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Acta poética

versión On-line ISSN 2448-735Xversión impresa ISSN 0185-3082

Acta poét vol.25 no.2 Ciudad de México sep./nov. 2004

 

Reseñas

 

Andrés Ciudad Ruiz, Mario Humberto Ruz y Ma. Josefa Iglesias Ponce de León, Antropología de la eternidad: La muerte en la cultura maya

 

Esther Cohen

 

Madrid, Sociedad Española de Estudios Mayas, Universidad Complutense, Centro de Estudios Mayas, IIFL, UNAM, 2003.

 

"Todos morimos", escribe Perla Petrich en su ensayo "La muerte a través de la tradición oral maya actual". Esta verdad aparentemente obvia y elemental no lo resulta tanto si pensamos en la cantidad de rituales que cada cultura ha debido elaborar para poder superar, comprender y aceptar el inexorable destino de todo ser humano, ya que ¿qué historia o qué cultura no se entienden a partir de este acontecimiento? Ya desde los tiempos bíblicos y después en épocas posteriores, el hombre ha venido construyéndose historias y relatos que justifiquen o den cuenta del más allá. Algunos han logrado integrar la muerte al ciclo de la vida; otros la han calificado como el castigo divino por el comportamiento humano. La Biblia nos dice poco, por ejemplo, de la muerte del gran patriarca Moisés, y sin embargo, sus comentaristas se han rebelado contra su fatal destino. Cuenta un midrash medieval que cuando Dios avisa a Moisés de su muerte, éste se rebela y responde: "Déjame ser como las bestias del campo que se alimentan de hierba, pero déjame seguir viendo este mundo... , déjame quedarme en este mundo como pájaro que vuela y recoge su comida día con día... o déjame ser sólo un ojo debajo de una puerta que se abre tres veces al año, pero que yo viva y no muera" (Esther Cohen, El silencio del nombre, 79). Esto, dentro de una cierta tradición judía, que se atreve a "juzgar" la muerte del más santo de los santos.

Sin embargo, existe todo un abanico de respuestas ante la muerte en las culturas indígenas. No todos los relatos funerarios nos hablan en los términos arriba citados: el ritual ha venido a darle cuerpo a la muerte en sus diferentes facetas y es éste el que reditúa por el dolor y el pesar de la pérdida. En este sentido resulta muy interesante el ensayo de Mario Humberto Ruz sobre la memoria y el olvido en los cultos funerarios contemporáneos. En éste, Ruz nos acompaña por todo un ritual maya, en donde los tiempos del duelo son ciertamente significativos. Nueve días, cuando el muerto no lo está del todo, 40 días para que el difunto finalmente acepte irse al mundo de los muertos, 12 meses cuando se realiza el "cabo de año", etc. Todos los rituales se acompañan, como en otras muchas culturas indígenas, cristianas, judías, musulmanas, etc., de comida y alcohol. "Al terminar la letanía, tras dos horas de rezos, profieren ¡Cohan!, ¡Cohan!, ¡Cohan!, con gestos que invitan al muerto a irse. Nueva ronda de aguardiente" (Ruz, 532). El noveno día, como puede inferirse, tiene una influencia católica, como lo muestra claramente la tradición de las novenas. Se supone que en estos primeros nueve días el difunto aún ronda las casas de los deudos, ya que todavía no encuentra reposo en su nueva morada. Curiosamente, entre los judíos, el ritual primero tiene una duración de siete días, mismos en que los muertos, como en la cultura maya que cita Ruz, "no están aún ausentes ni del todo muertos; vagan por el paisaje recogiendo sus pasos" (Ruz, 534).

El libro Antropología de la eternidad: La muerte en la cultura maya, editado por Andrés Ciudad Ruiz, Mario Humberto Ruz y Ma. Josefa Iglesias Ponce de León, que ahora presentamos, es realmente enriquecedor de los saberes funerarios en el mundo maya, saberes que nos ayudan a comprender mejor la relación que estas culturas establecen con la muerte. Así, el ensayo de Martha Cuevas García, llamado "Ritos funerarios de los dioses incensarios de Palenque" nos ofrece una visión, para mí inédita, de los ritos no sólo en relación con los hombres, sino con los dioses incensarios. Como escribe Martha Cuevas, "Transferido a otros contextos culturales, el simbolismo de la muerte y renacimiento fue tomado como un comportamiento ejemplar que encontraba paralelo en el ciclo diario del sol y en el agrícola. En el área maya, y específicamente en Palenque, es posible identificar una práctica funeraria similar a la de los seres humanos llevada a cabo con los dioses incensarios". "Al igual que los seres humanos, los dioses incensarios cumplían un ciclo de nacimiento, vida y muerte" (317 y 319). Y continúa: "Al término de la ceremonia, y antes de llevar a depositar en alguna cueva a los incensarios que han 'muerto', les extraen una piedra o reliquia que equivale al alma del difunto, misma que pasa a un nuevo ser (un nuevo brasero) en tanto que su cuerpo tiene que ser enterrado." Esto, a pesar de la distancia no sólo geográfica sino simbólica, me recuerda el rito judío de enterramiento de los libros sagrados. Cuando un hombre sabio muere, se le entierra junto con los libros sagrados que, por su estado de desgaste, ya no pueden ser utilizados por los fieles. Y no sólo eso, sino que también cuando los libros, por el paso del tiempo, son ya ilegibles, se les entierra como a un ser humano, con su debido ritual.

Resulta, a su vez, especialmente interesante el ensayo de Carmen Valverde, "La muerte y la guerra. Las rebeliones indígenas en área maya en el siglo XIX", sobre todo en la medida en que nos muestra el carácter sagrado de la muerte en las guerras. Sin embargo, algo que llama ciertamente la atención es el aspecto simbólico sagrado de "lo femenino" en los movimientos de resistencia. Esto, nos dice Carmen Valverde, se debe a que la muerte está relacionada con los "cultos de revitalización, de cambio, en última instancia de renovación", por ello, continúa, "el principio que los detona, el del origen —como todos los orígenes— sea femenino.

El libro que ahora presentamos resulta de gran interés no sólo en lo que se refiere al mundo maya, aunque es ciertamente éste al que están dedicados todos los ensayos aquí reunidos, sino para todo aquel que se interese por los relatos y rituales de la muerte en cualquier cultura. No cabe duda de que el imaginario de los pueblos puede cambiar y, de hecho, cambia en cada civilización, pero también es cierto que algunos principios rituales y simbólicos son recurrentes en toda cultura que reflexione y trate de dar cuenta de la muerte, ya sea como parte de la vida o como momento de ruptura en el ciclo vital. Y esto, en pocas palabras, es algo significativo en toda cultura, tanto antigua como contemporánea.

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