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Acta poética

versión On-line ISSN 2448-735Xversión impresa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.30 no.1 Ciudad de México mar./may. 2009

 

Notas y reseñas

 

La mística erótica de Blake

 

Blake's erotic mysticism

 

Adrián Muñoz

 

Marsha Keith Schuchard, Why Mrs. Blake Cried: William Blake and the Sexual Basis for Spiritual Vision, London, Century, 2006 (editado en Estados Unidos de Norteamérica como William Blake's Sexual Path to Spiritual Vision)

 

Desde hace ya algún tiempo los estudios sobre William Blake han conferido suma importancia a las semejanzas entre las ideas religiosas de Blake y varias corrientes de pensamiento místico. Por un lado, resulta innegable que la frecuente oscuridad de la ideología y el universo blakeanos dan pie a ello. Estamos lejos de tener la última y definitiva palabra acerca del fondo del pensamiento blakeano. Por el otro, cada vez es más evidente que Blake se nutrió de diversos y eclécticos grupos religiosos, más que de las grandes corrientes generales de cristianismo protestante de su época; si bien grupos no conformistas como los dissenters o los ranters tienen sus vínculos con la poética de Blake, la injerencia es mucho más palpable a partir del swedenborgismo y otras sectas aún más radicales.

En Why Mrs. Blake Cried, Marsha K. Schuchard ensaya una historia de las bases místico-eróticas que eventualmente habrían contribuido a modelar la cosmovisión del emblemático artista autor de libros y grabados "proféticos". Se trata de una obra muy bien documentada, lo que constituye una de sus principales virtudes: Schuchard se dedicó durante varios años a indagar en diversos registros y crónicas de la época, buscando información de la familia Armitage-Blake y de otros miembros de congregaciones religiosas cercanos a ellos. Uno de los puntos de partida es que la "conexión entre la energía de la pasión sexual y la capacidad para la visión espiritual" (7) conforma la base del pensamiento de Wiliam Blake. Las evidencias que proporciona Schuchard ciertamente apoyan esta premisa.

En el pasado, Schuchard ya había incursionado en empresas afines. Se dio a la tarea de estudiar los movimientos esotéricos más importantes que se desarrollaron en varios centros culturales de la Europa de los siglos XVII y XVIII. En particular ha estudiado varios tópicos concernientes a la cábala, la masonería, el swedenborgismo y la secta seguidora de Sabbatai Zevi (también Shabtai Tzivi), judío de la segunda mitad del siglo XVII que declaró ser el Mesías y que hacia el final de su vida se convirtió al Islam. En algunos de sus artículos, Schuchard ha tratado de precisar los vínculos entre estos movimientos y William Blake.

En Why Mrs. Blake Cried, la autora engloba sus anteriores estudios; aquí ella reconstruye meticulosamente la evolución de estas corrientes y la interacción entre ellas. Eventualmente, Blake habría de fusionar su formación religiosa con un simbolismo hindú (que le llegó a través del auge de la mitografía) y con sus tendencias por un cristianismo cabalístico (322). El punto clave, al parecer, de la efervescencia mística que habría de aterrizar en la mente de Blake, es la Iglesia Moraviana, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Específicamente, Schuchard demuestra que la influencia se da a través de una de las vertientes del moravianismo, una vertiente que atravesó tensiones y padeció críticas a causa de varias de sus doctrinas más bien polémicas.

La autora recurre a fuentes directas: himnos y sermones de la Iglesia Moraviana. En primer lugar, los líderes espirituales de esta orden alentaban a los militantes a convertirse en "soldados de Cristo", para lo cual tenían que lograr una identificación empática con el Salvador, es decir, ser capaces de sentir a plenitud sus gozos, pero sobre todo su pasión (cap. 1). Esta identificación entre el creyente y el Cristo se traduce también en una sacralización del vínculo matrimonial: la esposa debía considerar a su marido una especie de vice-Cristo, según afirmaba el conde Zinzendorf, uno de los principales dirigentes moravianos (cap. 2). El mismo Zinzendorf rescató la vieja práctica de exponer tanto heridas crísticas (los estigmas) como los genitales, una fórmula dirigida a profundizar la relación empática con Cristo, pero también a elevar a niveles místicos las actividades del cuerpo. La congregación, pues, hablaba libremente sobre sexo, masturbación y eyaculación, algo más bien inusual en la época. Ante todo, consideraban una aberración el derramamiento infructífero de semen, pero no necesariamente condenaban una gran actividad sexual entre marido y mujer (capítulos 3 y 4). El hijo del conde Zinzendorf introdujo el culto a los órganos sexuales, a través de un grupo secreto conformado por jóvenes de la Iglesia Moraviana; este círculo se entregó a prácticas carnales, tanto hetero como homosexuales.

En lo que resulta ser una lectura sumamente placentera, la autora va hilando la madeja de intrigas y entrecruzamientos que tuvieron lugar sobre todo en el Londres del siglo XVIII. A través de una pesquisa detectivesca —la narración es ciertamente digna de un thriller—, Schuchard revela de qué modo se involucraron en distintos puntos y en empresas afines personajes como Nikolaus Ludwig Von Zinzendorf, reformista y obispo de la Iglesia Moraviana; James Graham, un médico y masón escocés; el Conde Grabianka, célebre espiritualista y cabalista polaco, y Emmanuel Swedenborg (1688-1772), el famoso científico y teólogo sueco que después de adentrarse en el moravianismo fundó su propia Iglesia (la Iglesia de la Nueva Jerusalén). Estos personajes se involucraron de diversos modos con la logia masónica de los Illuminés d'Avignon y varios de ellos practicaron el magnetismo animal (cap. 17) y otras formas de medicina alternativa. Muchos otros personajes se suman a esta saga de búsqueda espiritual y proyectos antinómicos.

A lo largo del libro, el lector apreciará cómo algunas ideas cabalísticas convergieron con ciertas prácticas eróticas de los moravianos, y después se mezclaron con métodos del magnetismo animal, conceptos y ejercicios tomados de la India —en particular de sectas tántricas y yóguicas. Al respecto, los capítulos 6, 8, 9 y 22 le dedican algunas páginas. Una sugerencia interesante es que Edward Moor, uno de los principales mitógrafos del momento, quizás discutió con Blake algunas técnicas de meditación de los yoguis, lo que podría haber influido en un diseño triangular que el poeta incluyó en una lámina de sus poemas épicos. Interesado en teologías sexuales, Moor y su colega Colebrook indagaron el tema. Más adelante aparecería otro estudioso: Thomas Maurice, quien combinó sus estudios sobre la cábala y el tantra, y a quien Blake conoció a través de amigos que participaban de las ideas de Swedenborg (296-298).

Como sea, la autora no es especialista en temas relacionados con el universo tántrico, y debe apoyarse casi por completo en otros académicos; en consecuencia, su bibliografía al respecto es por desgracia pobre. La bibliografía enlista una docena de autores, pero el texto los cita de un modo más bien escueto. De estos autores, David G. White y Hugh Urban son sin duda los dos estudiosos más serios y reconocidos en el ámbito de las tradiciones tántricas. Otros autores no representan fuentes confiables sobre los ritos tántricos, sino percepciones contemporáneas y muy libres en torno de la sexualidad, el yoga y el tantra. Incluso Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones, no es del todo exacto en las afirmaciones que hace en su clásico El yoga. Aunque frecuentemente citado, su obra ya no goza de mucha aceptación entre los estudiosos de la historia y la cultura de la India; para éstos, Eliade ha dejado de ser acertado y, por tanto, relevante.

Además, a Schuchard le hubiese resultado útil consultar alguna de las varias traducciones eruditas de textos tántricos, usualmente disponibles en librerías internacionales y bibliotecas universitarias de Europa y los Estados Unidos. Ello le habría proporcionado un contacto directo con el léxico y la praxis de alguna escuela tántrica. Así pues, las percepciones de la autora dependen casi por completo de las opiniones de terceros y no de sus propias valoraciones de la literatura tántrica, a diferencia de lo que sí hace con la literatura moraviana o swedenborgista. Todo esto hace que la relación entre las prácticas tántricas y esotéricas europeas no sea dilucidada con particular eficiencia. Con todo, el posible vínculo entre el mundo del yoga y el tantra con el pensamiento blakeano supone un área de estudio interesante además de poco trabajada, y Schuchard no es especialista en religiones indias.

William Blake tuvo acceso directo e indirecto a todas estas puestas en escena de la mística erótica gracias a diversos personajes. Por supuesto, el genio de Blake estriba en su habilidad para combinar todas estas influencias y transmutarlas en una cosmovisión propia. Si bien Swedenborg constituye una fuente obvia, otras no lo son tanto. Gracias a estudios anteriores (Northrop Frye, Foster Damon y Katheleen Raine, por citar algunos), sabemos que Blake incorporó conceptos alquímicos elaborados por Jacob Boehme, Paracelso y Cornelio Agrippa, célebres exponentes de la filosofía hermética. Sin embargo, no resultaban tan evidentes las fuentes de la faceta más erótica en la visión de Blake. Swedenborg, quien "combinó el yoga y la cábala en su teosofía visionaria" (301), proporciona sólo una parte de esta base.

El trabajo de Schuchard revela que los proyectos pedagógicos de la Iglesia Moraviana ejercieron una influencia profunda y determinante en el joven Blake. Uno de los logros de la autora de Why Mrs. Blake Cried es desentrañar los orígenes de la conformación del pensamiento blakeano. De una manera eficaz y no gratuita, Schuchard expone en los primeros capítulos hasta qué grado la familia de Blake estuvo embebida en las doctrinas moravianas. Uno de los principales eslabones es su madre, Catherine Blake-Armitage. Ella fue muy cercana a su hijo, quien nunca recibió educación formal en escuelas o colegios; por tanto, Catherine constituyó una de las primeras fuentes de instrucción del joven William. Aunque en su edad adulta William Blake casi no se refirió a su madre, las enseñanzas que ésta le dio en la infancia debieron de haber dejado una profunda impronta en su imaginación.

A mi juicio, uno de los puntos débiles del libro de Schuchard es la manera más bien tenue como vincula las ideas y prácticas religiosas / místicas en torno de Blake con la obra blakeana propiamente dicha. No me parece que la autora logre hacerlo plenamente, si bien su biografía del esoterismo londinense resulta convincente. Me hubiese agradado que la autora intentara ilustrar con mayor énfasis las instancias de la poética blakeana donde se evidencia toda esa influencia que, sin lugar a dudas, tuvo lugar. Al nivel de documentación histórica (el desarrollo de ideas y estrategias erótico-esotéricas por Swedenborg y otros especialistas, la participación de la familia Armitage-Blake en varios de estos círculos, etc.), el libro de Schuchard es, creo, intachable. No obstante, uno se queda esperando que la obra de Blake cobre un papel más protagónico en el libro. Ello no sucede.

En realidad, éste no habría que tomarlo como un estudio literario sobre la producción artística de William Blake, sino como una investigación acerca de la historia de algunas corrientes esotéricas europeas: un laberinto en el cual la autora utiliza a Blake como hilo conductor. Este libro es más una biografía de las corrientes erótico-místicas que convergen en William Blake, que un análisis de la obra blakeana. Una de las pocas excepciones en cuanto a lectura detallada sobre la obra de Blake es su discusión acerca de An Island in the Moon (cap. 15) y —parcialmente— de The Marriage of Heaven and Hell (241-244). En el resto del libro, las citas de la literatura blakeana sirven más como reforzamientos de la formulación de conceptos moravianos, swedenborgianos, etc., en lugar de que la reconstrucción de dicha historia del misticismo europeo contribuya a leer desde otra óptica y con mayor profundidad la poesía de Blake.

Con todo, vale la pena leer el libro, pues despliega una erudición formidable. Su interés, además, no se limita a estudiantes de filología inglesa, sino que apela también al ámbito de la historia de las religiones y de las ideas en Europa durante los siglos XVII-XVIII. Habría que ver si en las ediciones más recientes de esta obra1 (que tienen unas doscientas páginas más), Marsha Schuchard logra hacer hincapié con más insistencia en los versos y prosa de Blake. Me temo, sin embargo, que no sea el caso. Como sea, la labor de Schuchard ha fomentado nuevas formas de explorar el genio de William Blake y Why Mrs. Blake Cried es un libro que deja un buen sabor de boca.

 

Nota

1 Why Mrs. Blake Cried: William Blake and the Erotic Imagination (Pimlico, 2008), en la Gran Bretaña,         [ Links ] y William Blake's Sexual Path to Spiritual Vision (Inner Traditions, 2008), en los Estados Unidos de Norteamérica.         [ Links ]

 

Información sobre el autor

Adrián Muñoz. Profesor asociado de Tiempo Completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Licenciado en Letras Inglesas por la UNAM y doctor en Estudios de Asia y África (India) por el Colegio de México. Entre 2006 y 2008 trabajó como Secretario Académico en la Coordinación del Posgrado en Letras y de 2008 a 2010 fue becario del programa PROFIP. Ha publicado ensayos, artículos, traducciones críticas, reseñas y creación literaria en revistas de México, Venezuela y Brasil. Además ha impartido diversos cursos y conferencias en foros nacionales e internacionales sobre historia religiosa de India y sobre poesía inglesa. Es autor de La piel de tigre y la serpiente. La identidad de los nath-yoguis a través de sus leyendas (El Colegio de México, 2010).

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