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Acta poética

versão On-line ISSN 2448-735Xversão impressa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.28 no.1-2 Ciudad de México Abr./Nov. 2007

 

Presentación

 

Esther Cohen

 

En su libro Hombres en tiempos de oscuridad, Hannah Arendt describe a Walter Benjamín de una manera aguda, contrastante y, hasta cierto punto, podríamos decir, benjaminiana:

su erudición fue grande, pero no era un erudito; sus temas comprendían textos y su interpretación, pero no era un filólogo; no lo atraía mucho la religión pero sí la teología y el tipo de interpretación teológica por lo que el texto en sí es sagrado, pero no era teólogo y no sentía un interés particular por la Biblia; era un escritor nato, pero su mayor ambición fue producir una obra que consistiera sólo en citas; fue el primer alemán que tradujo a Proust (junto con Franz Hessel) y Saint-John Perse y antes de eso había traducido los Tableaux Parisiens de Baudelaire, pero no era traductor; revisó varios libros y escribió un número de ensayos sobre escritores vivos y muertos, pero no era crítico literario; escribió un libro sobre el barroco alemán y dejó un estudio sin terminar sobre el siglo XIX francés, pero no era historiador, literario ni otro, [...] pensaba en forma poética, pero no era ni poeta ni filósofo.1

Qué mejor descripción que la que hace Arendt de uno de los autores más controvertidos de nuestros tiempos: pero, ¿no fue acaso, aunque no lo diga Arendt, filósofo, crítico literario, historiador, teólogo, traductor, filólogo, escritor, poeta? ¿Pudo haber sido todo ello a la vez? Inclusive habría quizás que añadir, en todo caso, un par de atributos más: experto en el arte del cine y la fotografía, conocedor de la arquitectura moderna, "revolucionario de profesión". Si lo que propongo aquí es cierto, ¿cómo acercarnos a su obra desde tantos ángulos singulares y, me atrevo a decir, inéditos? Porque a casi 70 años de su suicidio, y enterrado en una tumba, vacía, en Port Bou en 1940 huyendo de la persecución nazi, Benjamin sigue siendo hasta la fecha una incógnita, no obstante la cantidad de libros dedicados a su obra. Filósofo, historiador de la modernidad, "el mejor crítico alemán de la literatura", su gran aspiración en vida, teórico de la estética, y un místico como lo podría apuntar su teoría del lenguaje o un auténtico comunista "al alba de la revolución" (Traverso).

¿Cómo abordar, desde esta complejidad, su vasta obra, llena de enigmas, de acertijos, de contradicciones y de saberes eruditos? Hace poco más de un año, participé en un coloquio sobre la obra de Walter Benjamin. Debo decir que en su mayoría los participantes eran lo que puede llamarse "expertos" de su obra. La sorpresa de este encuentro fue, si no la descalificación de su obra, sí la idea de que Benjamin, en Europa, y particularmente en Alemania, se había convertido en un "simple" objeto de estudio. Benjamin había dejado de decirles algo a los europeos. De ser así, la propuesta de esta publicación apunta justamente en dirección contraria y desde una geografía completamente diferente, que no deja de dirigirse a esos vencidos de la historia a los que Benjamin vuelve una y otra vez a lo largo de toda su vida. Si bien su obra ha sido trabajada desde todos los ángulos posibles, ésta sigue siendo inagotable, en particular su propuesta teológico-materialista de la historia que sigue dando mucho qué discutir, así como su concepción fragmentaria aunque innovadora de la idea de crítica (Weigel); los ensayos benjaminianos no dejan de sorprendernos y de darnos cada día una especie de "iluminación profana" que nos acompaña en el desciframiento de nuestro mundo, ese infierno, como lo llamó Benjamin haciendo eco de las palabras de Blanqui.

Acta Poetica se pretende como una revista de literatura, de teoría y crítica literarias, pero, ¿quién ha dicho que la función de estas últimas no esté siendo puesta en cuestión y que tanto la historia, la filosofía, la política e inclusive la mística, han entrado en ella de manera interdisciplinaria, no en forma de panfleto sino como elementos constitutivos de la obra misma? Por ello, nadie como Benjamin para mostrarnos, sin jamás elaborar una teoría cerrada y sistemática, una visión de lo literario atravesado por la historia, la filosofía y, de manera particular, por la escritura misma. Baste solamente echar una mirada a sus trabajos sobre Baudelaire, el poeta de las multitudes, de los desechos de la sociedad moderna, o la lectura de Kafka desde sus propias narraciones y relatos talmúdicos; en otras palabras, su lectura del autor checo, ¿no es acaso una lectura narrativizada del propio Kafka? O, ¿qué decir de su interpretación del surrealismo como la última instantánea del arte moderno (Löwy), o del adoquinado que quedó sepultado bajo la fuerza de la civilización del siglo XIX (Bensaïd)? El texto benjaminiano sobre la obra de arte sigue siendo para los estudiosos del cine, de la fotografía y del arte en general una fuente inagotable de interpretaciones, una especie de rebus para entender el papel de la tecnología en la modernidad, pero también su lugar en la reivindicación de las víctimas, de los/nuestros muertos (Cadava). Pero hablamos a su vez de un Benjamin urbanista, de alguien que se ocupó no sólo de la ciudad sino de la metamorfosis de sus habitantes con la llegada de la modernidad (Ilg), así como de la labor del coleccionista, que como el propio Benjamin la describe, es la dicha del hombre que tiene tiempo (Rabinovich).

Tarea prácticamente imposible es proponer al lector una visión de conjunto de todo el mosaico tan rico y complejo que representa la obra de Benjamin. Sin embargo, he intentado dar a conocer algunos de los ensayos que dan cuenta de la intensidad que su lectura despierta en sus lectores. La pasión de leer a Benjamin, de seguirlo por sus callejuelas y pasajes, descubrirlo entre los desechos de sus pepenadores y en los objetos alejados ya de su valor de mercancía para ser integrados en nuevas constelaciones: he ahí lo que todos los autores del dossier Benjamin quisiéramos transmitir (Cohen, Rodríguez, Ortúzar, Espinoza, Jerade).

De ninguna manera puedo dejar de lado la segunda parte de esta revista que recoge trabajos de especialistas como Tatiana Bubnova sobre la poesía de Marina Tsvetáieva. A su vez, tanto Melina Balcázar como Norma Garza nos entregan ensayos sobre Genet y sobre la crisis del pensamiento. Finalmente, y siguiendo a Benjamin, creo que es necesario darle voz a los que aún no la tienen y que, sin embargo, es un imperativo escucharlos. Los tres últimos trabajos sobre cine y literatura provienen de un círculo de estudiantes que yo llamaría "sabio" y a los que, sin temor a equivocarme, muy pronto habremos de mirar de frente.

 

Nota

1 Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona, Gedisa, 2001, pp. 141-142.         [ Links ]

 

Información sobre la autora

Esther Cohen. Es investigadora de tiempo completo en el Centro de Poética del IIFL, que anteriormente coordinó; coordinadora del Proyecto Políticas de la Memoria (proyecto PAPIIT de 1998 hasta 2006) y de "La modernindad del pensamiento crítico y político de Walter Benjamin" (proyecto PAPIIT desde 2007). Es autora de El silencio del nombre (edición en francés, Éditions des Femmes); La palabra inconclusa; Con el diablo en el cuerpo (edición en francés, Lignes; en italiano editado por Ombre corte y Mondadori); Los narradores de Auschwitz.

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