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Acta poética

versão On-line ISSN 2448-735Xversão impressa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.27 no.1 Ciudad de México Abr./Mai. 2006

 

Reseñas

 

Martine Leibovici, Hannah Arendt y la tradición judía. El judaísmo a prueba de la secularización

 

Silvana Rabinovich

 

Traducción y edición de Esther Cohen y Silvana Rabinovich, México, UNAM. IIFL, 2005, 97 pp. (Ejercicios de Memoria).

 

 

"Nuestra herencia no está precedida de ningún testamento", dice René Char.1

Tal vez este aforismo, "sembrado" por Martine Leibovici en su libro Hannah Arendt y la tradición judía. El judaísmo a prueba de la secularización, condense de manera magistral el fino trabajo de lectura que caracteriza a este libro. Elijo el término sembrado porque este aforismo está lleno de porvenir, y a lo largo de los capítulos va dando retoños variados.

En el primer capítulo, "Religión, autoridad y tradición", la autora va deshilando la trama de la relación entre autoridad y tradición, la relación entre la tradición y la concepción del tiempo, el papel de la memoria y el olvido y su lugar en el marco de la religión. En ese primer capítulo despunta el primer retoño: la libertad es definida como la "capacidad humana de actuar comenzando algo nuevo", y trata de construir una política que se caracterice por relaciones que no se den bajo el esquema de la dominación ni de la sujeción. "La libertad no es el fin de la política sino su experiencia más fundamental" dice Leibovici, y estas palabras que retoñaron en el primer capítulo van a resonar a lo largo de todo el libro bajo el sello de la ausencia de testamento a la que aludía el poeta.

El segundo capítulo indaga en la política inherente a las comunidades judías, que Arendt detecta a pesar del conocido acosmismo de este pueblo al que atribuye la condición de paria. uno de los elementos políticos que según la autora legó el pueblo judío a la civilización occidental es el relato del Éxodo, "herencia" que si bien es recibida omitiendo el "testamento", ofrece la ocasión de pensar la liberación y la libertad como momentos distintos. Por otra parte, la idea de Alianza aparece como fundamental, y con ella la de la Ley, que es abordada por la autora desde la perspectiva bíblica y la romana. Occidente es ese lugar de entrecruzamiento de experiencias distintas de la Ley, de cosmovisiones que convergen y divergen incesantemente, y en estos cruces retoñan sentidos éticos y políticos que a veces se alternan y otras se encuentran. Ética y política en diversos sentidos emergen como pasiones (v.gr. la "pasión de sobrevivir", p. 29; las "pasiones políticas de los judíos", p. 52; la abrahámica "pasión por las alianzas", p. 70) experimentadas de maneras diferentes, dado el amplio espectro de abordajes del judaísmo, por parte de las múltiples judeidades; son relaciones diversas de los herederos para con la virtualidad del testamento.

El tercer capítulo aborda los rostros de la secularización judía a la luz del movimiento de emancipación, como lo propone Leibovici, "sobre el fondo de la secularización del cristianismo" (p. 41). Secularización que se define —con resonancias spinozianas— como la pérdida del elemento político por parte de la religión. Aquí vuelve desde otra perspectiva la lectura de la tradición, la autoridad, la relación con la memoria, el tiempo y las generaciones; y el acecho totalitario que busca ocupar entre los hombres un lugar vaciado de dios. Por eso la secularización judía se presenta como inacabada y puesta a prueba ante la seudo-secularización, que la traiciona (por ejemplo vaciando de responsabilidad heterónoma el concepto de elección, o el mesianismo, no olvidemos que el dios de los profetas es un dios universal).

Martine Leibovici va marcando puntos de proximidad entre la ética heterónoma de Levinas y la filosofía política plural de Arendt, el cruce se da en la siguiente cita, que alude a los crímenes de lesa humanidad (los que nunca prescriben y en su nombre guardan la herida abierta de nuestras sociedades):

Debemos tomar sobre nosotros la responsabilidad de todos los crímenes cometidos por los hombres, y los pueblos deben asumir la responsabilidad de las fechorías cometidas por otros pueblos (p. 51).2

Con o sin testamento, hay una responsabilidad heredada que excede a los actos propios y a los de la propia comunidad. Abraham, el eterno comenzante, el hacedor de pactos (p. 70), muestra que la ética heterónoma sugiere ciertas posibilidades políticas.

Finalmente, el epílogo se abre al horizonte de nuevos retoños. Uno se da en la convergencia de Arendt con Rosenzweig y Levinas, un pensamiento de los confines, allí donde la totalidad no se consuma. En palabras de la autora:

Casi se podría decir que lo político es aquello que está en posición de interrumpir lo no político o lo antipolítico, que son aquello en lo que se vuelve, la mayor parte del tiempo, eso que se trama bajo el nombre de política (p. 66).

Así, este libro aquí en México echa luz para entender nuestro aquí y ahora, nuestros tiempos más recientes. Diríamos que un libro tan breve con un título tan largo y aparentemente lejano se vuelve "candente", nos quema en su proximidad. Así, su traducción deja oír otras voces, en otras lenguas. Los retoños insisten y se resisten a ser abrasados por el discurso eufemístico que cancela lo político bajo el nombre de política, que es otro modo de invocar la guerra. Así, Arendt, a través de la lectura sensible de Leibovici, advierte al lector para que aguce los oídos ante los eufemismos que en nombre de la "democracia" quieren invisibilizar y enmudecer a los retoños bajo camisas de fuerza llamadas "justicia infinita" o "libertad duradera". O, en versiones más recientes que en nombre de la ley quisieron cancelar la genuina legitimidad de lo político.

 

Notas

1 Citado por Leibovici, p. 11.

2 Citado por la autora, de H. Arendt, "La culpabilité organisée", en Penser l'événement, p. 33.

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