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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 no.117 Zamora mar. 2009

 

Reseñas

 

Eva Canel, Lo que ví en Cuba, prólogo y notas de José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez

 

Laura Muñoz*

 

Santiago de Cuba, Narrativa Mariposa, Editorial de Oriente, 2006, 166 p.

 

* Instituto Mora/AMEC. Correo electrónico: lmunoz@mora.edu.mx

 

Eva Canel fue una mujer de entre siglos. De la vida en esa época de grandes transformaciones habla en sus diferentes textos, como periodista y como autora de novelas y piezas de teatro. Gracias a una edición de José Abreu Cardet y de Elia Sintes Gómez, podemos conocer en la actualidad uno de los escritos de la intrépida asturiana, Lo que ví en Cuba. (A través de la isla), publicado por primera vez en 1916, y que era muy difícil de consultar en nuestros días a no ser en algunas bibliotecas de universidades norteamericanas, de Barcelona, o en el Instituto Iberoamericano de Berlín. El trabajo acucioso realizado por ambos editores resulta inestimable porque contribuye a ubicar al lector en la Cuba de la época, en los lugares descritos, y entre los personajes que aparecen en el registro de la autora. Así, el libro se inscribe no sólo en una larga tradición de libros de viajes a Cuba, sino en una serie de estudios sobre Eva Canel.

El libro no es resultado de una primera visita de la autora a Cuba, ella había vivido ahí en la última década del siglo XIX, había colaborado intensamente y sin reservas con la causa española durante la guerra de independencia y había dejado la isla "llorando, casi sin solución de continuidad" (37), según reconoce, sin avergonzarse, en el testimonio que narra su recorrido por la isla tres lustros después. Esta situación, en la que nuestra autora regresa al país abandonado, hace llamativo el texto por el tono que utiliza, en el que no hay resquemores, ni resentimientos o revanchas, tampoco enemistad al referirse a la vida de españoles y cubanos, más bien, lo que observamos es una exaltación de la patria, la patria común.

Se trata de una narración típica de la literatura de viajes, en la que se van mostrando en una secuencia lineal entre tiempo y recorrido la cartografía y la geografía de Cuba, "llevándonos pendientes de la belleza del paisaje", se comentan algunos temas del acontecer en esa Antilla durante los primeros años de la vida republicana y se señalan los cambios que la intervención estadounidense implantó. Tiene la particularidad, por un lado, de enfatizar la presencia de una población española, ya fuera porque había vivido ahí desde tiempo atrás, porque había regresado después de unos años, pasado el 1898, o porque acababa de arribar vinculada al fenómeno migratorio desencadenado por el cultivo de la caña y, por otra parte, de recurrir, como eje articulador de su discurso, a la censura de las costumbres y las prácticas norteamericanas en la isla, pero, sobre todo, se caracteriza por su acendrado hispanismo sin caer en posturas chovinistas. Un hispanismo que le brinda "la suerte de sentir el patriotismo tan ampliamente..." (82).

Cuando se refiere a los españoles, lo hace destacando su participación en la defensa de la colonia o su compromiso con el desarrollo económico de Cuba. No obstante, pareciera que lo que le interesa más es hablar de la gente común, es como si tratara de hacer un inventario de aquellas personas que de otra manera no serían conocidas. Se refiere a comerciantes, propietarios de fincas, de industrias, a profesionales, a administradores, pero también a viajantes de papelerías, cocheros, empleados de hotel.

Lo que ví en Cuba fue escrito en una época de gran euforia, euforia que la autora no comparte, en la que el cultivo de la caña se extendía por el centro y el oriente del territorio insular, con la consecuente inmigración de trabajadores, en gran parte españoles, atraída por la riqueza azucarera. Precisamente, es el paso de Eva Canel por la antigua provincia de Oriente, lo que conocemos en esta edición que rescata sólo una parte de un escrito más largo. La selección se justifica, según los editores, porque es en este capítulo donde se describe no sólo la vida de los inmigrantes, "el paisaje humano y geográfico cubano", sino donde se hacen reflexiones sobre el pasado y el presente de la isla que no aparecen en los otros capítulos del libro, y se nos ofrecen recuerdos acerca de las relaciones de Eva Canel con José Martí (19).

Entre los temas que encontramos podemos señalar: la patria española, la peregrinación a los lugares sagrados —ahí donde se llevó a cabo la defensa española—; la relación entre españoles e hijos de Cuba, "que viven en perfecta armonía"; los cambios en las formas de vida, con una mirada impregnada de nostalgia por el pasado y de mucha claridad acerca del futuro de un país monoproductor y dominado por capital extranjero; las redes solidarias entre peninsulares; las sociedades de recreo o Colonias; el alojamiento en hoteles; las repercusiones de la presencia norteamericana que desplaza al capital español; las condiciones de vida en los centrales; y la amistad, ya señalada en el párrafo anterior, de la autora con Martí.

Y sin tener una postura maniquea, lo cierto es que Eva Canel muestra a lo largo de su narración los comentarios positivos o negativos que le merece lo que va observando, nos comunica sus afectos, su entusiasmo, pero también sus críticas, lo que reprueba, lo que condena; y no le gusta ni la presencia ni las costumbres norteamericanas en Cuba. En este tema encuentra su afinidad con Martí y rescata opiniones coincidentes con aquél. También, curiosa o irónicamente, apela a la figura de Martí para reforzar su anhelo de unidad bajo el manto de lo español, proponiendo incluso tomarlo como intermediario para que "ruegue a Dios por la perpetuación de la raza hispana, y el habla hispana y el carácter hispano, en este mundo hermoso, regado con sangre de mártires y de héroes" (65).

A lo largo de las páginas, nuestra autora recupera una visión de simpatía, de reconocimiento a la actuación del contingente español, "puñadito de titanes", frente al ejército norteamericano. Y si bien encontramos referencias a la lucha de españoles por defender la dominación colonial de Cuba, "fieras defensas", éstas son siempre para destacar la actuación memorable, pero sin denostar la participación de los rebeldes, a los que considera pueblo varias veces heroico, de acometidas valerosas. No recuerda la guerra reproduciendo imágenes bélicas y no lo hace ni siquiera cuando se trata de hablar de su hijo. Apenas menciona acciones, prefiere hablar de los individuos, de las emociones, de los sentimientos. Esta es una manera de ver la guerra, de recordarla, una manera que no identifica animadversión.

Lo que sí encontramos a lo largo de las secciones, son innumerables críticas y comentarios negativos respecto a la presencia norteamericana en la guerra, y posteriormente, en la vida cubana una vez restablecida la paz e instaurada la República. Las críticas antinorteamericanas aparecen intercaladas, incluso, cuando está hablando de la belleza del entorno, y están cuando habla de los viajes en ferrocarril; de las medidas sanitarias; de los "turistas de ojos y no de entendimiento"; y de la violencia con que los estadounidenses imponen su control.

En una generalización, podemos decir que para Eva Canel la figura del español es siempre la de un hombre recto, valiente, honorable, educado, "cumplidor de su deber". A ella no le interesa remarcar los regionalismos, por el contrario, le preocupa subrayar el marco español. Los cubanos son vivos, "más vivos que treinta centellas" (p. 24), y las mujeres hermosas y simpáticas; por su parte, los negros, son complacientes y "muy personas", pero también caballeros. Ella sostiene que no distingue "de colores: tan sólo de educaciones, virtudes y culturas" (89).

Cuando se refiere a Cuba, reconoce la hermosura de sus campos, pero se permite comentarios irónicos y denuncias veladas. Hay que leerla para disfrutar de su opinión y de sus descripciones: en su sentir la isla "atesora bellezas incopiables que se van escalonando para que la admiración pase de sorpresa en asombro" (26); y entre tanta belleza y primor evidente en la isla, se lamenta de que "la inmensa mayoría de los cubanos" no la conozcan, y también, y pareciera que sobre todo, de que esa hermosura la dominen "los extranjeros codiciosos", por eso invoca a Martí, "Martí! ¡Qué falta nos has hecho a todos!" (33), suspira, en un reconocimiento sorprendente porque Eva Canel, fue "sin lugar a dudas —afirma Carmen Barcia—, una furibunda integrista, monárquica confesa, apasionada defensora de la permanencia del poder colonial en Cuba".

El testimonio de su recorrido alude a una actividad que será importante en la isla, pero que en ese entonces se vislumbraba como un incipiente turismo. ¿Qué es la narradora?, ¿una turista o una viajera?, es un debate al que no entraremos pero que queremos dejar señalado a los potenciales lectores del libro, del que se pueden hacer varias lecturas, que dependen del lector y de la riqueza del contenido. La posibilidad de rastrear diversos temas invita a disfrutar este texto, ameno, de escritura clara, lleno de pasión, que deja constancia, desde otras perspectivas, de dos asuntos importantes en la historia de Cuba, el de la migración española y el de la presencia norteamericana.

Otro asunto interesante es la ausencia de una intertextualidad con otros viajeros. Eva Canel no la necesita para dar autoridad a sus palabras. Como otras crónicas de viaje, Lo que ví en Cuba se ubica en la empresa de crear una identidad, una identidad nacional, pero para la autora ésta se encuentra en un ámbito más amplio, más allá de los confines de la isla, en el espíritu común de lo español. A diferencia de otros libros de viajeros, éste no habla de aventuras, lo que encontramos son reflexiones que podríamos calificar de sociológicas, tampoco pretende ser un catálogo para atraer los intereses imperiales, ni tiene como eje el relato sobre el otro, aquí de quien se habla es de la comunidad a la que ella pertenece; y frente a ésta, lo ajeno, lo diferente, lo extraño es el extranjero, el norteamericano. Entre líneas, la autora llama a los residentes en Cuba, españoles y cubanos, a formar empresas, empresas de cubanización y previene del peligro de que Cuba se incline demasiado hacia el norte, "el Norte la envolverá en sus torbellinos sin dejarle aire respirable".

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