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Acta poética

versão On-line ISSN 2448-735Xversão impressa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.29 no.1 Ciudad de México Mar./Mai. 2008

 

Artículos

 

La competencia comunicativa del orador

 

Manfred Erren

 

Resumen

En este artículo, a partir del concepto de "competencia lingüística", planteado por Noam Chomsky y Eugenio Coseriu, el autor desarrolla la tesis de que los oradores griegos y latinos debían utilizar un estilo específico a fin de que se les reconociera el derecho de hablar en el grupo social al que pertenecían; esa "competencia comunicativa", que parece no haber llamado la atención de la retórica clásica, se muestra en un lenguaje especializado o jerga, que se caracteriza por una dicción afectada y estereotipada, y que debía emplearse si el orador quería hablar en griego ático o en latín clásico. La tesis se demuestra mediante el análisis de los discursos en la Conjuración de Catilina de Salustio.

Palabras clave: competencia comunicativa, retórica, discurso, Salustio, conjugación.

 

Abstract

In this article, based on Chomsky's and Coseriu's concept of "linguistic competence," the author argues that Greek and Latin orators needed to employ a specific style in order to be granted the right to speak in the social group to which they belonged. This "communicative competence," which seems not to have attracted the attention of classical rhetoric, is revealed in a specialized language or jargon, characterized by an affected and stereotypical diction, that needed to be employed if the orator wished to speak in Attic Greek or classical Latin. The author proves his argument by means of an analysis of the speeches in Sallust's Conspiracy of Catiline.

 

Primera parte: competencia lingüística

Introducción

Nosotros, los filólogos clásicos, podemos aprender también de los lingüistas modernos cosas importantes e interesantes, cosas que nos conciernen profundamente; por ejemplo, cómo hacer para hablar y escribir un buen latín.

Si se le hace esta pregunta a Noam Chomsky, su respuesta será: quien quiera hablar y escribir un buen latín debe hablar como el orador ideal de la lengua latina, pues éste tiene competencia lingüística. Esto es una interesante confirmación de lo que se lee en el décimo libro de la Institutio Oratoria de Quintiliano, donde uno aprende que un buen estilo se adquiere imitando a los buenos escritores, y todo el mundo sabe que el mejor latín lo escribió Cicerón. Por tanto, quien habla como Cicerón, habla un buen latín. Si uno, atormentado por la curiosidad lingüística, sigue preguntándose cómo logró Cicerón que su latín llegara a tan alto grado de perfección, la respuesta históricamente correcta sería: esforzándose en hablar como Demóstenes. Sin embargo, esto suena poco convincente.

Ahora bien, si se pregunta de otra manera, y se le hace la pregunta a Eugenio Coseriu, quien en su libro sobre competencia lingüística contradice a Chomsky, obtendremos una respuesta que, sin duda, es menos famosa, pero que también se fundamenta en la antigüedad: quien desee escribir bien, debe escribir con corrección lingüística, con el vocabulario adecuado, pero con un estilo no muy humilde; entonces, ocasionalmente, el escritor puede permitirse alguna ocurrencia exótica. Esto convence más y remite a Aristóteles, quien enseñó más o menos lo mismo. Por otro lado, esta respuesta no asegura que esas ocurrencias no hagan que uno caiga en el ridículo. Así pues, para los estilistas incipientes, de algún modo es mejor basarse en Cicerón.

Por desgracia, ninguno de estos autores, Aristóteles, Quintiliano, Chomsky o Coseriu, da instrucciones técnicas acerca de cómo lograr un estilo lingüísticamente grandioso, aunque sin duda los dos escritores antiguos tienen bajo control sus herramientas, y siempre las pulen y las lubrican; sólo que no enseñan cómo usarlas.

Por esto, lo más interesante de las mencionadas teorías, incluyendo sus ventajas y desventajas, es lo que uno encuentra, si rastrea el asunto e investiga cómo, en la antigüedad, a partir de la observación, surgió la teoría. Entonces se descubre con qué recursos estilísticos se logra naturalmente que un público reconozca al autor como uno de los suyos y, más aún, que lo tome por alguien un poco más dotado.

De estas cosas pretendo hablar en esta primera parte, que tiene tres secciones: ¿Qué es la competencia lingüística? ¿Qué enseña teóricamente la retórica clásica? ¿Qué enseña prácticamente la retórica clásica? La primera sección quiere aclarar diversas concepciones modernas; la segunda indicará las razones y los equívocos antiguos, y la tercera rebuscará, en el almacén clásico de la doctrina acerca del ornato del discurso, los decorados móviles correspondientes.

 

I. ¿Qué hay que entender hoy por competencia lingüística?

Seguramente todos conocen el término "competencia lingüística", y muchos incluso ya saben lo esencial acerca de él; a estos lectores les pido paciencia, si llego a aburrirlos con explicaciones innecesarias. Quiero ser breve, pero —dado el contexto— no puedo prescindir del todo de dicho término.

El problema principal del concepto de competencia lingüística es esta pregunta: ¿qué es "una" lengua? La gramática tradicional parte de temas y hechos pragmáticos: los hombres hablan; hablan, según los pueblos, de manera distinta, y tienen intérpretes que dominan dos o más lenguas; además, hablan de manera distinta según su nivel social y según su formación, de modo que, por un lado, requieren de explicaciones y comentarios que les aclaren los detalles, y, por el otro, necesitan maestros que los ayuden a no quedar en ridículo en círculos sociales elevados.

El intérprete que adiestra a un discípulo sin duda le transmitirá un material lingüístico que, en lo posible, sea general y de no muy bajo nivel. El discípulo no tiene que saber dónde comienza y dónde termina la lengua; no hay discípulo que la aprenda tan bien que pueda rebasar sus fronteras, por lo menos en lo que concierne al gramático. También nosotros, los filólogos clásicos, en general hacemos muy bien las cosas en nuestra lingüística, de acuerdo con estas exigencias medievales;1 para ser francos, siempre nos alegra cuando logramos satisfacerlas suficientemente.

No obstante, una lingüística analítica no puede avenirse con un pragmatismo orientado didácticamente; esa ciencia tiene que reflexionar sobre la realidad histórica del objeto general, "lengua", sin artículo, y, al hacerlo, formula la pregunta acerca de dónde y cómo puede darse —vamos, si es que se da— algo así como una lengua determinada, en el sentido de la gramática latina o alemana, que tienen un principio, un medio y un fin. ¿Dónde están las fronteras?

Noam Chomsky, que en las últimas décadas ha alcanzado una fama que va más allá de los límites de su especialidad, introdujo la diferencia entre competencia y realización (performance). El hablante ideal de una lengua —la ciencia tiene que comprender en forma exhaustiva su objeto— es "competente" en su propia lengua, es decir, puede decidir si es correcta o no una expresión dada en la lengua en la cual es un hablante ideal. Gracias a esa competencia, él presenta sus propios textos — ésa es su performance—, y comprende los textos de sus interlocutores. Ésa es, nuevamente, su competencia.

Así pues, para Noam Chomsky, la competencia y la realización no se refieren, digamos, al pensamiento o a la expresión del discurso, sino a la autenticidad de la lengua particular que se manifiesta en el discurso, y cuya existencia real, homogénea y distinta de otras lenguas Chomsky no pone en duda.

Nuestro colega de Tubinga, Eugenio Coseriu —de cuyo libro Competencia lingüística, de 1988, he extraído estas explicaciones— duda de la existencia de una lengua particular, y, en consecuencia, describe la competencia del hablante.2 La competencia, que permite que un hablante comunique sus ideas, no es la gramática ideal entera, y ciertamente, sin dejar de ser eso, es algo más que esa gramática. Partiendo de la lógica más elemental, competencia es el saber total del que dispone cualquier hablante, no sólo el hablante ideal, que no existe. Este saber comprende toda una jerarquía de medios de expresión, entre los cuales también se encuentran la mímica y la gesticulación (la actio en la retórica), así como la funcionalidad de los órganos fonéticos en la laringe, en el cerebro y en la mente, pero, en particular, tres elementos propiamente lingüísticos: a) la capacidad de hablar que tienen los hombres de las diferentes lenguas, así como, en algunos, la capacidad de dominar varias de ellas; b) ya reducida a la lengua personal, la capacidad de usar con precisión ese idioma elegido para una conferencia o disertación concretas: téngase en cuenta que aquí no se trata de una lengua particular, sino de un idioma personal del hablante, un idioma que, en realidad, nunca pertenece a una única tradición grupal, sino que siempre representa un conjunto de intersección resultante de varios idiomas, y c) algo muy especial, el conocimiento de las palabras y expresiones más adecuadas para las intervenciones verbales respectivas: estas palabras y expresiones se encuentran a la disposición del hablante dentro del llamado conjunto de intersección personal.

A estos tres últimos ámbitos lingüísticos, Coseriu los llama: a) "saber elocutivo" (él se refiere a la capacidad general que tiene el hombre, como , de hablar una lengua cualquiera, a la capacidad universal de hablar); b) "saber idiomático", que se refiere a la lengua personal, y c) "saber expresivo" (esto se refiere a las palabras y expresiones que se requieren para una enunciación específica, así como a los nombres propios, fórmulas para saludar y para dirigirse a alguien, términos técnicos, eufemismos y lamentaciones circunstanciales, etc.). La competencia elocutoria capacita al hablante para hablar "congruentemente", es decir, de manera razonable, según la gramática universal; la competencia idiomática lo capacita para hablar "correctamente", es decir, para articular sus pensamientos de manera unívoca en el idioma que utiliza; la competencia expresiva lo capacita para hablar "adecuadamente", es decir, para expresarse con un vocabulario apropiado, en conformidad con la debida decencia.

Así pues, la competencia ya no se refiere a la autenticidad de una lengua particular ideal, sino —dentro del estrecho marco de esta lengua y, en ocasiones, transgrediéndola— a todos los medios de expresión que momentáneamente están disponibles y son adecuados para un discurso actual.

 

II. ¿Qué enseña al respecto teóricamente la retórica clásica?

La transposición hecha bajo mano del concepto de "competencia lingüística", desde la lengua abstracta y potencial hasta el discurso concreto y actual, induce a vincular ese concepto con el sistema de la retórica antigua. Coseriu hizo del lingüista ideal de Chomsky un orador ideal cuya competencia lingüística es, al final de cuentas, la que los oyentes le reconocen: su expresión elocutoriamente congruente, idiomáticamente correcta y expresivamente adecuada permite que los oyentes estén seguros de escuchar a un hombre digno de ser escuchado, y le merece la corona de que sus palabras sean oídas con paciencia y atención hasta el final de su discurso.

Así pues, lo que llamamos competencia lingüística, en sus tres clases, es fundamentalmente lo que la retórica clásica llama "virtud oratoria" (, virtus locutionis). Así lo expresa Quintiliano:

Puesto que el discurso tiene tres virtudes, esto es, que sea correcto, que sea claro y que sea ornado (ya que el hablar adecuadamente, que es lo principal, la mayoría de los autores lo incluyen en el ornato)...3

Los conceptos que aquí se expresan con emendate, dilucide, ornate loqui (= hablar con corrección, con claridad, con ornato), y que otros autores llaman Latine, perspicue, apte loqui (= hablar en latín, perspicuamente, aptamente), en detalle no son exactamente las competencias elocutoria, idiomática y expresiva de Coseriu, pero sí les corresponden justamente; salta a la vista que Coseriu se apoya en ese sistema doctrinario.

¿Qué podemos decir de las prescripciones de nuestra retórica clásica, si tomamos en cuenta las reflexiones modernas de Coseriu?

Llama especialmente la atención la concordancia entre la competencia idiomática de Coseriu y el clásico(= hablar en griego) o Latine loqui (= hablar en latín). En esto están de acuerdo todos, Chomsky y Coseriu, Aristóteles y Quintiliano. Al considerar la virtud del Latine loqui, uno piensa sin duda en la performance del hablante ideal, a quien Noam Chomsky asigna la competencia en la lengua particular, exactamente determinada y homogénea; según parece, también Coseriu, al hablar del "saber idiomático" de la "competencia lingüística particular", se refiere a lo mismo, exceptuando que él hace permeables los límites del idioma del hablante. Según Coseriu, es el conjunto de intersección resultante de los dialectos y jergas grupales que existían en la Atenas del siglo IV a. C., y Latine loqui corresponde al conjunto de intersección resultante de la lengua culta del senado y la lengua popular del proletariado, entre otras, que eran usuales en Roma. En otras palabras, no hay una "competencia" ni una performance ideal, sino sólo aquello que los hablantes reales dicen en un momento dado, y a través de lo cual "adultos" de un grupo de hablantes.

Justamente eso es lo que dice Aristóteles. En su Retórica, él habla acerca de la exigencia básica de la corrección lingüística:

El hablar griego es el principio de la expresión. Eso se basa en cinco reglas: 1) en las conjunciones, es decir, en que uno las coloque como deben ir según su naturaleza, antes o después, como algunas lo requieren; por ejemplo, 1 m°n y 1 §gΔ m°n piden sus correspondientes d° y 1 d°...; 2) que uno nombre cada cosa con su palabra propia y no sólo aproximadamente; 3) que uno no sea ambiguo —salvo con intención—...; 4) ser correcto incluso en otras cosas, como Protágoras distinguió los géneros, masculino, femenino y neutro...; 5) en los números plural, dual y singular... En suma, lo escrito debe ser legible y fácil de pronunciar.4

Esto describe la correcta realización de una lengua, no puede entenderse de otro modo. Las exigencias son mínimas, y la lengua particular está abierta a todos los influjos posibles; no puede tratarse de un dialecto culto especial ni mucho menos de la virtud oratoria que consiste en la expresión artística adecuada. Es más, ya la elección de la palabra indica que Aristóteles se contenta con un mínimo de comprensión general. Se trata de la comunicación segura y no del arte de la expresión. La comprensión lleva al acuerdo, no al artificio de la expresión.

Aristóteles no se refiere aquí a ninguna calidad específica del discurso, a ninguna virtud oratoria. No introduce el en el sentido de (= virtud), sino en el de (= principio de la expresión), idea que surge mucho después de la definición de y que se diferencia claramente de ésta. apenas es algo más que la lógica lingüística universal de la expresión "congruente" que, según Coseriu, proviene del "saber elocutivo", de la facultad de hacer uso de una lengua, la que sea, en forma lógicamente correcta y comprensible. Sólo porque esta competencia lingüística abstracta y universal se concretiza en la lengua griega, en sus formas de flexión y en las raíces de sus palabras, sólo por eso se habla del correcto uso de la lengua griega y del saber idiomático acerca de ella, a saber, de una competencia lingüística que no les falta a los griegos entre los griegos y que, ex profeso, no tiene que exigírsele al orador. Se trata de algo que, en realidad, sólo afecta a los extranjeros, que hablan una lengua distinta, y a los borrachos. Incluso entre los profesores suele suceder que, al final de una larga oración, uno ya no sabe cómo la comenzó, y que, por ello, la concluya sin congruencia o con un anacoluto. También ésta es una debilidad que concierne más a las condiciones de la práctica artística que al arte mismo.

Sin embargo, entre la época de la Retórica de Aristóteles y la del de Teofrasto debe haber acaecido algo revolucionario en la sociedad dominante del mundo helénico y en sus formas de conversación; ello, probablemente también, fue sorpresivo. En asuntos de competencia lingüística, la sociedad se volvió más exigente. En efecto, en algunos autores más tardíos, quizá ya en Teofrasto, la corrección idiomática se convierte en virtud oratoria, y se hace apremiante la idea de que, más allá de las condiciones fundamentales de la comunicación, el orador debe dominar el idioma exclusivo de la alta sociedad, si quiere que los oyentes lo tomen por alguien cuerdo y lingüísticamente competente, y que quiere demostrar su autoridad. Esto se hace evidente en Quintiliano, quien narra una anécdota que tal vez se remite al mismo Teofrasto:

Hay muchos que ciertamente no carecen de cultura lingüística, pero hablan de manera curiosa, más que castiza; por eso, aquella anciana en Atenas reconoció como extranjero a Teofrasto, que en general era muy elocuente, por el uso erróneo de una sola palabra. Cuando él le preguntó por qué, ella le contestó que porque hablaba exageradamente en ático. Y según Asinio Polión, el maravilloso estilista Tito Livio tenía algo del dialecto de la llanura del río Po. Así pues, hasta donde es posible, que todas las palabras y la expresión exhalen el aroma de nuestra ciudad, con el fin de que el discurso suene sencillamente romano, no como adquirido por ciudadanía.5

Esto va más allá de la competencia lingüística natural. Sin duda, Aristóteles no había pedido esto con el verbo . No obstante, el hecho de un idioma conforme al nivel social, uno que sustenta la comunicación y en cuyos usos los oyentes miden el grado de competencia de un orador, Aristóteles lo trató detalladamente en el contexto de la definición de la virtud oratoria, de la .

La virtud de la expresión puede definirse diciendo que ésta debe ser clara (pues el discurso, como signo, no cumple su objetivo, si no es claro). No debe ser baja ni excesivamente elevada, sino adecuada; sin duda, la expresión poética no es baja, pero no es adecuada para un discurso. De entre los sustantivos y verbos, son los auténticos los que hacen clara la expresión; las otras clases de sustantivos, que se han detallado en la Poética, hacen que la expresión no sea baja, sino adornada: como les sucede a los hombres con los extranjeros y con sus conciudadanos, así les sucede con la expresión; por ello, hay que hacer extraña la lengua propia: la gente es admiradora de lo distante, y lo que se admira resulta agradable. En el verso, esto se logra de diversas maneras, y allí es adecuado, ya que allí, todo está muy distante, tanto los temas como los personajes de quienes se habla. No obstante, en la prosa...6

Sólo falta el nombre de este saber singular, uno que sea apropiado. Coseriu lo incluye en el "saber expresivo" de la "competencia del discurso", eso que hace que el discurso sea adecuado. Sin embargo, se trata de un tipo de adecuación muy peculiar, de una que no concierne al ethos que se expone temáticamente, ni al pathos del discurso que se pronuncia, sino a la comunicación del orador con sus oyentes, y que, por así decirlo, constituye un efecto de peralte y eco de su saber idiomático correcto. El lenguaje específico conforme al nivel social, o bien identifica al orador como miembro del grupo al que se dirige, y, en algunos casos, como su invitado o un miembro de honor, o bien lo delata —igual que a Teofrasto y a Livio en las anécdotas citadas— como un miembro ignorante, no del todo acreditado, o incluso como infiltrado, realmente extranjero.

Es cierto que un intruso impertinente puede balbucear cosas convincentes e importantes, pero el que uno lo escuche o lo tome en serio depende de la necesidad que se tenga de ello. No se le deja intervenir en la discusión de los asuntos íntimos del grupo, aunque su juicio sea muy sabio; no puede, en lo absoluto, participar en las relaciones personales: intervenir en la discusión, ni siquiera se cuestiona.

¡Cuántas cosas no se toman como algo personal! No sólo asuntos familiares, sino también asuntos respectivos a la posición social y a la política son muy exclusivos, igual que si se trata, por dar un ejemplo, de la competencia específica del grupo. Pensemos simplemente en nuestras discusiones académicas: a quien pronuncie Seneca en vez de Séneca, no le creeremos una nueva interpretación de la Apocolocíntosis, incluso si se trata de una interpretación muy acertada y aguda. Al pronunciar de esa manera, ese individuo se delata como un autodidacta que no está conectado con nuestra red de comunicación. Algo similar sucede con las publicaciones: un artículo no tiene que estar escrito en alemán para que se le tome en serio; sin embargo, hay países con los que tenemos muy escasa o nula comunicación: ellos, por lo mismo, participan poco del saber relevante, y uno no toma nota de su producción nacional, a menos que el autor se exprese en una de las lenguas de la Europa central u occidental, a fin de que pase de su oscuridad nacional a nuestro grupo ilustrado.

El idioma representa el ámbito vital y laboral del grupo en cuestión; si el hablante se encuentra fuera de ese ámbito, la comunicación con él carece de interés y no se realiza. Yo nombro "competencia comunicativa" del orador a esta peculiar cualidad del discurso, a esta aptitud del hablante.

 

III. ¿Qué enseña al respecto prácticamente la retórica clásica?

Es interesante comprobar que, ya entre los sofistas, esta adecuación idiomática conoce sus propios recursos estilísticos.

Justamente al comienzo de su doctrina acerca del estilo, en el capítulo 2 del libro 3,7 Aristóteles hace indicaciones importantes sobre este asunto. Allí, el efecto ventajoso de los tropos más importantes se justifica porque mediante ellos uno se gana la disponibilidad y buena voluntad de los que escuchan. Si después, en el capítulo 10, hablando de las figuras, Aristóteles vuelve a mencionar los tropos y, en particular, la metáfora, no hay error en atribuir también esas figuras a la misma virtud oratoria de la competencia comunicativa, la que posteriormente se confundió con la corrección lingüística.

Sin embargo, lo que en los pasajes citados se encuentra como signo de la posición social es paradójico. En el capítulo 2, explicando más detalladamente su definición de la virtud oratoria, Aristóteles dice que hay que hacer extraña la lengua propia (). Para fundamentar esto, explica: la gente es admiradora de lo distante ().

Ahora podemos interpretar esto con el siguiente estipulado: así como hay cosas en que un extranjero no puede ser competente porque le faltan, así hay cosas que le faltan a uno mismo y que, al parecer, un extranjero tiene. Entonces es uno mismo quien tiene curiosidad de conversar con el que sabe. A la vez, en el mismo capítulo, Aristóteles recomienda que este artificio se utilice sólo discretamente, pues no sirve de otra manera. El artificio se usa discretamente, cuando se hace que cuadre con la persona que habla —y ésta sólo es pensada como una persona ficticia de un drama, ya que, por desgracia, Aristóteles traslada hacia aquí esta observación desde su experiencia con la poética.

Por consiguiente, es la "alienación" la que proporciona los recursos estilísticos más efectivos a la verdadera virtud oratoria del lenguaje conforme al nivel social, esto es, a la competencia comunicativa. Al hablar de alienación, se trata de tropos conocidos, como la metáfora, la metonimia, la perífrasis, el neologismo, el diminutivo y, no en último lugar, el , el verbum peregrinum (aquí pongo los nombres que hoy son normales, y que Aristóteles, en parte, describe de otra manera). Para instruir con mayor precisión en estos recursos estilísticos, Aristóteles, en un contexto más amplio, también investiga el uso erróneo en la (= la expresión insípida), y el (= la solemnidad de la expresión);8 al hacerlo, cae nuevamente en reflexiones que corresponden más a la poética que a la retórica.

Luego, en los capítulos 10 y 11, reaparece la metáfora bajo el título de "expresión elegante" (), y, en íntimo contexto con ella, la antítesis que, de hecho, parece ser muy apropiada para rectificar prejuicios e introducir nuevos conceptos.

Ahora bien, arriesgando otro paso hacia atrás, uno en dirección de los sofistas, examinaremos brevemente la pseudoaristotélica Rhetorica ad Alexandrum; esta obra se ha atribuido con frecuencia a Anaxímenes, y, por comodidad y brevedad, se llama con su nombre.

Esta retórica, un poco más antigua que la de Aristóteles, ya contiene en su estructura temática casi todo el sistema subsecuente, incluso en la doctrina de la expresión; aunque no sabe nada de los términos , y desconoce el concepto de , en sus capítulos 23 al 28 conoce muy bien el uso retórico de toda suerte de designaciones sustantivas de una misma cosa, y distingue entre sustantivos simples, compuestos y metafóricos; de éstos, los metafóricos y quizá los compuestos pueden atribuirse a la competencia comunicativa. Inmediatamente después, Anaxímenes discute las figuras de orden: el paralelismo y el quiasmo, la distribución, el hipérbaton y la antítesis, así como las figuras de sonido: la parísosis y la paromeosis, que sin duda ya habían sido integradas por Gorgias en el arsenal tecnológico de la expresión retórica artística, y que, como luego lo demostró la experiencia, atraen la atención hacia la persona del orador y, por ende, no sólo la desvían del asunto, sino que también aburren, si se usan en forma un tanto exagerada. Sólo sirven para jugar fugazmente con la lengua, sólo para alardear furtivamente de competencia comunicativa, mas no son útiles para el ejercicio de las otras virtudes oratorias, a saber, la claridad o la adecuación afectiva.

 

IV. Lo que no enseña la retórica clásica, pero lo complementa la moderna

En el contexto de la doctrina de la expresión, Aristóteles suele remitir a su Poética, y en tal forma pudieron reunirse otros recursos estilísticos para el enriquecimiento de la adecuación idiomática. Si uno tiene un buen punto de partida, también en autores posteriores se podrán recoger algunas migajas de la opulenta mesa de la antigua sofística.

Sin embargo, debo abandonar el intento de adjudicar los recursos estilísticos de la retórica helenística y romana a las virtudes oratorias si dichos recursos no están adjudicados a las virtudes del discurso en la literatura tradicional. Ese intento sería un juego ocioso de sistematización si no se explicara e ilustrara con ejemplos textuales. Y el caso sería más ocioso si yo asegurara que, entre los recursos que enriquecen el estilo, también están aquellos de una condición elevada, pero normal, y que sirven para hacer sentir la competencia comunicativa del orador.

Precisamente en los recursos estilísticos ya mencionados, en esos que provocan la alienación tanto en el arte oratorio griego como en el latino, también se distingue un nivel de enriquecimiento mínimo del estilo, uno que parece no haber llamado la atención de la retórica clásica. Se trata de la dicción oratoria del abogado, de una dicción afectadamente perifrástica, fraseológica y estereotipada, es decir, de su jerga, de un lenguaje especializado mediante el cual el abogado demuestra que sabe de procedimientos judiciales y tiene la competencia comunicativa necesaria. Ésta se le reconoce, sin mayor dificultad, como su competencia temática con la cual normalmente dicha jerga va de la mano. Su chinesca especialidad se compone de una rica colección de expresiones lingüísticas singulares, en cuyas metáforas ya no se nota la alienación, ya que resultan tan familiares que se tienen como expresiones normales; la alienación se camufla con la expresión usual; vamos, se "desinfla", como suele decirse. Ésa es la jerga que se debe vestir para dar la impresión de que se habla el ático original, o el latín como un nobilis perteneciente a una antiquísima familia. Sin embargo, eso no es deducible de la teoría, ya que no tiene nada que ver con la corrección lingüística. En cuanto a resultados tecnológicos, quiero entretener al lector con la segunda parte de este artículo, en la cual daré pruebas mediante textos.

 

Conclusión

Por ahora, resumo y termino con una mirada a las consecuencias que tuvieron en la Antigüedad tardía las deficiencias y equivocaciones descritas. En el tratamiento retórico clásico de la competencia lingüística deben distinguirse tres elementos:

La se encuentra entre las virtudes oratorias, pero sin razón; sólo es la capacidad lingüística de utilizar correctamente la lengua usual; "correctamente" significa "de manera que uno se acredita como miembro del grupo que habla esa lengua". Aristóteles llama a esto , en contraste con , hablar griego ático. Sustancialmente, este dominio de la lengua también aparece en Anaxímenes, sin un nombre determinado, en referencia a las formas gramaticales.

La —a la cual sirve la alienación (el ) y con la cual uno, elevando el estilo, pone de relieve su capacidad expresiva personal— pertenece, en Coseriu, al "saber expresivo", el que ejercita quien sabe hablar "adecuadamente". No tiene nada que ver con la corrección lingüística, sino que demuestra su fuerza creativa precisamente en el hecho de que se desvía de la norma. Aristóteles describe esta fuerza creativa como un logro de la .

En la retórica clásica jamás se hace mención de la jerga grupal de moda, en la cual se hizo corriente un cúmulo de alienaciones que entraron al grupo y se desinflaron en expresiones normales, y que manifiestan inconfundiblemente la pertenencia del hablante a ese grupo de forjadores de lengua. Cabe la sospecha de que, en su origen, la lengua de los aticistas helenísticos, el ático, no era otra cosa más que esa jerga grupal.

 

Segunda parte: diversas competencias comunicativas en Salustio

Que el lector no se asuste ni se enoje si, como se hace pedazos un roble para hacer cerillos, despedazo la Conjuración de Catilina —esa cautivadora obra maestra de la prosa latina— sólo para comprobar mi tesis sobre la competencia lingüística en la retórica clásica. Espero que el lector vea que puede ser emocionante incluso un análisis cuasilexicográfico de una expresión latina moderada, y una interpretación estadística de largas listas de palabras.

 

La llamada "latinidad" (latinitas)

Se trata de la "virtud oratoria" que a partir de los romanos se llama latinidad.9 Con ella, la retórica clásica se refiere originalmente, cuando surgió en los tiempos de la sofística, a lo que yo nombro "estilo comunicativo": ese componente estilístico con que el orador indica su pertenencia al grupo al que se dirige, y con el que fundamenta su derecho de intervenir en el grupo.

Con la latinidad de su estilo oratorio, Catilina se presenta ante el senado como hijo de una antiquísima nobleza patricia; con ella, César convence a los senadores de que él pertenece a los que saben manejar enérgica y exitosamente a los hombres y los bienes que se le encomiendan, y con ella, por el contrario, Catón reclama que se le tome en serio, como un guardián preocupado de los recursos del Estado y de las gestiones de sus conciudadanos.

De acuerdo con la terminología de Coseriu, a este derecho de voz, es decir, el derecho de ser escuchado, yo le di el nombre de "competencia comunicativa". Los recursos estilísticos con que se demuestra dicha competencia son los de la "alienación", del , como Aristóteles lo llama en su Retórica; la gramática posterior habla de tropos y figuras: los aprendimos en la escuela y los disfrutamos al reconocerlos en los textos. Sin embargo, el hecho de que le fueran exigidos al orador como una condición previa para que tuviera el derecho de intervenir, parece ser una afirmación completamente nueva.

 

Una tesis no demostrada

Quisiera afirmar que así fue, que se daba dicha exigencia; además, quisiera llamar la atención sobre un tipo de expresión que parece haber sido ignorado del todo por la retórica clásica: sobre la dicción afectadamente perifrástica, fraseológica y estereotipada que ya no se percibe como tal, debido a que es la cotidiana, la normal, y que, si toma un carácter lingüístico especial, en forma despectiva se llama jerga justo porque demuestra la competencia comunicativa del grupo en cuestión. Esto intentaré ejemplificar con referencias textuales.

La Conjuración de Catilina de Salustio es extraordinariamente adecuada para un primer objeto de experimentación, por su formato breve y claro, y porque es un texto bien conocido, uno que ya no necesito poner en su contexto, ni traducirlo.10 Para poder presentar mi demostración, debo enfocarme en seguida en las expresiones particulares. También debo saltar entre varios pasajes del texto, diseminados acá y allá. El estilo comunicativo no aparece de manera uniforme por todas partes, sino allí donde el hablante se esmera particularmente en lograr la comunicación. Esto sucede en el estilo directo, un recurso del cual la Conjuración de Catilina de Salustio ofrece un pequeño concierto de sencillez clásica, rico en figuras. Sin duda, el estilo que se presenta siempre es el estilo de Salustio; sin embargo, Salustio hace que los protagonistas de la historia romana de aquellos días hablen en distintos estilos; no distintos en lo poético-retórico —el estilo artístico siempre es el propio de Salustio—, sino en cuanto a que expresan otras cosas: en estilos que se evalúan de diferente manera de acuerdo con los respectivos esfuerzos de comunicación. En Salustio, esto se puede ver en la elección de palabras que hace un orador.11

 

El objeto de la investigación

Es necesario aclarar algunas cosas respecto al método que he utilizado. Considero, en primer lugar, que el objeto de esta investigación es demostrar que el estilo comunicativo se manifiesta en las llamadas "frases" y en la "expresión fraseológica"; bajo este rubro uno se imagina circunloquios y complicaciones como las perífrasis, en el nivel de la palabra, y, en el nivel de la frase, extraños rodeos de la sintaxis oracional, como fieri non potest, quin (= es imposible que no...) o id ago, ut (= me esfuerzo por...), o antítesis artificiales como non quo, sed quod (= no para que, sino porque...), y cosas semejantes.

No se encuentran muchos ejemplos de éstos en un narrador tan compacto como Salustio; sin duda, el 5 de diciembre del año 63 a. C., en el Templo de la Concordia, los informes verbales debieron de estar llenos de esos ejemplos, pero Salustio, que es un raudo escritor, no quiso malgastar en ellos sus preciadas hojas de papiro.

Debo concentrarme en indicios más pequeños, y he elegido el más pequeño que conozco, la metáfora descolorida; ésta consiste en palabras, sobre todo verbos, cuyo significado metafórico se halla en primero o segundo lugar en los diccionarios, o incluso ya ha llegado a ser el único significado; por ejemplo, videtur se encuentra con el significado de "parece", en lugar de lo que significa propiamente, "se ve". De expresiones de este tipo, en Salustio hay abundantes ejemplos y, sin embargo, quizá sorprendentemente, no están distribuidas en forma homogénea por todas partes, sino que están, como densas nubes, sólo en algunos lugares, a saber, en el estilo directo, y, además, en una selección matizada muy distintamente, en una que caracteriza a cada hablante y a su particular objetivo.

Así pues, de los famosos discursos de la Conjuración de Catilina —el de César, el de Catón y los del mismo Catilina—, presentaré las minúsculas y casi invisibles metáforas, metonimias y perífrasis que caracterizan el estilo comunicativo de cada orador, sin pretender abarcarlas todas, pues ello excedería los límites de este artículo.

 

El procedimiento

Por supuesto, esos elementos deberían reunirse en forma completa, y examinarse (lo cual es casi imposible). Esta recolección puede realizarse muy rápidamente con un marcador, y la clasificación es placentera mediante una base de datos electrónica. La dificultad radica en la cuestión de cómo hay que clasificar dichos elementos. Por supuesto, hay que hacerlo en campos semánticos que después permitan una interpretación independiente del contexto temático. Sin embargo, en este caso, ¿qué campos semánticos resultan, y qué vocablos pertenecen a cada campo? Esto es siempre problemático y, si se quiere usar el método en forma sistemática, aún requiere de muchos experimentos y discusiones.

Para este ensayo, lo intenté de la siguiente manera: primero, mediante la base de datos clasifiqué en orden alfabético las palabras clave, para ya de una vez romper el círculo hermenéutico; luego, intenté determinar, para cada palabra clave, un ámbito de aplicación que señala, para una ocasión específica, una función específica de la comunicación humana.

Por ejemplo, el señor de la casa se comunica con su personal de servicio, como un señor con sus criados; con sus parientes, como un curador y vigilante; como un ciudadano, con el magistrado, o como un soldado, con el superior. En cualquier caso, ese hombre, como todos los demás, es un prestador de servicios que trabaja con la mente o con el cuerpo y que, en la comunidad histórica, se presenta y se retira, y constantemente se confronta con los fenómenos que se le presentan.

En esta multiplicidad de actividades, para los significados propios resultan campos semánticos como "hablar a alguien", "presentarse (en público)", "suplicar", "elaborar", etc. Téngase en cuenta que ahí siempre se hace referencia al significado propio de la expresión: en el caso de videtur, el significado es "se ve" y no "parece"; en el caso de disserere, el significado es "desprender de la fila" o "destrenzar", y no "exponer". En realidad, ni se pone ni se trenza ni se lleva, sino que "se habla"; sin embargo, porque a pesar de ello un hablante de latín insiste en decir disserere ("destrenzar"); uno de alemán, vortragen ("presentar"), y uno de español exponer, estas expresiones, en cada una de estas lenguas, se vuelven metafóricas y medios de expresión del estilo comunicativo, cuya respectiva singularidad se manifiesta en la elección de las metáforas que hace cada hablante. Se podría decir que el hablante del latín toma un envoltorio, lo desenvuelve, y esparce su contenido, mientras que el hablante del alemán sólo lo lleva hacia delante, y el del español lo saca para mostrarlo: esto es más tosco, menos acabado. En cualquier caso, esa expresión se refiere a los pensamientos que se expresan en una asamblea deliberativa, pero la palabra se ha extraído del hogar, del patio o del taller, en donde un sirviente a su señor, o un aprendiz a su maestro, les llevan una pieza y, eventualmente, la desarman para mostrarles cómo se ve por dentro. En estos casos, pues, se habla de una elaboración de objetos concretos, aunque se refiera a la expresión de buenos pensamientos.

Para enfrentar esta tarea, ordené los vocablos de algunos campos semánticos, a fin de que se vea lo problemático del asunto y, tal vez, también su plausibilidad.12 Por lo que respecta a la interpretación estadística —puedo asegurarlo de inmediato—, no es necesaria una exactitud 100% contundente y consecuente, porque, como en el corte de caja de una tienda, estadísticamente, los más y los menos de los errores numéricos se equilibran, siempre y cuando el error no sea deliberado. En cuanto a la arbitrariedad en la formación de los grupos, cabe decir que dicha arbitrariedad está dirigida por la pregunta de interpretación; dicha pregunta es ésta: ¿qué tipo de comunicación señala el hablante con los medios lingüísticos de su competencia comunicativa?

Luego ordené en una tabla cada una de las expresiones de cada uno de los hablantes, y los campos semánticos.13 Las fracciones decimales anotadas en las columnas numeran, en porcentajes, la porción que reclama cada campo semántico en el lenguaje metafórico de cada hablante. En las columnas también se puede ver que, en ciertos campos semánticos, los hablantes tienen preferencias en parte semejantes y, en parte, notablemente distintas. En estas preferencias se basará mi interpretación: enlistaré metáforas y otras pequeñas formas trópicas que son características, es decir, particularmente frecuentes en cada uno de los hablantes.

 

El estilo comunicativo de los protagonistas

César, en el capítulo 51 de la Conjuración de Catilina, exhorta al senado a que sea sensato al determinar el castigo de los participantes en la conjuración de Catilina, ya confesos, y a que se limite a las posibilidades que le dan las leyes, cuya transgresión siempre ha tenido efectos fatales a lo largo de la historia. Su discurso busca la moderación, sin que por ello escatime el empleo de poderosos recursos estilísticos. El sopesar racionalmente los asuntos no debe sorprender en un hombre como César; lo que sorprende es que ello se haya dado, a pesar de que César, en la Conjuración de Catilina, aboga por una moderación civil, en contra de la propuesta de Catón. Pero justamente ahí está el detalle: César critica los irreflexivos caprichos del poder. Para nuestra investigación actual, ello no tiene ninguna importancia en cuanto al estilo, porque el orador, de un modo o de otro, asintiendo o de manera crítica, con ingenuidad o ironía, se comporta como miembro de la misma sociedad a la que él se dirige con su crítica, como un miembro de igual posición, competente lingüísticamente.14

Por su parte, Catón, en el capítulo 52, contrapone al de César un discurso austero que, en la votación, debería inclinar la balanza hacia la pena de muerte; no escatima patéticas referencias al asesinato y al incendio, a la irresponsabilidad y a la guerra civil, y por eso, en general, habla afectivamente con más insistencia que César, con una expresión más rica en tropos. En el discurso, se escucha a un juez riguroso en cuanto a las costumbres. Ya se puede ver que, en el discurso de los senadores, la categoría de "presentar(se)" resulta del orden del día y de los asuntos políticos que les competen: como perteneciente al orden senatorial, uno tiene que ver con cosas que deben presentarse o no deben presentarse; lo mismo debía valer para la categoría de "preocuparse"; sin embargo, aquí se muestra una diferencia: César, para abogar por un castigo prudente, debe comportarse en forma despreocupada; sin embargo, le importa mucho el desenlace favorable o desfavorable del asunto. El que Catón se compenetre de las ideas de un negociante obedece, como en el discurso de César, a los reproches que hace a sus compañeros del mismo rango. El hecho de que para Catón las categorías de "elaborar" y "luchar" jueguen un papel tan insignificante tal vez obedece a que Cicerón ya había hecho el trabajo y economizado la lucha; y naturalmente, también por eso Catón, sin piedad, designa estas cosas con su nombre: Coniuravere nobilissumi cives patriam incendere, Gallorum gentem infestissumam nomini Romano ad bellum arcessunt, dux hostium cum exercitu supra caput est.15 Aquí sólo hay un tropo: la pequeña metonimia nomini Romano; todo lo demás puede tomarse al pie de la letra. Así, a pesar de que las metáforas bélicas y violentas están introducidas con sobriedad, las palabras de Catón suenan bastante marciales. Pero el malhechor es Catilina, y no la sociedad a la cual se le dirige la palabra, una sociedad de malhechores, cosa que más bien vale para el punto de vista de César, y para el de Catilina.16

Como es natural, los enardecidos discursos de Catilina (capítulos 20, 31, 35 y 58) están más cargados de expresiones emocionales, pero sólo en lo que concierne a las acuñaciones que son, por así decirlo, explícitamente ornamentales. Las metáforas, que confluyen de manera fraseológica, no son muy llamativas. Es obvio que los diferentes discursos sobre diferentes asuntos se estilizan de diferente manera, y, por cierto, primero en secuencia ascendente y, luego, en descendente. El discurso de la conspiración (capítulo 20) es, al principio, salvajemente excitante; a causa de la ira, la exclamación de Catilina, confeso ante el senado, es como irreflexiva (capítulo 35), y el discurso del general, antes de la catástrofe (capítulo 58), es de una sobria prudencia.

El primer discurso de Catilina (capítulo 20) se dirige a sus compañeros que, en casa de Leca, se conjuran no sólo para elegir a Catilina como cónsul, sino también para ser sus partidarios militares. Catilina repite lo dicho en muchas conversaciones precedentes, a saber, las quejas generales acerca de la injusta política oficial que se sufre, la cual ha reunido a los amigos en una comunidad de guerra. En este discurso, curiosamente como en Catón, pero en forma aún más acentuada, va a la cabeza la categoría del "negocio"; siguen, a cierta distancia, la de "presentarse" y la de "preocuparse", exactamente como en Catón; sin embargo, a diferencia de su discurso en el senado, aparecen también los grupos de "elaborar" y de "luchar", que no utiliza Catón, sino sólo César. Es notorio que Catilina no se atreva a elevarse hacia las exigencias sociales de "dominar" y "prosperar": con gran pesar suyo, la sociedad de conjurados no puede sentirlas como suyas.17

Posteriormente, Catilina habla como un compañero de infortunio: en el senado y en la conjura, Catilina vive como sus compañeros del mismo rango social, en constante reacción ante los sucesos, en constante cuidado por su propia realización en el pueblo y en el Estado, incluso con un pensamiento crítico sobre la dignidad de su vida espiritual. Pero, sobre todo, él siempre está preocupado por el buen o el mal uso que se hace del dinero y de los bienes: la diferencia de destinos personales trae consigo el que unos no puedan acabarse su riqueza, a pesar de sus salvajísimos despilfarros, mientras que otros sólo tienen vergüenzas y fracasos. A éstos pertenecen Catilina y sus amigos, y así se presenta él ante ellos, y así lo presenta Salustio ante nosotros. En una oratio obliqua (capítulo 31, 7-8), Catilina muestra su competencia comunicativa en el asunto: él proviene de una buena familia y está unido al círculo senatorial más íntimamente que Marco Tulio, ese advenedizo que ha contado unas mentiras tan ridículas acerca de él. No obstante, la sociedad, a la cual afirma pertenecer, lo expulsa, y ésta puede ser la causa por la cual Salustio, aquí, reprodujo la orgullosa presentación que Catilina hace de sí mismo en estilo indirecto: de no hacerlo así, si el narrador le hubiera concedido la palabra a Catilina, el lector podría haberse sorprendido. Así, tanto más efectiva resulta, al final del capítulo, la suntuosa y desesperada amenaza (capítulo 31, 9): Tum ille furibundus: "Quoniam quidem circumventus", inquit, "ab inimicis praeceps agor, incendium meum ruina restinguam".18

La frase incendium meum ruina restinguam ya es, de hecho, una elaborada alegoría. De las metáforas que ahí se encuentran, hay unas que pertenecen a dos grupos que, por lo demás, casi no se presentan en Catilina: ruina pertenece al grupo de "prosperar", en sentido negativo, e incendium, al de "combate"; restinguam debe agregarse al campo de "elaborar", que en Catilina está representado por nueve ejemplos. Esas dos metáforas son fraseológicas. En praeceps agor, frase que pertenece al campo de "presentarse", las dos palabras están usadas metafóricamente. Catilina habla como un compañero del mismo rango social: hay una sociedad a la cual quiere pertenecer y por la cual quiere ser escuchado, pero él está enemistado con ella, y, hoy, ella lo pone entre la espada y la pared. No se le deja elección alguna, salvo la de apoderarse por la fuerza de la comunicación conforme al rango, a través de su propia destrucción.

Después de que Catilina, puesto en evidencia, había abandonado la ciudad, le envió a su amigo Q. Cátulo una especie de testamento en donde explica su postura política y le encomienda a su mujer y a su familia para que los proteja.19 En esta carta, su expresión es tan objetiva como irritada, pero acentuadamente llena de locuciones conformes a su rango social. Por ejemplo, en el ámbito del "negocio", la frase: alienis nominibus liberalitas Orestillae... persolveret20 tiene tres palabras clave: nomen ("nombre > crédito"), liberalitas ("generosidad") y persolveret ("saldar"); esta última pertenece también al campo del "elaborar". Aquí, Catilina habla como un compañero de vida de Catulo; todas sus palabras son términos técnicos que ciertamente son de naturaleza metafórica, pero se han elevado a la dignidad de las expresiones cotidianas, normales en su rango social: así se nombra todo eso en la buena sociedad a la que Catilina encomienda a su mujer, para que la cuide fielmente. Por lo que se ve, su mujer era rica.

En Fésula, la conspiración enfrenta la lucha decisiva. El discurso de Catilina ante sus guerreros no es el discurso de un general: ya todos sus compañeros tienen en sí mismos virtus ("valor"), y se encuentran suficientemente impulsados por el afán de gloria y por el peligro. En este discurso,21 que más parece un informe y se caracteriza por su objetividad y por una prudencia sorprendentes, Catilina les da a conocer la derrota de sus especulaciones: la operación ha fracasado y, estando entre dos ejércitos que les cierran el paso, sólo les queda la posibilidad de abrirse paso entre ellos hierro en mano, o de enfrentar a uno de ellos y vender su pellejo lo más caro que sea posible. Ése es el estado actual de los negocios. Se trata de una confesión de pertenencia a una sociedad de nobles empobrecidos a los cuales, como última salvación del honor, sólo les queda lanzarse a la acción como miembros de una caballería de bandidos.

Finalmente, tampoco debe pasar inadvertida la propia comunicación de Salustio con sus lectores. ¿Cómo se incorpora la imagen de su personalidad senatorial en la sociedad de sus contemporáneos? En los capítulos introductorios 3 y 4, Salustio se presenta a la comunidad de sus lectores como un decepcionado de la política —para no hablar de un fracasado— que quiere ganarse su gloria póstuma como historiador. En comparación con los personajes de su obra, el texto de estos capítulos proporciona poco material; sin embargo, el texto puede ponerse en relación con nuestra estadística.22 En esta breve parte, muchas categorías no se encuentran; sin embargo, de las que sí se encuentran, hay muchos ejemplos que forman una parte considerable de la estadística. Salustio habla a sus contemporáneos. Explica por qué no entró en acción, como era de desear: él participó pasivamente en el "elaborar" y en el "preocuparse" de los hombres que estaban activos. Fue llevado a la política como un náufrago es llevado a un arrecife, por una ola, pero allí encontró a gente que lo superaba en audacia, soborno y codicia; fue vejado por la difamación y por la envidia, y alguien se ocupó de atarlo a la corrupción. Sin embargo, ahora, puesto que nos sale al encuentro como autor de un libro, se muestra activo desde otro flanco: ya libre de esperanzas, de temores y de subordinaciones partidistas propias de los políticos, justo como alguien que no pertenece a la sociedad romana, a fin de no dejar que se esfume sin gloria su valioso tiempo libre, puede retornar a los proyectos de su juventud y registrar ciertos episodios de la historia del pueblo romano, unos que a él, en lo personal, le parecen memorables. Ahora, en este libro sobre la Conjuración de Catilina, Salustio se nos presenta como un transmisor de la historia de Roma, alejado de la política y voluntarioso. De hecho, aquí se ve su competencia comunicativa, que es totalmente personal, y única en la literatura romana que tenemos.

No es necesaria una conclusión que resuma y valore en detalle. El procedimiento que he mostrado se presta a muchas objeciones, sobre todo en la categorización de las metáforas en grupos pragmáticamente definidos. Este ensayo es un bosquejo que sólo quiere mostrar cómo se manifiesta la competencia comunicativa en un texto, y que ésta, con un método adecuado, puede analizarse con objetividad. El método aún requiere afinarse.

 

Notas

(Trad. de P. C. Tapia Zúñiga, en colaboración con M. Erren y A. Ilg).

1 En la edad media, el conocimiento de una lengua incluye la totalidad de las palabras de esa lengua y las formas de esas palabras que se encuentran en los libros clásicos.

2 Cf. la estructura de la competencia lingüística, según Coseriu:

3 Quint. Inst. Orat. 1.5.1: Iam cum oratio tris habeat uirtutes, ut emendata, ut dilucida, ut ornata sit (quia dicere apte, quod est praecipuum, plerique ornatui subiciunt)...

5 Quint. 8, 1, 2-3. Multos enim, quibus loquendi ratio non desit, invenias quos curiose potius loqui dixeris quam Latine, quo modo et illa Attica anus Theophrastum, hominem alioqui disertissimum, adnotata unius adfectatione verbi hospitem dixit, nec alio se id deprendisse interrogata respondit quam quod nimium Attice loqueretur et in Tito Livio, mirae facundiae viro, putat inesse Pollio Asinius quandam Patavinitatem. Quare, si fieri potest, et verba omnia et vox huius alumnum urbis oleant, ut oratio Romana plane videatur, non civitate donata.

7 Cf. Arist., Rhet. 3, 2 (1404 b 1ss.).

8 Cf. Arist. Rhet., 3, 6 (1407b 26).

9 Cf. la Introducción y la Conclusión de la Primera parte. Por lo demás, para la virtud oratoria de la "latinidad", es decir, para la "competencia comunicativa" del orador, hay un grado normal de menor elevación de estilo, con que el hablante indica su pertenencia al grupo al que se dirige.

10 En México, dentro de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, existe la traducción de Agustín Millares Carlo (Salustio Crispo, Cayo, Conjuración de Catilina, versión directa del latín, prólogo y notas por A. Millares Carlo, México, UNAM , 1944, reimpr. 1991).         [ Links ]

11 El sentido del mensaje que le importa al orador puede reconocerse en su elección de los tropos y las figuras.

12 Ejemplos de las expresiones trópicas de los campos semánticos:
presentar(se) (y hacer que aparezca, provocar, o sus contrarios): accidat agor casu cecidisset cedunt concessit concitatus convortat evenerit exagitaverant expergiscimini fortunis initio initium in obscuro in oculis orta praeceps regressus requiem statuatis venerit.
elaborar: absolvam adcendet addere carptim confecto conposite conterere demissi dissolvere exequebantur interficere latus oppressa persolveret portare profundant referat restinguam solvere suscepi tractarent trahebantur trahunt transfertur vexabat.
servir, valer, estar a la disposición: domos eant ferro inest infirmior locum esse mari montibus pares paruit servitis servitute sita sunt spectata vacuam valent.
prosperar (provecho y daño, éxito y fracaso): conparata conpleri continuare copia corrupta creverant explevit fructu ordine partae parta recte reperitur ruina superare.
dominar: dignitati dimisere dominatur exercere honore moderatur permissum reges severior.
preocuparse, cuidar: adolevit adulescentiae amplexamini consenuerunt conservandae inbecilla languere libertas luctuosam mortalis placet popularibus populi praebere prohibet tenebatur tolerabat tradideris vereor vigebant viget vindicamos.
vigilar: considerate ignoscite providendum scilicet videbantur videlicet.

13 La tabla siguiente presenta los porcentajes de las alienaciones en los discursos del Bellum Catilinae:

14 Sal. Cat. 51:
Expresiones ornamentales: § 31: civitas servitute oppressa stultae laetitiae gravis poenas dedit ("la ciudad, oprimida por la esclavitud, sufrió los graves castigos de su estulta alegría"); § 33: ut quisque domum aut villam, postremo vas aut vestimentum aliquoius concupiverat ("cualquiera que deseara la casa o la villa de alguien y luego su vajilla o su vestimenta"); § 36: consul ubi gladium eduxerit ("una vez que un cónsul desenvaine la espada").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): § 9: quae victis adciderent ("qué sucedería a los vencidos"); § 12: qui in obscuro vitam habent ("que pasan su vida obscuramente"); § 20: mortem aerumnarum requiem ("la muerte, descanso de las penalidades"); § 26: merito accidet quidquid evenerit ("les sucederá merecidamente todo lo que acaezca"), quid statuatis ("qué cosa decidís vosotros"); § 27: mala exempla ex bonis orta sunt ("los malos ejemplos han surgido de cosas buenas"); § 32: homines qui rem publicam exagitaverant ("hombres que habían inquietado el Estado"), ea res initium cladis fuit ("ese hecho fue el inicio de una gran matanza").
Elaborar: § 5: bello confecto ("terminada la guerra"); § 9: conposite atque magnifice ("en forma ordenada y magnífica"); § 10: eum oratio accendet ("un discurso lo encenderá"); § 12: demissi in obscuro vitam habent ("los de humilde condición, que pasan su vida oscuramente"); § 20: mala dissolvere ("suelta los males"); § 21: addidisti ("añadiste"); § 25: gentibus moderatur ("rige a los pueblos"); § 28: tractarent ("manejaran"); § 30: lubidinose interficere ("mataban con gusto"); § 34: trahebantur ("eran arrastrados"); § 38: exsequebantur ("introducían"); § 43: neu quis ad senatum referat ("que nadie lleve al Senado").
Prosperar: § 4: copia ("ocasión"), recte atque ordine ("sabia y equitativamente"); § 8: digna poena reperitur ("se encuentra un castigo adecuado"), quae legibus conparata sunt ("que las leyes nos suministran"); § 9: luctu omnia conpleri ("llenar todo de llanto"); § 20: neque curae neque gaudio locum esse ("no hay lugar ni para las preocupaciones ni para la alegría"); § 27: exemplum ad indignos transfertur ("el castigo pasa a quienes en nada lo han merecido"); § 30: licentia crevit ("fue en aumento su arbitrario poder"); § 32: qui malo rei publicae creverant ("que a costa de la república habíanse encumbrado"); § 34: suos divitiis explevit ("enriqueció a todos sus parciales"); § 40: legesparatae sunt ("se promulgaron leyes"); § 42: bene parta vix retinemus ("nosotros, incapaces de conservar siquiera lo que ellos tan gloriosamente fundaron").
Dominar: § 2: animus providet ("el ánimo vea"); § 3: lubido dominatur ("el placer domina"); § 5: inpunitos dimisere ("los dejaron ir sin castigo"); § 7: vobis providendum est ("debéis cuidar"); § 15: poena severior ("un castigo un poco más severo"); § 16: gratiam aut amicitias exercere ("recurrió al favor o a las amistades"); § 22: civibus exilium permitti ("a los ciudadanos se les permite el exilio"); § 25: lubido gentibus moderatur ("gobierna a su antojo a los pueblos"); § 40: quibus exilium permissum est ("se permitió el exilio"); § 43: placet igitur eos dimitti ("me agrada dejar que ellos se vayan").
Luchar: § 4: reges ira inpulsi ("los reyes, impulsados por la ira"); § 8: magnitudo sceleris ingenia exsuperat ("la magnitud del crimen supera los ingenios"); § 22: civibus non animam eripi ("arrancar el alma a los ciudadanos"); § 31: civitas servitute oppressa ("la ciudadanía, oprimida por la esclavitud"); § 32: Damasippum iugulari iussit ("ordenó degollar a Damasipo"); § 34: neque prius finis iugulandi fuit ("no hubo límite al degüello antes").
Preocupar(se): § 35: haec non in M. Tullio vereor ("yo no temo estas cosas en Marco Tulio"); § 40: res publica adolevit ("la república creció").

15 "Unos ciudadanos de la mejor nobleza se han conjurado para incendiar a su patria; excitaron a la guerra al pueblo galo, el más dañino para cuanto se llama romano; el jefe de los enemigos está con su ejército sobre nuestra cabeza."

16 Sal. Cat. 52:
Expresiones ornamentales: § 5: domos villas signa tabulas ("casas, villas, estatuas y pinturas"); § 7: multosque mortalis advorsos habeo ("tengo a muchos mortales como enemigos"); § 12: liberales ex sociorum fortunis ("generosos con la fortuna de nuestros aliados"), ne illi sanguinem nostrum largiantur ("con tal que no se muestren pródigos con nuestra sangre"); § 24: patriam incendere ("para incendiar a su patria"), gentem infestissimam nomini Romano ("el pueblo más enemigo del nombre romano"); § 32: dignitati Lentuli ("a la dignidad de Léntulo"); § 33: Cethegi adulescentiae ("a la juventud de Cétego"); § 35: Catilina faucibus urget, intra moenia atque in sinu urbis sunt hostes ("Catilina nos tiene asidos de la garganta; dentro de nuestros muros y en el seno mismo de la ciudad hay enemigos").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): § 4: hoc nisi provideris ne adcidat ("éste, si no se previene que suceda"), ubi evenit, frustra iudicia implores ("una vez que haya ocurrido, en vano se implorará la ayuda de los tribunales"); § 5: expergiscimini aliquando ("despertad de una vez"); § 27: ne ista misericordia in miseriam convortat ("que esa misericordia no se convierta en miseria"); § 29: prospera omnia cedunt ("resultan prósperas todas las cosas"); § 36: quom res publica in periculum venerit ("ya que la república se encuentra en peligro").
Negocio: § 5: si quae amplexamini retinere voltis ("si queréis conservar lo que abrazáis"); § 8: haud facile alterius lubidini male facta condonabam ("menos podía condonar lo que otro hacía mal para su placer"); § 9: ea vosparvipendebatis ("eso, vosotros lo apreciabais en poco"); § 11: vera vocabula rerum amisimus ("hemos perdido los verdaderos nombres de las cosas"); §17: pro certo habetote ("tened por seguro"); § 18: quanto attente ius ea agetis, tanto... ("cuanto más esforzadamente hagáis esas cosas, tanto..."); § 21: neque delicto neque lubidini obnoxius ("ni al delito ni al placer sometido"); § 22: virtutispraemia ambitiopossidet ("la ambición se apodera de las recompensas de la virtud"); § 24: gentem infestissimam nomini Romano ("el pueblo más enemigo del nombre romano"); § 31: egregius adulescens immoderatae fortitudinis morte poenas dedit ("el egregio joven sufrió la pena de muerte por su inmoderada valentía"); § 34: quibus si quicquam umquampensi fuisset ("si alguna vez hubieran considerado algo de peso").
Preocupar(se): § 5: quae amplexamini, retinere ("conservar lo que abrazáis"); voluptatibus otium praebere ("dar tranquilidad a vuestros placeres"); § 7: multosque mortalis advorsos habeo ("tengo a muchos mortales como enemigos"); § 9: opulentia neglegentiam tolerabat ("la opulencia toleraba la negligencia"); § 12: ne illi sanguinem nostrum largiantur ("con tal que no se muestren pródigos con nuestra sangre"); § 14: a popularibus coniurationis ("por los cómplices de la conjuración"); § 18: si vos languere viderint ("si ven que vosotros languidecéis"); § 26: deliquere homines adulescentuli ("unos hombres jovenzuelos delinquieron"); § 29: ubi socordiae tete tradideris ("cuando uno se entrega a la pereza"); § 33: ignoscite Cethegi adulescentiae ("disculpad la juventud de Cétego").
Vigilar: § 2: quom res nostras considero ("cuando considero nuestra situación"); § 3: illi mihi disseruisse videntur ("me parece que aquellos han expuesto"); § 4: hoc nisiprovideris ne adcidat ("éste, si no se previene que suceda"); § 10: haec quoiuscumque modi videntur ("de cualquier modo que se consideren estas cosas"); § 14: videlicet timens ("temiendo, sin duda"); § 27: scilicet res ipsa aspera est ("el caso, indudablemente, es grave"); § 28: videlicet dis confisi ("confiados, sin duda, en los dioses"); § 31: videlicet cetera vita obstat ("sin duda lo impide el resto de su vida"); § 33: ignoscite Cethegi adulescentiae ("disculpad la juventud de Cétego").

17 Sal. Cat. 20:
Expresiones ornamentales: § 2: ni virtus fidesque vostra spectata mihi foret ("si yo no hubiera observado vuestro valor y lealtad"); § 7: reges tetrarchae vectigales esse ("reyes y tetrarcas son tributarios"); § 11: divitias profundant in exstruendo mari — ¡doble hipérbole! — ("que desborden sus riquezas para construir en el mar"); § 14: illa quam saepe optastis libertas, praeterea divitiae, decus, gloria ("aquella libertad que a menudo deseasteis, además de riquezas, honor, gloria").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): § 2: nequiquam opportuna res cecidisset ("en vano se hubiera presentado una ocasión tan oportuna"); § 7: res publica in paucorum potentium ius atque dicionem concessit ("el Estado cayó en el derecho y poder de unos pocos poderosos"); § 14: quin igitur expergiscimini? ("¿por qué, pues, no despertáis?"); divitiae decus gloria in oculis sita sunt ("riqueza, honor, gloria, están puestos ante vuestros ojos").
Elaborar: § 6: animus accenditur, cum considero... ("mi ánimo se enciende, cuando considero..."); § 11: divitias quas profundant in mari ("su riqueza que derraman en el mar"); § 12: pecuniam trahunt, vexant ("arrastran y maltratan su dinero").
Negocio: § 7: illis populi nationes stipendia pendere ("pueblos y naciones les pagan estipendio").
Luchar: § 8: nobis reliquere pericula repulsas ("nos dejaron los peligros, las repulsas"); § 12: divitias vincere nequeunt ("no pueden vencer a su propia riqueza")
Preocupar(se): § 6: nisi nosmet ipsos vindicaríais in libertatem ("si no reivindicamos nuestra propia libertad"); § 7: populi nationes (stipendia pendere) ("pueblos y naciones pagan estipendio"); § 10: nobis viget aetas, animus valet ("nuestra edad es vigorosa; nuestro ánimo, fuerte"); § 10: illis omnia consenuerunt ("a ellos, todo los ha envejecido"); § 14: illa quam saepe optastis libertas ("aquella libertad que a menudo deseasteis").

18 "Aquél, entonces, exclamó furibundo: 'Ya que, rodeado por todas partes, mis enemigos me precipitan al abismo, con la ruina apagaré mi incendio'."

19 Sal. Cat. 35:
Expresiones ornamentales: § 3: liberalitas Orestillae ("la generosidad de Orestila"); non dignos homines honore honestatos videbam ("veía yo a hombres no dignos honrados con honor").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): § 3: iniuriis contumeliisque concitatus ("incitado por injusticias y agravios"); statum dignitatis non obtinebam ("no obtenía la posición correspondiente a mi dignidad"); § 4: satis honestas pro meo casu spes ("las esperanzas, bastante honorables dada mi desgracia").
Elaborar: § 3: aes alienum solvere ("saldar las deudas"); alienis nominibus liberalitas Orestillae persolveret ("la generosidad de Orestila me habría permitido saldar incluso las deudas que otros me han ocasionado").
Negocio: § 2: satisfactionem proponere ("dar una explicación satisfactoria"); § 3: aes alienum meis nominibus solvere ("saldar la deuda contrmda a mi nombre"), alienis nominibus libertas Orestillae persolveret ("la generosidad de Orestila... me habría permitido saldar incluso las deudas contrmdas a nombre de otro"); § 4: hoc nomine spes dignitatis conservandae sum secutus ("por este motivo, he seguido la esperanza de conservar mi dignidad").
Luchar: § 3: statum dignitatis non obtinebam ("no obtenía la posición correspondiente a mi dignidad"), fructu laboris industriaeque meae privatus ("privado del fruto de mi esfuerzo y diligencia").
Preocupar(se): § 6: Orestillam tuae fidei trado ("entrego a Orestila a tu lealtad").

20 "La generosidad de Orestila... me habría permitido saldar incluso las deudas contraídas a nombre de otro".

21 Sal. Cat. 58:
Expresiones ornamentales: § 8: libertatem atque patriam in dextris vostris portare ("lleváis en vuestras diestras la libertad y la patria"); § 10: neque locus neque amicus quisquam teget, quem arma non texerint ("ni lugar ni amigo alguno protegerá a quien las armas no han protegido"); § 21: quod si virtuti vostrae fortuna inviderit ("y si la fortuna envidiara vuestro valor"); cruentam atque luctuosam victoriam hostibus relinquatis ("dejéis a los enemigos una cruenta y luctuosa victoria").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): § 2: quem neque gloria neque pericula excitant ("a quien no estimulan ni la gloria ni los peligros").
Elaborar: § 1: verba virtutem non addere ("las palabras no añaden valor").
Negocio: § 1: compertum ego habeo ("yo sé por experiencia"); § 13: in exilio aetatem agere ("pasar la vida en el exilio"), amissis bonis alienas opes exspectare ("perdidos vuestros bienes, esperar la ayuda ajena"), in exilio aetatem agere ("pasar la vida en el exilio"); § 15: nemo nisi victor pace bellum mutavit ("nadie, más que un vencedor, ha cambiado la guerra por la paz"); § 17: audacia pro muro habetur ("la audacia se tiene por muralla"); § 21: cavete inulti animam amittatis ("cuidaos de perder la vida sin vengaros").
Preocupar(se): § 6: diutius in his locis esse egestas prohibet ("estar más tiempo en estos lugares lo impide la carencia"); § 7: quocumque ire placet ("adondequiera que nos agrade ir"); luctuosam victoriam hostibus relinquatis ("dejéis a los enemigos una luctuosa victoria").

22 Sal., Cat. 3-4:
Expresiones ornamentales: 4, 2: a spe metu partibus rei publicae animus liber erat ("tenía yo el ánimo libre de esperanza, de miedo, de partidos políticos").
Expresiones fraseológicas:
Presentar(se): 3, 3: initio studio ad rem publicam latus sum ("al comienzo, me dejé llevar con empeño a la política"); 4, 2: a quo incepto me ambitio mala detinuerat, eodem regressus ("habiendo regresado al mismo propósito del cual una mala ambición me había apartado"); statui res gestas perscribere ("decidí escribir la historia").
Elaborar: 3, 3: ad rem publicam latus sum ("me dejé llevar a la política"); 3, 5: me fama atque invidia vexabat ("me maltrataban la difamación y la envidia"); 4, 1: non fuit consilium socordia atque desidia bonum otium conterere ("no fue mi propósito malgastar un buen descanso en la pereza y la desidia"); 4, 2: res gestas populi Romani carptim perscribere ("escribir la historia del pueblo romano selectivamente"); 4, 3: de Catilinae coniuratione paucis absolvam ("despacharé en pocas palabras la conjuración de Catilina").
Preocupar(se): 3, 3: audacia largitio avaritia vigebant ("regían la audacia, la prodigalidad, la avaricia"); 3, 4: inbecilla aetas ("mi débil edad"), corrupta tenebatur ("se mantenía corrompida").

 

Información sobre el autor

Manfred Erren. Doctor en Filosofía por la Universidad de Friburgo (Alemania) y profesor de filología clásica en esa misma universidad. Es especialista en la poesía didáctica antigua y en retórica y estilística latinas. Ha sido editor y comentarista de las Geórgicas de Virgilio. Entre sus publicaciones se encuentran Einführung in die römische Kunstprosa, Die Phainomena des Aratos von Soloi. Untersuchungen zum Sach - und Sinnverständnis. Aratos, Phainomena. Sternbilder und Wetterzeichen y P. Vergilius Maro: Georgica. Text, Übersetzung und Kommentar (2 volúmenes).

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