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Nova tellus

Print version ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.40 n.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2022  Epub Apr 08, 2022

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2022.40.1.432573 

Artículos

La cleruquía ateniense en Lesbos: distribución de la tierra y explotación de los nativos

The athenian cleruchy on Lesbos: allotment of land and exploitation of natives

1PEFSCEA Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina, julianalejandrogallego@hotmail.com


Resumen

El artículo analiza el establecimiento de la cleruquía ateniense en la isla de Lesbos en 427 a. C. A partir de las fuentes y los análisis disponibles, se conjetura la existencia de un patrón de reparto de lotes basado en las condiciones previas de uso del suelo desarrolladas por los lesbios. La permanencia de estos como arrendatarios de tales lotes estuvo supeditada a la extracción de una renta anual por parte de los atenienses, similar al ingreso que obtenían los integrantes del estatus hoplítico.

Palabras clave: Atenas; Lesbos; cleruquía; tierra; explotación

Abstract

This article analyzes the establishment of the Athenian cleruchy in the island of Lesbos in 427 BC. From the available evidence and research, the existence of a plot distribution pattern based on land use conditions previously developed by the Lesbians is conjectured. The permanence of the latter as tenants of these plots was subordinated to the extraction of an annual rent by the Athenians, similar to the income obtained by those belonging to hoplite status.

Keywords: Athens; Lesbos; Cleruchy; Land; Exploitation

Comenzada la Guerra del Peloponeso, en el verano del año 428 a. C. los mitileneos deciden sublevarse contra Atenas y su imperio, concretando una aspiración ya lucubrada antes del inicio de la contienda bélica.1 Mitilene aspiraba a convertirse en un polo de poder en ese lugar estratégico que Lesbos ocupaba en el Egeo, para lo cual había puesto toda la isla bajo su control, salvo Metimna, propiciando incluso el sinecismo en una única polis. En el marco de la Liga de Delos, plataforma de desarrollo del imperio ateniense, los lesbios no estaban obligados a la entrega del tributo anual como la gran mayoría de las ciudades, sino que debían aportar naves y hombres en caso de que Atenas así lo requiriera. Pero Mitilene había comenzado a pensar en su salida de esta situación buscando que Esparta atendiera a su solicitud de sumarse a la liga por ella liderada, lo cual solo se concretó una vez que la revuelta ya estaba en marcha. En efecto, los mitileneos se vieron obligados a anticipar esta acción, aun cuando los preparativos no estaban finiquitados, porque los atenienses fueron avisados de los planes que aquellos estaban ya ejecutando. El titubeo inicial de los atenienses, condicionados todavía por los estragos de la peste y las renovadas invasiones peloponesias sobre el Ática, dio paso prontamente a una resuelta avanzada sobre Mitilene, que nunca pudo recibir la ayuda espartana y rápidamente tuvo que capitular. Luego de la exitosa campaña militar comandada por el estratego Paques, los atenienses promovieron un debate sobre el destino de los mitileneos en el que inicialmente decidieron matar a todos los varones adultos y esclavizar a mujeres e infantes; pero, tras revisar esta decisión, resolvieron ejecutar a los poco más de 1,000 prisioneros que habían sido enviados a Atenas como los principales responsables de la revuelta y establecer una cleruquía sobre todo el territorio de Lesbos excepto el de Metimna.

En este artículo se tratará de explicar las condiciones consideradas por los atenienses para la constitución de esta cleruquía. Para ello se procederá del siguiente modo: en primer lugar, se analizará la evidencia disponible respecto del establecimiento de los clerucos atenienses en Lesbos; seguidamente, se abordará la cuestión de los beneficiarios de la distribución de tierras y el problema planteado por la historiografía moderna respecto de si actuaron o no como rentistas absentistas; a continuación, se discutirá si las parcelas asignadas solo se obtuvieron a partir de la expropiación de los oligarcas mitileneos, muchos de los cuales habían sido ajusticiados; en cuarto lugar, se planteará una serie de criterios que debieron haber guiado las decisiones atenienses en cuanto a los territorios que efectivamente serían objeto de reparto entre los clerucos; finalmente, se indicará de qué manera la concesión de lotes a los clerucos se ensamblaba con la imposición del pago de una renta anual a favor de cada uno de ellos por parte de los lesbios, transformando al arrendamiento en un sistema de explotación de la tierra confiscada y de la fuerza de trabajo que directamente la cultivaba.

Las evidencias de la cleruquía

Entre las diferentes cuestiones relativas a la situación de la democracia ateniense durante la época de la Guerra del Peloponeso, el autor del libelo conocido como Constitución de los atenienses dedica varias secciones del primer capítulo (X., Ath., 1.14-19) a un conjunto de obligaciones que, en virtud de su imperio, Atenas había impuesto a los aliados, a quienes, en consecuencia, han convertido más bien en esclavos, dice el texto (1.18). Estas exigencias incluían diversos aspectos, tales como la recaudación de tributos, la radicación en Atenas de las causas judiciales relativas a los aliados, el ejercicio de cargos políticos por parte de atenienses en las ciudades sometidas, etcétera.2

En este contexto, dos referencias resultan significativas para el propósito de este artículo. La primera de ellas indica la necesidad de que los atenienses se trasladen hacia los territorios de ultramar correspondientes motivada por la posesión de bienes fuera de Atenas (1.19: διὰ τὴν κτῆσιν τὴν ἐν τοῖς ὑπερορίοις). Estas propiedades no pueden haber sido otra cosa que lotes de tierra en manos de atenienses allende las fronteras del Ática; el punto radica en determinar si se trataba de haciendas en el extranjero adquiridas privadamente sobre todo por individuos ricos, o si la existencia de dichos patrimonios era el resultado de una política deliberada desarrollada por Atenas, de acuerdo con la cual muchos atenienses recibieron tierras confiscadas a las comunidades aliadas del Egeo a través del establecimiento de cleruquías y colonias.3 El hecho de que en el mismo pasaje se realice de inmediato una mención a ciertas magistraturas que los atenienses desempeñaban en el exterior (1.19: καὶ διὰ τὰς ἀρχὰς τὰς εἰς τὴν ὑπερορίαν), valiéndose de una construcción causal similar a la anterior, podría llevar a pensar que el texto estaría insinuando que los mismos atenienses aludidos se beneficiarían tanto de las posesiones de ultramar, que debían periódicamente controlar, como del ejercicio de los cargos, que requerían asimismo trasladarse fuera de Atenas.

Sin embargo, el sentido de este pasaje no parece agotarse solo en la in­terpretación de la información que en sí mismo plantea, sino que viene a completar una indicación hecha previamente en el panfleto, que constituye la segunda referencia significativa antes aludida en función del planteamiento que aquí se desarrolla. Esto es lo que señala el texto del Viejo Oligarca (X., Ath., 1.15):

Alguien podría decir que la propia fuerza de los atenienses radica en que los aliados conserven la capacidad de contribuir con recursos. No obstante, los demócratas piensan que el mayor bien radica en que cada uno de los atenienses posea individualmente los recursos de los aliados, y que estos tengan solo lo suficiente para vivir y trabajen sin ser capaces de planear una revuelta.4

En su comentario a la obra, John Marr y Peter Rhodes entienden que, al decir que “cada uno de los atenienses posea individualmente (ἕνα ἕκαστον Ἀθηναίων ἔχειν) los recursos de los aliados, y estos solo lo suficiente para vivir” (ἐκείνους δὲ ὅσον ζῆν), en virtud del lenguaje empleado, el pasaje parece hacer referencia a la expropiación de territorios aliados por parte de los atenienses y su asentamiento en los mismos mediante la imposición de cleruquías, práctica que Atenas solo parece haber usado en casos de revueltas graves, como se deduce del final de la cita: “siendo incapaces de planear una revuelta” (ἀδυνάτους ὄντας ἐπιβουλεύειν).5 En este contexto, ambos autores llaman la atención sobre las posibilidades que se les presentaban a los atenienses en tales circunstancias: o bien podían matar o esclavizar a los habitantes nativos, o bien podían mantenerlos como dependientes (arrendatarios o asalariados) en las tierras que anteriormente eran suyas. Según Marr y Rhodes, el ejemplo que más claramente se ajusta a la situación descripta por el Viejo Oligarca es la cleruquía impuesta en la isla de Lesbos después de la revuelta de Mitilene, remitiendo para ello a la información que brinda Tucídides y a recientes análisis sobre la misma.6

La situación de la isla de Lesbos después de la revuelta de 427 a. C. y su posterior ocupación por Atenas ha generado diversas controversias, convirtiéndose en el caso representativo para abonar la idea de que, por regla general, los clerucos atenienses actuaban como propietarios absentistas,7 lo cual supone considerar las formas de explotación a las que fueron sometidos los lesbios a partir del establecimiento de la cleruquía. Esto es lo que dice Tucídides (Th., 3.50.2) al respecto:

Después de esto, no impusieron un tributo a los lesbios, sino que dividieron la tierra, salvo la de los metimneos, en tres mil lotes, de los que reservaron trescientos para consagrarlos a los dioses, y a los otros enviaron clerucos escogidos entre ellos mismos por sorteo. Los lesbios, acordando con estos pagar una suma de dos minas al año por cada lote, trabajaban ellos mismos la tierra.8

Diodoro Sículo (12.55) recapitula los eventos que conducen a la rebelión de Mitilene y la posterior represión ejercida por Atenas sobre los sublevados, y concluye la narración indicando lo siguiente: “Los atenienses, después de demoler las murallas de Mitilene, se repartieron en lotes toda la isla de Lesbos a excepción del territorio de los metimneos”.9 La traducción vertida para el verbo κατακληρουχεῖν utilizado por Diodoro, “repartirse en lotes”, no debe hacer que se pierda de vista el hecho de que el término denota claramente que la distribución de tierras llevada a cabo implicó el establecimiento de una cleruquía, en coincidencia con el testimonio de Tucídides.

La presencia de los clerucos atenienses en Lesbos se confirma también gracias a una inscripción que se conserva fragmentariamente y cuya datación continúa discutiéndose (IG I2 60 = IG I3 66).10 El decreto grabado se refiere a una decisión tomada por la asamblea ateniense en una fecha posterior a la ocupación de la isla cuyo fin era la concesión de la autonomía (línea 11) a los mitileneos (mencionados en línea 24, y posiblemente en la 9), así como la devolución de las posesiones, es decir, sus propias tierras (líneas 12: τ[ὰ] σφ[έτερα] αὐτō[ν, y 26: γε̄ς ἀνταπόδο[σιν; véase la restitución propuesta en línea 22).11 El decreto hace mención explícita de los clerucos (en línea 17, y probablemente también en la 25), que a raíz de lo resuelto habrían tenido que prescindir de los lotes que habían recibido en la isla después de que Atenas hubiera logrado reprimir la revuelta.

La información contenida en el discurso de Antifonte, Sobre el asesinato de Herodes (5.76-79) se halla en relación directa con estos testimonios. En esta pieza del orador ático se hace referencia a la revuelta de Mitilene (§ 76) y a la posterior represión impuesta por los atenienses (§ 77), contexto en que se alude al castigo propinado a los culpables12 y a la concesión al resto de los mitileneos de la autorización para habitar en su propia tierra.13 Esta última aserción presenta notables similitudes con un pasaje de la inscripción (IG I2 60 = IG I3 66.9-12), aun cuando no se haga uso de ninguna de las hipótesis de restauración del texto faltante en la evidencia epigráfica.

El conjunto de la documentación resulta coincidente en que los atenienses tenían posesiones fuera del Ática, entre las que, a partir del año 427 a. C., se encontraban las tierras de la isla de Lesbos (salvo las de Metimna), que Atenas tomó para su propio usufructo repartiéndolas en lotes individuales en el marco de la cleruquía allí fundada. El hecho de que en este caso se les permitiese a los nativos continuar viviendo en su propia tierra se halla en relación directa con el acuerdo establecido, según el cual los lesbios se vieron obligados a aceptar la imposición del pago a cada cleruco de una renta anual con un valor determinado y a trabajar las tierras ellos mismos. Estas condiciones pueden resultar indicativas de que el trabajo efectuado por los propios nativos solo les permitía obtener lo suficiente para vivir, implicando una merma significativa de los recursos disponibles para su subsistencia. Ahora bien, a partir de la serie de factores reseñados, al menos dos preguntas se suscitan, interrogantes a los cuales se tratará de dar respuesta en el resto del artículo: ¿sobre qué parámetros catastrales los atenienses llevaron a cabo la distribución de los lotes de tierra entre los clerucos enviados a Lesbos?; ¿qué tipo de relación de explotación se estableció entre estos y los lesbios, que debieron asumir a su cargo el pago de una renta trabajando por sí mismos los campos?

Los beneficiarios del reparto de tierras: ¿rentistas absentistas?

Para abordar los interrogantes planteados es necesario partir de la evidencia citada previamente, en especial el testimonio de Tucídides. Los tres mil lotes, incluyendo los trescientos consagrados a las divinidades, se debieron mensurar de manera igualitaria con el fin de que cada uno de los 2,700 clerucos escogidos obtuviera en cada lote la renta anual de dos minas que los lesbios se vieron obligados a entregar a partir de su propio trabajo en las tierras (Th., 3.50.2). Aceptando que esta renta representaba un ingreso suficiente para ser parte del estatus hoplítico, a partir de su hipótesis general de que Atenas propiciaba la conversión de los thêtes en zeugîtai, Arnold Jones articulaba el dato suministrado por Tucídides con otras evidencias que mostrarían que 200 dracmas eran equivalentes a las 200 medidas requeridas en el censo soloniano para ser parte de la clase de los zeugîtai, que coincidirían prácticamente con los hoplitas.14 En efecto, según el autor, dicha renta sería similar a la que a finales del siglo IV sirvió de base para establecer el censo mínimo de 2,000 dracmas para que un ateniense pudiera conservar los derechos plenos de ciudadanía, con lo cual Antípatro procedió a restringir el cuerpo político a 9,000 miembros.15 Michael Jameson aceptaba el cálculo por el cual Jones llegaba a las 2,000 dracmas, en tanto que Alfonso Moreno ha indicado que es probable que los médimnoi del censo soloniano hayan comenzado a expresarse en dracmas a inicios del siglo V, utilizando para ello una ratio de 1:1, es decir, un médimnos igual a una dracma.16 Es posible asumir como algo razonable que un ingreso anual de 200 dracmas habilitaba a quien lo percibiera a convertirse en hoplita, aunque algunos han relativizado la valía de esta suma indicando que se trata de una cantidad que nada más aseguraría la subsistencia, lo cual supone que los atenienses pobres que pasaron a actuar como hoplitas tuvieran que percibir otros ingresos en caso de haber efectivamente cambiado de estatus.17 Pero Christophe Pébarthe señala que la renta anual de dos minas se situaba en el límite censitario entre los thêtes y los zeugîtai asegurando a los clerucos su manutención y permitiendo así que los atenienses pobres pudieran acceder al estatus hoplítico: “Las cleruquías aumentaban el número de hoplitas, puesto que proporcionaban principalmente a los thêtes un patrimonio territorial correspondiente a la categoría hoplítica”.18

Por otra parte, se ha discutido si los clerucos se establecieron efectivamente en Lesbos y conformaron allí una guarnición militar, o si, por el contrario, recibieron sus asignaciones de tierra sin abandonar Atenas con el fin de aumentar el número de hoplitas, ya que el carácter rentístico del sistema de explotación impuesto a los lesbios les permitiría ausentarse de la isla. Algunas posturas extraen de esto último consecuencias generales y proponen que el absentismo de los clerucos sería la regla siempre aplicada, mientras que otras indican que el caso lesbio se trata de una situación específica y no de la pauta habitual.19 Como señala Vittorio Saldutti: “Lesbos sufrió la llegada de casi tres mil hombres, enviados pro tempore para aliviar a la ciudad de su presencia, en un momento de urbanización forzada e insostenible debido a las frágiles estructuras de la ciudad, y exentos del cultivo de las tierras, confiado en cambio al cuidado de los habitantes previos”.20

Una vez acordado que los lesbios debían pagar la suma de dos minas al año, el sistema establecido tuvo necesariamente que implicar que, para recaudar la renta estipulada, cada cleruco se vinculara directamente con los lesbios asignados junto con el lote que continuaban labrando;21 claramente, la renta percibida tenía por objetivo asegurarle a cada cleruco un ingreso que, como se ha visto, lo convertía en un hoplita. Está claro que el sistema de explotación de los lesbios supone que, productivamente, los atenienses revistaran bajo la condición de absentistas. Pero esto no implica que los atenienses pudieran llevar a cabo la exacción de rentas a la distancia. Aun si una parte de los beneficiarios pudo haber permanecido en Atenas sin necesidad de trasladarse a la isla, el control de los lesbios debió haber requerido de una presencia habitual de atenienses que se mantenían con las rentas obtenidas allí mismo (tal vez con la colaboración de los metimneos que habían permanecido fieles a los atenienses durante la rebelión de los mitileneos). Los clerucos no tuvieron que tener una presencia ininterrumpida en la isla, pues Atenas tenía necesidad de fuerzas militares. Pero, a la vez, el control de potenciales nuevas rebeliones y la recolección de la renta debieron de actuar como estímulos para que de algún modo los atenienses mantuvieran su presencia en la isla, siendo probablemente los propios clerucos, o una parte de ellos, quienes cumplían estas tareas.22

En definitiva, esto es lo que se desprende del testimonio del Viejo Oligarca sobre las posesiones fuera del Ática, por lo cual los atenienses debían trasladarse a los territorios de ultramar (X., Ath., 1.19). En cuanto al caso lesbio, se puede deducir que el absentismo de los clerucos, en caso de hacer uso de esta noción, se debe definir en relación con la producción y no necesariamente con respecto a su presencia en la isla, a la cual se envió la expedición para someter a los lesbios para luego realizar el sorteo que seleccionaría a los atenienses beneficiados por el reparto.

Las tierras de los clerucos, ¿solo las propiedades de los oligarcas?

Ahora bien, ¿con qué criterios y sobre qué territorios se establecieron los 3,000 lotes? Benjamin Meritt creía que en el decreto ya citado (IG I2 60 = IG I3 66) había una disposición referida al modo de resolver la situación de los clerucos que debían devolver los lotes a los mitileneos tras la concesión de la autonomía.23 Según el autor, les habrían adjudicado las tierras confiscadas a los líderes de la revuelta ejecutados, que serían las mejores propiedades de la isla, en gran parte concentradas en las ciudades o cerca de ellas: los clerucos se habrían establecido en estas tierras, recibiendo cada uno, al mismo tiempo, un ingreso anual de dos minas por cada lote que había sido devuelto a su propietario mitileneo original. Meritt entiende que Tucídides es explícito en cuanto a que los clerucos solo empezaron a percibir la renta anual una vez devueltos los lotes (Th., 3.50.2).

Esta perspectiva supone la existencia de dos tipos de derechos diferenciados adquiridos por los clerucos atenienses, en la medida en que usufructuaban directamente de ciertas propiedades y, además, recibían la renta de 200 dracmas. Esto presume una distinción entre los patrimonios de los oligarcas ajusticiados y los del resto de los mitileneos que, en caso de que efectivamente se hubiera aplicado, podría haberse basado en una discriminación positiva entre los oligarcas y el pueblo, lo cual podría tener cierto asidero conforme a los dichos que en el debate sobre Mitilene Tucídides les atribuye a Cleón y Diódoto, respectivamente. En efecto, mientras que el primero propugnaba castigar tanto a los oligarcas como al pueblo, porque este fue parte de la revuelta sumándose a la defección impulsada por aquellos (3.39.6), en cambio, el segundo argumentaba que esto no fue así, puesto que no había participado en la rebelión, sino que incluso se volvió contra los oligarcas sublevados cuando tuvo las armas (3.47.2-3). Según se puede deducir de la narración de Tucídides (3.27.2-3), los poderosos (τοὺς δυνατούς) aparecen como los protagonistas de la asonada; en cambio, tras recibir el armamento hoplítico a instancias del lacedemonio Saleto (hasta entonces solo portaban armas ligeras), los del pueblo empezaron a reunirse en asambleas en las que finalmente tomaron la decisión de exigirles a los oligarcas mitileneos el reparto público de sus propios víveres, amenazándolos con entregar la ciudad a los atenienses en caso de no cumplir con este pedido.24

El conjunto de estos poderosos parece ser aludido por Tucídides (3.50.1) cuando emplea la expresión “principales responsables” (αἰτιωτάτους), superlativo que denomina a los más de 1,000 cabecillas de la revuelta de Mitilene llevados a Atenas.25 En virtud de lo indicado en el párrafo precedente pareciera tratarse únicamente de los oligarcas mitileneos. Pero, conforme al relato tucidideo (3.28.2; 3.35.1), no solo estaban todos los mitileneos que habían pactado con los lacedemonios, y que tras su rendición Paques envió a Ténedos, sino también todos aquellos que a él le parecieron responsables de la sublevación. Puesto que, según indica Tucídides (3.35.2), las medidas de Paques no solo abarcaron a Mitilene sino a Lesbos en general, se puede asumir que entre los más de 1,000 enviados a Atenas, y que luego serían ejecutados, había poderosos que procedían de Antisa, en donde, después de su captura, Paques tomó las medidas que creyó convenientes con respecto al ejército que estaba acantonado allí (3.28.3: στρατόπεδον). Lo mismo cabe deducir para los casos de Pirra y Ereso, que fueron sometidas por el general ateniense tras haber logrado la rendición de Mitilene (3.35.1).26 Por ende, es probable que en estas tres ciudades también hubiera poderosos inclinados hacia la causa de los oligarcas mitileneos, que habían convertido a las tres comunidades mencionadas en poleis dependientes con la posible connivencia de esos dirigentes locales.27

En efecto, la rebelión tiene su punto de partida en el intento de sinecismo impulsado por Mitilene para organizar una única polis en Lesbos, agrupando en ella a las comunidades de Antisa, Ereso y Pirra, que ya dependían de Mitilene, y también a Metimna, que permanecía independiente y con un gobierno democrático.28 Tucídides (3.2.3; 3.3.1) dice que los atenienses fueron informados de que los mitileneos promovían la unificación de Lesbos por la fuerza; es probable, no obstante, que este uso de la fuerza tuviera a la polis de Metimna como principal destinataria, puesto que las otras tres ciudades ya estaban bajo el control de Mitilene. Esto es lo que se deduce del relato de Tucídides (3.5.1) al indicar que, una vez que el embajador ateniense se retiró sin lograr acuerdo alguno, los mitileneos y el resto de Lesbos salvo Metimna entraron en guerra. El posterior desarrollo de los hechos lo confirma (3.18.1-2): los mitileneos y sus aliados, seguramente de Antisa, Pirra y Ereso, atacaron a los metimneos, pero al no obtener el resultado esperado se retiraron hacia estas ciudades, donde los mitileneos se aseguraron de mantenerlas de su lado y reforzaron sus murallas; los metimneos realizaron luego una incursión sobre Antisa que esta y sus aliados rechazaron.29

Las disquisiciones previas, que pueden parecer un excurso sobre las ciudades lesbias y los intentos realizados por Mitilene para unificarlas políticamente bajo su control, permiten en realidad poner en perspectiva la ya comentada afirmación hecha por Meritt con respecto a que las mejores tierras de la isla estaban ampliamente concentradas en las ciudades o cerca de ellas. Todo lo dicho anteriormente hace pensar que tales tierras aluden tanto a las de Mitilene como a las de Antisa, Ereso y Pirra que eran poleis dependientes de aquella, cuyos poderosos se habían inclinado hacia la oligarquía al igual que los gobernantes mitileneos, quedando seguramente sometidos al mismo tratamiento que estos últimos debido a su adhesión a la política impulsada por los líderes de Mitilene. Parece confirmar esta visión la información que brinda Tucídides (4.52.2-3) sobre los intentos de los mitileneos y los demás lesbios desterrados por recuperar el control de las ciudades del continente, en la llamada Actea, y también de la propia isla. Es factible que una parte de estos expatriados procediera de los mitileneos asentados en esa región continental hasta que fue ocupada por Atenas; pero la mención de “los otros lesbios” (τῶν ἄλλων Λεσβίων) entre los exiliados, evidentemente, en alusión a individuos procedentes de Antisa, Ereso y Pirra, lleva a pensar que junto a los más de 1,000 cabecillas eliminados había otra cantidad importante de personas provenientes de las cuatro ciudades que se sublevaron contra Atenas y que ahora estaban viviendo en el exilio.

Lo dicho hasta aquí lleva a suponer que, tras las ejecuciones y los destierros, los atenienses habrían confiscado las propiedades pertenecientes a los oligarcas, mayoritariamente mitileneos a quienes se habrían sumado poderosos de Antisa, Ereso y Pirra. Pero esto no significa que los clerucos usufructuaran de las mismas y, a la vez, recibieran rentas de los lesbios que trabajaban sus propias tierras, como opinaba Meritt. Tucídides dice que toda la isla de Lesbos, excepto Metimna, fue objeto del reparto en 3,000 lotes y que la recaudación de las dos minas como renta anual entregada por los lesbios por cada lote asignado a los clerucos iba de la mano con dicho reparto (Th., 3.50.2). Este acuerdo entre los lesbios y los clerucos aparece como una forma práctica de concretar el establecimiento de la cleruquía, que les permitió a aquellos seguir cultivando la tierra y obtener la subsistencia a partir de su propio trabajo sobre la misma y les aseguró a estos un ingreso sin tener que trabajar. El problema de la interpretación de Meritt se deriva de la datación muy temprana de la inscripción (427-426 a. C.) y su intento de conciliarla con el testimonio de Tucídides, lo cual desaparece si se adopta un criterio diferente, como el de Charles Fornara y Vittorio Saldutti.30

En cambio, la propuesta de Meritt sobre las tierras utilizadas para asignar los 3,000 lotes a los seleccionados a raíz del establecimiento de la cleruquía en Lesbos ha encontrado otras derivaciones. Arnold Gomme también sugería la posibilidad de que la tierra distribuida a los clerucos fuera la que se habría confiscado a los propietarios originales, los cabecillas ejecutados, que habrían acaparado toda la tierra útil. Esto supone que, de una manera u otra, los oligarcas mitileneos monopolizaran prácticamente la principal riqueza económica. En tal caso, puesto que Tucídides señala que toda Lesbos fue loteada, salvo Metimna, debería haber ocurrido una redistribución de la tierra en favor del pueblo de Mitilene, así como del de Antisa, Ereso y Pirra, quienes serían responsables de trabajar la tierra por sí mismos y entregar la renta anual de dos minas a cada cleruco.31

En este sentido, cobra relieve una conjetura de John Wilson en el contexto de su análisis del número de efectivos militares, particularmente los hoplitas, que los contendientes pudieron haber movilizado en la conflagración posterior a la revuelta de Mitilene. Centrándonos aquí en esta ciudad y sus aliados de Lesbos, el autor encuentra plausible que los hoplitas mitileneos procedentes de los sectores superior y medio de la ciudadanía no excedieran en mucho a los pocos más de 1,000 cabecillas ejecutados en Atenas, sobre una población total de 5,000 ciudadanos varones adultos.32 Resulta más complejo evaluar para las ciudades de Antisa, Ereso y Pirra la cantidad de hoplitas y el total de ciudadanos varones adultos; Wilson estima que es improbable que en estos tres casos, aun estando gobernados por oligarquías, la proporción de hoplitas se ubicara en un nivel tan bajo como sucedería en Mitilene, y propone un mínimo de 3,000 soldados,33 es decir, alrededor de 1,000 efectivos por cada una de estas tres poleis, que sumados a las huestes militares de Mitilene redondearían unos 4,000 individuos en total. Wilson deduce que la propiedad de la tierra estaba mayoritariamente en manos de estos hoplitas, es decir, los ciudadanos procedentes de los sectores superiores y medios de estas cuatro ciudades. Su razonamiento amerita ser citado in extenso:34

Mitilene fue claramente la instigadora de la revuelta, y la vasta mayoría de los αἰτιωτάτους (50.1) debe haber venido de allí. Las objeciones al amplio número usualmente han descuidado 35.1, donde Paques se prepara para enviar a Atenas εἴ τις ἄλλος αὐτῷ αἴτιος ἐδόκει —criterio bastante vago—. La ejecución de los 1,000 habría entonces liquidado a la amplia mayoría de los mitileneos de rango hoplítico (o superior): presumiblemente aquellos que poseían la mayor parte de la tierra. La cifra de 3,000 asignaciones también es razonable (50.2), aunque no podemos hacer más que una conjetura sobre este particular asunto. La distribución de tierras bajas y fértiles en Lesbos es tal que podemos plausiblemente atribuir alrededor de un tercio a Mitilene y dos tercios a Pirra, Antisa y Ereso, correspondientes a los 1,000 mitileneos ejecutados (originalmente poseedores de 1,000 de las 3,000 asignaciones) y 2,000 de las demás ciudades; excluyendo, por supuesto, la tierra de Metimna. La preeminencia de Mitilene en Lesbos no se debió a su posesión de la mayor parte de la tierra buena, sino a su comercio en general y a sus posesiones en el continente en particular (50.2).

La conjetura de Wilson pone algunos números a las formulaciones generales hechas por Meritt y Gomme, precisando que los 3,000 lotes no pudieron provenir únicamente de los oligarcas de Mitilene, aunque coincide en que, en verdad, todos los ejecutados debieron ser mitileneos. A diferencia de las propuestas de Meritt y Gomme, según la hipótesis planteada por Wilson, los atenienses debieron haber confiscado no solo las tierras de los oligarcas mitileneos sino también las de sus aliados en Antisa, Ereso y Pirra, procedentes de las clases acomodadas de rango hoplítico o superior, al igual que en Mitilene.35 Pero, en el caso de que los oligarcas ejecutados fueran en su gran mayoría mitileneos, entonces los propietarios originales dentro de estas tres ciudades podrían haber seguido vinculados a sus tierras, convertidos en arrendatarios de los clerucos atenienses, tema que será abordado en breve. En el caso de que la situación hubiera sido efectivamente así, y puesto que los poseedores originales de las tierras mitileneas habían muerto, en estas se habría puesto de manifiesto la necesidad de contar con otros arrendatarios que las cultivaran y pagaran la renta.36 Los exiliados mencionados anteriormente bien pudieron haber figurado entre los expropiados, de manera que los lotes repartidos a los clerucos habrían sido las tierras vacantes no solo de los ajusticiados sino también de los que habían huido una vez que Atenas se aseguró el control de la isla.

Criterios para la selección del territorio a distribuir

La selección de los territorios lesbios que se dividieron en 3,000 lotes pudo haber seguido un patrón más general, sin el requisito de tener que suponer o bien que los oligarcas mitileneos monopolizaban prácticamente todas las tierras que los atenienses se repartieron, o bien que estas habrían pertenecido, en realidad, tanto a las clases acomodadas de Mitilene como a las de Antisa, Ereso y Pirra. En este sentido, resulta pertinente para el propósito aquí planteado revisar una serie de cálculos sobre el tamaño de cada parcela y la relación proporcional que este guardaría con la renta de dos minas por lote que los lesbios debieron pagar. Georg Busolt había llevado a cabo una deducción de este tipo:37 descontando al total de la superficie de Lesbos una quinta parte que correspondería a Metimna, obtenía que cada uno de los 3,000 lotes tendría aproximadamente 45 hectáreas, incluyendo la tierra montañosa no apta para el cultivo. La renta de 200 dracmas se habría pagado por cada parcela de estas dimensiones, puesto que el reparto creó lotes semejantes que debían producir ingresos análogos, y en los que los lesbios que los cultivaban debían obtener también sus propios ingresos. Busolt indicaba asimismo que la nueva distribución igualitaria de la tierra impuesta por los atenienses debió cortar los límites previos de las parcelas lesbias, desiguales en tamaño y rendimiento. En consecuencia, dependiendo de la participación que tuvieran en los nuevos lotes, los anteriores propietarios probablemente tuvieron que pagar cantidades diferentes.38 En una nota de la edición de Edgar Marchant aparece una conjetura que se mueve en la misma dirección, quien a su turno seguía una inferencia planteada previamente por Henry Fynes Clinton: con una superficie total de 1,465 km2 y un quinto de la misma atribuido a Metimna, cada lote promediaría 39 hectáreas (96 acres). Como insinuaba Marchant, coincidiendo así con Busolt, aun si Tucídides asumía que toda la tierra había sido dividida, “no todo el κλῆρος estaría bajo cultivo”, a la vez que “los nuevos κλῆροι, por supuesto, atravesarían los límites de las antiguas haciendas”.39

Siguiendo a Busolt, Gomme también conjeturaba un lote de 45 hectáreas, área con respecto a la cual la renta anual de 200 dracmas sería relativamente baja, más aún con una tierra particularmente fértil.40 Ahora bien, si se toman en cuenta los datos que el autor volcaba en su comentario, el cálculo debería seguir un procedimiento diferente. Dichos datos provienen de las estimaciones presentadas por Demetrios Mantzouranis, que según afirmaba Gomme podían estar en la línea correcta, a pesar de tratarse de una lectura especulativa del censo llevado a cabo en época de Diocleciano (IG XII2 76-80 = IGR IV 109-113) con la posible aplicación de los números obtenidos al siglo V a. C.:41 el área total explotada sería de 750,000 strémmata, con 400,000 para cereales (incluyendo también el barbecho), 45,000 para olivos y 35,000 para vides, lo cual supone 270,000 para otros usos junto a los típicos de la tríada mediterránea, probablemente para pasturas.42 Considerando que un strémma equivale a 1,000 m2, se obtiene un área aproximada de 750 km2 empleada para algún tipo de labor agraria, es decir, menos de la mitad de la superficie total de la isla teniendo en cuenta los 1,614 km2 adoptados por Mantzouranis (Gomme le atribuía a la isla una superficie de 1,750 km2).

Cálculos más recientes se hallan en línea, a grandes rasgos, con las inferencias realizadas. En efecto, analizando la evolución del uso de la tierra y la degradación del suelo en Lesbos en la larga duración, un estudio coordinado por Maria Marathianou permite asumir que en la Antigüedad las tierras dedicadas a cereales (18%), olivos (2%) y vides (2%) junto con las que se destinaban a pasturas (28%) abarcarían 50% del conjunto de la isla, en tanto que el resto continuaría cubierto de bosques.43 Este análisis sigue en cierta medida la información provista por Ioannis Kontis, cuyas estimaciones no obstante difieren en algunos puntos respecto de las de Marathianou y su equipo recién citadas.44 En efecto, las zonas con algún tipo de explotación agraria suman poco menos de la mitad de la superficie total de Lesbos (740 km2 = 45.9%); las tierras dedicadas a cultivos (300 km2 = 18.6%), olivares (30 km2 = 1.9%) y viñas (30 km2 = 1.9%) se hallan dentro del rango que Marathianou sintetiza, siendo menor el área dedicada a pasturas (380 km2 = 23.5%). Estas proporciones solo difieren levemente de la propuesta hecha por Mantzouranis a mediados del pasado siglo, dado que, según sus cálculos ya mencionados, las tierras explotadas de algún modo llegaban a 46.5%, con 24.8% de sementeras, 2.8% de olivares, 2.2% de viñedos y 16.7% de pasturas.45

TERRITORIOS SEGÚN SUS USOS MANTZOURANIS KONTIS MARATHIANOU
Área dedicada a cereales 24.8% 18.6% 18%
Área dedicada a olivares 2.8% 1.9% 2%
Área dedicada a viñedos 2.2% 1.9% 2%
Área dedicada a pasturas 16.7% 23.5% 28%
Área de montañas y/o bosques 53.5% 54.1% 50%

Estas pinceladas con brocha gruesa a partir de información epigráfica tardo-romana deben matizarse con otros datos puntuales, que pueden arrojar luz sobre algunos aspectos. Informaciones específicas respecto de las regiones de la isla ocupadas por Mitilene, Pirra y Ereso permiten vislumbrar las tierras de labor disponibles para alguno de los tres tipos de cultivo, así como los posibles terrenos para pasturas y la interacción entre espacios cultivados e incultos. En cuanto a Mitilene, se conoce información de época clásica acerca de la necesidad de importar cereales desde el Ponto para alimentar a su población, lo cual se ha relacionado con un territorio que no era lo suficientemente fértil ni extenso como para poder alimentar a toda la población de la ciudad.46

La sugerencia precedente se condice con la abundancia de bosques de pino en las regiones montañosas que separan a Pirra de Mitilene,47 que con­lleva una serie de consecuencias en cuanto a la ocupación del suelo y las producciones llevadas a cabo. Cotejando la situación actual con las informaciones arqueológicas y epigráficas, Nigel Spencer extrae como conclusión que esta extensa área boscosa (que tal vez fuera incluso más amplia en la época de la Grecia clásica) puede haber sido empleada no solo para la explotación forestal o la caza y la recolección sino también para pasturas en zonas altas, actividad que no es trazable en el registro arqueológico, pero que explicaría la importante presencia de pasturas en las inscripciones tardo-romanas ya mencionadas.48

A diferencia de lo que ocurre en los macizos de Pirra cubiertos de pinares, las serranías del territorio otrora perteneciente a la polis de Ereso se muestran en la actualidad desprovistas de bosques, grandes áreas de rocas desnudas que resultan de poca utilidad productiva salvo para pasturas estivales. Pero a lo largo de la Antigüedad se verifica en esos terrenos una importante construcción de terrazas, cuya mayor extensión data del periodo tardo-romano, aunque el proceso de gestación debió ser de muy larga duración y pudo haber comenzado incluso en la Grecia arcaica y clásica.49 Por su disposición, estas terrazas se dedicaron fundamentalmente a la producción vitivinícola, lo cual concuerda con el renombre de los vinos lesbios por lo menos desde el siglo VII a. C., como se puede observar en diversas fuentes literarias,50 hecho que continuó vigente en la época romana, siendo el vino producido en Ereso uno de los mejores de los que se obtenía en la isla.51

Con todo lo hipotéticos que los números propuestos puedan resultar, un rango parece esbozarse: entre 40 y 50% de toda la isla estaría sometido a alguna forma de usufructo agrario, mientras que las zonas boscosas y/o montañosas cubrirían la otra mitad o incluso un poco más. En este marco, las estimaciones cuantitativas formuladas y las informaciones referidas a aspectos puntuales de la explotación de los territorios respectivos de Mitilene, Pirra y Ereso abonan la idea de que las áreas sistemáticamente explotadas, esto es, apropiadas y cultivadas en tierras tanto de planicies aluviales como de colinas ganadas mediante terrazas, constituían en verdad una parte relativamente pequeña de la superficie total de Lesbos. En efecto, siguiendo las conjeturas de un cálculo u otro, las tierras usadas para la explotación agrícola abarcarían entre 20 y 30%.

Es posible insertar estos cálculos en las evaluaciones más recientes sobre la superficie total de Lesbos y la de cada una de las cinco ciudades a las que aludía Heródoto para la época clásica (Hdt., 1.151.2), siguiendo para ello la información sistematizada por el Copenhagen Polis Centre.52 El reparto de lotes puede haber tenido en cuenta las áreas ya explotadas por los lesbios, puesto que “ellos mismos trabajaban la tierra”, según afirmaba Tucídides; lo cual implica que, para establecer la renta anual con el fin de obtener el ingreso usual de un hoplita, probablemente se tomara en consideración los terrenos que los lesbios ya venían anteriormente usufructuando.53 A esto tal vez obedezca, como insinúa Gabriel Zuchtriegel,54 el hecho de que no sea visible en el registro arqueológico ningún cambio inmediato, dado que, según las sugerencias de Busolt, Marchant y Gomme en cuanto a que los nuevos lotes atravesarían los antiguos, el reparto debió basarse en la tierra ya utilizada. Si se asume que Lesbos tiene en verdad 1,630 km2 de superficie total,55 el espacio bajo el control ateniense ascendería entonces a unos 1,200 km2, ya que el resto correspondía a Metimna (un poco más de 400 km2 tras la conquista de Arisba).56 Si a partir del cuadro elaborado se aplica un cálculo proporcional, se obtiene que el área bajo alguna forma de explotación agropecuaria rondaría grosso modo la mitad de esos 1,200 km2, unos 600 km2, o menos si se sigue a Mantzouranis y Kontis. Puesto que, tras someter a Arisba, Metimna controlaba una de las planicies más extensas, cuyo territorio pudo haber sido incluso más grande de lo estimado si se acepta la hipótesis de que la región en torno al sitio de Isa también estuvo bajo su poder,57 el área productiva probablemente estuviera en el orden de los 500 km2. En la medida en que los demás terrenos eran zonas montañosas y/o cubiertas de bosques, en las que debió haber, desde luego, alguna forma de aprovechamiento de los recursos (forestales, de caza y recolección, incluso para pastoreo, etcétera), pero donde no sería visible una apropiación permanente, salvo en las tierras ganadas mediante terrazas como en el caso de la polis de Ereso, al dividir esa área de 500 o 600 km2 en 3,000 parcelas se obtiene entonces un lote de entre 16 y 20 hectáreas de tamaño, con un promedio de 18 hectáreas para cada uno, calculado sobre las tierras usadas para algún tipo de producción, incluyendo las áreas para pasturas.

Los terrenos de uso agrícola se encontrarían manifiestamente loteados, de acuerdo con el sistema de labranza al uso en el mundo griego,58 aunque resulta menos clara cuál pudo ser la integración de las áreas de cultivo con las zonas destinadas al pastoreo que se derivan de los testimonios mencionados. Interpretaciones planteadas al respecto han hecho hincapié en la vigencia para el mundo griego de un modelo de granja agro-pastoril que integraba la crianza de animales, en particular la de ganado menor, dentro de las actividades productivas de las fincas, puesto que, gracias a estrategias específicas, los forrajes para los animales se obtendrían en las propias granjas o en sus proximidades. Pero esto no descarta la existencia de áreas específicas dedicadas a la crianza de animales, no necesariamente bajo la forma del pastoreo extensivo o la trashumancia de larga distancia, sino mediante movimientos del ganado de corto y mediano alcance, desde las granjas y sus zonas aledañas hacia terrenos que no formaban parte de las propiedades de las fincas; asimismo, es plausible que hubiera desplazamientos estacionales localizados entre tierras bajas y altas que permitirían un empleo más eficiente de las pasturas de montaña,59 como las inscripciones tardo-romanas atestiguarían según el ya citado análisis de Spencer.60 De manera que una separación absoluta entre agricultura y crianza de animales es improcedente, en la medida en que una amplia gama de residuos agrícolas y pastos de las áreas no cultivadas sirvieron de sustento a la actividad pastoril. Esto supone que en las tierras apropiadas no hubiera una distinción permanente e irreversible entre áreas de cultivo y de pastoreo: unas zonas coexistían con otras en un continuo variable y complementario conforme a las prácticas de rotación vigentes, de modo que terrenos que en un momento podían estar incultos, en barbecho o dedicados a pasturas, en otro serían puestos en labor mediante el desarrollo de algún tipo de cultivo, y viceversa, tierras sembradas quedarían sin labrar.

En este sentido, parece lógico pensar que la referencia inmediata estuviera dada por las parcelas ya trabajadas por los lesbios previamente, puesto que sería más sencillo repartir tierras claramente apropiadas que áreas aún no bien delimitadas. En este contexto, si se contempla la información anteriormente relevada, cabe asumir que en promedio las tierras plantadas ocupaban, en todo momento, alrededor de 25% del total de 1,200 km2, esto es, 300 km2 o 30,000 hectáreas. Esto supone que cada uno de los 3,000 lotes repartidos contuviera aproximadamente 10 hectáreas de terrenos en los que los lesbios tendrían cultivos.61 Por consiguiente, si 200 dracmas era el ingreso esperado para un lote hoplítico de 5 hectáreas, entonces, las 10 sembradas para cada lote que se han conjeturado en los cálculos realizados permitirían obtener el doble.62 Hipotéticamente, pues, se podría inferir que las parcelas cultivadas duplicaban las típicas propiedades hoplíticas de 5 hectáreas,63 dado que, además de las rentas extraídas por los atenienses, los lesbios debían obtener también su subsistencia a partir de su propio trabajo. En la medida en que la explotación directa de todas las actividades agrarias había quedado en manos de los lesbios sometidos al pago de una renta anual de dos minas por cada uno de los lotes repartidos a los clerucos, pareciera haber habido aquí una orientación bastante ajustada de cuál debería ser la relación a establecer entre las dimensiones de tales parcelas y el ingreso promedio de un propietario autosuficiente capacitado para formar parte de la falange hoplítica.

La explotación de los lesbios

Con la instauración de la cleruquía en Lesbos y la concesión del permiso para permanecer en la isla cultivando ellos mismos las tierras, los lesbios anteriormente propietarios se convirtieron entonces en arrendatarios.64 En la medida en que las nuevas parcelas uniformemente repartidas por los atenienses se establecieron sobre territorios previamente loteados de forma fragmentaria y discontinua, conforme a las prácticas de tenencia del suelo vigentes, los arrendatarios pudieron tener más o menos participación según el tamaño de sus posesiones precedentes, o incluso hallarse ante el hecho de que sus antiguos terrenos quedaran asignados a más de un cleruco (excepto que hubiera ocurrido una redistribución total de la tierra y la población lesbias, lo cual no parece haber ocurrido).65 Es imposible saber cómo se resolvieron en términos prácticos estas y otras situaciones semejantes. Pero, en cualquier caso, puesto que Atenas no dispuso su expulsión o esclavización, los habitantes de Lesbos se transformaron en una mano de obra explotada en las que anteriormente habían sido sus posesiones, situación que, como indica Rachel Zelnick-Abramovitz, los subyugados vivieron como una forma de esclavitud.66 Los lesbios habían perdido los derechos de propiedad sobre las tierras, que ahora solo podían usufructuar como arrendatarios a cambio del pago de la renta estipulada con los atenienses.67 La expresión específica empleada por Tucídides respecto del cultivo de la tierra por los lesbios denota que estos tenían enteramente a su cargo el proceso de trabajo;68 el modo material de producción no se vio necesariamente alterado, pero sí se transfiguraron los derechos de propiedad sobre la tierra como medio de producción principal y, por consiguiente, el modo social de producción, en particular en lo relativo a la distribución del producto obtenido. Cuánto pudo haber significado el monto de la renta extraída en relación con el rendimiento del suelo y la productividad del trabajo no es algo que se pueda determinar dada la escasez de datos,69 salvo en comparación con las 200 dracmas como ingreso esperado para integrar el estatus hoplítico y el tamaño de los lotes conjeturados de tierra productivamente útil. La formulación general del Viejo Oligarca sobre la situación de los aliados,70 que solo obtenían de su trabajo lo justo para vivir porque los atenienses acaparaban sus riquezas, tal vez fuera una exageración; pero de todos modos ponía de relieve las dramáticas mutaciones que la explotación imperialista generó en las comunidades sometidas. Como ha sostenido Ian Morris, este fue un proceso unidireccional a través del cual Atenas terminó por producir uno de los intentos más serios contra el principio de autonomía de la ciudad-estado, al apropiarse en todo o en parte de las tierras de otras comunidades y, al mismo tiempo, al abrir los recursos económicos básicos del imperio a una explotación centralizada que favoreció ampliamente a los atenienses más pobres.71 Los lesbios, a no dudarlo, fueron un engranaje más dentro del mecanismo expansivo que Atenas había puesto en práctica.

El caso de Lesbos permite poner de relieve una de las diversas estrategias desarrolladas por el imperialismo ateniense, consistente en la explotación de las poblaciones nativas a través de formas de arrendamiento o de trabajo asalariado en condiciones de dependencia. Como bien se sabe, estas estrategias no fueron las únicas, pues, ante circunstancias concretas que requirieron la intervención de Atenas para reforzar el control sobre algún espacio o alguna comunidad en particular, los atenienses supieron también aplicar políticas de “rendición y concesión”, como quedaría documentado en el caso de la isla de Cárpatos con la concesión de la autonomía a los eteocarpatios, en función de posibles demandas locales de partidarios de Atenas ante ciertos problemas internos, que en realidad procederían de las propias interferencias atenienses.72 El decreto otorgando la autonomía a los mitileneos analizado más arriba (IG I2 60 = IG I3 66), tan debatido en cuanto a la fecha de su concesión pero a todas luces posterior a la instauración de la cleruquía, indica que, tras la represión de la revuelta y la instalación de los clerucos, los atenienses en algún momento volvieron a establecer relaciones cordiales con los habitantes de la isla de Lesbos, decidiendo de este modo el cese de la cleruquía. El motivo por el cual Atenas cambió su política respecto de Mitilene no resulta claro desde la documentación epigráfica disponible; y Tucídides permanece en silencio en relación con lo que ocurre con los mitileneos, excepto por menciones incidentales que nada aportan al punto que aquí interesa. Pero esta concesión de autonomía podría perfectamente inscribirse en las políticas de rendición y concesión recién aludidas para el caso de la isla de Carpatos.

La situación posterior a la finalización de la cleruquía ateniense en Lesbos es inasequible en el estado actual del conocimiento disponible, lo cual impide saber algo respecto de las reconfiguraciones acontecidas en cuanto a la distribución y la explotación de la tierra. Tampoco es posible conocer lo que sucedió en cada una de las cleruquías y colonias inmediatamente después de que Atenas perdiera su control tras la derrota en la Guerra del Peloponeso, en la medida en que no hay ningún tipo de registro de las eventuales reorganizaciones ocurridas en esas comunidades en lo referido a la propiedad de la tierra.73 De hecho, no se sabe qué ocurrió con los clerucos que tuvieron que devolver las tierras a los mitileneos tras la devolución de las mismas, tal como se desprende del decreto ya aludido. Cabe suponer que los lesbios, que habían continuado viviendo en sus antiguas tierras, cultivándolas y pagando rentas a los clerucos, dejaron de pagarlas y siguieron con su labor agrícola, que tal vez no sufriera modificaciones relevantes durante la vigencia de la cleruquía, en la medida en que el proceso de trabajo siguió estando bajo su control, como ya se dijo.

Por último, el caso específico de la cleruquía en Lesbos pone de relieve aspectos de la política de dominación desarrollada por Atenas en el espacio del Egeo que se entroncan con importantes debates recientes sobre el imperio ateniense, con análisis en los que incluso se cuestiona que la propia idea de imperio sea las más adecuada para interpretar la organización controlada por Atenas entre 478 y 404 a. C.74 Aun cuando exceda los límites de este trabajo la caracterización del funcionamiento global del imperio ateniense, resulta evidente que el procedimiento puesto en práctica en Lesbos para distribuir los lotes y determinar el nivel de la renta se dio en un contexto en el que los atenienses ya contaban con antecedentes previos, a partir de los establecimientos coloniales fundados desde finales del siglo VI y de las pautas utilizadas para mensurar los recursos disponibles por parte de las ciudades sometidas, como se pone de manifiesto en el relevamiento dispuesto por Arístides al organizar las contribuciones de los miembros que dieron inicio a la Liga Délica, o en la posterior reevaluación llevada a cabo en 425-424 que aumentó drásticamente la cuantía del tributo extraído.75 Pero todas estas cuestiones, absolutamente fundamentales y necesarias para comprender el funcionamiento del imperio ateniense, caen más allá de los alcances de este estudio.76

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2Como ha indicado buena parte de la crítica erudita, el texto no forma parte de los escritos de Jenofonte, aunque se le haya atribuido desde la Antigüedad. Bowersock 1967, pp. 33-38, argumentaba que el opúsculo debió ser escrito entre 445 y 441; cf. asimismo Leduc 1976, pp. 29-36, 45-55; pero actualmente la mayoría piensa que, en verdad, fue elaborado durante la Guerra del Peloponeso, lo cual hace de esta fuente un testimonio contemporáneo a este periodo. El autor, a quien se suele denominar con el epíteto de Viejo Oligarca, permanece hoy día anónimo. Sobre la fecha de composición y el problema de la autoría, ver Osborne 2004, pp. 5, 8-9, 13-14, 18, y la síntesis de Marr y Rhodes 2008, pp. 3-12, 31-32. Cf. Gallego 2012, con más referencias previas. Recientemente, estas diferentes cuestiones han sido abordadas y desarrolladas en el detallado y fundamentado estudio realizado por Lenfant 2017, pp. iv-ix, xvi-xxvii.

3Sin entrar aquí en el problema de las diferencias establecidas por los atenienses entre cleruquías y colonias, cabe apuntar, brevemente, que una cleruquía significaba una extensión del territorio ateniense allende Atenas, es decir que quienes recibían los lotes de tierra en este tipo de establecimientos tenían las mismas prerrogativas y obligaciones que hubieran tenido en el caso de haber poseído las propiedades en el Ática. Respecto de las diferencias entre cleruquías y colonias atenienses, ver Figueira 1991, pp. 59-62, 66-73, que propone que Atenas trazaba una distinción entre cleruquías y colonias (ἀποικία/ἐποικία): mientras que las primeras estaban destinadas fundamentalmente a los thêtes y tal vez también a los zeugîtai, las segundas incluían a ciudadanos de todas las clases censitarias, pero en ambos casos los atenienses retendrían su ciudadanía; el propio autor propone como conclusión general que los thêtes fueron en la práctica quienes mayoritariamente emigraron: Figueira 2008, pp. 441-442. Cf. también Pébarthe 2009, pp. 369-373, sobre las diferencias entre cleruquías y colonias y la cuestión de la ciudadanía ateniense en ambos asentamientos.

4 X., Ath., 1.15, ed. 2017: Eἴποι δέ τις ἂν ὅτι ἰσχύς ἐστιν αὕτη Ἀθηναίων, ἐὰν οἱ σύμμαχοι δυνατοὶ ὦσι χρήματα εἰσφέρειν. Tοῖς δὲ δημοτικοῖς δοκεῖ μεῖζον ἀγαθὸν εἶναι τὰ τῶν συμ­μάχων χρήματα ἕνα ἕκαστον Ἀθηναίων ἔχειν, ἐκείνους δὲ ὅσον ζῆν καὶ ἐργάζεσθαι ἀδυ­νάτους ὄντας ἐπιβουλεύειν. (“On pourrait dire que la force des Athéniens suppose que les alliés soient en mesure de verser de l’argent. Mais les gens du peuple jugent plus avantageux que chacun des Athéniens en particulier possède l’argent des alliés et que ces derniers aient tout juste de quoi vivre et travaillent sans être en mesure de conspirer”.) Traducción propia; se ha consultado Guntiñas Tuñón 1984.

5 Marr y Rhodes 2008, pp. 88-89, 95-96. Su traducción al inglés del pasaje (X., Ath., 1.15) es la siguiente: “Someone might say that the Athenians’ strength lies in leaving the allied states with the ability to keep making payments of money. However, the common people think that it is more of a good thing that each and every Athenian should individually own the resources of their allies, and that they, the allies, should have only what is enough to survive on, and should continue to cultivate the land, but without being able to plot revolt”.

6La inferencia de Marr y Rhodes 2008 sobre la posible referencia a las cleruquías en X., Ath., 1.15, ya había sido planteada por Kirchhoff 1878, pp. 11-12, conjetura también asumida por Lapini 1997, p. 124; cf. Osborne 2004, p. 24, com. ad loc. En cambio, Gauthier 1973, pp. 164-166, y Leduc 1976, pp. 143-144, descartan esta interpretación porque la mención a la apropiación individual de las riquezas no sería compatible con el modo colectivo en que se decidía el establecimiento de las cleruquías, aunque Gauthier acepta que la mención en singular a la posesión de bienes (τὴν κτῆσιν) en X., Ath., 1.19, podría tratarse de una indicación de las tierras atenienses en las cleruquías. El reciente comentario de Lenfant 2017, pp. 89 y 99-100, se contenta con citar visiones como las de Marr y Rhodes 2008 con respecto al pasaje 1.15, concluyendo lacónicamente que no es obligatorio asumir que se aluda a las cleruquías ni a lo que sucede en Lesbos después de 427 a. C., aunque admite, al igual que Gauthier, que en 1.19 puede haber una alusión a las cleruquías.

7En efecto, los clerucos serían adjudicatarios de tierras que actuaban como rentistas absentistas según la interpretación de Jones 1957, pp. 168-169, 173, 176 (“absentee landlords”), y Moreno 2007, pp. 94-96, 102 (“absentee owners”, “absentee rentierism”, “rentiers”); Moreno 2009, pp. 213-214 (“rentiers”). Con reservas, esta postura es también compartida por Brunt 1966, pp. 81 y 84 (“rentiers”, “absentee rentiers”); Brunt 1993, pp. 125 y 128; cf. Figueira 1991, pp. 9-10, 252.

8 Th., 3.50.2, ed. 1942: ὕστερον δὲ φόρον μὲν οὐκ ἔταξαν Λεσβίοις, κλήρους δὲ ποιήσαντες τῆς γῆς πλὴν τῆς Μηθυμναίων τρισχιλίους τριακοσίους μὲν τοῖς θεοῖς ἱεροὺς ἐξεῖλον, ἐπὶ δὲ τοὺς ἄλλους σφῶν αὐτῶν κληρούχους τοὺς λαχόντας ἀπέπεμψαν· οἷς ἀργύριον Λέσβιοι ταξάμενοι τοῦ κλήρου ἑκάστου τοῦ ἐνιαυτοῦ δύο μνᾶς φέρειν αὐτοὶ εἰργάζοντο τὴν γῆν. Traducción propia; se ha consultado Romilly y Weil 1953-1972, Guzmán Guerra 1989 y Torres Esbarranch 1990-1992.

9 D.S., 12.55.10, ed. 1950: Ἀθηναῖοι δὲ τῆς Μυτιλήνης τὰ τείχη περιελόντες τὴν Λέσβον ὅλην πλὴν τῆς Μηθυμναίων χώρας κατεκληρούχησαν. Traducción propia; se ha con­sultado Torres Esbarranch 2006.

10El texto de la inscripción puede leerse en Meritt, Wade-Gery y McGregor 1949, p. 76, D 22, entre otras ediciones, así como en las discusiones que sobre la misma han propuesto varios autores, cuyas referencias se brindan en esta nota a pie. Lo que sucede posteriormente con los clerucos de Lesbos gira en torno a la interpretación de otros pasajes de Tucídides (4.52.2-3; 8.22.2) y, sobre todo, de la inscripción IG I2 60 = IG I3 66, cuyos inconvenientes radican en su estado fragmentario y su datación y, a partir de ello, las posibles explicaciones que pueden sostenerse: ver Gomme 1953; Gomme 1956, pp. 328-332 (el decreto es de 425-424); Meritt 1954 (427-426); Brunt 1966, pp. 81-84; Brunt 1993, pp. 125-128 (coincide con Gomme); Gauthier 1966, pp. 82-88 (la cleruquía perdura hasta 406); Cataldi 1976; Cataldi 1983, pp. 251-285 (la inscripción es un tercer decreto respecto de los dos previos impulsados por Cleón y Diódoto, respectivamente, y data de 425-424, coincidiendo con Gomme y Brunt); Erxleben 1975, pp. 92-100 (la cleruquía estuvo vigente hasta el año 411); Hornblower 1991, pp. 440-441 (señala la imposibilidad de resolver la cuestión de la datación); Kallet-Marx 1993, pp. 144-147 (coincide con Hornblower 1991 en cuanto a los dificultades para responder conclusivamente a los problemas planteados); Salomon 1997, pp. 198-200 (la cleruquía continúa hasta el final de la Guerra del Peloponeso); Fornara 2010 (el decreto data del año 412); Saldutti 2016 (sitúa el final de la cleruquía entre 421 y 416).

11 Henry 1980, p. 25; Henry 1983; Henry 1986, discute la pertinencia de la propuesta de lectura τοῖς σ[φετέροις αὐτōν] en la línea 22. Cf. las respuestas que han planteado Meritt y McGregor 1980; Meritt y McGregor 1986, a los dos primeros trabajos de Henry.

12Seguramente, los más de 1,000 que, según Th., 3.50.1, fueron ejecutados en Atenas como responsables.

13 Cf. Antiphon., 5.77, ed. 1914: τοῖς δ᾽ ἄλλοις Μυτιληναίοις ἄδειαν ἐδώ­κατε οἰκεῖν τὴν σφετέραν αὐτῶν; IG I2 60 = IG I3 66, líneas 9-12: [ει . . . . . . . 16 . . . . . . .]ι τ[οῖς Μυτιλεν]αίοις hότ/[ι . . . . . . 14 . . . . . . hο δ]ε̄μος hο Ἀθεναίον καὶ ἀπο/[δίδοσιν αὐτοῖς τὲν γε̄]ν καὶ αὐτο[νό]μος δοκ[εῖ] ε̄ν/[αι αὐτὸς οἰκōντας πάντα] τ[ὰ] σφ[έτερα] αὐτō[ν . . 4 .]. (Se sigue aquí la edición de la inscripción y las sugerencias de Saldutti 2016, pp. 249-250.) En verdad, las restituciones que en la línea 9 remiten a los mitileneos (τ[οῖς Μυτιλεν]αίοις) y en la línea 12 a la idea de habitar ([οἰκōντας]) pueden ser conjeturas que se encuentren afectadas por el conocimiento previo del pasaje de Antifonte; pero lo que se halla más allá de toda duda razonable es el hecho de que en ambos textos se hace alusión a la propia tierra de los mitileneos (en el texto de Antifonte, τὴν σφετέραν αὐτῶν; en la restauración del texto de la inscripción plenamente aceptada, τ[ὰ] σφ[έτερα] αὐτō[ν]).

14Un problema adicional a las cuestiones señaladas radica en saber a quiénes habría beneficiado el reparto de lotes en la cleruquía de Lesbos. Jones 1957, p. 169, enmarcaba este y otros casos dentro de una pauta general adoptada por Atenas a partir de su política de fundaciones fuera del Ática, consistente en la transformación de los thêtes en zeugîtai. Moreno 2007, pp. 102-115; Moreno 2009, pp. 213-214, ha invertido el planteamiento de Jones indicando que los beneficiarios de las cleruquías habrían sido en su gran mayoría pentakosiomédimnoi. Las posiciones representadas por ambos han sido sometidas a escrutinio por varios autores que reconocen que entre los clerucos hubo no solo ciudadanos menesterosos sino también sectores acaudalados. Cf. Figueira 1991, pp. 59-73; Figueira 2008, pp. 441-442; Pébarthe 2009, pp. 369-373. Una parte importante de la evidencia sobre los pentakosiomédimnoi procede del siglo IV; ver Cargill 1987; Cargill 1995, p. 196; Salomon 1997, pp. 154-155; asimismo Migeotte 2010, p. 29, n. 10; Burke 2010, p. 409, n. 78. Sin poder abordar aquí detalladamente todos estos puntos, se considera que la explotación de los recursos del imperio favoreció ampliamente a los atenienses pobres, procedentes en su mayoría, aunque no exclusivamente, de la clase de los thêtes. Estas cuestiones se analizan en dos trabajos en vías de publicación, con amplia bibliografía: Gallego, en prensa (a); Gallego, en prensa (b).

18 Pébarthe 2009, pp. 382-383: “Les clérouquies augmentaient le nombre d’hoplites puisqu’elles fournissaient principalement à des thètes un patrimoine foncier correspondant à la catégorie hoplitique” (cita en p. 383).

19Para Foucart 1878, pp. 347 y 407, los clerucos lesbios constituían un tipo particular que sin trabajar ni dejar el Ática recibían el canon convenido; pero a menudo los colonos debían migrar para ocupar sus parcelas. Busolt 1904, p. 1033 y n. 1, citando a Foucart 1878 entre otros, planteaba que los clerucos fueron a Lesbos, pero luego regresaron a Atenas. Jones 1957, pp. 174-176, alegaba como propuesta general que los clerucos no residían allí donde recibían los lotes, sino que permanecían en Atenas debido a la necesidad de contar con hoplitas; para el autor, el uso del verbo ἀποπέμπω aparece como un “term of art”, un tecnicismo usado en el marco de la instalación de una cleruquía, sin que implicase el traslado concreto de los colonos, haciendo caso omiso de que unas líneas más arriba, en Tucídides, 3.50.1, se emplea el mismo verbo, ἀπέπεμψεν, para indicar la decisión de Paques de enviar a Atenas a los cabecillas de la rebelión. Cf. las críticas de Calder III 1959, p. 141; Gomme 1959, p. 64; Meiggs 1972, pp. 261-262, 316-317. Comentando el enfoque de Jones, Graham 1964, pp. 181 y 189, indicaba que si bien pudo ocurrir que los clerucos no habitaran en las comunidades donde recibían las parcelas sino en Atenas, hay una importante evidencia que muestra que su residencia estaba fuera de Atenas, enviados a veces a poblar lugares de los que se había expulsado a la población previa, como en Histiea, Egina y Melos. Brunt 1966, pp. 81-84; Brunt 1993, pp. 125-128, aceptaba la visión de Jones y creía que los clerucos permanecían en Atenas como práctica habitual, por la falta de incentivos para residir en las tierras recibidas al carecer de autonomía local; pero matizaba el punto en el caso de Lesbos, aceptando la radicación efectiva de los clerucos y centrando la discusión en torno al momento en que los atenienses dejaron la isla. Figueira 1991, pp. 166-170, 251-252, señala que no hay una única respuesta a la cuestión del absentismo, pero admite el carácter absentista de los clerucos de Lesbos en virtud de las necesidades militares de Atenas. Siguiendo a Jones y Brunt aunque sin aportar ningún argumento sustancialmente nuevo para el caso particular de Lesbos, Moreno 2007, pp. 94-95, 98-99; Moreno 2009, p. 214, hace la salvedad de que no se debe asociar a los clerucos con los atenienses más pobres, en virtud de que obtenían una renta anual de dos minas por cada una de las parcelas repartidas, lo cual ubicaba a estos 2,700 hombres dentro del estatus hoplítico. Culasso Gastaldi 2011, pp. 135-137, sobre la base de sus detallados trabajos sobre las cleruquías atenienses, ha reafirmado la idea de que en general los clerucos fueron residentes realmente asentados en las mismas, criticando paralelamente las interpretaciones que proponen que los clerucos fueron mayoritariamente propietarios absentistas.

20 Saldutti 2016, p. 259: “Al contrario Lesbo subì l’arrivo di quasi tremila uomini, inviati pro tempore per sgravare la città della loro presenza in un momento di inurbamento coatto e insostenibile per le fragili strutture cittadine, ed esonerati dalla coltivazione delle terre, affidate invece alla cura dei precedenti abitanti”.

22Según se desprende de Th., 4.52.2-3 y 4.75.1, en 424, hay un intento de los mitileneos exiliados de devastar Lesbos desde la recuperada Antandro que fue frustrado por los atenienses, mientras que, en 416, la presencia de lesbios en el ataque a Melos resulta compatible con el fin de la cleruquía en una fecha posterior a 421; cf. Th., 5.84.1. Ver Saldutti 2016, p. 248, n. 8 y p. 253, n. 29; Pébarthe 2009, p. 382; contraFigueira 1991, pp. 170-171, n. 25.

24Según Gillis 1971, pp. 42 y 44, se puede ver aquí un golpe democrático no sangriento en el contexto de una revuelta oligárquica contra Atenas, que no fue organizado por un líder en particular, sino que fue el producto de una acción concertada entre muchos para confrontar a la clase dirigente oligárquica y hacer caer el gobierno. Para Westlake 1976, Tucídides no deja extraer una respuesta conclusiva sobre el rol del pueblo en la revuelta. Sobre la actuación del pueblo de Mitilene, ver también Legon 1968, pp. 206-210; Quinn 1971, pp. 406-410, 412; Ober 2010, pp. 78-80.

25 Gomme 1956, pp. 325-326, plantea la posibilidad de que este término aluda a los oligarcas como una parte diferenciada en contraste con el cuerpo ciudadano en su conjunto. Cf. Legon 1968, p. 207 y n. 11; Hornblower 1991, p. 440.

26 Quinn 1971, p. 408, n. 21, indica que los más de 1,000 ejecutados en Atenas debió haber incluido oligarcas de Antisa, Ereso y Pirra, así como los de Mitilene. Cf. Debnar 2000, pp. 168-169, que parece asumir que entre los ejecutados pudo haber personas procedentes del pueblo mitileneo.

27Para Mason 1993, p. 229, es probable que la búsqueda de poder e influencia por parte de Mitilene sobre las otras poleis lesbias ya se hubiera manifestado durante la era arcaica, y aunque Antisa, Ereso y Pirra retuvieran en esa época su autonomía, hay testimonios que ponen de relieve la existencia de vínculos entre miembros de las clases dirigentes de estas ciudades a través del derecho de isotomía en las demás. Esta integración entre las clases dirigentes explicaría la cooperación de las tres ciudades más pequeñas con Mitilene en los sucesos del siglo V. Pero en ningún caso se han encontrado datos que certifiquen que Metimna tomó parte de tales acuerdos. Cf. Simonton 2017, p. 49.

28Ver D.S., 12.55.1; D.Chr., 45.13; Moggi 1976, pp. 189-197. Sobre Antisa, Ereso y Pirra como poleis dependientes de Mitilene y el intento de esta última de impulsar el sinecismo, Hansen, Spencer y Williams 2004, pp. 1019 y 1027. Cf. Legon 1968, pp. 202-204; Westlake 1976, p. 436; Quinn 1981, pp. 30-31; Hornblower 1991, p. 384.

29Según Quinn 1971, p. 405; Quinn 1981, p. 33, el hecho de que tanto en Mitilene como en Antisa, Ereso y Pirra hubiera gobiernos oligárquicos, en contraste con la presencia de un go­bierno democrático en Metimna, es un elemento coadyuvante en el esquema de sinecismo impulsado por Mitilene, contexto en el cual, además, esta ejercería coerción sobre Metimna para incluirla en su proyecto. En cambio, para Wilson 1981, pp. 158-159, la coerción estaba dirigida hacia las ciudades de Antisa, Ereso y Pirra para incluirlas en una única polis a partir del sinecismo (persuadiéndolas con la amenaza del uso de la fuerza); si bien el proceso estaba iniciado, no habría llegado a completarse totalmente, y por eso no mostraron en la sublevación una acción conjunta, bajo un solo comando; un indicio, según Wilson 1981, de que este proceso se encontraba a mitad de camino sería el hecho de que tras el fracaso del ataque a Metimna, en la desmovilización posterior los mitileneos habrían buscado asegurarse la lealtad de Antisa, Ereso y Pirra poniendo en manos oligárquicas el gobierno de estas tres ciudades. Aunque bien cabe pensar que, en realidad, pudo tratarse de medidas de refuerzo político en favor de los gobiernos oligárquicos ya vigentes, conforme al hecho de que eran poleis dependientes, otorgándoles una mayor seguridad; Th., 3.18.1: βεβαιότερα. Cf. Gomme 1956, p. 252; Legon 1968, p. 200.

32De lo cual cabe deducir que, en caso de que el armamento hoplítico procurado por el la­ce­demonio Saleto hubiera llegado a manos de todo el pueblo mitileneo, entonces pudo haber armado a unos 4,000 mitileneos varones adultos que hasta ese momento solo empleaban armamento ligero. Se trata de una presunción compatible con las estimaciones de población hechas para Mitilene durante los siglos V y IV a. C. Los 1,000 hoplitas provenientes de los rangos medios y superiores del cuerpo cívico representarían en torno a 20% de la cantidad total de población ciudadana masculina adulta. Cf. Gomme 1956, pp. 325-326; Hansen, Spencer y Williams 2004, p. 1026; Simonton 2017, p. 50.

33Solo como una conjetura a partir del tamaño del territorio de cada una de ellas (cf. Hansen, Spencer y Williams 2004, pp. 1021, 1023 y 1030: Antisa c. 250 km2, Ereso c. 225 km2 y Pirra c. 250 km2, respectivamente), puede resultar plausible aventurar que el total de ciudadanos varones adultos se ubicara en torno a 2,000 o 2,500 en cada caso; de manera que los hoplitas habrían representado entre 40 y 50% de este total. Esta conjetura se basa en los cálculos planteados por Ruschenbusch 1985 y Bintliff 1999 para estimar la población masculina adulta y la población total (sin esclavos ni extranjeros) de comunidades que se encuadraban en el modelo de la Normalpolis, con territorios que no superaban 100 km2 y que, en este último caso, podían albergar cerca de 800 ciudadanos varones adultos.

34 Wilson 1981, pp. 146-148, 157: “In any case Mytilene was clearly the instigator of the revolt, and the vast majority of αἰτιωτάτους; (50.1) must have come from there. Objections to the large number have usually neglected 35.1, where Paches is prepared to send to Athens εἴ τις ἄλλος αὐτῷ αἴτιος ἐδόκει —a pretty loose criterion. The execution of 1,000 would then have liquidated the large majority of Mytilenians of hoplite rank (or above): presumably those who held most of the land. The figure of 3,000 allotments is also reasonable (50.2), though we can do no more than guess about this particular matter. The distribution of low-lying and fertile land in Lesbos is such that we may plausibly ascribe about a third of it to Mytilene and two-thirds to Pyrra, Antissa and Eresos, corresponding to the 1,000 executed Mytilenians (originally holders of 1,000 of the 3,000 allotments) and 2,000 from the other cities; excluding, of course, Methymnan land. Mytilene’s preeminence in Lesbos was not due to her possession of the bulk of good land, but to her trade in general and possessions on the mainland in particular (50.2)” (cita en p. 148).

35 Hansen, Spencer y Williams 2004, p. 1027, parecen deducir de lo que sucedió con Mitilene posteriormente, según la inscripción ya mencionada IG I2 60 = IG I3 66, que la tierra repartida entre los clerucos atenienses era la que pertenecía a esta comunidad, que se convirtió en una polis dependiente dentro del imperio ateniense. Como previamente Mitilene, a su turno, había intentado realizar un sinecismo para hacer de Lesbos una sola polis, Antisa, Ereso y Pirra parecen haber estado controladas por los mitileneos, siendo ya poleis dependientes de Mitilene antes de la revuelta (p. 1019); el planteamiento no es claro, ya que en pp. 1022, 1023 y 1030 los autores repiten una formulación idéntica que aplican, respectivamente, a Antisa, Ereso y Pirra: “El territorio, o al menos una parte de este, fue entregado a los clerucos atenienses” (“The territory, or at least a part of it, was surrendered to Athenian klerouchs”). Ver asimismo Hansen 1998, p. 55, que critica la postura de Hampl 1939, pp. 1-2, para quien Mitilene se había convertido en una polis sin territorio; se trataba, en realidad, de una polis dependiente.

36En el contexto planteado, existe la posibilidad hipotética de una continuidad a partir de los descendientes de los propietarios mitileneos originales, quienes podrían haber seguido responsabilizándose por la gestión de las tierras junto a los trabajadores directos que constituirían la mano de obra explotada por aquellos, siendo una parte de tales trabajadores miembros del pueblo mitileneo que una vez armado confrontó con aquellos por el reparto de víveres.

38Incluso puede que hubiera lesbios que tuvieran porciones de tierra de sus antiguas parcelas en más de un lote de los creados por los atenienses, excepto que hubiera habido una reorganización completa del sistema agrario, reasignando no solo la tierra sino también la mano de obra, de manera que los ahora arrendatarios estuvieran distribuidos en igual número dentro de cada una de las 3,000 asignaciones creadas con el establecimiento de la cleruquía.

39 Marchant 1909, p. 165, § 2 l. 8: κλήρους… ποιήσαντες; “… but, of course, not the whole of the κλῆρος would be under cultivation. Apparently all the land was owned by oligarchs. The new κλῆροι would, of course, cut across the boundaries of former estates” (com. Th., 3.50, ad loc.); cf. Clinton 1827, p. 389, n. “g”. (Según he podido comprobar, se trata de una adición a la segunda edición de esta obra de Clinton que no figura en la primera edición de 1824. El autor usaba millas cuadradas para calcular la superficie de la isla y acres para calcular el área de cada lote, que aquí hemos volcado en kilómetros cuadrados y hectáreas, respectivamente.)

42Sobre la representatividad territorial de los datos obtenidos, Déléage 1945, p. 178, proponía que el catastro abarcaba la isla entera, a partir de la hipótesis de restauración de los nombres de aldeas mencionadas que remitirían a zonas no solo de Mitilene, sino también de Metimna y Pirra. El análisis de Spencer 1996, pp. 258-261, con la localización sobre el mapa de Lesbos de las aldeas confiablemente identificadas, certifica la conjetura adelantada por Déléage 1945. (Las aldeas localizadas son 13 en total; se mencionan otras 16 cuyos sitios se desconocen, pero que en caso de que pudieran ser ubicadas podrían ampliar considerablemente la base de sustentación de la presunción de Déléage 1945.)

45En línea con estas apreciaciones, aunque sin realizar una estimación del territorio cubierto de bosques y/o montañas ni de la proporción de la superficie total de Lesbos dedicada a algún tipo de explotación, ver, entre otros, Brun 1996, p. 78; Spencer 1996, p. 261; Digidikis 1999, pp. 158-159; Dimopoulou 2019, p. 283.

46 Th., 3.2.2; IG XII2 3 = Tod 1948, N° 163, pp. 185-186. Cf. Hansen, Spencer y Williams 2004, p. 1026, que acepta la restauración y las consecuencias que extrae Tod 1948 en su análisis de la inscripción citada; contraBraund 2019, p. 258 y n. 53, que no encuentra satisfactorias las restauraciones propuestas dado el estado fragmentario del documento.

50 Str., 17.1.33, registra el hecho de que en el siglo VII a. C. Cáraxo, hermano de Safo, ya exportaba vinos a Naucratis en Egipto. A finales del siglo II e inicios del III d. C., Ath., 1.28e-f, 29b-c, 31a, 32f, 33c, procedente precisamente de Naucratis, compilaba una serie de afirmaciones respecto del vino de Lesbos procedentes de escritores griegos de los siglos IV y III a. C. Estas y otras evidencias literarias sobre el vino de Lesbos son recogidas por Clinkenbeard 1982, pp. 254-256, y Schaus y Spencer 1994, pp. 424-425 (y n. 77), 429.

51Esta cualificación de los vinos lesbios se encuentra, por ejemplo, en dos pasajes de Gal., De compositione medicamentorum per genera, 1.8 (XIII, 405 K.), y De antidotis, 1.5 (XIV, 28-29 K.).

52 Hansen, Spencer y Williams 2004, pp. 1018, 1021, 1023, 1024, 1026, 1030 (Lesbos 1,614 km2; Antisa c. 250 km2; Ereso c. 225 km2; Metimna más de 400 km2 después de la conquista de Arisba; Mitilene c. 450-500 km2; Pirra c. 250 km2). Las poleis son mencionadas por Th., 3.18.1; 8.23.2 y 4, y Scyl., 97. Sobre la evolución de los asentamientos que derivan en la formación de las poleis citadas, ver Spencer 1994; Spencer 1995a; Spencer 1995b; cf. también Mason 2001. Para estudios de casos, Mason 1993; Mason 1995; Schaus y Spencer 1994; Spencer 1995c; Spencer 2000; Zachos 2010.

53Esto no implica descartar que junto con las obligaciones rentísticas de los lesbios para con los clerucos atenienses, Atenas no haya podido demandar también madera, fundamental para la construcción de la flota, teniendo en cuenta que desde antiguo Lesbos era una isla rica en bosques, que aún sigue conservando hoy en día en la región de Pirra.

55La superficie asignada hoy día a la isla de Lesbos es 1,630 km2, apenas por encima de los 1,614 km2 considerados por Mantzouranis o el Copenhagen Polis Centre.

56 Busolt 1904 y Gomme 1952, estimaban el territorio de Metimna en un quinto del total de Lesbos, pero en realidad era mayor, tal vez más de un cuarto de la superficie de la isla, en el orden de 425 a 450 km2. Cf. Moreno 2007, p. 318.

57Según Kontis 1978b, pp. 127-128, 312-313, esta zona se hallaba en poder de Antisa, cuyo territorio se extendía hasta el Golfo de Kalloni; en cambio, a partir de Labarre 1996, pp. 199-200, se podría inferir que, en realidad, Isa pudo haber pertenecido a Metimna; cf. Hansen, Spencer y Williams 2004, p. 1022.

58Al respecto, ver Gallego 2009, pp. 141-230, con bibliografía previa sobre los sistemas agrarios y sus condiciones sociopolíticas; recientemente, cf. McHugh 2017.

59Sobre las perspectivas reseñadas, ver el debate entre Hodkinson 1988 y Skydsgaard 1988. Sobre las propuestas de superar estas posiciones, cf. Forbes 1995; Chang 1994; asimismo, Halstead 2006. La presencia de templos podía influir para que los propietarios de los campos cercanos orientaran su producción a la provisión de animales que se consumían en las ceremonias religiosas; McInerney 2010, pp. 173-216.

60Por otra parte, con Metimna aliada a Atenas y provocando en los hechos una separación de la isla en una parte sudoriental y otra noroccidental —y, por ende, enfrentada a Mitilene, que controlaba a Antisa, Ereso y Pirra—, cabe considerar la posibilidad de que en los años 430-420 a. C. la situación política de Lesbos afectara las posibilidades de acuerdos de epinomía con el fin de otorgar derechos de pastoreo en las fronteras, aunque en términos territoriales esto pudo estar vigente en las zonas limítrofes entre Antisa y Ereso y entre Mitilene y Pirra, respectivamente.

61Como se dijo, a estos terrenos se sumaban los que se empleaban para pasturas, permanentemente o mediante rotación entre zonas cultivas o incultas. Por otra parte, ante el requerimiento ateniense de la renta anual, los lesbios pudieron haber apelado a una mayor intensificación de la producción, por ejemplo, dejando menos terrenos en barbecho, o echando mano más intensivamente a un sistema de rotación que combinaba cereales y legumbres, o avanzando sobre terrenos no cultivados en tierras marginales montañosas o boscosas, etcétera. Hipotéticamente, puede haber ocurrido que los atenienses también tomaran en cuenta los animales poseídos por los lesbios, siguiendo una práctica que se percibe en el discurso forense del siglo IV, según la cual se valora la tierra y el ganado por separado, sin que esto implique una oposición entre actividad agrícola y crianza de animales; pero no tenemos ninguna información al respecto para el caso de la cleruquía de Lesbos. Cf. Isager y Skydsgaard 1992, pp. 101-102; Forbes 1995, p. 331.

62No es posible responder cuánto representaba la renta anual de 200 dracmas respecto del rendimiento obtenido por los lesbios a partir del cultivo de la tierra. Se puede comparar con la carga tributaria que Atenas hacía recaer sobre las poleis sometidas a su imperio: los lesbios debían entregar una suma que totalizaba 100 talentos, muy por encima de lo que pagaban varias ciudades antes de 425 a. C. (Egina y Tasos, 30 talentos cada una), e incluso por encima de los tributos que Atenas impuso sobre algunas ciudades después de esta fecha (Abdera, 75 talentos; Tasos, 60); cf. Marr y Rhodes 2008, p. 89, que siguen a Meiggs 1972, pp. 538-561. Otro modo de estimar el peso de la renta estipulada es respecto de la población de la isla; en el caso de Mitilene, como ya se ha visto, se ha estimado alrededor de 20,000 personas, sin esclavos ni extranjeros, aunque con la necesidad de importar cereales; a esta cantidad se sumarían las poblaciones de Antisa, Ereso y Pirra, que tal vez promediaran 6,000 u 8,000 personas cada una, sin esclavos ni extranjeros. De modo que las exigencias de renta de los atenienses se superponían con las necesidades de una población que en el área ocupada por aquellos pudo haber rondado las 40,000 personas, una parte de la misma, ciertamente, asentada en las zonas urbanas de las cuatro ciudades involucradas, cuyas necesidades de consumo de alimentos debían ser satisfechas o bien a partir de las propias producciones agrarias de cada polis, que también tenían que proveer a los productores rurales directos, o bien recurriendo a la importación, como ya se dijo respecto de Mitilene.

64 Cf. Kirchhoff 1878, pp. 11-12: “Mit anderen Worten, der Verfasser hat den Fall im Auge, dass die depossedirten ehemaligen Eigenthümer Pächter der attischen Kleruchen geworden waren, welche ihnen im Besitze gefolgt waren”.

67La debatida inscripción IG I2 60 = IG I3 66 pone en claro que los mitileneos recibieron de vuelta de parte de los atenienses los derechos sobre su propia tierra, que habían perdido tras la fracasada revuelta. Cf. Antiphon., 5.77.

68 Th., 3.50.2: αὐτοὶ εἰργάζοντο τὴν γῆν. Es factible pensar que aquellos lesbios que poseían esclavos continuaran empleándolos en las actividades productivas, como hasta entonces lo habían hecho, siempre y cuando no resultara antieconómico en la nueva situación.

69Ver los esfuerzos de Figueira 1991, pp. 177, 196, 252, para tratar de establecer puntos de comparación adecuados conforme a los datos antiguos y a los parámetros contemporáneos.

70 X., Ath., 1.15: ἐκείνους δὲ ὅσον ζῆν, καὶ ἐργάζεσθαι.

72Al respecto, cf. Ma 2009.

73Ciertamente, es posible plantear algunos aspectos del carácter de los asentamientos coloniales atenienses a partir de la política desplegada por Atenas durante el siglo IV a. C., que recupera y refuerza su presencia en comunidades que había controlado durante el siglo V, tales como los casos de Lemnos, Imbros y Esciros, cf. Cargill 1981; Cargill 1995; Salomon 1997, pp. 31-188. En algunos casos se puede suponer que hubo reorganizaciones en lo atinente a la distribución y la explotación de la tierra, como en Egina, Esción o Melos, que fueron repobladas por sus habitantes nativos una vez que los espartanos expulsaron a los colonos atenienses gracias a su victoria en la Guerra del Peloponeso, o en Samos, que fue entregada a los antiguos ciudadanos exiliados tras la rendición de los samios favorables a Atenas (X., HG, 2.2.9, 3.7; Plu., Lys., 14.1, 3). Pero en ninguna de estas situaciones es posible decir algo fundamentado respecto de cómo se organizaron estos reasentamientos poblacionales, o de qué manera se distribuyó la tierra, o qué formas de explotación de la misma se pusieron en práctica una vez que se produjeron estos movimientos demográficos de ida y vuelta.

74La bibliografía sobre el imperio ateniense es vastísima, apenas por debajo en cuanto a su cantidad a la dedicada a la democracia ateniense; para una aproximación a las líneas de análisis planteadas a lo largo del siglo XX ver la compilación de Low 2008, junto con el trascendental estudio de Meiggs 1972; para visiones integrales significativas, cf. Constantakopoulou 2007; Morris 2009, así como la compilación de Ma, Papazarkadas y Parker 2009.

76El autor de este artículo tiene actualmente en desarrollo un estudio del funcionamiento integral del imperio ateniense.

Recibido: 14 de Mayo de 2021; Revisado: 16 de Junio de 2021; Aprobado: 02 de Julio de 2021

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Julián Gallego es doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Es profesor titular a cargo del curso de Historia Antigua Clásica en el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de dicha casa de altos estudios, donde también se desempeña como director del Instituto de Historia Antigua y Medieval. Asimismo, es investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Es autor de los siguientes libros: La democracia en tiempos de tragedia: asamblea ateniense y subjetividad política (2003), Campesinos en la ciudad: bases agrarias de la pólis griega y la infantería hoplita (2005), El campesinado en la Grecia antigua: una historia de la igualdad (2009), El campesinado ático y el desarrollo de la democracia ateniense (2014, en colaboración con Miriam Valdés), La pólis griega: orígenes, estructuras, enfoques y La anarquía de la democracia: asamblea ateniense y subjetivación del pueblo (2018).

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