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Salud mental

versión impresa ISSN 0185-3325

Salud Ment vol.34 no.1 México ene./feb. 2011

 

Información y acontecimientos

 

Exhortación a los psiquiatras1

 

Exhortation to psychiatrists

 

Néstor de la Portilla2

 

2 Profesor de Psicopatología y Clínica Psiquiátrica. Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. E.mail: nestordelaportillageada@gmail.com.

 

Cuando se invita a alguien a decir unas palabras, como en este caso, se esperan básicamente dos cosas: que éstas sean profundas, motivadoras, elocuentes, y sobre todo, que sean breves. Como no tengo el talento para llenar el primer cometido espero complacerlos al menos en lo segundo, así que siguiendo los consejos de Baltasar Gracián,* seré breve.

Han escogido un camino, dentro de la medicina, que sin lugar a dudas es el más próximo a los seres humanos y el más apasionante. Nuestra especialidad, la psiquiatría, toma dentro de sus saberes los de la ciencia y los de las Humanidades. En palabras de los clásicos alemanes, formamos parte de las llamadas ciencias de la naturaleza, pero también de las ciencias del Espíritu; por cierto, esta última palabra ya casi en desuso e inclusive considerada de mal gusto dentro del ambiente académico.

Parafraseando a Borges, les tocan a ustedes tiempos difíciles, como a todos los hombres.

Me inicié en la psiquiatría en una época donde la psicopatología fenomenológica y la psicoanalítica comenzaban a retroceder ante la psiquiatría biológica que venía a llenar plenamente el viejo anhelo de los psiquiatras de formar parte de la profesión médica, con todo derecho y no como advenedizos. Como toda ideología, la psiquiatría biológica tenía su libro sagrado que era el DSM-III, especie de Biblia, Al Corán o Libro de los muertos, sin el cual estábamos desnudos. Quien no estuviera empapado de todas sus categorías diagnósticas, ejes, árboles de decisión, glosario, etc., era considerado una especie de fósil viviente. Llegó a convertirse en el texto de consulta y, a veces, en el único texto de consulta por muchos de los que se iniciaban en la especialidad, como irónicamente señaló el conocido psiquiatra español Carlos Castilla del Pino, fallecido recientemente.

Veníamos saliendo de un movimiento, la antipsiquiatría, que, comenzado por Cooper, Sterson y Laing en Inglaterra, se extendió a Estados Unidos de manos de Szasz y, de cierta forma, a Italia, con Franco Bassaglia, estremeciendo hasta sus bases todo el fundamento de nuestra disciplina, y era reconfortante poder sentirse respaldado por un pensamiento científico que nos permitía navegar en el proceloso mar de nuestro reconocimiento como especialidad médica cabal.

La lectura de las obras de los grandes maestros como Emil Kraepelin, Kurt Schneider, Karl Jaspers, De Clérambault, Henri Ey, William Mayer-Gross, López Ibor, Francisco Alonso-Fernández, Honorio Delgado y el mismo Castilla del Pino, pasó a ser aparentemente innecesaria cuando no «científicamente incorrecta». Y si en Valencia nos salvamos en parte de esa especie de tsunami se debió a la sabiduría de hombres como José Solanes**, Rómulo Aranguibel***, Pedro Tellez Carrasco**** (este último, que da nombre a esta promoción), que sin estar cerrados a los nuevos tiempos tampoco se dejaban deslumbrar por esa especie de pensamiento único dentro de la psiquiatría que empezaba a generalizarse.

Posteriormente vinieron los inefables DSM-III-R y el DSM-IV, y ya se anuncia con fanfarrias, para 2012 o 2013, la «buena nueva», el DSM-V.

Anuncio por cierto, maculado al haberse dado a conocer públicamente que el 67% de los padres de la criatura tienen vínculos declarados con la industria farmacéutica, siendo esto publicado en la revista Psychiatric Times1, así como que esto representó un aumento del 20% con respecto a la proporción de los miembros de la «task force» del DSM-IV, que habían tenido ese vínculo con la industria. No se trata sólo de la aceptación a la invitación a un almuerzo, de un boleto de viaje o a la inscripción a un congreso, que todos hemos disfrutado, sino de la participación millonaria en acciones en laboratorios para los cuales después hacían trabajos que publicaban las revistas psiquiátricas más reconocidas del Science Citation Index y cuya imparcialidad en las conclusiones se podía, al menos, poner en tela de juicio.

Hemos llegado así a la psiquiatría actual en la que la mal llamada «evidencia», los algoritmos, los neurotransmisores, la genética y la genómica, la imagenología, son los nuevos becerros de oro.

Claro está que a los hombres se nos debe estudiar desde todos esos puntos de vista, los que hacemos clínica lo sabemos, pero también sabemos que los seres humanos somos infinitamente más que eso. Baste decir que la revista psiquiátrica con mayor factor de impacto, según el Journal Citation Report 2010, es una cuyo nombre de por sí es elocuente: «Molecular Psychiatry». ¡Cómo haremos para imaginar a esa persona sufriente que va a la consulta en busca de ayuda como un amasijo de moléculas a las que hay que ajustar de alguna manera!

Se nos impone una nueva nosotaxia y un pensamiento único, además en un idioma que no es el nuestro y del cual nos insinúan que es el único en que es posible hacer ciencia.

Serán pues, para ustedes, tiempos difíciles pero apasionantes e incentivadores, y esto es, en definitiva, lo que da pleno sentido a la vida humana. Si alguna sugerencia me autorizan a hacer los ya largos años dedicados a la psiquiatría, es que lean mucho. Lean los textos clásicos de nuestra especialidad por muy «superados» que parezcan, pero no solamente éstos. Lean a Shakespeare, a Cervantes, a Dostoievski, a Goethe, a Dickens, a Balzac, a Stevenson, a Proust. En ellos y otros más hay mucho conocimiento sobre nuestros pacientes y sobre nosotros mismos. Y que la poesía de Pessoa, Whitman, Eliot, Keats, Rilke, Rimbaud, Machado, Neruda y nuestros Rafael Cadenas, Eugenio Montejo y Alejandro Oliveros no sean ajenas a vuestro saber y vida.

En fin, suscribo lo que dijera ese genio universal que fue Charlie Chaplin en su último discurso en la clásica cinta «El gran dictador»:

«Pensamos demasiado y sentimos bien poco, más que de inteligencia precisamos de afecto y ternura». ¡No sois máquinas, hombres es lo que sois!

Valencia, Venezuela, 8 de diciembre de 2010.

 

REFERENCIA

1. Cosgrove L, Burztajn H. Undue Pharmaceutical influence in Psychiatric Practice. Psychiatric Times, 2010, vol. 27, no. 5, may 18.         [ Links ]

 

NOTAS

1 Clase de Clausura del Curso de Postgrado de Psiquiatría del Hospital Psiquiátrico de Bárbula, Valencia, Estado Carabobo, Venezuela, promoción 2010.

* «Lo bueno, si breve, dos veces bueno, lo malo, si poco, no tan malo».

** Doctor José Solanes Vilapreño (Tarragona, España, 1 909-Valencia, Venezuela, 1991). Discípulo de Emilio Mira i Lopez, Capitán de Sanidad del Ejército Republicano. Sale de España rumbo a Francia y trabaja en el sanatorio de Arles, donde conoce y después intercambia cartas con Antonin Artaud. En París trabaja con Eugène Minkowski. En Venezuela funda la cátedra de Psicología Médica en la Universidad de Carabobo y dirige el Departamento de Salud Mental. Es considerado el fundador de la Escuela de Valencia (Venezuela).

*** Doctor Rómulo Aranguibel Egui (Válera, 1 930-Caracas, 1980). Estudia psiquiatría en París bajo la supervisión de Jean Delay y de Pierre Pichot. Su obra en cuanto a psicopatología y poética es considerable a pesar de su prematura muerte.

**** Doctor Pedro Tellez Carrasco (Madrid, 1 925-Valencia, Venezuela, 2005). Alumno de López Ibor, se traslada a Venezuela donde es Profesor de Psicopatología en la Escuela de Medicina y Profesor de Psiquiatría Forense en la Escuela de Derecho de la Universidad de Carabobo. Verdadero hombre-libro, con él entró la psiquiatría alemana en Valencia.

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