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vol.40 issue1The Sūtra on the Section of Hells (Narakaparivartanāmasūtra). Translation of the first chapter of the Buddhist work MahāvastuAL PROFESOR DON LUIS GIL FERNÁNDEZ, FILÓLOGO CLÁSICO, HISTORIADOR Y HUMANISTA. “AMANTE DE LOS LIBROS Y DE LA VIDA...” (1927-2021) author indexsubject indexsearch form
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Nova tellus

Print version ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.40 n.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2022  Epub Apr 08, 2022

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2022.40.1.432580 

Noticias

Filología y Mercurio en capilla por José Molina Ayala (Ciudad de México, México, 10 de agosto de 1968 a 2 de septiembre de 2021)

aUniversidad Nacional Autónoma de México, México, omfann2@gmail.com


Palabras clave: amistad; filosofía; traducción; Jámblico; Marciano Capela

Keywords: friendship; philosophy; translation; Iamblichus; Martianus Capella

Tan solo por esto, por su valía y amistad, la joven muerte de José es lamentable; pero muy laudables, los bienes que nos dejó. Solamente diré de él tres cosas: que fue generoso con su gramática; que escribió tres tesis; que tradujo las Nupcias de Filología con Mercurio.

PRIMERA COSA: su gramática. En las primeras semanas de 1993, atolondrado por tantas obligaciones que sin consejo aceptaba, hube de buscar ayuda entre mis profesores del Instituto para dar visto bueno a mi edición de las Añoranzas del viejo solar carmelita, en 450 páginas de terceras pruebas. Muy seguro de sí mismo, Pedro, Pedro por antonomasia, me dijo:

—¿Por qué no se lo pides a José Molina? Es un estudiante de Letras Clásicas. ¡Muy bueno!

Pedro perfectamente sabía que, para esa tarea, yo no podía confiar en un estudiante así nada más. Pero su hincapié en “muy bueno” y mi urgencia y necesidad hicieron que me contentara con su recomendación, aunque no lo haría así nada más. Sembré, lo confieso, una errata y un error de ortografía en la primera página del primer capítulo, y pedí a José que por favor intentara hallar ahí al menos un error de lo que fuera. Con la serenidad de todos conocida en él, la leyó, y, para descanso mío, encontró la errata y el error. A mi pregunta, respondió que no, que nunca había leído libros con ese propósito. Que esa sería la primera vez, y que prometía hacerlo con cuidado. Así, al igual que otros hombres de letras —pienso en Arreola y en el de Róterdam—, José trabajó, así haya sido muy eventualmente, como corrector de pruebas de imprenta, oficio para el cual siempre ha sido necesaria la gramática, y él la poseía, al menos, desde aquel segundo año de su licenciatura. Desde entonces, hasta que recientemente lo olvidara, inspirado en ese libro de González Mier, mil veces me repitió:

—Bulmaro, tú debes escribir las añoranzas de tu pueblo —y esto dicho en tono de meditación conclusiva e irrebatible, y durante años me recordó este mandato. ¡Vaya que era persistente! Ojalá pudiera algún día obedecerlo.

Años después, ya doctorando, durante cuatro años se encargaría de la edición de Noua tellus, el entonces anuario del Centro de Estudios Clásicos, fungiendo como secretario de redacción, y sobra decir que lo hizo con gratitud y alabanza del consejo editorial.

Poco más de un lustro después, de la nada y sin que yo entendiera por qué, comenzó a exigirme que terminara mi versión de la Historia de imágenes y pinturas sagradas de Juan Molano, que por razones irracionales tenía yo suspendida hacía 20 años.

—Y yo te ayudo —me dijo. Sí era mi amigo, y sí me quería, testimonio de lo cual abajo veremos.

Y me ayudó. Al principio, “solito” —como él, poco después, me enseñaría a decir—, hizo la revisión de las más de 400 cuartillas de mi versión. Luego, juntos, cotejamos el texto latino contra las viejas ediciones en que había yo fundado la mía. Y no contento con eso, cuando el libro publicado se presentó, hizo tal elogio de mi trabajo que sus palabras aún hoy me llenan de orgullo, pero más bien me obligan a esforzarme más en mi oficio. Al menos, en ese libro de historia renacentista dejé constancia escrita de que a él debo el señalamiento de erratas y equívocos en toda la traducción, y de modo especial, sus constantes estímulos y ayuda para acabar esa obra.

SEGUNDA COSA: sus tesis. Luego, con lo que definitivamente José doblegó mi alma fueron las primeras palabras de SU TESIS DE LICENCIATURA,1 y son éstas:

Nuevamente nos disponemos a escuchar a los antiguos para saber quiénes somos (Jámblico, Protréptico, p. ix).

De ser sociativo ese nosotros, es verdad que José era por demás amable con sus lectores. Acaso pensaba que al menos sus sinodales habrían de escuchar a los antiguos con tal fin; pero yo ni siquiera había oído hablar del autor a que se refería. Entonces, si ese plural “nos disponemos” era mayestático, ha de notarse la plena conciencia de la gran autoridad que aquel joven extraía de sus lecturas. Obviamente, su exordio encabezado con “Nuevamente nos disponemos” no había sido casual, sino producto de una retórica bien pensada con que pretendía ganar la atención de sus sinodales, y a tal grado lo consiguió conmigo, que no paré hasta terminar. Que era consciente de su estilo, él mismo lo dijo así: “he intentado prestarle a Jámblico lo mejor de mi estilo”, acaso con cierta soberbia, pero también con audacia, dado que abiertamente acusaba a sus pocos predecesores de no haber comprendido bien la época de Jámblico, la cual, acusaba, “ha sido poco estudiada y mal comprendida”.

Para remediar esa mal comprensión, prometió enseñar, con Jámblico mismo, el modo como se puede exhortar al ser humano a dedicarse a la filosofía, y sobre todo cómo llevar a los otros a dedicarse a ella. Aquí hago énfasis en que éstas no eran meras palabras, sino que José había asimilado, para su vida, la doctrina de Jámblico, a pesar de la oscuridad de estilo de aquel neoplatónico (p. 92), y así lo sugiere una entrevista que Humanidades UNAM le hizo este año,2 donde, platicando, dice precisamente esto, que

la filosofía es algo asequible; es fácil; nos da la felicidad; nos ayuda a saber cómo gastar nuestro dinero; a poder mejorar nuestras relaciones con nuestros semejantes, y sobre todo nos purifica el alma para poder ser mejores personas y poder ser felices. Entonces —termina diciendo—, de cualquier manera y a cualquier costo hay que filosofar.

Y estas cosas no se dicen con tanta soltura, si el alma no las ha digerido. Por la forma en que me cautivó la primera oración de aquel prólogo de apenas 5 cuartillas, hoy creo que José se imaginaba guiado por la viva voz más bien del Jámblico pedagogo que por la del filósofo, y aprendía lecciones de vida. De hecho, a lo largo de su trabajo explica ampliamente “el papel protagónico” de la actividad pedagógica de aquél (Protréptico, p. 91), y enseña que “la filosofía es guía de la educación”, esto es, afín a un programa educativo (ídem, pp. 70 y pássim).

Desde aquel prólogo, José mostró el oro que cernería en su carrera académica: ahí desplazó a Plotino de ser el iniciador del neoplatonismo, y atribuyó tal hecho a su Jámblico. Entendió, además, con visión práctica, que, debido a la similitud de las antiguas circunstancias con las nuestras, aquel filósofo griego podría ser fuente de inspiración para resolver los problemas del mundo actual, como eran el cambio de época (recordemos que estábamos todavía en el siglo XX); la tendencia a la globalización; los conflictos económicos, sociales e incluso religiosos. Entonces, para convertirnos en fans de Jámblico, de esa misma tesis basta leer el rico epílogo, que constituye la mejor síntesis que yo haya leído acerca de aquella época: en él se disfruta la historia de ese trozo de imperio romano del siglo tercero, como ni siquiera Rostovtzeff lo logró conmigo. Solamente escúchese esto de José:

Nuestro siglo XX es un buen ejemplo para poder comprender mejor la situación general y el estado de ánimo de los habitantes del imperio romano. Como el muro de Berlín en la Europa de la post-guerra, la muralla levantada alrededor de Roma por Aureliano fue el signo de las tensiones sociales de la época. Baste mencionar las dos guerras mundiales, la Guerra Fría, el imperialismo norteamericano, la recesión del 29 (elcrac), la guerra del Golfo, los magnicidios; más en concreto, aquí mismo en México, el conflicto armado en Chiapas, los recientes asesinatos, la actual crisis económica (Jámblico, Protréptico, p. 38).

SU TESIS DE MAESTRÍA3 fue la gran obra que después José me hizo llegar, con el privilegio —igual que en la anterior— de ser suplente en su sínodo examinador. Pasados apenas dos años, el amigo de muchísimos alumnos y colegas ya se había dado cuenta de que también eran suyas las dificultades que filósofos, historiadores y filólogos mexicanos encontraban en el Protréptico a la filosofía. Y con la humildad de ese reconocimiento, decidió mostrar cómo, con su traducción, el solo texto de Jámblico sería

capaz de hacer vibrar tanto al hombre común, como al filósofo experto y al verdadero humanista, a todo aquel que todavía piense que, a pesar de la situación actual, vale la pena buscar una vida virtuosa y conforme al intelecto (Tradición, p. 7).

En realidad, como el Protréptico a la filosofía incita a los principiantes, José tendió a que sus lectores se esforzaran por que otros dedicaran su vida a la filosofía. Y, sin duda por eso, al hacer su traducción pensaba explícitamente en los estudiantes de preparatoria, en los principiantes en filosofía y en quienes sin ser expertos dedicaran un poco de tiempo a las humanidades (Tradición, pp. 7-8). Fundado en esta declaratoria, como preparación mía para su examen, elegí al azar este fragmento, que aún conservo subrayado:

Todos los hombres queremos ser felices, y somos felices, si disponemos de muchos bienes. En cuanto a los bienes, unos se refieren al cuerpo: que éste se encuentre bien hecho en cuanto a la proporción natural, a la combinación de los humores y a la fuerza. Otros se refieren a lo externo, como linajes nobles, riquezas y honras en la propia patria. Otros se refieren al alma, como el ser temperante, justo, valiente y, particularmente, el ser sabio [...,] el éxito [...] Sin embargo [...] nada, si no se usa, aprovecha simplemente por la posesión; si alguno poseyera las riquezas y los bienes de que hablábamos hace un momento, pero no los utilizara, no podría ser feliz por la sola posesión de esos bienes. Por tanto, es preciso que quien quiere ser feliz no sólo posea tales bienes, sino que los utilice o no obtendrá ningún provecho de su posesión. Sin embargo, no es suficiente utilizarlos solamente, sino que es necesario añadir el utilizarlos correctamente (Tradición, p. 21).

Claro que lo cotejé contra el original, con la intención siniestra de incomodar a José. Naturalmente, como todos ya podrán adivinar, no necesité más que la primera lectura. No encontré ninguna anomalía, pues el español correspondía exactamente al griego, y era claro. Así, simplemente se lo mostré para felicitarlo y comentar los pasajes donde Cicerón había dicho lo mismo, excepto lo del éxito. Los ojos le brillaron como a quien le brillan cuando en una competencia de velocidad llega a la meta antes que todos los competidores. Pero no resistí el deseo de que leyéramos juntos el complemento de mi selección que se hallaba un par de páginas adelante:

Todo lo nuestro se divide en tres partes: el alma, el cuerpo y las riquezas; de estas partes, una ocupa el primer lugar; otra, el segundo, y otra, el tercero. Es prioritariamente necesario aspirar a lo del alma y realizar lo demás a causa de ella. En efecto, también hay que preocuparse del cuerpo, pensando en que uno lo cuida en función de los servicios que le presta al alma. También, es necesario adquirir las riquezas que necesita el cuerpo, pero hay que poner todo al servicio del alma y de las potencias que dominan el alma. Si realmente esto es así, no cumplen sus obligaciones quienes ponen todo su afán en las riquezas, pero descuidan la justicia, por la cual somos capaces de utilizarlas correctamente; tampoco cumplen con su deber quienes se preocupan de vivir y de estar sanos en cuanto al cuerpo, pero descuidan el utilizar correctamente la vida y la salud; ni quienes cuidan de alguna otra educación mediante la cual nunca pueden adquirir una amistad unánime, pero desprecian la ciencia causante de la unanimidad, que sólo a través de la filosofía se presenta como lo más bello; por último, tampoco cumplen con su deber quienes emprenden acciones, pero ni saben ni reflexionan cómo es necesario hacer cada una de ellas (Tradición, p. 24).

Me parecía escuchar, no a Jámblico, sino a Marco Tulio Cicerón, que fue quien me había enseñado esa tripartición del ser humano. Pero ahí estaba José, mostrándome el camino para llegar a las fuentes de aquel romano, de modo que, tergiversando un poco sus palabras, puedo decir, no que Jámblico es una especie de lente para asomarse a la antigüedad tardía, sino, mejor aun, una lente de la antigüedad tardía para asomarse a la antigüedad. Esto de “la lente para asomarse” me lo repitió y repitió él mismo durante nuestro trabajo conjunto de Marciano Capela, de que hablaré más abajo.

PARA LA TESIS DE DOCTORADO,4 me quedaba claro que ya podía yo leerla como si la hubiera sacado de la mejor biblioteca especializada en la materia. De hecho, en los días que esto escribo, buscando en la red un audiolibro que acompañara mi desayuno, detrás de Cinismo Diógenes, venía Teúrgia, Jámblico, José Molina Ayala.5 José ya había alcanzado su apobibliosis.

Oficialmente, esa tesis fue el culmen de la formación académica de José, pero sobre todo habrá de seguir siendo modelo de investigación filológica para quienes queramos llevar a cabo trabajos de alta calidad. En ella, sus lec­tores encontrarán la bibliografía exhaustiva acerca de la vida pitagórica, las obras de Jámblico y todo lo relacionado con el tema, hasta 2008, el año de su examen. Soy testigo de que su cubículo de trabajo era mezcla de filas y filas de libros y de montones y montones de copias fotostáticas que, aunque lo leía todo a gran velocidad, sin embargo todo lo asimilaba y lo comentaba ese mismo día o meses o años después, gracias a la memoria privilegiada de que estaba dotado. De hecho, para humillarme, con frecuencia citaba de memoria cualquier argumento sacado ya de Platón, ya de Aristóteles, ya de la Ilíada o, ni se diga, de Von Albrecht o cualquier otro erudito, incluso de la Biblia.

En general, el objetivo de su trabajo fue ayudar a que la lectura del De mysteriis recibiera un juicio de valor no gratuita ni prejuiciadamente negativo con respecto a la relación entre racionalidad y religión. En el capítulo I pone al día la cuestión jambliqueana, haciendo énfasis en el De mysteriis por su importancia en el neoplatonismo, y sobre todo por la postulación de la teúrgia como el único modo de alcanzar la unión con la divinidad. En el II habla del título, género, autor, estructura y fecha de composición del De mysteriis. El III es paráfrasis explicativa de la obra. El IV constituye prueba contundente del empeño con que José trabajaba: muestra cronológica y críticamente la recepción de Jámblico, en especial del De mysteriis, con propósito múltiple: señalar el estigma que ha impedido ver en él el neoplatonismo; mostrar que Jámblico no obedeció a intereses proselitistas, ni tuvo presente la emergencia del cristianismo; que no fue fruto de época decadente. Esa revista de lectores inicia con el emperador Juliano (331-363) y llega hasta, al menos, 2008, año de su examen doctoral.

Y sólo para seguir en ese tenor de motivación a la lectura a través del recorrido que de la recepción hizo, dice que, para Eunapio, Jámblico era un taumaturgo que levitaba al meditar o adivinaba el futuro, e hizo que sus contemporáneos se fascinaran con aquél. Que el alemán Zeller, el más serio jambliqueano, con filología hegeliana, “sepultó a Jámblico bajo el fardo de la más absoluta irracionalidad” (p. 141); que el juicio de los existencialistas pesimistas Dodds, Brown, o Zizent es inaceptable (p. 152). La sola lista, empero, de los lectores de Jámblico y de sus críticos y de los críticos de éstos sería en verdad larga: en una sola página aparecen los nombres de Liefferinge y Dillon con Agustín; en otra, Pico de la Mirandolla, Ficino, y así Descartes, Ockam, Kant, Marx, Sodano, Scutellio, Thillet, Octavio Paz, Augusto Comte, Eduard Gibbon, Hegel, Zeller. En más breve, juzguen los especialistas su bibliografía, la cual consta de 25 cuartillas a renglón cerrado, y se divide así:

I. Jámblico: ediciones y traducciones

A. Comentarios a Platón y Aristóteles

B. Colección de las doctrinas pitagóricas

1. Acerca de la vida pitagórica

2. Protréptico a la filosofía

3. Acerca de la ciencia matemática común

4. Comentario a la Introducción aritmética de Nicómaco

C. Respuesta del maestro Abamón a la “Epístola a Anebón” de Porfirio, y soluciones de las dificultades que se encuentran en ella <Acerca de los misterios>

D. Acerca del alma

E. Epístolas

II. General (contiene 107 fichas, sin contar las propias)

Y ya ni siquiera menciono los dos hermosos documentos que publicó a manera de apéndices —uno, la Preparación evangélica de Eusebio de Cesarea (V, 10, 1-9), y el otro, el juicio de Porfirio sobre Anebón, en la Ciudad de Dios de San Agustín, X, 11—, ni su libro de Alejandro de Afrodisia Sobre el destino con Ricardo Salles,6 originado acaso en esta sola pregunta: “¿Nuestras acciones dependen de nosotros si existe el destino?” (p. v).

Todo lo cual nos da idea del asombroso trabajo que desarrolló José en su tesis doctoral. Habría que añadir solamente que José se adueñaba de todo lo que leía, que lo derramaba todo en nuestro entorno, que lo aplicaba todo a la vida cotidiana. Movido, sin duda, por su voracidad lectora, decía:

Supongamos, por un momento, que, hacia el siglo tercero de nuestra era, el cristianismo hubiera sucumbido bajo el emperador Juliano el Apóstata, quien había intentado restablecer el paganismo, inspirado por el pensamiento jambliqueano. En esta ficción, todos seríamos neoplatónicos: creeríamos en el Uno, del que se “generó” el Intelecto, y de éste, el Alma (Jámblico, Acerca de los misterios, p. ii).

Pero, además de la calidad y gran volumen de su trabajo, admirable es de veras en esas tres tesis la devoción y lealtad hacia la amistad. En ellas siempre estuvieron presentes, entre otros de nueva aparición, sus amigos Amalia, Eduardo, Francisco y Mauricio, de cuya gran valía intelectual y humana en general, por otra parte, ya tienen el registro las historias de las letras. Para cerrar este apartado, hablando de la amistad, he de agregar que, a tres años de su doctorado, sobre la guarda de otro libro suyo recién salido de las prensas (Fragmentos de Arquíloco), José suscribió estas palabras:

Bulmaro, te regalo este libro, no para que lo leas ni para que leyéndolo aprendas nada, nada más porque te quiero mucho.

¿Nos interesan los poemas del soldado Arquíloco? Leamos los fragmentos que de ellos quedan, en la versión que hizo José Molina Ayala. Según éste, esos poemas

se conocen en su mayor parte gracias a referencias de otros autores, usados en otros contextos y con motivos ajenos al poema mismo, como testimonios de una palabra o de una costumbre, por un interés filológico o histórico (Fragmentos, p. 11).7

Con la advertencia de que

El estado fragmentario de la obra de Arquíloco no debe engañarnos. En general, la obra de los poetas arcaicos griegos, en lo que se ha conservado, está excelentemente escrita; podría decirse que los restos de ese naufragio de textos dan prueba de virtud poética, gramática, prosódica, y sintáctica... Y su perfección prosódica [de Heráclito] está lejos de ser un mero ejercicio lírico balbuciente de novato tras el avasallante ritmo de la épica (Fragmentos, pp. 12-13).

TERCERA COSA, y última: las Nupcias. Hacía al menos un lustro que, con mil argumentos, José venía exigiéndome, ya saben cómo, que hiciera la traducción de las Nupcias de Filología con Mercurio de Marciano Mineo Félix Capela.

—Bulmaro, tú tienes que traducir a Capela... —y, ya se sabe, esto dicho en tono de mandato incuestionable.

—¡¡¡No molestes!!! —o— ¡¡¡Cómo molestas!!! —le respondía yo así con violencia, pero no con éstas, sino con las palabras malsonantes de que nos valíamos entre nosotros.

Naturalmente, como mi desaire cotidiano era muy menor a su porfía, esa contienda tuvo fin durante una de las roscas de Reyes de 2017: una, porque se partían tantas roscas cuantos centros y departamentos hay en el Instituto. La mañana de ese día 6, en medio de aquel fraccionado desayuno, me repitió su vieja cantinela:

—¡Bulmaro, tú tienes que traducir a Capela! —esta vez en tono de mandato más severo.

La verdad: desde 1995, yo tenía en total olvido tamaño nombre de Capela, y no me interesaba. Mas, aunque siempre he sido consciente de que no hay que pelear cuando se come pan dulce, irresponsablemente me rendí a su inmarcesible deseo. Así que le respondí:

—¡Cómo...! —y sin terminar mi frase desdeñosa, añadí— Está bien. ¡¡Peeero contiiigo!!

Sin titubear aceptó mi “pero”, como si, precisamente ese día, los Reyes, o Reyes Coria, le hubieran traído el soñado juguete de su vida. Sin duda, los tres Magos estrecharon las vidas de dos amigos. Desde esa miserable rosca, nuestras esporádicas conversaciones sobre vanas políticas o peores filosofías donde él me daba lecciones sobre Pablo, Agustín, Tomás, cualquier viejo papa, o los gemelos Ratzinger y Francisco, o desde Homero hasta Marcial, se convirtieron en juntas de traducción latina, sin que él, empero, renunciara a un par de pensamientos sacros o a sus contrarios más bajos.

Bien. Aquel mismo viernes de Reyes, asumí el compromiso de traer a Marciano Mineo Félix Capela a mi lengua, con la coautoría de José Molina Ayala. Lo cual se convertiría en auténtico placer de diario aprendizaje. Este proyecto de las Nupcias de Filología con Mercurio merece aquí mucho más que mis pobres palabras, pero José ha de conformarse con ellas, dado que ya no está para nutrirlas. Supongo que éste fue su último trabajo, y como tal quiero informarlo a su alma mater para darle cuenta no solamente de su valía académica sino también de su intachable honor. Ya dije que este proyecto nació por exigencia de José y por mi vencimiento en los Reyes de 2017, en calidad de secundario, aunque José me restregaba por doquier esta sentencia, según él bonifaciana:

Nulla die sine linea.

Así, al inicio, cada viernes, o cada quince días, pretendíamos poner en español al menos unos versos o alguna prosa. En aquel primer año, como haya sido, apenas si tradujimos algunos versos, dado que, en su lugar, aproveché su ayuda, como ya dije, con el libro de Juan Molano.

Déjenme decir todavía que para mí fue ejemplo de fortaleza de ánimo, pues desde el primer lunes de nuestra cruel pandemia hasta su primer ingreso al hospital, José trabajó todas sus jornadas laborales, incluidos algunos sábados. Así, insensiblemente este proyecto secundario se nos fue haciendo a tal grado simultáneo con nuestras otras obligaciones que supongo que, como a mí, se le constituyó extraoficialmente en proyecto principal. Lo cual se me queda como ejemplo de intachable honor, pues cada peso que puntualmente recibió de la Universidad Nacional Autónoma de México, durante todo este tiempo de trabajo en casa, él lo ganó cumpliendo estoicamente con sus obligaciones laborales: sentado ante un monitor, con diccionarios en línea, disponiendo de bibliografías de papel o digital, estudiando un texto latino medieval rescatado de Google Books. Y, acaso, sin saber que sus huesos estaban a punto de romperse, meses antes me dijo:

Bulmare, gracias por tenerme trabajando, porque si no ya me hubiera muerto.

Bueno, cuento aquí que a finales de octubre del año pasado dimos por terminados los dos primeros libros de Capela bajo el título Las nupcias de Filología con Mercurio, con introducción, traducción y notas; asimismo, que del tercero, es decir, de la Gramática, tenemos terminados la traducción y el resumen, y completas las traducciones del cuarto y del quinto, o sea, la Dialéctica y la Retórica.

En esta aventura, cabe decir, José y yo, conocimos a muchas féminas, aunque solamente prestamos atención a cuatro: Filología, Gramática, Dialéctica y Retórica.

Juntos, pues, de la fémina Filología, conocimos que, sumida en vigilias y lucubraciones perennes, escudriñaba con indagación curiosa; que, aunque grácil y macilenta, estudiaba los astros; que, insistente, coaccionaba con obsecración al investigar; que era poseedora de los mitos, de la poesía, de las historias, de las letras, de las melodías, de los sonidos y de los cantos y de los números; que nunca enmudeció de asuntos falta; sobre todo y con asombro, que, aferrada a sus tesoros, no renunció sin más a ellos por el ofrecido enlace matrimonial con Mercurio, en apariencia superior a cualquier bien; pero que, no obstante, habría de privarse de todos ellos en aras de himeneo, ignorando que, en premio a sus vejantes aflicciones por tanta labor y ardores de su mente, con sorpresa ganaría la inmortalidad, e incluso la flor de fuego, la máxima aspiración del conocimiento.

Juntos, de la fémina Gramática supimos que era ministra mercurial, longeva, comedida, oriunda de Menfis; que en Ática se vestía de palio; que en Roma, de pénula;8 que era solerte en remedios, pues circuncidaba los vicios de las lenguas, y sanaba éstas con polvo negruzco; las fauces, de indocta rusticidad y fétidos eructos, con medicamento acérrimo; las voces duras, con gratísimo bocadillo; las arterias y el pecho, memoria y tensión, con unto de cera; que con su lima dorada de ocho partes purgaba de solecismos los dientes y las lenguas; que conocía los cármenes y sus números; que trataba el nombre y los verbos, y que con su arte entera fatigaba a obtusos y torpes.

Juntos, vimos a la fémina Dialéctica, pálida, de vista acre, de cuerpo contracto y hábito oscuro; de crines tortuosas y crispadas; vestida como en Atenas y llevando en la izquierda una serpiente envuelta en giros enormes; en la diestra, ciertas fórmulas retenidas con un gancho, y bajo el palio ocultando insidias viperinas, y oímos que era muy charlatana y embaucadora.

Juntos, de Retórica, sublimísima de cuerpo, luminosa de rostro, fulmínea y coruscante de coronilla, confiada en sí misma, conocimos que, vestida de peplo alrededor de los hombros, con lumbres de figuras, protegida con casco y armas, y el pecho ceñido por exquisitos colores de gemas, al golpear, sus armas crepitaban como truenos, y hacía creer que lanzaba rayos. Era la reina de todas las cosas.

José, en el momento en que se iba a retirar, no simplemente se fue, sino que me dejó escrito en nuestro diálogo cotidiano por Messenger:

Bulmaro, dame una cita de zoom ahora mismo, urgente. No es para trabajar.

Inmediatamente en un subsecuente mensaje, con mi nombre en latín, como cuando bromeábamos, escribió:

Bulmarus, mañana tengo una consulta, de modo que quedas solo frente a Capela. A ver si [el] miércoles tenemos más suerte.

Pero la suerte ya había sido echada: Alea jacta erat. Y ya solamente para concluir, hago resonar aquí las últimas palabras escritas por José en su dedicatoria doctoral, que habrá de ser inmortal mientras haya humanidad. Son éstas:

Que a todos, a mis padres y maestros, a mis hermanos y amigos, a mi familia, Dios, que es siempre bueno, los guarde, multiplique sus bienes, los bendiga y les conceda paz.

1José Molina Ayala, Jámblico, Protréptico a la filosofía, capítulos 1 al 5, tesis de licenciatura, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1996, http://132.248.9.195/ppt1997/0237432/0237432.pdf (09/11/2021).

2Humanidades UNAM, Un recuerdo: José Molina Ayala (1967-2021), [video], https://www.youtube.com/watch?v=nAclnwVXXZQ (09/11/2021).

3José Molina Ayala, Tradición y novedad en el Protréptico a la filosofía de Jámblico, tesis de maestría, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1998, http://132.248.9.195/pdbis/266628/266628.pdf (09/11/2021).

4José Molina Ayala, Jámblico, Acerca de los misterios de Egipto: racionalidad y religión en la antigüedad tardía, tesis de doctorado, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2008, http://132.248.9.195/ptd2008/noviembre/0636462/0636462_A1.pdf (09/11/2021).

5Omar Reyes UNAM HUMANIDADES, Teúrgia, Jámblico, José Molina Ayala [video], https://www.youtube.com/watch?v=WzTTlkmEiOk&t=628s (09/11/2021). Con 2,015 vistas desde el 23 de abril de 2020.

6Alejandro de Afrodisia, Sobre el destino, versión de José Molina y Ricardo Salles, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana), 2009.

7Fragmentos de Arquíloco, traducción, introducción y notas de José Molina Ayala, México, Textofilia-Universidad Autónoma de Nuevo León (Colección Ión, 4), 2011.

8pénula. Vestimenta propia del gramático y del orador, hecha de lana y cubría todo el cuerpo. El palio, de los filósofos griegos, era usado también por los romanos en Grecia, y por las hetairas tanto griegas como romanas.

Recibido: 19 de Octubre de 2021; Revisado: 29 de Octubre de 2021; Aprobado: 16 de Noviembre de 2021

*

Bulmaro Enrique Reyes Coria es doctor en Letras (Clásicas) por la Universidad Nacional Autónoma de México, en cuyo Instituto de Investigaciones Filológicas es investigador titular de tiempo completo, y en cuya Facultad de Filosofía y Letras enseña latín. Estudia la obra retórica de Marco Tulio Cicerón, y ha dedicado tiempo a Marcial, a Marciano Capela; a latines del Renacimiento europeo (Borromeo y Molano) y del dieciochesco mexicano (Fernández del Rincón). De Cicerón ha publicado, con introducciones, el discurso por las Provincias consulares, las tres primeras Filípicas y toda la obra retórica, excepto Acerca del orador, aunque incluida la Retórica a Herenio; además artículos y librillos de género símil. Su más reciente publicación es De historia ss. imaginum et picturarum auctore Joanne Molano, con nota editorial, edición del texto latino y traducción al español.

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