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vol.38 número1Cussen, Antonio, El milenio según Virgilio, Santiago de Chile, Ediciones Tácitas, 2018, 3 vols., 495, 386 y 209 págs., ISBN 978-956-379-068-9. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Nova tellus

versão impressa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.38 no.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2020  Epub 15-Jun-2020

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2020.38.1.0016 

Reseñas

Nieto Ibáñez, Jesús Mª, Historia antigua del cristianismo. Desde los orígenes al Concilio de Calcedonia, Madrid, Editorial Síntesis, 2019, 266 págs., ISBN: 978-84-9171-314-2.

Juan Antonio López Féreza  *
http://orcid.org/0000-0002-7684-1880

aUniversidad Nacional de Educación a Distancia, España, jalferez@flog.uned.es

Nieto Ibáñez, Jesús Ma. Historia antigua del cristianismo. Desde los orígenes al Concilio de Calcedonia. Madrid: Editorial Síntesis, 2019. 266p. ISBN: 978-84-9171-314-2.


Palabras clave: historia orígenes cristianismo hasta 451

Keywords: Origins Christianism History bis 451

El autor de este libro es catedrático de Filología griega en la Universidad de León, España. Cuenta con numerosas publicaciones, en especial, sobre Literatura judía en lengua griega, Textos cristianos y Humanismo. Desde hace muchos años encabeza proyectos de investigación sobre el Humanismo español a partir del siglo XVI y la Tradición clásica en España y América. Además es director del Instituto de Humanismo y Tradición clásica en dicha Universidad. La monografía que presenta revisa la historia del cristianismo desde sus orígenes judíos hasta el Concilio de Calcedonia (451 d. C.), punto de partida de la división entre católicos y ortodoxos. El trabajo consta de una introducción más seis capítulos.

En la “Introducción” (pp. 9-14), Nieto explica el interés general referente al estudio sobre los comienzos del cristianismo, manifestado en libros, artículos, documentales televisivos, películas, etcétera, todos ellos en busca de luz acerca de un hecho no aclarado por completo hasta la fecha. La presente obra, lejos de interpretar los datos históricos, pretende exponerlos de modo sucinto, acompañados de algunos testimonios literarios.

1. “Orígenes: de religión nacional a religión universal” (pp. 15-39). Tiene dos apartados: 1.1. ‘El contexto judío’, donde se revisa la destrucción de Jerusalén y su Templo por Nabucodonosor (587 a. C.) así como la subsecuente diáspora, con el establecimiento de los judíos en Mesopotamia y Egipto, ante todo. 1.2. ‘La fundación del cristianismo’. Primero, encontramos la figura de Jesús, su nacimiento hacia el 5 o 4 a. C. y el comienzo de su predicación, hacia el 30 de nuestra época. Aunque nacido en Galilea, dentro de una familia judía y en una región fuertemente helenizada, hablaba posiblemente en arameo, con algunos conocimientos del griego. La esencia de su mensaje era el anuncio del Reino de Dios, es decir, la victoria de Dios sobre la creación y la humanidad. Rodeado de sus doce apóstoles, expuso sus ideas dentro de Judea y Galilea. No dejó nada escrito, pero serán sus seguidores quienes escriban y transmitan el mensaje recibido, idealizando la figura del maestro y reinterpretando los textos proféticos del Antiguo Testamento. Luego de su muerte, el espíritu mesiánico y escatológico de Jesús, junto con su esperanza en la resurrección, será el motor del primer movimiento cristiano. A continuación, viene Pablo de Tarso, bien estudiado mediante sus Cartas y los Hechos de los apóstoles. Gracias a su buena educación en lengua griega, tras su conversión extendió la nueva religión por Chipre, Asia Menor, Grecia y Roma. Su interpretación de la figura y muerte de Jesús terminará por imponerse en el cristianismo. Una aportación original será ver a Jesús, no limitado al mundo judío, sino abierto a todo el mundo.

2. “El cristianismo primitivo” (pp. 41-62). En 2.1, ‘Las primeras comunidades cristianas’, apoyado en los Hechos de los apóstoles y otros testimonios cristianos, el autor habla del Concilio de Jerusalén, la fundación de la Iglesia, la iglesia de Jerusalén y las primeras facciones de la Iglesia (judeocristianos y helenistas. Éstos, los judíos de la diáspora; aquéllos, fieles a las normas judías tradicionales). En 2.2, ‘Las zonas de extensión de la Iglesia. Los grandes enclaves cristianos’, Nieto se ocupa de Palestina, Roma, Egipto-Alejandría, Siria-Antioquía, Asia Menor, Mesopotamia, Persia, Norte de África, Hispania y otras regiones, basándose en testimonios cristianos, de los Padres de la Iglesia, de Eusebio y documentos de otras procedencias.

3. “El cristianismo en el Imperio Romano” (pp. 63-99). 3.1. ‘Los comienzos del cristianismo en Roma’ contiene los testimonios no cristianos (Josefo: Antigüedades judías; Suetonio, Tácito, Dión Casio, Plinio, Marco Aurelio, Luciano, Celso y Porfirio), la primera expansión por el Mediterráneo y el conflicto religioso y social, a causa del enfrentamiento entre cristianos y paganos, el sentimiento antijudío de la sociedad romana y la incompatibilidad entre paganismo y cristianismo. Sus fuentes esenciales son Tertuliano, Minucio Félix, Orígenes, Lactancio y Agustín. 3.2. ‘Las persecuciones’. El estudioso revisa las épocas de Nerón, los Flavios y Diocleciano y se detiene en las bases jurídicas de las persecuciones, así como en los martirios, pasando a Galerio y Constantino, con la legalización del cristianismo en el 313 (Edicto de Milán). Entre sus fuentes principales están Tácito, Suetonio, Tertuliano, Lactancio y Eusebio. 3.3. ‘El triunfo del cristianismo’. El autor señala que, durante los años de Constantino, la Iglesia fue consolidándose como poder económico y social. Las fuentes esenciales para esa época son Eusebio de Cesarea, consejero del emperador y autor de la Vita Constantini, y Zósimo, con su Historia nova. Más tarde, Teodosio I (380) convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio, lo que supuso la prohibición del arrianismo y el paganismo, además de la persecución de las prácticas mágicas y adivinatorias e incluso el culto familiar bajo pena de confiscación. Los sucesores de Teodosio, Arcadio en Oriente y Honorio en Occidente, siguieron con la misma política religiosa, suprimiendo los Juegos Olímpicos (394) y los misterios de Eleusis (396). Los días festivos de la Iglesia se convirtieron en fiestas oficiales. Atanasio y después Cirilo, ambos de Alejandría, fueron los grandes instigadores de la política antipagana. Tras la muerte de Teodosio, la Iglesia heredó la unidad del Imperio romano. 3.4. ‘La nueva sociedad cristiana’. Nieto explica que el cristianismo era más fuerte en el Imperio de lengua griega, el de Oriente. En ambos imperios su difusión fue especialmente urbana, quizá porque en ciertas zonas rurales la gente no dominaba ni el griego, en Oriente, ni el latín, en Occidente. Leemos que una de las razones del éxito del cristianismo consistió en la ayuda mutua prestada entre sus seguidores, sobre todo a las clases más desfavorecidas: huérfanos, viudas, ancianos, enfermos y presos.

4. “Organización y cultos de la Iglesia” (pp. 101-129). 4.1. ‘La iglesia como institución terrenal’. A fines del II se observa una jerarquía en tres niveles: obispos, presbíteros y diáconos. El Pastor de Hermas, la anónima Didascalia de los Apóstoles y la Tradición apostólica de Hipólito de Roma son las fuentes esenciales. Tras esa estructura se pasó a la del obispo monárquico y el Papa de Roma, llamado pontífice a partir del siglo V. 4.2. ‘Sínodos y concilios’. Ambos eran fundamentales para fijar la doctrina, la organización y la convivencia, así como la lucha contra las herejías. El primero fue el Concilio de Jerusalén (del año 59). Destacan, después, los de Nicea I (325), Constantinopla I (381), Éfeso (431), Calcedonia (451), Constantinopla II (553) y III (680-681) y Nicea II (787). Los de Nicea I y Constantinopla I tomaron medidas frente al arrianismo. En casi todos ellos la disputa central era la figura del Hijo y el dogma de la Trinidad. El de Calcedonia trató especialmente la herejía de Nestorio. 4.3. ‘El culto’. Puede decirse que el culto cristiano tuvo desde el principio gran parecido con los misterios paganos. La celebración dominical es una señal de identidad, frente al sábado de los judíos: en ella tenía gran relevancia la eucaristía. Bautismo, penitencia y matrimonio se instituyeron desde los primeros tiempos. Por otro lado, el culto a los mártires está acreditado desde el siglo II. 4.4. ‘El monacato’. Desde comienzos del IV se desarrolló el monacato, de modo conspicuo en Oriente. El monaquismo fue una reacción frente a la secularización de la Iglesia, pues muchos eclesiásticos tenían oficios civiles. Además, para la historia de la transmisión del legado clásico, los monasterios fueron pieza clave por la copia de manuscritos y la traducción de textos escogidos. Fuentes importantes son Basilio Magno, Teodoreto y Paladio.

5. “Ortodoxia frente a heterodoxia” (pp. 131-152). 5.1. ‘Las primeras divisiones dentro de las comunidades’. Desde los inicios hubo problemas en la interpretación del mensaje de Jesús, por lo que los responsables del legado acordaron controlar la recta exegesis de las escrituras con el fin de frenar a los heterodoxos, herejes y cismáticos. 5.2. ‘La heterodoxia en los siglos II y III’. Los judeocristianos, es decir, quienes hacían compatibles sus creencias cristianas con la ley judía (por ejemplo, la práctica de la circuncisión) fueron considerados heréticos a partir del siglo II. Fuentes relevantes son, entre otras, Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lyon, Eusebio, la llamada Didascalia (doctrina de los doce apóstoles), etcétera. Por su actitud herética sobresalen Marción (rechaza numerosos aspectos del Antiguo Testamento), el maniqueísmo (oponen el mundo de la luz y el de las tinieblas), el gnosticismo (conocimiento de los misterios divinos reservado a una élite), milenarismo (creencia en la vuelta de Jesús, el cual fundaría un reino que duraría un milenio), montanismo (Montano afirmaba conocer el destino último de la divinidad), etcétera. 5.3. ‘La heterodoxia en el siglo IV’. Constantino tuvo que enfrentarse al arrianismo (sólo el Padre es dios). Ya en el V surgen nuevas herejías: nestorianismo, donatismo, pelagianismo y priscilianismo. 5.4. ‘Cismas’. Nieto revisa las divisiones de la Iglesia, por motivos personales o políticos, acaecidas en los primeros siglos del cristianismo.

6. “Legado y testimonio escrito. La literatura cristiana” (pp. 153-211). En nuestra opinión, es el capítulo más interesante para el estudioso de la literatura griega. 6.1. ‘Literatura judía en lengua griega’. Gran parte de la literatura judía en lengua griega buscó integrarse en la cultura griega. Así lo vemos en obras donde se intenta armonizar la ley judía con la filosofía griega, como la Carta de Aristeas, la Sabiduría de Salomón, el poema del Pseudo Focílides y, posteriormente, las Teosofías del siglo V. 6.2. ‘Escritos bíblicos’. Ptolomeo II Filadelfo propició los primeros pasos para la traducción al griego de la Biblia hebrea (o Takak/Tanaj), trabajo enorme que duró desde mediados del III a la mitad del II a. C. El resultado, conocido universalmente por su nombre latino, los Septuaginta (Setenta), supuso un verdadero trasvase desde el judaísmo al helenismo y fue el texto bíblico esencial del cristianismo primitivo, hasta que en el IV apareciera la traducción latina de Jerónimo, la Vulgata. En cambio, si bien Jesús y sus discípulos hablaban en arameo, el Nuevo Testamento se escribió en griego, de ese modo, desde el primer momento, el helenismo modeló al cristianismo. Nieto Ibáñez se ocupa del canon neotestamentario y de los textos apócrifos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. 6.3. ‘La literatura cristiana primitiva’. Entran aquí los padres apostólicos. Entre ellos, ocupan lugar relevante las cartas (Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía y la Epístola de Bernabé). 6.4. ‘La literatura patrística’. A los años de las persecuciones les corresponden tanto los apologistas griegos (Justino, Taciano, Teófilo de Antioquía y Atenágoras), como los latinos (Minucio Félix, Tertuliano, Arnobio y Lactancio). Nieto se extiende en los escritos antiheréticos (Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma y Epifanio de Sálamis), la literatura apocalíptica y la escuela de Alejandría (Clemente y Orígenes), antes de adentrarse en la edad de oro de la patrística, tanto la griega (Atanasio de Alejandría, Cirilo de Alejandría, los padres capadocios -Basilio el Grande, Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianzo-, Juan Crisóstomo, Teodoreto de Ciro, Eusebio de Cesarea -esencial por su Historia eclesiástica y su Crónica-) como la latina (en la que sobresalen los cuatro grandes doctores de la Iglesia de Occidente: Agustín, Jerónimo, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán). 6.5. ‘La reacción intelectual del paganismo’. El autor analiza en este apartado el monoteísmo neoplatónico, el reflejo de los cristianos en la literatura grecolatina de los siglos II (con referencias a Luciano, Galeno, Elio Aristides, Marco Aurelio, Marco Cornelio Frontón y al Discurso verdadero de Celso), del III (el escrito Contra cristianos de Porfirio) y IV (el discurso Contra los galileos de Juliano y los Discursos de Libanio).

A estos seis capítulos les siguen cuatro apartados sin numerar. El primero es la amplia “Selección de textos” (pp. 213-252). Nieto ha escogido trece testimonios procedentes, respectivamente, de Flavio Josefo, Hechos de los apóstoles, Clemente de Roma, Plinio el Joven, Tertuliano, Justino Mártir, Taciano, Cipriano de Cartago, Clemente de Alejandría, Lactancio, Eusebio, Basilio de Cesarea, Teodoreto de Ciro. Todos ellos en traducción española con indicación de su procedencia, la fecha en que apareció el escrito original, contexto y relevancia del pasaje y pautas para el comentario.

El segundo apartado corresponde a la “Cronología” (pp. 253-258). Abarca desde el 332, conquista de Palestina por Alejandro, y acaba en el 476, caída de Roma ante los bárbaros.

El tercero contiene “Siglas y abreviaturas” (pp. 259-260).

El cuarto y último recoge la “Bibliografía” (pp. 261-265). En ella se distinguen dos subapartados: fuentes citadas y obras de consulta.

En resumen, estamos, sin duda, ante una obra de madurez, resultado de largos años de investigación sobre la historia antigua del cristianismo y de la lectura cuidadosa de muchos autores y textos. Es una contribución interesante que recoge y valora numerosos datos, presentes, de modo disperso, en una pléyade de escritores repartidos a lo largo de cinco siglos, llenos de polémicas religiosas, filosóficas y culturales. Este libro será bien recibido, no sólo por los filólogos clásicos, sino también, especialmente, por los estudiosos de la historia antigua y, en concreto, los interesados por el cristianismo desde sus primeras fases hasta el siglo V d. C.

BIBLIOGRAFÍA

Nieto Ibáñez, Jesús Mª, Historia antigua del cristianismo. Desde los orígenes al Concilio de Calcedonia, Madrid, Editorial Síntesis, 2019, 266 págs., ISBN: 978-84-9171-314-2. [ Links ]

Recibido: 20 de Octubre de 2019; Revisado: 21 de Noviembre de 2019; Aprobado: 11 de Diciembre de 2019

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Juan Antonio López Férez es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense, Madrid, y catedrático emérito en Filología Griega por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, España. Sus áreas de interés son Eurípides, los textos médicos griegos y la presencia de los mitos y la tradición clásica en la literatura española. Es investigador principal en cinco proyectos financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia. Dirige la serie Estudios de filología griega, de Ediciones Clásicas, Madrid, y es codirector de la Colección de autores griegos, Ediciones Clásicas. Ha publicado más de 230 trabajos, muchos de ellos en revistas científicas. Sobresalen 21 libros, ya como autor, ya como editor, los más recientes son: Mitos en las obras conservadas de Eurípides. Guía para la lectura del trágico, Madrid, Ediciones Clásicas, 2014; Teorías de Galeno sobre el semen femenino, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015; y Galeno. Preparación y constitución de textos críticos, entrega y publicación de obras propias o ajenas, Madrid, Ediciones Clásicas, 2018.

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