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Acta poética

versión On-line ISSN 2448-735Xversión impresa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.33 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Notas y reseñas

 

María Stoopen (coordinadora), Sujeto: enunciación y escritura

 

Tatiana Bubnova

 

México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011.

 

Se trata de un libro colectivo basado en las ponencias del coloquio dedicado a "La cuestión del sujeto en torno al relato" celebrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en noviembre de 2008. Participan especialistas en filosofía, crítica y teoría literaria, ciencias sociales, psicoanálisis, cine e incluso ciencias naturales. Pero el propósito y la articulación de este libro se entienden mejor si se toma en cuenta su estatus como de una especie de segunda parte del proyecto, porque le precedió Sujeto y relato: antología de textos teóricos, editado por María Stoopen en 2009. Esta última antología se presenta además como resultado y sustento, al mismo tiempo, del seminario del posgrado en Letras de la UNAM que se llevó a cabo entre 2004 y 2006. La antología muestra la preocupación por el tema del sujeto en las ciencias humanas del siglo XX, porque incluye textos, traducidos al español, de veintidós de los pensadores y teóricos más representativos de la centuria, desde Bajtín hasta Homi Bhabha, Jonathan Culler y Dorrit Cohn, y abarcando también una amplia gama de enfoques, corrientes y disciplinas. De esta manera, los trabajos de los colegas filólogos, filósofos, psicoanalistas y sociólogos que participaron en el coloquio de 2008 se articulan con la antología como una especie de puesta a prueba de algunas ideas teóricas —filosóficas, literarias, psicológicas, etc.—, la mayoría de las cuales son ya modelos clásicos del pensamiento occidental del siglo XX. Lógicamente, muchos de los trabajos de la compilación de 2011 se ocupan de estudiosos y temas más cercanos a los intereses intelectuales y/o pedagógicos de sus autores, la mayoría de los cuales son profesores de las universidades mexicanas.

El libro está estructurado en cuatro grandes rubros: Políticas de la construcción del sujeto, La cuestión del sujeto en el relato literario, El sujeto en el psicoanálisis y El sujeto en otras narrativas. Se puede notar que los intereses de los participantes convergen en torno a la literatura, como los pétalos alrededor del centro reproductivo de una flor (androceo y geniceo), dando impulso a la reflexión que podríamos pensar habría emanado del sujeto en la filosofía; no, el interés principal proviene de la curiosidad por indagar cómo funciona la narración: campo de interés surgido a partir de la teoría literaria. Contrariamente a lo que podría pensarse, suponiendo que se trata de una sutileza pedante perteneciente tan solo al academicismo cerrado sobre sí mismo, esta centralidad revela más que nada la capacidad de la literatura en cuanto arte de absorber todos los tópicos de cualquier área de reflexión sobre el mundo: el arte es rico, sobre todo la literatura, no es seco ni especializado, sino que suele concentrar y dirigir nuestra atención tanto a la peculiaridad de las COSAS del mundo como al mundo interior de la gente, a las posibilidades y formas del conocimiento y, sobre todo, a la intrincada red de relaciones entre los seres humanos, de modo que abarca fácilmente la praxis, la cognición y el ethos, al apelar, desde el sujeto que habla en un texto, al sujeto que es interpelado por el texto.

Desde luego, el interés por el sujeto, por "el hombre que habla" (Bajtín) en la literatura tiene como trasfondo el giro que ha dado la filosofía desde la universalidad del sujeto transhistórico, suprahumano y atemporal —sea este el yo cartesiano, el imperativo categórico kantiano que ordena y rige todas nuestras posibilidades de ser a través de conocer, convivir y elaborar juicios, o el espíritu absoluto hegeliano dueño de la historia—, se recupera el giro hacia lo singular, lo particular, lo personal, poniendo el acento en la complejidad del sujeto de la cognición.

La cultura clásica de Occidente estaba fundada sobre un objetivismo extremo, al que se le opuso el vanguardismo y/o el modernismo en su versión europea, con su pathos personalista y subjetivo: recuérdese algún manifiesto de las vanguardias, con eso de "yo mismo, tú mismo, él mismo, yo soy la causa de mí mismo, yo soy el crítico de mí mismo, yo soy mi propio límite"; nunca nosotros. Esta confianza generacional fue fuertemente subvertida a partir de las experiencias del siglo XX y su pensamiento, que trató de dar si no un sentido, sí una explicación plausible a las experiencias. El sujeto racionalista cartesiano y el sujeto deseante de Freud fueron puestos en duda al advertirse una ruptura entre la experiencia como tal y el portador de un discurso capaz de transmitir esta experiencia, de modo que el "sujeto" se iba convirtiendo en un instrumento descentrado de la presentación de los sentidos culturales, en un sujeto en proceso, anunciando la muerte del "hombre" como sujeto. Esto iba acompañado o bien tenía como consecuencia la "muerte" de Dios, así como la muerte del "autor". El sujeto como "causa" se pone en duda en la medida en que se va superando el principio clásico de binarismo sujeto/objeto. El autor como "causa" es suplantado o complementado por el lector en cuanto coautor de los sentidos de un texto cultural. En Derrida, el Yo que interpreta no es sino un texto compuesto de universales culturales y matrices discursivas, códigos culturales y convenciones interpretativas. Para M. Blanchot, el Yo nunca ha sido sujeto de una experiencia. O G. Bataille: la posibilidad de mi Yo al fin es una suposición loca. Presenciamos el derrumbe de la subjetividad filosófica, su dispersión en el lenguaje, y para Foucault el individuo es sin duda un átomo ficticio, una noción ideológica de la sociedad y al mismo tiempo una realidad fabricada por aquella tecnología específica del poder llamada disciplina. En Barthes, el sujeto del enunciado no coincide con el sujeto de los actos ejecutados apenas ayer. El Yo no se concibe como el lugar donde se reconstruye la personalidad humana en su integridad prístina de la experiencia acumulada. Ya Walter Benjamin advertía la cancelación de la narrativa en el sentido de una experiencia narrada: debido a la imposibilidad de codificar en términos tradicionales, mediante los patrones discursivos que presuponían una visión ya inactual del mundo, lo improbable de una experiencia que sin embargo se vivió. Para Barthes, el sujeto no existe antes que el lenguaje ni en el plano filo-genético, ni en el ontogenético. Es el lenguaje el que nos enseña a entender al ser humano, no al revés. Esta concepción drástica ya sabemos de dónde viene.

Psicoanálisis y lingüística, Lacan y Benveniste son fuente de inspiración para toda la pléyade de teóricos aludidos, a su vez inspiración para los investigadores que son autores del presente libro. De una u otra manera convergen en la disolución, escisión o desdoblamiento y multiplicación del sujeto que no reclama una identidad biográfica sino una que viene a ser emanación de la escritura, para unos, y de la narrativa, para otros. Esa presencia fantasmal se aviene con unos narradores mejor que con otros, analizados por el conjunto de nuestros investigadores. La excepción la constituyen tal vez José Manuel Mateo, quien más allá de la escritura, remite a la interacción sujeto autor —sujeto lector a un proceso social e histórico, sin duda narrable y generador de narrativas, pero dentro del cual se presupone también la existencia de un mundo más allá de los signos, letras e imaginativas: un mundo al menos como dado y planteado por un sujeto que actúa, no solamente creado mediante palabras. José Manuel Mateo, quien habla de Revueltas, logra mostrar otros ribetes de este mismo problema: la relación entre la narrativa y la experiencia, la narrativa y la realidad. José Manuel Mateo escribe sobre José Revueltas y comulga con Mijaíl Bajtín, filósofo ruso ahora vituperado y cuyo nombre algunos pretenden borrar del mapa, pero figura emblemática al fin, que representa y sustituye un conjunto de ideas que ya dejaron una huella indeleble, no siempre reconocida pero no por eso ausente, en las figuraciones del sentido de la mayoría de los dueños del pensamiento actual. Por ejemplo, el texto del connotado filólogo francés Augustin Redondo intitulado "La refracción de la voz del autor en Novelas a Marcia Leonarda de Lope de Vega", resulta cauto y reservado en el empleo de herramienta teórica, pero en algún momento no puede prescindir de ella, sin duda muy a su pesar.

Bajtín mismo es ahora, si se quiere, una narrativa y una identidad narrada y ficticia, pero que contiene un considerable volumen de enunciaciones diseminadas y refractadas a su vez en la mente y la escritura de tantos lectores que, de nuevo, resulta una estructura autorreferente capaz de ilustrar en su mismo cuerpo intelectual lo que plantea teóricamente: que la autoría solitaria y auto-suficiente es imposible, que todo texto es un diálogo y una colisión de sujetos portadores de la palabra. Es en este sentido que el sujeto de la experiencia no embona ya con el de la narración: hay demasiada autoconciencia capaz de registrar las voces ajenas de las que está constituida.

Esta ruptura entre lo vivido y la (im)posibilidad de narrarlo se pone de manifiesto si cotejamos una versión decimonónica del sujeto de la experiencia que se escribe y la del sujeto proveniente del pleno siglo XX: Dostoievski y Borges. El segundo apreciaba bastante la obra del primero y, claro está, la conocía bien. Por eso me resulta interesante comparar el desarrollo del tema de los últimos momentos antes de la muerte en ambos escritores. En nuestro libro por cierto hay dos ensayos sobre el sujeto en Borges: el de la coordinadora María Stoopen ("Tema del traidor y del héroe: las paradojas autorales") y el de Gabriel Maya: "El deseo de y por la trama en 'El milagro secreto'". Si hablamos de la trama en el cuento "El milagro secreto", esta me hace pensar mucho en el tratamiento del mismo tópico por Dostoievski: la experiencia que transmite por ejemplo en El idiota (amén de otros pasajes de su obra) sobre los últimos momentos de la vida es totalmente biográfica, se basa en la propia vivencia de Dostoievski, cuyo interés era transmitírsela al lector con plena confianza en que la narrativa sería capaz de hacerlo. En Borges ya nos enfrentamos a una situación de la duda sobre tal posibilidad, y el sujeto de la experiencia no solo no es, explícitamente, el sujeto de la escritura, sino que la narración está basada conscientemente en el carácter especulativo de la experiencia. Gabriel Maya desarma el entramado borgeano mostrando la participación del lector articulada como "una trama maestra o una temporalidad estructural del deseo del lector" (162). De este modo en vez de una "experiencia" existencial nos enfrentamos a una "pulsión narrativa" y a un simulacro de la experiencia, cuando una vida se acaba justo al terminar una ficción, hallando un último epíteto.

María Stoopen, en su ensayo sobre el "Tema del traidor y del héroe: las paradojas autorales", permite ver que el deshebrado de la sutil red de narradores o transmisores de los hechos en el cuento de Borges "hace evidente que la absoluta autonomía divina otorgada al autor narrador no es más que un mecanismo ficcional, aunque proveniente de otro campo del pensamiento, el filosófico. Además, tal dios no preexiste al texto, sino que, como vimos, se construye junto con él" (145).

En cuanto a la muerte de Dios, para no asustar a las buenas conciencias aclararemos que no se trata sino de la inevitable responsabilidad por nuestros actos, en vista de una soledad existencial dentro de la cual ya no hay a quien invocar, pedir explicaciones o cuentas: la idea expresa la madurez moral del sujeto contemporáneo de la fe llamado a rechazar la fórmula universal que permitía enmascarar la propia pasividad moral y cognitiva mediante la referencia a una instancia superior externa.

Mientras tanto, el lector, que supuestamente suplanta la mitología del autor (autor como causa, Dios como autor de todo lo existente, pero el hombre como autor de sus propios actos, incluso criminales), no es sino un sujeto sin historia, sin biografía, sin psicología, solo un alguien capaz de reunir todos los trazos que forman un texto escrito (Mateo es el único quien explícitamente se distancia de dicha concepción en el presente libro).

Tal es el escenario de la reflexión posmoderna en torno al soberano Yo sobre la cual debe manifestarse nuestro sujeto de la enunciación.

Raimundo Mier, filósofo él mismo, recurre a la obra y la biografía de la controvertida escritora austríaca Ingeborg Bachmann, quien pertenecía a la generación de la posguerra, fue amiga de Paul Celan y luego de Max Frisch y cuya vida terminó de manera homóloga a la de otra creadora atormentada —¡y además por la misma época!—, la mexicana Rosario Castellanos. El texto de Mier parece ser producto si no de una profunda identificación con el objeto tratado, en todo caso de una especie de transferencia de la trayectoria interior propia sobre el objeto, de modo que presenciamos un proceso de co-creación y de re-creación "de un yo sometido a la gravitación del tiempo" (213). Esta hermosa condición narcisista del texto de Mier es al mismo tiempo una abierta interacción y un diálogo profundo con la narrativa de Ingeborg Bachmann, ya que su mismo "relato es el despliegue de una figuración espectral de su propia historia bajo la condición de construcción poética" (214). La indudable calidad poética y filosófica del texto crítico de Mier lo hacen afín y homólogo a la "contemporaneidad [que] es el momento del vértigo" (233) y "[d]el abandono a la impaciencia de la muerte". Ahora bien, la lectura de Mier, legítima como todo acto poético, aborda los aspectos espectrales y especulares de la obra de Bachmann para tal vez verse a sí mismo en este espejo. Me acuerdo de un comentario muy de paso de Cristina Rivera Garza sobre la relación de Ingeborg con Paul Celan: da a entender que la ruptura entre ellos podría tener el trasfondo de una rivalidad entre sexos. La escritora mexicana lee como mujer que se asume como tal; en algún cuento de Bachmann, si no en la obra entera, podemos encontrar el problema al que alude tangencialmente Rivera Garza.

La ilustre universitaria Luz Aurora Pimentel, habiendo empezado con la identidad de Hamlet y con el narrador de Proust, pasa a ilustrar la disolución de la identidad en la narración en el ejemplo del siniestro imbunche de José Donoso (El obsceno pájaro de la noche, 1970). En su magistral interpretación concluye que "las múltiples tramas del imbunche" se erigen en un "símbolo de la autorreferencialidad de la escritura". Pasando por la mudez, el silencio y la extinción de la voz, un poco a la manera de la Ingeborg Bachmann en la versión de Raimundo Mier, y mordiendo el yute en que está empaquetado, para recuperar su audibilidad, el narrador va construyendo un mundo cuyo lema es: "Narro, luego existo" (212).

Néstor Braunstein, el famoso psicoanalista, muestra en un estilo mostrenco y racional la complejidad del sujeto vinculada al lenguaje, de este "hombre que habla", que se forma en la reconstrucción de la memoria haciendo emerger la narrativa del yo. De manera clara, directa e ilustrativa muestra lo que teóricos de la literatura que habían comulgado con Lacan y Freud expresaron de un modo muchas veces demasiado intrincado. Por cierto, el tema de la reconstrucción de la memoria por medio de la narrativa es tratado por Armando Villegas Contreras en "La escritura como la condición de la memoria", integrando las ideas de Platón, Derrida, Foucault y Paul de Man. Lo de Braunstein en cambio brota directamente de la teoría y la práctica psicoanalítica. Ahora bien, el uso de los conceptos literarios que intenta el propio Braunstein, a veces, para decirlo de algún modo, no se sostiene: cada "disciplina" requiere su propia disciplina.

Braunstein termina recurriendo a Roberto Bolaño, con su visionario y borgeano 2666, dando una vuelta hacia la "realidad" inenarrable que no tuvieron empacho en representar o imaginar Vasili Grossman o Littell, y después Bolaño. Grossman, por ejemplo, "entró" virtualmente en una cámara de gas de la mano de un niño judío; es un caso cuando el término ficción, que cada vez más desplaza a literatura, queda definitivamente corto, a pesar de que la experiencia es definitivamente imaginada. La realidad existe y puede y debe decirse, también por la literatura. "Ya no hay Ciudad Juárez. Todo México lo es" (256), recuerda Braunstein.

Aquí es donde quiero regresar al texto de Érica Lindig que encabeza el libro en la sección Políticas de la construcción del sujeto, que en cierta forma podría tomarse por una especie de profesión de fe de la compiladora y de algunos autores. Lindig introduce los conceptos de Bajtín en torno al sujeto, el dialogismo y el discurso en los textos del pensador ruso. Y luego ilustra sus ideas con la investigación de la socióloga israelí Nagar-Ron acerca del despertar de la conciencia feminista y del activismo social en las mujeres mizrahíes, es decir, israelíes de origen iranio oprimidas por su condición extranjera y socialmente baja. Expresando mi deseo personal, me habría gustado ver una aproximación a las activistas mexicanas, víctimas ellas mismas y madres, hijas, hermanas de víctimas de este México que ya todo es Juárez, en palabras de Braunstein. A la problemática política de la mujer latinoamericana oprimida doblemente, por la condición postcolonial y por la femenina también, se acerca más o menos Ana María Martínez de la Escalera en su ensayo "El sujeto ficto del testimonio", pero sin especificar el tópico sobre el caso mexicano sino en sus referencias.

Es imposible abordar a los veintiún autores en una breve presentación; de ninguna manera los excluidos en ella son "reprobados" en alguna forma; tampoco se pretende establecer algún tipo de jerarquías. La compilación es valiosa e instructiva, y los autores abarcan un amplio registro de temas y aspectos relacionados con el tópico del sujeto y la enunciación. Por cierto, el punto de la "enunciación" como tal, concepto desarrollado por Benveniste, lo especifica al parecer solo la autora de la exposición sobre el cine Ileana de la Cruz Salgado: "La enunciación en el relato cinematográfico".

Sin duda, es un libro especializado, dirigido al lector universitario en primer lugar. No obstante, creo que sería una lectura interesante e instructiva para un público culto más amplio, interesado en las cuestiones filosóficas y literarias en general, y en las ideas contemporáneas acerca de la concepción del ser humano, del "hombre que habla" por excelencia, y de su representación en los diversos tipos de discurso social, desde la política hasta las ciencias, desde el cine y la literatura hasta la filosofía y la antropología.

 

Información sobre la autora

Tatiana Bubnova. Doctora en Literaturas Hispánicas por El Colegio de México. Es investigadora del Centro de Poética desde enero de 1979, y fue coordinadora del mismo de 1989 a 1990 y de 1993 a 1995. Ha impartido numerosos cursos y conferencias sobre Teoría Literaria, Literatura Española y Literatura Comparada en diferentes universidades de México, así como en Estados Unidos, Argentina, Colombia y Brasil. Fue traductora al español de una importante parte del legado filosófico lingüístico del filósofo ruso Mijaíl Bajtín, y ha dedicado muchos años al estudio y difusión en el mundo hispanoparlante de sus ideas y su obra en general, como lo muestra la publicación de En torno a la cultura popular de la risa (edición, selección y traducción de Tatiana Bubnova, Barcelona, Anthropos-Fundación Eduardo Cohén, 2000. Biblioteca A/Conciencia) y la de Mijaíl M. Bajtín, Yo también soy (Fragmentos sobre el otro) (selección, traducción, comentarios, prólogo de Tatiana Bubnova, Taurus, México, 2000). También ha traducido al español la poesía rusa, sobre todo la del siglo XX. Es directora de la revista Acta Poética y miembro del consejo de la revista Tópicos del Seminario de la Universidad Autónoma de Puebla. Además pertenece a la Asociación Internacional de Hispanistas y a la Asociación Internacional Siglo de Oro.

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