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Salud mental

versión impresa ISSN 0185-3325

Salud Ment vol.32 no.4 México jul./ago. 2009

 

Ensayo

 

Cervantes, Alonso–Fernández y los delirios de autometamorfosis

 

Cervantes, Alonso–Fernández and the autometamorphosic delusions

 

Jesús Ramírez–Bermúdez1

 

1 Jefe de la Unidad de Neuropsiquiatría, Instituto Nacional de Nerología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez. Insurgentes Sur 3877, Col. La Fama, Deleg. Tlalpan, 14269, México, D.F. E–mail: jesusramirezb@yahoo.com.mx

 

I. UNA LECTURA PSICOPATOLÓGICA DE CERVANTES

Ayer por la noche, leí una conferencia titulada El quijote, entre la usurpación y el deliro. Escrita por el doctor Francisco Alonso–Fernández y publicada en 2005, se trata de una hermenéutica clínica del gran libro canónico de la lengua hispana, Don Quijote de la Mancha.

En su conferencia, el reconocido psiquiatra español hace una lectura de Cervantes, según la cual su novela expresa la mitología de la sabiduría, identificada con la socratización de Sancho Panza; también la ubica como una ficción espiritual, donde se despliega la defensa quijotesca de las causas perdidas. Pero en el registro realista, se narra la <<locura lúcida>> del hidalgo Alonso Quijano, cuyo punto cardinal es la transformación delirante de sí mismo, es decir, el delirio de autometamorfosis megalomaniaco; en este registro psicopatológico se incluye un amplio repertorio de falsas identificaciones de personas, como el reconocimiento de una aldeana como Dulcinea, y la identificación de su vecino Alonso como el marqués de Mantua. Otra propuesta psicopatológica de esta lectura es la falsa identificación de objetos, como la confusión de los famosos molinos de viento por gigantes de brazos descomunales, o la confusión de pellejos de vino tinto colgados por órganos corporales y la sangre de un gigante.

Interpretar la obra de Cervantes significa acceder a un diálogo con los grandes teóricos y portavoces del mundo de la novela. En la ucronía titulada Pierre Menard, autor del Quijote, Jorge Luis Borges despliega todo el arte de su ironía para celebrar la grandeza de Cervantes. Carlos Fuentes ha hecho su propia lectura, política y literaria, en Cervantes y la crítica de la lectura, y en su Elogio de la incertidumbre, donde reconoce (como lo hizo Kundera, en El arte de la novela) la hermandad de Cervantes con autores tan diversos como Rabelais, Sterne y Diderot, pues en su visión, no es la representación de las fronteras nacionales lo que inspira al novelista, sino la seguridad de pertenecer a esa gran tradición de la literatura, cuyo sentido, que nunca ha sido tan vigente como en la lectura del Quijote, se relaciona con el poder del lenguaje y su relación con la fundación de la cultura, la puerta de la experiencia, el techo de la imaginación, el sótano de la memoria, la recámara del amor y, sobre todo, la ventana abierta al aire de la duda, la incertidumbre y la inquietud. Juan Villoro escribió en De eso se trata (Anagrama, 2008), una de las lecturas más originales de Cervantes: el Quijote sería una síntesis inaudita de una metaficción sobre el proceso mismo de la escritura, y la fundación del subgénero de la novela nómada, que va de la road novel de Jack Kerouac hasta Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.

En El Quijote y su laberinto vital (Anthropos Editorial, 2005), el doctor Alonso–Fernández desarrolla a fondo las tres lecturas de la novela de Cervantes, y logra el equilibrio entre la erudición y la originalidad de las ideas. Mediante una prosa elocuente, el psiquiatra muestra las fuentes literarias y psiquiátricas de Cervantes para establecer, de hecho, que Don Quijote es la gran novela psicopatológica de cualquier época. El ánimo de la novela, exaltado y vital, funciona también como un antídoto de la melancolía. Pero la tesis central del ensayo se relaciona con la transformación delirante del hidalgo Alonso Quijano en el caballero andante, conmovedor y anacrónico que conocemos simplemente como el Quijote. Yo sé quién soy, y sé que puedo ser no sólo los que has dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías. Según el crítico estadounidense Harold Bloom, esta frase del Quijote representa su esencia literaria, y ciertamente se inscribe en el delirio de autometamorfosis diagnosticado por Alonso–Fernández. ¿Pretendía Cervantes crear una novela psicopatológica? Esta pregunta no tiene una respuesta fácil, pues ignorar las fuentes psiquiátricas de la obra sería deshonesto, y por otra parte sería injusto reducir la novela a una descripción del realismo psicopatológico. Alonso–Fernández evita con inteligencia ambos extremos de lectura, y reconoce tres registros comprensivos y estructurales del Quijote. En el plano de la realidad, la novela trata acerca de la locura lúcida del hidalgo Alonso Quijano. En el plano del espíritu, trata acerca de la defensa de las causas justas perdidas. Finalmente, en el nivel del mito, el tema central de la obra es la socratización de Sancho Panza. Al parecer, Franz Kafka prefirió este último tema en su ficción La verdad sobre Sancho Panza, donde desarrolla la idea de que este hombre realista y prudente, fue en realidad el autor de muchas ficciones. Con los años, Sancho Panza, quien , por cierto, nunca se jactó de ello, consiguió, mediante la composición, en las horas del atardecer y de la noche, de muchísimas novelas de caballeros andantes y de bandidos, apartar de sí a su demonio, al que luego llamó don Quijote, y a tal punto, que éste, incontenible, acometió las más locas empresas, las cuales, no obstante, a falta de un objeto preestablecido, que habría debido ser el propio Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.

En contraposición con una interpretación del Quijote desde el realismo psicopatológico, se encuentra el entendimiento de la novela bajo la óptica del juego libre de la imaginación narrativa. En su libro El futuro de la imaginación el crítico norteamericano Harold Bloom plantea una lectura del Quijote básicamente como la realización magistral de un juego que, tomado en serio, representa una manera de hacer las cosas, un estilo, el estilo que llamamos libertad. Con esas palabras, Bloom se refiere al juego de la literatura, a través del cual el escritor y su único aliado, el lector, experimentan una transformación creativa de sí mismos, que los libera de la prisión de la identidad irreflexiva, esa forma de identidad estereotipada que construimos sin saber cómo lo hacemos, y en la cual creemos sin saber por qué lo hacemos. Decía Paul Ricoeur: Leyendo me <<desrealizo>>. Leer me introduce en variaciones imaginativas del ego. La metamorfosis del mundo en juego (en el texto) es también el juego de la metamorfosis de uno mismo.

 

II. LOS DELIRIOS DE AUTO–IDENTIFICACIÓN

Hoy, por la mañana, avanzo con mis compañeros médicos por los pasillos del pabellón de neuropsiquiatría. Encuentro a Carmela, sentada en la cama número quince.

Hace seis meses salió de casa y no volvió; la familia se entregó a una búsqueda frenética y finalmente su madre, la señora Crescencia, la encontró en la calle el mes pasado. Pero Carmela no la reconoció: dijo que era una impostora. <<Mi verdadera madre es la Virgen María. Y está muerta>>, me dice ahora.

Carmela proviene de un territorio montañoso al sur de México, conocido como sierra madre occidental. En su comunidad, la gente es indígena, de raza mixteca; los hombres y mujeres son de estatura baja, su piel es oscura y el cabello negro, y ese es el aspecto de la propia Carmela. Y sin embargo, ella afirma que es rubia, de ojos claros, alta y delgada, como si fuera de ascendencia anglosajona.

<<La Virgen, mi verdadera madre, dijo que voy a ser una reina. Aunque más bien quiero ser cantante, actriz o modelo. Mi verdadero nombre es Nurses. Lucero Estrella Nurses Gaviota.>> Cuando pregunto si no es Carmela, se muestra impaciente, y lo niega. Algún médico ha preguntado si no es la madre de su hijo, Samuel, quien tiene un año y medio de edad. <<Es el hijo de Carmela. Pero no es mío. Porque yo soy Lucero Estrella, y no tengo hijos. Para ser la reina tengo que seguir así, según palabras de mi señora, la Virgen>>, responde.

Mientras converso con ella, reconozco su delirio como una variante del síndrome de Capgras, según el cual las personas familiares son identificadas como impostoras. Ahora, Carmela cierra los ojos, como si quisiera ensimismarse, como si alguna experiencia interna la capturara. A veces ríe, coquetea, canturrea, y se mueve rítmicamente al decir: <<Por favor entienda, doctorcito de ojos lindos, que ya no soy la de antes. Carmela tuvo un hijo, pero yo soy Lucero, la rica, la reina, alta y blanca, rubia; y debo mantenerme sin concebir hijos, para poder ser modelo y cantante, y actriz, porque ya soy reina>>.

Al escuchar el discurso de Carmela, me pregunto si esta transformación delirante de sí misma suele ocurrir en las personas que padecen delirios de suplantación y sustitución de sus familiares. En su libro El quijote y su laberinto vital, el doctor Francisco Alonso–Fernández ha extendido el concepto de los síndromes de mala identificación delirante (entre los cuales se incluyen clásicamente los síndromes de Capgras, Fregoli, intermetamorfosis y del Döppelganger), para incorporar seis formas de falsa identificación de sí mismo: 1) El delirio de autoidentificación simple (la súbita creencia de tener una nueva identidad psicológica o haber descubierto una vieja identidad). 2) El delirio de autometamorfosis: una transformación de sí mismo, rápida o lenta, que afecta a las cualidades fundamentales psíquicas, físicas y/o sociales, acompañada a veces de la adquisición de una nueva identidad. Es en esta categoría donde Alonso–Fernández ubica la mutación del hidalgo Alonso Quijano en el famoso Don Quijote, como una metamorfosis global y completa de sí mismo, acompañada de elementos posesivos y eróticos, con un sentido megalomaniaco, al estilo de una apoteosis hipernarcisista, sobre la base de una psicosis maniaco–depresiva. 3) El delirio nihilista propio (se tiene la convicción de no existir o estar muerto). 4) El delirio del doble de uno mismo: hay la creencia de un doble, encarnado en una persona real, conocida o desconocida, o bien un doble no encarnado en uno mismo (es decir, la convicción delirante de que existe alguien invisible igual a uno). 5) El delirio de desdoblamiento de sí mismo, en el cual existe una sola persona que se divide por fisión en dos personas, o bien que se desdobla por metamorfosis de una en dos personas con un carácter reversible (Alonso–Fernández expone aquí el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde; ignoro hasta que punto esta variante se traslapa o confunde con el trastorno de personalidad múltiple, ahora conocido como trastorno de identidad disociativo). 6) El delirio de intermetamorfosis propia (cambios sucesivos de identidad en uno mismo).

Mientras me despido de Carmela y le agradezco sus palabras, pienso en la <<continuidad de los parques>> que parece haber entre la psicosis de una muchacha de la sierra oaxaqueña y la ficción canónica del famoso hidalgo; el abordaje de estos problemas de la mente, desde la perspectiva de una ciencia natural, me enseña que hay precisamente una semejanza entre los casos dispersos en el tiempo y en el espacio: esta <<semejanza>> de los casos entre sí tiene una identidad: la de las entidades nosológicas, ya sean síndromes, trastornos o enfermedades propiamente dichas. Esta ciencia natural se basa en la creencia de que existen realmente enfermedades naturales que pueden discernirse más allá de los ropajes diversos y las singularidades de casos, culturas, épocas y regiones. La búsqueda de ese proceso natural tras la variedad multiforme de los casos equivale, al menos en parte, a buscar aquella <<lógica del reino ilógico>> que anima toda la organización de la psicopatología.

Julio Cortázar publicó en su libro Final del juego ese cuento brevísimo, en el cual un personaje, un lector ficticio, lee una novela de romances mientras descansa en un sillón de terciopelo verde. Ante los ojos de ese lector ficticio, el romance se desenvuelve, trágico y apasionado, y uno de los personajes de dicha novela corre, desesperado, hasta que penetra la entrada de una casa, con un puñal en la mano, donde busca y encuentra a un hombre que lee una novela mientras descansa en un sillón de terciopelo verde. La continuidad de los parques, así se titula la ficción de Cortázar, y ejemplifica cómo las dimensiones sucesivas de la ficción pueden tocarse y entrecruzarse, en virtud de una inteligencia superior: en el caso del cuento, es la inteligencia de Cortázar; ¿pero de quién es la inteligencia superior que ha diseñado la continuidad entre la ficción del Quijote y la psicosis de Carmela? A esa continuidad <<natural>> entre los enfermos le llamamos precisamente <<enfermedad>>, pero, ¿cómo hemos de llamar a la analogía superior entre una ficción que inaugura el siglo XVII y una historia clínica que se desenvuelve en la sierra oaxaqueña cuatro siglos después?

Ahora sigo mi marcha ritual de los viernes: el pase de visita con mis compañeros médicos. Los oigo hablar, pero no pongo atención porque voy pensando en otra hermandad, más amplia, la de la lengua de Cervantes, que anticipa mis observaciones clínicas en virtud de los poderes intuitivos de Miguel de Cervantes, y posiblemente de su trato con enfermos en la cárcel de Sevilla, y de sus lecturas de escritores bien avezados en el arte de la descripción clínica, en una época donde las palabras actuales de la psiquiatría no existían aún. La hermandad de la lengua es, también, otra forma de <<continuidad de los parques>>. De pronto siento que Carmela y yo realmente formamos parte de una civilización, pues sólo puedo hablar de un mundo civilizado allí donde los más extraños acontecimientos de la psique humana son reconocidos con el calor (y la narrativa) de la humanidad auténtica.

 

BIBLIOGRAGÍA

1. Alonso–Fernández, Francisco. El quijote y su laberinto vital. Anthropos Editorial, España, 2005.        [ Links ]

2. Alonso–Fernández. El quijote, entre la usurpación y el delirio. Fundación Sanofi Aventis. España, 2005.        [ Links ]

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