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Nova tellus

Print version ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.35 n.2 Ciudad de México Jul./Dec. 2017

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2017.35.2.771 

Reseñas

Rojas Otálora, Jorge, Tradición clásica: propuesta e interpretaciones

Claudia Adriana Ramos Aguilar* 

* Universidad Nacional Autónoma de México. México.

Rojas Otálora, Jorge. Tradición clásica: propuesta e interpretaciones, Supplementum X, Nova Tellus, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2015. 215p.


Palabras clave: Tradición clásica; método; teoría

Keywords: Classical Tradition; Method; Theory

¿Qué se reúne en torno al concepto de “Tradición clásica”? ¿Se trata sólo de la presencia del mundo antiguo en textos modernos? ¿Se refiere a la pervivencia recreada en distintas latitudes? Desde que Aulo Gelio,1 en el siglo ii de nuestra era, dio el sentido al término classicus para distinguir a los escritores de primera línea frente a otros que, sin mencionarlos literalmente, eran los proletarii o los ínfimos, la evocación del mundo antiguo acuñado en “lo clásico” conlleva una suerte de pertenencia cultural que legitima a aquel que lo nombra, casi siempre, desde un desconocimiento cabal de la fuente primigenia. Si no fuera así, ¿entonces por qué sigue siendo necesario ocuparse de la trascendencia de los griegos y los romanos con la extraña familiaridad de un mundo del que se ha oído desde tiempos inmemoriales?

Por medio de las lecturas que la modernidad ha realizado en distintas traducciones del latín y del griego, la reinterpretación del mundo antiguo sigue cultivando conceptos, imágenes, valores y motivos que, trasplantados a las lenguas modernas, conforman un hilo conductor donde la antigüedad perdura y se reinventa creando el sortilegio de continuidad y pertenencia; al parecer, es esa búsqueda de legitimidad cultural la que ha conformado a lo largo de muchos siglos, encubierta y explícita, la Tradición clásica.

El Primer Simposio Internacional sobre Tradición clásica que se llevó a cabo en la Universidad Nacional de Colombia, con sede en Bogotá, del cuatro al seis de junio del 2014, resulta peculiarmente significativo porque no se trata ya de un país del continente europeo ocupándose de una tradición que originalmente ha hecho suya, sino de un país de otra latitud, América, de alguna forma lejana al banquete del mundo antiguo, el que se encarga de dar acogida a las reflexiones de una tradición de la que se va apropiando.

Los participantes de este Supplementum establecen comparaciones entre textos literarios de distintas épocas, lugares y ámbitos, así como entre manifestaciones que atienden la creación artística desde un enfoque crítico, en el que las fuentes primarias son la base y el punto de arranque para entender el sentido de la Tradición clásica. De ahí que, a mi modo de ver, la imagen de la portada, una nave que surca un oleaje de palabras griegas, sea tan atinada: el pensamiento humano va por el mar de una tradición que lo toca en lo particular y en lo universal, en lo íntimo y en lo abierto, tal como el agua que desconoce fronteras y, al mismo tiempo, se adapta, versátil, a la forma de cualquier continente; la nave arriba al abrigo de todo puerto para intercambiar legitimidad y pertenencia por los distintos rostros de una inmortalidad que la renueva.

En el primer trabajo, “La Tradición clásica y el Orientalismo: Gilbert Highet desde Edward Said, Edward Said desde Gilbert Highet”, Francisco García Jurado (Universidad Complutense, Madrid) se ocupa de dos obras de singular importancia para los estudios en torno a la Tradición clásica, el primero, en 1949, escrito por el escocés Gilbert Highet, The classical tradition. Greek and Roman influences on western literature; y el segundo, casi treinta años después, en 1978, Orientalism, donde el palestino Edward Said, a modo de réplica, formula la hipótesis de que Occidente ha creado una serie de prejuicios eurocéntricos contra Asia y Oriente Medio, y a lo largo de los siglos este discurso ha justificado empeños colonizadores.

La premisa planteada por Said conlleva el cuestionamiento de ideas fundamentales del pensamiento occidental: ¿la tradición tiene que ser clásica por antonomasia? Si se responde a esta pregunta de manera afirmativa, ¿por qué se acepta, simple y llanamente, que la Tradición clásica tiene la legitimidad para interpretar otras culturas? El discurso eurocéntrico admitido sin ningún tipo de reparo explica, según Said, la visión que hoy se tiene de Oriente, esto es, una invención prejuiciosa de Occidente.

El meollo del artículo de García Jurado ensaya una perspectiva histórica, de reinvención, la poscolonial, que nace precisamente de supuestos ideológicos contrarios al eurocentrismo. Si antes se atendía sólo el texto de partida, es decir, la fuente del mundo antiguo, ahora es el receptor, y las circunstancias de acogida de la tradición clásica, lo que determina el estudio y la forma de acercamiento: más que en la mera presencia de los antiguos griegos y romanos en la modernidad, las modificaciones que la lectura y reescritura sugieren es lo que permite una reinterpretación multicultural y des-jerarquizada de su trascendencia.

En los siguientes dos artículos, “Algunas representaciones artísticas relacionadas con Medea” de María Teresa Gallego (Madrid, España) y “Medea: desde Grecia y Roma a las literaturas europeas. Nota sobre su presencia en la ópera y el cine” de Juan Antonio López Férez (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España), la figura de la extranjera, la hechicera, la bárbara por antonomasia de la antigüedad griega resalta en el proceso de la asimilación que el ateniense hizo de “lo otro” hasta el grado de suplantar a sus propios héroes, en este caso, Jasón, quien, en la versión del mito más favorecida por la posteridad, la tragedia de Eurípides, deja de ser el héroe de la épica que condujo la célebre nave de Argo con el propósito de llevar a cabo una empresa de inaudito valor, para ser recordado, en el proceso de una larga recepción, como un hombre sin kalokagathía, cuyo único mérito en la Tradición clásica, al parecer, fue traer en su nave a la desconcertante Medea.

En este sentido, la visión del mundo bárbaro sobrepasó a la figura del héroe ateniense: el recorrido que inicia María Teresa Gallego con el recuento del mito de los Argonautas, a bordo de la nave Argo, concluye en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York con la escultura “Medea Meditating the Death of Her Child”, del escultor estadounidense William Wetmore Story (1819-1895).

Lo mismo sucede en el acucioso recuento que del mito de Medea, “la que medita, la que proyecta algo” hace López Férez; la versión que prevalece a lo largo de estudios filosóficos, médicos, literarios y artísticos es la de Eurípides. ¿Por qué se ha dado así esta tradición en torno al mito de Medea? López Férez aduce tres razones: la mujer “sabia” y extranjera que ha padecido una injusticia por parte de su esposo ateniense adquiere un papel protagónico en la escena trágica; se convierte entonces en un paradigma de pasiones humanas; explica el odio, la ira, la injusticia, la violación del juramento marital, venganza, triunfo sobre el enemigo y, sobre todo, la condición de extranjería.

Ambos estudiosos muestran cómo la figura de Medea se inserta en la tradición mítica como un prototipo de “lo otro”, y aclara de tal forma “lo propio” que funciona muy bien a modo de máscara trágica para una recepción que encuentra en las pasiones de la hechicera los acordes de un ritmo que le es familiar. Sin embargo, en el artículo siguiente, “Utopías de Indias. La tradición del utopismo clásico en la Crónica de Indias”, Mariano Nava Contreras (Universidad de los Andes, Venezuela) expone una visión distinta de la otredad, cuyo valor radica en permanecer fuera de lo culturalmente conocido, en contraposición a la máscara integradora, con lo cual algunos ideales como la justicia, la felicidad, la paz, prevalezcan intocados, libres de la pasión humana.

La recurrencia de lugares remotos, ideales y perfectos descritos en la literatura y la reflexión filosófica entre los antiguos griegos, denota la necesidad humana de la utopía; los sitios donde la enfermedad, la vejez, la guerra, la fatiga, la muerte, las pasiones se encuentran tan lejos del hombre que para traerlos del ámbito de lo imaginario a la realidad, sólo es posible bajo el auspicio de la sátira política, como lo hizo Aristófanes en muchas de sus obras, o la reflexión filosófica sobre la construcción de la sociedad perfecta, cuyo mejor exponente fue Platón con su República, con el peligroso vínculo entre el pensamiento político y la vida real.

La investigación de Mariano Nava parte del origen griego de la utopía, y su influencia arriba en varios puertos: la antigua Roma, la Edad Media, el Nuevo Mundo, la Modernidad. En todos los casos, y de forma subsecuente en la conformación de la Tradición clásica, la utopía se traduce en el encuentro esperanzador de una otredad que desaparece cuando apenas intenta asirse.

El ejemplo, más o menos cercano en un sentido propio de la farsa, de la forma en la que un arquetipo se adapta a la realidad, se encuentra en el texto de Elina Miranda Cancela (Universidad de la Habana, Cuba), “Recepción y resonancia de Electra Garrigó, la obra iniciática de Virgilio Piñera”; en él, la estudiosa cubana da un amplio y rico panorama de la situación de los estudios clásicos en su país. Desde el inicio, expone la posición equívoca ante los términos “tradición”, “pervivencia” o “recepción” que abren el campo a la relectura teatral de la Electra de Sófocles. En su pleno proceso creativo, Virgilio Piñera reinterpretó este mito para situar la dinastía de los Atridas en la vida cotidiana de una isla tropical.

La recepción que tuvo la puesta en escena de Electra Garrigó en 1948 deja ver la idea tan equivocada que la crítica cubana tenía del teatro griego y su tradición: se le acusó de caricaturizar la alta cultura, de burlarse de un modelo antiguo y oficializado que había de considerarse inmutable, sempiterno, sin reparar en que la libertad con la que los mismos trágicos atenienses habían renovado la tradición mítica, generando cada uno reinterpretaciones distintas de Electra, contradecía completamente la actitud que frente a la fuente antigua Virgilio Piñera paradójicamente transgredió.

Como si de una utopía se tratara, Piñera parodia la tragedia de Sófocles, hace sátira de los personajes para tratar el tema de “lo nacional” de una manera distinta al favorecido y ya gastado género costumbrista, y lleva la experiencia cotidiana al ámbito de lo arquetípico auspiciado por la Tradición clásica, identificándose con el proceso creativo de los poetas trágicos para dar así a la realidad cubana el espejo de una legitimidad universal.

El diálogo que Electra Garrigó estableció con los antiguos marcó un parteaguas en la recepción de la cultura cubana, en la década de los setenta proliferan las obras teatrales que se acercan a la Tradición clásica para tratar asuntos contemporáneos. Incluso, y aquí se encuentra la peculiaridad de la recepción cubana, la recepción implica resonancia cuando la misma Electra Garrigó, después del rechazo por su paradójica transgresión, sirve de referencia arquetípica al proceso creativo de la legitimidad cultural de la isla.

Con el artículo que cierra este Supplementum de la revista Noua Tellus, “Alfonso Reyes: lectura y recreación de la antigua poesía griega” de David García Pérez (Centro de Estudios Clásicos, IIFL, Universidad Nacional Autónoma de México), se puede apreciar la diferencia entre el proceso de recepción cubano, cuya figura emblemática es Virgilio Piñera, y el proceso mexicano, que se caracteriza por otra figura “transgresora”, Alfonso Reyes, cuyo humanismo secular liberó del cultivo eclesiástico a los clásicos. En el convulso ambiente revolucionario, la búsqueda de identidad de “ser mexicano” y habitar el continente americano fueron inquietudes que vino a subsanar, otra vez, la Tradición clásica.

Con un Virgilio bajo el brazo, Alfonso Reyes encaminó sus reflexiones a encontrar el ritmo para, a pesar de la tardanza, disfrutar del banquete de la civilización europea; dar con el modo propio, no imitar el europeo. De esta manera, Reyes no sólo rescató a los clásicos de la atención exclusiva de la Iglesia, también previno de la anquilosada traducción filológica que, con atención puesta en la etimología lingüística, muchas veces descuida el sentido profundo de una traducción cultural. En palabras de su hija, Reyes “más que griego sabía Grecia”, por eso sus empeños literarios recogieron cabalmente el espíritu de una Tradición clásica que se inscribe en la idea de una educación basada en la pertinencia y el espíritu crítico.

Con este ánimo de difusión pertinente y crítico, se puede celebrar que fue en México, gracias al esfuerzo de David García Pérez, donde se logró la publicación de este trabajo conjunto, cuyas reflexiones en torno a la Tradición clásica resultan enriquecedoras e imprescindibles.

1A. G., XIX, 8,15.

Recibido: 13 de Marzo de 2017; Aprobado: 01 de Junio de 2017

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