: el sistema de cargos, las religiones (católica y protestante), el sistema de parentesco (Felipe González Ortiz e Ivonne Vizcarra Bordi, Mujeres indígenas.. 2006) y los programas de corte asistencial y filantrópicos.

43 Testimonio de Judith, 25 años, SFT, entrevista realizada junio de 2006.

44 Testimonio de Antonia de 44 años.

45 Testimonio de Gloria, 43 años, SLO, entrevistada en diciembre de 2005.

46 Francine Mestrum, "Discurso y resistencia: La mujer latinoamericana en el nuevo discurso sobre la pobreza". Ponencia presentada en LASA, Washington, 2001.

47 Siboney Pineda Ruiz, Ivonne Vizcarra y Bruno Lutz, " Gobernabilidad y pobreza".

48 Sobre las condiciones de las mujeres indígenas migrantes, véase el trabajo de Laura Velasco Ortiz, "Experiencias organizativas y participación femenina de indígenas oaxaqueños en Baja California", en Indígenas mexicanos migrantes en los Estados Unidos, México, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2004.

49 Véase Sassen Hondagneu-Sotelo, Domestica: Immigrant Workers Cleaning and Caring in the Shadows of Affluence, Berkeley, University of California Press, 2001.

50 Testimonio de Edith de 27 años, SFT, entrevistada en febrero 2006.

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