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vol.39 número1Lucio Anneo Séneca, Tiestes, introducción, escansión, traducción y notas de Rebeca Pasillas Mendoza, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Clásicos Griegos y Latinos. Colección Bilingüe, 4), 2019, 238 págs., ISBN 978-607-30-1736-7. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Nova tellus

versión impresa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.39 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2021  Epub 05-Mayo-2021

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2021.39.1.27555 

Reseñas

Suñol, Viviana, y Lidia Raquel Miranda (eds.), La educación en la filosofía antigua. Ética, retórica y arte en la formación del ciudadano, Buenos Aires, Miño y Dávila (Estudios del Mediterráneo Antiguo / PEFSCEA, 18), 2020, 248 págs., ISBN 978-84-17133-76-4.

Víctor Hugo Méndez Aguirrea  *
http://orcid.org/0000-0002-1880-2963

aUniversidad Nacional Autónoma de México, México, mendezaguirre@unam.mx

Suñol, Viviana; Miranda, Lidia Raquel. La educación en la filosofía antigua. Ética, retórica y arte en la formación del ciudadano. Buenos Aires: Miño y Dávila, Estudios del Mediterráneo Antiguo / PEFSCEA, 18, 2020. 248p. ISBN: 978-84-17133-76-4.


Palabras clave: Educación; Filosofía; Retórica; ciudadano

Keywords: Education; Philosophy; Rhetoric; Citizen

¿Cuál es el objetivo de la educación? ¿Adiestrar en las competencias que permitan al educando integrarse exitosamente, destacando sobre los demás en un juego de suma cero, al ágora/mercado laboral? ¿O formar ciudadanos virtuosos que contribuyan colectivamente al bien común y al mejoramiento material y moral de la comunidad? ¿Objetivos incompatibles o complementarios? Aunque el tema de la educación ya recibe atención en las obras de Homero, es a partir de la revolución pedagógica de Grecia clásica cuando se ha debatido infatigablemente este tópico con mayores herramientas conceptuales, aunque, como no podía ser de otra manera, con adaptaciones temporales, mientras que la tékhne por antonomasia en la Atenas de Pericles fue la retórica sin lugar a la menor duda, quizá ahora se hablaría privilegiadamente de competencias digitales. Resulta ilustrativo sobre el estado del arte en Iberoamérica la reciente obra compilada por Viviana Suñol y Lidia Raquel Miranda, La educación en la filosofía antigua. Ética, retórica y arte en la formación del ciudadano.

La obra ahora reseñada, además de un prólogo escrito por Eduardo Sinnott (pp. 9-14) y una extensa introducción pergeñada por las compiladoras (pp. 15-28), se encuentra integrada por casi una docena de artículos de académicos latinoamericanos, la mayoría argentinos; pero también con la colaboración de plumas procedentes de Brasil, Chile, Colombia y México: 1) María Cecilia Colombani, “¿Cómo educar a la ‘funesta raza y género de mujeres’ nacidas de Pandora? Dispositivo didáctico-matrimonial y modos de subjetivación en Hesíodo”; 2) María Angélica Fierro, “La conceptualización platónica de philosophía en el Fedro” (pp. 45-64); 3) Pilar Spangenberg, “Dimensiones prácticas de la verdad en la República de Platón” (pp. 65-82); 4) Fernando Gazoni, “Las deudas de Aristóteles con Platón en lo que concierne a la poesía” (pp. 83-98); 5) Mariana Castillo Merlo, “Entre tragedia y política: mímesis, emociones y entendimiento en Aristóteles” (pp. 99-118); Viviana Suñol, “Las funciones de la mousiké en Política VIII. La relevancia de la educación musical en Aristóteles” (pp. 119-140); Manuel Berrón, “Pluralidad metodológica en Política I de Aristóteles” (pp. 141-160); Gabriela Rossi, “La sofística como elección de vida” (pp. 161-184); Liliana Carolina Sánchez Castro, “¿Puede la Ética Eudemia ayudarnos a entender el tratado pseudo aristotélico Sobre las virtudes y los vicios?” (pp. 185-204); Luis Xavier López-Farjeat, “Averroes y la transformación de la Retórica de Aristóteles” (pp. 205-224), y Rodrigo Sebastián Braicovich, “Éticas de la virtud: objeciones contemporáneas, respuestas antiguas. El estoicismo y la judicialización de la ética” (pp. 225-244).

La obra reseñada abarca un abanico amplio de autores y épocas, desde los grandes poetas de Grecia arcaica, maestros por antonomasia de los helenos, hasta el resurgimiento contemporáneo de las éticas de la virtud. No obstante, como se indica acertadamente en el título, gravita en torno de la formación ética del ciudadano a través de las “artes”: por una parte, retórica, tékhne de la persuasión; por la otra, mousiké, esto es, “arte de las musas” (pp. 94-95).

El corazón del tándem pedagógico retórica/mousiké es esencialmente clásico. El ventrículo izquierdo —¿el siniestro?— gravita en torno de los grandes pedagogos ilustrados, los sofistas; mientras que el ventrículo derecho, como no podía ser de otra manera, es el Sócrates de Platón y Jenofonte. Las respectivas aurículas son Platón y Aristóteles. De estos dos filósofos clásicos se señalan tanto las discontinuidades como las continuidades de sus pedagogías y de sus teorías del arte. Del Estagirita, adicionalmente, se examinan tanto el “método aristotélico” (p. 89) como su “pluralidad metodológica” (pp. 141-159).

El primer artículo de la obra reseñada parte de los orígenes mismos de la literatura occidental y de una de sus primeras reflexiones pedagógicas. “¿Cómo educar a la ‘funesta raza y género de mujeres’ nacidas de Pandora? Dispositivo didáctico-matrimonial y modos de subjetivación en Hesíodo” se aboca a la educación de la mujer ideal en la antigua Grecia. María Cecilia Colombani realiza un análisis breve pero muy completo de la situación de las mujeres griegas en los patriarcados de los periodos arcaico y clásico y hace hincapié en el doble aspecto de su educación: “para” y “dentro” del matrimonio.

Graciela Hierro, pilar de los estudios de género en México, denunció el hecho de que en los patriarcados, junto a una “doble moral sexual”, se registra una doble pedagogía. Mientras que a los hombres se les educa para las labores apreciadas socialmente —política, guerra y retórica en Atenas clásica— a las mujeres se les “doméstica”, esto es, se les adiestra para que se dediquen a las labores propias del hogar y de la crianza de la prole. Esta situación la encontramos claramente en Grecia antigua, las mujeres son educadas principalmente “para” el matrimonio. María Cecilia Colombani escribe: “[…] al problematizar el dispositivo educativo que supone hacer dócil a la mujer, es necesario recordar que aquella primera dama, que el relato arquetípico presenta [Pandora], nace en clave de novia” (pp. 34-35).

Así pues, las mujeres griegas eran educadas “para” y “dentro” del connubio. Una característica del matrimonio griego, preservada todavía hasta el siglo pasado cuando menos, radica en la franja etaria de las novias, usualmente casaderas pocos años después de la pubertad, contrastada con la franja etaria de los futuros maridos, ya plenamente adultos. Que estos suelan duplicar la edad de aquellas determina que las mujeres sean educadas/domesticadas por sus maridos —y por sus suegras desde que la novia solía trasladarse a la casa de su nuevo marido, regida por la madre de este—. María Cecilia Colombani hace hincapié en el aspecto pedagógico del matrimonio:

La clave de la decisión marca el proyecto didáctico-moralizador porque está asociada a la edad como tópico a considerar. Una edad precisa tanto del hombre como de la mujer. A partir de ella está salvaguardado el éxito de la empresa. Se vislumbra una pareja didáctica donde el maestro-esposo dobla en edad a la discípula esposa. Práctica habitual cuando se trata de ciertas experiencias de transición. La joven es una parthénos y el tránsito a su estado de adultez […] la lleva al matrimonio como destino naturalizado (pp. 37-38).

María Cecilia Colombani señala que esta idea de la formación de la mujer para y dentro del matrimonio será también expuesta en una obra fundamental del periodo clásico, esto es, el Económico de Jenofonte. Esta autora acierta en la diana cuando examina la manera en que los patriarcados griegos teorizaron intensamente —aunque con una fuerte carga ideológica— en el tópico de la educación de las mujeres. Si bien Colombani trabaja principalmente la Grecia arcaica de Hesíodo, no deja de formular observaciones sobre el periodo clásico subsiguiente, el principal objeto de estudio del libro aquí reseñado.

Grecia clásica atestiguó una efervescencia pocas veces vista en lo relativo al conocimiento, tanto en su posibilidad, como su naturaleza, sus límites, su utilidad y su transmisión; este último aspecto hermana epistemología con pedagogía. Fue en esa época que se acuñaron parte no desdeñable de las categorías empleadas en dichos debates, géneros filosóficos enteros, como la utopía, gravitaron en su entorno y, por si fuera poco, fueron fundadas escuelas que, como la Academia o el Liceo, constituyen antecedentes de las universidades medievales, modernas y contemporáneas. Protagonistas imprescindibles de esta historia son los sofistas.

A pesar de su heterogeneidad, un común denominador de los sofistas radica en su magisterio del arte de la retórica. Aunque ya en Homero figuras como Néstor destacan por sus habilidades discursivas, estas derivan, además de sus innegables dotes naturales, de su pertenencia activa al estrato elitario y de la experiencia adquirida a través de larguísimos años de atestiguar cómo sus predecesores de edad provecta solían realizarlo. La novedad introducida por los sofistas radica en su pericia en un arte de la persuasión susceptible de ser transmitido a aquellos con la solvencia suficiente como para pagar el precio estipulado por sus lecciones, incluso a los jóvenes. Este saber fue altamente valorado en democracias cuyas asambleas y tribunales dirimían asuntos de vida y muerte y donde poder y prestigio pendían de hilos retóricos; pero no menos importantes fueron las exhibiciones y pirotecnias verbales. Sin reducir la retórica sólo a los tres géneros deliberativo, judicial y epidíctico, el punto aquí es que el arte de la persuasión era una mercancía altamente apreciada en democracias como las de Pericles, donde sofistas procedentes de las más variadas latitudes encontraron mercados florecientes.

Aunque la aportación de los sofistas a la historia de las ideas en general y de la pedagogía en particular resulta indiscutible, las relaciones entre estos y los filósofos no dejan de ser complejas. Tanto unos como otros se consideran a sí mismos capaces de educar de la mejor manera a los futuros ciudadanos, unos a través de la retórica, otros mediante la filosofía. En parte ambas propuestas educativas compiten entre sí; en ocasiones se reconcilian y se complementan.

En virtud de su pericia en el arte de la persuasión —como es definida la retórica en el Gorgias de Platón—, los sofistas se consideraban a sí mismos sabios, dignos sucesores de los poetas. Sin embargo, no todos sus contemporáneos compartían su entusiasmo por el poder de la palabra persuasiva tecnificada. En la querella de las sabidurías librada inmisericordemente entre algunos de los máximos poetas, sofistas y filósofos, la sofística fue acusada de adolecer de graves deficiencias epistemológicas y éticas íntimamente relacionadas. Se le tildó de no ser otra cosa que una pseudo-sabiduría cuyo fingimiento se realizaba con propósitos primordialmente pecuniarios. Peor todavía, en el “terreno cívico”, la sofística como elección de vida busca, en palabras de Gabriela Rossi, “el orientarse a la injusticia bajo alguna de sus formas, sea la obtención de honores espurios, sea la conquista de ventajas políticas […]” (p. 181).

Retórica y filosofía, ambas surgidas en el tránsito de la oralidad a la escri­tura, han sido hermanas pendencieras desde sus mismos orígenes; pero a pesar de sus desavenencias han optado por mantener su íntima relación —frecuentemente tóxica— de antístrofas, protocolizada en las primeras líneas de la Retórica de Aristóteles, cuando menos entre dialéctica y retórica. Luis Xavier López-Farjeat, examinando en el ámbito islámico la “re-contextualización” de la obra del Estagirita apenas mencionada, subraya la asimilación de la artesana de la persuasión en este ámbito cultural: “La retórica, desde el punto de vista filosófico, era el instrumento persuasivo más efectivo para guiar a los ciudadanos a la felicidad y para educarlos y para convencerlos de la conveniencia de optar por una vida virtuosa” (p. 206).

Resulta claro que, a pesar de las querellas protagonizadas por sofistas y filósofos en los diálogos socráticos, estos últimos se abocan al estudio del arte de la persuasión y no dejan de adoptar valiosas aportaciones de los primeros. ¿Acaso no fue Sócrates discípulo y maestro de sofistas? La Retórica de Aristóteles también lo atestigua claramente; pero Platón, a pesar de que frecuentemente es presentado como antagonista de los sofistas, también abreva de ellos.

Ciertamente, Pilar Spangenberg, sin dejar de señalar críticas platónicas a los sofistas en lo relativo al tratamiento de la verdad, encuentra material ge­nético sofístico dentro del ADN platónico, sobre todo en lo atinente al tra­tamiento de la “noble mentira” en la República. A pesar de la deferencia filosófica hacia la verdad, Platón rescata ciertas “mentiras nobles” debido a su utilidad pragmática. En el recurso platónico a los mitos como elemento educativo aplicable a los infantes, subyace la concepción sofística de la palabra como “lógos phármakon” (p. 74); ahí “Platón se perfila, en cierto sentido, como un deudor de la sofística” (p. 77).

Como es bien sabido, para Platón, el objetivo último de la educación radica en que todos los ciudadanos y ciudadanas deseen y hagan exclusivamente lo bueno y conveniente y sientan aversión y omitan lo que no lo es. En este tenor, Fernando Gazoni subraya que “[…] el análisis platónico está a servicio de responder qué tipo de educación debe ser dada a los jóvenes atenienses en el contexto de una organización política racionalmente estructurada para alcanzar un fin, la mejor vida posible en sociedad” (p. 95).

En la cúspide del proyecto pedagógico platónico se encuentra la dialéctica. María Angélica Fierro señala al respecto:

La dialéctica apunta, por lo tanto, no a recopilar generalizaciones subjetivas sino a reflejar la efectiva estructura de la realidad en el plano de la conceptualización y expresión lingüística. En sentido más específico, es el ‘método ideal’ para lograr dicha comprensión de lo real […] Los discursos de la dialéctica versan además sobre las ‘cosas más valiosas (tà timiótera), como lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, y también la verdadera naturaleza del amor, del alma, de la locura, del universo. Estas son cosas con las cuales no se juega, en el sentido de una inútil paidiá, sino que, en todo caso, se juega en serio, con spoudé (278d) (pp. 53-54).

La educación para los máximos filósofos clásicos gravita en torno de la virtud y el vicio, de lo bueno y de lo malo, de lo real y lo meramente aparente, de lo laudable y lo vergonzoso. Resulta muy oportuno que, en una obra dedicada a la educación, Liliana Carolina Sánchez Castro traiga a colación precisamente el pasaje 1249a26-30 del tratado [pseudo-]aristotélico Sobre las virtudes y los vicios, donde precisamente se subrayan tales distinciones (p. 194). Viviana Suñol, por su parte, enfatiza la importancia de la mousiké en la “habituación en la virtud” del ciudadano:

La mousiké cumple una función ética fundamental, debido a que como parte de un programa educativo integral contribuye a formar el carácter de los futuros ciudadanos, gracias a la influencia que ejerce en el carácter del alma mediante las emociones que despierta en los oyentes. Aristóteles […] señala que se debe educar primero por los hábitos antes que por la razón (1338b4-5) (p. 127).

Suñol hace hincapié en que para Aristóteles la mousiké por sí sola no conduce a la virtud, pero coadyuva poderosamente a tal propósito:

Si bien es cierto que la mousiké no conduce por sí sola a la virtud, el ciudadano del mejor régimen no puede alcanzar la virtud ética si no ha sido previamente habituado a ella mediante esta disciplina. El proceso de habituación musical es condición para el desarrollo de la capacidad de discernimiento ético. En otros términos, la función educativa de la mousiké no basta para que los futuros ciudadanos se conviertan en virtuosos, pero es una instancia necesaria de su formación para que aprendan a serlo (p. 131).

El lector encontrará en este libro un muy amplio —aunque no exhaustivo— panorama de la educación en Grecia arcaica y clásica.

Bibliografía

Suñol, Viviana , y Lidia Raquel Miranda (eds.), La educación en la filosofía antigua. Ética, retórica y arte en la formación del ciudadano, Buenos Aires, Miño y Dávila (Estudios del Mediterráneo Antiguo / PEFSCEA, 18), 2020, 248 págs., ISBN 978-84-17133-76-4. [ Links ]

Recibido: 12 de Octubre de 2020; Revisado: 20 de Octubre de 2020; Aprobado: 24 de Noviembre de 2020

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Víctor Hugo Méndez Aguirre: doctor en Filosofía por la UNAM, es investigador adscrito al Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se ha desempeñado como docente dentro de esta misma universidad en las licenciaturas de Letras Clásicas y de Filosofía. Actualmente colabora en la Maestría en Docencia para la Educación Media Superior (MADEMS). Sus líneas de investigación giran entorno a Platón, Aristóteles y ética. Sus publicaciones recientes son “Deisidaimonia y Technai en los diálogos de Platón”, en Maria do Céu Fialho y Maria Regina Candido (coords.), Magia e Superstição no Mediterrâneo Antigo, São Paulo: Universidade de Coimbra/Universidade do Estado do Rio de Janeiro 2019 (Série Humanitas Supplementum Estudos Monográficos), pp. 167-178, y “Sabios polimorfos y filósofos presocráticos: testimonios de Heráclito, Platón y Aristóteles”, Mythos: Revista de História Antiga e Medieval, v. 7, 2020, pp. 42-56.

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