SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.36 número1Una entrevista al profesor Berríos"Alternativas Terapéuticas para la Esquizofrenia" índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Salud mental

versión impresa ISSN 0185-3325

Salud Ment vol.36 no.1 México ene./feb. 2013

 

Información y acontecimientos

 

Los pacientes de Freud

 

Mikkel Borch-Jacobsen es un especialista de la Historia de la Psiquiatría, del Psicoanálisis y de la hipnosis, además de profesor de literatura comparada y de francés en la Universidad de Washington, en Seattle. Es autor de "Recuerdos de Anna O., una mistificación centenaria" (1998); "El expediente Freud: encuesta sobre la historia del psicoanálisis" (en coautoría con Sonu Shamdasani) (2006) y es coeditor de "El libro negro del psicoanálisis" (2005). En 2011 ha publicado "Los pacientes de Freud", investigación muy acuciosa e inédita sobre la biografía de 31 pacientes de Sigmund Freud. En el número 3 de la revista francesa "Le cercle psy" (diciembre 2011-enero-febrero 2012) aparece una entrevista que le realizó Jean-Francois Marmion en donde entresaca algunos de los datos más importantes y desconocidos de su pesquisa.

Usted traza la biografía de 31 pacientes, ¿pero se puede estimar cuántos trató Freud?

Es difícil decirlo. Conozco el nombre de casi 160 analizados de Freud. Algunos historiadores evocan muchos más, pero se trata de estimaciones. No se conocen todos sus pacientes.

¿De qué medios sociales surgieron?

Incluso para mí que trabajo desde hace años sobre Freud, la sociología de sus pacientes fue una sorpresa. Yo sabía que se trataba de gentes acomodadas, pero no había imaginado hasta qué punto. Se trataba de millonarios e incluso de billonarios [...] Anna von Lieben (la "Cácilie M." de los "Estudios sobre la histeria"), Ser-gius Pankejeff (el "Hombre de los lobos"), Margarethe Csonka (la "joven homosexual") eran riquísimos; Fan-ny Moser ("Emmy von N.") estaba considerada como la mujer más rica de Europa Central. Freud fue el terapeuta de la muy muy alta sociedad donde había sido introducido por Josef Breuer, médico general de la gran burguesía judía vienesa, de la aristocracia bancaria, un medio cerrado en el que todo el mundo se conocía. Hasta finales de la guerra del 14-18 la gran mayoría de los pacientes de Freud eran judíos asimilados; muy pocos eran religiosos. A trasfondo, entre las relaciones de los pacientes, se cruzan los intelectuales y artistas vieneses -Oskar Kokoschka, Adolf Loos, Gustav Mahler... Freud era para todas estas gentes una referencia, un poco lo que Lacan será para la vida parisina de los años 1960-1970. Era alguien a quien se consideraba como un genio revolucionario.

La sociología de los pacientes de Freud cambia radicalmente al final de la guerra con el estallido del imperio austro-húngaro y la crisis económica. La corona austriaca ya no valía nada y Freud era, según su paciente Albert Hirst, extremadamente money-minded; sólo seleccionaba a aquellos que podían pagar en divisas extranjeras: suizos, ingleses y sobre todo americanos. Mientras que había conservado durante años sobre su diván a millonarios como Elfriede Hirschfeld, el barón Viktor von Dirsztay o Anna von Vest, Freud declinó retomarlos en análisis al final de la guerra cuando estaban arruinados. Lo mismo ocurrió con el riquísimo Sergius Pankejeff, que había analizado cuatro años y medio antes de la guerra. En 1919 Freud le recomendó una segunda etapa de análisis, cuando Pankejeff no lo solicitó en lo absoluto. Después, cuando Pankejeff se arruinó, Freud no le hizo pagar... pero suspendió el análisis poco tiempo después. No se requiere ser muy entendido para comprender que Freud no se interesaba más en la gente desde el momento en que no podían ya pagar la tarifa prohibitiva que solicitaba (entre 1000 y 1350 euros actuales la hora, según mis estimaciones). Los americanos y otros extranjeros que tomaron el relevo de los arruinados por la guerra poseían grandes fortunas, como Dorothy Burlingham o Carl Liebman. Otros eran psiquiatras que fueron a formarse junto al Maestro y esperaban recuperar la inversión instalándose a su vez como analistas, como Clarence Oberndorf o Abram Kardiner. [...]

- ¿Sobre los 31 pacientes que usted ha estudiado, cuántos estaban mejor después de la terapia?

Muy pocos. Siendo caritativo, yo diría que hay tres. Ernst Lanzer, "el hombre de las ratas" pudo casarse tras su análisis, pasar sus exámenes de Derecho y encontrar un trabajo. También está el caso de Albert Hirst, que consultó a Freud por problemas sexuales: no lograba eyacular. Freud no lo analizó realmente pero trabajó sobre su propia estima y le dio consejos prácticos "sexológicos". Finalmente esto funcionó. Por fin, Bruno Walter, el gran Director de Orquesta: una contractura en el hombro le impedía dirigir su orquesta. Freud, en lugar de analizarlo, le aconsejó partir de vacaciones a Sicilia y no mover el brazo. No hubo ningún resultado. Le aconsejó entonces dirigir la orquesta a pesar de todo. Esto tampoco funcionó. Después Walter leyó una obra terapéutica del médico romántico Feuchtersleben, que le interesó mucho. Progresivamente despareció la contractura ¿fue la sugestión de Freud la que obró la mejoría? ¿La lectura de Feuchtersleben? ¿O se trató más bien de una remisión espontánea? Admitiendo que Freud haya sido el responsable del restablecimiento de Bruno Walter, son pues tres los casos en los que el análisis (o lo que allí ocurrió) fue benéfico. Para todos los otros no hubo resultados terapéuticos durables. Por el contrario, muy frecuentemente, hubo un agravamiento, como en el caso de Viktor von Dirsztay, quien diría que el análisis lo había "destruido". [...]

[...] Tomemos el papel desempeñado por la droga, sistemáticamente silenciado en las historias de los casos. Muchos de los pacientes de Freud eran morfinómanos, como Erns von Fleischl-Marxow, Bruno Veneziani o Loe Kann. Esto desempeñó a veces un papel esencial. Así, la famosa talking cure de Bertha Pappenheim con Breuer se desarrolló mientras que esta joven estaba intoxicada con cloral y con morfina. Era en ese estado que relataba historias y que sus síntomas desaparecían a la medida. Se dice frecuentemente que el psicoanálisis cura por la palabra, pero se olvida precisar que en el caso de B. Pappenheim, se trataba de una palabra drogada. Idem con Anna von Lieben: según Freud, cada vez que ella tenía una crisis, él provocaba una "reminiscencia" -una abre-acción bajo hipnosis- y entonces se sentía mejor. Lo que no dijo es que las crisis de Anna von Lieben eran debidas a la abstinencia y que su apaciguamiento se producía una vez que le había dado su dosis de morfina. Esta cura catártica fue de hecho una cura morfínica [...]

 

En fin, el de Borch-Jacobsen es un texto obligatorio para los historiadores, teóricos y espistemólogos del psicoanálisis, cuyos resultados verdaderamente iconoclastas se unen a otras revelaciones que desde hace años, a partir del libro desmitificador de Ellenberger "El descubrimiento del inconsciente", han mostrado poco a poco la verdadera forma en la que Freud estructuró sus teorías y en la que ejercía su actividad clínica. Un ejemplo reciente es "El caso Freud -Histeria y cocaína" de Han Israéls o el muy discutido "El crepúsculo de un ídolo, la fábula freudiana", de Michel Onfray. Algo que ha sorprendido a los lectores, y que no habían mostrado sus anteriores críticos, es el altísimo coste de sus honorarios (muy por arriba de los que exigía su maestro Charcot reputados por exorbitantes respecto de lo habitual en sus colegas contemporáneos) y que remiten a la anécdota de los desmesurados que su médico, el atildado Antonio Musa, le exigió a Augusto por una consulta de urgencia en la noche como compensación por haberlo hecho levantarse de la cama (y que el César pagó sin chistar). Llama por esto la atención que con semejante fortuna no se haya preocupado por cubrir el rescate que los criminales nazis exigían a los judíos ricos para permitirles huir, de sus propias hermanas, las que murieron en el campo de concentración, y que en su caso particular haya sido la princesa María Bonaparte la que tomó a su cargo esa carga pecuniaria tras haber obtenido del Duce que intercediera ante su cómplice germano para permitir a Freud abandonar Viena.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons