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Salud mental

versão impressa ISSN 0185-3325

Salud Ment vol.37 no.3 México Mai./Jun. 2014

 

Actualización por temas

 

Consumo de alcohol en la adolescencia. Consideraciones médicas y orientaciones educativas

 

Alcohol consumption during adolescence. Medical considerations and educational counseling

 

Francisco David Rodríguez García,1 María Luisa Sanchiz Ruiz,2 Rafael Bisquerra Alzina3

 

1 Departamento de Bioquímica, Universidad de Salamanca, España.

2 Universitat Jaume I, Castellón, España.

3 Universitat de Barcelona, España.

 

Correspondencia:
Francisco David Rodríguez García,
Departamento de Bioquímica y Biología Molecular,
Edificio Departamental,
Campus Unamuno,
Universidad de Salamanca,
37007 Salamanca, España.
E-mail:
lario@usal.es

 

Recibido primera versión: 23 de noviembre de 2012.
Recibido segunda versión: 20 de noviembre de 2013.
Aceptado: 22 de enero de 2014.

 

RESUMEN

El consumo de alcohol por parte de los adolescentes supera en España el consumo de otras sustancias psicoactivas. Los daños que el cerebro humano sufre a causa del etanol, especialmente en la etapa de la adolescencia, son objeto de muchos estudios y se centran principalmente en cómo se afecta la neurotransmisión. Además, la vulnerabilidad del cerebro de los adolescentes a la influencia del alcohol ofrece rasgos peculiares por cuanto se encuentra en una etapa de intensa actividad de remodelación sináptica. Es necesario unir fuerzas, conocimientos y recursos dirigidos a un mejor conocimiento, tanto de los efectos biológicos del alcohol en el individuo adolescente como de los derivados del consumo en los ámbitos emocional, social y familiar, para diseñar actuaciones educativas que faciliten la modificación o erradicación de hábitos no saludables relacionados con la ingesta de alcohol. La evaluación previa se dirige a promover la calidad de vida en la Educación Secundaria, una etapa crucial en el desarrollo global del ser humano.

Palabras clave: Alcohol, adolescencia, cerebro, asesoría educativa.

 

ABSTRACT

Alcohol is the most commonly consumed psychoactive drug among Spanish adolescents. The effects of alcohol on human brain, specifically on neurotransmission, are broadly studied. The adolescent brain is especially vulnerable to the effects of alcohol due to the intense and active processes of synapses restructuring ocurring during this period. To achieve and establish educational interventions directed to facilitate and eradicate harmful habits related to alcohol consumption during adolescence, it is necessary to join resources, knowledge and forces focused on a better understanding of the biological effects of alcohol and the harm produced in the emotional, social and familiar realms. Here, we discuss that intervention needs previous evaluation and should focus on Secondary Education, a crucial period in human development.

Key words: Alcohol, adolescence, brain, educational counseling.

 

ADOLESCENCIA Y CONSUMO DE ALCOHOL

Según la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el periodo de edad comprendido entre los 10 y los 19 años (la segunda década).1 Esta etapa, a su vez, se subdivide en dos grupos de edad: de 10-14 años (adolescencia temprana) y de 15-19 años (adolescencia tardía).2 La adolescencia es una etapa de cambios sustanciales en tiempos cortos, que afectan al desarrollo y la consolidación de las funciones del organismo. Las transformaciones incluyen la aparición de la pubertad, el afianzamiento y la consolidación de las relaciones sociales con los iguales o el forcejeo por conseguir la independencia respecto de los padres o tutores.3,4 El tiempo y la forma de la adolescencia son cambiantes. El comienzo de la pubertad tiende a ser más temprano, mientras que se retrasa la edad en la que se consiguen papeles sociales más estables.2 Esta etapa de la vida se caracteriza por un desarrollo muy importante del cerebro que incluye el establecimiento, la remodelación y la consolidación de los circuitos neuronales en lugares clave de la corteza prefrontal y en otras áreas corticales y subcorticales, esenciales en las funciones ejecutivas del cerebro.5

Consumir alcohol no es un problema exclusivo de la adolescencia, pues compete a toda la población. Pero el comienzo del consumo suele producirse durante esta etapa.

Por tanto, si dirigimos la atención, el análisis y la acción a los adolescentes, podemos evitar daños prematuros y futuros, al tiempo que sometemos a una revisión crítica ciertas actitudes y conductas de los adultos que estimulan y promueven el consumo.

En su entorno habitual, los adolescentes encuentran mensajes ambiguos.6 Por un lado, desde diversas instancias públicas y privadas se denuncian los efectos nocivos del alcohol y, por otro, se estimula el consumo con campañas publicitarias de las empresas vendedoras y distribuidoras, que a menudo incluyen términos engañosos (v.gr., consumo "responsable" y "moderado") y presentan los mensajes asociados a imágenes de libertad y diversión. Los efectos derivados del consumo de alcohol no constituyen sólo un problema individual, sino también comunitario. Aunque el riesgo se define como una acción que puede implicar una pérdida, cada sujeto lo entiende en función de sus propias percepciones.7

En las patologías asociadas al consumo de alcohol8 son destacables los trastornos relacionados con el comportamiento hacia el alcohol (abuso o consumo perjudicial y dependencia del alcohol) y las alteraciones relacionadas con los efectos directos sobre el cerebro (intoxicación aguda, abstinencia alcohólica, delirium, trastorno amnésico, síndrome de Wernicke-Korsakow y demencia, trastornos psicóticos, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, disfunciones sexuales y trastornos del sueño). Sin embargo, guiados principalmente por el placer momentáneo asociado a la bebida, forzados por la presión del grupo de amigos, impulsados por sus deseos de mejorar la comunicación con los demás o como forma de evasión, los humanos obvian en gran medida los daños asociados al consumo.

En España, se realizan diversos estudios para conocer en qué medida consumen drogas los adolescentes. Entre ellos podemos destacar la encuesta estatal sobre uso de drogas en estudiantes de secundaria (ESTUDES), que cubre todo el territorio español y se centra en la adolescencia tardía. Los datos más recientes se refieren a ESTUDES 20109 (Muestra de 31 967 estudiantes, entre 14 y 18 años). En ella se señala que la sustancia psicoactiva de consumo más generalizado entre los encuestados es el alcohol. El 73.6% ha tomado bebidas alcohólicas en los últimos doce meses. El 63% ha bebido en los últimos 30 días previos a la encuesta. Un 36.7% de la muestra ha bebido en forma de atracón (binge drinking) en los últimos 30 días previos a la encuesta. La bebida en forma de atracón consiste en beber unos 50g de alcohol en un corto periodo de tiempo, 2-3 horas, al menos una vez a la semana. ESTUDES establece la edad media de inicio en el consumo de alcohol en los 13.7 años. Por su parte, la prevalencia del consumo de alcohol en la población señalada se mantiene prácticamente constante desde 1994.

La expresión más paradigmática del consumo en atracón la encontramos en los denominados "botellones" y "macrobotellones",10,11 reuniones multitudinarias, celebradas generalmente al aire libre y durante los fines de semana, de sujetos adolescentes y jóvenes, principalmente. También se observa esta conducta en adultos (generalmente, en otros escenarios). El consumo intensivo y repetido supone un estímulo para el cerebro que incluye el aumento rápido de la concentración de alcohol en sangre, su ausencia durante el tiempo de abstinencia. España pertenece a la Unión Europea (UE), la región del mundo en la que más de un quinto de la población de más de 15 años consume alcohol de forma episódica e intensa (binge drinking).12

 

ALCOHOL Y NEUROTRANSMISIÓN

El alcohol etílico es una sustancia exógena que el organismo metaboliza y transforma en compuestos asimilables o desechables. Su estructura y propiedades químicas le permiten llegar a todos los órganos y tejidos una vez absorbido. El etanol atraviesa las membranas de las células e interacciona con todos los elementos que las componen. Se ha descrito el efecto específico del etanol sobre proteínas receptoras y conductos para iones.13 Por ejemplo, receptores NMDA (N-Metil_D-Aspartato) para glutamato, receptores para glicina, receptores para la acetilcolina (tipo nicotínico), receptores para serotonina (tipo 5HT3), conductos para calcio (tipo L) y algunos conductos para el potasio.14 La acción del etanol en estas proteínas es detectable a concentraciones a partir de 1 mM (46 mg/L). La interferencia del etanol con los sistemas de neurotransmisión es la base del daño que el alcohol provoca, a corto y a largo plazos, al cerebro. La interacción del etanol con las proteínas mencionadas es dosis-dependiente y responsable de efectos agudos como la desinhibición, la sedación o el sueño. Los efectos del etanol se diversifican para perturbar otros sistemas neurotransmisores, opioides, dopamina y endocanabinoides, que se relacionan con mecanismos de refuerzo positivo y recompensa y sirven de punto de inicio de la dependencia alcohólica. Una vez consolidada la dependencia, intervienen otros sistemas neurotransmisores (la hormona liberadora de corticotropina, o CRH, y el neuropéptido Y, NPY) que tienen una estrecha relación con la activación patológica de los circuitos que controlan el estrés y los estados de emergencia.15

Los estudios de mapas de densidad de la sustancia gris señalan que no todas las estructuras del cerebro maduran al mismo ritmo y tiempo.16 Las diferencias en maduración cerebral pueden explicar, en parte, diferencias de sensibilidad a los efectos del etanol en las etapas de la vida. En la adolescencia, por ejemplo, los efectos placenteros del alcohol aparecen a dosis muy bajas, mientras que los efectos desagradables, ligados a la intoxicación, emergen a dosis más elevadas. Este fenómeno, relacionado con la sensibilidad del individuo a los efectos del etanol, estimula y refuerza la conducta bebedora en los adolescentes.17

Se ha demostrado una clara correlación entre la edad en la que se comienza a consumir alcohol y el riesgo de ser alcohólico en la edad adulta. Cuanto antes se comienza a beber, el riesgo es mayor.18 Los programas de prevención primaria o secundaria, que ayuden a los adolescentes a tomar conciencia de los efectos dañinos de esta droga y a desarrollar habilidades de autocontrol y toma de decisiones, constituyen un enfoque relevante.

Debido a restricciones legales y éticas, no es factible realizar ciertos estudios acerca de los efectos del alcohol en adolescentes humanos. Por ello, se llevan a cabo ensayos que utilizan modelos animales, fundamentalmente roedores19-22 o modelos in vitro.13 La investigación básica en estos modelos pretende explicar los mecanismos celulares y moleculares que subyacen a la etiología y que son responsables de las consecuencias del consumo de alcohol.4

 

Políticas de prevención

Las políticas de prevención incluyen normas y leyes que establecen las autoridades competentes, así como programas educativos en diversos contextos y la educación en el entorno familiar. Según el informe de 2009 de la Organización Mundial de la Salud sobre las intervenciones dirigidas a la reducción del daño producido por el alcohol,12 las políticas de información y educación, aisladas, tienen un escaso impacto en la conducta bebedora de los individuos en general. Sin embargo, tienen sentido en el mantenimiento y enriquecimiento de una conciencia social e individual sobre el consumo de alcohol y sus consecuencias. Son acuciantes acciones multidisciplinares que incluyan políticas relacionadas con el precio, la prohibición de consumo y venta en determinados lugares y a menores de edad, así como acciones de formación y desarrollo integral en los distintos ámbitos de la comunidad en la que el sujeto desarrolla su actividad.

Las agendas y los programas de salud de diferentes organismos e instancias deben situar el foco en la adolescencia para llevar a cabo políticas de mejora de la salud durante esa etapa y la vida futura.2 No se trata de mirar la adolescencia con paternalismo y condescendencia, a veces con cierto desprecio. La adolescencia es una etapa de crecimiento, de posibilidades, de ajustes, que reclama atención en todos los ámbitos del desarrollo del individuo y la promoción de su salud.

 

Orientaciones educativas

Es importante plantear soluciones y orientaciones educativas que ayuden a los adolescentes y se hagan extensivas a familiares, educadores y a la comunidad en general. Recurrir a sustancias psicoactivas no es la solución.24

Desde la psicopedagogia entendemos la orientación como un proceso continuo que debe ayudar al pleno desarrollo del individuo y a capacitarle para la autorientación y la participación activa, crítica y transformadora de la sociedad en la que vive.25 Ante el consumo de alcohol por parte de la población adolescente, consideramos importante la puesta en marcha de programas preventivos y de intervención que, con una visión holística, tengan en cuenta todos los agentes implicados y capaciten a los adolescentes para ser conscientes de la responsabilidad que tienen en su propio desarrollo.

Para que las propuestas educativas se ajusten a la población a la que se dirigen, es importante realizar un análisis adecuado y determinar las demandas y necesidades de los destinatarios. En ocasiones, existe la necesidad pero no se es consciente de ella y, por tanto, no se ha formulado la demanda; de ahí la importancia de concienciar a los implicados. No ajustarse a este primer requisito puede poner en peligro el mejor de los programas o reducir su efectividad. Los destinatarios del programa deben percibir la necesidad del mismo, hacer suya la demanda, para que aquél no sea percibido como algo impuesto desde fuera, sino como algo solicitado y deseado.

 

Destinatarios de los programas. Tipología

Hay que tener en cuenta que no todos los individuos tienen el mismo grado de acercamiento al alcohol. Pantoja y Añanos26 diferencian cuatro grupos:

a) Grupo de la normalidad, compuesto por menores que no consumen o cuyo consumo es esporádico.

b) Grupo de riesgo, menores que se han iniciado en el uso y tienen un riesgo elevado de convertirse en drogodependientes.

c) Grupo crítico-dependiente, semejante al anterior pero con un consumo habitual; se acercan a la exclusión.

d) Grupo excluido, menores inmersos en el mundo de la droga, ubicados de lleno en el mundo de la exclusión ("niños y niñas de la calle").

Por su parte, Arbex24 distingue cinco grupos:

a) Menores abstemios o consumidores moderados.

b) Menores consumidores abusivos de alcohol los fines de semana.

c) Menores bebedores abusivos de alcohol los fines de semana, incluyendo consumo de hachís.

d) Menores consumidores de alcohol, hachís y consumo esporádico de otras sustancias.

e) Menores con un consumo avanzado de drogas.

En función de la clasificación que establezcamos, elegiremos el programa más adecuado.

 

TIPOS DE PROGRAMA

Uno de los objetivos de la educación es desarrollar la prevención, desde la etapa infantil hasta la edad adulta, y, en relación con el consumo de alcohol, haciendo un especial hincapié en la educación secundaria (14-18 años).

Podemos distinguir los siguientes tipos de prevención:27

1. Prevención primaria: se ofrece antes de que surja el problema.

2. Prevención secundaria: actúa en cuanto aparece el problema.

3. Prevención terciaria: actúa ofreciendo tratamiento y rehabilitación cuando el problema está ampliamente desarrollado.

En el cuadro 1 conjugamos el tipo de prevención con la modalidad de programa adaptado a la situación de los destinatarios, tomando como referencia las clasificaciones realizadas por Pantoja y Añanos26 y Árbex.24

Es posible y adecuado realizar prevención en el marco escolar, tal como indica Pérez.28 Pero no sólo se trata de actuar desde los centros formales de educación. También se pueden desplegar iniciativas de tipo social, desde asociaciones, parroquias, ayuntamientos, centros de salud, movimientos de animación o educación social, etc.

 

Factores de riesgo y factores protectores

Existen factores de riesgo asociados a situaciones personales y sociales que predisponen al consumo y abuso del alcohol y de otras drogas (en el cuadro 2 se destacan algunos). Los factores protectores, por su parte, amortiguan o reducen la influencia de los primeros (cuadro 3).

 

Actuaciones preventivas

En el contexto de la adolescencia cumple un papel destacado el desarrollo de una autonomía emocional que incluye capacidades y competencias de autogestión personal, como la autoestima, la responsabilidad, el análisis crítico, la autonomía para la búsqueda de ayuda y recursos, la resiliencia, etc.29 La intervención educativa puede establecer estrategias dirigidas a la adquisición de una autonomía emocional que fortalecerá la capacidad del individuo para enfrentarse a situaciones que puedan atentar contra su salud a corto o mediano plazo.

La familia tiene una importancia capital en el desarrollo de las personas. Cuando en el seno familiar se utilizan pautas comunicativas positivas,30 muchos de los problemas que afectan a la adolescencia pueden ser paliados y resueltos satisfactoriamente, sin necesidad de recurrir a programas especializados. Sin embargo, en muchas ocasiones, las familias precisan orientación para mejorar las relaciones entre sus miembros, los conocimientos de los efectos perniciosos del alcohol y el autoanálisis sobre la conducta bebedora. De manera especial, cuando nos encontramos con grupos de alto riesgo, es fácil encontrar familiares que presentan problemas de alcoholismo, menudeo de droga, altos niveles de analfabetismo, etc.31

Para llevar a cabo acciones efectivas, es necesario detectar qué tipo de prevención se requiere y establecer los niveles del programa. Generalmente se requiere una intervención coordinada con los adolescentes y con sus familias.24 Es precisa una mayor implicación (conocimiento, dedicación y compromiso) y trabajo en red de toda la sociedad para potenciar los factores protectores y trabajar por conseguir una mayor calidad de vida.32 Son necesarias las intervenciones a largo plazo, en contextos dinámicos de mutua interacción e incorporadas en las actuaciones educativas, que nos ayuden a paliar los efectos derivados del abuso del alcohol y a promover empeños por la salud integral.

Pari passu la neurociencia y la educación han de mantener un diálogo fluido que permita conocer mejor las bases biológicas de la adicción33 y diseñar estrategias educativas eficaces34 en el marco de un nexo consolidado entre educación y neurociencia.

 

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