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Salud mental

versión impresa ISSN 0185-3325

Salud Ment vol.33 no.4 México jul./ago. 2010

 

Información y acontecimientos

 

Mesa Redonda. Las revistas psiquiátricas latinoamericanas

 

Participantes:
Renato D. Alarcón,1 Néstor de la Portilla Geada,2 Otto Döerr Zegers,3 Bruno Estañol,4 Jean Garrabé5

 

1 Profesor de Psiquiatría, Mayo Clinic College of Medicine; Director Médico Mayo Clinic Mood Disorders Unit, Rochester, Minnesota, Estados Unidos. Titular de la Cátedra Honorio Delgado, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima, Perú.

2 Profesor de Psicopatología y Clínica Psiquiátrica. Departamento de Salud Mental. Escuela de Medicina, Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela.

3 Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Facultad de Medicina de la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, Chile.

4 Laboratorio de Neurofisiología, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. México, D.F., México.

5 Président d'honneur de l'Évolution Psychiatrique. Président de l'Association pour une Fondation Henri Ey. Presidente del Congreso del Jubileo de la Asociación Mundial de Psiquiatría, París, 2000. París, Francia.

 

¿Cuál considera usted que es el lugar que ocupan las revistas psiquiátricas latinoamericanas dentro del conjunto de las publicaciones internacionales sobre el tema?

R. Alarcón: Desafortunadamente, salvo honrosas excepciones, el grupo de revistas psiquiátricas latinoamericanas no ocupa un lugar expectable dentro de la generalidad de publicaciones internacionales. Que ocho de las diez revistas médicas en posición de liderazgo a nivel global se publiquen en Estados Unidos (las otras dos en Gran Bretaña), no es ni debe ser una justificación válida. El <<nivel de impacto>> de las revistas psiquiátricas latinoamericanas incluidas en los índices internacionales es relativamente bajo. Esta realidad se hace más sombría debido a que, como consecuencia de aquella ausencia, el acceso electrónico a estas revistas es prácticamente inexistente. Si a ello añadimos la limitada distribución de versiones impresas, las dudas en torno a su relevancia, validez y utilidad, aun a nivel local o de país, se hacen más evidentes.

N. de la Portilla: Lamentablemente no ocupan, a pesar de la calidad de muchas de ellas, el lugar que merecen, como muestra el hecho de que sólo SALUD MENTAL y la Revista Brasikira de Psiquiatría están en el Social Science Citation Index.

O. Döerr: Escaso y esto no es justo, porque considero que hay al menos tres revistas de muy buen nivel, como son SALUD MENTAL de México, la Revista Peruana de Neuropsiquiatría y la Revista Chilena de Neuropsiquiatría.

B. Estañol: Un lugar interesante sin duda, aunque no sé si el factor de impacto sea grande. Creo que son más leídas en Europa que en Estados Unidos.

J. Garrabé: En los últimos años la mayoría de las revistas de psiquiatría ha sido integrada dentro de unas editoriales multinacionales que dominan el mercado y por lo tanto el lugar de las revistas latinoamericanas dependen de sus relaciones financieras con estas multinacionales.

¿Cuáles considera que son los principales retos que éstas enfrentan?

R. Alarcón: A nivel internacional, la hegemonía del inglés como el <<idioma científico>> de facto. La vigencia de programas de investigación debidamente planeados y subvencionados, el volumen de información resultante, la variedad y abundancia de recursos tecnológicos, la capacidad de distribución y diseminación de versiones impresas y electrónicas son algunos de los factores que sustentan aquella hegemonía. Nuestra realidad parece ser exactamente lo contrario en cada uno de estos renglones, generando por lo tanto retos de lenguaje, relevancia, distribución y acceso que se explican por sí mismos. Por otro lado, en América Latina y aún en el mundo hispano–hablante en general, la publicación de revistas psiquiátricas (y médicas) es mayoritariamente resultado de esfuerzos <<quijotescos>> de grupos o instituciones que –para complicar aún más las cosas– trabajan, en muchos casos, de manera aislada o con niveles limitados de comunicación dentro del país o con otros países. La consecuencia de este proceso es la carencia de un <<grupo de presión>> cohesivo y orientado a un objetivo común: el fomento de la visibilidad de la psiquiatría latinoamericana en el consenso mundial.

N. de la Portilla: El reto es dar la oportunidad a los miles de psiquiatras y estudiantes de Psiquiatría a que aprecien su calidad y cercanía a los problemas propios de la región.

O. Döerr: El principal de todos es conseguir ser consideradas en los índices internacionales. Tengo la experiencia de haber sido 12 años Editor de la Revista Chilena de Neuropsiquiatría, fundada en 1947, y que al menos a partir de 1970 cumplía con todas las condiciones para ser una revista indexada y sin embargo, y a pesar de nuestros empeños, nunca fuimos considerados ni por el Index Medicus ni por Current Contents. Debo agregar que si en mi época la revista no era mala, ahora es simplemente excelente, porque la Sociedad ha crecido, se ha enriquecido y tiene muy buenos colaboradores.

B. Estañol: Se necesita un mayor apoyo económico a nuestras revistas. Así se podría pagar a un equipo de traductores, correctores de estilo, revisores, impresores, etc. Tal vez también se pueda mejorar la distribución.

J. Garrabé: El principal reto es mantener la independencia de su contenido científico con respeto a las editoriales.

¿Cuál es según usted el porvenir de las revistas impresas en la era electrónica?

R. Alarcón: La perspectiva <<pesimista>> en relación a este tema es que las revistas impresas están condenadas a desaparecer, destino que se aplica también a libros, publicaciones periodísticas y otros medios, a todos los campos de la literatura en general. Los argumentos tienen que ver con el abrumador e imparable avance de la tecnología, los hábitos a ser adquiridos de manera inevitable por las generaciones jóvenes, comodidad de acceso y costo, etc. Las predicciones hablan de no más de dos generaciones a partir de ahora (esto es, cuatro décadas a lo sumo) para que las revistas impresas pasen a ser historia. De su lado, la perspectiva moderadamente optimista mantiene que, luego de un periodo de readaptación y ajuste, el público lector aceptará una <<coexistencia positiva>> o <<pacífica>> de revistas electrónicas y revistas impresas, aun cuando estas últimas serán solamente aquéllas que muestren calidad, vitalidad, audiencias definidas y delineación clara de sus objetivos y campos de acción. Citan como ejemplo la sobrevivencia de la industria del cine ante el embate de la televisión, y de hecho la sobrevivencia de la televisión ante los embates del Internet. Personalmente me inclino por esta segunda predicción.

N. de la Portilla: El material impreso seguirá siendo insustituible, la continuidad de este medio durará mientras dure el gusto por la lectura serena y crítica y la magia de las bibliotecas.

O. Döerr: Mi impresión es que las revistas electrónicas no van a sustituir nunca a las revistas impresas. Existe una relación sensorial entre el lector y lo leído que es inalcanzable en el caso de las revistas electrónicas.

B. Estañol: Parece que algunas personas creen que las revistas impresas están condenadas a desaparecer, no así los libros. Las revistas culturales, por ejemplo, están en franca caída.

J. Garrabé: No está claro para mí si la edición electrónica de las revistas va a hacer desaparecer la edición en papel o si va a aumentar la difusión de algunos de los artículos que los lectores consultarán por el índice de las editoriales.

Según usted ¿cuáles son las principales dificultades para que estas revistas ingresen en los grandes Index internacionales?

R. Alarcón: Los aspectos de forma y de fondo son igualmente importantes. Los primeros incluyen periodicidad o regularidad de publicación, reputación y estabilidad de la organización o institución auspiciadora y del personal en posiciones de liderazgo editorial, auténticas campañas publicitarias en relación a acceso, distribución y diseminación de sus contenidos, normas de publicación claras, ágiles y flexibles. Los factores de fondo pueden resumirse en una frase: Calidad del contenido. Los índices internacionales son enormemente exigentes, requieren por lo menos un 60 % de artículos originales (debidamente evaluados) en cada número y el proceso de postulación se complica y alarga sustancialmente con base en el número de intentos por parte de la revista. La necesidad de aceptación y uso del inglés se hace cada vez más evidente, aun cuando resúmenes en inglés, razonablemente estructurados (es decir, algo más extensos que un Resumen convencional) de los artículos en español pueden cumplir similar cometido. La estructura de la revista, basada en secciones variadas y atractivas de interés diverso, debe ser también factor de crítica importancia en este esfuerzo.

N. de la Portilla: Hay dificultades económicas y de otra índole que son aún más perversas como la tendencia a considerar sólo valioso el material producido en los grandes centros de investigación y la impresión de que sólo en inglés se puede producir ciencia.

O. Döerr: Hay dos tipos de dificultades. Uno tiene que ver con la falta de calidad y de continuidad de muchas de las revistas de nuestros países. Esto se debe a veces a que son el producto del capricho de un caudillo local y la revista desparece con él. El otro inconveniente es el que mencioné: los índices internacionales, manejados fundamentalmente desde Estados Unidos, con o sin razón discriminan a las revistas latinoamericanas y no sólo porque están escritas en castellano, sino porque las consideran de partida malas.

B. Estañol: La principal dificultad es que no están escritas en inglés, creo yo. También que no son editadas por los grandes consorcios internacionales como Elsevier y compañía.

J. Garrabé: Las editoriales internacionales disponen de sus propios índices o bancos de datos (por ejemplo Science Direct para Elsevier Masson) que prefieren desarrollar por motivos comerciales en detrimento de otros índices.

Según usted ¿existe alguna característica especial de la psiquiatría latinoamericana?

R. Alarcón: Esta pregunta toca de cerca el tema de la identidad de la psiquiatría latinoamericana, sobre el cual he escrito con frecuencia. Mis primeras indagaciones establecieron la naturaleza mestiza, el contenido predominantemente social y la capacidad crítica de la psiquiatría latinoamericana como sus características fundamentales. Posteriores revisiones de estos conceptos apuntaron más bien a una suerte de transición (y consiguientes facetas de crisis) generada precisamente por el creciente dominio anglosajón en los campos profesional, científico y tecnológico. El fenómeno de globalización no es ajeno a estos cambios, por supuesto. Los riesgos de esta suerte de <<neo–colonialismo>> son enormes particularmente en lo que se refiere a la preservación de una identidad diferenciada para nuestra psiquiatría. El dilema subsiste a la manera de una encrucijada abierta a tres senderos: o seguimos a merced de la horda y sus dictados, o nos alienamos en el cultivo de una mentalidad aislacionista o bregamos por mantener elementos esenciales y trascendentes de una identidad cultural definida (y no olvidemos que cultura engloba y abarca también a la ciencia del momento o de la época), compartida con colegas a lo largo del mundo. Dicho de otro modo: la psiquiatría latinoamericana debe trasmitir su mensaje ecuménico de enfoque socio–cultural, diversidad étnica, investigación original en los campos clínico, epidemiológico, interpretativo (translational) y constructor de puentes histórica y epistemológicamente sólidos, al tiempo que disemina información científica de valor local, nacional o regional a su audiencia primaria.

N. de la Portilla: A pesar de que hay quien tiene dudas, soy de los que creen en la existencia de una psiquiatría latinoamericana, que como bien dice Renato Alarcón, es entre otras cosas mestiza en el sentido que es lo suficientemente amplia como para apropiarse de los aportes de otras psiquiatrías y mezclarlos con los propios.

O. Döerr: Su dependencia de pensamientos foráneos que, por lo demás, nos constituyen. Fuimos muy dependientes en décadas pasadas de la psiquiatría alemana y la francesa (en buena hora, diría yo) y ahora lo somos de la norteamericana. No existe una psiquiatría <<latinoamericana>> y tampoco creo que debería existir. En lo que tiene la psiquiatría de ciencia, debe ser universal.

B. Estañol: La psiquiatría latinoamericana es interesante porque es una mezcla de la psiquiatría norteamericana y europea con un toque regional.

J. Garrabé: Aparte de la lengua común pienso que la psiquiatría latinoamericana sigue manteniendo más contactos científicos con la psiquiatría europea continental que la psiquiatría estadounidense que sólo mantiene los que se hacen por medio de la industria farmacéutica.

¿Cuáles considera usted que serían los mecanismos más adecuados para estimular a los investigadores latinoamericanos a publicar en ellas y cuáles los que deberían adoptar las instituciones oficiales para dar una mayor relevancia a estas revistas?

R. Alarcón: A manera de complemento a la respuesta anterior, se me ocurre que las revistas latinoamericanas que asuman el reto de la <<indexación>> deberán pensar en dos grandes grupos de lectores: <<locales>>, es decir dentro del continente y del mundo hispano–hablante, e internacionales, aquéllos residentes en otros continentes. A estos últimos se orientarán artículos sobre temas que entrañan trascendencia y ecumenismo y, preferible aunque no únicamente, podrían publicarse en inglés. Los lectores latinoamericanos, por su lado, estarán también interesados en temas clínicos o de investigación más vinculados a su práctica, más adecuados al diálogo, comunicación y discusión en centros hospitalarios, académicos o institucionales.

Las revistas y sus instituciones auspiciadoras deberán desarrollar activas campañas de divulgación de sus fines y mecanismos de publicación. Esto incluye presentaciones claras del impacto de problemas de salud mental en la salud pública, la escena laboral y el estatus económico del país y la región. Sus líderes deberán trabajar en este sentido con autoridades universitarias, líderes institucionales y de organizaciones psiquiátricas y de salud mental en sus respectivos países, centros y grupos de investigación y también con entidades privadas éticamente transparentes. Obviamente, la existencia de fondos estatales y privados de apoyo a la investigación en salud mental es materia básica de políticas gubernamentales. El objetivo es hacer a los investigadores (de ciencias básicas y clínicas) y a sus instituciones, miembros activos de un esfuerzo colectivo e integrador. El establecimiento de premios y otros incentivos de número y calidad de trabajos, la oferta de posibilidades de traducción a otros idiomas, el fomento de la investigación clínica y de su relevancia en el país y el continente, el aliento a profesionales jóvenes (incluyendo aquéllos aún en entrenamiento) y una activa labor didáctica en torno al significado de la investigación y de su adecuada difusión son sólo algunos de los ingredientes fundamentales de este proceso.

N. de la Portilla: Se deben organizar foros y reuniones en las que se muestre la calidad de las revistas psiquiátricas latinoamericanas, sobre todo, dirigidos a los Profesores de Postgrado para que actúen como para apropiarse de los aportes de otras psiquiatrías y mezclarlos con los propios.

O. Döerr: Pienso que hay que disminuir el número de revistas, limitándose a las con mayor tradición y mejor nivel. Habría que seguir insistiendo en la inclusión de ellas en los índices internacionales, como sí lo consiguió ya la revista SALUD MENTAL de México.

B. Estañol: Se debería calificar a estas revistas en un rubro especial y no necesariamente por su impacto en las citas.

J. Garrabé: El mecanismo más adecuado a mi modo de ver sería que las instituciones oficiales valorasen lo mismo los trabajos publicados en estas revistas que los publicados en revistas internacionales.

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