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Acta poética

On-line version ISSN 2448-735XPrint version ISSN 0185-3082

Acta poét vol.33 n.1 Ciudad de México Jan. 2012

 

Artículos

 

Juliano el Apóstata: Estudio de las Cartas escritas entre los años 355 y 3601

 

Julian the Apostate: Study of the Letters Written between the Years 355 and 360

 

Elena Redondo Moyano

 

Universidad del País Vasco, Euskal Herriko Unibertsitatea, España

 

Fecha de recepción: 5 de octubre de 2011
Fecha de aceptación: 18 de Marzo de 2012

 

Resumen

En este trabajo se ofrece una visión panorámica del género epistolar griego para situar en él el corpus de cartas de Juliano el Apóstata. De este corpus se analizan las cartas que escribió cuando era César, atendiendo al contexto en el que fueron escritas, a sus destinatarios, al mensaje que transmitían y a su conformación dentro de las concepciones poéticas y retóricas de la época.

Palabras clave: género epistolar griego, cartas de Juliano el Apóstata, cartas escritas en la Galia, retórica y poética de la literatura imperial griega.

 

Abstract

This work offers a panoramic vision of the Greek epistolary genre, in order to place within it the corpus of letters by Julian the Apostate. From this body of work we analyze the letters he wrote when he was Caesar, paying attention to the context in which they were written, the recipients, the message they conveyed and their structure within the poetic and rhetorical concepts of the time.

Keywords: Greek epistolary genre, Letters of Julian the Apostate, Letters Written in Gaul, Rhetoric and Poetics of Greek Imperial literature.

 

1. EL GÉNERO EPISTOLAR

Cuando Juliano el Apóstata (332-363 d.C.) escribió sus cartas, el género epistolar contaba con una extensa evolución dentro del ámbito de las letras griegas.2

De la existencia de documentos escritos con los que se transmitían mensajes tenemos noticias desde la poesía homérica.3 Y gracias a los historiadores sabemos que la carta como instrumento de comunicación oficial era conocida en las civilizaciones poderosas del Oriente antiguo, como la egipcia, la asirio-babilonia y la persa.4 En el ámbito griego, además de con esta función, se documentan tempranamente (siglo VI a.C.) cartas con finalidad comercial, que respondían a las necesidades de comunicación entre las colonias y sus metrópolis.5 Para la época clásica (siglos V y IV a.C.) la carta oficial era un documento habitual de comunicación entre las clases políticas y, además, la expansión del alfabeto y de materiales de escritura manejables6 propició la existencia de comunicaciones breves, con finalidad puramente informativa, unas "notas" que los griegos denominaron con el diminutivo del término (grámma, grámmata) con el que designaban la carta: grammateídion, grammateîon. También en esta época, y siguiendo la herencia literaria homérica de incluir cartas en la trama, aparecen estas en los nuevos géneros que entonces se desarrollan:7 el drama (Eurípides, Ifigenia en Áulide, 34-42, 89-91 y 97-123; Ifigenia en Táuride, 727-736, 753-787 e Hipólito 856865, 874-880) y la historia. En esta, tanto en Heródoto (3.40-43, 7.239) como en Tucídides (1.128-130, 132), las cartas aparecen como documentos auténticos, relacionados con distintos personajes protagonistas del relato, que quedan así caracterizados particularmente, dotando a la narración histórica de un enfoque biográfico.8

El aumento en la actividad epistolar está en relación con el paso de una cultura oral, propia de la época arcaica, a la escrita de épocas posteriores;9 el género se consolida definitivamente a partir del siglo IV a. C. gracias a las condiciones socio-culturales que se dan, como son la caída del sistema político de la ciudad-estado y el creciente individualismo y racionalismo de la época.10

Una nueva utilización literaria del género epistolar se inicia cuando se recogen en una unidad las cartas que aparecen en los historiadores atribuidas a algún personaje relevante: esta práctica, que se remonta a la época clásica, tuvo continuidad a lo largo de toda la Antigüedad, con un momento especialmente floreciente en el siglo II d.C.11 A su vez, estas colecciones propician la elaboración de corpora nuevos, formados por cartas que se atribuyen a algún personaje importante del ámbito cultural griego, como filósofos (Aristóteles, Platón) u oradores (Isócrates, Demóstenes). Estas colecciones de falsas cartas, de cartas literarias, aun cuando en su origen se conformaran en torno a algún ejemplar salido realmente de la mano del personaje célebre al que se atribuían, continuaron formándose en épocas posteriores,12 dentro de los ámbitos retóricos.13 Efectivamente, la retórica se fue conformando paulatinamente como método educativo para el dominio de la palabra, no solo oral, sino también escrita, de manera que en la época imperial constituía el sistema pedagógico con el que se educaban las clases letradas. La retórica basaba su enseñanza en la lectura y el estudio de las obras más relevantes del pasado y en su imitación.14 Se trabajaba así en la lectura y escritura repetida de distintos tipos de textos, entre ellos los epistolares. Dentro de los manuales en los que se recogía la metodología de este tipo de práctica, los Ejercicios preparatorios, las cartas se mencionan en la etopeya, un ejercicio con el que se buscaba enseñar al futuro orador o literato los métodos de plasmación de caracteres y conductas; para ello se le pedía que adoptara la personalidad de una figura relevante del ámbito de la literatura o del mito y que expresara su reacción ante una circunstancia determinada, mediante una composición verbal.15 Este cultivo en las escuelas de retórica propició un gran desarrollo del género epistolar durante la época imperial, especialmente en el marco del renacimiento cultural de lo heleno que se ha denominado Segunda Sofística (floruit: siglo II), tanto dentro del marco de otras composiciones literarias, como en su cultivo como género literario autónomo.

Cuando la carta adquiere el estatus de género independiente, al igual que sucede con los demás géneros de la literatura griega, se teorizan las normas para su composición. Esas normas se conservan en forma de observaciones de los propios cultivadores del género,16 en tratadistas del estilo17 y en manuales epistolares18. Básicamente, derivan del hecho de considerar la carta un diálogo que no puede tener lugar por la distancia entre sus interlocutores. Prima, por tanto, su función comunicativa y se recomienda un conjunto de características que la facilitan:19 la claridad; la adaptación de su extensión al contenido, aunque se prefiere, en general, la concisión; un estilo simple, sin perífrasis ni rebuscamiento, pero no vulgar,20 sino dotado de gracia literaria, que se consigue mediante demostraciones de amistad y el uso de proverbios; y, siguiendo la moda literaria del momento, un moderado aticismo.21 En cuanto a su contenido, eran frecuentes las fórmulas con las que solían iniciarse o terminarse determinados tópicos,22 y su temática era muy diversa,23 dado que se utilizaron con las más variadas intenciones comunicativas.24

 

2. LAS CARTAS DE JUIANO

Fue frecuente, durante la época imperial, que los intelectuales escribieran numerosas cartas y que las cuidaran con esmero, como otras obras literarias que estaban destinadas a ser publicadas.25 El corpus de cartas de Juliano es uno más entre los que se elaboran en la época imperial. Según Libanio, Juliano desarrolló una intensa labor epistolográfica (cfr. Discurso, 18.174: "en una sola jornada, respondía a numerosas embajadas, enviaba mensajes a las ciudades, a los comandantes de la armada, a magistrados municipales, a amigos que se alejaban, a amigos que llegaban, hasta el punto de fatigar las manos de sus secretarios por la rapidez de sus palabras"). Su producción epistolar debió ser numerosa, pero solo se nos han conservado unas 160 cartas que puedan atribuírsele con seguridad.26

Estas cartas son una parte de la producción literaria de Juliano, la cual fue compuesta en dos periodos de su vida muy diferentes, dentro de los cuales deben de ser ubicadas y contextualizadas: cuando era César y cuando era emperador. De su época como César, se conservan tres discursos de alabanza, dos dirigidos a su primo el emperador Constancio y uno a la esposa de este, la emperatriz Eusebia; un discurso titulado Consolación a sí mismo por la marcha de Salustio, en el que se lamenta y consuela a sí mismo por verse privado (por orden del emperador) de Salustio, un magistrado originario de la Galia, culto, con experiencia y gran integridad moral, que fue su colaborador y amigo en sus primeros años de contacto con el poder;27 y, por último, algunas cartas dirigidas a un destinatario único.

La temática de sus cuatro discursos deja bien a las claras que su actividad literaria giraba en torno a la difícil situación política en la que se encontraba. Juliano y su hermanastro Galo siempre habían sido vistos como una amenaza por su primo, el emperador Constancio, porque podían ser aspirantes al poder imperial con la misma legitimidad que él. Efectivamente, los tres tenían un abuelo común, el emperador Constancio Cloro, de la dinastía flavia, el cual tuvo, por un lado, varios hijos de la emperatriz Teodora, entre los cuales se encontraba el padre de Galo y Juliano, Julio Constancio; y, por otro, un hijo bastardo con Helena, Constantino, que fue el que heredó el poder imperial. Cuando este ocupó el trono, los hijos de Teodora fueron alejados de la corte, de modo que Juliano nació en Constantinopla, fruto del segundo matrimonio de su padre, que ya tenía otros tres hijos del primero (entre ellos, Galo). Cuando Constantino murió en el año 337, sus tres hijos, Constantino II, Constante y Constancio II llegaron a un acuerdo para dividirse el imperio. E inmediatamente después de su coronación hubo una sangrienta eliminación de todos los miembros masculinos relevantes que descendían de Teodora; entre ellos fue asesinado el padre de Juliano y su hijo primogénito. A esta masacre lograron sobrevivir Galo (aquejado en esos momentos de una grave enfermedad) y el propio Juliano (que contaba con solo 6 años de edad), pero de ahí en adelante sus vidas estuvieron permanente controladas y vigiladas por Constancio. A lo largo de su mandato, el emperador pudo adueñarse de todo el imperio, que volvió a ser, de nuevo, una unidad. Sin embargo, no tuvo descendencia, por lo cual Galo y Juliano se convirtieron en candidatos a la sucesión imperial. De hecho, Galo fue nombrado César en marzo del año 351, pero tres años después fue ejecutado tras un juicio sumario, acusado de conspirar contra el emperador. El propio Juliano recibió entonces el nombramiento de César y fue enviado a la Galia. En esas circunstancias escribió los discursos de encomio a su primo y a la emperatriz, de quienes dependía su vida. Estos discursos, a la vez que halagaban a los monarcas, suponían una muestra de fidelidad, con la que Juliano buscaba acallar a una corte que le era hostil, especialmente en la persona del chambelán Eusebio, uno de los personajes más poderosos del momento por la influencia que ejercía sobre el emperador. El ser privado de Salustio, un fiel colaborador que le aconsejaba bien, era una prueba clara tanto de la vigilancia a la que estaba siendo sometido, como de los límites que continuamente le impuso Constancio a su poder.

Una vez que fue emperador, tras la muerte de su primo y la eliminación de sus adversarios cortesanos, Juliano compuso obras de temática muy diferente: tratados teológicos, como el Himno a Helios rey y Sobre la madre de los dioses; tratados en los que reflejaba sus concepciones filosóficas (neoplatónicas), como Contra el cínico Heraclio y Contra los cínicos ignorantes; un programa de gobierno, la Carta a Temistio; una alegoría con propaganda política y religiosa, los Césares; dos obras autobiográficas, en la que defiende su opciones políticas, éticas y religiosas, el Misopogon y la Carta a los Atenienses, y un tratado contra las doctrinas cristianas, Contra los Galileos. También se conserva un número importante de cartas escritas en esta época, que van dirigidas no solo a un receptor individual —la mayor parte de las veces un personaje relevante en la vida política, religiosa o cultural, como su tío Juliano, un confidente en cuestiones políticas (28), 28 los sacerdotes Teodoro, Basilio y Arsacio (30, 89a y b, 32, 84), las sacerdotisas Calíxena y Teodora (81, 85 y 86), los políticos o magistrados Hermógenes, Nilo, Atarbio, Porfirio y Ecdicio (33, 82, 83, 106, 107-109, 112), el médico Zenón (58), los sofistas Proheresio (31) y Libanio (96, 97, 98)—, sino también a receptores colectivos, como todos los médicos, para eximirles de los impuestos curiales (75b); los profesores, para legislar sobre quiénes podían ser tales (61c); y distintas ciudades o etnias: los corintios (20); los habitantes de Bizacio en Túnez (54), los alejandrinos (56, 60, 110 y 111); los habitantes de Bostra en Arabia Petrea (113) o los tracios (73). En conjunto, las obras escritas durante su corto mandato como emperador (de octubre de 361 a marzo de 363) tienen una misma finalidad: dar a conocer su pensamiento en materia política y religiosa, así como defender las decisiones que tomaba como gobernante. De ahí que el conjunto de la producción epistolar, que pertenece mayoritariamente a este período, haya sido estudiada fundamentalmente como fuente histórica, debido a los numerosos datos que contiene sobre su actuación política, legal y religiosa.29

2.1. La confidencialidad de las cartas de Juliano

La importancia de las cartas de Juliano es resumida en las primeras palabras de la edición de Bidez (L'Empereur Julien), uno de los eruditos que mejor conoció su vida y su obra: "Es el único emperador romano que nos ha dejado una correspondencia abundante, variada y en parte confidencial".30

La confidencialidad de las cartas de Juliano es, sin embargo, discutible, si hemos de juzgar a partir de determinadas ideas recogidas en su propia producción epistolográfica. En una de las pocas cartas denigratorias que escribió, la dirigida al aristócrata Nilo (82), confiesa que la ha escrito no solo para él, a quien va nominalmente dirigida, sino a todos los que conocen su pervertida vida, para que sean testigos de la condena que recibe por parte del emperador: "pues si ahora te escribo esta carta no es solo para tu lectura, porque yo sabía que muchos la necesitaban y se la daré por supuesto a todos los que la tomarán no sin agrado, según estoy convencido".

El aspecto público que tenían las cartas de un emperador y su valor como documentos históricos, queda también reflejado en la carta que Juliano dirige al sofista Proheresio, del que deseaba que fuera el historiador de su obra (31). Si acepta ser su cronista, le promete que le contará todos los sucesos con la máxima exactitud y también que le entregará cartas, que son las pruebas escritas de lo que dice. Estas palabras reflejan el cuidado que Juliano tenía con su producción epistolar, que guardaba cuidadosamente, seguramente junto con las cartas de respuesta que recibía.

También sabía Juliano que una carta suya dirigida a un particular podía ser hecha pública sin su consentimiento, según aparece en la carta que dirige a su tío homónimo, Juliano (80), el único miembro de su familia que aparece a su lado, como un colaborador suyo. En ella le recomienda desechar toda cólera con respecto a un tal Lauracio, que ha acusado a su tío de publicar las cartas que tenía de su sobrino el emperador. El hecho, efectivamente, no tiene mayor importancia porque, como Juliano aclara, siempre se ha cuidado de no incluir en su correspondencia nada que le pudiera ser reprochado en caso de que la carta fuera leída por alguien que no fuera su destinatario: "me parece que sería ridículo llevarlo a juicio porque, por los dioses, yo jamás he escrito nada a ti ni a ningún otro hombre que no desee que figure públicamente ante todos. Pues, ¿qué grosería, qué ultraje, qué injuria, qué insulto, qué palabras obscenas se han escrito jamás en mis cartas?... Tengo por testigos a todos los dioses y a todas las diosas de que si alguien publicase cuanto he escrito a mi esposa31 no me irritaría: tan llenas de recato están todas mis cartas; pero si las cartas que escribí a mi propio tío, alguno o algunos las han leído, el que las descubrió con tan mala fe recibiría más justos reproches que yo que las escribí, que tú o que cualquier otro que las haya leído".

Estos testimonios corroboran la conciencia que siempre tuvo Juliano de que sus cartas, aun cuando fueran dirigidas a un destinatario particular y trataran de temas privados, podían ser leídas por otros. Y la corroboran no solo para la época en que era emperador, sino también para la época en que era César, a juzgar por la mención que hace a las cartas de su esposa, la cual falleció en el año 360, poco después de que Juliano fuera proclamado emperador. Esta conciencia surgió, sin lugar a dudas, de la situación de peligro en que se encontraba durante esos años, un peligro que abarcaba en primer lugar a su persona, pero también a los receptores de sus cartas, como él mismo recuerda en la carta que dirige a Filipo (40),32 cuando ya estaba consolidado como emperador (primavera del año 362): Juliano confiesa que le hubiera gustado escribirle antes, pero que, a raíz de la "amistad de lobo" (cfr. Platón, Epístola, 3.318e) que surgió entre el emperador y él una vez que Juliano fue proclamado augusto por sus tropas, se cuidó de enviar carta alguna "a nadie que estuviera al otro lado de los Alpes", es decir, fuera del territorio que él mismo dominaba con su ejército, siendo consciente de que tal destinatario podía ser acusado de ser amigo del emperador usurpador.

2.2. Literatura y retórica en las cartas de Juliano

Las cartas que Juliano escribió en su época de César33 tienen, por tanto, unas características especiales, ya que fueron escritas como cartas privadas, es decir, no destinadas a la publicación, pero su emisor era consciente de que serían leídas por otros con intención condenatoria, tanto para él mismo, como para los destinatarios de las mismas; por otro lado, podían ser hechas públicas sin el consentimiento de su autor.

Estas características restringían lo que Juliano podía comunicar en sus cartas, o, al menos, la forma de hacerlo. Pero, a su vez, el hecho de que fuera consciente de ellas le proporcionaba la ventaja de poder anticiparse a las miradas intrusas, construyendo en ellas una imagen de sí mismo, un êthos, que le mantuviera a salvo a él y a los destinatarios. Estas especiales características nos han llevado a profundizar en el estudio de esta parte de su corpus epistolar, en tanto que Juliano, sirviéndose de su formación literaria y retórica, plasmó en esas cartas la imagen de sí mismo que le interesaba divulgar y lo hizo de un modo exitoso, ya que logró su supervivencia y la de los destinatarios de sus cartas.34 Pretendemos cubrir con este análisis una dimensión de estas cartas, la literaria y la propagandística, que no ha sido estudiada hasta ahora.35

Como miembro de la casa real, Juliano había recibido una esmerada educación.36 Es importante destacar, no obstante, que esta educación fue solo en cultura griega, es decir, se le educó como un simple particular y no como a un futuro gobernante. Tras el asesinato de su padre fue llevado a Nicomedia, donde fue iniciado en los fundamentos de la cultura griega en la casa de su abuela materna; allí conoció una selección de pasajes de los principales poetas, leyó por primera vez a Homero y adquirió nociones básicas de filosofía. Luego, a la edad de doce años, fue recluido por el emperador, junto con Galo, en una fortaleza militar situada en Macellum (cerca de Cesarea, en Asia Menor), un lugar alejado de los centros de cultura del momento, donde recibió educación cristiana, estudiando la Biblia y los evangelios,37 a la vez que tuvo acceso a la excelente biblioteca de retórica y de filosofía de su tutor, el obispo arriano Jorge de Capadocia. Cuando su hermano Galo fue llamado a la corte, también se le permitió a Juliano abandonar Macellum y continuar sus estudios en escuelas públicas. Pasó por Constantinopla, donde siguió los cursos del gramático Nicocles y del rétor Hecebolio.38 Allí, su afición al intercambio verbal le hizo persona muy conocida y le atrajo múltiples admiradores. Constancio, siempre atento a la relevancia pública de sus primos, decidió, entonces, alejarlo de la populosa Constantinopla y le ordenó continuar sus estudios en la menos importante ciudad de Nicomedia. En ella estableció contacto y conoció indirectamente39 las lecciones de Libanio, un rétor pagano de reconocido prestigio, que fue el más firme defensor de su proyecto de restauración del helenismo.40 Y también allí estableció contactos con el paganismo y, en especial, con la vertiente adivinatoria de algunas corrientes teúrgicas, que ya no abandonará a lo largo de su existencia.41 Después viajó a Pérgamo y Éfeso, donde profundizó en sus estudios de filosofía neoplatónica con importantes maestros como Edesio, un discípulo de su admirado Jámblico, y el teurgo Máximo.42 En esta época, en torno a los años 350-351, suele situarse la renuncia al cristianismo de Juliano, si bien esta no se hizo pública hasta después de la muerte de Constancio. Tras la ejecución de Galo, los mismos delatores que habían procurado su muerte trataron de implicar a Juliano en su supuesta conspiración para adueñarse del trono. Pero Juliano logró explicar satisfactoriamente su conducta y, deseoso de alejarse de las intrigas de la corte, obtuvo permiso para desplazarse a Atenas (de julio a octubre del año 355), uno de los centros culturales más importantes del momento. Allí, además de frecuentar las lecciones del rétor Himerio y del famoso sofista Proheresio, estableció contacto con el filósofo Prisco, un discípulo de Máximo, y frecuentó al hierofante de Eleusis, quien, con toda probabilidad le inició en el culto de Helios-Mitra, el cual se convirtió en el centro de su vida mística. Juliano pasó, por tanto, por las escuelas filosóficas y retóricas más importantes del momento. Se le permitió, como arriba señalábamos, adquirir una buena educación en letras, pero se le privó de la educación propia de un hombre de estado, que se completaba con formación militar y conocimientos de derecho y administración; también era imprescindible para un futuro gobernante la formación en latín, que Juliano adquirió más tarde.43

Que Juliano conocía la preceptiva retórico-literaria es evidente por su educación, pero también por la factura de su propia obra.44 En concreto, en su propia producción epistolar se encuentran diversas alusiones a materias estilísticas que corroboran ese conocimiento. Así en la carta que dirige a Proheresio (31), un intelectual tan hábil en el uso de la palabra que Juliano compara sus discursos con los de Pericles, confiesa que le habla con "concisión lacónica", tanto porque tiene muchos asuntos que resolver,45 como porque el componer discursos muy extensos y elevados es solo propio de los sabios. Y, por el contrario, cuando escribe a Hermógenes, un antiguo prefecto de Egipto, para invitarle a que acuda a su lado, inicia su carta con una alusión al estilo recargado de ciertos rétores: "Permíteme que te hable como los rétores líricos: 'Ay, estoy salvado contra toda esperanza, ay, contra toda esperanza me he enterado de que escapaste a la hidra de tres cabezas'". En general, Juliano se muestra partidario de la primera opción, del laconismo, y así, cuando ocasionalmente escribe una carta llena de tópicos, como la que dirige al poeta Filipo (40) para disculparse por no haberle escrito aún, a pesar de que este le ha enviado ricos presentes y se ha ofrecido para acudir a su lado, confiesa que esta misiva "está llena de mucho humo y mucha cháchara", y que a menudo hace las cartas "demasiado largas" y es "excesivamente charlatán".46 En todo caso, el dominar con corrección la lengua griega aticista era tan natural en los círculos de poder, que su uso incorrecto era un motivo de denigración, como se ve en la carta condenatoria que dirige al aristócrata Nilo (82), escrita con la finalidad de desenmascarar sus faltas. Se le reprocha entre ellas el no ser un hombre cultivado, porque no conoce el sentido que las palabras tenían para los autores áticos: "tú que no has tocado en absoluto las letras como, sin duda, es natural deducir de tus cartas, pues ningún antiguo dijo phroûdon (desaparecido) en lugar de prophanés (aparente), como tú ahora, porque las demás faltas de tu carta nadie podría exponerlas ni en un libro inmenso, así como ese carácter disoluto y pervertido por el que te prostituyes a ti mismo".

La dimensión literaria de las cartas de Juliano fue apreciada por coetáneos suyos, como Amiano Marcelino (16.5.7) o Libanio (Discursos, XVIII.302). Tras su muerte, su producción literaria tuvo una larga difusión en los ambientes cultos helenos y fue usada como modelo a imitar en las escuelas debido a su perfección formal. Focio (Cartas, 2.44) la incluyó en el canon de los epistológrafos dignos de imitación, junto a la de Platón, Aristóteles, Demóstenes, Bruto, Libanio, Basilio, Gregorio Nacianceno e Isidoro de Pelusio. Fue, precisamente, este hecho el que le aseguró su pervivencia hasta nuestros días.47

2.3. Clasificación de las cartas de Juliano

El grupo de cartas que Juliano escribió en su época de César tiene, por tanto, características propias (producto literario y retórico, concebido como carta privada, pero que cuenta con ser leída por otros y puede ser publicado) que hacen difícil su inclusión en las clasificaciones que distintos estudiosos modernos han hecho del género.

Esas clasificaciones48 se inician a comienzos del siglo XX, cuando se establece la diferencia entre "carta" y "epístola",49 que está basada en la intención del autor con respecto al mensaje que desea transmitir: la primera está reservada para un ámbito privado y es escrita para un destinatario concreto (ya individual, ya colectivo), mientras que la segunda nace como un documento literario destinado a su difusión pública. El estudio más profundo de los distintos corpora de cartas dejó obsoleta esta primera clasificación,50 a la vez que puso en evidencia la complejidad de establecer divisiones rígidas.51 Aplicando criterios como la temática de la carta y la intención con la que es escrita, la clasificación que mejor da cuenta de la compleja realidad del género epistolar es la siguiente:

a. Cartas privadas en sentido estricto: son aquellas escritas sin ninguna intención de publicidad y que tratan de un asunto privado. Se conservan sobre todo en papiros.

b. Cartas oficiales: son las que tratan asuntos políticos o burocráticos. Se desarrollan particularmente con las monarquías helenísticas y el imperio romano.

c. Cartas literarias: son las que un autor particular escribe con la intención de publicarlas, o bien son las que resultan publicadas porque, aunque esa no fuera originariamente la idea del emisor, la relevancia de este, o la de su destinatario, o el contenido de la misiva llevan a que sea publicada. Este grupo es muy amplio y cuenta con numerosas subdivisiones. En él podrían incluirse las cartas que Juliano escribió siendo emperador, porque siempre contó con que podían ser públicas. Particularmente se deben incluir en este apartado la Carta a los atenienses y la Carta a Temistio, las cuales, aunque son "cartas" por su título, encierran auténticos discursos, que los editores publican como tales: encajan en el subtipo de la carta literaria, la llamada "carta como forma externa", bajo el cual se agrupan tratados en forma epistolar de la más variada temática.

Las cartas escritas en la época en que Juliano era César, pertenecen también a este grupo, en tanto que son cartas literarias, pero Juliano no las escribió para que fueran publicadas, ni lo fueron durante su vida. Fueron concebidas como cartas privadas, pero eran leídas por destinatarios diferentes del nominal. Parecen tener, en general, una temática particular, como las cartas privadas, pero pueden comunicar datos que, como veremos, tenían una dimensión política.

2.4. Destinatarios de las cartas de Juliano

Las cartas que conservamos escritas por Juliano en la Galia52 tienen, cada una de ellas, un único destinatario: en un caso se trata del propio emperador (precisamente en la última que se conserva de este periodo), y el resto son miembros, en general, relevantes del ámbito de la cultura helena que florecía en las ciudades orientales del imperio; además, todos ellos son paganos:53 el rétor Evagrio54(4); Eumenio y Fariano (8), unos antiguos compañeros de estudios en Atenas o en Asia Menor;55 Alipio (dos cartas, 9 y 10), un cultivado pagano interesado tanto en las ciencias como en la poesía;56 el eminente filósofo neoplatónico Prisco57 (tres cartas, 11, 12 y 13) y Oribasio, el escritor de temas médicos más importante del periodo greco-romano58 (14).

Exceptuando al emperador, los destinatarios de las cartas de Juliano son personas que compartieron con él una parte de su vida, en general partidarios suyos, a los que Juliano, mientras estuvo en precario, protegería de cualquier sospecha de colaboración con su causa. Por tanto, cualquier noticia referida a sus planes sería, o bien evitada, o bien disfrazada en un lenguaje que no la hiciera evidente.

2.5. Estructuración y contenido de las cartas

Ninguna de las cartas que escribió en la Galia tienen fórmulas de introducción y el nombre de su destinatario jamás se consigna en ellas. Su estructura y contenido se analiza a continuación, siguiendo el orden cronológico en el que fueron escritas.

2.5.1. Carta al rétor Evagrio (4)

Juliano le escribe probablemente a finales del 357, año en el que, aunque su correspondencia seguía vigilada por funcionarios imperiales, él había adquirido más seguridad, en parte por sus victorias militares contra los bárbaros, y en parte porque el emperador había partido hacia Oriente.59

El objetivo de la carta es comunicarle que le regala una pequeña propiedad que había heredado de su abuela materna, en Bitinia. Para entonces, Juliano ya disponía de toda su herencia, tanto materna, como paterna, y, según cuenta Libanio,60 la repartía graciosamente entre sus amigos.

El resto de la carta está ocupada por una diversión literaria,61 que Juliano se puede permitir con Evagrio, halagado como rétor colmado de las "Gracias y las Musas": la descripción de la propiedad que le regala. La descripción (ékphrasis) era uno de los ejercicios que se practicaban en la escuela retórica y uno de los más apreciados dentro del gusto literario de la época. La descripción de la finca regalada está elaborada de acuerdo con la poética vigente, con numerosas alusiones a la mitología: destaca primero Juliano la tranquilidad del lugar, que la hace apta para el cultivo de las letras, aunque, a pesar de ella, no está privada de las gracias de Nereo (el mar). Allí dejó una viña plantada con sus propias manos durante su juventud, la cual es descrita por Juliano con amplio uso de recursos poéticos: el tiempo que necesita para madurar es Crono, el vino que produce es Dioniso, el olor que desprende es a rosas y, ya en los toneles, se convierte en esencia de néctar, como sucedía también en Homero (cfr. Odisea, 9.356). Juliano bebía ese vino regado con Ninfas (es decir, con agua, como era la costumbre griega de los hombres moderados). La descripción se cierra con una composición en anillo, en la que el autor vuelve a mencionar el motivo de su carta, la donación de un pequeño pero agradable regalo, sirviéndose, como colofón, de una cita pindárica ("de casa a la casa": Olímpicas, 6.99 y 7.4), que resalta la cercanía que le unía con Evagrio, al que se refiere con términos afectivos ("amada cabeza") habituales en las cartas. Las últimas líneas constituyen una captatio benevolentiae, un recurso habitual en los finales de los discursos: Juliano le pide al rétor que sea benévolo en la apreciación de las faltas que haya podido cometer, porque escribe deprisa y a la luz de una vela.62

En esta breve, pero elaborada carta, Juliano se presenta a sí mismo como una persona magnánima, que se desprende de una propiedad en favor de un amigo. Si la donación, como es probable, tenía la finalidad, en este caso, y en otros, de atraer partidarios a su causa, ese matiz queda absolutamente oculto por el aparato literario de la carta, la descripción de la finca, que la ocupa prácticamente en su totalidad. De esta forma Juliano sigue la preceptiva epistolográfica, ya que adopta un tono literario adecuado a su destinatario, a la vez que se presenta a sí mismo como un hombre de letras, destacando esta faceta de su personalidad, que lo hacía poco sospechoso de aspirar al trono imperial. Escudándose en ella, Juliano establecía y mantenía amistad con los intelectuales más relevantes de la época, buscando atraerlos a su causa, porque los consideraba orientadores excepcionales para cumplir su misión, la restauración del helenismo.63

2.5.2. Carta a Eumenio y Fariano (8)

La carta dirigida a Eumenio y Fariano fue escrita sobre el 358-359.64 Se inicia recomendándoles que continúen con el estudio de la filosofía, actividad que parece que compartieron anteriormente con Juliano, y se contrapone la amplia posibilidad de formación que ellos tienen a su disposición con la precariedad cultural de la Galia, en la que el César se encuentra: "No despreciéis las controversias ni descuidéis la retórica, ni el contacto con los poetas. Sea vuestra aplicación a las ciencias mayor aún, y que todo vuestro esfuerzo sea el conocimiento de las doctrinas de Aristóteles y de Platón". La carta se cierra, de nuevo, con una composición en anillo, a la que Juliano añade una declaración de amistad, que aumentará si siguen su recomendación, o le causará un gran dolor en el caso contrario.

Esta carta es una respuesta, probablemente, a un ofrecimiento de colaboración por parte de Eumenio y Fariano. Y Juliano los rechaza, ya que les pide que se sigan dedicando al estudio allá donde se encuentran,65 de manera que lo más probable es que no los considerara fiables o adecuados para sus planes. De hecho, nada más se sabe de ellos, que no participaron, en adelante, en su obra como emperador.

2.5.3. Cartas a Alipio (9 y 10)

Una primera carta (9) comienza con un relato histórico, en el que se recuerda que Silosón había regalado al rey Darío de Persia un abrigo que era del gusto de este último cuando todavía no era más que un soldado de Cambises. Luego, cuando llegó al trono, Darío se complació en darle como recompensa la isla de Samos.66 Este relato, que embellece y da calidad literaria a la carta, da inicio a una comparación entre la amable actitud de Alipio para con un Juliano que todavía no era más que un príncipe rodeado de sospechas, y la recompensa que este le da, el llamarle a su lado en cuanto es nombrado César. La comparación era un procedimiento retórico que se utilizaba con la finalidad de engrandecer a sus protagonistas, que eran puestos mediante su uso en parangón con las grades figuras históricas o míticas del pasado. Notamos que la figura con la que Juliano se compara es con la de un rey, lo que da idea clara de sus planes y de su convicción de que llegaría a ocupar la silla imperial. Por su parte Alipio es encomiado por su capacidad política y administrativa, virtudes que le hacen apto para acudir a su lado y ayudarle a "enderezar lo que está caído de mala manera". No es esta una expresión comprometida, ya que, como César, Juliano debía ocuparse de diversas responsabilidades militares y administrativas, pero, para los conocedores de su "misión", solo podía referirse a la reforma del imperio que Juliano consideraba en decadencia.67 La alusión y la invitación están envueltas en el habitual lenguaje literario y retórico ("Así juguetea contigo una musa gala y bárbara, y tú ven alegre bajo la protección divina").68

En el segmento final se vuelve a repetir, dejando así bien clara la intención de la carta, tanto la petición de que acuda a su lado, como el encomio de la valía de Alipio: funciona, por tanto, como un resumen de lo expuesto, a la que se suma la característica captatio benevolentiae de los finales ("ven junto a un amigo que ya antes, aunque todavía no era capaz de conocer lo que valías, sin embargo te rodeaba de su afecto"). Estas últimas palabras, según consta expresamente en el texto, están escritas por la propia mano de Juliano, lo que demuestra una gran deferencia en el trato que solo se repite en la (11), dirigida a Prisco.

El objetivo de la segunda carta es el agradecimiento por el mapa adornado de yambos que Alipio le ha enviado desde Bretaña, donde ya ocupa el cargo de Vicario,69 para distraerle en la grave enfermedad que sabe que el César padece.70 Y Juliano aprovecha también esta carta para hacer, de nuevo, un encomio de Alipio, del que alaba la forma en que gobierna, mezcla de dulzura, para tratar a los justos, y de energía y valentía para corregir a los malvados. Este elogio se extiende en una petición de que todos los esfuerzos de Alipio converjan en uno solo, el bien ("Pedimos que tú, que tienes tales objetivos, puedas armonizarlos en uno solo, el bien; pues que este es el fin que subyace a todas las virtudes lo creyeron, y no por azar, los más sabios de los antiguos").

El encomio, que aparece ya en la carta anterior, era una de las formas retórico-literarias más usadas en la época imperial,71 en la que se desarrolló como parte del género epidíctico, debido a que las otras dos ramas que ya desde Aristóteles se distinguieron en la retórica, la política y la judicial, habían perdido gran parte de su funcionalidad en el régimen imperial. El elogio, por el contrario, halló un momento propicio bajo ese régimen y se utilizó profusamente en las complicadas relaciones de poder que se establecían entre los cortesanos y en la administración. En el caso de esta carta, es verosímil que Juliano, mediante su elogio, estuviera dando su beneplácito a la línea política que Alipio llevaba en Bretaña y le estuviera indicando que respondía a sus expectativas.72 La carta se cierra con una fórmula de despedida, a la que se añade otra que expresa el cariño ("Salud y que vivas largo tiempo felizmente, añoradísimo y queridísimo hermano").

2.5.4. Cartas a Prisco (11, 12 y 13)73

La demostración de agradecimiento por las cartas que Prisco le había enviado son el tema con que se inicia la primera de las cartas (11): Juliano comienza indicándole que ha salido de una terrible enfermedad (que probablemente padeció en el 358-359, durante una estancia en París), gracias a la providencia del Salvador. El uso de este nombre genérico para referirse a Dios (el dios único cristiano, pero en la mano de Juliano, sin duda, Helios-Mitra74) indica el cuidado en evitar un lenguaje comprometedor en esta primera misiva, cuando Prisco todavía no ha consentido en acudir al lado de Juliano.

El César le cuenta que, todavía débil, se aplicó a la lectura de sus cartas, que actuaron para él como una medicina que le fortaleció ("Al leerlas, ya por la tarde, no podría fácilmente decirte cómo me fortaleció el sentir tu fresca y pura benevolencia"). A esta sutil manifestación de admiración, Juliano añade el deseo de poder estar a la altura de esa benevolencia de Prisco, del que se despide utilizando la misma fórmula final que aparece en una de las cartas a Alipio, pero reforzada con otras expresiones de máximo cariño, y complementada con su deseo de verlo, un deseo que parece natural, dado el afecto que le profesa ("Ojalá te me conserves sano y salvo, añoradísimo y queridísimo hermano, por obra del dios que todo lo observa; ojalá pudiera verte, bien mío").

Esta carta, ya cerrada con su fórmula de despedida, tiene una post-data manuscrita por Juliano, en la que, asegurando que escribe como piensa (idea de la que se desprende que en otras ocasiones no lo hace), insiste en que Prisco acuda a su lado, dada la intensa amistad que le une con él: "Queridísimo amigo, ¿cuándo podré verte y abrazarte? Porque ahora, como si estuviera locamente enamorado, me da placer incluso tu nombre".

La habilidad retórico-literaria de Juliano queda bien patente en esta carta, en la que aprovecha la simple respuesta de agradecimiento que la corrección habitual requería como acuse de cartas recibidas, convirtiéndola en un medio de solicitarle, casi con urgencia, que acuda a su lado, disfrazando la causa por la que se lo pide en la admiración y el afecto que seguramente este relevante personaje despertaba realmente en él.

En el comienzo de la segunda carta a Prisco (12), el César, que ha debido de recibir ya la noticia de que Prisco accede a desplazarse a la Galia, le anima a hacerlo cuanto antes:75 "Si piensas que tu bondad venga a verme ahora, con la ayuda de los dioses, decídete y anímate, porque es posible que un poco más tarde yo tampoco tenga tiempo". Notamos el ceremonioso título ("tu bondad")76 con que Juliano se dirige a Prisco, en línea con la admiración que le profesaba; y notamos también el plural, para referirse a los dioses, una liberad que no suele permitirse en su época de César, ya que la corte y la casa real, de las que él era miembro, era cristiana. Pero lo más destacado es la alusión a lo ocupado que estará: solo alguien que conociera sus planes podía entender que el momento en el que iba a intentar cumplir su misión, levantándose contra el emperador, estaba ya cercano. Lo importante de la carta se comunica aquí, en el párrafo inicial, y el resto de su contenido no es en nada sospechoso: Juliano se muestra como un amante de la filosofía que se dirige a un filósofo consagrado, y le pide a Prisco que le traiga los comentarios del filósofo neoplatónico Jámblico (circa 250-325 d. C.) sobre el teúrgo caldeo Juliano (siglo II d. C.), al que admiraba vivamente, a la vez que hace una encendida defensa de los dos.77 La carta finaliza elogiando los resúmenes de Aristóteles que le ha enviado.

La tercera carta a Prisco (13) tiene la finalidad de comunicar a este que las cartas y el permiso de circulación que necesita para trasladarse a la Galia, con la finalidad de investigar sobre el océano —una excusa perfectamente verosímil para un intelectual— ya están en camino.78 Es una carta más cauta que la anterior, con alguna alusión a la dureza de la vida en Galia, que quizás disfraza la mención de los difíciles momentos políticos por los que el César está pasando, acompañada de la confianza absoluta en la protección divina con la que Juliano creyó contar en toda su trayectoria vital ("con la ayuda del dios todo saldrá de acuerdo con tus deseos, a no ser que temas la falta de cultura de los galos y su invierno"). Juliano vuelve al tono neutro en la mención de la divinidad ("Pero esto sucederá así como le agrade al dios"), a la vez que justifica su interés en la venida de Prisco por su amor a la filosofía y le manifiesta su particular afecto: "yo te juro por el autor y salvador de todos mis bienes que deseo vivir para esto, para seros de alguna utilidad; cuando digo 'vosotros' me refiero a los verdaderos filósofos, y persuadido de que tú eres uno de ellos, ya sabes cómo te he querido y te quiero y deseo verte". La carta termina con una fórmula de despedida ("Que la divina providencia te guarde con salud durante mucho tiempo, añoradísimo y amadísimo hermano"), en la que se incluye también a su esposa e hijos ("Saludos a la santa Hipia y a vuestros hijos").

Estas tres cartas, breves y en las que Juliano adopta la apariencia inocua de un gran admirador de un renombrado personaje del ámbito de la cultura, son el testimonio de la capacidad de ocultación del César, pero también, de su poder de atracción: aunque solo se han conservado las cartas en las que invitaba a Alipio y a Prisco, seguramente dirigió más que fueron también respondidas positivamente, de manera que fueron reuniéndose con él los más eximios intelectuales del momento. Libanio79 confirma la formación de esta camarilla de notables, de quienes, como de Prisco, recibía elogios (a su misión) y consejos (para llevarla a cabo).

2.5.5. Carta a Oribasio (14)

Esta carta fue escrita en el año 359, cuando Juliano había sido privado de la presencia de Salustio, y cuando comenzaba a hacérsele insoportable su precaria e insegura situación.80 Esto explica que, dentro del estilo literario habitual, en ella se permita manifestar, aun cuando sea en un lenguaje metafórico, la inminencia de su asunción del mando del imperio, justamente unos meses antes de que realmente sucediera. Para entonces su fama en Oriente era máxima81 y ya debían haberse extendido rumores sobre los deseos de Constancio de levar tropas galas, del ejército que comandaba Juliano, para su planeada campaña a Oriente: Juliano quedaría así desprovisto del poder que le proporcionaban esas tropas, que le eran fieles. Eunapio nos informa de que en esa época existían miles de complots contra él y de que hizo venir de Grecia al hierofante de Eleusis, con el que realizó ciertos actos solo conocidos por ellos dos, gracias a los cuales se sintió animado a enfrentarse a la tiranía de Constancio. Según la misma fuente, solo tuvo dos confidentes de esta decisión, uno de los cuales fue Oribasio.82

La carta tiene dos secciones claramente delimitadas. La primera comienza con una cita de Homero (Odisea, 19.562)83 en la que se alude a dos tipos de sueños, unos que engañan y son portadores de mensajes falsos, y otros que muestran hechos verdaderos. El sueño que Oribasio le ha contado a Juliano (suponemos que en una carta precedente), pertenece al segundo tipo porque se da la circunstancia de que también Juliano ha tenido una visión semejante la noche anterior: "me pareció ver que un elevado árbol, plantado en un triclinio muy grande, se inclinaba hacia el suelo y en su raíz brotaba un joven retoño lleno de flores. Yo estaba angustiado por el retoño, temiendo que fuera arrancado junto con el grande y entonces, al acercarme, veo al grande cortado sobre la tierra y, en cambio, al pequeño derecho y levantado en la tierra". La interpretación de esta imagen, que tiene referentes en otros relatos de la literatura griega,84 ha sido unánime: el árbol elevado representa la dinastía de los flavios, a la que pertenecían tanto el emperador Constancio, como Juliano: el árbol cortado representa a Constancio, cuyo poder acababa en él, ya que no tenía descendencia, mientras que el retoño lleno de flores es Juliano, que permanecerá y se asentará firmemente porque, a diferencia del árbol, tiene sus raíces hundidas en la tierra.

La segunda sección temática es un testimonio de un enfrentamiento que Juliano había tenido con un miembro de la corte, al que se refiere como el "miserable andrógino", probablemente el chambelán de Constancio, Eusebio, al que llama del mismo modo en otros escritos (Carta a los atenienses, 272d y 274a). Juliano es consciente de que este enfrentamiento puede traerle consecuencias graves, que afronta desde una postura ética propia de su concepción del poder ("y si de esto resulta que me encuentro un sucesor, seguramente no me hará ningún daño; porque es mejor obrar bien poco tiempo que mal durante mucho").

Juliano no llegó a ser destituido formalmente del cargo. Constancio optó por otra vía, que se mantenía dentro de la más estricta legalidad: exigir que parte de sus tropas se incorporaran al ejército que estaba formando para iniciar una nueva campaña en Oriente. El emperador obtenía un doble beneficio de esta maniobra: por un lado, se adueñaba de tropas bien entrenadas, que le serían extremadamente útiles en su lucha contra Sapor, el rey de los partos; por otro, al separar a Juliano un ejército que le era fiel, lo dejaba, de facto, sin poder alguno.

2.5.6. Carta a Constancio (17b)

Esta carta se diferencia de las demás por su carácter público: fue concebida por Juliano como una carta abierta dirigida nominalmente a su primo tras ser nombrado augusto por sus tropas (primavera del año 360). Efectivamente, cuando la orden de Constancio llegó al ejército galo, este se negó a obedecerla y, amotinándose, nombró a Juliano Augusto. Juliano escribió entonces a Constancio dos cartas, la que aquí vamos a comentar, que se ha conservado, en una versión aproximada a la real, en la obra de Amiano Marcelino (20.8.2 ss.), y otra privada, que no se ha conservado, en la cual, según nos informa este mismo historiador, trataba en términos más duros al emperador. Con esta carta, en la que Juliano da la versión oficial en torno a su nombramiento como augusto,85 buscaba evitar una confrontación militar con su primo y le ofrecía una división del imperio. Consta de dos partes, una primera en la que narra cómo ha llegado a ser nombrado emperador, y una segunda, en la que ofrece las condiciones para una convivencia pacífica entre ambos.

Juliano comienza recordando que siempre ha guardado lealtad a la institución imperial, y que lo ha manifestado en múltiples pruebas (5).86 En el ámbito militar, desde que fue nombrado César, ha proporcionado al emperador numerosos triunfos militares, sin haber recibido a cambio reconocimiento alguno (6). La revolución que se ha producido se debe, primero, a que los soldados están encolerizados y son ya incapaces de soportar el mando de un subordinado, él mismo, en tanto que no puede recompensar, como merecen, sus reiterados esfuerzos (7); y segundo, a que llegó la noticia de que debían partir hacia Oriente: "De ahí que, portándose con más violencia que de costumbre, por la noche, formando un solo grupo, pusieron sitio al palacio llamando con grandes y repetidos gritos Augusto a Juliano" (8). Juliano intentó aplacar el tumulto mezclándose entre ellos y hablándoles (9). Pero no solo no lo logró, sino que lo amenazaron de muerte. Pensando que, si él moría, otro quizás peor sería nombrado emperador, consintió "con la esperanza de aplacar la violencia en armas" (10). Juliano pide a Constancio, primero, que acepte la veracidad de estos hechos y no preste oídos a los malintencionados y, segundo, que, atendiendo a la Justicia, acepte las condiciones que le propone, como convenientes para ellos dos y para el estado (11). A partir de ese momento, queda a la espera de sus órdenes (12).

En esta narración Juliano se atiene a la sucesión cronológica de los acontecimientos y dibuja la imagen de sí mismo que más le favorece en la situación: omite mencionar todos los preparativos que han propiciado esta reacción de la tropa, y se presenta como víctima pasiva de un conflicto que ha surgido a raíz de la orden dada por el emperador. Son las tropas las que le han nombrado augusto. Él se ha visto obligado a aceptar el cargo para evitar males mayores. No se presenta, por tanto, como un usurpador, sino como alguien al que se pide que repare una evidente mala praxis política del poder instituido. La responsabilidad de lo sucedido queda así atribuida a Constancio y también queda en sus manos el actuar con justicia, atendiendo a las condiciones que le va a proponer. El final de esta sección, en la que Juliano nominalmente queda a las órdenes de Constancio, es el colofón de la imagen pública que quiere transmitir al imperio: acata las órdenes del emperador, siempre y cuando este acepte las condiciones que le expone a continuación.

"Lo que es preciso hacer", esas condiciones, son las siguientes: él enviará refuerzos equinos y humanos para fortalecer las tropas de Constancio (13). Y aceptará que nombre al Prefecto del Pretorio (con lo cual se mantenía teóricamente la supremacía de Constancio en asuntos civiles), pero el resto de los oficiales, civiles y militares, serían nombrados por el propio Juliano (14). Repite que es impracticable enviar tropas galas o Germanas de más allá de la frontera a luchar en lugares alejados de sus tierras de origen, dado que así se les había prometido (15), y que no se reclutarán tropas de la Galia para la campaña contra los partos (16). La última parte deja clara la voluntad de acuerdo de Juliano, dentro de los límites marcados, y sin renunciar a su nombramiento de augusto, recordándole que ya en otras ocasiones se ha actuado así (es decir, dividiendo el imperio), en el seno de su familia, en una clara referencia a la división del imperio entre Constancio y sus hermanos, cuando los tres accedieron al poder tras la muerte de su padre, el emperador Constantino: "Al aconsejar tales cosas, según creo, he escrito con buena intención, pidiendo y rogando. Pues sé, para no decir nada más arrogante de lo que conviene a mi autoridad, qué amargas situaciones, ya dadas por perdidas, las ha vuelto a un mejor estado la concordia de los gobernantes, haciéndose mutuas concesiones, y siendo así que se hace patente con el ejemplo de nuestros antepasados que los gobernantes que piensan de manera análoga encuentran de algún modo un camino para vivir con fortuna y felicidad y dejar hasta el fin de los días y a la posteridad un agradable recuerdo de sí".

Juliano, que verbalmente parece someterse a la autoridad de su primo, en realidad le está mostrando claramente que ha asumido el poder que le han otorgado sus soldados y que se dispone a administrarlo. La carta envía, por un lado, una imagen pública de político ejemplar implicado en una situación difícil por la mala gestión del poder por parte del emperador, y, por otra, le hace saber a este que ha asumido el control de la parte occidental del imperio.

 

3. CONCLUSIONES

Juliano escribió las cartas que hemos comentado cuando era César e inmediatamente después de acceder al poder imperial (355-360). Fueron años difíciles, en los que tuvo que completar aceleradamente la instrucción que le faltaba, particularmente en los ámbitos militar y administrativo. El éxito que obtuvo en estas dos actividades aumentó el temor a que aspirara a ocupar el trono que su imperial primo siempre tuvo con respecto a él. Por ello, Juliano estuvo siempre rodeado de partidarios del emperador dispuestos a delatar cualquier comportamiento que pudiera interpretarse como indicio de que conspiraba para adueñarse del imperio: durante esos años estuvo continuamente en peligro de ser sustituido (en el cargo de César) o de ser eliminado.87 Consciente de esta situación, Juliano aprovechó su única arma, el dominio de la palabra, para dibujar en su correspondencia una imagen de sí mismo que alejara de él tales sospechas. Todas sus cartas están dirigidas a rétores, filósofos o intelectuales relevantes de la época, de manera que con esta correspondencia reafirmaba la imagen de persona interesada solo en la cultura, y, por ende, no en el poder. Esta imagen le había sido impuesta desde la propia corte, cuando, alejado de la educación principesca que correspondía por familia, había sido recluido en la recóndita fortaleza de Macellum. Los libros y los estudios a los que se había dedicado des-de entonces y cuando su hermano Galo fue nombrado César, le habían permitido mantenerse alejado de los peligrosos círculos de poder de los que nada positivo podía esperar, a la vez que le habían dado la oportunidad de conocer a los intelectuales más relevantes del momento, a los que fue incorporando a su oculto proyecto de tomar el imperio, dado que Juliano, seguidor de las teorías neoplatónicas, aspiraba a ser un gobernante guiado por sabios.

Los que eligió para tal fin, y son los destinatarios de sus cartas, eran todos ellos paganos y compartían con él el ideal restaurador de la cultura filohelena que Juliano entendía que era su misión en el mundo.88 Llegaron a ser prácticamente todos ellos partidarios de su causa, en parte por convicción, pero también conscientes, sin duda, de las ventajas que les traería la prevalencia de esta corriente cultural en la estructura de poder del imperio romano, en el caso de que los planes de Juliano prosperaran.

El dominio del lenguaje y del género epistolar, unido a la conciencia clara de lo que necesitaba y deseaba plasmar, produjo unas cartas originales dentro de la retórica de la época, tanto desde el punto de vista de la forma,89 como del contenido. Suelen comenzar ex abrupto, sin la fórmula de saludo inicial, y en las primeras palabras habitualmente se transmite la información más relevante del mensaje, que es luego matizada y expandida en formas diversas, pero siempre manteniendo la brevedad recomendada en el género y la adecuación al contenido y al receptor, de manera que no hay lugar para los tópicos que son usuales en el cuerpo de las cartas.90 En la parte final suelen aparecer fórmulas de despedida, las habituales manifestaciones de afecto a los receptores de las cartas, en las que se observa una complejidad que era frecuente en su época.

En cuanto al contenido, aunque la mayoría se conforman como cartas a amigos y están construidas con temas triviales, en realidad, como hemos visto en nuestro análisis, todas ellas tienen un trasfondo político, y la causa de su existencia excede en todos los casos el desinteresado intercambio de noticias de índole particular que supone la amistad.91 Juliano, a pesar de saber vigilada su correspondencia personal, logró construir y mantener, gracias a ella, el círculo de intelectuales que fueron sus mejores colaboradores en su posterior labor como emperador.

 

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NOTAS

1 Este trabajo ha sido realizado dentro del Grupo de Investigación "Litterarum" (GIU10-19) de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.

2 Los datos para esta breve historia de la carta han sido tomados de los siguientes trabajos de Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", "Ars Epistolica. La preceptiva epistolográfica y sus relaciones con la retórica" y "Epistolografía". Para la carta en época imperial, véase Redondo, "La epistolografía", 199-216. Un trabajo más reciente en el que se ofrece una idea de conjunto del género epistolar griego, acompañada de útiles reflexiones (en ocasiones ya adelantadas por el autor en otros trabajos que aparecen allí citados) sobre cuestiones no bien desarrolladas hasta el momento o sobre las que el autor expone puntos de vista originales, y de una selección bibliográfica es el de Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 265-299. Un repertorio bibliográfico sobre las cartas puede encontrarse en Prieto Domínguez, "Los acercamientos científicos a la epistolografía griega y sus enfoques teóricos".

3 Cfr. Ilíada 6.168 ss. En este pasaje la esposa del rey Preto de Tirinte, Antea, despechada por haber sido rechazada por Belerofonte, pidió a su marido que lo matara, acusándole de haber deseado unirse a ella en contra de su voluntad. El rey, que no deseaba mancharse personalmente con su sangre, envió a Belerofonte a Licia y le entregó "signos funestos" (sémata lugrá) grabados en una tablilla dirigida a su suegro, con la instrucción de que lo hiciera perecer. Los estudiosos homéricos consideran que el poeta está haciendo alusión a la escritura Lineal B, que precedió al alfabeto.

4 Heródoto (3.40), Tucídides (1.128) y Jenofonte (Educación de Ciro, 4.5.26-34) ilustran sobre la existencia de cartas en el imperio persa. Además, en Heródoto, 8.98 y en Jenofonte, Educación de Ciro, 8.6.16, se aportan numerosos datos sobre el sistema de postas del citado imperio.

5 Cfr. Suárez de la Torre, "Epistolografía", 1145, n. 4, sobre una carta de este tipo, escrita en plomo, que fue encontrada en Ampurias.

6 Cfr. Ruiz García, Teofrasto. Caracteres. Alcifrón. Cartas, 131 ss.

7 Sobre la carta como parte de otra obra literaria, cfr. Sykutris, "Epistolographie" y Del Barrio Vega, "La epístola como elemento constitutivo de otra obra literaria en la literatura griega". Obras más recientes sobre cartas literarias son la de Rosenmeyer, Ancient Epistolary Fictions: The Letter in Greek Literature, con capítulos dedicados a las cartas en los historiadores, en el drama y en la poesía de época helenística; a la relación entre carta y novela y al estudio de la epistolografía en la Segunda Sofística. La misma autora escribió en 2006 otro trabajo, Ancient Greek Literary Letters, que contiene estudios introductorios y la traducción de cartas literarias de la época clásica, de la helenística, de las cartas de ficción producidas en la Segunda Sofística, de la novela epistolar, de las colecciones de cartas pseudo-históricas de la Segunda Sofística y de las correspondencias falsas entre personajes conocidos de la cultura griega. Por otro lado, en el libro de Costa, Greek Fictional Letters, se encuentra el texto griego y la traducción de epistolarios de tema cómico y filosófico. Para un panorama general de la carta inserta véase Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 282-289.

8 Este procedimiento tuvo continuidad en épocas posteriores y, por ello, se encuentran cartas en obras narrativas de distinta índole, como los Hechos de los Apóstoles, las Vidas de los Filósofos de Diógenes Laercio o las novelas de Jenofonte de Éfeso (Efesíacas, 2.5.1; 2.5.4; 2.12.1) y Caritón de Afrodisias (Quéreas y Calírroe, 4.4.7; 4.5.8; 4.6.3-4; 8.4.2 y 8.4.4); sobre las cartas eróticas en la novela, cfr. Gallé, "Clasificación, forma y función de la carta erótica inserta en la novela", 57-83.

9 Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 267, señala, como causas del auge y consolidación de la epistolografía, la necesidad de salvaguardar la privacidad del mensaje y la exactitud de su contenido.

10 Cfr. Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 266.

11 Cfr. Del Barrio Vega, "Algunos problemas de la epistolografía griega. ¿Es posible una clasificación epistolar?", 125.

12 Cfr. J. Redondo, "La epistolografía", 210: para el siglo i a.C. estas colecciones ya estaban consolidadas. Estas cartas de tipo literario se cultivan junto a numerosas cartas con finalidad puramente comunicativa surgidas de la necesidad de intercambiar información entre los helenos que habían dominado todo el oriente conocido tras las conquistas de Alejandro Magno; entre ellas, son particularmente numerosas las que han conservado las arenas de Egipto, las cuales, por su diversa casuística, constituyen fuentes tanto para el estudio de la vida cotidiana, como de la historia de los griegos que se asentaron en esos lugares.

13 Para la relación entre retórica y epistolografía, cfr. López Eire, "Helenismo, antigüedad tardía, retórica y epistolografía", 319-347. Como Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 268, pone de relieve, el proceso de literaturización de la carta está relacionado con la escuela, con su utilización como ejercicio escolar; cfr. las páginas 271-277, en las que se estudia el uso de la carta como ejercicio retórico. Para las relaciones entre la retórica y las normas para la composición de las cartas, cfr. Suárez de la Torre, "Ars Epistolica. La preceptiva epistolográfica y sus relaciones con la retórica", 177-204. Un ejemplo de este tipo de cartas es un epistolario atribuido a Sócrates (s. ii), que tiene un estilo retórico y moralizante, especialmente apto para su uso en las escuelas de retórica, tanto desde un punto de vista formal, como moral; cfr. el estudio de su léxico (palabras tomadas realmente de Platón, aticismo y koiné) realizado por De Bock, "Estudio sobre el léxico de las cartas de Sócrates", que da una idea del modo en que se confeccionaban estos epistolarios.

14 Para los conceptos de paideía y mímesis en los ambientes literarios de la época imperial cfr. Reardon, Courants littéraires grecs des ii et iii siècles après J. C., 3-11.

15 Cfr. Teón (s. i d. C.), 115.22, Spengel cita dentro de esta modalidad de ejercicio los discursos panegíricos, los exhortativos y los epistolares. También Nicolao (s. iv d.C.), 66-67, Felten señala la utilidad de la etopeya para los tres géneros retóricos (judicial, político y panegírico) y añade que constituye un buen entrenamiento para las cartas, en las que hay que tener en cuenta el carácter de quienes las escriben y de sus destinatarios: esta noticia indica que se proponía a los estudiantes que elaboraran cartas ficticias, dándoles un destinatario y una situación determinada.

16 Como, entre los griegos, Isócrates, Demetrio, Mitrídates, Diógenes, Filóstrato, San Gregorio de Nacianzo y Sinesio, y, entre los latinos, Cicerón, Séneca o los más tardíos Símaco o Sidonio Apolinar; sobre estos tratadistas epistolográficos, cfr. Malherbe, Ancient epistolary theorists, 30-41 para Pseudo-Demetrio y 68-81 para Pseudo-Libanio.

17 Una normativa epistolar aparece en Sobre el estilo (223-235), atribuido a Demetrio.

18 En el escolio a Pluto 322 de Aristófanes se menciona un tratado sobre el saludo en las cartas, de Dionisio de Alejandría (s. I d. C.). Tratados epistolares conservados son Túpoi epistolikoí, atribuido a Pseudo-Demetrio, o Perí epistolimaíou charaktêros, atribuido a Libanio o a Proclo; sobre estos tratados, cfr. Malosse, Lettres pour toutes circonstances: les traités épistolaires du PseudoLibanios et du PseudoDémétrio, y Artés Hernández, Tipos de cartas. PseudoDemetrio. Clases de cartas. PseudoLibanio.

19 Para un resumen de las normas contenidas en los distintos tratados, cfr. Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 32-37.

20 Se recomienda, por ejemplo, evitar tanto el excesivo asíndeton (signo de lenguaje más popular), como el excesivo ornato (signo del lenguaje más trabajado).

21 El aticismo consiste en la imitación del ático de la época clásica, el cual se consideraba la forma dialectal que debía utilizarse en los escritos, porque era la que aparecía en la mayor parte de las obras que se consideraban modélicas. Sobre el aticismo, cfr. el reciente trabajo de Caragounis, "Atticism. Agenda and Achievement".

22 Exler, que realizó en 1923 (The Form of the Ancient Greek Letter) un primer trabajo sobre fórmulas y tópicos (cfr. Steen, "Les clichés épistolaires", 123) en cartas papirológicas, epigráficas y literarias, distingue entre (1) fórmulas iniciales, (2) fórmulas finales, (3) fórmulas de fecha, y (4) frases convencionales. Otros trabajos sobre el mismo tema, que ha sido una de las líneas de investigación sobre epistolografía más productivas en la segunda mitad del siglo XX, son las obras de H. Koskenniemi, Studien zur Idee und Phraseologie des griechischen Briefes bis 400 n. Chr.; K. Thraede, Grundzüge griechischrömischer Brieftopik; W. G. Doty, Letters in Primitive Christianity; J.L. White, The Form and Function of the Body of the Greek Letter y "New Testament Epistolary Literature in the Frame Work of Ancient Epistolography"; K.Berger, "Apostolbrief und apostolische Rede. Zum formular frühchristlicher Briefe" y "Hellenistische Gattungen im Neuen Testament", y W. G. Müller, "Der Brief als Spiegel der Seele. Zur Geschichte eines Topos der Epistolartheorie von der Antike bis zu Samuel Richardson" (los cuatro últimos limitados al Nuevo Testamento). En Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 38 ss., se encuentra un resumen de las fórmulas de encabezamiento (diversos saludos) y despedida (deseo de que las cosas vayan bien), con sus variantes, así como de diversos tópicos (deseo de recibir correspondencia, intercambio sobre la salud del destinatario y el emisor, conservación de relación personal, el recuerdo afectuoso, el tratamiento del ausente como si estuviera presente) que son habituales en el cuerpo de las cartas.

23 Las cartas pueden ser de consolación, de defensa, de amenaza, etc. En el tratado Túpoi epistolikoí se distinguen 21 tipos y en Perì epistolimaíou charaktêros el número asciende a 41.

24 En Gallé Cejudo, "Reflexiones sobre la epistolografía griega", 270, se encuentra, al hilo de estos preceptos, una útil enumeración de las características que definen el género epistolar.

25 J. Redondo señala la frecuencia con que el género epistolar se cultivaba a partir del siglo II ("La epistolografía", 210). Entre los autores de cartas (ya ficticias, ya escritas como vehículos de comunicación) más relevantes se encuentran Eliano, Filóstrato, Alcifrón, Aristéneto, Libanio, Procopio de Gaza, Dionisio de Antioquía, Prisco de Panión y Troilo de Side. Entre los autores cristianos, cabe mencionar a distintos Padres de la Iglesia, como San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nisa, Sinesio de Cirene o San Juan Crisóstomo. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 11, constata que el género epistolar estaba de moda en el siglo iv y tenía preeminencia sobre otros géneros literarios.

26 Sobre la complicada transmisión de las cartas de Juliano y los problemas de autenticidad que presenta, cfr. Bidez, L'Empereur Julien, VIII-XVII. Según Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 15, la mayoría de las cartas fueron escritas entre finales del 357 y marzo del 363, año este en el que Juliano murió luchando contra los partos.

27 Sobre Salustio, cfr. Athanassiadi, Julian. An Intellectual Biography, 68. Juliano reconoce en este discurso la soledad en que se queda, al verse privado de la única persona con la que mantenía una conversación libre (248d): "Ahora me quedaré solo, privado de una conversación pura (katharâs) y de unos encuentros libres (eleuthéras), porque no tendré ya con quién conversar con la misma confianza". Las traducciones de la obra de Juliano las tomamos de García Blanco y Jiménez Gazapo, Juliano el Apóstata. Contra los galileos. Cartas y Fragmentos. Testimonios. Leyes.

28 Los números que aparecen entre paréntesis responden a la numeración de las cartas que se encuentra en la edición de Bidez-Cumont, Imp. Caesaris Flavii Claudii Iuliani Epistulae, Leges, Poematia, Fragmenta, Varia.

29 Cfr. el estudio monográfico de Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, que se centra en este aspecto, dentro de la consideración general de la cultura de la época y de la particular sobre la situación política del momento.

30 Se distingue así su obra frente a la de otros emperadores, como Marco Aurelio (correspondencia a Frontón) o Trajano (correspondencia a Plinio), de los que se han conservado unas cartas menos variadas en cuanto a los destinatarios y en cuanto a la temática.

31 Ala vez que recibió el nombramiento de César, Juliano fue desposado con Helena, una hermana de Constancio.

32 Filipo puede ser el poeta pagano que cita también Libanio (Cartas, 1425).

33 Y, concretamente, a partir del año 357; cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 1; las anteriores a esta fecha, que sabemos que existieron porque el mismo Juliano las menciona en otros escritos, estaban dirigidas a su hermano Galo, al sofista Libanio, al filósofo Temistio y a la emperatriz Eusebia; cfr. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 71.

34 La obra de Kojève, El emperador Juliano y su arte de escribir, nos ha interesado en tanto que se basa en el análisis del "disfraz literario" que permitía a Juliano disimular su pensamiento, a la vez que se comunicaba con una élite que era la única capaz de comprenderlo. Sin embargo, no compartimos ni las causas que, según este autor, le llevaron a adoptar este lenguaje cuando ya era emperador —temor a la élite filosófica y a la intolerancia cristiana (dado que, en su opinión, era ateo), o pedagogía filosófica—, ni consideremos que este modo de proceder sea un fenómeno propio solo de él, sino de todas las élites educadas en retórica de la época. Por otro lado, el que Juliano se cuidara de lo que escribía cuando ya era emperador, era y es una práctica habitual en los políticos de todas las épocas. Aparte de esta prevención elemental, Juliano, cuando ya era augusto, pudo, sin duda, expresarse con más libertad que cuando su persona estaba permanentemente vigilada por su primo.

35 Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 20, constata que son pocos los trabajos realizados sobre la carta como producto artístico y medio de comunicación.

36 Los datos sobre la formación de Juliano los hemos tomado de Allard, Julien L'Apostate, 263 ss.

37 Eunapio, 473, 44, cuenta que el emperador lo rodeó de eunucos encargados de vigilarle y de darle una sólida formación cristiana.

38 El gramático era un profesor de enseñanza media, mientras que el rétor se encargaba de la educación superior. En las escuelas de gramática se impartía una educación general, centrada particularmente en la literatura y algunos Ejercicios preparatorios de retórica. Nicocles era pagano, y, según informa Libanio (Discursos, 15.27), era buen comentarista de textos, especialmente de los de Homero; a su escuela acudían los hijos de destacados aristócratas. La formación más avanzada corría a cargo de los rétores: en este caso, Juliano acudió a la escuela de Hecebolio, un personaje camaleónico, que entonces era cristiano, pero que fue cambiando de credo según cual fuera el que profesaban los sucesivos emperadores.

39 Según cuenta el propio Libanio, Discursos 18.13 ss., le fue expresamente prohibido acudir a sus clases, pero Juliano recibía todos los días una copia de sus lecciones.

40 Sobre el helenismo, entendido como poder capaz de influir en los espíritus y de evitar tendencias desintegrantes, cuando el poder del Imperio Romano en Oriente se debilitó, debido a sus sucesivas escisiones, y a la descentralización propia del siglo IV; cfr. Bidez, La Vie de l'Empereur Julien, 40 ss.

41 Cfr. Libanio, Discursos, 13.11.

42 Sobre la teurgia y su influencia en Juliano, cfr. Bidez, La Vie de l'Empereur Julien, 73-81.

43 Cfr. Eunapio, 473, 50 ss.; Amiano Marcelino, 16.5; Libanio, Discursos, 18.21 y Bidez, La Vie de l'Empereur Julien, 53.

44 Sus discursos de alabanza al emperador y la emperatriz muestran un claro conocimiento de la teoría retórica del elogio: cfr. Boulenger, "L'Empereur Julien et la rhétorique grecque"; Athanassiadi, Julian. An Intellectual Biography, 61ss, y Redondo Moyano, "Antiochikós o Misopógon de Juliano el Apóstata" y "Encomio de personajes femeninos: Elogio de la emperatiz Eusebia de Juliano el Apóstata". En general, los cuatro discursos de esta etapa son considerados obras de juventud, en las que la influencia de la escuela retórica es notoria; cfr. Boulenger, La Syntaxe de L'Empereur Julien, 5.

45 Esta carta fue escrita en las últimas semanas del año 361, el primero en el que ocupaba la silla imperial. El hecho de implicarse personalmente en numerosos asuntos de gobierno, lo apartaba del cultivo de las letras, de manera que, tal como confiesa en la carta dirigida a su tío Juliano (89), solo le acompañan en su viaje Homero y Platón (a los que, de todas formas, no puede leer), y no dispone ni de un solo libro de retórica, gramática o historia.

46 Que Juliano gustaba mucho de la conversación, nos ha sido transmitido también por Amiano Marcelino, 24.4.17.

47 Cfr. Bidez-Cumont, Imp. Caesaris Flavii Claudii Iuliani Epistulae, Leges, Poematia, Fragmenta, Varia, 10 y Bidez, L'Empereur Julien, XII-XIV.

48 En este breve comentario, dejamos de lado la separación entre carta pagana y cristiana, que en los críticos actuales está totalmente rechazada: cfr. Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 29 y "Epistolografía", 1147.

49 Esta distinción se debe a Deissmann, Bibelstudien, 189 ss. y Licht vom Osten, 194-196.

50 Cfr. Doty, "The Classification of the Epistolary Literature", 198.

51 En Del Barrio Vega, "Algunos problemas de la epistolografía griega. ¿Es posible una clasificación epistolar?", 127-128, se constata la diversidad de clasificaciones que existen, la falta de criterios coherentes y unitarios para establecerlas, y la poca coincidencia entre ellas. La que proponemos a continuación es la que aparece en su trabajo (128 ss.), que está basada en Kytzler, "Brief".

52 Dejamos fuera de este grupo la breve orden que le da a Maximino (19) de reunir naves en Céncreas, cuando ya se había declarado la guerra contra Constancio: no hay constancia de que fuera escrita en la Galia y es probable que lo fuera cuando ya Juliano marchaba contra su primo: cfr. García Blanco y Jiménez Gazapo, Juliano el Apóstata. Contra los galileos. Cartas y Fragmentos. Testimonios. Leyes, 71, obra en la que es situada dentro del grupo de las escritas en Iliria o Constantinopla.

53 Cfr. Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 15, que señala como únicas excepciones, en la totalidad del corpus, a los cristianos Proheresio y Aecio.

54 Puede ser la misma persona que el propio Juliano cita en la carta a Máximo (26).

55 Cfr. Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 46.

56 Alipio fue instruido en la escuela de Libanio (Cartas, 324 y 1395). Amiano Marcelino (23.1.2 y 29.1.44) lo presenta como un pagano convencido que acudió junto a Juliano ya en la Galia y colaboró con él desde este periodo hasta el final de sus días. Sus ideas religiosas le costaron el exilio en tiempos del emperador cristiano Valente; cfr. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 42. Wright, The Works of the Emperor Julian, sugiere que Alipio, que es llamado como Prisco y Libanio "hermano", era uno de los iniciados al culto Helios-Mitra.

57 Prisco (305-395 d.C.) fue uno de los personajes más relevantes de la época: su vida aparece recogida en Eunapio (481-482). Juliano lo conoció durante su época de estudiante en Pérgamo y, desde entonces, mantuvo contacto con él. Cuando subió al trono imperial, lo invitó a acudir a la corte y estuvo a su lado desde entonces hasta el día de su muerte, siendo uno de los que estuvieron presentes en el momento de su fallecimiento (Amiano Marcelino, 25.3.23).

58 Oribasio nació en Pérgamo, en una familia acomodada, y se dedicó a la medicina sobre la que escribió tratados recogidos en el Corpus Medicorum Graecorum (6.1-3). Fue amigo de Juliano desde sus años de juventud y le acompañó como médico personal en la Galia y en la campaña contra los partos, asistiéndole en su lecho de muerte; cfr. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 51.

59 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 1. Que su correspondencia seguía vigilada, aunque con menos rigidez que en tiempos anteriores, parece confirmarlo la carta 370 de Libanio a Paulo, el magistrado encargado de tal vigilancia, al que el rétor da las gracias por haber consentido al César que le escribiera; cfr. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 78-79.

60 Libanio (Cartas, 369) informa de que, tras su nombramiento como César, Juliano pudo disponer de todos sus bienes y de que repartió la mayoría de ellos.

61 El término que se utiliza en griego es paízein, "jugar", con el que en la tradición literaria se hacía referencia a composiciones breves pero refinadas; cfr. Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 231, n. 2.

62 Al final de la carta se encuentran unos versos que aparecen también en la Antología Palatina, 9.74. Weis, Briefe: Julian, niega que este verso fuera de Juliano y Bidez (L'Empereur Julien) lo pone en duda. En todo caso, tanto la composición en anillo, como la captatio benevolentiae son ya cierres literarios y estructuralmente perfectos para la composición.

63 Eunapio, en su Historia, fr. 23, recalca que Juliano no aspiraba a gobernar por amor al poder, sino porque veía que este servicio a la humanidad era necesario (anagkaîon), rememorando el pasaje de Platón, República, 540b, donde se expone una idea similar.

64 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 1 y Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 80. En la propia carta se indica que hace ya cuatro años de que se separaron, de manera que Juliano coincidió con ellos, o bien en Atenas, en el año 355, o bien antes. En todo caso, es anterior al 360.

65 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 5 y Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 80.

66 El relato aparece en Heródoto, 3.139 ss.

67 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 6.

68 Esta alusión a la falta de cultivo de las letras en Galia se ha considerado similar a la alusión a la falta de actividad cultural ("En cuanto a mis asuntos, si todavía puedo hablar en griego es digno de admiración: tan barbarizados nos tienen estas regiones") que se encuentra también en la carta a Eumenio y Fariano y ha sido utilizado como criterio para establecer la fecha aproximada de su composición (258-359); cfr. Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 80-81.

69 Cfr. Amiano Marcelino, 23.1.2 y 29.1.4. También menciona que ocupó ese alto cargo Libanio (Cartas, 324).

70 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 6.

71 Cfr. los dos tomos (La rhétorique de l'éloge dans le monde grécoromain) que Pernot dedicó a su estudio: el primero está ocupado por la historia del elogio y a la técnica de su elaboración, y el segundo por el análisis de los valores que se elogian en los distintos tipos de encomios.

72 Cfr. Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 82.

73 Frente al orden en que estamos analizando las cartas, que responde a la ordenación cronológica que de ellas hizo Bidez, L'Empereur Julien, 5-7, y que es el comúnmente aceptado, para las cartas (9-13), Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 81, propone otro: 11 (a Prisco), escrita al comienzo de la convalecencia de la enfermedad que en ella se menciona, en los años 358-359; luego habría escrito la 10 (a Alipio) y, por último la 9 (a Alipio).

74 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 18, n. 1.

75 Según Caltabiano, L' Epistolario di Giuliano Imperatore, 83, fue escrita en el año 359.

76 En la tradición epistolar antigua era habitual comenzar con alguna fórmula que se refería al destinatario, como "amigo mío", "camarada", o incluso, en un sentido metafórico, "hermano" o "padre". El apelativo que Juliano le dirige en esta carta a Prisco ("tu bondad", tèn sèn agathótêta) no es una fórmula de inicio, pero sí que se encuentra en la parte inicial de la carta y es un signo del respeto que le tiene. Este mismo título es usado por Juliano, siendo ya emperador, para dirigirse a la sacerdotisa Teodora y, a su vez, uno muy similar (parà thês sès theiótêtos, "a su divinidad") es utilizado por Oribasio para referirse a Juliano en la introducción de sus 70 volúmenes sobre medicina en los que, por encargo del propio Juliano, recopiló todo el saber médico de la época. Esta fraseología filofronética se desarrolla lentamente desde el siglo II d. C. y alcanza su apogeo en los siglos IV y V, particularmente de la mano de Libanio y la Patrística; cfr. Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 42.

77 Muestra así Juliano una faceta mística que dominó su vida, su afán por interpretar los hechos que le rodeaban como señales que la divinidad le enviaba para dirigirle en su camino; el hecho de ser el único superviviente masculino de su familia y las difíciles situaciones que le tocó vivir fueron, sin duda, causas importantes en la conformación de esta faceta de su personalidad. Bidez, L'Empereur Julien, 7, apunta que la posesión de este libro debía ser peligrosa. Precisamente, ese tratado fue una de las guías en las que se inspiró una vez que asumió el poder imperial.

78 Según confirma Libanio (Discursos, 12.55-56), Prisco acudió efectivamente a la Galia.

79 Cfr. Discursos, 12.

80 Cfr. Bidez, L'Empereur Julien, 8.

81 Según cuenta Libanio, Discursos, 17.14.

82 Y el otro el libio Evémero; cfr. Eunapio, 476, 29 ss.

83 Homero fue el principal autor de referencia durante la época imperial. Sus citas se encuentran en todo tipo de escritos salidos de la mano de letrados. La recopilación de las que aparecen en Juliano se encuentra en Schwarz, "Juliansstudien".

84 Bidez, L'Empereur Julien, 21, n. 1, apunta las concomitancias entre este sueño y otros conocidos de la literatura griega —como el de Astiages (Heródoto, 1.108), el de Clitemnestra en Sófocles, Electra, 421 y ss., o de la literatura bíblica, como el de Nabucodonosor (Daniel, 4).

85 Una versión de los hechos muy similar se encuentra en la Carta a los Atenienses, 284b ss.

86 En esta carta, los números entre paréntesis se refieren a la división en la obra de Amiano Marcelino.

87 Cfr. Caltabiano, L'Epistolario di Giuliano Imperatore, 131.

88 La restauración del "helenismo" fue, efectivamente, uno de los motores de la aspiración de Juliano al poder y, además, guió su posterior actuación política como emperador: cfr. la carta 84, dirigida al supremo sacerdote Arsacio, cuando Juliano se encontraba en Antioquía, en la que se queja de la resistencia, básicamente en las filas cristianas, que encuentra para instaurarlo: "El helenismo todavía no marcha como cabía esperar por culpa de nosotros que lo profesamos".

89 Esta característica es también perceptible en otros intelectuales de la época, como Libanio, cuyas cartas tampoco se adaptan siempre a la organización del contenido más habitual: cfr. Suárez de la Torre, "Un motivo epistolar en Libanio", 119.

90 Precisamente, la presencia de tópicos es más frecuente en cartas a íntimos o familiares (Suárez de la Torre, "La epistolografía griega", 43).

91 Bidez, L'Empereur Julien, VI-VII, constata también que en las cartas de Juliano está siempre presente su pasión por el interés público y que esto le diferencia de otros rétores de su época, como le propio Libanio, que solo trata de incidentes vulgares.

 

Información sobre la autora

Elena Redondo Moyano. Doctora en Filología Griega y Profesora Titular de la Universidad del País Vasco. Su labor investigadora se inició con el estudio de los conectores de las distintas unidades de sentido que componen la obra literaria, publicando varios trabajos sobre partículas [Estudio sintáctico de las partículas en el periodo helenístico: Herodas, Amsterdam. 1995); en la actualidad trabaja en los llamados "adverbios conjuntivos" ("Estudio del adverbio conjuntivo hómws en la novela griega", Actas del XV Simposio de la SEL. en prensa). Una segunda linea de investigación es la retórica griega, dentro de la cual se ha interesado especialmente en los Progymnasmata siendo coeditora de dos libros (Antología de Textos sobre Retórica [siglos IV-IX]. Bilbao. 2007 y Retórica y Educación. La enseñanza del arte retórica a lo largo de la historia. Amsterdam. 2008). Por último, ha realizado trabajos de corte literario, dedicados a la tragedia griega-("EI conocimiento de la realidad propia: los retratos de Clitemnestra en el Agamenón de Esquilo". La mirada de las mujeres. Bari. 2011), la novela ("Space and Gender ¡n the Ancient Novel", en Narrating Desire: Eros, Sex and Gender. Berlin-Nueva York, en prensa) y Juliano el Apóstata ("Encomio de personajes femeninos: Elogio de la emperatriz Eusebia de Juliano el Apóstata", en Antiguos y Modernos. Bilbao. 20091.

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